Tema 07: La Autoridad de los Profetas
En 1902 el Dr. Daniel Kress llegó a ser el primer médico director del recientemente construido Hospital Adventista de Sidney. El era un reformador de la salud muy cuidadoso que tomaba muy en serio los consejos de Elena de White. Cuando leemos en los Testimonios que Elena de White escribió a una familia: «Los huevos no deberían ser puestos sobre su mesa» , él eliminó los huevos de su dieta. Al abandonar no solo los huevos sino también la leche, la manteca (mantequilla) y el queso, trajo sobre sí mismo un caso muy serio de anemia. Sus perspectivas de vida llegaron a ser muy inciertas.
La Sra. White, que estaba en California, recibió una visión que revelaba la condición del Dr. Kress. También se le mostró que debería volver al uso de productos lácteos y que debía usar huevos crudos con jugo de uva cada día, porque eso le salvaría su vida. El Dr. Kress, quien aceptaba la autoridad profética de Elena de White, siguió el consejo de ella. Se volvió de su interpretación extrema de la reforma pro salud y sirvió a la causa de Dios durante casi cincuenta años después de eso.
¿Qué autoridad deberían tener los escritos de Elena de White en nuestras vidas?
Autoridad profética
La Biblia revela claramente que Dios es la verdadera fuente y centro de la autoridad (ver Génesis 17:1; Salmo 83:18) Como Creador y Señor de toda la naturaleza y la historia, él tiene el derecho de ejercer autoridad sobre la humanidad (ver Salmo 96:2-6; Isaías 45:22, 23).
En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios designó a ciertas personas que sirvieran como profetas (ver 1 Samuel 3:20; 9:9; 2 Samuel 7:2). Él se comunicaba con ellos mediante visiones y sueños (ver Números 12:6). Ellos eran portavoces de Dios dotados de autoridad para su pueblo, así como Aarón fue el portavoz autorizado para Moisés (ver Jeremías 13:12; Ezequiel 24:21; Éxodo 4:16). En los tiempos del Nuevo Testamento, Jesús autorizó a sus discípulos y a los profetas del Nuevo Testamento a proclamar su mensaje. Por eso Pablo pudo decir: «Cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios» (1 Tesalonicenses 2:13).
La palabra profética tiene autoridad porque Dios le da su autoridad. Moisés sabía que él estaba autorizado para hablar en lugar de Dios. Isaías lo sabía. Pablo y Pedro lo sabían (ver, por ejemplo, 2 Corintios 10:8). Y el pueblo de Dios los aceptaba como mensajeros de Dios.
En la Biblia encontramos profetas canónicos tales como Moisés y Jeremías, profetas cuyos escritos llegaron a ser parte del canon bíblico, los libros que componen la Biblia. Las Escrituras también nos hablan de profetas tales como Natán (ver 1 Crónicas 29:29), Ahías e Iddo (ver 2 Crónicas 9:29), profetas cuyos libros, aunque inspirados, no llegaron a ser parte del canon bíblico. (Ellos son llamados «profetas no canónicos».) No sabemos por qué Dios seleccionó algunos libros escritos por profetas inspirados para estar en la Biblia y dejó afuera a otros que profetas igualmente inspirados habían escrito. Obviamente, él sabía qué necesitaría la humanidad para comprender el plan de salvación.
Lo que dijeron y escribieron los profetas no canónicos tenía la misma autoridad para el pueblo de su tiempo como los libros de Moisés y de Isaías. Por ejemplo, después del pecado de David con Betsabé, el profeta Natán le llevó un mensaje de Dios. Ahora, la Biblia del tiempo de David era la Tora, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. Natán no había escrito nada que estuviera en la Biblia. Pero ni por un momento David dudó de la autoridad de Natán. El sabía que Natán era un profeta y que la palabra de Natán tenía autoridad para él (ver 2 Samuel 12:7-14). La autoridad de un profeta está basada en su inspiración; y la autoridad de los escritos del profeta están basados sobre su inspiración, no sobre su lugar en el canon.
