El Código Da Vinci

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La exitosa novela de Dan Brown, El Código Da Vinci, ha generado un enorme interés en el público lector. A la fecha, el libro ha vendido más de 40 millones de ejemplares y traducida a 44 idiomas y ahora llevada al cine por el director el director Ron Howard (con Tom Hanks de protagonista, Jean Reno, Autrey Tautou, Alfred Molina, Ian McKellen, etc.). Se estima que más de mil millones de personas acudirán a ver la película. Los protagonistas se ven envueltos en un thriller de aventura, descifrando la simbología secreta en la pintura de Leonardo Da Vinci.

Pero, ¿por qué tanto alboroto? Y ¿por qué ha causado tanto revuelo la novela de Brown?

LA NOVELA 

La historia que Dan Brown, autor de El Código Da Vinci relata, es la siguiente: Robert Langdon, estudioso norteamericano y profesor de simbología religiosa en la Universidad de Harvard, se halla en París dictando unas conferencias. De pronto, es acusado del asesinato del curador del Museo del Louvre, Jacques Saunier, quien es hallado muerto en el mismo museo, desnudo y con un pentagrama y un mensaje en clave pintado con su sangre, mencionando además a Langdon. La policía piensa que Langdon es el asesino y trata de incriminarlo. Aparece en escena Sophie Neveau, criptóloga de la policía, y nieta de Saunier, quien convencida de la inocencia de Langdon, lo ayuda a escapar. El desarrollo de la novela muestra que Saunier pertenece a una sociedad secreta llamada “El priorato de Sión”, cuya misión es proteger el secreto más valioso de la historia, el Santo Grial. Pero no se trata del cáliz donde, según la leyenda, fue recogida la sangre de Cristo. El Santo Grial es, en realidad, el vientre de María Magdalena, quien fue esposa de Jesús y con quien tuvo una hija, origen de la dinastía real francesa. Esta “verdad” fue ocultada por la Iglesia Católica, que cambió la historia y convirtió a Jesucristo en Hijo de Dios y Dios, siendo un simple maestro. Pero fue la sociedad secreta llamada “Priorato de Sión” quien tuvo a su cargo la protección de la descendencia de Jesús y de María Magdalena, considerada como una “diosa” femenina. Entre los jefes del Priorato, destaca Leonardo Da Vinci, quien en sus cuadros y dibujos (como La Última Cena y la Monalisa) muestra las claves para descubrir este secreto. La Iglesia Católica trata de hacer desaparecer este gran secreto, y un monje asesino perteneciente al Opus Dei, el albino Silas, persigue a Langdon y a Sophie Neveau, que lo llevarán hasta el Grial. Huyendo, estos dos últimos van en busca de Leigh Teabing, un sabio inglés radicado en Francia, para que los ayude. Teabing los saca de Francia y les cuenta el significado del Grial. Al fin, en Inglaterra se descubre el misterio, y se revela que es Teabing quien está detrás de los asesinatos y ha manipulado al Opus Dei para que le obtengan el secreto tan buscado. Sophie resulta ser descendiente de Jesús y María Magdalena, y la novela termina con Langdon arrodillado ante la pirámide del Museo del Louvre, en París, adorando la tumba de María Magdalena, allí enterrada. Todo esto ocurre en el espacio de un día, a lo largo de 105 capítulos y 557 páginas de trepidante acción.

Entonces, preguntará usted, ¿cuál es el secreto? El lugar, la verdadera identidad, del muy buscado Santo Grial. Pero, en la novela de Brown, el Grial no es la copa supuestamente usada por Cristo en la Última Cena. Más bien, es la persona de María Magdalena, ¡la esposa de Jesús, que mantuvo el linaje real de Cristo dando a luz a su hijo! ¡El Priorato de Sion guarda celosamente la ubicación secreta de la tumba de María y está encargado de proteger el linaje de Jesús, que ha continuado hasta hoy!

El mensaje que transmite la novela es básicamente el siguiente:

1.. Jesús no es Dios: ningún cristiano pensaba que Jesús es Dios hasta que el emperador Constantino lo deificó en el concilio de Nicea del 325.

2.. Jesús tuvo como compañera sexual a María Magdalena; sus hijos, portadores de su sangre, son el Santo Grial (sangre de rey = sang real = Santo Grial), fundadores de la dinastía Merovingia en Francia (y antepasados de la protagonista de la novela).

3.. Jesús y María Magdalena representaban la dualidad masculina-femenina (como Marte y Atenea, Isis y Osiris); los primeros seguidores de Jesús adoraban «el sagrado femenino»; esta adoración a lo femenino está oculta en las catedrales construidas por los Templarios, en la secreta Orden del Priorato de Sión -a la que pertenecía Leonardo Da Vinci- y en mil códigos culturales secretos más.

