El origen del infierno de Dante Alighieri
La doctrina del fuego del infierno tiene su origen en la creencia de la inmortalidad del alma, y depende de ella. La visión dualista de la naturaleza humana que consta de un cuerpo mortal y de un alma inmortal que sobrevive la muerte del cuerpo presupone un destino dual para el Hemos observado que la creencia en la inmortalidad del alma se remonta a Egipto, que con toda razón ha sido llamada la “Madre de las supersticiones”. Lo mismo es cierto para la creencia en el infierno como un lugar de castigo eterno. Los filósofos griegos y romanos le atribuyen irrestrictamente a Egipto la invención de la dicha y los terrores del mundo invisible.
Los egipcios, los griegos y los romanos compartían la visión de que el infierno está ubicado en lo profundo de la tierra. Se lo conocía con varios nombres, incluyendo Orco, Erebo, Tártaro e Inferno, del que proviene nuestra expresión “regiones infernales”. La puerta del infierno era vigilada por Cerbero, el perro de tres cabezas, que evitaba cualquier salida de las regiones infernales. Para asegurarse de que no habría escape alguno de la horrorosa prisión, el infierno estaba rodeado de una triple muralla y un río de fuego llamado Flegeton.
En su libro La Eneida, Virgilio, un célebre poeta romano (70-19 a.C.), nos da esta breve descripción de los agonizantes castigos del infierno.
Las imágenes de Virgilio acerca del infierno fueron pulidas e inmortalizadas por el famoso poeta italiano del siglo XIV, Dante Alighieri. En su Divina Commedia, Dante describe el infierno como un lugar de terror absoluto, donde los condenados se retuercen y gritan mientras los santos disfrutan en la gloria del paraíso. En el infierno de Dante, algunos pecadores gimen a voz en cuello en sangre hirviendo mientras que otros soportan el humo ardiente que les carboniza los orificios nasales; aún otros corren desnudos huyendo de las hordas de serpientes venenosas.
Miguel Ángel usó su talento para pintar escenas del Inferno de Dante en la pared de la capilla Sixtina, la capilla particular del Papa. A la derecha de Cristo, los santos resucitados reciben sus cuerpos de resurrección y ascienden al cielo. A la izquierda de Cristo, los demonios con horquillas arrastran, empujan y arrojan pecadores impenitentes en los calderos de fuego ardiente. Finalmente, en la parte de abajo de la mística figura griega Caronte con sus remos, junto con sus demonios, fuerza a los condenados a bajar de su bote empujándolos ante el juez infernal Minos, otra figura mística griega. Demonios aborrecibles roen los cráneos de los pecadores sufrientes mientras observan ejemplos grotescos de horroroso canibalismo. Estas pinturas gráficas del infierno –pintadas entre 1535 y 1541 en la capilla papal más importante– reflejan la creencia popular preponderante de los horrores del fuego del infierno.
Durante los siglos siguientes, los predicadores protestantes fueron inspirados más por las espantosas representaciones de Dante y Miguel Ángel de los tormentos del infierno que por el lenguaje de la Escritura. Atemorizaban a sus congregaciones con sermones que eran verdaderos eventos pirotécnicos. No satisfechos con la imagen neotestamentaria del fuego y el humo, algunos predicadores con mentes más creativas describían el infierno como una extraña cámara del horror donde el castigo se basa en el principio de medir con la misma vara. Cualquiera sea el miembro del cuerpo que pecó, ese miembro será castigado en el infierno más que cualquier otro miembro.
La obsesión medieval con el estado de las almas en el purgatorio llevó a la proliferación de leyendas increíbles acerca de los crueles sufrimientos soportados por las almas encarceladas en el purgatorio. Estas leyendas inspiraron la representación gráfica del purgatorio en el Purgatorio de Dante Alighieri, el segundo libro de su Divina comedia, y podría decirse que el mayor ejemplo de ficción literaria medieval.
El purgatorio de Dante es una isla montañosa elevada, la única tierra del hemisferio sur, que consiste en siete terrazas niveladas, cada una habitada por un grupo diferente de pecadores que hacen penitencia para expiar los pecados que cometieron en la tierra. Por ejemplo, los orgullosos son forzados a dar vueltas alrededor de su terraza durante siglos, inclinando medio cuerpo en humildad. Los holgazanes tienen que correr alrededor gritando ejemplos de celo y de pereza, mientras que los lujuriosos son purgados por medio del fuego.
