El don de profecía y la iglesia remanente de Dios

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Los Adventistas del Séptimo Día creen que la tarea que se les designó como iglesia remanente de la profecía es restaurar verdades reveladas en el transcurso de la historia, que se perdieron o se abandonaron. Por ejemplo, el adorar a Dios como Creador-Redentor y procurar restaurar el sábado como el monumento de la Creación.

En las Escrituras, el tema del remanente corre del Génesis al Apocalipsis. La referencia más temprana al remanente aparece en el relato del Diluvio. Noé y su familia fueron el remanente en el arca (ver Génesis 7:23), mientras los impíos afuera perecieron. En el tiempo del rey Acab, Elías pensó que él era el único verdadero creyente que había quedado en Israel, pero Dios le aseguró que había un remanente de siete mil que no habían doblado sus rodillas ante Baal (ver 1 Reyes 19:18). Amos escribió que Israel llegaría a su fin como nación, pero que Dios podría tener misericordia y dejar un remanente (ver Amos 5:15). El profeta evangélico Isaías le dio a su hijo el nombre de Sear-jasub, "un remanente volverá" (Isaías 7:3), prediciendo el regreso de un remanente a Dios (ver 10:20-22). Y Jeremías profetizó que Dios reuniría su remanente desde los confines del mundo, escribiría su ley en sus corazones y haría un pacto con ellos (Jeremías 31:7,31-34).

En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo se refiere a un remanente en Romanos 11:5. El fiel remanente de los días de Pablo consistía en aquellos que en el pueblo judío aceptaron a Jesús como el Mesías, y que llegaron a ser el núcleo de la iglesia cristiana. En el libro del Apocalipsis, aparece un remanente en las iglesias de Tiatira (2:24) y de Sardis (3:4) y otro en el capítulo 12.

El remanente fiel de Dios no siempre fue un remanente visible. En los días de Elías, solo Dios conocía a los fieles en Israel. En forma similar, a lo largo de toda la historia cristiana siempre existió un remanente fiel e invisible, que consistía en personas de diferentes convicciones religiosas. Hoy también hay miembros fieles en todas las iglesias cristianas, incluyendo la Iglesia Católica Romana. Ellos han aceptado a Cristo como su Salvador personal, y son contados como el pueblo de Dios. Por lo tanto, en el tiempo del fin se hace el llamado: "Salid de ella [Babilonia], pueblo mío" (Apocalipsis 18:4). Muchos del pueblo de Dios están todavía en Babilonia, pero pertenecen a la iglesia invisible de Dios y en el tiempo del fuerte pregón de Apocalipsis 18:4 saldrán y se unirán a la iglesia remanente visible de Dios, descrita en Apocalipsis 12:17.

El remanente en Apocalipsis 12

Apocalipsis 12 enseña claramente que Dios tiene una iglesia remanente en el tiempo del fin. Los versículos 1 al 6 de este capítulo describen a una mujer que da a luz un Hombre-Niño real y un gran dragón rojo que trata de destruir a ambos. La mujer es un símbolo de los fieles de Dios (ver Isaías 54:5,6; 2 Corintios 11:2); el dragón es Satanás (ver Apocalipsis 12:9); el Hombre-Niño es Cristo (ver Salmo 2:7); y los 1.260 días profetices se refieren al período de supremacía papal desde el siglo sexto hasta el fin del siglo dieciocho (538-1798).

Apocalipsis 12:7-12 contiene un interludio que explica de dónde vino Satanás. En el versículo 13 Juan regresa a la historia comenzada en los primeros seis versículos del capítulo.

"Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca, y tragó el río que el dragón había echado de su boca. Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo" (vers. 13-17).

Los versículos 13 al 15 describen en términos simbólicos la persecución que sufrió la iglesia cristiana, primero bajo el Imperio Romano y más tarde por la Iglesia Romana apóstata. En el versículo 16, la tierra es personificada, y representa al recientemente descubierto continente americano ayuda a la iglesia proveyéndole un puerto seguro, tragando simbólicamente los ejércitos perseguidores (ver Apocalipsis 17:15). En el siglo diecisiete, enviar ejércitos a través del océano Atlántico era una empresa difícil.

Apocalipsis 12:17 nos ubica en el tiempo después del período de los 1.260 días, en otras palabras, en el siglo diecinueve. Satanás, viendo que era incapaz de destruir al fiel pueblo de Dios, está airado con el remanente de la simiente de la mujer, la iglesia remanente.