4.. La malvada Iglesia Católica inventada por Constantino en el 325 persiguió a los tolerantes y pacíficos adoradores de lo femenino, matando millones de brujas en la Edad Media y el Renacimiento, destruyendo todos los evangelios gnósticos que no les gustaban y dejando sólo los cuatro evangelios que les convenían bien retocados. En la novela el maquiavélico Opus Dei trata de impedir que los héroes saquen a la luz el secreto: que el Grial son los hijos de Jesús y la Magdalena y que el primer dios de los «cristianos» gnósticos era femenino.

¿Inventó Constantino el cristianismo?

Toda la base «histórica» de Brown descansa sobre una fecha: el concilio de Nicea del año 325. Según sus tesis, antes de esta fecha, el cristianismo era un movimiento muy abierto, que aceptaba «lo divino femenino», que no veía a Jesús como Dios, que escribía muchos evangelios.

En este año, de repente, el emperador Constantino, un adorador del culto -masculino- al Sol Invicto se apoderó del cristianismo, desterró a «la diosa», convirtió al profeta Jesús en un héroe-dios solar y montó una redada a la manera stalinista para hacer desaparecer los evangelios que no le gustaban.

Para cualquier lector con algo de cultura histórica esta hipótesis resulta absurda por al menos dos razones:

1.. Tenemos textos que demuestran que el cristianismo antes del 325 no era como dice la novela y que los textos gnósticos eran tan ajenos a los cristianos como lo son actualmente las publicaciones «new age»: parasitarios y externos.

2.. Incluso si Constantino hubiese querido cambiar así la fe de millones ¿cómo habría podido hacerlo en un concilio sin que se diesen cuenta no sólo millones de cristianos sino centenares de obispos? Muchos de los obispos de Nicea eran veteranos supervivientes de las persecuciones de Diocleciano, y llevaban sobre su cuerpo las marcas de la prisión, la tortura o los trabajos forzados por mantener su fe. ¿Iban a dejar que un emperador cambiase su fe? ¿Acaso no era esa la causa de las persecuciones desde Nerón: la resistencia cristiana a ser asimilados como un culto más? De hecho, si el cristianismo antes del 325 hubiese sido tal como lo describen los personajes de Brown y muchos neognósticos actuales nunca habría padecido persecución ya que habría encajado perfectamente con tantas otras opciones paganas. El cristianismo fue siempre perseguido por no aceptar las imposiciones religiosas del poder político y proclamar que sólo Cristo es Dios, con el Padre y el Espíritu Santo.

El emperador Constantino y los Evangelios

Los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, que más tarde fueron reconocidos oficialmente como parte del canon (o «regla de fe») del Nuevo Testamento, ¿fueron alterados y «mejorados» intencionalmente en el siglo IV por orden del emperador Constantino? Esto es lo que Leigh Teabing, el historiador real ficticio de El Código Da Vinci, sugiere.

En un punto dice: «Constantino encargó y financió una nueva Biblia, que omitía aquellos evangelios que hablaban de los rasgos humanos de Cristo, y alteró aquellos Evangelios que lo hacían aparecer con características de Dios». (234). Pero, ¿es esto realmente verdad?

Es cierto que en una carta al historiador de la iglesia primitiva, Eusebio, Constantino ordenó la preparación de «cincuenta copias de las Sagradas Escrituras»(Philip Schaff and Henry Wace, eds., Nicene and Post-Nicene Fathers (Reprint. Grand Rapids , Eerdmans, 1952), 1:549, citado en Norman Geisler and William Nix, A General Introduction to the Bible: Revised and Expanded (Chicago: Moody Press, 1986), 282.). Pero en ninguna parte de la carta ordena que ninguno de los Evangelios sea alterado a fin de hacer aparecer a Jesús como Dios. Y, aun si lo hubiera hecho, habría sido prácticamente imposible lograr que los fieles cristianos aceptaran este tipo de relatos.

Antes del reinado de Constantino, la iglesia había enfrentado una persecución generalizada bajo el emperador Diocleciano. ¡Resulta difícil creer que la misma iglesia que había soportado esta persecución de pronto arrojaría por la borda sus amados Evangelios para abrazar relatos alterados de la vida de Jesús! Además, con toda seguridad, de haber intentado hacer algo así Constantino, tendríamos bastante evidencia en los escritos de los Padres de la Iglesia. Pero esta evidencia falta por completo. Y, finalmente, decir que los líderes de la iglesia del cuarto siglo, muchos de los cuales había soportado persecución por su fe en Cristo, accederían a unirse a Constantino en una gran conspiración de este tipo es completamente fantasioso. Simplemente no hay ninguna evidencia de que haya ocurrido jamás.

