Libro de Deuteronomio

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Quinto de los 5 libros del Pentateuco. En las biblias hebreas lleva el título ‘Êlleh haddebârîm, "Estas [son] las palabras", la frase inicial del libro. El nombre de nuestras versiones españolas nos llega, a través de la Vulgata Latina, del título en la LXX: Deuteronomion, "Segunda ley" o "Repetición de la ley", tal vez sacado del cp 17:18 (donde aparece la expresión "una copia de esta ley").

I.Autor.
Antiguas tradiciones hebreas unánimemente atribuyen el libro a Moisés. Nuestro Señor y varios escritores del NT lo citan o aluden a él unas 100 veces, a menudo comenzando la cita con expresiones como "Moisés nos escribió" (Mr. 12:19). Los eruditos críticos modernos niegan la autoría de Moisés y atribuyen el libro en su forma actual a diversos escritores y editores a través de varios siglos. Para un estudio de estas teorías y una refutación detallada.

II. Ambientación.
Como se afirma en Dt. 1:1-5, los 40 años de peregrinación* por el desierto están en el pasado, e Israel ha acampado al este del río Jordán frente a Jericó, en la tierra de Moab (cf Nm. 25:1). La conquista de la región al este del Jordán ya se ha completado (Dt. 1:4), y por unos 2 meses (v 3; cf Jos. 4:19) se hacen preparativos para la invasión de Canaán, al oeste del río. Durante ese tiempo Balaam intenta maldecir a Israel, por pedido de Balac, rey de Moab (Nm. 22-24); 24.000 personas mueren como resultado de la apostasía (cp 25); Josué es nombrado sucesor de Moisés (Nm. 27:18-23; Dt. 1:38); y allí muere Moisés (Dt. 34). Pero, lo más importante es que Moisés presenta 3 discursos resumiendo las experiencias y las enseñanzas del éxodo, repasa las leyes ya reveladas y en vigencia, y escribe esos discursos y leyes (31:24-26). La generación que salió de Egipto ha muerto en el desierto y ha surgido una nueva. Antes de entrar a la herencia prometida, la tierra de Canaán, y ante la ardua conquista, necesitan un concepto claro del propósito de Dios al darles la tierra y al echar a sus habitantes. También necesitan comprender claramente lo que Dios espera de ellos una vez que estén en posesión del país, y de las leyes que deben regular su conducta. Finalmente, el pueblo renueva el pacto hecho en el Sinaí con sus padres (Dt. 5:1-3; 29:1). Mientras en Exodo, Levítico y Números es Dios el que entrega las leyes a Moisés en diversas ocasiones, aquí Moisés ocupa su lugar como legislador siguiendo las órdenes divinas (1:1-4; 5:1; 29:1).

III. Tema.
El propósito del libro es inspirar una lealtad inteligente a Dios, mediante el repaso de su conducción providencial en tiempos pasados y mediante una exposición de sus santos preceptos. El elevado tono espiritual del libro es evidente por el hecho de que cuando Jesús fue llamado a resumir los requerimientos divinos, citó como "el primero y 316 grande mandamiento" un pasaje de Deuteronomio (6:5). El principio presentado en este mandato se repite una y otra vez en el libro (10:12; 30:6). El código de leyes registrado en Deuteronomio aplica los principios del Decálogo -amor a Dios y amor por los semejantes- a las circunstancias bajo las cuales Israel habría de vivir en la tierra de Canaán. El tema del libro es la relación singular de Israel, como pueblo especial, con un Dios singular. Al seguir este tema, Moisés puso gran énfasis en el monoteísmo: es decir, en que hay un solo Dios verdadero (4:35, 39; 6:4; 10:17; 32:39); en la soberanía suprema de Dios en el cielo y en la tierra (7:19; 10:14); en su bondad y fidelidad (7:6-9; 28:58; 32:6); y en su demanda rigurosa de la adoración y servicio exclusivos (7:4; 29:24-26; 31:16, 17). La gran frase clave del pueblo judío a través de los siglos y milenios -"Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es"- está tomada del cp 6:4. Además, Dios había escogido a Israel para "serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra" (7:6), y generosamente los invitó a entrar en una relación de pacto con él (vs 6-13). Mediante el pacto habrían de llegar a ser herederos de todas las promesas hechas anteriormente a sus padres (4:31; 7:12; 8:18-1; 29:13) y a establecerse como representantes especiales de Dios ante las naciones de la tierra (Dt. 4:6-9; 28:1-14). Bendiciones sin precedentes serían derramadas sobre ellos -como resultado de su obediencia- con el propósito de demostrar la superioridad de la adoración y el servicio al verdadero Dios por sobre todos los dioses falsos (28:1-14), y maldiciones correspondientes si fracasaban en el cumplimiento de los requisitos del pacto en el que habían entrado voluntariamente (27:14-26; 28:15-68). Desde que fue escrito, el Deuteronomio ha sido considerado por el pueblo judío como la suprema revelación de la voluntad divina para ellos como nación, y recibió un lugar de honor especial junto al arca del pacto (31: 25, 26).

