María Magdalena y María de Betania

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Muchos comentadores opinan que el episodio registrado en Luc. 7 no debería identificarse con el banquete que se describe e Mat. 26: 6-13; Mar. 14: 3-9 y Juan 12: 1-9. Algunas de las razones más importantes para opinar así, son: (1) Se duda que María de Betania pudiera haber sido una mujer como la que describe Lucas, pues lo que se registra en cuanto a María de Betania en otros pasaje de los Evangelios parece impedir esta identificación. (2) Se duda que un fariseo, especial mente uno que vivía tan sólo a unos 3 km d Jerusalén, invitara públicamente a Jesús, a menos de una semana de la crucifixión, especialmente cuando él mismo no creía totalmente en el mesianismo de Jesús. (3) Se hallan diferencias aparentemente irreconciliables entre el relato de Lucas y el de los otros tres Evangelios, diferencias que pesan más que los muchos parecidos que tienen.

Hay que admitir que estas dificultades no deben considerarse a la ligera; sin embargo, la conclusión basada en los puntos ya enumerados no debería ser determinante. Esto se ve por las siguientes consideraciones.

  1. Juan identifica a María, hermana de Marta y de Lázaro, como la que ungió los pies de Jesús, y su relato del episodio es evidentemente paralelo al de Mateo y de Marcos, quienes, como Lucas, no la mencionan por nombre. Quizá se deba a que la mujer, una piadosa cristiana, vivía aún cuando se escribieron los Evangelios sinópticos. Los autores de los tres sinópticos, creyendo que debía incluirse este relato, pudieron haber decidido, con bondad cristiana, no mencionar el nombre de ella. Pero Juan posiblemente no se sintió obligado a ese silencio porque su Evangelio fue escrito varias décadas más tarde (ver p. 174), quizá muchos años después de la muerte de dicha mujer. Es digno de notarse que Juan, el único que menciona por nombre a María, es también el único que omite el nombre de Simón.

 Lucas (cap. 10: 39, 42) y Juan (cap. 11: 1-2, 19-20, 28, 31-32, 45; 12: 3) mencionan a María de Betania y la identifican como hermana 746 de Marta y de Lázaro. María, conocida como María Magdalena, que probablemente era de Magdala, aldea situada en la orilla occidental del mar de Galilea (ver Mat. 15: 39; DTG 371), aparece entre las mujeres que acompañaron a Jesús en el segundo viaje por Galilea (Luc. 8: 1-3), y es mencionada por los cuatro evangelistas en relación con la muerte, sepultura y resurrección de Jesús (Mat. 27: 56, 61; 28: 1; Mar. 15: 40, 47; 16: 1, 9; Luc. 24: 10; Juan 19: 25; 20: 1, 11, 16, 18). En algún momento antes de la segunda gira por Galilea, Jesús había expulsado de ella siete demonios (Luc. 8: 2; cf. Mar. 16: 9).

Si acaso María de Betania se fue de su casa como resultado de su vida vergonzosa, podría haberse ido a Magdala, quizá con amigos o parientes que vivían allí. Muchos de los hechos registrados del ministerio de Jesús en Galilea transcurrieron cerca de la llanura de Genesaret, donde se encontraba Magdala. Es posible que durante una de las primeras visitas de Jesús a Magdala, hubiera liberado a María de los demonios que la poseían. Después de acompañar a Jesús en la segunda gira por Galilea, ella, ya transformada, podría haber regresado a Betania y haber vivido nuevamente allí. Esta posibilidad no prueba, por supuesto, que María de Betania y María de Magdala son una misma persona, pero muestra cómo es posible que así hubiera sido. Toda la información que aparece en los relatos evangélicos puede fácilmente entenderse siguiendo esta explicación.