Desde los tiempos de Juan el revelador, el canon bíblico ha sido cerrado y ningún otro libro inspirado puede añadirse a él. Si los arqueólogos encontraran hoy el libro de Natán, no sería añadido al canon sino que permanecería como un libro inspirado fuera del canon. Y las declaraciones teológicas que contuviera seguirían siendo declaraciones inspiradas y dotadas de autoridad, aunque están fuera del canon. El canon es sencillamente la colección de libros que se reunieron bajo la conducción de Dios como la regla de fe y práctica para el pueblo de Dios. El canon es la norma por la cual todo lo demás debe medirse. Contiene todo lo que una persona necesita saber para ser salvo.
El apóstol Pablo escribió varias cartas inspiradas que se perdieron: por ejemplo, su carta a los laodicenses (ver Colosenses 4:16) y la carta que él escribió a los corintios antes de escribir lo que conocemos como 1 Corintios (ver 1 Corintios 5:9). Si alguien encontrara estas cartas hoy, no llegarían a ser parte de la Biblia, sino permanecerían como cartas inspiradas fuera del canon.
Los escritos de Elena de White
Las Escrituras son el mensaje de Dios para todos los tiempos y todas las personas. Es la vara de medir, la regla con la cual se ha de medir todo lo demás, la guía suprema para todo cristiano. Los escritos de Elena de White, por otro lado, son mensajes de Dios para un pueblo específico: su iglesia remanente, en un tiempo específico de la historia: el tiempo del fin. Sus escritos no son una norma nueva o adicional de doctrina, sino una ayuda para la iglesia en el tiempo del fin. De aquí que sus escritos tienen un propósito diferente del de las Escrituras. Ellas son «una luz menor para guiar a los hombres y las mujeres a la luz mayor».
En 1982, la revista Ministry [El Ministerio Adventista] publicó la siguiente declaración de afirmaciones y negaciones producida por el Eiblical Research Institute [Instituto de investigación bíblica] con respecto a los escritos de Elena de White. Aunque nunca llegó a ser una declaración oficial votada por la iglesia, es un buen resumen de la relación entre los escritos de Elena de White con la Biblia.
Afirmaciones
- Creemos que las Escrituras son la Palabra de Dios divinamente revelada y son inspiradas por el Espíritu Santo.
- Creemos que el canon de las Escrituras está compuesto solo por sesenta y seis libros del Antiguo y del Nuevo Testamentos.
- Creemos que la Escritura es el fundamento de la fe y la autoridad final en todos los asuntos de doctrina y práctica.
- Creemos que la Escritura es la Palabra de Dios en lenguaje humano.
- Creemos que la Escritura enseña que el don de profecía se manifestará en la iglesia cristiana después de los tiempos del Nuevo Testamento.
- Creemos que el ministerio y los escritos de Elena de White fueron una manifestación del don de profecía.
- Creemos que Elena de White fue inspirada por el Espíritu Santo y que sus escritos son el producto de esa inspiración, y son específicamente aplicables y dotados de autoridad especialmente para los Adventistas del Séptimo Día.
- Creemos que el propósito de los escritos de Elena de White incluyen dirección para comprender las enseñanzas de las Escrituras y la aplicación de esas enseñanzas, con urgencia profética, a la vida moral y espiritual.
- Creemos que la aceptación del don profetice de Elena de White, aunque no es un requisito para continuar en la feligresía de la iglesia, es importante para el nutrimento y la unidad de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
- Creemos que el uso que hizo la Sra. Elena de White de fuentes literarias y de asistentes, encuentra un paralelo en algunos de los escritos de la Biblia.
Negaciones
- No creemos que la calidad o el grado de inspiración en los escritos de Elena de White sea diferente de la inspiración de las Escrituras.
- No creemos que los escritos de Elena de White tengan el mismo propósito que las Escrituras, que son el único fundamento y la autoridad final de la fe cristiana.
- No creemos que los escritos de Elena de White son una adición al canon de la Sagrada Escritura.
- No creemos que los escritos de Elena de White puedan ser usados como base de doctrinas.
- No creemos que el estudio de los escritos de Elena de White pueda ser usado para remplazar el estudio de las Escrituras.
- No creemos que las Escrituras puedan solo ser comprendidas por medio de los escritos de Elena de White.
- No creemos que los escritos de Elena de White agotan el significado de la Escritura.
- No creemos que los escritos de Elena de White son esenciales para la proclamación de las verdades de la Escritura para la sociedad en general.
- No creemos que los escritos inspirados de Elena de White son meramente el producto de la piedad cristiana.
