El don de profecía, tema 15
LA CIENCIA Y ELENA G. DE WHITE
Elena G. de White no fue una científica, aunque hizo algunas declaraciones sobre diversos asuntos que tienen que ver con la ciencia. En teología como en ciencia, no fue una especialista. No obstante, las siguientes declaraciones de su pluma respecto a la ciencia deben hacernos reflexionar.
Relación entre la revelación divina y la ciencia tal como la percibió Elena de White
“Dios es el autor de la ciencia” (CDF 17, 43; Col. 347-348).
“La ciencia nos ayuda a conocer mejor a Dios” (CT 426; Ed. 128).
“Hay armonía entre la ciencia y la religión cuando son correctamente entendidas” (Ed. 120-130; MYP 189, 190).
“Conflictos pueden tener lugar, por causa de ideas erróneas por parte del hombre, tanto en la parte de la ciencia, como en la de la inspiración” (Col. 25; 6 T. 132; C.S. 595).
Otros factores dignos de consideración
1. Las conclusiones de la ciencia son generalmente tentativas.
2. Descubrimientos posteriores pueden modificar, alterar o repudiar las conclusiones anteriores.
3. No toda investigación científica es 100% perfecta.
4. La interpretación del hallazgo científico o de la inspiración puede ser pobre o falsa.
El estudio que alguien haga no es equivalente a verdad científica, aun cuando se pretenda que está avalado por declaraciones de Elena de White, o en contradicción a las mismas.
Respecto a algunos temas sobre los cuales Elena de White escribió, la ciencia no ha mostrado interés en hacer alguna investigación hasta ahora. El silencio de la ciencia en este caso, no debe interpretarse como desaprobación a las declaraciones de Elena de White.
Uno de los primeros en comentar sobre la validez científica de los escritos de Elena de White fue el Dr. John Harvey Kellogg, superintendente del Sanatorio de Battle Creek y quien estaba realmente calificado para expresarse. En 1890 el doctor Kellogg escribió:
“Hace casi 30 años apareció en la prensa el primero de una serie de notables e importantes artículos sobre el tema de la salud, escritos por la Sra. Elena de White. Los primeros presentados no estaban corroborados por ninguna autoridad científica, pero estaban presentados en forma sencilla y sincera por una persona que no pretendía poseer conocimientos científicos, mas afirmaba escribir por la ayuda y la autoridad de la iluminación divina.
Nuevos descubrimientos de la ciencia y nuevas interpretaciones de hechos antiguos han añadido continuamente evidencias confirmativas, hasta que al presente cada uno de los principios presentados hace más de un cuarto de siglo, han sido corroborados en la forma más vigorosa por las evidencias científicas” (Preface of Christian temperance and the Bible hygiene, pp. iii, iv. Véase notas y escritos p. 43). Veamos algunos de ellos:
I. LA INFLUENCIA PRENATAL
En 1865, Elena de White escribió: “La irritabilidad, la nerviosidad y la melancolía manifestada por la madre, constituirán los rasgos distintivos del carácter del hijo. Si las madres pertenecientes a generaciones pasadas se hubiesen informado acerca de las leyes de su organismo, habrían comprendido que sus fuerzas físicas tanto como su tono moral y sus facultades mentales, estarían representadas en gran medida en sus hijos” (Mensajes selectos, tomo 2, p. 495).
En 1905 agregó: “Los hijos serán en gran medida lo que sean sus padres. Las condiciones físicas de éstos, sus disposiciones y apetitos, sus actitudes, intelectuales y morales, se reproducen, en mayor o menor grado, en sus hijos” (El Ministerio de Curación, p. 287).
La ciencia médica corrobora
El Dr. Ashley Montagu, en 1954, escribió: “Durante años los hombres de ciencia han creído que las criaturas antes de nacer viven una existencia aislada, protegida de toda influencia exterior, pero esto no es verdad. Noticias excitantes revelan que usted puede controlar el desarrollo de su hijo antes de nacer.
“Los obreros del Instituto Fels en el Colegio Antioch de Yellow Springs, Ohio, bajo la dirección del Dr. L. W. Sontag, han hallado que las madres que soportan períodos graves de angustia durante el embarazo, frecuentemente tienen hijos que demuestran notables evidencias de un sistema nervioso irritable y suprasensible.
“La salud mental y física del niño empieza con la salud del feto; el cuidado que se le debe prodigar empieza con el cuidado prodigado al feto. En este sentido nada es tan importante como la salud y el bienestar de la madre que lo nutre (Ladies Home Journal, febrero de 1954, 43).
II. LA RELACIÓN ENTRE LA MENTE Y EL CUERPO
En 1867, Elena de White escribió: “Lo que a casi todos produce enfermedades del cuerpo y la mente, son los sentimientos de insatisfacción y las quejas causadas por el descontento” (1 J. T. 178).
Luego en 1872 anotó:
“Tratar con hombres y mujeres cuya mente y cuerpo están enfermos, es una obra hermosa.
