Origen de los cardenales.
Después del Papa, los hombres de más alto rango en la Iglesia Católica Romana, son un grupo de hombres llamados «cardenales», Y aunque el Señor nos dio «apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros» para su Iglesia (Efesios 4: 11), nunca encontramos indicación alguna de que haya ordenado un grupo de «cardenales», Entonces, ¿cuál es su origen?
Al indagar sobre este particular no tardamos en descubrir que los cardenales eran un grupo de líderes sacerdotales de la antigua religión pagana de roma mucho antes de la Era Cristiana. Más tarde, cuando el cristianismo y el paganismo fueron unidos en Roma -produciendo la Iglesia Católica Roma-, el oficio pagano de los cardenales continuó. Los cardenales no son los sucesores de los apóstoles, sino los sucesores de los sacerdotes paganos de la Babilonia a través de Roma! En el libreto Esta es la Iglesia Católica, publicado Ir los Knights of Columbus (organización civil católica), leemos: «En tiempos pasados, los cardenales eran los jefes clericales de Roma. La palabra se deriva del latín cardo, o sea «visagra», y así se referían los miembros principales del clero», De modo que la misma Iglesia Católica admite que los cardenales eran originalmente los líderes del clero pagano en la vieja Roma, los sacerdotes de la Visagra.
¿Pero quiénes fueron estos sacerdotes de la Visagra? Con un estudio más profundo hallamos la evidencia inconfundible de que- estos sacerdotes de la Visagra eran los sacerdotes de Janos, el dios pagano de las puertas y las Visagras. Como dios de las puertas y visagras, Janos era llamado el «dios de los principios», por lo cual el nombre del primer mes del año en el idioma inglés del que este libro ha sido traducido, es j anuary (enero), y por otra parte, en el mismo idioma se designa a los porteros con el nombre de janitor, palabra derivada de Janos.
Janos, el portero era conocido como el que abre y cierra. Por esto era tan conocido en Asia Menor el culto a dios que «abre y cierra». Podemos comprender así por qué Jesús, al hablar a la iglesia de Filadelfia, dijo: «Estas cosas dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra y cierra y ninguno abre… He aquí, yo te he dado una puerta abierta» (Apocalipsis 3:7-8). ¡El dios pagano Janos era un dios falso! ¡Jesús es el verdadero que abre y cierra!
Cuando el paganismo y la cristiandad se mezclaron en Roma, el colegio de cardenales -sacerdotes de la Visagra, el clero de Janos-, que se había desarrollado en la Roma pagana, ¡pronto halló un lugar en la Roma papal! De ahí proviene el oficio de los cardenales -tan ausente de fundamento bíblico- y penetró en la Iglesia profesante y ha continuado hasta nuestros días. ¿Pero por qué permitieron los líderes eclesiásticos la entrada de esta orden pagana de cardenales y que ocupara un lugar en la Iglesia?
La respuesta es obvia: al mezclar este paganismo con la cristiandad, ambos bandos podrían unirse y así. con este tipo de mezcla, la Iglesia Católica Romana fue tomando forma y prosperando.
-Pero incluso mucho antes de que apareciera la Roma pagana o papal, en la remota antigüedad de Babilonia existía una orden similar de altos sacerdotes muy bien conocida. «El Colegio Cardenalicio -dice Hislop-, con el Papa como líder, es copia exacta del falso colegio original del Concilio de Pontífices de Babilonia.»
– Además de esta evidencia del origen pagano del of icio de cardenal, hay otro detalle inconfundible en e 1 color de las vestímentas que usan. Como es bien conocido, las vestimentas usadas por los cardenales de la Iglesia Católica son de color rojo. Este hecho ha sido tan usual, que tanto a un pájaro como a una flor de color rojo, se les llama cardenales. Pero el significado original de este color es el de pecado, como lo menciona el profeta Isaías: «Si vuestros pecados fueran como la escarlata, serán emblanquecidos como la nieve; si fuesen rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana» (Isaías 1:18). Y hasta hoy día, el color rojo ha seguido siendo asociado con el pecado, con prostitución, etc. En la misma forma, la Biblia simboliza la religión de Babilonia bajo la figura de una mujer de mala fama, una prostituta, vestida de color rojo y escarlata.
