¿Cuál fue el significado de las plagas en Egipto?
Estaban dirigidas a sus dioses.
Algunos extractos de la obra Filosofía del Plan de Salvación demuestran que las plagas tenían por objeto destruir la confianza de los egipcios en el poder y la protección de sus ídolos:
Primera plaga: El agua se vuelve en sangre.
Éxodo 7:14-21: Entonces Jehová dijo a Moisés: El corazón de Faraón está endurecido, y no quiere dejar ir al pueblo. 15 Ve por la mañana a Faraón, he aquí que él sale al río; y tú ponte a la ribera delante de él, y toma en tu mano la vara que se volvió culebra, 16 y dile: Jehová el Dios de los hebreos me ha enviado a ti, diciendo: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva en el desierto; y he aquí que hasta ahora no has querido oír. 17 Así ha dicho Jehová: En esto conocerás que yo soy Jehová: he aquí, yo golpearé con la vara que tengo en mi mano el agua que está en el río, y se convertirá en sangre. 18 Y los peces que hay en el río morirán, y hederá el río, y los egipcios tendrán asco de beber el agua del río. 19 Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón: Toma tu vara, y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus ríos, sobre sus arroyos y sobre sus estanques, y sobre todos sus depósitos de aguas, para que se conviertan en sangre, y haya sangre por toda la región de Egipto, así en los vasos de madera como en los de piedra.
20 Y Moisés y Aarón hicieron como Jehová lo mandó; y alzando la vara golpeó las aguas que había en el río, en presencia de Faraón y de sus siervos; y todas las aguas que había en el río se convirtieron en sangre. 21 Asimismo los peces que había en el río murieron; y el río se corrompió, tanto que los egipcios no podían beber de él. Y hubo sangre por toda la tierra de Egipto.
“La primera plaga iba dirigida contra Hapi, el dios del Nilo (Éxo. 7: 17-25). La vida en Egipto dependía totalmente del agua de ese río. Donde había agua, había vida. El agua era la fuente de la vida, así que inventaron un dios, Hapi, y lo adoraron como proveedor de vida.
Por supuesto, solo el Dios vivo es la Fuente de la vida, el Creador de todo, incluidos el agua y los alimentos (Gén. 1: 1, 2, 20-22; Sal. 104: 27, 28; 136: 25; Juan 11: 25; 14: 6). Transformar el agua en sangre simboliza transformar la vida en muerte. Hapi no era capaz de dar ni de proteger la vida. Esto solamente es posible mediante el poder del Señor.
El primer milagro, al paso que probaba la autenticidad de la misión de Moisés, destruía las serpientes, que eran entre los egipcios objeto de adoración, y dejaba así patente desde el principio que sus dioses no podían ayudar al pueblo ni tampoco salvarse a sí mismos.
Patriarcas y Profetas, página 269: A Moisés y Aarón se les indicó que a la mañana siguiente se dirigieran a la ribera del río, adonde solía ir el rey. Como las crecientes del Nilo eran la fuente del alimento y la riqueza de todo Egipto, se adoraba a este río como a un dios, y el monarca iba allá diariamente a cumplir sus devociones. En ese lugar los dos hermanos le repitieron su mensaje, y después, alargando la vara, hirieron el agua. La sagrada corriente se convirtió en sangre, los peces murieron, y el río se tornó hediondo. El agua que estaba en las casas, y la provisión que se guardaba en las cisternas también se transformó en sangre. Pero “los encantadores de Egipto hicieron lo mismo”. “El faraón se volvió y regresó a su casa, sin prestar atención tampoco a esto”. La plaga duró siete días, pero sin efecto alguno.
Segunda plaga: Las ranas
Éxodo 8:1-14: Entonces Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón y dile: Jehová ha dicho así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 2 Y si no lo quisieres dejar ir, he aquí yo castigaré con ranas todos tus territorios. 3 Y el río criará ranas, las cuales subirán y entrarán en tu casa, en la cámara donde duermes, y sobre tu cama, y en las casas de tus siervos, en tu pueblo, en tus hornos y en tus artesas. 4 Y las ranas subirán sobre ti, sobre tu pueblo, y sobre todos tus siervos. 5 Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón: Extiende tu mano con tu vara sobre los ríos, arroyos y estanques, para que haga subir ranas sobre la tierra de Egipto. 6 Entonces Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, y subieron ranas que cubrieron la tierra de Egipto. 7Y los hechiceros hicieron lo mismo con sus encantamientos, e hicieron venir ranas sobre la tierra de Egipto.