IV.Contenido.
Después de un breve prefacio histórico (Dt. 1:1-5), Moisés presenta el 1o de los 3 discursos (cps 1:6-4:49). Este discurso es básicamente un repaso de los acontecimientos que ocurrieron desde la salida de Israel del monte Horeb, 38 años antes, y de instrucciones de naturaleza general previendo la entrada en Canaán. Repasa el mandato de dejar Horeb y salir hacia la tierra prometida (1:6-8), los arreglos administrativos para el viaje (vs 9-18) y el desastre de Cades-barnea que obligó a la peregrinación por el desierto (vs 19- 46). Luego cuenta, brevemente, los hechos que ocurrieron durante ese período de peregrinación por territorios que no habrían de ser su posesión, hasta que el pueblo llegó al río o arroyo de Arnón (2: 1-23). Después, con más detalles, relata la conquista de las regiones al este del Jordán que pertenecían a Sehón, rey de los amorreos, y a Og, rey de Basán (2:24-3:11). Esta tierra fué entregada a los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés (3:12-17), y se hizo provisión para que las tribus ya asentadas ayudaran a sus hermanos en la conquista de la tierra al oeste del Jordán (vs 18-20). Moisés también cuenta de su pedido para participar en la conquista de Canaán, y de la negativa de Dios a permitirlo (vs 21-29). Apropiadamente, entonces, exhorta al pueblo a ser fiel, puesto que muy pronto tendrán que seguir sin él (4:1-40). Luego continúa con un breve interludio que informa de la designación de 3 ciudades de refugio en la tierra ya dominada, y una declaración de la total posesión del territorio al este del Jordán (41-49).

El 2o discurso, presentado en una ocasión posterior, ocupa los cps 5:1-26:19, la porción más grande del libro. Primero Moisés relata las majestuosas circunstancias en las que Dios entregó el Decálogo desde las alturas del Sinaí (5:1-5), lo repite (5:6-21) con ligeras variantes en las palabras con respecto a la versión registrada en Ex. 20:3-17, y enfatiza la importancia de una estricta obediencia basada en el amor a Dios (Dt. 5:22-33). A continuación, sigue una ferviente amonestación a observar todos los preceptos que está por presentar, que le habían sido revelados, y a aplicar los principios del Decálogo a las circunstancias bajo las cuales la gente tendría que vivir en la tierra de Canaán (6:1-25). Luego expone la singular relación de Israel con Dios como pueblo escogido, resumida en la relación de pacto, y sobre esta base prohibe estrictamente cualquier asociación con los pueblos paganos de Canaán y toda otra asociación que tienda a apartar a Israel de su privilegio especial y de su solemne responsabilidad de representar al verdadero Dios (7:1-15). Se bosquejan ciertos detalles con respecto a la conquista y el establecimiento, y se asegura el éxito, sujeto a la lealtad de parte de Israel (vs 16- 26). El cp 8 constituye una exhortación a mantener a Dios en 1er lugar en los afectos y en la vida diaria (8:1-20). Al contar repetidos incidentes de apostasía desde la salida de Egipto, Moisés amonesta al pueblo a la humildad y la lealtad (9:1-10:11). Enfatiza la apostasía en el monte Sinaí, con el becerro de oro, como un ejemplo de lo que Israel debe, a toda costa, evitar en lo futuro. Luego sigue otro llamamiento 317 fervoroso a amar a Dios y a obedecerlo con todo el corazón (10:12-11:32). En la siguiente sección del discurso, Moisés repasa y comenta los preceptos religiosos y las provisiones reveladas en el monte Sinaí (12:1-16:17). Israel debe destruir todo vestigio de adoración pagana y establecer un centro especial para la adoración del verdadero Dios, y los falsos profetas deben ser apedreados hasta morir (cps 12 y 13). La gente debe evitar las costumbres paganas (14:1-21), y ser fiel en sostener la adoración de Dios mediante sus diezmos y ofrendas (vs 22-29). Se hace provisión para el año sabático y para las grandes fiestas anuales (15:1-16:17). La sección final y más larga es un compendio de leyes civiles y sociales (16:18-26:19). Se debe designar jueces (16:18-17:13), y cuando eventualmente se establezca una monarquía, ésta actuará sobre la base de las leyes promulgadas y sobre los principios del pacto (17:14- 20). Se debe entregar el liderazgo a los levitas y a los profetas divinamente comisionados (cp 18). Se hace provisión para la prevención de la distorsión de la justicia (19:1-13), y se codifican diversas leyes sociales y civiles (19:14- 25:19). Como una especie de posdata, Moisés vuelve al pacto entre Dios y su pueblo, y a la lealtad de ellos hacia él (cp 26).

El 3er discurso centra su atención en la conservación de la relación de pacto y en su inviolabilidad (cps 27:1-30:20). Se hacen provisiones para la lectura de la ley y la erección de un monumento permanente sobre el que se deben inscribir sus disposiciones (27:1-13). En una solemne ceremonia el pueblo debe renovar sus votos de obediencia al pacto y a sus estipulaciones (vs 14- 26). Se bosquejan en detalle las bendiciones que han de seguir a la obediencia (28:1-14) y las maldiciones que acompañan a la desobediencia (15- 68). Además, Moisés exhorta a la obediencia y cierra su discurso con un tributo a la bondad divina y una apelación a permanecer leales a Dios (cps 29 y 30).
En la sección final del libro (cps 31-34) Moisés hace arreglos para la conservación de la ley y encarga a los dirigentes la responsabilidad de enseñar sus preceptos al pueblo (cp 31), y designa a Josué como su sucesor (v 23). Alaba a Dios por su misericordiosa bondad y su conducción (32:1-43), dispone las cosas para su propia muerte (vs 44-52) y pronuncia su bendición final sobre las tribus de Israel (cp 33). Sube al monte Nebo, ve la tierra prometida, muere y es reemplazado por Josué (cp 34).

Categorías: La Ley de Dios

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