Al final, Satanás reconocerá sus pecados

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Angel Manuel Rodríguez
Doctor en Teología
Especialista en el Antiguo Testamento, Santuario y Expiación.

Al hacer cualquier intento de responder una pregunta bíblica es importante encontrar un texto o narración que nos proporcione una respuesta explícita. En este caso, no existiendo un pasaje que la exprese en forma directa, presentaremos un buen argumento valiéndonos de varios textos, los cuales, desde el punto de vista lingüístico y contextual, nos sugerirán la respuesta más probable. La siguiente cita expresa la idea contenida en la pregunta formulada. "Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios el Padre" (Fil. 2:10, 11). Examinemos su contenido:
1. Este hecho ocurrirá al fin. El capítulo ya citado describe la posición de Cristo antes de la encarnación (vers. 6), durante la encarnación (vers. 7, 8a), su muerte en la cruz (vers. 8b), su exaltación por parte del Padre (vers. 9) y la final subordinación de todos a Jesús. Esta última situación tendrá lugar al final de su obra redentora cuyo resultado traerá salud a todo el Universo.
2. Participación de los seres celestiales. Juan describe a los ángeles y otros seres celestiales postrándose ante el trono de Dios en actitud de adoración y alabanza, en respuesta por su sabiduría y poder manifestados en la forma gloriosa como condujo a un final feliz el plan de la redención (Apoc. 7:11, 12). Ellos testifican que el procedimiento judicial realizado en el cielo demuestra que Dios es justo al pronunciarse contra los poderes del mal (Dan. 7:10; Apoc. 16:5; 19:1-21).
3. Participación humana. Entre los que reconocerán el señorío de Cristo y lo glorificarán como Dios, Pablo incluye a la raza humana. Esta expectativa escatológica tiene sus raíces en el Antiguo Testamento donde figura Dios llamando a las naciones para que lo adoren. Su pueblo acudirá con el propósito de inclinarse ante él y para adorarlo (Sal. 95:6, 7); los reyes de la tierra y todas las naciones también son invitados para alabar el nombre del Señor (Sal. 148:11). Hasta la naturaleza es convocada para sumarse al gigantesco coro cósmico que se une para alabar al Creador y Redentor (Ibíd., pp. 7-10).
4. Participarán los que están bajo la tierra. Aunque la frase "bajo la tierra" suena extraña en nuestros días, en la antigüedad se la utilizaba para designar el reino o dominio espiritual de los poderes demoníacos. Pablo la utiliza en Filipenses para referirse a los poderes malignos con la finalidad de dar énfasis al hecho de que incluso ellos finalmente reconocerán y confesarán que únicamente la Divinidad es digna de toda alabanza y adoración. Esto sucederá cuando el conflicto cósmico llegue a su final.
El sistema legal israelita tiene un interesante paralelo con la descripción de Pablo relacionada con la situación que experimentarán los poderes demoníacos.
En el libro de Josué encontramos el registro de un pecado contra Dios y su pueblo que Acán ocultó (véase cap. 7). Después de una exhaustiva investigación, al ser descubierto el culpable tuvo que confrontar el pecado con las consecuencias. La sentencia de muerte fue promulgada con el propósito de restablecer el orden social y espiritual. Justamente antes de que la sentencia fuera ejecutada, el líder dijo a Acán: "Hijo mío, da gloria a Jehová, el Dios de Israel, dale alabanza…" (Vers. 19). En ese contexto dar gloria al Señor era como decirle a Acán que aceptara la responsabilidad por su pecado y que declarara que el juicio de Dios contra él era justo y merecido. No se trataba de una confesión destinada a obtener el perdón. Al contrario, era no sólo un reconocimiento de la falta cometida por parte del culpable, sino también la aceptación de la justicia del veredicto. El nombre de Dios por fin quedó vindicado cuando la pena de muerte fue aplicada al arbitrario pecador.
El caso de Acán puede utilizarse con el objeto de ilustrar la realidad que afectará a las fuerzas del mal en ocasión del fin del conflicto. El proceso judicial culminará cuando las potencias del mal reconozcan que Dios y Cristo son merecedores de la alabanza y la adoración. Finalmente esos poderes también reconocerán que la sentencia pronunciada contra ellos es justa. Tengo la impresión de que la intención del Altísimo es darle, incluso al archienemigo, la oportunidad de confesar públicamente que él es un Dios de amor y de justicia. Ninguna criatura inteligente llegará a las puertas de la extinción sin reconocer previamente que Dios es lo que siempre fue. Por eso es que los perdidos lo glorificarán antes de que exhalen el último suspiro.


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