8 Entonces Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: Orad a Jehová para que quite las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré ir a tu pueblo para que ofrezca sacrificios a Jehová. 9 Y dijo Moisés a Faraón: Dígnate indicarme cuándo debo orar por ti, por tus siervos y por tu pueblo, para que las ranas sean quitadas de ti y de tus casas, y que solamente queden en el río. 10 Y él dijo: Mañana. Y Moisés respondió: Se hará conforme a tu palabra, para que conozcas que no hay como Jehová nuestro Dios. 11 Y las ranas se irán de ti, y de tus casas, de tus siervos y de tu pueblo, y solamente quedarán en el río. 12 Entonces salieron Moisés y Aarón de la presencia de Faraón. Y clamó Moisés a Jehová tocante a las ranas que había mandado a Faraón. 13 E hizo Jehová conforme a la palabra de Moisés, y murieron las ranas de las casas, de los cortijos y de los campos. 14 Y las juntaron en montones, y apestaba la tierra.
“El segundo milagro iba dirigido contra el río Nilo, el cual era otro objeto de veneración religiosa para los egipcios. Tenían este río por santo, como los hindúes consideran el Ganges; y hasta veneraban los peces de sus aguas como dignos de adoración. Bebían el agua con reverencia y deleite, y creían que había en sus ondas una fuerza divina que curaba las enfermedades del cuerpo. El agua de este objeto de su homenaje idólatra se transformó en sangre; los animales que contenía y que los egipcios adoraban se convirtieron en una masa de podredumbre.
El Señor se enfrentó esta vez directamente a Heket, la diosa de las ranas (Éxo. 8: 1-15). En lugar de vida, el Nilo produjo ranas, que los egipcios temían y detestaban. Quisieron deshacerse de ellas. El momento preciso en que esta plaga fue eliminada demostró que el poder de Dios también estaba detrás de ella.
Patriarcas y Profetas, página 270: Nuevamente se alzó la vara sobre las aguas, y del río salieron ranas que se esparcieron por toda la tierra. Invadieron las casas, donde tomaron posesión de las alcobas, y aun de los hornos y las artesas. Este animal era considerado por los egipcios como sagrado, y no querían destruirlo. Pero las viscosas ranas se volvieron intolerables. Pululaban hasta en el palacio del faraón, y el rey estaba impaciente por alejarlas de allí. Los magos habían aparentado producir ranas, pero no pudieron quitarlas. Al verlo, el faraón fue humillado. Llamó a Moisés y a Aarón y dijo: “Orad a Jehová para que aparte las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré ir a tu pueblo para que ofrezca sacrificios a Jehová”. Luego de recordar al rey su jactancia anterior, le pidieron que designara el tiempo en que debieran orar para que desapareciera la plaga. El faraón designó el día siguiente, con la secreta esperanza de que en el intervalo las ranas desapareciesen por sí solas, librándolo de esa manera de la amarga humillación de someterse al Dios de Israel. La plaga, sin embargo, continuó hasta el tiempo señalado, en el cual en todo Egipto murieron las ranas, pero permanecieron sus cuerpos putrefactos corrompiendo la atmósfera.
Tercera plaga: Los piojos
Éxodo 8:16-17: Entonces Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón: Extiende tu vara y golpea el polvo de la tierra, para que se vuelva piojos por todo el país de Egipto. 17 Y ellos lo hicieron así; y Aarón extendió su mano con su vara, y golpeó el polvo de la tierra, el cual se volvió piojos, así en los hombres como en las bestias; todo el polvo de la tierra se volvió piojos en todo el país de Egipto.
“El tercer milagro estaba destinado a alcanzar el mismo fin: destruir la fe en el río como objeto de adoración. Se hizo producir por las aguas del Nilo una inmensa cantidad de ranas que infestaron toda la tierra y molestaron mucho al pueblo. De modo que por el poder del Dios verdadero su ídolo fué contaminado y transformado en una fuente de peligro para los moradores.
