El Vaticano y los Grandes Genocidios del Siglo XX (24)
Alberto Treiyer
Doctor en Teología
Los sueños papales para convertir y reconvertir Europa y el mundo.
Los que llamaban a las cruzadas de exterminio contra los herejes albigenses durante la Edad Media, eran los mismos papas de Roma. Esas cruzadas eran dirigidas o acompañadas por prelados papales. Los que aplicaban la tortura durante la Edad Media en los tribunales secretos de la Inquisición, y extirpaban la herejía, eran igualmente sacerdotes católicos que obraban en respuesta a una orden papal. ¿Debía asombrarnos que quienes más fanáticamente participasen de las torturas y masacres de serbios y judíos a mediados del S. XX, fuesen también sacerdotes católicos? Claro está, se suponía que ya había pasado la época medieval, y que eso nunca volvería a ocurrir en la época moderna. Pero eso sucedió en prácticamente todos los países católicos, y en especial en Croacia bajo un régimen clero-fascista criminal.
1. Desde que el papado se instauró en Roma con plenos poderes.
Lo que la Iglesia Católica quiso hacer en el nuevo gobierno de Croacia, estuvo en armonía con lo que el catolicismo romano hizo hacer desde que el papado reemplazó a los césares romanos, y se estableció sobre Europa con plenos poderes. Quiso evangelizar toda Europa y lograr un dominio absoluto sobre todos los pueblos de la tierra. El método evangelístico que mejor la caracterizó está representado en todos los cuadros antiguos que tienen a Jesús dando al papa la llave, símbolo del poder religioso, y al rey la espada, símbolo del poder político. Pero como el papa pasó a ser considerado Vicario de Cristo, terminó en la práctica asumiendo ambos poderes. Por ser el alma, debía estar por encima del cuerpo, y los reyes debían simplemente ejecutar sus decretos. Eso le permitiría posteriormente lavarse las manos, arguyendo que la autoridad civil era la responsable de ejecutar las víctimas.
Un método tal posible únicamente bajo un régimen de unión clero-gubernamental, estaba en flagrante contradicción con el método evangelístico universal que Cristo ordenó a su iglesia. Ésta debía buscar únicamente el poder espiritual, como dijo Jesús a sus discípulos antes de ascender al cielo. “Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos… hasta lo último de la tierra” (Hech 1:8; véase 1 Cor 2:3-5). Lo que Jesús les dijo se basaba en la declaración de Zacarías: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, dice el Señor” (Zac 4:6).
Convendrá repasar ahora, brevemente, cómo evangelizó el papado a Europa y América Latina, y cómo intentó evangelizar también al Asia, una vez que se instaló en Roma como soberano del mundo. Esto nos permitirá luego comparar sus métodos con lo que intentó hacer en pleno siglo XX, en cada país en donde pensó que había recuperado su poder temporal (su herida mortal), con reconocimientos estatales equivalentes. Esto es importante, porque los mismos concordatos que hizo con Alemania y los demás países católicos durante la Segunda Guerra Mundial, los está logrando firmar ahora con descenas de países y lo quiere lograr aún con la Unión Europea y el mundo en general. Así como el papado arrastró implícitamente a los protestantes alemanes a pactar con el gobierno de Hitler, así también está abiertamente arrastrando ahora a los protestantes y a los ortodoxos a unirse en esa lucha por reconocimiento estatal, y a las demás religiones no cristianas en su esfuerzo por lograr, a la postre, un reconocimiento universal.
a) La evangelización de Europa a partir de Clodoveo. Apenas adquirió la Iglesia de Roma reconocimiento estatal del emperador Constantino en el S. IV, se transformó de perseguida en perseguidora. “Desde que había llegado a ser religión de Estado del imperio romano, [la Iglesia] comprendía instintivamente su destino de ser dominadora y luego la señora absoluta de los pueblos y de los reyes de la tierra”. Cuando en el S. VI, luego que fenecieron los emperadores en occidente, el obispo romano obtuvo la supremacía, comenzó su expansión misionera sobre los pueblos bárbaros que invadían y poblaban Europa. No pudo hacerlo antes que Clodoveo, el primer rey pagano-bárbaro, se convirtiese al catolicismo romano, y fundase en el 508 su gobierno en París bajo el principio de unión Iglesia-Estado.