Un último punto. Tenemos copias de Mateo, Marcos, Lucas y Juan que son significativamente anteriores a Constantino y al Concilio de Nicea. Si bien ninguna de las copias está completa, sí tenemos copias casi completas tanto de Lucas como de Juan en un códice fechado entre 175 y 225 d.C., al menos cien años antes de Nicea. Otro manuscrito, fechado alrededor de 200 d.C. o antes, contiene la mayor parte del Evangelio de Juan (Para más información, ver Geisler and Nix, A General Introduction to the Bible, 390). Pero, ¿por qué es importante esto?

Primero, podemos comparar estos manuscritos antenicenos con los que siguieron a Nicea para ver si hubo alguna alteración. No hubo ninguna. Segundo, las versiones prenicenas del Evangelio de Juan incluyen algunas de las declaraciones más fuertes registradas sobre la divinidad de Jesús Juan 1:1-3; 8:58; 10:30-33; etc.). Es decir, ¡las declaraciones más explícitas de la divinidad de Jesús en cualquiera de nuestros Evangelios ya se encuentran en manuscritos que preceden a Constantino en más de cien años! Esto en cuanto a la teoría de que fueron alterados.

¿Podemos confiar en los Evangelios?

Si bien no hay ninguna base histórica para la afirmación de que Constantino alteró los Evangelios del Nuevo Testamento para que hicieran aparecer a Jesús más parecido a Dios, todavía debemos preguntar si los Evangelios son fuentes confiables y fidedignas de información sobre Jesús. Según Teabing, el historiador ficticio que encontramos anteriormente: «Casi todo lo que nuestros padres nos enseñaron acerca de Cristo es falso» (235). ¿Es cierto esto? La respuesta depende, en gran manera, de la confiabilidad de las biografías más antiguos que tenemos de Jesús, los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

Cada uno de los Evangelios fue escrito en el primer siglo d.C. Si bien son, técnicamente, anónimos, tenemos evidencia bastante fuerte de escritores del segundo siglo, como Papías (c. 125 d.C.) e Ireneo (c. 180 d.C.), que atribuye cada Evangelio a su autor tradicional. Si su testimonio es verdadero (y tenemos pocos motivos para dudarlo), entonces Marcos, el compañero del discípulo Pedro, escribió la esencia de la predicación de Pedro. Y Lucas, el compañero del apóstol Pablo, investigó cuidadosamente y escribió la biografía que lleva su nombre. Finalmente, Mateo y Juan, dos de los doce discípulos de Jesús, escribieron los libros que se les atribuyen. Si todo esto es correcto, entonces los sucesos registrados en estos evangelios «están basados en el testimonio directo o indirecto de testigos oculares». (Lee Strobel, The Case for Christ (Grand Rapids, Michigan: Zondervan, 1998), 25. )

Pero, los escritores de los Evangelios, ¿tuvieron la intención de registrar de forma fidedigna la vida y el ministerio de Jesús? ¿Estaban, siquiera, interesados en la historia, o acaso sus intenciones teológicas opacaron todo deseo que pudieran haber tenido de decirnos lo que realmente pasó? La introducción del Evangelio de Lucas «se parece mucho a los prólogos de obras históricas y biográficas de la antigüedad en las que la gente confía generalmente». Además, dado que Mateo y Marcos son muy similares a Lucas en términos de género, «parece razonable que la intención histórica de Lucas reflejaría muy estrechamente la intención de ellos». Finalmente, Juan nos dice que escribió su Evangelio para que la gente pudiera creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y que, al creer, pudieran tener vida eterna en su nombre (Juan 20:31). Por tanto,»Si uno se va a convencer lo suficiente como para creer, la teología tiene que fluir de la historia exacta».

Es interesante que las disciplinas de la historia y la arqueología son una gran ayuda para corroborar la confiabilidad general de los escritores del Evangelio. Donde estos autores mencionan personas, lugares y sucesos que pueden ser verificados con otras fuentes antiguas, se demuestra consistentemente que son bastante confiables. Por lo tanto, tenemos buenos fundamentos para confiar en los Evangelios del Nuevo Testamento.

Pero, ¿qué pasó con los otros «evangelios» que no llegaron a entrar en el Nuevo Testamento? Específicamente, que pasó con los documentos de Nag Hammadi?

Los evangelios de Nag Hammadi

Desde su descubrimiento en 1945, ha habido mucho interés en los textos de Nag Hammadi. Pero, ¿qué son estos documentos? ¿Cuándo se escribieron, por quiénes, y con qué propósito? Según Teabing, le historiador ficticio de El Código Da Vincilos textos de Nag Hammadi representan «los registros cristianos más antiguos»(245). Estos «evangelios inalterados», dice, cuentan la verdadera historia acerca de Jesús y el cristianismo primitivo (248). Los Evangelios del Nuevo Testamento son, supuestamente, una versión posterior y adulterada de estos sucesos.