La tercera plaga tiene la descripción más breve (Éxo. 8: 16-19). No es posible saber con certeza qué tipo de insectos (heb. kinnim) intervinieron. Pudieron ser mosquitos, garrapatas o piojos. La plaga estaba dirigida contra Geb, el dios egipcio de la tierra. Del polvo de ella (ecos de la historia bíblica de la Creación), Dios hizo salir los insectos que se extendieron por doquier. Incapaces de duplicar este milagro (solo Dios puede crear vida), los magos declararon: «Dedo de Dios es este» (Éxo. 8: 19). Sin embargo, el faraón se negó a ceder.
“Por el cuarto milagro de una serie cuya fuerza y severidad iban en aumento, vinieron piojos sobre los hombres y las bestias por toda la tierra. ‘Ahora bien—dice Gleig,—si se recuerda que nadie podía acercarse a los altares de Egipto en caso de llevar sobre sí un insecto tan impuro, y si los sacerdotes, para resguardarse contra el más leve riesgo de contaminación, llevaban solamente vestiduras de lino y se rasuraban la cabeza y el cuerpo todos los días,* se puede imaginar la severidad de este castigo milagroso impuesto a la idolatría egipcia. Mientras duró, ningún acto de adoración pudo llevarse a cabo, y fué tan grave que los magos mismos exclamaron: ‘Dedo de Dios es éste.’
Patriarcas y Profetas, página 270-271: Pero al ver el faraón que le habían dado reposo, endureció su corazón”. Entonces, en virtud del mandamiento de Dios, Aarón alargó la mano, y el polvo de la tierra se convirtió en piojos por todos los ámbitos de Egipto. El faraón llamó a sus magos para que hicieran lo mismo, pero no pudieron. La obra de Dios se manifestó entonces superior a la de Satanás. Los magos mismos reconocieron: “Es el dedo de Dios”. Pero él permanecía inconmovible.
Cuarta plaga: Las moscas
Éxodo 8:20-24: Jehová dijo a Moisés: Levántate de mañana y ponte delante de Faraón, he aquí él sale al río; y dile: Jehová ha dicho así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 21 Porque si no dejas ir a mi pueblo, he aquí yo enviaré sobre ti, sobre tus siervos, sobre tu pueblo y sobre tus casas toda clase de moscas; y las casas de los egipcios se llenarán de toda clase de moscas, y asimismo la tierra donde ellos estén. 22 Y aquel día yo apartaré la tierra de Gosén, en la cual habita mi pueblo, para que ninguna clase de moscas haya en ella, a fin de que sepas que yo soy Jehová en medio de la tierra. 23 Y yo pondré redención entre mi pueblo y el tuyo. Mañana será esta señal. 24 Y Jehová lo hizo así, y vino toda clase de moscas molestísimas sobre la casa de Faraón, sobre las casas de sus siervos, y sobre todo el país de Egipto; y la tierra fue corrompida a causa de ellas.
Wadjet era la diosa egipcia de las moscas y los pantanos. A su vez, el dios Jepri (la deidad del sol naciente, la creación y el renacimiento) era representado con la cabeza de un escarabajo. Estos «dioses» fueron derrotados por el Señor. Mientras que los egipcios sufrían, los hebreos estaban protegidos (Éxo. 8: 20-24). De hecho, ninguna otra plaga los afectó.
De nuevo, todo esto fue un intento de Dios de hacer saber al faraón que «yo soy el Señor en medio de la tierra» (Éxo. 8: 22).
“El quinto milagro tenía por objeto destruir la confianza del pueblo en Belcebú, o dios de las moscas, que era reverenciado como protector capaz de evitar los enjambres de moscas hambrientas que solían apestar la tierra durante la canícula y, según los egipcios, sólo eran eliminadas por la voluntad de ese ídolo. El milagro realizado ahora por Moisés probaba terminantemente la impotencia de Belcebú y obligaba al pueblo a buscar en otra parte auxilio y alivio del terrible castigo que sufría.
Patriarcas y Profetas, página 271: Las súplicas y amonestaciones no tuvieron ningún efecto, y se impuso otro castigo. Se predijo la fecha en que había de suceder para que no se dijera que había acontecido por casualidad. Las moscas llenaron las casas y lo invadieron todo, “y la tierra fue corrompida a causa de ellas”. Estas moscas eran grandes y venenosas y sus picaduras eran muy dolorosas para hombres y animales. Como se había pronosticado, esta plaga no se extendió a la tierra de Gosén.