Se puede decir de Clodoveo que fue el primer genocida católico-romano del medioevo. Como lo reconocen los historiadores, “la conversión al catolicismo hizo de Clodoveo el adalid de la religión verdadera contra los herejes… Esto tuvo por consecuencia la extirpación del arrianismo en la Galia meridional…” y, por último, “la restauración del imperio de Occidente” bajo el título de Sacro Imperio Romano. “Nada de esto habría sucedido… si Clodoveo no se hubiese hecho católico”. “Fue un momento crucial en la historia de la Galia y, desde luego, de Europa, en el que la Iglesia Católica obtuvo su supremacía… y en donde un rey bárbaro aceptó, por influencia de la Iglesia, el mecanismo de gobierno a través de obispos, condes y ciudades… Un jefe guerrero se había puesto a la cabeza de una Iglesia militante”.
Cuando marchaba con su ejército para enfrentarse con los arrianos visigodos, Clodoveo dijo: “Me siento vejado con que esos arrianos posean parte de la Galia; ataquémoslos con la ayuda de Dios y, después de conquistarles, dominemos su país”. Un historiador comenta que en esa declaración “nos parece oir un sonido precursor del clarín que llamaba a la caballería francesa a las cruzadas, que llenó de pánico a los herejes albigenses o que obligó en el S. XVII a emigrar a los hugonotes de Francia, con lo que se vieron notablemente enriquecidos muchos países protestantes de Europa” y en donde los así perseguidos encontraban refugio y libertad.
“Los reyes francos se atribuyeron el derecho de convertir a judíos y herejes a la religión católica, cuyo derecho usaron según las circunstancias y hasta donde les convenía o era posible. Así persiguieron a los arrianos tan luego como hubieron sometido sus territorios, y les quitaron sus iglesias que, consagradas nuevamente, fueron entregadas a los católicos”. “La importancia trascendental de la resolución de Clodoveo [de hacerse cristiano] fue tan evidente”, que las cartas eclesiásticas de los grandes obispos no escondieron su emoción por su importancia “para la prosperidad de la Iglesia Católica y del imperio franco, y hasta para la conversión de las tribus germánicas paganas de la orilla derecha del Rhin”.
En efecto, Avito, el obispo de Vienne, se dirigió a Clodoveo en términos equivalentes a los que los papas del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial utilizaron para reconocer el gobierno de los dictadores fascistas del S. XX. Los historiadores comentan que “Clodoveo, llamado por la divina Providencia como juez en la contienda de las dos religiones [arriana y romana], se había decidido por la católica, y este fallo debía servir de norma para todo el mundo”. Arengando a Clodoveo como los obispos del S. XX a Hitler y a los demás dictadores fascistas, el obispo de Vienne le dijo: “Para tus descendientes eres tú, en adelante, la norma en el reino de Dios, y su derecho y autoridad divinos han de estar en la fe católica de su antecesor Clodoveo”. También exortó a Clodoveo a someter a la fe católica a “todos los pueblos germánicos sumidos todavía en el paganismo”. “De tu buena suerte participará también la Iglesia; siempre que tú combates y vences, vence también ella”. Por eso reconocen los historiadores que “la conquista por los francos y la cristianización eran dos caras de la misma medalla”. Aún antes de su bautismo, el papa Anastasio nombró a Clodoveo como “protector de la Iglesia, su madre, enviado por Dios con esta misión”.
“Ahora”, continuó Avito en su carta a Clodoveo, “no puede nadie oponer a las amonestaciones de los eclesiásticos y de los grandes convertidos y bautizados ya, las antiquísimas tradiciones y usos de los antepasados”. Esto muestra cómo la tendencia del obispado de la época buscaba amparar su fe y expansión misionera en la de un poder cívico-militar. Avito pone al final de su carta delante de Clodoveo “la grandiosa perspectiva de la conversión y simultánea sumisión a su poder de todos los pueblos germánicos sumidos todavía en el paganismo”. “Pronto habrá Dios hecho suyo todo el pueblo franco; por eso no tardes, ¡oh rey!, en hacer partícipes de tu fe a los pueblos que todavía viven en el paganismo y no se hallan contagiados del arrianismo…, porque así te reconocerán por jefe suyo… y finalmente se someterán a tu dominio y formarán con sus territorios parte de tus Estados… Así participarán todos de tus triunfos, y de tu buena suerte participará también la Iglesia; siempre que tú combates y vences, vence también ella”.