El único problema con la teoría de Teabing es que es errónea. Los documentos de Nag Hammadi no son «los registros cristianos más antiguos». Cada uno de los libros del Nuevo Testamento es anterior a ellos. Los documentos del Nuevo Testamento, incluyendo los cuatro Evangelios, fueron escritos todos en el primer siglo d.C. En contraste con estos documentos, las fechas de los textos de Nag Hammadi van del segundo al tercer siglo d.C.

¿Qué sabemos acerca del contenido de estos libros? Suele haber acuerdo en que los textos de Nag Hammadi son documentos gnósticos. El fundamento clave del gnosticismo es que la salvación se obtiene a través de un conocimiento secreto y esotérico. Como resultado, los evangelios gnósticos, en fuerte contraste con sus contrapartes del Nuevo Testamento, no asignan prácticamente ningún valor a la muerte y resurrección de Jesús. Por cierto, la cristología gnóstica tendía a separar al Jesús humano del Cristo Divino, y los consideraba como dos seres distintos. No fue el Cristo Divino el que sufrió y murió; fue simplemente el Jesús humano, o tal vez Simón de Cirene mismo. En realidad, a los gnósticos no les importaba mucho, porque, según su forma de ver, la muerte de Jesús era irrelevante para obtener la salvación. Lo verdaderamente importante no era la muerte del hombre Jesús sino el conocimiento secreto que trajo el Cristo Divino. Según los gnósticos, la salvación venía a través de una comprensión correcta de este conocimiento secreto.( Por ejemplo, The Coptic Gospel of Thomas (saying 1), en Ehrman, Lost Scriptures, 20.)

Está de más decir que estas doctrinas son incompatibles con la enseñanza del Nuevo Testamento acerca de Cristo y la salvación (ej: Romanos 3:21-26; 5:1-11; 1 Corintios 15:3-11; Tito 2:11-14). Irónicamente, son también incompatibles con la perspectiva de Teabing de que los textos de Nag Hammadi «hablan del ministerio de Cristo en términos muy humanos» (234). Los textos de Nag Hammadi, en realidad, presentan a Cristo como un ser divino, si bien de forma bastante diferente de la perspectiva del Nuevo Testamento.

Por lo tanto, los textos de Nag Hammadi son posteriores a los escritos del Nuevo Testamento y se caracterizan por una cosmovisión que es completamente ajena a su teología. Los Padres de la Iglesia fueron sabios al rechazarlos para el canon del Nuevo Testamento. Pero, ¿cómo decidieron cuáles libros debían incluir?

La formación del canon del Nuevo Testamento

En los primeros siglos del cristianismo, se escribieron muchos libros acerca de las enseñanzas de Jesús y sus apóstoles. La mayoría de estos libros nunca llegaron a estar en el Nuevo Testamento. Estos incluyen títulos como El Evangelio de Felipe, Los Hechos de Juan, Tercera de Corintios y El Apocalipsis de Pedro. ¿Cómo decidió la iglesia primitiva qué libros incluir en el Nuevo Testamento, y cuáles rechazar? ¿Cuándo se tomaron estas decisiones, y quiénes las tomaron? Según el historiador ficticio Teabing, «la Biblia, tal como la conocemos hoy, fue compaginada por . . . Constantino el Grande» (231). De nuevo debemos preguntarnos: ¿es cierto esto?

La iglesia primitiva tenía criterios muy definidos que debía cumplir un libro para ser incluido en el Nuevo Testamento. Un libro debía ser antiguo, escrito cerca del tiempo de Jesús. Debía ser escrito por un apóstol o por un compañero de un apóstol. Debía ser consistente con la comprensión ortodoxa de la fe. Y tenía que estar ampliamente reconocido y aceptado por la iglesia. Los libros que no cumplían con estos criterios no fueron incluidos en el Nuevo Testamento.

¿Cuándo se tomaron estas decisiones? Y, ¿quiénes las tomaron? Nunca hubo un concilio ecuménico en la iglesia primitiva que decretara oficialmente que los veintisiete libros que tenemos hoy en nuestro Nuevo Testamento eran los correctos. Más bien, el Canon tomó forma gradualmente a medida que la iglesia reconocía y aceptaba aquellos libros que eran inspirados por Dios. La colección más antigua de libros «que circuló entre las iglesia en la primera mitad del segundo siglo» fueron los cuatro Evangelios y las cartas de Pablo. Pero no fue hasta que el hereje Marción publicara su versión expurgada del Nuevo Testamento, alrededor de 144 d.C. que los líderes de la iglesia buscaron definir el Canon más específicamente.