Volviendo a Ezequiel 23, en la parábola de Ahola y Aholiba, se hace referencia a un grupo de hombres de la vieja Babilonia vestidos de color cárdeno (cardenal): «… pues cuando vio hombres pintados en la pared. imágenes de caldeos pintadas de color bermellón (rojo brillante), ceñidos de talabartes por sus tiaras de colores en sus cabezas, teniendo todos ellos apariencia de capitanes a la manera de los hombres de Babilonia nacidos en tierra de caldeos».(Ezequiel 23: 14-15).Aquí vemos que se hace especial mención de los príncipes de origen babilónico, los cuales distintivamente vestían de rojo.
«Estas mismas vestimentas rojas eran usadas por los sacerdotes de la Visagra -los cardenales de la Roma pagana-, los cuales eran conocidos también como los Flamantes. Este título fue tomado de la palabra flamor, que significa uno que sopla o prende el fuego sagrado} Eran los que mantenían la «llama» sagrada, la cual avivaban con el «abanico místico» de Bacchus. Y al igual que el fuego que preservaban, sus vestimentas eran de color rojo brillante. Y aun hasta hoy en día, los cardenales usan las vestimentas del mismo color. Los flamantes eran siervos del Pontifex Maximus en los días paganos y los cardenales son los siervos del Papa, el cual proclama ser, también, el Pontifex Maximus. Los flamantes se dividían en tres grupos diferentes. En la actualidad, los car denales están divididos asimismo en tres grupos distintos: cardenales obispos, cardenales sacerdotes y cardenales diáconos.
Es evidente entonces que el origen de los cardenales católicos viene definitivamente del viejo paganismo, como lo confirma el título que llevan (sacerdotes de la Visagra) , ¡y como lo indica también el hecho de que su oficio nunca fue instituido por Cristo y por el color de sus vestimentas!
En la escala jerárquica de la Iglesia Católica encontramos, tras el Papa y los cardenales, a los obispos. A diferencia de los oficios del Papa y de los cardenales, las Escrituras sí mencionan el oficio de los «obispos». Pero la enseñanza bíblica concerniente a los obispos es muy diferente a la que tienen en la Iglesia Romana.
El romanismo ha influenciado tanto el pensamiento del pueblo en este aspecto, que es una creencia popular que el oficio de un obispo es diferente y mucho más alto que el de los ministros de la iglesia local. ¿No hemos pensado todos que el obispo tiene autoridad sobre un grupo de iglesias y ministros?
¿Pero qué dicen las Escrituras? ¡La Biblia indica claramente que todo ministro de una iglesia local es un obispo! No haya absolutamente ninguna diferencia entre los ancianos de la iglesia y los obispos: ambos son los mismos} Consideremos la siguiente evidencia desde el punto de vista bíblico:
Pablo instruyó a Tito: «Que pusieses ancianos sobre las villas, así como te mandé» (Tito 1:5). Luego Pablo prosigue exponiendo las cualidades de estos ancianos y explica que un anciano es un «obispo., (v. 7). Claramente los ancianos de la iglesia local -en toda ciudad- eran obispos. i Esto es muy diferente a la idea común de que un obispo gobierna sobre un grupo de iglesias o ministros de menor importancia!
En conexión con esto, es interesante notar que la palabra «catedral» proviene de la palabra «cátedra», que significa trono. Puesto que una catedral en la idea común es una gran iglesia en una gran ciudad, donde se encuentra el trono de un obispo (véase Diccionario), dicha idea es obviamente contraria a las enseñanzas de Pablo de que los obispos debían ser ordenados en «cada población y en cada iglesia», y que los ancianos o ministros de la iglesia local y los obispos son lo mismo.