Quinta plaga: Muerte del ganado
Éxodo 9:1-6: Entonces Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón, y dile: Jehová, el Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 2 Porque si no lo quieres dejar ir, y lo detienes aún, 3 he aquí la mano de Jehová estará sobre tus ganados que están en el campo, caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas, con plaga gravísima. 4 Y Jehová hará separación entre los ganados de Israel y los de Egipto, de modo que nada muera de todo lo de los hijos de Israel. 5 Y Jehová fijó plazo, diciendo: Mañana hará Jehová esta cosa en la tierra. 6 Al día siguiente Jehová hizo aquello, y murió todo el ganado de Egipto; mas del ganado de los hijos de Israel no murió uno.
Mientras tanto, la siguiente plaga (Éxo. 9: 1-7) cae sobre el ganado. Hathor, la diosa egipcia del amor y la protección, era representada con cabeza de vaca. El dios toro Apis también era muy popular y apreciado en el antiguo Egipto. Por lo tanto, esas otras deidades principales fueron derrotadas al morir el ganado de los egipcios durante la quinta plaga.
“El sexto milagro (5ta plaga), que destruyó el ganado, excepto el de los israelitas, tenía por fin anular todo el sistema que hacía rendir culto a los animales. Este sistema, tan degradante y grosero, había llegado a ser un monstruo de muchas cabezas entre los egipcios. Tenían su toro sagrado, y otros muchos animales sagrados, como el carnero, la ternera, la cabra, pero todos fueron muertos por intervención del Dios de Moisés. En esa forma, por un solo acto de su poder, Jehová manifestó su supremacía y destruyó la misma existencia de los ídolos bestiales.
Patriarcas y Profetas, página 272: Siguió un golpe más terrible; la peste atacó a todo el ganado egipcio que estaba en los campos. Tanto los animales sagrados como las bestias de carga, las vacas, bueyes, ovejas, caballos, camellos y asnos, todos fueron destruidos. Se había dicho claramente que los hebreos serían exonerados; y el faraón, al enviar mensajeros a las casas de los israelitas, comprobó la veracidad de esta declaración de Moisés. “Del ganado de los hijos de Israel no murió ni un animal”. Todavía el rey se mantenía obstinado.
Sexta plaga: Las úlceras
Éxodo 9:8-10: Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Tomad puñados de ceniza de un horno, y la esparcirá Moisés hacia el cielo delante de Faraón; 9 y vendrá a ser polvo sobre toda la tierra de Egipto, y producirá sarpullido con úlceras en los hombres y en las bestias, por todo el país de Egipto. 10 Y tomaron ceniza del horno, y se pusieron delante de Faraón, y la esparció Moisés hacia el cielo; y hubo sarpullido que produjo úlceras tanto en los hombres como en las bestias.
En la sexta plaga (Éxo. 9: 8-12) se pone de manifiesto la derrota total de Isis, la diosa de la medicina, la magia y la sabiduría. También vemos la derrota de deidades como Sejmet (diosa de la guerra y las epidemias) e Imhotep (dios de la medicina y la curación), incapaces de proteger a sus propios adoradores. Irónicamente, ahora incluso los magos y los hechiceros están tan afligidos que no pueden comparecer ante el tribunal, lo que demuestra que están indefensos ante el Creador del Cielo y de la Tierra.
“Acerca de cuán apropiada era la sexta plaga (o séptimo milagro), dice el escritor citado anteriormente, el lector recibirá una impresión mejor cuando se le recuerde que en Egipto había varios altares sobre los cuales se ofrecían ocasionalmente sacrificios humanos, para propiciar a Tifón, o sea el principio del mal. Como estas víctimas eran quemadas vivas, las cenizas eran recogidas por los sacerdotes que oficiaban, quienes las arrojaban luego al aire y las esparcían así para que el mal se desviara de todo sitio adonde un átomo de estas cenizas fuera llevado. Siguiendo las instrucciones de Jehová, Moisés tomó un puñado de cenizas del horno (el cual era muy probablemente usado con frecuencia por los egipcios en esa época para apartar las plagas), y lo arrojó al aire, como acostumbraban hacer los sacerdotes; pero en vez de impedir el mal, hizo brotar tumores y llagas en todos los habitantes de la tierra. Ni el rey, ni los sacerdotes ni el pueblo escaparon. De modo que los ritos sangrientos de Tifón se convirtieron en una maldición para los idólatras, se confirmó la supremacía de Jehová y se insistió en la liberación de los israelitas.
