7. No somos justificados por las obras de la ley A causa de que somos justificados por la fe y no por las obras de la Ley, ¿por qué es necesario guardar el sábado?
Es verdad que somos justificados por la fe y no por las obras de la ley, porque
la ley de Dios no tiene recursos para justificar al transgresor. El único
propósito de la ley de Dios, los Diez Mandamientos, es señalar
lo que es pecado o es contrario a la voluntad de Dios. Por ejemplo: si robamos,
pecamos, porque la ley de Dios dice: "No hurtarás". Nuestros
robos no se justifican porque dejemos de robar, o porque seamos generosos,
o porque hagamos todo lo que la ley dice. El perdón, que es la justificación,
se recibe por la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo, no en virtud de
alguna obra.
Santiago compara la ley de Dios con un espejo (Sant. 1: 22-25). Sabemos que un espejo solamente puede mostrarnos las manchas, nunca lavarlas. Se necesita agua y jabón para lavarlas. ¿Qué diríamos de alguien que desechara o rompiera el espejo porque éste no puede limpiarlo? Del mismo modo, la ley de Dios es el "espejo" que muestra nuestros pecados pero, como el espejo, no puede lavarnos o justificarnos. Solamente nos hace entender que necesitamos lavarnos, y el único que podrá hacerlo es Cristo, quien por la fe en su sacrificio justifica nuestras transgresiones. Es decir, somos justificados sin las obras de la ley.
Lo dicho, nos hace entender que necesitamos de ambas: la ley, que nos muestra
la verdadera condición de nuestra vida frente a Dios, y la fe en el
sacrificio de Jesús, que nos perdona y otorga su justicia. Ese acto
de misericordia inmerecida, el perdón por la fe en Jesús, despierta
un amor profundo hacia El, y produce el resultado indicado por el Señor
mismo cuando dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos"
(Juan 14: 15). De modo que sólo la obediencia es el fruto maravilloso
de la fe verdadera (Rom. 3: 31).
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