Esta verdad puede también notarse en Hechos 20. Leemos en este capítulo que Pablo, «.. .enviando desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia» (v. 17). Luego, hablando a estos ancianos, les dijo: «Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos» (v. 28). Aquí, de una manera que no ofrece ningún género de dudas, vemos que los ancianos y los obispos son lo mismo. Pablo exhortó después a los ancianos de Efeso a apacentar (en griego pastorear) la Iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre (v. 28). Estos ancianos de Efeso fueron designados como ancianos, obispos, dirigentes y pastores -cada una de estas expresiones se refiere exactamente al mismo oficio-. Estos hombres eran los ministros de la iglesia local y conforme a las Escrituras, eran obispos. No era un ministro de una gran ciudad quien se sentaba en un trono y ejercía autoridad sobre un grupo de iglesias o ministros, sino que cada iglesia tenía sus ancianos y éstos eran sus obispos.
Martín Lutero comprendió que los ancianos y obispos de la Iglesia primitiva ocupaban el mismo lugar. «Pero en cuanto a los obispos que tenemos actualmente -comentó-, de éstos no dicen nada las Escrituras en cuanto a que ellos hayan sido instituidos para que gobernasen sobre muchos ministros… ».
Cuando llegó la apostasía, entre otras desviaciones de la verdad, la forma de gobierno en la Iglesia fue también abandonada a medida que los hombres la sustituían por sus ideas. Algunos empezaron a proclamarse como «señores» sobre los herederos de Dios. Incluso antes de que nuestro Nuevo Testamento fuera completado, hallamos que en Asia Menor las doctrinas falsas de los nicolaítas ya estaban infiltrándose. De acuerdo con Scofield, la palabra nicolaíta viene del griego Nikao (gobernante) y Laos o Laite (pueblo). Y añade: «Si la palabra es simbólica, se refiere a la forma más antigua de la noción de un orden sacerdotal o clerical que más tarde dividió al pueblo cristiano en sacerdotes y laicos»} Fue así como la idea de hombres que se exaltaban sobre otros, se infiltró y ha continuado en la Iglesia apóstata hasta nuestros días (véase Mateo 23: 8).
El concepto común es de que el «clero» está un poco más alto que los demás fieles, y, como consecuencia, es probable que solamente una de cada mil personas sepa que el término «clero» pertenece a todo humilde creyente, no solo a los líderes eclesiásticos. Notemos que l. era de Pedro 5: 1-3 instruye a los ministros a no tener «señorío sobre las heredades del Señor». ¡La palabra traducida aquí como «hereda- des», en el griego original es kleeron, que significa «clero»! El comentario de Mathhew Henry explica que todos los hijos de Dios reciben el título de «herederos o clero de Dios». La palabra no es privativa sólo para los ministros religiosos.
Pero hombres deseosos de posiciones dignatarias se apartaron del plan de gobierno bíblico para la Iglesia.
Finalmente se enseñó al pueblo que necesitaba de un sacerdote a quien debía confesar sus pecados; un sacerdote que perdonaría los pecados de todo aquel que se confesara; un sacerdote que le ofrecería la extremaunción; un sacerdote que debería celebrar misas en su favor, etc. Así el pueblo fue enseñado a depender de un sacerdote humano, mientras que el verdadero Sacerdote Supremo, nuestro Señor Jesucristo, era relegado a la vista del pueblo y oculto por oscuras nubes de tradiciones humanas.