Los médicos del Instituto (Sanatorio de Battle Creek) necesitan mucha sabiduría, a fin de curar el cuerpo por medio de la mente. Pero pocos se dan cuenta del poder que la mente tiene sobre el cuerpo. Gran parte de las enfermedades que afligen a la humanidad tiene su origen en la mente y sólo pueden curarse mediante la restauración de la salud mental. Hay muchos más enfermos mentales de lo que nos imaginamos. La aflicción de corazón produce muchos dispépticos,1 pues los problemas mentales ejercen una influencia paralizante sobre los órganos digestivos” (3 T. 184).
1. Larousse: Dispéptico: que padece dispepsia. Dispepsia: digestión difícil.
En 1905 agregó: “Muy íntima es la relación que existe entre la mente y el cuerpo. Cuando una está afectada, el otro simpatiza con ella. La condición de la mente influye sobre la salud mucho más de lo que generalmente se cree. Las penas, la ansiedad, el descontento, el remordimiento, el sentimiento de culpabilidad y la desconfianza, menoscaban las fuerzas vitales y llevan al decaimiento y a la muerte. Algunas veces la imaginación produce la enfermedad y es frecuente que la agrave. Muchos hay que llevan una vida de inválidos, cuando podrían estar buenos si pensaran que lo están. Muchos mueren de enfermedades cuya causa es puramente imaginaria. En el tratamiento de los enfermos no debe pasarse por alto el efecto de la influencia de los agentes más eficaces para combatir la enfermedad” (El Ministerio de Curación, p. 185).
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En 1948, el doctor Floyd R. Ruch escribió: “Las autoridades médicas han reconocido hace tiempo que la enfermedad y la emotividad desenfrenada van unidas y que la salud y la felicidad forman parte de un mismo conjunto de factores (Weiss y Perry).
En la actualidad, muchas de ellas insisten en que las enfermedades se originan muy a menudo debido a perturbaciones emocionales.
Cierto médico, por ejemplo, señala que los desórdenes emocionales persistentes y repetidos pueden excitar el aparato digestivo hasta el punto de provocar lesiones orgánicas. Ese profesional cree que las úlceras pépticas simples, es decir, las llagas abiertas de las paredes estomacales que no responden al tratamiento médico, probablemente siempre tienen un origen nervioso”
(Psychology and Life, 172-173).
Luego añade: “Además de los órganos de la digestión y la secreción, otras partes del cuerpo también son susceptibles a las enfermedades producidas por las tensiones emocionales. A menudo se observan señalados elementos psicológicos en enfermedades del aparato respiratorio, tales como el asma; en perturbaciones cardíacas y circulatorias, tales como la presión sanguínea elevada y la astenia neurocircular (fatiga de los sistemas nervios y circulatorio); y en afecciones de la piel, tales como la urticaria. En efecto, un médico que ha estudiado detenidamente los factores emocionales de las enfermedades, calcula que alrededor de la mitad de todos los pacientes que acuden al médico padecen enfermedades causadas en gran medida por alguna perturbación emocional prolongada (Margolis).
Al reconocer estos hechos, la medicina moderna ha comenzado a poner énfasis en la necesidad de tratar a los enfermos como personalidades integradas e indivisas, teniendo en cuenta sus problemas emocionales como sus síntomas físicos” (Ibid. 176-177).
III. LAS ENFERMEDADES Y EL TABACO
En 1864, la señora Elena de White advirtió: “El tabaco es un veneno de la especie más engañosa y maligna porque tiene una influencia excitante primero y luego paralizadora, sobre los nervios del cuerpo. Es tanto más peligroso porque sus efectos en el organismo son muy lentos y al principio, difíciles de ser apreciados. Multitudes han caído víctimas de su influencia venenosa. Ciertamente se han suicidado mediante este lento veneno” (4 Spiritual gifts, 128; La Temperancia, página 51).
Nuevamente en 1871 escribió: “El alcohol y el tabaco contaminan la sangre de los hombres, y miles de vidas se sacrifican cada año por estos venenos” (Health Reformer, noviembre de 1871; La Temperancia, p. 51).
“La naturaleza hace todo lo que puede para eliminar el tabaco, sustancia venenosa, pero a menudo es vencida. Renuncia a la lucha para eliminar al intruso y la vida se sacrifica en el conflicto. (Manuscrito 3, 1897).
Por fin en 1905 anotó lo siguiente: “El tabaco es un veneno lento e insidioso, pero de los más nocivos. En cualquier forma en que se haga uso de él, mina la constitución. Es tanto más peligroso cuanto sus efectos son lentos y apenas perceptibles al principio. Excita y después paraliza los nervios. Debilita y nubla el cerebro. A menudo afecta los nervios más poderosamente que las bebidas alcohólicas.
Es un veneno más sutil, y es difícil eliminar sus efectos en el organismo. Su uso despierta sed de bebidas fuertes y en muchos casos echa los cimientos del hábito de beber alcohol” (El Ministerio de Curación, pp. 251-252).