Marcas identificadoras de la iglesia remanente

Apocalipsis 12 señala dos marcas identificadoras de esta iglesia remanente: 1) Guardan los mandamientos de Dios, y 2) tienen el testimonio de Jesús. [1]

1. Los mandamientos de Dios. Cualesquiera sean los mandamientos que quisiéramos considerar como esta marca, ciertamente incluirán los Diez Mandamientos. De este modo, la primera señal para identificar a la iglesia remanente es su lealtad a la Ley moral de Dios, los Diez Mandamientos. En otras palabras, la iglesia remanente obedece todos los Diez Mandamientos de Dios, incluyendo el cuarto, el mandamiento del sábado. Así, en Apocalipsis 12:17, Dios dice realmente: "Al fin del tiempo tendré una iglesia la iglesia remanente que será reconocida por el hecho de que los miembros guardan los mandamientos como los he dado al principio, incluyendo el mandamiento del sábado".

En el tiempo de los apóstoles, esto no hubiera sido una señal especial, porque todos los seguidores de Cristo guardaban el sábado. Pero hoy, cuando la mayoría de los cristianos guardan el domingo, el sábado realmente ha llegado a ser una señal distintiva.

2. El testimonio de Jesús. La segunda marca distintiva es el "testimonio de Jesús" (griego, marturía Iesou). Esta expresión aparece seis veces en el libro del Apocalipsis (1:2, 9; 12:17; 19:10 [dos veces]; 20:4). ¿Qué significa? Se han propuesto dos interpretaciones gramaticalmente posibles. La primera entiende el "testimonio de Jesús" como un testimonio humano, o el de un testigo de Cristo. [2] Desde esta perspectiva, la guerra mencionada en Apocalipsis 12:17 se refiere a las "persecuciones contra todas las personas de la iglesia que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús". [3] La segunda interpretación entiende el "testimonio de Jesús" como la auto revelación de Jesús, su propio testimonio. [4]

Marturía, la palabra griega traducida "testimonio" en Apocalipsis 12:17, aparece veintiún veces en los escritos de Juan. Catorce veces aparece en una construcción gramatical (genitivo subjetivo) que expresa la idea de que el testimonio es el testimonio dado por la persona referida, no un testimonio acerca de esa persona. (Ver, por ejemplo, Juan 1:19; 3:11, 32, 33; 5:31.) En sus escritos, Juan expresa en forma consistente la idea de un testimonio acerca de alguien al usar la preposición perí ("acerca de, concerniente a") con el verbo marturéo ("ser testigo, testificar"). Por ejemplo, Juan 1:7: "dar testimonio de la luz" (marturéo más perí); 5:31: "Si yo doy testimonio acerca de mí mismo" [marturéo más perí]; 1 Juan 5:9: "Dios ha testificado acerca de su Hijo" [marturéo más perí]. [5]

Los dos primeros usos de la expresión "testimonio de Jesús" en el Apocalipsis armonizan con esta observación y establecen el modelo para usos posteriores en el libro. En Apocalipsis 1:1,2, en la introducción al libro del Apocalipsis, Juan establece la fuente Dios y el contenido del libro: la revelación de Jesucristo. El versículo 2 nos dice que Juan dio testimonio de la "palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo".

Generalmente se entiende "la Palabra de Dios" como que se refiere a lo que Dios dice. En consecuencia, "el testimonio de Jesús", que está en paralelo con "la Palabra de Dios", debe significar el testimonio que da Jesús. ¿De qué modo testificó Jesús? Mientras estuvo sobre la tierra, él testificó en persona al pueblo de Palestina. Después de su ascensión, habló por medio de sus profetas.

En Apocalipsis 1:9, Juan se presenta y muestra sus credenciales. Dice que él estaba en la isla de Patmos "por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo". Otra vez, el paralelismo entre la "palabra de Dios" y el "testimonio de Jesús" es claro. En el tiempo de Juan "la palabra de Dios" significaba el Antiguo Testamento, y el "testimonio de Jesús" significaba lo que Jesús había dicho en los Evangelios y por medio de sus profetas, tales como Pedro y Pablo. La "palabra de Dios" y el "testimonio de Jesús" describen el contenido de la predicación de Juan por la cual fue exiliado. En Apocalipsis 19:10, Juan explica que "el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía".

