¿De qué trata el Libro de Job?

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¿De qué trata el Libro de Job?

 

Siguiendo un sencillo esquema-registro histórico, el libro prescrita la solución al problema del sufrimiento en una serie de diálogos entre Job y sus amigos; y más tarde, entre Job y Dios. Luego se añade un breve epílogo histórico que informa de la culminación de su experiencia. La pregunta clave es: «¿Por qué sufren los justos?» Su respuesta: Satanás es el autor del sufrimiento, como también el de la teoría de que es un castigo divino por el pecado. El dolor es el resultado de la operación del genio del mal que actúa en el universo, y no necesariamente de los actos equivocados del sufriente. El papel de Dios en el sufrimiento humano se limita a permitir que exista. Esto no significa una negación de la ley de la recompensa y del castigo (por ejemplo, el diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra y de los ejércitos asirios, etc.; véase Gá. 6:7-9). Es cierto que el persistente rechazo de aceptar la voluntad divina producirá desgracias (Ex. 23:30-33; Dt. 28; Sal. 1; Jer. 31:29, 30; Ez. 18), pero que el dolor sea un resultado natural del pecado que opera en el universo, no necesariamente implica que se lo pueda atribuir a un pecado particular. En un mundo en el que prevalece el pecado, a menudo los justos sufren junto con los culpables, mientras que algunas veces los impíos parecen prosperar por un tiempo (cf Sal. 37:7; Jer. 12:1).

Cuando se abre la narración, Job está en la cumbre de la prosperidad: es un hombre «perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal» (Job 1:1). Pero repentinamente, y sin causa aparente, se lo reduce a la situación en que la muerte parece más deseable que la vida (1:13-21 2:9; 3:1-3, 20, 21): sin embargo, «en todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno» (1:22). En base a la tradición de que el sufrimiento es castigo por el pecado, la esposa de Job juzga la situación como desesperada (2:9), y sus mejores amigos, que presumiblemente vinieron a consolarlo (v 11), sólo logran profundizar su miseria (16:2). A Job le parece que aun Dios ya no lo entiende ni se interesa por él (cp 23). Aparentemente abandonado, tanto por Dios como por los hombres, y postrado en un profundo y oscuro abismo de desánimo, sin embargo mantiene encendida, aunque vacilante, la llama de la fe. No pretende estar sin pecado, pero protesta porque no conoce ninguna explicación racional de su sufrimiento, basado en la premisa de que el castigo es la retribución por un supuesto crimen. En un supremo acto de fe entrega su camino a Dios, aun en la muerte, confiado de que a su tiempo Dios tendrá «afecto a la hechura» de sus manos (14:12-15). Su fe en que Dios es bueno lo lleva a triunfar sobre las circunstancias más abrumadoras. Lenta, pero segura, su fe lo levanta del abismo en el que Satanás lo había arrojado, hasta que finalmente Dios le aclara la visión como para ver al problema en su verdadera perspectiva: desde el punto de vista 648 de la filosofía divina. La paciencia e integridad de Job, a pesar de las tragedias abrumadoras, vindica la justicia de Dios en su trato con los hombres y refuta la teoría de que el sufrimiento es una retribución divina por la mala conducta humana.


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