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En 1957, la Sociedad Norteamericana del Cáncer, la Asociación Norteamericana de Cardiología, el Instituto Nacional del Cáncer, y el Instituto Nacional de Cardiología (estas dos últimas entidades federales), nombraron una comisión de siete científicos para que estudiaran y evaluaran toda la información disponible con respecto a los efectos del hábito de fumar sobre la salud. Se los escogió tomando en cuenta su integridad, y su capacidad para analizar con espíritu crítico las investigaciones experimentales y clínicas. Después de un año de estudio intensivo, llegaron a la siguiente conclusión:
“La suma total de las evidencias científicas establece más allá de toda duda razonable, que el fumar cigarrillo es un factor determinante de la manifestación que se ve en rápido aumento del carcinoma epidermoide del pulmón en los seres humanos” (Smoking and Health, p. 40).
En 1957, el doctor Alton Oschner dijo: “En términos de muerte repentina, el síncope cardíaco y el derrame cerebral, que están directamente relacionados con el hábito de fumar, encabezan la lista. Los cardiólogos han sido muy cautelosos en llegar a la conclusión que los cigarrillos juegan un papel significativo en las enfermedades del corazón”.
La Organización Mundial de la Salud ha declarado en uno de sus informes técnicos lo siguiente: “Los estudios en gran escala realizados independientemente, acerca del rol del tabaco en el cáncer del pulmón, declaran, como un descubrimiento incidental, que los que fuman en exceso tienen una proporción elevada de la muerte por trombosis coronaria” (Smoking and Health, pp. 44-45).
IV. EL CÁNCER Y SUS CAUSAS
En 1864, Elena de White escribió: “El tumor canceroso, que pudo permanecer latente en el organismo durante toda la vida, se inflama e inicia su obra corrosiva y destructora” (An appeal to mothers, p. 27).
LA CIENCIA Y EL DON DE PROFECÍA
Un año más tarde escribió: “Volvió a presentárseme el tercer caso. La misma persona que poseía conocimientos lo miró tristemente y dijo: ‘Esta es la influencia de los preparados a base de mercurio. Este es el efecto de los calomelanos. Inflaman las articulaciones y con frecuencia corrompen los huesos. Sus acciones se manifiestan frecuentemente en forma de tumores, úlceras y cánceres, años después de haber sido introducidos en el organismo’” (Mensajes selectos, tomo 2, pp. 512 y 514).
En 1875 dijo: “La carne constituye el principal alimento en las mesas de algunas familias, hasta que la sangre se satura de tumores cancerosos y escrofulosos”2 (3 T. 563).
Luego en 1909 anotó: “Si alguna vez el consumo de carne favoreció la salud, no es el caso ahora. Los cánceres y tumores, y las enfermedades pulmonares, son producidas mayormente por comer carne” (3 J. T. 359).
En 1905 volvió a agregar: “Continuamente sucede que la gente come carne llena de gérmenes de tuberculosis y cáncer. Así se propagan estas enfermedades y otras que también son graves” (El ministerio de curación, pp. 44-45).
La ciencia médica corrobora
“Una de las cosas que los entendidos en medicina sabían o creían saber en lo pasado, es que el cáncer no era infeccioso. Por lo tanto, ningún agente infeccioso podía estar implicado en su origen. En la actualidad, la orientación en la investigación referente a los orígenes del cáncer humano, que más vigorosamente se apoya, es la que señala a los virus por lo menos como parcialmente responsables” (Times, 27 de octubre de 1958).
V. LOS VIRUS Y LOS FACTORES QUE ACTIVAN EL CÁNCER (1956)
La semana pasada, en una reunión del tercer Congreso Nacional del Cáncer que se celebró en Detroit, el Dr. Wendell Stanley, virólogo de la Universidad de California y ganador del premio Nobel, llegó a declarar, sin ningún reparo, que creía que los virus son causantes de la mayoría o de todos los cánceres humanos.
Es sabido que los virus pueden ocultarse en el cuerpo humano durante años, a veces durante toda la vida; algunos causan problemas, otros no. En algunos casos, teoriza el Dr. Stanley, los virus del cáncer pueden entrar en actividad debido a circunstancias tales como la edad, la alimentación inadecuada, el desequilibrio hormonal, los productos químicos, las radiaciones o la combinación de todos estos factores capaces de producir tumores malignos (Newsweek, 18 de junio de 1956).
La teoría de la etiología por virus adquiere importancia (diciembre de 1956).
Durante la década pasada, el concepto de que los virus son la causa del cáncer y de las enfermedades relacionadas con él, ha recibido gran impulso. Por este tiempo comenzaron a acumularse datos provenientes de diversos experimentos que señalaban en forma creciente la posibilidad de que muchos, si no todos los tumores malignos, fueron originados por virus.