Se considera esta carta como “el primer documento histórico auténtico del método de catolizar a los germanos paganos por medios materiales coercitivos, aplicados por la fuerza armada del rey de los francos”. Lo mismo ocurrirá más tarde con el papa “San Bonifacio, el apóstol de los alemanes. Los varones eclesiásticos que realizaron esta conversión de Alemania estaban convencidos de que era una ilusión creer que para convertir bastaba la excelencia de la doctrina que aquellos pueblos paganos o convertidos no eran capaces de comprender. Así lo evidencian los documentos históricos contra todo lo que hipócritamente se dijo después y se empeñan muchos en hacer creer todavía”. Ese papa canonizado “sometió la Iglesia germánica a Roma de manera ilimitada…” Requirió a los alemanes “obediencia incondicional al papa”, e hizo “jurar también a los obispos, en el parlamento de 742, guardar en un todo la fe católica, la sumisión a Roma, a San Pedro y a su representante el papa”, cuando todavía no se había editado la Ley Canónica de 1917, ni emitido la encíclica papal Quadragesimo Anno de 1931.
¿Cuál fue el legado que dejó Clodoveo en su carácter de primer rey católico de Europa? “Todas las iniquidades que no había tenido fuerzas para cometer antes de su bautismo, las cometió después; y sus francos aprobaron todas sus traiciones, muertes y demás atrocidades, como verdaderos bárbaros que eran y continuaron siendo a pesar de haber recibido el bautismo… Otro tanto hicieron muchos cristianos poderosos, latinos y germanos, civilizados y bárbaros, sirviéndose del cristianismo para satisfacer sus pasiones y ambición desenfrenada”. Para lograr sus objetivos, Clodoveo “se valió de medios inicuos, del asesinato alevoso, del engaño más vil, excitando al hijo al parricidio y haciendo después asesinar a traición al hijo”.
El obispo de Vienne lo había empujado a ese método expansivo del catolicismo romano diciéndole, en ocasión de su bautismo: “Adora lo que quemaste [el cristianismo] y quema lo que adoraste [el paganismo]”. El obispo Gregorio de Tours comparó a Clodoveo con Constantino, y se levantó la leyenda de que una paloma descendió sobre este nuevo hijo de la Iglesia cuando fue bautizado. “Así puso Dios”, escribió Gregorio de Tours, “unos tras otros a todos los enemigos de Clodoveo bajo el dominio de éste, extendiendo su imperio en recompensa de su conducta leal y de haber hecho lo que era agradable a Dios”. El historiador moderno concluye diciendo asombrado, que “esta era exactamente la expresión de la moral de Gregorio de Tours en aquel tiempo, pero a costa de la moral de Dios tan sorprendentemente representada por la Iglesia”.
Siendo que la Iglesia Romana “tenía interés en asegurar, ordenar y extender su conquista”, se hizo “ineludible la cooperación de los obispos” en la codificación de la nueva situación, “los cuales consiguieron que el rey convocara en el año 511 en Orleáns, el primer concilio franco, en el cual tomaron parte 32 obispos de su imperio”, formando la Ley Sálica.
b) Método evangelizador bajo Justiniano y otros reinos. Otro espaldarazo que iba a recibir el papado romano, siempre en el S. VI, provendría del emperador oriental, Justiniano. “Desde el comienzo de su reino… promulgó las más severas leyes en contra de los herejes en 527 y 528”. “Maniqueos, Montanistas, Arrianos, Donatistas, Judíos y paganos, todos fueron perseguidos”. “Siendo que ningún soberano [emperador] se había interesado tanto en los asuntos de la Iglesia, ningún otro parece haber mostrado tanta actividad como un perseguidor así de paganos como de herejes”.
