Traducciones Antiguas del Antiguo Testamento – Parte 3

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Traducciones Antiguas del Antiguo Testamento – Parte 3

 

C. Versiones y recensiones griegas rivales.

Después que la LXX se convirtió en la Biblia 1194 de la iglesia cristiana primitiva, con el tiempo los judíos la repudiaron. En sus discusiones teológicas los cristianos a veces usaban la LXX en ciertas formas que los judíos consideraban no válidas. Además, el texto de la LXX a veces difería del texto hebreo. Después de la destrucción de Jerusalén se desarrolló entre los eruditos judíos un tipo de exégesis llamada atomista o atomística: consistía en considerar las Escrituras como la manifestación escrita de la voluntad de Dios en todas sus partes, en cada palabra y hasta en cada letra. La LXX, que no concordaba totalmente con el texto hebreo aceptado recibió un repudio total y se la calificó obra de Satanás. En el s II d.C. se hicieron diversas traducciones del hebreo al griego con la intención de satisfacer la necesidad de traducir fielmente el texto hebreo de manera que resultara aceptable para la comunidad judía de habla griega.

1. Aquila. La 1ª de éstas la hizo probablemente Aquila, un prosélito del judaísmo de Sinope (en el Ponto) en algún momento entre el 130 y el 150 d.C., y quien, según Jerónimo, habría sido discípulo de Rabí Akiba entre el 95 y el 135 d.C. En su traducción fue literalista hasta llegar al servilismo, y además pedante. En esto estaba en plena armonía con la posición de Akiba y de su escuela. Aplicó el principio de la literalidad en la traducción hasta llegar al absurdo y a lo ininteligible. Trató de traducir cada palabra y cada partícula fiel y consecuentemente.

2. Teodocio. La traducción de Teodocio, a quien algunos presentan como prosélito judío y otros como cristiano ebionita, se hizo entre el 180 y el 192 d.C. Su estilo y sus características eran muy similares a los de la LXX, y se hizo muy popular entre los cristianos. Muchos eruditos la consideran sólo una revisión de la LXX para ponerla en armonía con el texto hebreo aceptado. Su versión de Dn. se incorporó en las siguientes ediciones de la LXX en lugar de la versión original. El resultado de esto fue que la verdadera traducción de Dn. de la LXX se conocía sólo por medio de un manuscrito griego tardío y una versión siríaca, hasta que se descubrieron porciones de él entre los papiros de Chester Beatty.

3. Símaco. Esta traducción, producida entre el 170 y el 200 d.C., tenía como propósito no sólo ser exacta, sino también estar escrita en un griego bueno y literario. De acuerdo con casi todas las autoridades de la antigüedad, Símaco era ebionita; pero Epifanio dice que era un samaritano convertido al judaísmo.

4. Hexapla y Recensiones de la LXX. En la 1ª mitad del s III d.C., Orígenes recurrió a Aquila, Símaco y Teodocio en su esfuerzo por salvar la LXX, y para ello intentó lograr que concordaran con los textos hebreos existentes en sus días. Por el 245 d.C., él y sus asociados, mientras trabajaban en Cesarea (Palestina), completaron una versión séxtuple del AT que se conoce con el nombre de Hexapla. Fue una tarea estupenda, que requirió trabajo diligente por espacio de 1/4 de siglo. En columnas paralelas Orígenes presenta: a. El texto hebreo. b. Una transliteración del hebreo en caracteres griegos. c. La versión de Aquila. d. La versión de Símaco. e. La LXX en su texto revisado. f. La versión de Teodocio. Cuando el texto de la LXX discrepaba con el texto hebreo, se los armonizaba mediante el uso de otras versiones griegas y de signos diacríticos (diéresis y tildes).

Si bien es cierto que este trabajo se hizo de buena fe, con el deseo de poner coto a las distorsiones provocadas por la multitud de copias existentes, el resultado final aumentó la confusión con respecto al texto de la LXX. El tamaño colosal de esta versión en 6 idiomas es un obstáculo insalvable para su reproducción total. A comienzos del s IV, Eusebio de Cesarea y su amigo Pánfilo copiaron e hicieron circular la 5ª columna (el texto revisado de la LXX) de la Hexapla separada del resto, con las notas críticas escritas por Orígenes. Puesto que esas notas críticas carecían de significado separadas del resto de la Hexapla, la tendencia natural que se manifestó con el correr del tiempo, cuando hubo necesidad de hacer nuevas copias, consistió en escribir el texto sin esos símbolos críticos. El resultado de ello ha sido desastroso para la crítica del texto de la LXX, porque sin esas notas las añadiduras introducidas por Orígenes parecen genuinas y dan la impresión de que forman parte del texto original. El problema de conseguir un texto anterior a la Hexapla ha constituido una fuente de gran perplejidad para los eruditos estudiosos del texto de esa versión.

Se sabe de otras 2 recensiones de la LXX hechas en el s IV: la de Esiquio, usada en Alejandría y en el resto de Egipto; y la de Luciano de Samosata, que se empleó en todo el Asia Menor, desde Antioquía hasta Constantinopla. Poco se sabe de Esiquio, y la identificación del texto de su revisión sigue envuelta en la incertidumbre. Luciano revisó cuidadosamente la LXX con la ayuda de manuscritos, tanto hebreos como de la LXX, que contenían frecuentemente un ordenamiento del texto superior a la que poseía. Esas frases y formas de redacción dieron gran importancia a la recensión de Luciano para la crítica del texto 1195 de la LXX. Pero muchas de las alteraciones introducidas por él en esa versión no tienen nada que ver con una manera diferente de redactar las frases hebrea; son sólo cambios gramaticales y de estilo referentes a la fonna literaria, hechas como consecuencia de la reacción aticista (purista).


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