¿Por que no se podría resolver el problema del pecado, con todas sus ramificaciones cósmicas, en la segunda venida de Cristo? ¿Por qué Dios esperará hasta el fin del milenio para eliminar el pecado del universo?
El tema fundamental involucrado en el conflicto cósmico y el conflicto mismo no está confinado a este planeta. De acuerdo con las Escrituras, la solución al problema del pecado se realiza mediante etapas, por causa de la complejidad del problema y del interés de Dios por revelar al universo la justicia de sus decisiones y acciones. Encontramos en el milenio un evento escatológico indispensable que dará lugar a un reconocimiento cósmico de la justicia y el amor de Dios que reconciliará las cosas en el cielo y en la tierra (Apoc. 20:15-21; Col. 1:20).
1. El milenio crea el contexto adecuado para la conclusión de la controversia. Durante la Segunda Venida, el cosmos todavía no estará listo para la aniquilación del pecado en el universo. La Segunda Venida revelará que el sacrificio de Cristo no sólo salva a los pecadores arrepentidos; también los libera del poder esclavizante del pecado. Sin embargo, la erradicación del cosmos de un fragmento de la creación inteligente de Dios es incuestionablemente un paso más radical en su propósito redentor. Debe suceder en un tiempo apropiado, en el momento en que dará lugar a la restauración de la perfecta armonía en el universo, o shalom; o de otra manera se podría convertir en una fragmentación más pronunciada. El milenio provee el tiempo necesario para moverse hacia un consenso universal que apoye la solución divina del conflicto. Las criaturas inteligentes de Dios necesitan experimentar esta importante etapa del drama escatológico.
2. El milenio es un tiempo de reflexión y análisis cósmicos. Durante el milenio, los resultados del gran conflicto serán revisados tanto en el cielo como en la tierra. Después de la muerte de los malvados durante la Segunda Venida (Apoc. 19:21), Satanás y sus ángeles se hallarán prisioneros en un planeta desolado (Apoc. 20:2, 3). Serán forzados a reflexionar con respecto a su papel en el conflicto cósmico, al mismo tiempo que contemplan los resultados de su rebelión. Esta introspección contribuirá a la reconciliación del universo, indispensable para el final del conflicto.
La reflexión en el cielo se da en el contexto del juicio a los malvados (Apoc. 20:4; 1 Cor. 6:2, 3). Los redimidos se unirán a la corte celestial para examinar la vida de los que persistieron en su rebelión contra Dios. Tienen una contribución que hacer a la resolución del problema cósmico del pecado, ya que tienen un conocimiento personal de su poder esclavizante. Pero también experimentaron el poder redentor de la cruz y el insondable amor de Dios. Conocen por experiencia que no existen razones válidas que excusen la sumisión personal al poder de Satanás. Pueden testificar todo lo que Dios ha hecho para salvar a los pecadores arrepentidos, si ellos lo hubiesen deseado. Dios quiere que todas las criaturas inteligentes que permanecieron leales a él durante el gran conflicto, y que vivirán por la eternidad con él, participen del proceso judicial (Dan. 7:10). Los miembros del reino de Dios participarán de la decisión de erradicar del cosmos la anomalía del pecado; el pueblo de Dios sobre la tierra es parte de ese reino y gozará de los mismos privilegios.
3. El milenio conduce a una adoración universal. Al
fin del milenio, la reflexión por parte de los poderes del mal en la
tierra y la reflexión en forma de proceso judicial en el cielo llegarán
a una misma conclusión. Ambos reconocerán que las decisiones judiciales
de Dios son imparciales y justas. El malvado, Satanás, y sus ángeles
comparecerán ante el trono de Dios para recibir los resultados de su
rebelión (Apoc. 20:11, 12). Admitirán pública y voluntariamente
que lucharon por la causa equivocada, confesarán la justicia de Dios,
reconocerán el señorío de Cristo y aceptarán la
sentencia divina pronunciada contra ellos (Fil. 2:9-11; Apoc. 16:5; Apoc. 19:1,
2). Entonces, cada criatura inteligente del universo se unirá en un canto
de alabanza al amor y la justicia de Dios. En ese momento, el universo estará
listo para ser testigo de la extinción eterna del pecado y de los pecadores
de la creación de Dios. Para poder llegar a ese punto, es indispensable
el milenio.
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