- No creemos que el uso que dio Elena de White a las fuentes literarias y a los asistentes niega la inspiración de sus escritos.
Estas afirmaciones y negaciones indican claramente que la Iglesia
Adventista del Séptimo Día afirma que la calidad o el grado de inspiración en
los escritos de Elena de White no es diferente del de la inspiración de las
Escrituras; para citar la negación: «No creemos que los escritos de Elena
de White son una adición al canon de la Sagrada Escritura». Por lo tanto,
la conclusión es que «una comprensión correcta de la inspiración y la
autoridad de los escritos de Elena de White evitará dos extremos: 1) leer esos
escritos como actuando en un nivel canónico igual al de la Escritura, o 2)
considerarlos como literatura cristiana común».
La autoridad de los escritos de Elena de White
Los adventistas del séptimo día rechazan la idea de que hay grados de
inspiración. Creen que Elena de White fue una mensajera de Dios y que fue
inspirada como los profetas del Antiguo y del Nuevo Testamentos. Entonces, la
pregunta es: Si Elena de White fue tan inspirada como los profetas del Antiguo
y del Nuevo Testamentos, ¿qué autoridad tienen sus escritos?
Siendo que los escritos de Elena de White no son una adición a la Biblia, sus
libros caen en la misma categoría que los escritos de los profetas no
canónicos. Por lo tanto, sus escritos tienen la misma autoridad que los
escritos de los profetas no canónicos tuvieron en su tiempo.
Elena de White no dejó dudas a sus lectores acerca de la fuente de sus
escritos. Hay solo dos posibilidades: «O está Dios enseñando a su iglesia,
reprendiendo sus errores, fortaleciendo su fe, o no lo está haciendo. La obra
es de Dios, o no lo es. Dios no hace nada en sociedad con Satanás. Mi obra
lleva la estampa de Dios, o la del enemigo. No hay medias conclusiones en el
asunto. Los Testimonios son del Espíritu de Dios, o del diablo». En una carta a la iglesia de Battle Creek, ella escribió:
«No escribo un solo artículo en la revista que exprese meramente mis
propias ideas. Son lo que Dios ha desplegado ante mí en visión: los preciosos
rayos de luz que brillan del trono».
Siendo que la fuente de lo que escribió era divina, sus palabras tienen
autoridad. A los que rehúsan aceptar sus escritos como teniendo autoridad
divina, ella dijo: «Cuando os envío un testimonio de amonestación y
reproche, muchos declaráis que es meramente la opinión de la Hna. White. Así
habéis insultado al Espíritu de Dios. Sabéis cómo el Señor se ha manifestado
mediante el espíritu de profecía [una expresión metonímica por los escritos de
Elena de White]».
Al mismo tiempo, ella enfatizó su sumisión a la Biblia, que ella llamaba la
«luz mayor». «Debemos recibir la
palabra de Dios como la autoridad suprema», escribió
ella, y «las Santas Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de
autoridad absoluta y como revelación infalible de su voluntad. Constituyen la
regla del carácter; nos revelan doctrinas, y son la piedra de toque de la
experiencia religiosa». Por lo tanto, dijo
ella, «los testimonios de la Hna. White no deben ser presentados en
primera línea. La Palabra de Dios es la norma infalible […] Prueben todos su
posición por medio de las Escrituras, y prueben por la Palabra revelada de Dios
todo punto que sostienen como verdad». En una
reunión mantenida en la biblioteca del Colegio de Battle Creek en vísperas de
la sesión de 1901 de la Asociación General, ella les dijo a los dirigentes:
«Pongan a un lado a la Hna. White… Nunca citen mis palabras otra vez
mientras ustedes vivan, hasta que obedezcan a la Biblia».
No obstante, ella no consideró que estas amonestaciones negaran la
manifestación del don profetice en su ministerio. «La circunstancia de que
Dios ha revelado su voluntad a los hombres por su Palabra, no anuló la
necesidad que tienen ellos de la continua presencia y dirección del Espíritu
Santo. Por el contrario, el Salvador prometió que el Espíritu facilitaría a sus
siervos la inteligencia de la Palabra; que iluminaría y daría aplicación a sus
enseñanzas».