El espíritu de la profecía

¿Qué es "el espíritu de la profecía"? Esta frase aparece solo una vez en la Biblia: solo en este texto. El paralelo más cercano en la Biblia se encuentra en 1 Corintios 12:8 al 10. Allí Pablo se refiere al Espíritu Santo, que da el don de profecía entre otros dones. La persona que recibe este don es llamada profeta (ver 12:28; Efe. 4:11). Así como en 1 Corintios 12:28, donde los que tienen el don de profecía (vers. 10) son llamados profetas, así en Apocalipsis 22:8, 9, los que tienen el Espíritu de profecía (comparar con 19:10) son llamados profetas. El paralelismo entre los dos textos (Apocalipsis 19:10 y 22:8,9) es importante:

 

19:10

Yo me postré a sus pies

para adorarle.

Y él me dijo:

Mira, no lo hagas;

yo soy consiervo tuyo,

y de tus hermanos que retienen

el testimonio de Jesús.

Adora a Dios;

porque el testimonio de Jesús

es el espíritu de la profecía.

 

22:8, 9

Me postré para adorar a los pies

del ángel que me mostraba estas cosas.

Pero él me dijo:

Mira, no lo hagas,

porque yo soy consiervo tuyo,

de tus hermanos los profetas,

y de los que guardan las palabras de este libro.

Adora a Dios.

 

La situación en ambos pasajes es la misma. Juan cae a los pies del ángel para adorarlo. Las respuestas del ángel son casi idénticas, no obstante la diferencia es importante. En 19:10 los "hermanos" están identificados con la frase "que retienen el testimonio de Jesús". En 22:9, estos hermanos son sencillamente llamados "profetas". Si el principio protestante de interpretar la Escritura con la Escritura significa algo, la comparación debe llevarnos a la conclusión de que "el espíritu de la profecía" en 19:10 no es la posesión de todos los miembros de la iglesia en general, sino sólo de aquellos a quienes Dios ha llamado a ser profetas.

Esta interpretación no es puramente adventista, como puede verse en los escritos de otros eruditos. El erudito luterano Hermann Strathmann, por ejemplo, dice: "De acuerdo con el paralelo 22:9 los hermanos a quienes se refiere no son los creyentes en general, sino los profetas. También aquí están caracterizados como tales. Este es el punto de 19:10c. Si ellos tienen el marturía Iesou [testimonio de Jesús] tienen el espíritu de profecía, es decir, son profetas, y como tales, están junto a lo divino, que es un profeta, como el ángel, que sencillamente está al servicio del marturía Iesou (cp. l:l)". [6]

En forma similar, James Moffat explica: ‘"porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía’. Este comentario marginal en prosa específicamente define a los hermanos que retienen el testimonio de Jesús como poseedores de la inspiración profética. El testimonio de Jesús es prácticamente equivalente a que Jesús está testificando". [7]

El testimonio de los Tárgumes

Los lectores judíos de los días de Juan sabían lo que la expresión "espíritu de profecía" significaba. Habrían entendido la expresión como una referencia al Espíritu Santo, que imparte el don profético a los mensajeros de Dios. El judaísmo rabínico igualaba las expresiones del Antiguo Testamento "Espíritu Santo", "Espíritu de Dios" y "Espíritu de Yahweh" con el "espíritu de profecía", como podemos ver en la aparición frecuente de este término en los tárgumes (traducciones escritas del Antiguo Testamento al arameo).

"Por consiguiente el faraón les dijo a sus siervos: "¿Podremos encontrar un hombre como éste en quien está el "espíritu de profecía de Dios"? [8] (Génesis 41:38).

"Después de lo cual Dios se reveló en una nube y habló con él, y añadió [algo del] espíritu que estaba sobre él y [lo] colocó sobre los setenta ancianos, y cuando el espíritu de profecía descansó sobre ellos, ellos [comenzaron] a profetizar sin cesar. Ahora, dos hombres se habían quedado en el campo, el nombre de uno era Eldad, y el nombre del otro era Medad, no obstante el espíritu de profecía descansó sobre ellos porque estaban enumerados -entre los ancianos-, pero no habían salido al Tabernáculo y profetizaron en el campo" [Números 11:25,26].

"Entonces Dios le dijo a Moisés: "Toma a Josué, hijo de Nun, un hombre que tiene dentro de sí el espíritu de profecía, y pon tus manos sobre él. [9] (Núm. 27:18).

