Cristo es Señor del sábado
Casa Publicadora Brasilera
Comentarios de la Lección de Escuela Sabática
II Trimestre de 2015
El libro de Lucas
Lección 5
(25 de abril al 2 de mayo de 2015)
Cristo es Señor del sábado
Pr Jônatas Leal
Introducción
Es significativo el hecho que el único autor no judío de un evangelio haya sido el que más haya mencionado el tema del sábado. Esto es aún más significativo si consideramos el tenor general del evangelio, así como el objetivo de Lucas al escribirlo. El evangelio de Lucas es el más universal de todos, en el sentido de presentar al Cristo que vino no sólo para los judíos. En rigor de verdad, la audiencia primaria de Lucas ni siquiera fue judía.
Así, los episodios en los cuales estuvo involucrado el sábado, especialmente en Lucas, revelan su universalidad y continuidad, demostrando de manera tangible que Cristo no había venido para abrogar la Ley, sino para confirmarla (Mateo 5:17, 18). Y su relación con el sábado es un ejemplo de ese principio. Además, el trato que Cristo le confirió al sábado, revela su naturaleza como Señor, Creador y Dios, así como la verdadera naturaleza del sábado, como día de observancia, la cual hace mucho tiempo ha sido distorsionada por la falsa obediencia, especialmente por los fariseos de su tiempo.
Cristo y el sábado
En Lucas 4 tenemos la primera visita de Cristo a Nazaret desde que se había retirado de la carpintería, por el otoño del año 27 d.C., para asumir su ministerio público. Probablemente, un año más tarde, haría otra visita más. Sin embargo, la relación con Nazaret permanecería perturbada, pues aunque habían quedado maravillados con su predicación, siempre permaneció el interrogante “¿No es este el hijo de José?” (Lucas 4:22).
De acuerdo con Lucas, Jesús “conforme a su costumbre, el día sábado fue a la sinagoga” (Lucas 4:16). La expresión “conforme a su costumbre”, es traducida del verbo griego eiotha. En todos los casos en la que este verbo aparece en el Nuevo Testamento (Mateo 27:15; Marcos 10:1; Lucas 4:16; Hechos 17:2), tiene la connotación de “tener el hábito de, mantener una costumbre, respetar una tradición. También fue utilizada por Lucas en Hechos para hacer referencia a la costumbre de Pablo de frecuentar la sinagoga de Tesalónica para debatir con los judíos acerca de las Escrituras. Aunque el texto de Lucas 4:16 no sea un argumento directo acerca de la validez de la observancia del sábado en la era cristiana, con certeza apunta indirectamente a ello. Si el sábado hubiera sido una mera tradición judía ya obsoleta, Cristo lo habría indicado, tal como lo hizo con otras tradiciones (Marcos 7:3-13). No habría dejado dudas sobre una cuestión tan importante.
Ese sábado también lo encontró en la sinagoga. Ésta era un centro importante de la vida religiosa en la Palestina del primer siglo. Estaba incluso relacionada a la propia ciudadanía judaica. Su origen se remontaba al período del exilio babilónico, cuando los judíos tuvieron que resolver la cuestión de “cómo adorar sin un templo ubicado en un lugar sagrado”. Los servicios de la sinagoga consistían en oraciones, lectura de la Ley y los Profetas, y un sermón. En esa época, “había una lista predeterminada de lecturas para la ‘primera lección’ de la ley, pero probablemente había libertad para la elección en la ‘segunda lección’ de los profetas”. El texto seleccionado por Jesús (Isaías 61:1-3) para aquella lectura no sólo estaba relacionado a su carácter mesiánico, sino también a su relación con el sábado.
El pasaje de Isaías 61 forma parte de una importante colección profética conocida como “Cánticos del siervo” de Isaías (Isaías 42:1-9; 50:1-11; 53; 61). Los cánticos funcionaban como profecías mesiánicas que destacaban la soberanía de Dios sobre la Historia, la provisión celestial de gracia en favor de los pecadores, la naturaleza del ministerio del Mesías, su obra y misión. Además de esto, debían funcionar como señales de los tiempos de la primera venida, a fin de que reconocieran al Mesías.
