Los rostros de Jesús
Los rostros de Jesús
Por Bill Mitchell
El Evangelio según Marcos
Lecturas: 1.1-13; 10.32-34
La sección de reseñas de la edición de fin de año del diario canadiense Globe and Mail comenzaba con el encabezado “Dios, qué popular”, y agregaba: “Hablando de resucitar una carrera, sea cual fuere el género artístico, Jesús estuvo allí en el 2003.” El escritor añadía: “Les aseguro que 2003 fue el año de nuestro Señor. Es decir, Jesucristo. Cuando digo que tuvo un gran año, no me refiero a la religión, sino a las artes: libros, películas, música, arte, reliquias de museo. En cualquier género artístico que se le ocurra, el Hijo de Dios estuvo allí. Omnipresente, podría decirse, justo el tipo de atributo que se espera encontrar en un miembro vitalicio de la Santa Trinidad.”
¿Pero qué Jesús los medios presentan? Estamos acostumbrados a las promociones de las editoriales como: “Ahora sí lo sabrá. Por fin, la biografía verdadera. El hombre detrás del mensaje. La verdad detrás de la controversia. Adquiera hoy su ejemplar.” Los publicistas juegan con nuestra debilidad humana: “No corra el riesgo. Léalo.” No podrá resistirlo porque es un hecho que nos fascinan los demás. Nos sentimos atraídos al escuchar titulares como: “Una brillante recreación del hombre y su tiempo.”
Nos hemos acostumbrado a tener ciertas expectativas de un libro, de un artículo de diario, o de una película, que prometen revelarlo todo. ¿Acaso nos dicen lo que queremos saber? ¿Cumplen la promesa? Sin embargo, los libros que estamos estudiando no son ese tipo de biografía. Debemos juzgarlos como lo que son. Esta no es la típica noticia de los medios de hoy: “Yo lavé los pies de Jesús”, o “Estuve en la Última Cena”. En una serie de artículos estudiaremos los rostros de Jesús que vemos en los cuatro Evangelios. Los Evangelios no son biografías, tal como las entendemos. El relato de Marcos, que podría calificarse de “introducción magistral”, ni siquiera se ocupa de la infancia de Jesús. Surge de la nada lanzando desafíos a diestra y siniestra, después de esa figura extraña del ermitaño Juan el Bautista.
Todos los relatos de la vida de Jesús nos resultan breves según nuestros parámetros. Los titulares de los diarios de hoy anuncian la disputa entre Paul O’Neill y George Bush por el libro de O’Neill, quien trabajó para Bush menos de dos años y cuyo libro ¡tiene una pulgada y media de alto! En los Evangelios, a pesar de su brevedad, hay una preocupación evidente por la muerte de Jesús, la cual, en el caso de Marcos, parece dominar el último tercio de su relato. Cada escritor tiene su propósito. A menudo coinciden, otras veces se complementan y otras más generan preguntas. Piensa en la persona a la que Jesús le dijo: “Ve y vende todo lo que tienes, y da el dinero a los pobres.” Lo llamamos el “joven líder rico”, pero ¡ningún Evangelio lo denomina de las tres maneras! Marcos nos dice que era un rico, Mateo nos dice que era un joven y Lucas nos dice que era un líder.
Comenzamos con Marcos porque parece haber sido el primero en escribir ese relato. Su Evangelio se basa probablemente en lo que le contó Pedro. Estuvieron juntos en Roma. Al principio es difícil ver un patrón. Pero hay algo que sobresale: el paso acelerado con que se suceden los episodios individuales. Todo ocurre “de pronto”, “en ese mismo instante”, “en seguida”, “en ese momento”.
La palabra griega euthus, que se traduce con esas expresiones, aparece 41 veces en los 16 capítulos del Evangelio. Según lo presenta Marcos, hay una cierta urgencia en la manera en que Jesús lleva a cabo su ministerio. Quizás esa urgencia que le da al Evangelio esa apariencia inacabada nos dice algo del porqué lo escribió. Marcos estaba apurado por comunicar su mensaje sobre un hombre cuya urgencia era palpitante y real.
¿Por qué?
En la última sección del Evangelio hay un capítulo muy extraño que quizá nos dé la clave. Habla de señales en el cielo, de cosas extrañas que van a suceder, de los problemas antes del fin de los tiempos. Hay pruebas, la gente es entregada a los gobernantes a causa de Cristo y de sus Buenas Noticias. ¿Acaso esa situación era muy cercana a la gente para quienes escribió, gente que sufría persecución y que no sabía qué les depararía el mañana? Esta gente vivía bajo presión. Había conflictos. Había tensiones. Surgieron preguntas y las dudas se arraigaron. Estaban perplejos. La confusión había roído su percepción fundamental de Jesús. ¿Qué quería decirle Marcos a esa gente? ¿De qué manera lo ayudó Dios a presentarles el rostro de Jesús?
Comienza con un título para su obra: “Esta es la historia de cómo empezaron a anunciarse las buenas noticias acerca de Jesús, que es el Hijo de Dios y el Mesías.” Sin embargo, la gente no necesitaba prueba de ello, sino aliento. Para Marcos no hay duda sobre quién es Jesús, o de que es el Mesías, el enviado de Dios. Pero hay mucho que decir acerca de lo que eso significa.