  • 2. La idea de que Jesús no tenía amigos entre los dirigentes de Israel al acercarse el fin de su ministerio, carece de validez. Nicodemo, «principal entre los judíos» (Juan 3: 1), defendió valientemente a Jesús en un concilio de los principales sacerdotes y fariseos (Juan 7: 45-53). Y su influencia se echa de ver en esa ocasión -en la fiesta de los tabernáculos del año 30 d. C., unos seis meses antes de la crucifixión-, porque su consejo prevaleció y el grupo se retiró sin lograr su objetivo (Juan 7: 53; DTG 424). En la crucifixión, el momento más indicado para que los hombres hubieran sentido miedo de darse a conocer como seguidores de Jesús, cuando «todos los discípulos, dejándole, huyeron» (Mat. 26: 56), y cuando Pedro, su más ardiente defensor, le negó repetidas veces (Mat. 26: 69-75), José de Arimatea, otro «miembro noble del concilio» (ver com. Mar. 15: 43), públicamente proporcionó un lugar donde sepultar a Jesús y, juntamente con Nicodemo, supervisó su sepultura delante de todos (Mat. 27: 57-60; Juan 19: 38-40). Muchos de los gobernantes creían en Jesús en este momento (DTG 497, 647), pero no lo confesaban por temor a ser excomulgados (Juan 12: 42), aunque sin duda después de la resurrección muchos de ellos se hicieron cristianos (Hech. 6: 7).
  • Los supuestos puntos de diferencia entre los diferentes relatos no son tan importantes como pueden parecer, y de ningún modo impiden que se considere que el episodio relatado es el mismo. Sólo Lucas dice que el anfitrión de Jesús en esta ocasión era fariseo, pero esto no es extraño, pues había muchos fariseos, y el autor decidía si identificaba o no a una persona como fariseo. Lucas es el único evangelista que hace referencia a otras dos ocasiones cuando Cristo comió en casa de fariseos (cap. 11: 37; 14: 1). Parece que Lucas consideraba que la relación de Jesús con los fariseos en un plano amistoso y social era un hecho digno de notarse, y esto explicaría por qué registra aquí el hecho de que el anfitrión era fariseo.

No es extraño que Lucas examine la reacción de Simón ante lo sucedido, mientras que los otros evangelistas no mencionan este aspecto del relato, y sólo destacan la reacción de Judas. Si Lucas tuvo alguna razón especial para introducir este relato en este punto de su Evangelio y no cerca del fin del ministerio de Cristo, como lo hacen los otros evangelistas, difícilmente habría registrado la actitud de Judas y la lección que Cristo procuró enseñarle, pues el hacerlo habría parecido inapropiado a esta altura del relato evangélico. Habría presentado a Judas con una actitud y unas características que todavía no se habían desarrollado manifiestamente, y el relato, en la forma como lo presentan los otros tres evangelistas en un momento posterior de sus narraciones, sólo habría servido para confundir a los lectores si Lucas lo hubiera insertado aquí.

Hay muchos detalles del relato de Lucas que son mencionados por uno o más de los otros tres evangelistas: (1) Todos concuerdan en que hubo un banquete, (2) y en que la persona que ungió a Jesús fue una mujer. (3) Los tres sinópticos concuerdan en que el perfume estaba en un frasco de alabastro; Juan no menciona el frasco. (4) Ni Lucas ni Mateo dicen qué clase de perfume se usó, pero Marcos 747 y Juan dicen que era de «nardo». (5) Tanto Lucas como Juan mencionan el ungimiento de los pies de Jesús, (6) y el hecho de que María usó su cabello como toalla para secar los pies de Jesús. (7) Los tres evangelistas sinópticos dicen que el nombre del anfitrión era Simón. Estos parecidos no necesariamente prueban que el episodio relatado por Lucas deba identificarse con el que registran los otros tres evangelistas, pero tienden a aumentar el grado de probabilidad en ese sentido.

Si aceptamos que el banquete en casa del fariseo que se registra en Lucas es el mismo que tuvo lugar en la casa de Simón en Betania, surgen dos preguntas: (1) ¿Por qué Lucas insertó este incidente relativamente cerca del comienzo de su relato evangélico, tan lejos de su verdadero contexto cronológico? (2)¿Por qué es su relato tan diferente del de los otros tres Evangelios en varios aspectos importantes? El contexto de Lucas proporciona una respuesta satisfactoria y convincente para estas preguntas.