Clodoveo y Justiniano fueron los prototipos sobre los cuales debía construirse la nueva Europa. Primero debía convertirse al rey, el que a su vez, con sus poderes absolutos, debía someter luego a todo el mundo. Tanto en Inglaterra “como en otros lugares, la conversión de los paganos debe ser atribuída, no precisamente a un movimiento penitencial del corazón, sino a la presión de la monarquía sobre una población sumisa… El credo del rey vino a ser el credo del pueblo”. “Si no recibís a los hermanos que os traen paz”, dijo el enviado papal a los cristianos de Gran Bretaña en el S. VI, “recibiréis a los enemigos que os traerán guerra; si no os unís con nosotros [en esta cruzada ecuménica dirían hoy los cristianos que caen en la onda del ecumenismo papal], para mostrar a los sajones el camino de vida, recibiréis de ellos el golpe de muerte”.
Antes de finalizar el S. VI, el papa estaba ya en plena función temporal, hasta “improvisándose como un general y enviando tropas, mapas de campaña y estrategia” contra los lombardos, pagando a los soldados, redimiento cautivos, defendiendo la ciudad y obrando como un verdadero diplomático. Un siglo después, Carlomagno libró 53 campañas militares “para llenar su imperio conquistando y cristianizando Bavaria y Sajonia”. Como ejemplo de su estilo evangelístico para tomar decisiones, podemos mencionar la concesión que “dio a los sajones conquistados de elegir entre ser bautizados o la muerte, y 4500 sajones rebeldes tuvieron que ser decapitados en un día”.
Uno de los misioneros más notables de la época que cristianizó a Irlanda fue el sanguinario Columba. Decían de él que “era un guerrero tanto como un santo”. Así también, al terminar el S. XX, el papa Juan Pablo II iba a beatificar al primado de Croacia, Stepinac, por su carácter tan santo y cometido a la expansión de la Iglesia Católica; y canonizar al mismo Pío XII, el papa tan comprometido de la Segunda Guerra Mundial, destacando también sus virtudes místicas.
Posteriormente el rey Otón I (936-973), en Alemania, iba a consolidar su poder nombrando a los obispos y abades como “gobernadores civiles a la vez que prelados eclesiásticos”, sistema que perduró hasta Napoleón a fines del S. XVIII. “A medida que Otón extendía su autoridad, fundaba nuevos obispados en los bordes de su reino, con propósitos en parte políticos y en parte misioneros, como los de Brandenburgo y Havelberg, entre los eslavos, y Schleswig, Ripen y Aarhus para los daneses”.
La conquista de Irlanda siguió un esquema semejante. Los católicos establecieron primero un asentamiento de base, de eso provino una guerra civil que requirió la intervención de un ejército extranjero. En 1169, el depuesto rey Leinster Dermot MacMurrough pidió un ejército papal normando de Inglaterra para recuperar su trono. Ese ejército inglés nunca se fue. Lo mismo haría la Iglesia de Roma en las demás tierras conquistadas del Asia y de América medio milenio más tarde. Inclusive en el Africa, cuando en el S. XVI, los criatianos etíopes no tendrían más remedio que aceptar la ayuda de los portugueses que iban siempre acompañados por el clero, para protegerse de los musulmanes. No se irían hasta que, en una revuelta, lograrían expulsar los jesuitas en el S. XVII.
¿Qué fue lo que necesitó el papado romano para justificar su espíritu sangriento y perseguidor al comienzo de la Edad Media en el primer milenio? No fue el comunismo que ni existía para entonces, sino el arrianismo que le impedía sobresalir como el nuevo y real emperador político-espiritual del mundo. Las mismas razones dadas por los fanáticos obispos que arengaban a los francos contra el arrianismo, iban a usar los obispos del S. XX para arengar a los alemanes y fascistas católicos al iniciarse la recuperación temporal del papado, para extirpar el comunismo y el judaísmo presuntamente vinculados con los movimientos de izquierda, y aún a la misma Iglesia Ortodoxa cuando esto les fuera posible.
¿Qué requerirá el papado para justificar un espíritu sanguinario al final, en un intento supremo y último por lograr la primacía del mundo? Otro chivo emisario sobre el cual el diablo logre levantar la antipatía universal. El arrianismo, el islamismo, el judaísmo, el catarismo, el protestantismo, el paganismo indígena y asiático, el comunismo con la complicidad presunta del judaísmo, todos fueron peldaños que llegarán a la cima, en el fin del mundo, con la ira del dragón apocalíptico contra “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apoc 12:17).
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