Algunas veces la expresión "Espíritu de profecía" se refiere sencillamente al Espíritu Santo, pero en muchos casos se refiere al don de profecía dado por el Espíritu Santo, como se ve en el contexto del texto hebreo del Antiguo Testamento, llamado el texto Masorético (TM). Comentando la expresión "Espíritu de profecía" en los Tárgumes, J. P. Scháfer dice:

"Un examen de los versículos del TO [Tárgum de Onkelos] usa la expresión ‘Espíritu de profecía’ para mostrar que en casi todos los casos hay una relación directa a la profecía en el contexto bíblico. La traducción ‘Espíritu de profecía’, aunque no literal en su sentido más estricto, es casi siempre estipulado mediante el TM (Génesis 41:38): José tuvo el ‘Espíritu de profecía’ porque fue capaz de interpretar el sueño del faraón; Números 11:25: el Espíritu que reposó sobre los setenta ancianos, de acuerdo con el TM, hizo que ‘profetizaran’; Números 24:2: Balaam profetizó con respecto a Israel). En otras palabras, la expresión ‘Espíritu de profecía’ describe una situación claramente delineada: el Espíritu Santo enviado de Dios que imparte el don profético al hombre". [10]

F. F. Bruce llegó a la misma conclusión:

"La expresión ‘el Espíritu de profecía’ es corriente en el judaísmo post-bíblico: se usa, por ejemplo, en un circunloquio en el Tárgum para el Espíritu de Yahweh que desciende sobre este o aquel profeta. De este modo, el Tárgum de Jonathan presenta las palabras iniciales de Isaías 61:1 como ‘El Espíritu de profecía de delante del Señor Dios está sobre mí’. El pensamiento expresado en Apocalipsis 19:10 no es diferente del ya citado de 1 Pedro 1:11 donde se dice que ‘el Espíritu de Cristo’ dio un testimonio adelantado en los profetas del Antiguo Testamento. Allí también Jesús es el tema del testimonio dado por el Espíritu profético; los profetas no sabían quién sería la persona o cuando sería el momento, pero al fin el secreto ha salido: la persona es Jesús; el momento es ahora.

"En Apocalipsis 19:10, sin embargo, es por medio de los profetas cristianos que el Espíritu de profecía da su testimonio. Lo que los profetas anteriores al cristianismo predijeron es proclamado como un hecho realizado por los profetas de la nueva edad, entre los cuales Juan ocupa el lugar principal". [11]

Volviendo a Apocalipsis 12:17, podemos decir que "el resto de la descendencia de ella [el remanente de Dios del fin del tiempo]…guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo", que es el Espíritu de profecía, o el don profético. Esta interpretación es fortalecida por un estudio de la palabra griega éjo, que significa "tener". Esta palabra indica posesión. Tienen un don de Dios: el don profético. Si el testimonio de Jesús fuera nuestro testimonio acerca de Jesús, Juan hubiera escrito algo como: "Guardan los mandamientos de Dios y testifican acerca de Jesús", o "dan testimonio a Jesús" Pero la palabra griega éjo nunca se usa en el sentido de "dar testimonio". [12]

En resumen, podemos decir que la iglesia remanente, que de acuerdo con la profecía existe después del período de los 1.260 días (en otras palabras, después de 1798), tiene dos marcas de identificación específica: 1) Ellos guardan los mandamientos de Dios, incluyendo el mandamiento del sábado como Dios lo ha dado; y 2) tienen el testimonio de Jesús, que es el Espíritu de profecía, o el don profético en medio de ellos.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día

Desde sus mismos comienzos, en 1863, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha pretendido siempre que estas señales de identificación se refieren a ella. Como adventistas, proclamamos los Diez Mandamientos, incluyendo el sábado, y creemos que como iglesia tenemos el testimonio de Jesús, es decir, que Dios se manifestó en la vida y obra de Elena de White. De este modo, la Iglesia Adventista del Séptimo Día es una iglesia prevista proféticamente, no sencillamente una iglesia más entre muchas. Dios ha llamado a la existencia a esta iglesia con un propósito muy específico: proclamar los mensajes de los tres ángeles.

Nuestros pioneros estaban bien seguros de que la Iglesia Adventista del Séptimo Día era la iglesia remanente de Apocalipsis 12:17. En un artículo titulado "Visiones y Profecía", G. I. Butler, presidente de la Asociación General de 1871 a 1888, preguntó:

"¿No hay ningún pueblo en quien estas condiciones se combinen en estos últimos días? Nosotros creemos que realmente lo hacen en los Adventistas del Séptimo Día. Han pretendido ser la iglesia "remanente" durante los últimos veinticinco años… ¿Guardan los mandamientos de Dios? Cualquiera que sabe algo de este pueblo puede responder que esta es la parte más importante de su fe…

"Con respecto al espíritu de profecía, es un hecho notable que desde la primera existencia como pueblo, los adventistas del séptimo día han reclamado que ha estado activo entre ellos". [13]