Así pues, gran cantidad de tumores malignos de diferente morfología, descubiertos en distintas especies de animales, podría trasmitirse de un portador a otro mediante extractos filtrados (Ludwick Gross, doctor en medicina, Journal of the American Medical Association, 1 de diciembre, 1956).
ÍLABO DE ORIENTACIÓN PROFÉTICA
2. Larousse: Escrofuloso: relativo a la escrófula; que padece escrofulosis. Escrofulosis: Enfermedad tuberculosa que se localiza con preferencia en el cuello.
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Se aísla un virus de cáncer (1960).
En el día y la fecha, los científicos del Instituto Sloan-Kettering para la investigación
del cáncer, presentarán un informe referente al descubrimiento de un virus relacionado con ocho formas de cáncer en los seres humanos. El virus fue aislado a partir de tumores de la boca, los músculos, el ovario y otros tejidos (New York Times, 29 de septiembre de 1960).
Enfermedades infecciosas simples (1961).
No tenemos la menor duda de que los cánceres humanos son causados por un virus. De
acuerdo con esto, son enfermedades infecciosas. Esta enfática declaración es la afirmación más positiva hasta la fecha de que el cáncer sería causado por un virus. Esta declaración fue formulada por el Dr. Roberto J. Huebner, jefe del Laboratorio de Enfermedades Infecciosas del Instituto Nacional de Salud, de Bethesda, Maryland.
El Dr. Huebner basa su teoría en la creencia de que el virus del cáncer permanece latente en el organismo hasta que ciertas condiciones: las hormonas, la edad, alguna sustancia química irritante, etc., dan la oportunidad de producir un tumor maligno (Newsweek, 27 de marzo de 1961).
VI. EL USO MODERADO DE LA SAL
Algunos afirman que la señora White en el tema de salud es producto de su tiempo, o sea que refleja el pensamiento corriente entre sus contemporáneos. Mas no es así. A diferencia de lo que algunos médicos afirmaban respecto a la sal, veamos el siguiente comentario: “Evítese el uso de mucha sal” (M. C., p. 235).
Cuando fue interrogada acerca de esta declaración, contestó: “Yo uso un poco de sal, y siempre lo hago porque por la luz que Dios me ha dado, sé que este artículo en lugar de ser deletéreo3 es en realidad esencial para la sangre. No conozco cuál es la razón de este asunto, pero le doy la instrucción como me ha sido dada” (C. R. A., p. 410).
La ciencia no concordaba con la posición de Elena de White.
Un hombre de ciencia en el año 1869 había escrito: “La sal, puesto que es veneno, no debería emplearse en absoluto” (Dr. R. T. Trall en Health Reformer, julio de 1869.
La ciencia actual no concuerda con el doctor R. R. Trall.
“El régimen alimentario de un adulto requiere alrededor de cinco gramos de sal (cloruro de sodio) por día. Sin embargo, muchas personas consumen más que eso. Si la transpiración es excesiva, el adulto necesitará un gramo más de sal por día” (The book of health, p. 599).
3. Larousse: Deletéreo: venenoso; mortífero.
La sal en exceso es perjudicial.
Los científicos del Laboratorio Nacional de Brookhaven, al examinar a sus empleados,
descubrieron que de 136 de ellos que nunca añadían sal a las comidas, solo uno tenía excesiva tensión arterial. De 630 que a veces agregaban sal después de probar la comida, 43 padecían de ese mal. Y de 518 que siempre añadían sal, sin molestarse en probar el alimento, 61 tenían presión alta” (Time, 30 de abril de 1956, p. 64).
Así la ciencia corrobora la posición de Elena de White respecto al uso inmoderado de la sal de mesa.
VII. CORRIENTES ELÉCTRICAS DEL CEREBRO
En 1869, la señora Elena de White escribió: “Todo lo que perturba la circulación de las corrientes eléctricas en el sistema nervioso, disminuye la fuerza de las potencias vitales y, como resultado de ellos, se embota la sensibilidad de la mente” (1 J. T., p. 254).
Luego en 1872 anotó: “Esta clase cae más pronto si es atacada por la enfermedad. El organismo resulta vitalizado por la energía eléctrica del cerebro para resistir la enfermedad” (La educación, p. 36).
Nuevamente en 1903 escribió: “La energía eléctrica del cerebro aumenta por la actividad mental, vitaliza todo el organismo y es de ayuda inapreciable para resistir la enfermedad” (La educación, p. 197).
La ciencia médica corrobora sus declaraciones.
En el año 1929, Hans Berger, un psiquiatra alemán comenzó a publicar ciertas figuras extrañas que no eran sino líneas ondeadas. Deberían haber asombrado mucho a sus colegas, puesto que insistía en que demostraban la presencia de electricidad en el cerebro humano. Sin embargo, nadie lo tomó en serio. Por varios años, nadie se molestó siquiera en repetir sus experimentos.