Más tarde, elevándose sobre estos sacerdotes, algunos se proclamaron obispos gobernantes sobre otras iglesias y ministros. Y, por último, la idea del obispo de obispos fue un paso más hacia la apostasía. ¡Un nuevo oficio adoptado por la Iglesia apóstata! Pero como lo indicamos anteriormente, en ninguna parte de las Escrituras se encuentra que exista un hombre como cabeza de la Iglesia aparte del Dios hombre, Cristo Jesús. Tampoco enseñan las Escrituras que un hombre debía de ser cabeza de un grupo de ministros, como lo son los obispos católicos de hoy. Y para avanzar un poco más, diremos que no hay en ninguna parte del Nuevo Testamento el menor indicio de que un hombre debía tener autoridad sobre la iglesia local. Todo lo contrario, ¡cada iglesia del Nuevo Testamento era pastoreada por una pluralidad de ministros o ancianos! Nunca estuvo la autoridad de una iglesia en manos de un solo in- dividuo. Cuando todo depende de una sola persona, ésta puede adquirir importancia, llegar a ocupar el centro y oscurecer así la relación común que tienen todos los hermanos con Cristo el Señor.
Cuando Pablo y Bernabé completaban su viaje por un número de poblaciones, se nos dice: «Habiéndoles constituido ancianos [en plural] a cada una de las iglesias…» (Hechos 14: 12-23). Y en Mileto Pablo «hizo llamar a los ancianos [plural] de la iglesia de Efeso» (Hechos 20: 17). La carta a los filipenses es dirigida a los obispos (ancianos, en plural asimismo) (ver Filipenses 1: 1). A la iglesia de Tesalónica le escribió: «y os rogamos hermanos que reconozcáis a los [plural] que trabajan entre vosotros y os presiden en el Señor y os amonestan» (Tesalonicenses 5: 12). Tito fue a poner «ancianos» (plural) (Hechos 15:4). Y a los enfermos escribió Santiago que llamasen a los «ancianos» (plural) de la iglesia para que orasen por ellos y obtuvieran sanidad (Santiago 5: 14-15). De modo que las Escrituras claramente enseñan esto. Es difícil comprender por qué la mayoría de los miembros de la Iglesia Cristiana profesante se han apartado de esta forma.
En cuanto a los líderes de la Iglesia apóstata, vemos que instituían posiciones para poder ser llamados «señores» sobre la Iglesia. También adoptaron títulos no bíblicos para designar estas posiciones. No hicieron como Eliú, quien dijo: «Ni usaré con nadie de lisonjeros títulos» (Job 32:21). Los líderes eclesiásticos apóstatas empezaron a elevarse a posiciones no bíblicas de autoridad en la Iglesia y tomaron para sí títulos que sólo pertenecen a Dios.
Nuestro Salvador enseñó: «Mas vosotros no queráis ser llamados rabí, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo y todos vosotros sois hermanos. Y vuestro padre no llaméis a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es mayor de vosotros, sea siervo. Porque el que se ensalzare, será humillado y el que se humillare, será ensalzado» (Mateo 23: 8-12).
Da pena pensar que la Iglesia que proclamó a Cristo como su fundador -después de pocos siglos- comenzara a usar los mismos títulos que Cristo dijo que no debían ser usados. Pero la Iglesia se apartó de tal manera de la auténtica fe, que hizo exactamente lo opuesto a lo que Cristo y sus apóstoles habían enseñado. Mientras llegaban los tiempos de la apostasía, el obispo de Roma comenzó a exaltarse (como lo hemos visto) y se apoderó del título de «Papa», que no es más que una derivación de «padre», ¡el mismo título que Cristo nos dijo que no aplicásemos a ningún líder religioso!
Y aunque Cristo nos pidió que «no llaméis a nadie padre», actualmente los sacerdotes del catolicismo insisten en usar este título. Cristo prohibió el uso de tal título porque es un título divino que en el sentido religioso debe ser aplicado solamente a Dios. Esta práctica de aplicarlo a un líder religioso se originó en el paganismo. Recordemos que una de las ramas principales de los «misterios» que llegaron a Roma en los días del mistraísmo y en la liturgia mitraica. aquellos que presidían sobre las sagradas ceremonias eran llamados «padres».