Algunos adventistas creen que la autoridad de ella era solo pastoral:
fortalecer la fe pero no edificar la fe. En otras palabras, creen que ella no
tiene autoridad educativa o dogmática. Esta diferenciación entre la autoridad
pastoral y la de enseñanza de un profeta, sin embargo, no es bíblica. La Biblia
no hace distinción entre las funciones pastorales o las educativas de un
profeta. Los profetas son los voceros de Dios para todo el contenido de sus
mensajes. «Cualquier pretensión de que los escritos de Elena de White no
tienen ninguna autoridad educativa debe ir en contra de sus propias
declaraciones. Como hemos visto, ella afirma inequívocamente: ‘Mi comisión
abarca la de un profeta, pero no termina allí’. O ella dijo la verdad, o no la
dijo. Si no lo hizo, ¿qué confianza podemos tener en ella aun si era honesta
pero equivocadamente pensaba eso?»
Por sobre todo, no deberíamos olvidar cuál fue el tema principal de todos sus
escritos. La primera oración de su libro Patriarcas y profetas dice:
«‘Dios es amor'», y la última oración de su libro El conflicto de los
siglos también dice «Dios es amor». Y entre esta primera página, y la
última, de toda la serie del Gran Conflicto ella reveló el amor de Dios por la
humanidad. Su tema principal era siempre Jesús. Constantemente ella señalaba a
la gente las Escrituras y a Jesucristo. Su vida entera estuvo dedicada a hacer
de Jesús el centro de nuestra fe.
En 1980 se realizó una encuesta entre los adventistas del séptimo día. De
aquellos que leen regularmente los escritos de Elena de White, el 85 por ciento
afirmó que tenían una estrecha relación personal con Cristo. Sólo el 59 por
ciento de los que no la leían regularmente decían lo mismo. Los que decían que leían
con regularidad sus libros también afirmaron que estudiaban las Escrituras cada
día. De los que no leían sus obras, solo el 47 por ciento dijeron que leían las
Escrituras con regularidad. Además, en la mayoría
de las iglesias, es frecuente que los ávidos lectores de sus libros son las
personas con una mentalidad misionera. Si la lectura de los libros de la Sra.
White hace que la gente lea más las Escrituras y les dé una mentalidad más
misionera, ¿no debiéramos estimular a todos los Adventistas del Séptimo Día a
leer sus libros?
Elena de White como teóloga
Aunque Elena de White no había hecho estudios formales de teología, por medio
de la inspiración divina recibió percepciones teológicas que no solo salvaron
al Movimiento Adventista de muchas herejías en sus primeros años, sino que han
resistido la prueba del tiempo.
Sobre la base de las revelaciones divinas a través de su ministerio, Elena de
White pudo guiar a la iglesia no solo de una manera pastoral sino, de tiempo en
tiempo, también en asuntos de teología. En 1898, por ejemplo, ella habló en
forma vigorosa en contra del pensamiento de Uriah Smith y otros de que Jesús no
había existido siempre como un ser personal, sino que tuvo un comienzo. En 1901, ella puso fin a la enseñanza de la «carne
santificada» en Indiana (ella la llamó «enseñanza errónea del
enemigo». Y desde 1903 en adelante, ella
trazó la línea en relación con el panteísmo del Dr. Kellogg, que ella llamó
«el alfa de herejías mortíferas».
Al mismo tiempo debemos recordar que cuando ella no tenía luz sobre un tema
específico, ella guardaba silencio. Cuando algunos líderes de la denominación
la presionaban para que resolviera el tema del «continuo», ella les
dijo: «No he recibido instrucción sobre este punto en discusión». En forma similar, guardó silencio con respecto a asuntos
tales como la «cuestión oriental» o quiénes constituirían los 144.000
porque ella no tenía luz de Dios sobre estos problemas.
Aunque Elena de White estaba abierta a nueva luz y nuevas interpretaciones de
las Escrituras, ella insistía en que toda nueva
luz tenía que armonizar con las verdades distintivas de la iglesia que se
habían establecido bajo la conducción divina. «No hemos de recibir las
palabras de los que vienen con un mensaje que contradice los puntos especiales
de nuestra fe».
¿Es todavía válida hoy su teología? ¡Sí! Sin embargo, necesitamos recordar que
en la interpretación de las Escrituras, sus escritos son generalmente de
naturaleza homilética o evangelizadora y no exegética. De este modo, sus
escritos no deberían usarse para resolver problemas de interpretación textual
hasta que se haya establecido cómo usó ella un texto bíblico (ver el capítulo
11).