En el siguiente cuarto de siglo, el estudio de esas líneas onduladas se ha desarrollado hasta llegar a constituir una nueva rama de la ciencia, llamada “electroencefalografía”. En la actualidad, varios centenares de laboratorios en Estados Unidos y otros tantos en Europa, registran e interpretan los gráficos correspondientes a las descargas eléctricas de los cerebros humanos. El total anual de encefalogramas que salen de esos laboratorios podrían circundar el globo terráqueo (The Cientific American, junio de 1954, p. 54).
VIII. EL HIPNOTISMO EN LA PROFESIÓN MÉDICA
En 1901, la Sra. Elena de White escribió: “Ningún hombre o ninguna mujer debe aplicar su voluntad para dominar los sentidos o la razón de otra persona, de modo que la mente de ésta se someta pasivamente a la voluntad de quien ejerce ese dominio. Esta ciencia puede parecer hermosa, pero usted no está en condiciones de aplicarla. Hay cosas mejores en las que usted puede ocuparse que en ejercer dominio sobre la naturaleza humana” (Medical ministry, p. 111).
Luego añade: “No debe permitirse a nadie que ejerza dominio sobre la mente de otra persona, con la idea de que de esa manera le está haciendo un gran bien. La curación por el poder de la mente es uno de los engaños más peligrosos con los que se puede entrampar a alguien.
Puede producirse un alivio temporal, pero la mente de la persona dominada jamás volverá a ser tan fuerte y tan digna de confianza como antes” (Medical ministry, pp. 115-116).
“Es peligroso para cualquiera, por bueno que sea, tratar de influir sobre otra mente humana para ponerla bajo el dominio de su propia mente. Quiero deciros que la cura por el poder de la mente es una ciencia satánica. Ya habéis ido bastante lejos, a tal punto que habéis puesto en serio peligro vuestra experiencia futura. Separaos de todo lo que se parezca al hipnotismo, que es la ciencia utilizada en su trabajo por los instrumentos satánicos” (2 M. S., p. 401) (1902).
“No es propósito de Dios que ser humano alguno someta su mente y su voluntad al gobierno de otros para llegar a ser instrumento pasivo en sus manos. Nadie debe sumergir su individualidad en la de otro. Nadie debe considerar a ser humano alguno como fuente de curación. Sólo debe depender de Dios. En su dignidad varonil, concedida por Dios, debe dejarse dirigir por Dios mismo, y no por entidad humana alguna”.
“En algo mejor podemos ocuparnos que en dominar la humanidad por la humanidad. El médico debe educar a la gente para que desvíe su mirada de lo humano y la dirija hacia lo divino” (M. C., pp. 186-187).
La ciencia médica corrobora la posición de Elena de White.
En mi opinión, el hipnotismo es un medio terapéutico de valor indiscutible y, en muchos casos, es una técnica perjudicial que, en realidad, puede deshacer precisamente lo que los psicoterapeutas están más empeñados en conseguir. El proceso del individuo hacia la independencia emocional y la responsabilidad personal. Los terapeutas más experimentados, los hombres que han superado la necesidad de dominar y de prestigiarse a expensas de sus pacientes, rara vez usan el hipnotismo. Frecuentemente, quienes lo emplean tienen la necesidad inconsciente de dominar, de avasallar a otros. A menudo, la práctica del hipnotismo no es mucho más que la satisfacción del narcisismo personal.
(Narcisismo: Admiración o enamoramiento de sí mismo [Larousse]).
El hipnotismo es, entonces, un fenómeno comprensible y puede practicarse porque todas las personas son sugestionables. El hipnotismo no cura y, en realidad, puede ser un riesgo o un obstáculo para la recuperación del paciente. Tampoco deja de ejercer efectos perniciosos sobre el hipnotizador, pues puede fortalecer su narcisismo (Dr. J. A. Whieldon, The peril of hypnosis, 1956).
En 1954 el doctor Floyd L. Ruch escribió: “La sugestión hipnótica resulta a veces peligrosa porque causa la impresión de que el tratamiento directo es innecesario. Suprime la señal de peligro que es el dolor, sin curar la enfermedad orgánica” (Psychology and Life, p. 516).
IX. EL HIPNOTISMO Y LA ODONTOLOGÍA
En un estudio acerca de la personalidad y las características de los dentistas que emplean el hipnotismo al ejercer su profesión, se analizaron los casos de 34 profesionales. Los resultados indicaron que los dentistas más equilibrados no se sienten inclinados a emplear el hipnotismo.
81 La mayoría de los odontólogos creen que es posible prestar un servicio satisfactorio sin emplear el hipnotismo. Una conclusión que enseguida llega a la mente es que, obviamente, la hipnosis es insatisfactoria y, tal vez, una técnica indeseable, si se juzga sus partidarios.
En general, los dentistas todavía no lo tienen en alta estima. Los odontólogos equilibrados, que están relativamente satisfechos consigo mismos, y que hallan agrado en el ejercicio corriente de su profesión, no se sienten proclives al empleo del hipnotismo o a interesarse en él. Parecería que no necesitaran de una fuente adicional de complacencia tan extraña como esa (Journal of the American Dental Association, enero de 1961, pp. 54-64).