Hacia el final del segundo siglo, hubo un consenso creciente en la iglesia de que el Canon debía incluir los cuatro Evangelios, el libro de los Hecho, las catorce epístolas paulinas, Santiago, Pedro, Judas y el Apocalipsis de Juan». Por ejemplo, el Canon Muratorio, que data de fines del segundo siglo, reconoció a cada uno de los libros del Nuevo Testamento excepto Hebreos, Santiago, 1 y 2 Pedro, y 3 Juan. Ireneo reconoció libros similares, si bien no idénticos, a fines del segundo siglo, al igual que Orígenes, a principios del tercer siglo. Por lo tanto, mientras que el listado más antiguo de todos los libros del Nuevo Testamento proviene de Atanasio, en 367 d.C., había un acuerdo generalizado sobre la mayoría de los libros (incluyendo los cuatro Evangelios) para fines del segundo siglo. El Canon del Nuevo Testamento no fue producto de una decisión de Constantino.

¿Se casó Jesús?

La evidencia textual más fuerte que tenemos de que Jesús y María Magdalena estuvieron casados viene de El Evangelio de Felipe. Por lo tanto, no nos sorprende que Leigh Teabing, el historiador ficticio de El Código Da Vinci apele a este texto. La sección de este evangelio citado en la novela dice lo siguiente:

Y la compañera del Salvador es María Magdalena. Cristo la amó más que todos los discípulos y solía besarla frecuentemente en la boca. Los demás discípulos se ofendieron por esto y expresaron su desaprobación. Le dijeron: «¿Por qué la amas a ella más que todos nosotros?» (246).

Note que la primera frase se refiere a María como la compañera del Salvador. En la novela, Teabing remata su argumento de que Jesús y María estuvieron casados diciendo: «Como le dirá cualquier estudioso del arameo, la palabra compañera, en esos días, significaba, literalmente, cónyuge» (246). Esto parece ser evidencia bastante fuerte. Después de todo, ¿podría haber estado Jesús casado?

Es importante notar que este evangelio fue escrito originalmente en griego. Por lo tanto, lo que quería decir la palabra «compañera» en arameo es irrelevante. Aun en la traducción copta que se encuentra en Nag Hammadi, hay una palabra tomada prestada del griego (es decir, koinonos) detrás de la palabra que se traduce como «compañera». Darrell Bock señala que esta palabra puede significar «esposa» o «hermana» en un sentido espiritual, pero «no es el término típico o habitual para ‘esposa’ en griego». Por cierto, koinonos se usa más frecuentemente en el Nuevo Testamento para referirse a «socio» o «compartidor». Lucas usa este término para describir a Santiago y Juan como los «socios» comerciales de Pedro (Lucas 5:10). Por lo tanto, en oposición a la afirmación de Teabing, la declaración de que María era la «compañera» de Jesús no demuestra, de ninguna manera, que era su esposa. Pero ¿qué podemos decir de la declaración siguiente: «Cristo la amó a ella . . . y solía besarla frecuentemente en la boca»?

Primero, esta parte del manuscrito está dañada. En realidad, no sabemos dónde Cristo besaba a María. Por cierto, algunos creen que «era besada en la mejilla o la frente, ya que cualquiera de las palabras encaja en el corte». Segundo, aun cuando el texto dijera que Cristo besaba a María en la boca, no significaría que hubiera algo sexual involucrado. La mayoría de los eruditos concuerdan en que los textos gnósticos contienen mucho simbolismo. Por lo tanto, leer este tipo de textos literalmente es leerlos incorrectamente. Finalmente, independientemente de la intención del autor, este evangelio recién fue escrito en la segunda mitad del tercer siglo, más de doscientos años después del tiempo de Jesús. En consecuencia, la referencia a que Jesús besaba a María no es confiable históricamente.

El Evangelio de Felipe ofrece evidencia insuficiente de que Jesús estuvo casado. Pero, ¿no hubiera sido raro que Jesús permaneciera soltero?

Las dos personas más cultas de El Código Da Vinci dicen que un Jesús no casado es altamente improbable. Leigh Teabing, el historiador ficticio, dice: «Jesús, como hombre casado, tiene infinitamente más sentido que nuestra visión bíblica tradicional de Jesús como soltero» (245). Robert Langdon, profesor de Simbología Religiosa de Harvard, concuerda:

Jesús era judío, y el decoro social durante ese tiempo prácticamente prohibía que un hombre judío no se casara. Según la costumbre judía, el celibato era condenado . . . Si Jesús no se casó, al menos uno de los Evangelios de la Biblia lo hubiera mencionado y habría ofrecido alguna explicación de su condición antinatural de soltería (245).