Elena de White creía firmemente que los adventistas del séptimo día son la iglesia remanente de Dios y que Apocalipsis 12:17 se aplica a ellos. Los Adventistas del Séptimo Día "son los representantes de Dios en la tierra". [14] "Tenemos los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesucristo, que es el espíritu de profecía". [15] Y ella aconsejaba: "Tengan todos cuidado de no hacer declaraciones contra el único pueblo que está cumpliendo la descripción que se da del pueblo remanente que guarda los mandamientos de Dios, tiene la fe de Jesús, y exalta la norma de la justicia en estos postreros días". [16]

Como Adventistas del Séptimo Día, somos miembros de la iglesia remanente de Dios. Sin embargo, esta identificación con la iglesia remanente no nos otorga una condición exclusiva con Dios. La salvación no está garantizada mediante la feligresía con ninguna iglesia: somos salvados como individuos, no como iglesia. Pero ser parte de la iglesia remanente de Dios significa tener acceso al don especial de Dios, el espíritu de profecía, y tenemos el privilegio de participar en la proclamación al mundo del mensaje especial de Dios para el tiempo del fin, los tres mensajes angélicos.

El origen profético del movimiento adventista y la generosa conducción divina mediante el don profético de Elena de White debiera hacernos ver más la responsabilidad que tenemos como iglesia remanente, y debería impulsarnos a terminar la obra que Dios nos ha dado.



[1] Apocalipsis 14:12 contiene otras dos marcas de identificación: la paciencia y la fe de Jesús.

[2] M. E. Osterhaven, “Testimony”, The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible (Grand Rapids, Mich.; Zondervan, 1975), tomo 5, p. 682; ver también Petros Vassiliades, “The Translation of Morturia Iesou in Revelation”; Bible Translator 36 (1985), pp. 129-134; David E. Aune, “Revelation 1-5”, World Biblical Commentary (Dallas, Texas: Word Books, 1977), pp. 80, 81.

[3] Ray F. Robbins, The Revelation of Jesus Christ (Nashville, Tenn.: Broadman Press, 1975), p. 154; ver también G. R. Beasley-Murray, The Book of Revelation, New Century Bible (Londres: Marshall, Morgan & Scott, 1974), p. 206.

[4] James Moffat, “The Revelation of St. John the Divine”, The Expositor’s Greek Testament, W. R. Nicoll, ed. (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans, 1965), tomo 5, p. 465

[5] Ver G. Pfandl, “The Remnant Church and the Spirit of Prophecy, Symposium on Revelation—Book II, Daniel and Revelation Commitee Series, F. B. Holbrook, ed. (Silver Spring, Md.: Biblical Research Institute, 1992) tomo 7, pp. 305, 306.

[6] Hermann Strathmann, “Martus ktl.”, Theological Dictionary of the New Testament, G. Kittel, ed., G. W. Bromilay, trans. (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans, 1967), tomo 4, p. 501.

[7] Moffat, tomo 5, p. 465.

[8] Bernard Grossfeld, The Targum Onquelos in Genesis, The Aramaic Bible, Martin McNamara, ed. (Collegeville, Minn.: The Liturgical Press, 1988), p 138.

[9] Grossfeld, The Targum Onqelos to Leviticus and Numbers, The Aramaic Bible, Martin McNamara ed. (Collegeville, Minn.: The Liturgical Press, 1988), pp. 102, 145. Otras veces en las que aparece son Éxodo 35:31; Números 11:17, 25, 26, 29; 24:2; Jueces 3:10; 1 Samuel 10:6; 19:10, 23; 2 Samuel 23:2; 1 Reyes 22:24; 2 Crónicas 15:1; 18:22. 23; 20:14; Salmo 51:13; Isaías 11:2.

[10] J. P. Schafër, “Die Termini ‘Heiliger Geist’ und ‘Geist der Profetie’ in Den Targumim und das Verhälnis der Targumim sueinander”, Vetus Testamentum 20 (1970), p. 310. La traducción es mía.

[11] F. F. Bruce, The Time is Fulfilled (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans, 1978), pp. 105, 106

[12] Pfandl, pp. 312, 313.

[13] G. I. Butler, “Visions and Prophecy”, Review and Herald, 2 de junio de 1874, p. 193

[14] Elena G. de White, Joyas de los Testimonios, tomo 1, p. 261.

[15] Elena G. de White, Testimonios para los ministros, p. 114

[16] Elena G. de White, Testimonios para los ministros, pp. 58, 59

 
 
 

 


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