X. PACIENTES QUE ENFRENTAN LA MUERTE
En 1905 la Sra. Elena de White declaró: “La llaneza con que se trata a un paciente le inspira confianza y le es de mucha ayuda para restablecerse. Hay médicos que creen prudente ocultarle al paciente la naturaleza y la causa de su enfermedad. Muchos, temiendo agitarle o desalentarle diciéndole la verdad, le ofrecen falsas esperanzas de curación, hasta le dejarán descender al sepulcro sin avisarle del peligro. Todo esto es imprudente. Tal vez no sea siempre conveniente, ni tampoco lo mejor, exponer al paciente toda la gravedad del peligro que le amenaza. Esto podría alarmarle y atrasar o impedir se restablecimiento. Tampoco se les puede decir siempre toda la verdad a aquellos cuyas dolencias son en buena parte imaginarias. Pero si bien la verdad no puede ser dicha en toda ocasión, nunca es necesario ni lícito engañar. Nunca debe el médico o el enfermero rebajarse al punto de mentir. El que así obre se coloca donde Dios no puede cooperar con él; y al defraudar la confianza de sus pacientes, se priva de una de las ayudas humanas más eficaces para el restablecimiento del enfermo” (El ministerio de curación, pp. 188-189).
La ciencia médica corrobora el testimonio.
Se le ha avisado a Gary Cooper que va a morir; él sabe cuál es su destino. Pero ¿cuántos de los otros miles de americanos que en este momento están muriendo fueron avisados?
“Dos psiquiatras dijeron aquí el lunes que la conspiración de silencio de parte de los médicos y familiares del moribundo puede hacerle más daño que bien. Informaron en el Congreso de la Asociación Americana de Psiquiatría, que el paciente sabe la mayoría de las veces que a él lo engañaron, pero actúa como ignorante para así proteger los sentimientos de su familia y de su médico” (The Chicago Tribune, 9 de mayo de 1961).
“Es un error suponer que todos sienten el mismo miedo indecible a la muerte, dijeron el Dr. Thomas P. Hackett y el Dr. Avary D. Weisman, ambos de Boston. Muchas personas pueden aceptarlo como aceptarían una crisis en la vida diaria. Creemos que es casi imposible reprimir el conocimiento de su muerte por parte de un moribundo. Al intentar hacerlo se le impone ciegamente un exilio involuntario a alguien que enfrenta la soledad última” (Forth Worth Star Telegram, 9 de mayo de 1961).
XI. LAS DROGAS Y LOS DEFECTOS CONGÉNITOS
En 1865 Elena de White escribió: “Los médicos, al administrar sus drogas venenosas, han contribuido mucho a desmejorar el vigor físico, mental y moral de la humanidad. Dondequiera que vayáis encontraréis deformidad, enfermedad e imbecilidad, y estos males, en muchísimos de los casos, pueden atribuirse directamente a las drogas venenosas administradas por la mano del médico para curar alguna enfermedad” (Mensajes selectos, tomo 2, p. 207).
Nuevamente en 1890 escribió: “Como resultado de la intemperancia de los padres, los hijos carecen de fuerza y poder mental y moral. Los padres son responsables en alto grado, no solamente por las pasiones violentas y los apetitos pervertidos de sus hijos, sino también por las enfermedades de miles que nacen sordos, ciegos, debilitados o idiotas” (Patriarcas y profetas, pp. 604-605).
La ciencia lo confirma.
El Dr. Jesse D. Rising, de la Universidad de Kansas City, declaró: Un médico que trate a una mujer embarazada con anestésicos, rayos X, y hormonas del tipo de la cortisona, puede impedir que el feto reciba suficiente cantidad de oxígeno o someterlo a algún otro riesgo. Resultado: Los médicos enfrentan en tal caso la horrible posibilidad de ser responsables de muchos defectos congénitos.
El Dr. Rising menciona a bebés nacidos con un solo ojo, corazones anormales, fisura palatina, síndrome de Down y gemelos siameses.
El médico responsable no pensará descartar estas drogas útiles y que a menudo salvan la vida. Pero tampoco las prescribirá con ligereza y pondrá todo su empeño en comprender los efectos perniciosos que pueden resultar de su uso, concluyó el Dr. Rising (Time, 27 de octubre de 1958).
Las drogas fuertes y los narcóticos, las grandes dosis de alcohol, la falta de oxígeno (hipoxia) y ciertos tipos de infecciones por virus pueden producir malformaciones parecidas en el embrión en desarrollo (Dr. Thomas M. Rivers, vicepresidente clínico de la Fundación Nacional, febrero de 1959).
XII. PRECAUCIONES AL EXPONERSE A LOS RAYOS X
Elena G. de White en 1906 declaró: “Cuando estuvimos en el Sanatorio _______ nos llevaron a las nuevas salas de tratamiento.