Patriarcas y Profetas, página 272: Cuando se esparcieron las cenizas hacia el cielo, las diminutas partículas se diseminaron por toda la tierra de Egipto, y doquiera cayeran producían granos, “hubo sarpullido que produjo úlceras tanto en los hombres como en las bestias”. Hasta entonces los sacerdotes y los magos habían alentado al faraón en su obstinación, pero ahora el castigo los había alcanzado también a ellos. Atacados por una enfermedad repugnante y dolorosa, ya no pudieron luchar contra el Dios de Israel, y el poder del que habían alardeado los hizo despreciables. Toda la nación vio cuán insensato era confiar en los magos, ya que ni siquiera podían protegerse a sí mismos.
Séptima plaga: El granizo.
Éxodo 9: 13-26: Entonces Jehová dijo a Moisés: Levántate de mañana, y ponte delante de Faraón, y dile: Jehová, el Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 14 Porque yo enviaré esta vez todas mis plagas a tu corazón, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, para que entiendas que no hay otro como yo en toda la tierra. 15 Porque ahora yo extenderé mi mano para herirte a ti y a tu pueblo de plaga, y serás quitado de la tierra. 16 Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra. 17 ¿Todavía te ensoberbeces contra mi pueblo, para no dejarlos ir? 18 He aquí que mañana a estas horas yo haré llover granizo muy pesado, cual nunca hubo en Egipto, desde el día que se fundó hasta ahora. 19 Envía, pues, a recoger tu ganado, y todo lo que tienes en el campo; porque todo hombre o animal que se halle en el campo, y no sea recogido a casa, el granizo caerá sobre él, y morirá. 20 De los siervos de Faraón, el que tuvo temor de la palabra de Jehová hizo huir sus criados y su ganado a casa; 21 mas el que no puso en su corazón la palabra de Jehová, dejó sus criados y sus ganados en el campo.
22 Y Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que venga granizo en toda la tierra de Egipto sobre los hombres, y sobre las bestias, y sobre toda la hierba del campo en el país de Egipto. 23 Y Moisés extendió su vara hacia el cielo, y Jehová hizo tronar y granizar, y el fuego se descargó sobre la tierra; y Jehová hizo llover granizo sobre la tierra de Egipto. 24 Hubo, pues, granizo, y fuego mezclado con el granizo, tan grande, cual nunca hubo en toda la tierra de Egipto desde que fue habitada. 25 Y aquel granizo hirió en toda la tierra de Egipto todo lo que estaba en el campo, así hombres como bestias; asimismo destrozó el granizo toda la hierba del campo, y desgajó todos los árboles del país. 26 Solamente en la tierra de Gosén, donde estaban los hijos de Israel, no hubo granizo.
Nut era la diosa egipcia del Cielo, y a menudo se la representaba controlando lo que ocurría bajo el Cielo y en la Tierra. Osiris era el dios de las cosechas y la fertilidad. En la Biblia, el granizo se asocia a menudo con el juicio de Dios (Isa. 28: 2, 17; Eze. 13: 11-13). Durante esta plaga, quienes resguardaran sus bienes en un lugar seguro estarían protegidos (Éxo. 9: 20, 21). Todos son ahora puestos a prueba.
Patriarcas y Profetas, página 274-275: El faraón fue amenazado con una plaga de granizo y se le advirtió: “Envía, pues, a recoger tu ganado y todo lo que tienes en el campo, porque todo hombre o animal que se halle en el campo y no sea recogido en casa, el granizo caerá sobre él, y morirá”. La lluvia o el granizo eran en Egipto una cosa inusitada, y, tormenta como la predicha, nunca antes se había visto. La noticia se extendió rápidamente, y todos los que creyeron la palabra del Señor reunieron su ganado, mientras los que menospreciaron la advertencia lo dejaron en el campo. En esa forma, en medio de un castigo se manifestó la misericordia de Dios, se probó a las personas, y se mostró cuántos habían sido llevados a temer a Dios mediante la manifestación de su poder. PP 243.2
La tormenta llegó según lo predicho: truenos, granizo y fuego mezclados, “tan grande cual nunca hubo en toda la tierra de Egipto desde que fue habitada. Aquel granizo hirió en toda la tierra de Egipto todo lo que estaba en el campo, así hombres como bestias; también destrozó el granizo toda la hierba del campo, y desgajó todos los árboles del país”. La ruina y la desolación marcaron la senda del ángel destructor. Únicamente se salvó la región de Gosén. Se demostró a los egipcios que la tierra está bajo el dominio del Dios viviente, que los elementos responden a su voz, y que la verdadera seguridad está en obedecerlo.