Los pioneros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día reconocieron el tremendo
valor y la autoridad de los escritos de Elena de White. Mientras sostenían las
Escrituras como «la única regla de fe y práctica», ellos aceptaron el
don profético de Elena de White como dado por Dios. En 1847, Jaime White
escribió con respecto a la relación entre las Escrituras y las visiones de
Elena de White: «La Biblia es una revelación perfecta y completa. Es
nuestra única regla de fe y práctica. Pero esa no es razón por la que Dios no
pueda mostrar el cumplimiento pasado, presente y futuro de su palabra, en estos
últimos días, por medio de sueños y visiones, de acuerdo con el testimonio de
Pedro. Se dan visiones verdaderas para conducirnos a Dios, y su palabra
escrita; pero los que se dan para [establecer] una nueva regla de fe y
práctica, separada de la Biblia, no pueden ser de Dios, y deben ser
rechazadas».
En 1855, el liderazgo del movimiento adventista afirmó públicamente que
consideraban los escritos de Elena de White como provenientes de Dios. Por lo
tanto, «debemos reconocer que estamos bajo la obligación de vivir por sus
enseñanzas, y ser corregidos por sus amonestaciones». Desde entonces, la Asociación General en sesión ha
producido, de tiempo en tiempo, declaraciones expresando confianza en los
escritos de Elena de White «como la enseñanza del Espíritu de
Dios», aunque subordinada a la Biblia, que es
la vara de medir de Dios, o su norma, para todos los tiempos y toda la gente.
La Creencia Fundamental número 18 (número 17, antes de 2007)
afirma claramente que los «escritos [de Elena de White] proveen una fuente
de verdad perdurable y autoritativa, que provee para la iglesia consuelo,
conducción, instrucción y corrección». Aunque
ha transcurrido casi un siglo desde que Elena de White depuso su pluma, sus
escritos inspirados y por tanto autoritativos, continúan siendo un factor
directivo y unificador en la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Elena G. de White, Testimonies for the Church, tomo 1, p. 400. Algunos han hecho una aplicación general a la amonestación que hay en el testimonio personal dirigido al hermano y la hermana E de que «los huevos no deberían ser puestos sobre su mesa». Que esto no tenía la intención de ser una enseñanza general para las familias en circunstancias normales resulta claro no sólo por el contexto de la declaración sino también por no menos de tres expresiones específicas publicadas por Elena de White que corregirían cualquier mala aplicación de este testimonio personal. Estas se encuentran en Joyas de los testimonios, tomo 3, p. 138 (1902); El ministerio de curación, pp. 246, 247 (1905); y Joyas de los testimonios, tomo 3, p. 362 (1909).
Manuscript Releases, tomo 12, p. 169.
El colportor evangélico, p. 130
Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, «The Inspiration and Authority of the Ellen G. White Writings», Ministry, vol. 55, Nº 8 (agosto de 1982), p. 21.
Ibíd.
Joyas de los testimonios, tomo 2, p. 286.
Mensajes selectos, tomo 1, p. 31.
El colportor evangélico, p. 130.
Testimonies for the Church, tomo 6, p. 402.
El conflicto de los siglos, p. 9.
El evangelismo, p. 90.
Spalding-Magan Collection, p. 167.
El conflicto de los siglos, p. 9.
J. J. Robertson, The White Truth (Mountain View, Calif: Pacific Press®, 1981), p. 60.
Roger L. Dudley y Des Cummings Jr., «Who Reads Ellen White?» Ministry, Vol. 55, N° 10 (octubre de 1982), p. 10.
Ver El Deseado de todas las gentes, p. 490.
Mensajes selectos, tomo 2, p. 36.
Mensajes selectos, tomo 1, p. 233.
Mensajes selectos, tomo 1, p. 193.
El otro poder, p. 35.
Mensajes selectos, tomo 1, p. 189.
James White, en A Word to the «Little Flock» (Brunswick, Maine: James White, 1847), p. 13.
Review & Herald, 4 de diciembre de 1855, p. 79.
Review & Herald, 14 de febrero de 1871, p. 68.
Creencias de los Adventistas del Séptimo Día (Buenos Aires: Asoc. Casa Editora Sudamericana, 1998), p. 246
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