La mención del “año aceptable” del Señor es de particular importancia. La expresión, “es una reminiscencia del año del jubileo, cuando los esclavos eran liberados, las deudas eran canceladas, y la tierra arrendada era devuelta a su propietario original. El texto apunta a la obra del Mesías que produciría liberación escatológica del pecado. No obstante, sus obras de liberación, tales como la predicación a los pobres y la sanidad que liberarían a los oprimidos, eran evidencias innegables de que la era mesiánica había llegado. En cierto modo, el sábado es una figura de esa liberación, como un jubileo semanal en el que la liberación podía ser experimentada en sus diversas dimensiones. Por eso, las sanaciones sabáticas de Cristo no solo fueron lícitas, sino propicias. Jesús había venido a restaurar esa visión acerca del sábado, la que con el tiempo se había perdido.
La reacción de su audiencia fue inmediata. Rápidamente, la maravilla original se convirtió en hostilidad. Ellos habían entendido la reivindicación de Cristo. En rigor de verdad, según el pensamiento judío, este texto estaba vinculado a la “expectativa del jubileo escatológico” la cual se cumpliría con el Mesías. No obstante, aunque lo habían entendido, no lo aceptaron.
Al ver que sus coterráneos lo habían rechazado, Cristo descendió a Capernaúm. Fue allí donde Él demostró la veracidad de sus palabras en la lectura de Isaías. A través del sanamiento del endemoniado, demostró que había venido a liberar a los cautivos. De hecho, Él era el cumplimiento irrefutable de la profecía de Isaías.
Un día de liberación
En Lucas 4:31-37 tenemos el primer milagro registrado por el evangelista. Más tarde, probablemente ese mismo día, Cristo haría otro milagro sanando a la suegra de Pedro de una alta fiebre (Lucas 4:38, 39). Las sanaciones sabáticas fueron actos deliberados de Jesús. Él no se tropezó con esos conflictos por accidente. Por el contrario, los evangelios parecen enfatizar especialmente esas sanaciones sabáticas, las que produjeron controversias con los judíos. A través de ellas, “Jesús enseñó lecciones acerca de la verdadera observancia del sábado”, así como de su obra salvífica.
En muchas ocasiones esas lecciones trataron de la naturaleza del sábado y la naturaleza de su Persona y su obra. Con respecto a la naturaleza del sábado, la insistencia de Jesús en sanar ese día, “se entiende mejor cuando dejamos de considerar al sábado como un bien valioso para los judíos, y lo vemos como la declaración firmada por el propio Dios. De hecho, Cristo está remitiendo al compromiso original investido en el séptimo día de la creación”. A su vez, con respecto a la naturaleza de su Persona, “Cristo es Dios. El sábado testifica de la divinidad de Cristo a través de su declaración de que Él era el Señor del sábado (Mateo 12:8; cf. Lucas 6:5) y por medio de sus sanaciones sabáticas. Él es el Señor del sábado porque Él lo hizo”.
En la controversia con los fariseos de Lucas 6:1-5, al afirmar que “el Hijo del Hombre es Señor del sábado” (Lucas 6:5), Jesús elevó la cuestión a un nivel inaccesible para los judíos. Él era Dios, el Creador del sábado. Únicamente Él podía definir con perfección el verdadero carácter de ese día. En el caso de este pasaje, al apelar al caso de David como precedente de la actitud de los discípulos de recoger espigas en sábado, Cristo no estaba de ningún modo revocando el mandamiento, sino exponiendo la ley de la excepción. En ningún modo Jesús sucumbió a la lista legalista de los fariseos sobre lo que correspondía hacer o no hacer los sábados. Antes bien, encaró la esencia de la observancia del sábado de una manera positiva. Mientras que los fariseos siempre habían encarado la cuestión de manera negativa, indicando lo que no era lícito hacer, Cristo apeló positivamente a lo que era lícito hacer. Evidentemente, eso no implica que hubiera prácticas inapropiadas para el sábado. Sin embargo, cuando nos preocupamos más lo que hay qué hacer que con lo que no hay que hacer, ingresamos en la verdadera atmósfera del sábado y podemos disfrutarlo al máximo.