¿Es cierto esto? ¿Qué podemos decir en respuesta de estas afirmaciones?

Por supuesto, es muy cierto que la mayoría de los hombres del tiempo de Jesús sí se casaban. Es cierto, también, que el matrimonio era considerado frecuentemente como una obligación humana fundamental, especialmente a la luz de la orden de Dios de «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra…» (Génesis 1:28). No obstante, para el primer siglo había excepciones reconocidas y aun elogiadas a esta regla general.

Filón de Alejandría, el escritor judío del primer siglo, describió a los esenios como aquellos que «repudian el matrimonio . . . porque ninguno de los esenios se casa jamás con una esposa»( Philo, Hypothetica, 11.14-17). Es interesante que los esenios no solo escaparon la condenación por su celibato, sino que eran admirados frecuentemente. Filón escribió, también: «Este es, ahora, el envidiable sistema de vida de estos esenios, de forma que no solo personas individuales sino aun reyes poderosos admiran a los hombres, veneran su secta, y aumentan . . . los honores que les confieren» (Ibid., 44). Esta citas revelan claramente que no todos los judíos del tiempo de Jesús consideraban que el matrimonio era obligatorio. De hecho, quienes buscaban evitar el matrimonio por razones religiosas eran a menudo admirados antes que condenados.

Es importante recordar que la Biblia no condena la soltería en ninguna parte. Por cierto, elogia a los que escogen permanecer solteros para dedicarse plenamente a la obra del Señor (ej: 1 Corintios 7:25-38). En Mateo 19:12, Jesús explica que algunas personas «no se casan para dedicarse sólo a trabajar en el reino de Dios» (La Biblia en Lenguaje Sencillo). Concluye diciendo: «Por eso, esta enseñanza es sólo para quienes decidan vivir así». Es prácticamente cierto que Jesús había decidido vivir así. Había renunciado al matrimonio para dedicarse plenamente a la obra de su Padre celestial. Es más, dado que había un antecedente en el primer siglo de hombres judíos que permanecían solteros por razones religiosas, la soltería de Jesús no hubiera sido condenada. En oposición a las afirmaciones de El Código Da Vinci, hubiera sido completamente aceptable que Jesús no se hubiera casado.

Los primeros discípulos de Jesús, ¿proclamaron su divinidad?

Hemos considerado la afirmación de El Código Da Vinci de que Jesús se casó y vimos que era deficiente. Pero, ¿por qué hemos dedicado tanto tiempo a este tema? Mark Roberts señala que «la mayoría de los que proponen la tesis de que Jesús se casó tienen una intención oculta. Están intentando quitar a Jesús su condición de único, y especialmente su divinidad» Esto, ciertamente, se cumple en El Código Da Vinci. No solo cuestiona esta novela la divinidad de Jesús al aducir que se casó, ¡sino que sostiene que sus primeros seguidores nunca creyeron siquiera que fue divino! Según Teabing, la doctrina de la divinidad de Cristo fue producto originalmente de una votación en el Concilio de Nicea. Asevera, además: «hasta ese momento de la historia, Jesús era considerado por sus seguidores como un profeta mortal . . . un gran y poderoso hombre, pero un hombre al fin de cuentas» (233). ¿Verdadero o falso? Los primeros seguidores de Jesús, ¿realmente creían que era solo un hombre?

El Concilio de Nicea se reunió en 325 d.C. Para entonces, los seguidores de Jesús ya habían estado proclamando su divinidad por casi tres siglos. Nuestras fuentes escritas más antiguas sobre la vida y las enseñanzas de Jesús se encuentran en el Nuevo Testamento. Estos documentos del primer siglo afirman repetidamente la divinidad de Cristo. Por ejemplo, en su Carta a los Colosenses, el apóstol Pablo declaró: «Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo» (Colosenses 2:9; ver también Romanos 2:5; Filipenses 2:5-11; Tito 2:13). Y el Evangelio de Juan dice de Jesús: «En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios… Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros» (Juan 1:1, 14).

Además del Nuevo Testamento, hay también afirmaciones de la divinidad de Jesús en los escritos de los Padres de la Iglesia antenicenos. Por ejemplo, a principios del siglo segundo, Ignacio de Antioquía escribió de «nuestro Dios, Jesús el Cristo» ( Ignatius of Antioch, «Ephesians,» 18:2). Pueden encontrarse afirmaciones similares en todos estos escritos. Hay también un testimonio no cristiano del segundo siglo de que los cristianos creían en la divinidad de Cristo. En una carta de Plinio el Joven al emperador Trajano, fechada alrededor de 112 d.C., Plinio dijo que los primeros cristianos «tenían la costumbre de reunirse en cierto día fijo . . . en el cual cantaban . . . un himno a Cristo, como a un dios»( Pliny, Letters, transl. by William Melmoth, rev. by W.M.L. Hutchinson (Cambridge: Harvard Univ. Press, 1935), vol. II, X:96).