El Infierno (en italiano Inferno) es la primera de las tres cánticas de la Divina comedia del poeta florentino Dante Alighieri. Los sucesivos cantos son el Purgatorio y el Paraíso. Está formada por 33 cantos, más uno de introducción, cada canto está subdividido en tercetos cuya rima está intercalada. De hecho, su estructura doctrinal hace un uso constante del número tres: los condenados están repartidos en tres categorías, cada una localizada en una sección decreciente de la cavidad subterránea. El orden de las penas, como dice Virgilio en el canto XI, depende de la Ética nicomáquea de Aristóteles, y prefigura una jerarquía del mal basada en el uso de la razón. La elección de las penas sigue la ley del contrapaso, que castiga los pecadores mediante el contrario de sus pecados o por analogía a ellos. En ese sentido, los pecadores más «cercanos» a Dios y la luz, es decir, puestos en los primeros círculos, son los incontinentes, que incluyen a los lujuriosos, los glotones, los avaros y los iracundos. Siguen los violentos, que fueron cegados por la pasión, si bien a un nivel de inteligencia mayor que los primeros. Los últimos, ubicados en las Malasbolsas, son los fraudulentos y los traidores, que quisieron y realizaron el mal conscientemente. Entre los traidores hay cuatro categorías: a Caína van los traidores a la familia; a Antenora, los traidores a la patria; a Tolomea, los traidores a los huéspedes y a Judeca, los traidores a los benefactores y a Dios. Todos los pecadores del Infierno tienen una característica en común: sienten la separación de Dios como el mayor castigo. Cuanto mayor es el pecado, menor es el espacio físico en el que habitan las almas.
El poema comienza el día antes del Viernes Santo, en el año 1300. El narrador, Dante Alighieri, tiene treinta y cinco años, y por ende se encuentra «a mitad del camino de la vida» (Nel mezzo del cammin di nostra vita) —mitad de la expectativa de vida de setenta años según la Biblia (Salmo 90:10). El poeta se encuentra perdido en «una selva oscura» y es asaltado por tres bestias, un león, un leopardo (lonza en italiano que puede referirse también a una pantera o un lince), y una loba, a los que no puede evadir, y es incapaz de encontrar la «senda recta» (diritta via) a la salvación. Estos animales son una alegoría de la soberbia, la lujuria y la codicia, tres pecados capitales. Consciente de que él mismo se está haciendo daño y de que está cayendo en un «profundo lugar» (basso loco) donde el sol calla (l sol tace), Dante es finalmente rescatado por el poeta romano Virgilio. Los dos comienzan un viaje al mundo de ultratumba (Canto I). Cada castigo en el Infierno es por contrapaso, una representación de la justicia poética; por ejemplo, los adivinos deberán caminar con sus cabezas al revés, incapaces de ver lo que está enfrente, resultado de tratar de ver siempre el futuro.
Dante pasa a través de la puerta del infierno, que tiene una inscripción, cuyo texto dice:
«Es por mí que se va a la ciudad del llanto, es por mí que se va al dolor eterno y al lugar donde sufre la raza condenada, yo fui creado por el poder divino, la suprema sabiduría y el primer amor, y no hubo nada que existiera antes que yo, abandona la esperanza si entras aquí’_».
Antes de entrar completamente al infierno, Dante y su guía ven a aquellos que nunca se comprometieron, las almas de aquellos que jamás hicieron algo bueno o malo (entre ellos, Dante reconoce a Celestino V, un papa que renunció a su cargo). Con ellos están los exiliados que no tomaron parte en la rebelión de los ángeles. Estas almas no están ni en el Infierno ni fuera de este, pero residen en las orillas del Aqueronte. Su castigo es el de perseguir eternamente una bandera en blanco mientras son atacados por abejas y avispas que continuamente los pican mientras gusanos y otros insectos succionan su sangre y lágrimas. Este castigo se debe a que en vida no fueron capaces de abanderar ninguna causa; ahora deben correr detrás de un estandarte vacío y no por motivación propia, sino por evitar las picaduras de las abejas. Como el Purgatorio y el Paraíso, el Infierno tiene una estructura de 9+1=10, pues cuenta con un «vestíbulo» de diferente naturaleza que los otros nueve círculos que lo componen, de los cuales lo separa el Aqueronte.
Tras franquear el vestíbulo, Dante y Virgilio llegan a la barca que les permitirá cruzar el Aqueronte y llegar al infierno propiamente dicho. Quien conduce la embarcación es Caronte, quien, al saber que Dante procede del mundo de los vivos, se niega a dejarlo pasar. Virgilio, sin embargo, lo obliga a acceder pronunciando la frase Vuolsi così colà ove si puote («así se dispuso allí donde se tiene la autoridad»), indicando que el viaje de Dante es deseado por Dios. Las protestas y blasfemias de las almas condenadas llenan la atmósfera (Canto III). Sin embargo, el poeta pierde el conocimiento y en su poema no se describe el cruce del río propiamente dicho (Canto IV).
A continuación, Virgilio guía a Dante por los nueve círculos del Infierno, que son concéntricos, representando la progresión de la gravedad del pecado castigado, y culmina en el centro de la Tierra, donde Satán es prisionero. Los pecadores de cada círculo son castigados con penas eternas.