Una de ellas estaba cuidadosamente equipada con instrumentos eléctricos destinados al tratamiento de los pacientes. Esa noche se me instruyó acerca de que algunas personas relacionadas con la institución estaban introduciendo elementos que no eran seguros para el tratamiento de los enfermos. La aplicación de estos tratamientos eléctricos iba a envolver al paciente en serias dificultades poniendo en peligro su vida.
“Se me ha instruido con respecto a que los rayos X no son la gran bendición que algunos suponen. Sé que si se los usa imprudentemente puede hacer mucho daño. Los resultados de algunos tratamientos eléctricos son semejantes a los del uso de estimulantes. Producen debilidad después” (Carta 204, de 1906).
Si bien Elena G. de White comprendía el valor del uso apropiado de los rayos X y aceptó ser sometida a ellos cerca del fin de su vida, ya en 1906 advirtió en cuanto a lo peligroso que era abusar de ese medio y dio anticipadamente una voz de alarma, hoy muy bien entendida referente a los riesgos que implica la exposición excesiva a los rayos X.
En 1911Elena G. de White fue expuesta a los rayos X. Al respecto escribió: “Durante varias semanas recibí tratamiento con rayos X para la mancha negra que tenía en la frente. En total fueron 23 aplicaciones, las que hicieron desaparecer completamente la mancha. Estoy muy agradecida por esto” (Mensajes selectos, tomo 2, p. 349).
XIII. LAS GRASAS Y LAS ENFERMEDADES DEL CORAZÓN
En 1868 Elena de White escribió: “El consumo de carne ha producido una cantidad pobre de sangre y de tejidos. Estáis propensos a ataques agudos de enfermedad, y a una muerte repentina” (C. R. A., p. 462).
Nuevamente en 1896 escribió: “Se consume la sangre y la grasa de los animales como si fueran manjares, pero el Señor dio instrucciones especiales en el sentido de que estas cosas no deberían comerse. ¿Por qué? Porque su consumo contribuiría a enfermar la corriente sanguínea en el organismo.
El menospreciar las instrucciones especiales del Señor ha producido una serie de dificultades y enfermedades a los seres humanos. Si se introduce en el organismo lo que no puede producir buena carne y buena sangre, habrá que soportar los resultados de no prestar atención a la palabra de Dios” (C. R. A., pp. 470-471).
En 1865 la Sra. Elena de White confirmó diciendo: “Muchas personas se han dedicado de tal manera a la intemperancia que no quieren cambiar su complacencia de la glotonería por ningún motivo. Prefieren sacrificar la salud y morir prematuramente antes que restringir su apetito intemperante” (Mensajes selectos, tomo 2, p. 480).
La ciencia médica corrobora
La Asociación Americana del Corazón en 1960 declaró: La reducción o el control del consumo de grasas, bajo supervisión médica, acompañado de un reemplazo de grasas saturadas por grasas poliinsaturadas, es recomendable como una posible manera de prevenir la arterioesclerosis y disminuir el riesgo de ataques cardíacos y apoplejías. (Time, 26 de diciembre de 1960).
Viva una vida sencilla, como los adventistas del séptimo día, y tendrán mayores posibilidades de gozar de un corazón más sano, afirma un profesor de medicina (Science, “News release”, 18 de marzo de 1961).
El Colegio Norteamericano de Cardiología informó acerca de los descubrimientos realizados por el Dr. Richard Walden, profesor adjunto de medicina preventiva del Colegio de Médicos Evangelistas. Afirmó el Dr. Walden que comparativamente, el índice de enfermedades de las arterias es inferior en un 40% entre los adventistas de sexo masculino que entre el público en general. Aquellos tenían un 15% menos de colesterol en la sangre que los demás grupos elegidos al azar en Nueva York y Filadelfia.
No solamente los adventistas rechazan todo tabaco, alcohol y café, observó el Dr. Walden. Alrededor de 1.6 millones de personas en las religiones, son vegetarianos estrictos (Washington Evening Star, 19 de mayo de 1961).
UNA AUTORIDAD EN NUTRICIÓN COMENTA A LA SRA. ELENA G. DE WHITE
El Dr. Clive (clas) McCay (Mc-cai), profesor de nutrición en la Universidad Cornell, en Ithaca (ítaca), New York, hizo las siguientes observaciones respecto a la obra de Elena de White en el campo de la nutrición:
En 1915, a la avanzada edad de 88 años, falleció una de las mujeres más notables de los Estados Unidos. Se llamaba Elena G. de White. Aunque en su niñez apenas cursó unos meses en la escuela elemental, la lista de los libros que ha escrito llega en la actualidad cerca de los 70. Aunque algunos de ellos se refieren a su persona; otros son compilaciones de sus conferencias.
Lamentablemente, esos escritos están confinados en unas pocas librerías religiosas y forman parte de un catálogo titulado: “Libros del Espíritu de Profecía”.