Está claro que los cristianos creían en la divinidad de Cristo antes del Concilio de Nicea. También está claro que la mayoría de las teorías sobre Jesús y la iglesia primitiva de El Código Da Vinci son falsas.

¿Jesús es Dios?

En la novela, el personaje del historiador inglés Teabing afirma que en Nicea se estableció que Jesús era «el Hijo de Dios». Un repaso a los evangelios canónicos, escritos casi 250 años antes de Nicea, muestra unas 40 menciones a Jesús como Hijo de Dios. Brown lo que está haciendo es copiar de uno de los libros pseudohistóricos que más ha plagiado para hacer su best-seller, Holy Blood,Holy Grial, en el que se afirma que «en Nicea se decidió por voto que Jesús era un dios, no un profeta mortal».

La verdad es otra. Los cristianos siempre han pensado que Jesús es Dios y así figura en los evangelios y en escritos cristianos muy anteriores a Nicea. Por ejemplo, y para disgusto de mormones, Testigos de Jehová o musulmanes (tres credos actuales que niegan que Jesús era Dios) podemos leer cómo Tomás dice al ver a Jesús resucitado:

Juan 20:28

Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

Romanos 9:5; carta dictada por San Pablo a Tercio en casa de Gayo, en Corinto, en el invierno del 57 al 58 d.C:

De quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.

Tito 2:13:

Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo

2 Pedro1:1:

Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra

Y saliendo de los evangelios tenemos los textos de algunos Padres de la Iglesia muy anteriores a Nicea:

«Pues nuestro Dios, Jesucristo, fue según el designio de Dios, concebido en el vientre de María, de la estirpe de David, pero por el Espíritu Santo» [Carta a los efesios de San Ignacio de Antioquía, c.35-c.107 d.C].

«Si hubieses entendido lo escrito por los profetas, no habrías negado que Él [Jesús] era Dios, Hijo del único, inengendrado, insuperable Dios» [Diálogo con Trifón, San Justino Mártir, c.100-c.165 d.C].

«Él [Jesucristo] es el santo Señor, el Maravilloso, el Consejero, el Hermoso en apariencia, y el Poderoso Dios, viniendo sobre las nubes como juez de todos los hombres» [Contra los herejes, libro 3, San Ireneo de Lyon, c. 130 -200 d.C].

«Sólo Él [Jesús] es tanto Dios como Hombre, y la fuente de todas nuestras cosas buenas» [Exhortación a los griegos, de San Clemente de Alejandría, 190 d.C].

«Sólo Dios está sin pecado. El único hombre sin pecado es Cristo, porque Cristo también es Dios» [El alma 41:3, por Tertuliano, año 210 d.C].

«Aunque [el Hijo] era Dios, tomó carne; y habiendo sido hecho hombre, permaneció como era: Dios» [Las doctrinas fundamentales 1:0:4; por Orígenes, c.185-c.254 d.C.].

Estas citas -y muchas otras- demuestran que los cristianos tenían clara la divinidad de Cristo mucho antes de Nicea.. De hecho, en Nicea el debate era sobre las enseñanzas de Arrio, un sacerdote herético de Alejandría que desde el 319 enseñaba que Jesús no era Dios, sino un dios menor. De unos 250 obispos, sólo dos votaron a favor de la postura de Arrio, mientras que el resto afirmaron lo que hoy se recita en el Credo, que el Hijo de Dios fue engendrado, no creado y que es de la misma naturaleza (substancia, homoousios) que el Padre, es decir, que Dios Hijo es Dios, igual que Dios Padre también es Dios, un mismo Dios pero distintas Personas. Pese a esta unanimidad de los padres conciliares, el historiador Teabing en la novela dice que Cristo fue «designado Dios» ¡por un estrecho margen de votos!

¿Quién fue María Magdalena?

Otra acusación que se hace en El Código Da Vinci es la idea de que María Magdalena era una prostituta.

Según Leigh Teabing, el historiador ficticio de El Código Da Vinci, la idea popular de que María Magdalena era una prostituta «es el legado de una campaña de desprestigio . . . de la iglesia primitiva». Según Teabing, «la iglesia necesitaba difamar a María . . . a fin de encubrir su peligroso secreto: su papel como el Santo Grial» (244). Recuerde que, en el mundo de esta novela, el Santo Grial no es la copa usada por Jesús en la Última Cena. En cambio, es María Magdalena, que supuestamente sería la esposa de Jesús y quien llevó en su vientre su linaje real.

