El cristiano frente a los celos ¿Qué hacer?
Ps. Fernando Alexis Jiménez
Doña Luz Marina ya perdió la cuenta de las discusiones que ha sostenido con su esposo por culpa de los celos, y mi familia y yo olvidamos el número de noches que pasamos en vela, luego de que la pareja –que vive frente a nosotros—protagoniza altercados que despiertan a todo el vecindario.
Se trata de un hombre trabajador, honrado, con un inigualable sentido del humor y un espíritu de solidaridad que aflora cuando alguien necesita ayuda. Pero es celoso. Cuando hablamos, lo admite. “Quiero cambiar” me ha confesado muchas veces. Pero se resiste. Teme que intentarlo otra vez se convierta en un nuevo fracaso aún cuando le he dicho que la salida a su crisis está en Jesucristo.
Un fenómeno de nuestro tiempo
Una encuesta realizada hace poco entre 641 parejas jóvenes en Norteamérica, reveló que el 33% han sentido algún grado de celos y, el 46% lo atribuyó a una consecuencia lógica del amor.
Nos identificamos en un hecho: todos los seres humanos en mayor o menor grado sentimos celos. El problema estriba en que no se puedan controlar y desencadenen reacciones que minan la relación, bien de pareja, en la relación hijos-padres o con personas próximas.
Los expertos coinciden en asegurar que tienen origen en por lo menos tres factores: baja autoestima, inseguridad y un errado supuesto de que la persona que nos acompaña—en el caso de la pareja—es de nuestra propiedad y nos pertenece cada uno de sus instantes. Generalmente traen consecuencias impredecibles porque el cónyuge termina por cansarse de discutir por el mismo asunto.
Los celos tocan nuestras emociones
Sin duda, los celos han estado latentes desde el comienzo mismo del género humano. Los apreciamos en la actitud de Caín cuando se enteró que su ofrenda delante de Dios no tuvo el recibo que la realizada por su hermano. “Tiempo después, Caín presentó al Señor una ofrenda del fruto de la tierra… pero no miró así a Caín ni a su ofrenda. Por eso Caín se enfureció y andaba cabizbajo.” (Génesis 4:3-5. Nueva Versión Internacional).
En Caín se produjo una reacción airada acompañada del desánimo, evidenciando desde ese mismo instante la forma como los celos tocan directamente nuestras emociones.
Hace pocos días un caso conmovió el suroccidente colombiano. Lo protagonizó un joven de veinte años quien, enloquecido por los celos, golpeó a su novia hasta dejarla en estado de coma. La chica murió dos días después. Cuando lo retuvieron, se limitó a explicar que “De pronto sentí que mi dignidad era vulnerada. Algo dentro de mi llevó a que interpretara sus relaciones amistosas como una evidente relación de infidelidad. Tarde comprendo que estaba equivocado”. Su arrepentimiento se produjo cuando los celos habían desencadenado un verdadero drama humano.
Los padres también provocamos celos
Con frecuencia la inclinación de los padres hacia uno de sus hijos, alimentan resentimientos, estimulan celos y siembran la discordia para un desmoronamiento de las relaciones en el futuro. La unidad familiar termina por ser socavada. Puede que lo hagamos de manera inconsciente, pero las consecuencias afloran en cualquier momento.
Si volvemos la mirada a la historia de Israel, encontramos en Isaac y su esposa Rebeca dos progenitores que tipifican esta situación común en muchos hogares. El registro Escritural señala que “Los niños crecieron. Esaú era un hombre de campo y se convirtió en un excelente cazador, mientras que Jacob era un hombre tranquilo que prefería quedarse en el campamento. Isaac quería más a Esaú, porque le gustaba comer de lo que él cazaba; pero Rebeca quería más a Jacob.” (Génesis 25:27, 28. Nueva Versión Internacional). Es evidente que estaban sembrando la discordia que toma fuerza con el paso de los años entre los dos hermanos.
Tres principios fundamentales
En toda relación de pareja deben primar tres elementos ineludibles: a.- Respeto a la otra persona. b.- Confianza c.- Amor, comprensión y tolerancia.
Si hay ausencia de todos o al menos en uno de ellos, sin duda se está abonando el terreno para que afloren los celos.
¿Qué hacer?
Frente a esta manifestación de inseguridad en nuestra vida o quizá de alguien próximo, es aconsejable avanzar con algunas pautas prácticas que describo a continuación:
1.- Reconocer que los celos son fruto de la carne
Nadie nace con celos ni puede argumentar que es proclive a sentirlos. Alimentarlos en nuestra vida y permitir que tomen fuerza es una manifestación de la vieja naturaleza en el ser humano, tal como lo advirtió el apóstol Pablo: “Mientras haya entre ustedes celos y contiendas, ¿no serán inmaduros? ¿Acaso no se estarán comportando según criterios meramente humanos?”(1 Corintios 3:3 Biblia Nueva Versión Internacional).
Sobre esta base, es prioritario abrirnos al mover de Dios para que se produzcan los cambios que requerimos.
2.- Evaluar nuestras actitudes
Es fundamental tomar el tiempo necesario para revisar qué está provocando en nosotros la situación de celos. Y en lo posible, confrontar a nuestra pareja. Con serenidad, sensatez y tolerancia, es posible llegar a un acuerdo que permita corregir aquellas actuaciones que podrían despertar inseguridad respecto a sus sentimientos.
4.- Someter nuestras emociones a Dios
El propósito de cambiar la inclinación a los celos injustificados tiende a fracasar a menos que sometamos nuestros sentimientos y emociones a Dios. De lo contrario y, como lo podemos apreciar en la Biblia, no solo estarán ahí, siempre latentes, sino que pueden llevarnos a cometer locuras: “Porque los celos enfurecen al hombre, y no perdonará en el día de la venganza.” (Proverbios 6:34. Versión Biblia de Las Américas). ¿Quién puede transformar esas circunstancias? Dios. El nos creó y tiene el poder para hacer esos ajustes que tanto requerimos.
5.- Generar seguridad en la pareja
Si bien es cierto sentimos celos, también es honesto reconocer que –si los enfrentamos por parte de nuestro cónyuge—puede originarse en un comportamiento que no despierta seguridad en nuestra pareja. Es necesario hacerle sentir que sus sentimientos están correspondidos y que, de nuestra parte, hay compromiso en la relación.
Este aspecto lo abordó bellamente el poeta de Israel cuando escribió en el diálogo que sostiene una pareja de esposos: “Ponme como sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo, porque fuerte como la muerte es el amor, inexorables como el Seol, los celos; sus destellos, destellos de fuego, la llama misma del SEÑOR.” (Cantares 8:6. Versión Biblia de Las Américas).
Una encuesta que realizó hace poco un diario caleño señalaba que un 47% de los 612 hombres y mujeres consultados, consideraba agradable despertar celos así tuvieran posteriormente que dar cuenta de qué hacían, a qué hora y en qué lugar. Lo importante era llamar la atención a su cónyuge, explicaron.
6.- Es necesario un cambio en nuestra actitud
Definitivamente Dios transforma. Y esa transformación se refleja en nuestro cambio de actitud y en particular, en un hecho que puede empañar una buena relación de pareja como son los celos. No hay un testimonio cristiano saludable donde priman emociones incontroladas, tal como lo advertía el apóstol: “Porque donde hay celos y ambición personal, allí hay confusión y toda cosa mala.”(Santiago 3:16).
Cuando Dios tiene el pleno control de nuestras emociones y actitudes, seguramente tendremos buenas relaciones en el interactuar con nuestra pareja y quienes nos rodean.
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