El que este título de «padre» era usado en conexión con sacerdotes en tiempos pasados, es mencionado en la misma Biblia. En Jueces 17 leemos que un hombre llamado Michas dijo a un joven levita: «Quédate en mi casa y me serás en lugar de «padre» y «sacerdote»» (Jueces 17: 10). Michas era un hombre mayor de edad con un hijo propio, mientras que el levita era un joven. Claramente se entiende que el término «padre» no fue aplicado en función del respeto hacia un hombre mayor, ni tampoco en el sentido literal de padre carnal. El único significado en el uso del título «padre», es que tal título fue usado como título religioso, una designación sacerdotal. Michas quería que el levita fuese un padre-sacerdote en su «casa de dioses».
Luego, en el capítulo 18 del Libro de los Jueces, se pide al joven que sirva a una tribu como «padre y sacerdote». «¿Es mejor que seas tú sacerdote en casa de un hombre solo, que de una tribu y familia de Israel?» Un estudio de estos dos capítulos, nos demuestra un tipo de catolicismo en el Antiguo Testamento. Porque aunque el sacerdote pretendía serio de Jehová (Jueces 18:6), sin embargo, el culto era de ídolos y paganismo, ¡un intento de mezclar el paganismo con el culto al Dios verdadero! Y esta mezcla siempre ha traído calamidades y ha disgustado al Señor.
Por consiguiente, el sacerdote que insiste en usar un título precristiano y pagano que nuestro Señor Jesucristo expresamente ordenó no usar, no puede ser un sacerdote cristiano.
Otros líderes de la Iglesia Católica Romana llevan el título de Monseñor, el cual no sólo no tiene fundamento bíblico, sino un significado directamente opuesto a la Escritura, que dice que los ministros no son «señores» sobre las heredades de Dios. El uso de tal título es contrario a lo que enseñó Cristo cuando, refiriéndose justamente a los títulos religiosos, dijo: «El que se ensalzare, será humillado».
Jesús dijo también a los discípulos que no se llamaran «maestros». Este es otro título divino que sólo a El le pertenece. Como dijo Jesús: «…porque uno es vuestro Maestro, el Cristo». A primera vista no parece que este título haya sido usado en el catolicismo -la Iglesia apóstata-, pero un estudio más profundo nos revela que sí lo ha sido, pues el título de arzobispo tiene este significado. ¡La palabra arzo significa «maestro»!, de modo que el título de arzobispo tiene el significado de maestro-sacerdote.
Al llegar el despertar de los días de la Reforma, se rechazaron los títulos de papa, cardenal, monseñor y otros. Desafortunadamente se retuvieron otros títulos del catolicismo que son tal falsos como los anteriores. Hoy en día, tanto en la Iglesia Católica como en la Protestante, el título de Reverendo ha continuado usándose. Tenemos los de reverendo, reverendísimo y muy reverendo. ¡Pero estos títulos nunca fueron aplicados a los ministros de la Iglesia primitiva! (como ministro del Evangelio, yo jamás he hecho uso de tal título). Hay muy buenos pastores cristianos que usan este título; no lo negamos, pero en su mayoría lo hacen basados en la tradición, sin siquiera preguntarse el origen o significado del mismo.
Títulos como «maestro» o «padre» fueron condenados por Cristo, porque estos títulos son exclusivos de Dios. Bajo el mismo concepto, el título «reverendo» en todas sus variaciones, debe ser rechazado, pues en la Biblia ese título es aplicado sólo a Dios. Como leemos en el salmo 111:9, «Santo [reverente] y terrible es su nombre».
¿No sería mejor que nos mantuviésemos dentro del contexto bíblico? ¿No deberíamos rechazar la supuesta «autoridad» de estos altos oficios por los cuales los hombres desean hacerse «señores» sobre la heredad de Dios»? En vez de dar la gloria al hombre, ¿no debiéramos darla a Dios?
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