El don de profecía, tema 5
El don profético desde la dispensación mosaica.
EL DON PROFÉTICO EN LA DISPENSACIÓN MOSAICA
DE EGIPTO A CANAÁN
Introducción
Al hacer un estudio comparativo entre la dispensación patriarcal y la dispensación mosaica, podemos hallar algunas similitudes y diferencias. Veamos los puntos que resaltan entre ambas:
Similitudes Diferencias
1. No hay modificación o cambio esencial en el plan de la redención del hombre entre una dispensación y la otra.
1. La historia de los acontecimientos en la era patriarcal fue escrita mucho tiempo después. Durante la dispensación mosaica, la historia se escribe mientras vivían sus protagonistas.
2. No hay cambio alguno en el don de profecía divinamente impartido.
2. En la dispensación mosaica hay más detalles instructivos, mientras que los detalles de un carácter similar fueron excluidos del relato de la dispensación patriarcal.
3. Las verdades son las mismas; las historias, diferentes.
3. En la dispensación mosaica, el don de profecía ocupa un lugar muy prominente. Se la considera de gran valor para la familia humana (Véase Números 11:25-26).
MOISÉS
La dispensación mosaica se inicia precisamente con Moisés, hijo de Amram y de Jocabed de la tribu de Leví, y termina con Samuel, último juez y profeta antes del inicio de los reyes de Israel.
Las condiciones en Egipto habían cambiado radicalmente después de la muerte de José. La Palabra de Dios dice que se levantó un nuevo faraón que no conocía a José. Este nuevo amo de Egipto afligió al pueblo hebreo, de tal modo que Jehová miró su aflicción y preparó al caudillo que había de libertar a su pueblo de la esclavitud en la que estaba sumido.
La historia de la vida de Moisés está matizada de hechos portentosos: Su salvamento de las aguas del Nilo, su educación maternal, su preparación en el palacio de Faraón, su acto homicida y su huida a Madián, su reeducación por 40 años en los desiertos de Madián. Todo esto apela a la imaginación, e intriga al espíritu.
Ya como líder, legislador o profeta, Moisés se destaca entre los grandes del Antiguo Testamento.
Por su trato con Dios, este varón de Dios entregó al mundo el decálogo inmortal, cuyos principios constituyen hasta hoy el fundamento de las leyes de todas las naciones
civilizadas.
Las revelaciones constantes y las continuas instrucciones recibidas por el don de profecía que moraba en él, habilitaron a Moisés para arrostrar triunfalmente las azarosas dificultades que se levantaban a cada paso del éxodo y las peregrinaciones subsecuentes.
Mediante el don de profecía dio a Israel leyes de salud, leyes civiles, leyes ceremoniales
para la sana convivencia y felicidad del pueblo, si estas eran observadas con fidelidad. Mediante el don de profecía dado a Moisés, la iglesia del desierto fue organizada y edificada con perfección y eficiencia.
Francisco Potter escribe lo siguiente respecto a Moisés: “En el gobierno, tanto como en la religión, Moisés es todavía poderoso después de tres mil años” (The story of religion, p. 33).
Hoy, la humanidad todavía está en deuda con Moisés. Por él nos fue dada la primera parte de la Biblia: el Pentateuco (que comprende: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y
Deuteronomio), mediante el cual sabemos hoy de la creación del mundo, de la caída del
hombre, del plan de salvación anunciado en el Edén, del diluvio, del origen de las naciones y de la vida de los patriarcas. Potter continúa diciendo: “No hay por lo tanto esfera de la vida humana hoy en Europa o América donde no se sienta la influencia abrumadora de Moisés” (Id., p. 35).
¿Cuál fue el secreto de su grandeza? Ciertamente, algunas personas tienden a señalar el genio de Moisés y su preparación escolástica y militar en el palacio de Faraón como la clave para sus grandes hazañas. Se explayan en sus dones como estadista, organizador,
administrador y escritor, dando a entender, si no lo dicen directamente, que las grandes
proezas que se le atribuyen fueron producto de los dones naturales o sus logros académicos en su preparación como el futuro faraón de Egipto. Pero esta no era la opinión de Moisés.
Él “se sostuvo como viendo al invisible” (Hebreos 11:27).
Se mantuvo en íntimo trato con su caudillo divino. Por medio del Espíritu Santo recibió instrucciones precisas para lo que debería realizar. Por lo tanto, los grandes hechos de su vida fueron el resultado de seguir fielmente esas instrucciones.
Dios mismo da testimonio en su Palabra de la relación íntima entre él y su siervo Moisés.
Números 12:6-8: “Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, y en sueños hablaré con él. No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. Cara a cara hablaré con él, a las claras y no en figuras”
El escritor del último capítulo del Deuteronomio anota lo siguiente respecto a Moisés: Deuteronomio 34:10: “Y nunca más surgió en Israel, un profeta como Moisés, con quien Jehová trataba cara a cara.”
Por eso Kile valora correctamente cuando escribe un sesudo artículo sobre Moisés en una famosa enciclopedia: “La carrera, las obras y el carácter de Moisés culminan con el cargo de profeta. Moisés fue esencialmente un líder como profeta. Como profeta ocupó el puesto de mayor eminencia en el mundo, hasta que vino uno mayor que Moisés” (The International Standard Bible Encyclopedia, tomo 3, art. Moses, pp. 2090, 2091).
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