¿Qué podemos decir al respecto? La iglesia primitiva, ¿realmente buscó calumniar a María como prostituta a fin de encubrir su relación íntima con Jesús? La primera instancia registrada de María Magdalena identificada como una prostituta ocurrió en un sermón del Papa Gregorio el Grande, en 591 d.C. Lo más probable es que este no fue un intento deliberado de calumniar la persona de María. Más bien, Gregorio probablemente interpretó algunos pasajes de los Evangelios, lo que hizo que identificara a María, como una prostituta.

Por ejemplo, podría haber identificado a la mujer pecadora sin nombre de Lucas 7, que ungió los pies de Jesús, con María de Betania, de Juan 12, que también ungió los pies de Jesús poco antes de su muerte y sepultura. Esto podría haber ocurrido fácilmente porque, si bien hay importantes diferencias, hay también muchas similitudes entre ambos incidentes. Si Gregorio pensó que la mujer pecadora de Lucas 7 era la María de Juan 12, entonces tal vez vinculó a esta mujer con María Magdalena. Resulta que Lucas menciona a María Magdalena por primera vez al comienzo del capítulo 8, justo después de la historia del ungimiento de Jesús, en Lucas 7. Dado que la mujer sin nombre de Lucas 7 era probablemente culpable de algún tipo de pecado sexual, si Gregorio llegó a creer que esta mujer era María Magdalena, entonces no sería un salto demasiado grande inferir que era una prostituta.

Por tanto, no es difícil ver cómo Gregorio podría haberla identificado con una prostituta. Pero difícilmente sea necesario creer que formó parte de una campaña de desprestigio deliberado de la iglesia primitiva.

¿Qué revelan nuestras fuentes más antiguas acerca de la verdadera María Magdalena? Según Teabing, María fue la esposa de Jesús, la madre de su hijo, y la que establecería la iglesia luego de la muerte de Jesús (244-48). En apoyo de esta teoría, Teabing apela a dos de los evangelios gnósticos: El Evangelio de Felipe y El Evangelio de María [Magdalena] . Consideraremos El Evangelio de Felipe más adelante. Por ahora, miremos más detenidamente El Evangelio de María.

La sección de este evangelio citada en la novela de Brown muestra un Pedro incrédulo, que simplemente no puede creer que el Cristo resucitado haya revelado secretamente información a María que no reveló a sus discípulos varones. Leví, sin embargo, reprende a Pedro: «Si el Salvador la consideró digna, ¿quién eres tú . . . para rechazarla? Sin duda el Salvador la conoce muy bien. Por eso la amó a ella más que a nosotros» (247).

¿Qué podemos decir de este pasaje? Primero, es importante observar que en ninguna parte de este evangelio se nos dice que María era la esposa de Jesús o la madre de su hijo. Segundo, muchos estudiosos creen que este texto probablemente debería leerse de forma simbólica, donde Pedro representa la ortodoxia primitiva cristiana y María, una forma del gnosticismo. Por lo tanto, este evangelio probablemente esté diciendo que «María» (es decir, los gnósticos) ha recibido revelación divina, aun cuando «Pedro» (es decir, los ortodoxos) no lo puedan creer. Finalmente, aun cuando este texto tenga que leerse literalmente, tenemos pocas razones para creer que es históricamente confiable. Probablemente fue compuesto en algún momento del final del segundo siglo, unos cien años después de los evangelios canónicos. Por lo tanto, a diferencia de lo que sugiere la novela, ciertamente no fue escrito por María Magdalena, ni por ninguno de los demás seguidores originales de Jesús.

Si queremos tener información confiable acerca de María, debemos recurrir a nuestras fuentes más antiguas, los Evangelios del Nuevo Testamento. Estas fuentes nos dicen que María era una seguidora de Jesús del pueblo de Magdala. Luego de que Jesús echara siete demonios de ella, ella (junto con otras mujeres) ayudó a apoyar su ministerio (Lucas 8:1-3). Fue testigo de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús, y la primera en ver al Cristo resucitado (Mateo 27:55-61; Juan 20:11-18). Jesús llegó a confiarle el anuncio de su resurrección a sus discípulos varones. En este sentido, María fue una «apóstol» para los Apóstoles. Esto es todo lo que nos dicen los Evangelios acerca de María. Claramente, fue una mujer importante. Pero no hay nada que sugiera que fue la esposa de Jesús o que Jesús quería que ella liderara la iglesia.

Después de revisar los errores del libro el código da Vinci no queda más que concluir que es una novela llena de mentiras que pretende ridiculizar a Cristo y la verdad.

Juan 8:32

Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

2 Tim. 1:12

Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me averg:uenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día.

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