Octava plaga: Las langostas
Éxodo 10:1-15: Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón; porque yo he endurecido su corazón, y el corazón de sus siervos, para mostrar entre ellos estas mis señales, 2 y para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto, y mis señales que hice entre ellos; para que sepáis que yo soy Jehová. 3 Entonces vinieron Moisés y Aarón a Faraón, y le dijeron: Jehová el Dios de los hebreos ha dicho así: ¿Hasta cuándo no querrás humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 4 Y si aún rehúsas dejarlo ir, he aquí que mañana yo traeré sobre tu territorio la langosta, 5 la cual cubrirá la faz de la tierra, de modo que no pueda verse la tierra; y ella comerá lo que escapó, lo que os quedó del granizo; comerá asimismo todo árbol que os fructifica en el campo. 6 Y llenará tus casas, y las casas de todos tus siervos, y las casas de todos los egipcios, cual nunca vieron tus padres ni tus abuelos, desde que ellos fueron sobre la tierra hasta hoy. Y se volvió y salió de delante de Faraón. 7 Entonces los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo será este hombre un lazo para nosotros? Deja ir a estos hombres, para que sirvan a Jehová su Dios. ¿Acaso no sabes todavía que Egipto está ya destruido? 8 Y Moisés y Aarón volvieron a ser llamados ante Faraón, el cual les dijo: Andad, servid a Jehová vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir? 9 Moisés respondió: Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros viejos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; con nuestras ovejas y con nuestras vacas hemos de ir; porque es nuestra fiesta solemne para Jehová. 10 Y él les dijo: ¡Así sea Jehová con vosotros! ¿Cómo os voy a dejar ir a vosotros y a vuestros niños? ¡Mirad cómo el mal está delante de vuestro rostro! 11 No será así; id ahora vosotros los varones, y servid a Jehová, pues esto es lo que vosotros pedisteis. Y los echaron de la presencia de Faraón.
12 Entonces Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para traer la langosta, a fin de que suba sobre el país de Egipto, y consuma todo lo que el granizo dejó. 13 Y extendió Moisés su vara sobre la tierra de Egipto, y Jehová trajo un viento oriental sobre el país todo aquel día y toda aquella noche; y al venir la mañana el viento oriental trajo la langosta. 14 Y subió la langosta sobre toda la tierra de Egipto, y se asentó en todo el país de Egipto en tan gran cantidad como no la hubo antes ni la habrá después; 15 y cubrió la faz de todo el país, y oscureció la tierra; y consumió toda la hierba de la tierra, y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo; no quedó cosa verde en árboles ni en hierba del campo, en toda la tierra de Egipto.
El dios egipcio de la tormenta, la guerra y el desorden se llamaba Seth. Tanto él como Isis eran además considerados deidades de la agricultura. Shu era el dios de la atmósfera. Serapis personificaba la majestad divina, la fertilidad, la curación y la vida después de la muerte. Sin embargo, ninguno de los dioses egipcios podía detener los juicios de Dios (Éxo. 10: 4-20) porque los ídolos no son nada (Isa. 44: 9, 10, 12-17).
“El milagro noveno (8va plaga) iba dirigido contra el culto de Serapis, cuyo oficio especial era proteger el país contra las langostas. Periódicamente esos insectos destructores caían sobre la tierra en grandes nubes, y, como una maldición entenebrecedora, devoraban y destruían los frutos de los campos y el verdor de los bosques. A la orden de Moisés vinieron estos terribles insectos, y sólo se retiraron cuando el mismo Moisés se lo ordenó. Así se hizo manifiesta la impotencia de Serapis, y se les enseñó a los idólatras cuán insensato y fútil era confiar en otra protección que la de Jehová, Dios de Israel.