El principal libro de Elena G. de White que se refiere a la nutrición se titula Consejos sobre el Régimen Alimenticio. Esta obra está compuesta por citas tomadas de sus escritos a partir de 1863, contemporáneos de la guerra de secesión, y que llegan hasta 1909, en víspera de la primera guerra mundial.
Los escritos de Elena G. de White proporcionan normas relativas a la nutrición que tienen que ver con todo el organismo. Buena parte de su sabiduría del pasado no se comprende ni aun hoy, mientras tratamos de hacer milagros tomando vitaminas, compuestos de sales minerales o concentrados de proteína.
Elena G. de White falleció antes del advenimiento de la Bioquímica moderna, y de que generalizara el conocimiento de la composición de los alimentos. Pero si la gente siguiera su plan, aún hoy estaría mejor alimentada de lo que lo está, debido a su afán de alimentarse deficientemente para luego tratar de compensar la deficiencia con alimentos milagrosos.
Recomendó un régimen sencillo y natural, con un índice de grasas más bien bajo, con
poca sal, pero con alimentos bien preparados y consumidos en cantidades moderadas. Con el tiempo se hizo vegetariana, pero siguió incluyendo huevos y leche en sus comidas. Podemos leer una y otra vez las obras de mentores como Elena G. de White, que enseñó la importancia de disponer de buen alimento para gozar de salud, y la necesidad de un cuerpo sano si vamos a poseer un alma noble (Natural Foods and Farming, mayo, 1958).
EL DR. McCAY ESCRIBE PARA LA REVIEW AND HERALD
A pedido de la Review and Herald, el Dr. McCay expandió una exposición que había dado al Club de Caballeros de la Iglesia Unitaria de Ithaca, Nueva York, a fin de presentar tres artículos que aparecieron en los números del 12, 19 y 26 de febrero de 1959. Aquí presentamos porciones concluyentes de los artículos primero y tercero.
“Un sólido programa de nutrición toma en cuenta más que la mera compra de alimentos.
Un cuerpo sano, un programa de vida satisfactorio, y una mente tranquila son todos parte de los esenciales requeridos para una nutrición completa, siendo que las glándulas que aseguran la digestión y la asimilación de los alimentos no pueden funcionar cuando están bajo la influencia de una mente perturbada”.
“He dado este breve resumen a fin de proveer el marco para mis comentarios acerca de las enseñanzas de Elena G. de White, particularmente en términos de la utilidad de su enseñanza actual para la población de América. Cualquiera sea la religión del lector, valdría la pena estudiar los escritos de la Sra. White. También todo serio nutricionista moderno debe ser impresionado por la solidez de las enseñanzas de la Sra. White a pesar del hecho que comenzó a escribir hace casi un siglo”.
“También apelan al nutricionista moderno de una manera especial, porque gran parte de la población se ha mudado a las afueras de las ciudades. Tienen facilidades para producir bastante de sus propias verduras y frutas con un mínimo de insecticidas que contienen residuos venenosos. Tienen lugar para moler su propio trigo, y hacer su propio pan. Aún tiene donde cultivar sus propias papas y calabazas. La Sra. White entendió el valor de tales alimentos para una mejor nutrición, y el valor de las experiencias de jardinería como una recreación humana”.
“Cuando uno lee obras de la Sra. White tales como el Ministerio de Curación o Consejos sobre el Régimen Alimenticio se impresiona por lo correcto de sus enseñanzas a la luz de la ciencia moderna de la nutrición. Uno puede solamente especular acerca de cuánta mejor salud podría gozar el americano común, aun cuando no supieran nada de la ciencia moderna, si tan solo hubieran seguido las enseñanzas de la Sra. White” (Review and Herald, 12 de febrero de 1959).
Todo moderno especialista en nutrición, cuya vida está dedicada al bienestar humano, debe ser impresionado en tres aspectos por los escritos y el liderazgo de Elena G. de White.
En primer lugar, sus conceptos básicos acerca de la relación existente entre dieta y salud han sido verificados en una manera excepcional por los avances científicos de las décadas pasadas. Alguien puede intentar explicar este hecho notable diciendo: La Sra. White simplemente tomó prestadas sus ideas de otros. Pero ¿cómo pudo saber cuáles ideas tomar prestadas y cuáles rechazar de una serie de teorías desconcertantes y enseñanzas sobre salud corrientes en el siglo diecinueve?
En segundo lugar, todo el que intente enseñar nutrición casi no puede concebir un liderazgo como el de la Sra. White que fue capaz de inducir a un número considerable de personas a mejorar sus dietas.
En tercer lugar, uno puede solamente especular acerca del gran número de enfermos del siglo pasado que podrían haber mejorado su salud si solamente hubiesen aceptado sus enseñanzas.
A pesar del hecho de que las obras de la Sra. White fueron escritas mucho antes del advenimiento de la moderna nutrición científica, no existe en la actualidad una guía mejor y más abarcante (Review and Herald, 26 de febrero de 1959).
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