Detalla sus ideas en el prólogo. Jesús es:
Prometido por Dios
Ungido por el Espíritu
Hijo del Rey
Mensajero del Reino
Luego muestra cómo viene el Reino. Jesús:
Vence a Satanás y a sus huestes
sana a los enfermos
perdona al pecador
libera a las víctimas de la opresión satánica
alimenta a los hambrientos
resucita a los muertos
Todas son indicaciones del “día de salvación” que la gente anhelaba.
Sin embargo, todo se presenta con abundancia de detalles, de manera vívida, con pinceladas que sólo pueden venir de un testigo ocular, tales como:
4.38 la almohada del pescador
6.39 el pasto verde
10.16 Jesús toma en sus brazos a los niños
10.21 su mirada de amor por el hombre rico
10.32 Jesús les llevaba la delantera mientras subía hacia Jerusalén con los discípulos
El rango de emociones y el realismo del retrato que pinta Marcos nos muestran el rostro de Jesús de diversas maneras:
1.41 Jesús tuvo compasión de él, extendió la mano, tocó al enfermo.
3.5 Jesús miró con enojo a los que lo rodeaban y, al ver que eran muy tercos y no tenían amor, se puso muy triste.
6.6 se sorprendió mucho de que aquella gente no creyera en él.
6.34 les tuvo compasión, porque parecían ovejas sin pastor.
7.34 Después miró al cielo, suspiró y dijo: “¡Efatá!” Esta palabra significa “¡Ábrete!”
8.12 Los fariseos llegaron donde estaba Jesús y comenzaron a discutir con él… Jesús se molestó mucho por esto
10.14 se enojó con ellos y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí…”
10.21 Jesús lo miró con amor y le dijo: “Solo te falta hacer una cosa…”
13.32 Nadie sabe el día ni la hora en que yo vendré; ni siquiera los ángeles del cielo lo saben. Es más, ni yo lo sé. Dios es el único que lo sabe.
14.33, 34 Empezó a sentirse muy, pero muy triste, y les dijo a los tres: “Estoy muy triste, y siento que me voy a morir…”
Jesús es real, no es una estatua de yeso. Vibra en su humanidad. Late lleno de vida. Sin embargo, en todo mantiene su integridad. Las traiciones que sufre, los conflictos que encuentra, resuenan en las experiencias de su pueblo.
Pero… hay una corriente misteriosa
No es un hombre común.
Aparece la voz divina – 1.11, 9.7.
Están las afirmaciones de Jesús – 12.6, 13.32, 14.62.
Es más que un desafortunado que va camino a la muerte.
Habla por inspiración de Dios – 1.22.
Infunde asombro – 2.12, 4.41, 6.50, 10.32.
“¿Quién es este hombre, que hasta el viento y el mar le obedecen?”
La sorpresa de la gente no tiene límites: “Jesús todo lo hace bien” 7.37
“Los discípulos iban confundidos, mientras Jesús caminaba delante de ellos hacia Jerusalén. Por su parte, los otros seguidores estaban llenos de miedo.” 10.32
La sombra de la cruz cubre el último tercio del Evangelio de Marcos.
¿Por qué?
10.45 Jesús estaba haciendo una obra por mucha gente que sólo él podía hacer.
14.24 Su muerte inaugura una nueva era en las relaciones entre Dios y la humanidad: un nuevo pacto.
De hecho, es el relato del reino de Dios, el gobierno redentor de Dios, una vez y para siempre revelado en Jesús, su único Hijo, y establecido con poder en la resurrección. No es sorpresa que los primeros en llegar a la tumba hayan reaccionado “temblando de miedo” (16.8) ante la noticia de que había resucitado.
El rostro de Jesús está marcado por una profunda humanidad y vulnerabilidad, con emociones que todos pueden ver claramente. El reino que trae también es vulnerable: comienza como una semilla aparentemente insignificante (4.26-32). No hay un triunfalismo fácil, sino una urgencia de ocuparse de lo trascendente. ¿Es este el elegido de Dios, el Hijo de Dios? Sí… pero visto en los términos del sufrimiento y de la cruz. El reino del revés.
El rostro de Jesús que Marcos esboza, moldea, es para una comunidad que vive bajo presión. A fin de cuentas, no es el emperador romano el poderoso “hijo de los dioses”, sino que Jesús es el poderoso Hijo de Dios. Él está en pie, firme, entre su pueblo que sufre. Entiende cada una de sus emociones… y es fuerte para ayudarlos.
Si queremos pura belleza narrativa, debemos ir al Evangelio de Lucas. Si queremos una reflexión profunda sobre el verdadero significado del Evangelio, debemos ir a Juan. Para una presentación sistemática de las enseñanzas de Jesús, debemos elegir a Mateo. Pero para el relato más temprano, simple y breve del poderoso Hijo de Dios, que “se manifestó a fin de destruir las obras del diablo y hacernos hijos de Dios, y herederos de la vida eterna”, sólo hay un libro, el Evangelio según Marcos.
Oh, Dios,
procuramos seguir tus caminos, como Jesús;
danos oídos para escuchar
el Evangelio de Marcos
como las buenas noticias
de un discipulado audaz
que muestran tu amor al mundo
en formas sorprendentes.
Amén.
El doctor Bill Mitchell es Coordinador de traducciones para las Américas de Sociedades Bíblicas Unidas.
0 comentarios