Patriarcas y Profetas, página 276-277: Moisés advirtió al monarca de que si se empeñaba en su obstinación, se enviaría una plaga de langostas, que cubrirían la faz de la tierra, y comerían todo lo verde que aun quedaba; llenarían las casas, y aun el palacio mismo; tal plaga sería, dijo, “cual nunca vieron tus padres ni tus abuelos, desde que ellos aparecieron sobre la tierra hasta hoy”…
Moisés entonces extendió su vara por sobre la tierra, y sopló un viento del este, y trajo langostas. “en tan gran cantidad como no la hubo antes ni la habrá después”. Llenaron el cielo hasta que la tierra se oscureció, y devoraron toda cosa verde que quedaba.
Novena plaga: Las tinieblas
Éxodo 10:21-23: Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tanto que cualquiera las palpe. 22 Y extendió Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días. 23 Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones.
Por último, Ra era la principal deidad egipcia, el dios del Sol, mientras que Tut era un dios lunar. Sin embargo, ninguno de ellos era capaz de proveer luz. El faraón intenta nuevamente negociar, aunque sin éxito. Un período de tres días de oscuridad asoló Egipto, pero había luz donde vivían los israelitas. La separación no podía ser más espectacular.
Patriarcas y Profetas, página 277: De repente una gran oscuridad se asentó sobre la tierra, tan densa y negra que parecía que se podía palpar. No solo quedó la gente privada de luz, sino que también la atmósfera se puso muy pesada, de tal manera que era difícil respirar. “Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; pero todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones”. El sol y la luna eran para los egipcios objetos de adoración; en estas tinieblas misteriosas tanto la gente como sus dioses fueron heridos por el poder que había patrocinado la causa de los siervos.
Décima plaga: Muerte a los primogénitos
Éxodo 12: 29-30: Y aconteció que a la medianoche Jehová hirió a todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón que se sentaba sobre su trono hasta el primogénito del cautivo que estaba en la cárcel, y todo primogénito de los animales. 30 Y se levantó aquella noche Faraón, él y todos sus siervos, y todos los egipcios; y hubo un gran clamor en Egipto, porque no había casa donde no hubiese un muerto.
“El octavo milagro y el décimo (9no) iban dirigidos contra la adoración de Isis y Osiris, a quienes, juntamente con el río Nilo, ponían en primer lugar en la larga serie de sus dioses.* Estos ídolos eran originalmente los que representaban el sol y la luna; se creía que dominaban la luz y los elementos; y su culto predominaba en alguna forma entre todas las naciones más antiguas. Los milagros que iban dirigidos contra el culto de Isis y Osiris debieron hacer una profunda impresión tanto en los israelitas como en los egipcios. En un país donde llueve muy rara vez, donde la atmósfera está siempre en calma y los astros brillan cada noche, ¡cuán grande debió ser el terror que se apoderó de todos durante la rebelión de los elementos que se menciona en los anales hebreos; en ese largo plazo de tres días y tres noches cuando la lobreguez de las densas tinieblas se extendía como paño mortuorio sobre toda la tierra! Jehová de los ejércitos ordenó a la naturaleza que le proclamase Dios verdadero; el Dios de Israel confirmó su supremacía y ejerció su poder para envilecer los ídolos, destruir la idolatría y librar a los descendientes de Abrahán de la tierra de su esclavitud.
“Habiéndose revelado así el Todopoderoso como el Dios verdadero, gracias a su intervención milagrosa, después de continuar ejerciendo su poder en las medidas adaptadas a destruir las distintas formas de idolatría que existían en Egipto, el undécimo y último milagro fué un castigo encaminado a manifestar a todos los intelectos que Jehová era el Dios que ejecuta juicios en la tierra.” Apéndice PP54 824.1
Además, el número diez es significativo en el simbolismo bíblico, ya que representa la plenitud, o lo completo. (Piensa en los Diez Mandamientos como una revelación completa de la ley moral divina). Las diez plagas en Egipto señalan la plena expresión de la justicia y el castigo divinos.
Dios es el Juez, y está en contra del orgullo, la injusticia, la discriminación, la arrogancia, la explotación, la crueldad y el egoísmo. Está del lado de quienes sufren; de los abusados, maltratados y perseguidos. Dios ejecutará la justicia, que es en verdad otra expresión de su amor. (Ver Sal. 2: 12; 33: 5; 85: 11; 89: 14; 101: 1; Isa. 16: 5; Jer. 9: 24).