Aquellos que se arrepintieron y oraron antes de fallecer se encuentran en el Purgatorio, donde deben expiar sus culpas. En el Infierno se encuentran quienes justificaron sus pecados y no se arrepintieron.
En un sentido alegórico, las tres bestias representan los tres tipos de pecados: la autoindulgencia, la violencia, y la perversidad,1 lo cual es de importancia pues determina la estructura del lugar, de modo que el alto Infierno (los primeros cinco círculos) corresponden a los pecados de autoindulgencia, el sexto y el séptimo a los caracterizados por la violencia, y el octavo y el noveno a los marcados por la perversidad.
Los 9 círculos del infierno de Dante
Cada uno de los nueve círculos del infierno de Dante sirve como un castigo y un reflejo de los pecados graves que las personas cometieron durante su tiempo en la tierra.
En su famoso poema “La Divina Comedia”, una de las obras más destacadas de la literatura universal, el poeta italiano Dante Alighieri, apodado el Poeta Supremo, describe, en la primera parte, Inferno, un título que describe la visión del infierno del propio poeta. La historia comienza con el narrador (que es el propio poeta) perdido en un bosque oscuro donde es atacado por tres bestias de las que no puede escapar. Es rescatado por el poeta romano Virgilio, enviado por Beatrice (la mujer ideal de Dante). Y juntos, comienzan el viaje al inframundo. Estos son los nueve círculos del infierno de Dante:
Primer círculo (Limbo)
El primer círculo es el hogar de los paganos virtuosos y no bautizados. Obviamente no es el cielo, pues estamos en el Inframundo; pero en lo que respecta al infierno, no es un lugar demasiado malo. Aquí es donde se encuentran Hipócrates, Aristóteles, Sócrates, Homero o incluso Julio César.
Segundo círculo (Lujuria)
En el Segundo Círculo del Infierno, Dante y su compañero Virgilio se topan con personas que fueron vencidas por la lujuria. Son castigados con fuertes vientos que los empujan violentamente de un lado a otro, impidiéndoles encontrar paz y descanso, que simbolizan la inquietud de una persona que se deja llevar por el deseo de los placeres carnales. Aquí encontraríamos a Cleopatra, Tristán, Helena de Troya y otros adúlteros conocidos.
Tercer Círculo (Gula)
Aquí se han los que se exceden, los glotones y su castigo es soportar una lluvia interminable de granizo bajo la atenta vista de Cerbero. Personas corrientes, ni épicos ni mitológicos. El autor Boccaccio tomó uno de estos personajes normales, Ciacco, y lo incorporó a su colección de cuentos del siglo XIV llamada «El Decamerón».
Cuarto círculo (Avaricia)
Los que dedicaban su vida por y para los bienes materiales; aquellos cuya única preocupación es el dinero y el materialismo. Su castigo era empujar objetos muy pesados a lo largo del círculo del inframundo y chocarse constantemente los unos con los otros.
Quinto círculo (Ira y pereza)
Esta sección del infierno es para las almas coléricas que pasarán la eternidad librando una batalla en el río Estigia. Nuevamente, el castigo refleja el tipo de pecado cometido durante su vida.
Sexto círculo (Herejía)
El rechazo a las «normas» religiosas o políticas tiene cabida aquí. Dante se encuentra con Farinata degli Uberti, un líder militar y aristócrata que intentó ganar el trono italiano y fue condenado póstumamente por herejía en 1283. También es el hogar de Epicuro, el Papa Anastasio II y el Emperador Federico II.
Séptimo círculo (Violencia)
Para aquellos entregados a la malicia. La entrada, custodiada por el Minotauro, nos presenta tres anillos: en el primero se encuentran los homicidas, criminales, tiranos, violadores y bandidos en el río Flegetonte, un río de sangre y fuego hirviente: en el siguiente circulo nos toparemos con los que se autolesionaron: suicidas y los que buscaron la muerte en manos ajenas; por último, el tercer anillo está formado por los blasfemos, castigados con una perenne lluvia de fuego, los sodomitas, penados con correr sin descansar y los usureros, quienes se tienen que enfrentar al mismísimo fuego.
Octavo círculo (Fraude)
El octavo círculo se subdivide en diez trincheras, todas repletas de estafadores: delincuentes y seductores, aduladores, culpables de simonía, hechiceros y falsos profetas, los políticos corruptos, los hipócritas, los ladrones, los consejeros malvados, etc.
Noveno y último círculo (Traición)
Está dividido en cuatro rondas, según la gravedad del pecado, con Satanás en el centro, condenado por traicionar a Dios. Cada una de ellas, lleva el nombre de un individuo que personifica el pecado. La Ronda 1 en honor a Caín; la Ronda 2 en honor a Antenor de Troya, quien fue el consejero de Príamo durante la Guerra de Troya, la Ronda 3 en honor a Ptolomeo (hijo de Abubus) y la Ronda 4 por Judas Iscariote, el apóstol que traicionó a Jesús con un beso.
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