Lucas escribe en primer lugar para cristianos gentiles que no residían en Palestina (ver p. 650). Después de mencionar repetidas veces que los dirigentes judíos se oponían a Cristo (cap. 5: 17, 21, 30, 33; 6: 2, 7, 11; etc.), Lucas sin duda temía que sus cultos lectores gentiles se preguntaran cómo podría esperarse que ellos creyeran en Cristo si lo habían rechazado todos los dirigentes de su propia nación, los cuales evidentemente habían estado en mejores condiciones para juzgar sus afirmaciones mesiánicas. Esto quizá explique por qué Lucas sea el único de los cuatro evangelistas que menciona tres casos específicos cuando Jesús comió en casa de un fariseo (cap. 7: 36; 11: 37; 14: 1), así como también otros casos de aparente amistad entre Jesús y ciertos dirigentes judíos (ver com. cap. 7: 3).

El contexto inmediato del relato de Lucas sobre el banquete en casa de Simón, hace aún más comprensible la razón por la cual Lucas insertó el relato en este momento de su narración. Acaba de registrar que los dirigentes habían rechazado tanto el mensaje de Juan el Bautista como el de Jesús (vers. 30-35); no todos los dirigentes, pero evidentemente la gran mayoría. Por lo tanto, en este punto de su relato de la vida de Cristo, Lucas pudo haber sentido la necesidad de señalar que algunos de los dirigentes simpatizaban con él. Además, en este mismo capítulo Lucas registra la mediación amistosa de ciertos «ancianos de los judíos» (vers 3). Lucas presenta, inmediatamente después de este hecho, las circunstancias que llevaron a Cristo a admitir que los dirigentes de Israel habían rechazado tanto a él como a Juan el Bautista (vers. 11-35). Es posible que Lucas registrara, inmediatamente antes y después de los vers. 11-35, la simpatía de algunos de los dirigentes judíos para calmar cualquier sospecha de sus lectores de que Jesús no fuera el Mesías porque su propia nación lo había rechazado.

Si se acepta que esta es la razón por la cual Lucas insertó el relato del banquete de Simón entre los primeros capítulos del relato evangélico y no en su verdadero contexto cronológico, entonces se explica el motivo para la diferencia principal entre el relato de Lucas y el de los otros tres evangelistas. Es evidente entonces que no tenía sentido que Lucas registrara la reacción de Judas ni las referencias a la inminente muerte de Cristo. El punto principal era, por lo tanto, destacar el proceder de Simón, uno de los dirigentes de Israel. Pero para los otros tres evangelistas el proceder de Judas es lo que tiene significado dentro del contexto donde aparece la narración que hacen de ese hecho. El relato de la reacción de Judas y de la de Simón no se excluyen mutuamente, sino que se complementan, y de ningún modo se contradicen aunque ambas reacciones fuesen presentadas por uno o más de los evangelistas.

En El Deseado de todas las gentes, pp. 511-516, se identifica claramente el banquete celebrado en casa de Simón, relatado en Lucas, con el banquete en la casa de Simón de Betania, que aparece en los otros Evangelios. Simón de Betania es identificado con el Simón del relato de Lucas (DTG 511-512, 519). Además, la mujer anónima en el relato de Lucas es identificada como María de Betania (DTG 512-514, 519) y con María Magdalena, de quien Jesús había echado siete demonios (DTG 521). Además, se afirma que Simón fue el que en algún momento anterior había inducido a María a pecar (DTG 519). Simón ya había declarado su fe en Jesús como profeta, lo había reconocido como un maestro enviado de Dios y esperaba que pudiera ser el Mesías (DTG 511; cf. Juan 3: 1-2). Pero aún no lo había aceptado como el Salvador, y este episodio fue el momento decisivo en que aceptó la salvación (DTG 520-521).

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