La última plaga en Egipto cayó sobre los primogénitos. Fue un juicio divino sobre todos los dioses de Egipto y sobre todas las familias que adoraban a estos dioses falsos, ídolos sin valor que reflejaban las propias pasiones, deseos y temores de la gente.
Como habían demostrado las plagas anteriores, estos ídolos eran incapaces de salvar al pueblo. Su inutilidad era aún más evidente ahora, durante la décima plaga, la que produjo las mayores consecuencias para los egipcios.
Patriarcas y Profetas, página 284-285: Antes de ejecutar esta sentencia, el Señor por medio de Moisés instruyó a los hijos de Israel acerca de su salida de Egipto, sobre todo para librarlos de la plaga inminente. Cada familia, sola o reunida con otra, había de matar un cordero o un cabrito, “sin defecto”, y con un hisopo tenía que tomar de la sangre y ponerla “en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer”, para que el ángel destructor que pasaría a medianoche, no entrara a aquella morada. Debían de comer la carne asada, con hierbas amargas y pan sin levadura, de noche, y como Moisés dijo: “ceñidos con un cinto, con vuestros pies calzados y con el bastón en la mano; y lo comeréis apresuradamente. Es la Pascua de Jehová”. Éxodo 12:11. PP 248.2
El Señor declaró: “Yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias, y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto […]. La sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; veré la sangre y pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto”…
A la medianoche hubo “un gran clamor en Egipto, porque no había casa donde no hubiera un muerto”. Todos los primogénitos de la tierra, “desde el primogénito del faraón que se sentaba sobre su trono, hasta el primogénito del cautivo que estaba en la cárcel, y todo primogénito de los animales” (Éxodo 12:29-33), fueron asesinados por el ángel exterminador. A través del vasto reino de Egipto, el orgullo de toda casa había sido humillado. Los gritos y gemidos de los dolientes llenaban los aires. El rey y los cortesanos, con rostros pálidos y piernas temblorosas, estaban aterrados por el horror prevaleciente. El faraón recordó entonces que una vez había exclamado: “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel (Exodo 5:2).
Razones de las plagas
Patriarcas y Profetas, página 284-285: Dios habla a los hombres por medio de sus siervos, dándoles amonestaciones y advertencias y censurando el pecado. Da a cada uno oportunidad de corregir sus errores antes de que se arraiguen en el carácter; pero si uno se niega a corregirse, el poder divino no se interpone para contrarrestar la tendencia de su propia acción. La persona encuentra que le es más fácil repetirla. Va endureciendo su corazón contra la influencia del Espíritu Santo. Al rechazar después la luz se coloca en una posición en la cual aun una influencia mucho más fuerte será ineficaz para producir una impresión permanente. PP 242.3
El que cedió una vez a la tentación cederá con más facilidad la segunda vez. Toda repetición del pecado aminora la fuerza para resistir, ciega los ojos y ahoga la convicción. Toda semilla de complacencia propia que se siembre dará fruto. Dios no obra milagros para impedir la cosecha. “Todo lo que el hombre siembre, eso también segará”. Gálatas 6:7. El que manifiesta una temeridad incrédula e indiferencia hacia la verdad divina, no cosecha sino lo que sembró. Es así como las multitudes escuchan con obstinada indiferencia las verdades que una vez conmovieron sus almas. Sembraron descuido y resistencia a la verdad, y eso es lo que recogen. PP 242.4
Los que están tratando de tranquilizar una conciencia culpable con la idea de que pueden cambiar su mala conducta cuando quieran, de que pueden jugar con las invitaciones de la misericordia, y todavía seguir siendo impresionados, lo hacen por su propia cuenta y riesgo. Ponen toda su influencia del lado del gran rebelde, y creen que en un momento de suma necesidad, cuando el peligro los rodee, podrán cambiar de jefe sin dificultad. Pero esto no puede realizarse tan fácilmente. La experiencia, la educación, la práctica de una vida de pecaminosa complacencia, amoldan tan completamente el carácter que impiden recibir entonces la imagen de Jesús. Si la luz no hubiera alumbrado su senda, su situación habría sido diferente. La misericordia podría interponerse, y darles oportunidad de aceptar sus ofrecimientos; pero después que la luz haya sido rechazada y menospreciada durante mucho tiempo será, por fin, retirada.
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