La hipocresía obediente
El énfasis farisaico acerca de lo que no había qué hacer en los sábados los había conducido a un estado de ceguera espiritual, haciendo del sábado una carga difícil de llevar. Habían privado a ese día del verdadero gozo que constituía en una de sus principales características. El sábado había sido creado por Dios para ser un día de comunión con Él y con su creación. Pero, tal como lo podemos ver en Lucas 13:10-14 y 14:1-6, la hipocresía aliada al radicalismo religioso habían hecho que los bueyes y los asnos tuvieran más valor que los propios seres humanos.
De hecho, “las regulaciones, tal como fueron codificadas más adelante en la Mishnah, permitían que una persona enferma o lastimada pudiera ser tratada en sábado, pero sólo si la situación representaba una amenaza para la vida. En caso de que la situación fuera crónica [como la del hombre de la mano seca de Lucas 6:1-11], obviamente no estaba cubierta por esa provisión”. Aun así, Jesús confrontó a los fariseos con una pregunta todavía más firme: “Os preguntaré algo: ¿Es permitido en sábado hacer bien, o hacer mal? ¿Salvar la vida, o quitarla?” (Lucas 6:9). Esta misma lógica puede aplicarse a las situaciones de Lucas 13 y 14, en las que sacar a un buey o un asno de un pozo era adecuado, mientras que la sanación de la mujer paralítico y del hidrópico (enfermo de hidropesía, o sea, la acumulación anormal de agua en alguna parte del cuerpo o tejido humano) eran considerados actos ilícitos para el sábado. Al lidiar con los fariseos, Jesús los agarró en su propia trampa, pues “para ellos, omitir hacer el bien era considerado hacer lo malo”. Así, la falta en sanar a aquellos enfermos sería contraria a sus propios principios básicos.
En ninguno de sus milagros de sanidad sabáticos Cristo apuntó a la revocación del mandamiento del sábado. Por el contrario, exaltó su santidad al revelar su significado perdido. Jesús enseñaba que “estar presente y responder a la realidad presente constituye la esencia de su idea acerca del sábado. En la Creación, el compromiso de Dios con la humanidad es descripto por el descanso divino, pero la realidad de la enfermedad y la muerte requiere un mensaje diferente del sábado. Descansar ante las necesidades de los que claman implica un distanciamiento e indiferencia”.
Elena G. de White destacó el mismo principio al afirmar que “no será tenido por inocente quien descuide el alivio del sufrimiento ese día. El santo día de reposo de Dios fue hecho para el hombre, y las obras de misericordia están en perfecta armonía con su propósito. Dios no desea que sus criaturas sufran una hora de dolor que pueda ser aliviada en sábado o cualquier otro día”.
Conclusión
A partir de Cristo, el sábado debería ser considerado a través de las lentes provistas por su vida y muerte. El Creador del sábado vino a confirmar que las cosas creadas en los seis días Él las consideró buenas, pero al sábado Él lo santificó.
Desde el punto de vista teológico, el sábado revela a Dios como Creador, Redentor, ratificador del Pacto y Dador de buenas dádivas. Desde el punto de vista humano, nos recuerda que somos criaturas, que somos iguales delante de Dios, que poseemos un valor singular ante Él, y –al mismo tiempo– nos recuerda la importancia de atributos tales como el amor, la compasión, y la comunión.
Por ello el sábado nos hace recordar que “hay un reino en el tiempo donde el objetivo no es tener, sino ser; no poseer, sino dar; no controlar, sino compartir; no someter, sino ponerse de acuerdo”. Por eso, “el sábado nos conduce al inicio de una conciencia de lo que significa la eternidad”.
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