El Sábado, mensaje de la creación perfecta.
El valor de una cosa depende a menudo de su origen. El original de «La Santa Cena» de Leonardo de Vinci, conservado en Milán, está sumamente más valorado que cualquiera de sus numerosas reproducciones, aun cuando éstas tengan menos resquebrajaduras y más color. La razón es obvia: el original de Leonardo de Vinci, a pesar de su pobre estado de conservación, es una obra de arte insuperada. Del mismo modo, el valor de nuestro mundo y de nuestras vidas no depende de su presente estado de desorden y decadencia, sino más bien de su perfección original y de su restauración última. El sábado sirve para recordarnos ambas facetas. Este capítulo se centra en la primera: el sábado, celebración de una creación perfecta. En el primer capítulo vimos que el sábado está enraizado en el evento de la creación, marcando su culminación e inaugurando la historia humana. Pero, ¿qué nos dice el sábado del carácter de Dios, de la calidad de la creación y de la relación entre el Creador y sus criaturas? Estas son las cuestiones que vamos a considerar en este capítulo y en los siguientes.
PARTE I: LA CREACION DEL SABADO
Implicaciones
- Antes de introducirnos en la consideración de los valores del sábado, detengámonos un momento en algunas de sus funciones, tal como aparecen en las Escrituras. En cuatro lugares diferentes el sábado está explícitamente vinculado a la creación. El primero, Génesis 2:2-3, presenta el sábado como el majestuoso final del proceso creador: «El séptimo día terminó Dios lo que había hecho y descansó. Entonces bendijo el séptimo día y lo declaró día sagrado, porque en ese día descansó de todo su trabajo de creación.» Las otras tres menciones (Ex. 20:11; Ex. 31:17; He. 4:4) se refieren también al primer relato de la creación, pero con una finalidad diferente. Exodo 20:11 apela a la creación como base teológica para el mandamiento del sábado, que ordena trabajar seis días y descansar el séptimo: «Porque el Señor hizo en seis días el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y descansó el día séptimo. Por eso el Señor bendijo el sábado y lo declaró día sagrado.» En Exodo 31:17 se recurre a la creación para apoyar no sólo la obligación permanente de la observancia del sábado («a través de los siglos» vs. 13-15) sino también su carácter de «pacto perpetuo»: «Será una señal permanente entre mí y el pueblo de Israel. Porque el Señor hizo el cielo y la tierra en seis días y el séptimo día dejó de trabajar y descansó» (v. 17). Finalmente, en Hebreos 4:4, se cita parte de Génesis 2:2 («Dios reposó de toda su obra el séptimo dial para establecer la universalidad del descanso sabático, en el que se incluyen todas las bendiciones de la salvación recibidas al entrar personalmente en el «reposo de Dios» (He. 4:1, 3, 5).1 E1 hecho de que para justificar la importancia del mandamiento concerniente al sábado se apele a su origen en la creación, a su permanencia como pacto y a la universalidad de sus bendiciones para la salvación, todo ello muestra la importancia que la Biblia atribuye a este día. ¿Por qué ha tenido que desempeñar el sábado de la creación un papel tan importante en el transcurso de la historia de la salvación? Para contestar esta pregunta debemos empezar por descubrir el significado que tiene el sábado en el relato de la creación y sus implicaciones para las relaciones entre Dios y el hombre.
2-Celebración de una creación perfecta
Una de las funciones más evidentes del séptimo día, según el texto de la creación, es la de señalar la conclusión de la obra divina completa y absolutamente perfecta. Este significado ha sido expresado de un modo especial a través de la estructura septenaria de la narración, los términos usados y el sentido atribuido al descanso de Dios. Examinemos pues cada uno de estos elementos en el orden citado. Estructura septenaria. El texto de la creación (Gn. 1:1 a 2:3) revela una asombrosa simetría elaborada en torno al número siete (y sus múltiplos), usado tanto en la ordenación del relato como en muchos de sus detalles. Por ejemplo, Génesis 1:1 tiene en hebreo siete palabras, y catorce el versículo siguiente,–dos veces siete. Los tres nombres que aparecen en el primer versículo, es decir, Dios (Elohim), cielos (‘samayim) y tierra (‘eres) se repiten en este pasaje del modo siguiente: Dios treinta y cinco veces, (cinco veces siete); tierra veintiuna veces (tres veces siete), al igual que cielos (incluyendo firmamento–raquia’) que también aparece veintiuna veces (tres veces siete). También hay siete referencias a la luz (‘or) en la descripción del cuarto día (Gn. 1:14-18) y siete veces se repite la expresión «era bueno» o «estaba bien,» (obsérvese que la séptima vez dice muy bien, Gn. 1:31) 2 Es particularmente significativo que la séptima y última sección (Gn. 2:2-3) que trata del séptimo día tenga en hebreo «tres frases consecutivas (indicando insistencia) cada una de siete palabras y cada una conteniendo en el centro la expresión el séptimo día:» 3
- Y en el séptimo día Dios terminó lo que había hecho (v. 2a–siete palabras en hebreo).
- Y descansó el séptimo día de toda su obra (v. 2b–siete palabras en hebreo).
- Entonces bendijo el séptimo día y lo santificó (v. 3a –siete palabras en hebreo).
Es digno de mención que el número siete no es sólo un elemento que se repite en este texto, sino que es la clave de la estructura literaria de todo el relato. Después de la frase introductoria (Gn. 1:1), el texto aparece construido en siete secciones, una para cada uno de los correspondientes días de la creación. La frase «hubo tarde y hubo mañana, primer día … segundo día . . . tercer día . . . etc.,» se repite marcando la división lógica del relato hasta alcanzar su punto culminante en el séptimo día. El séptimo día se repite tres veces, indudablemente para subrayar que con él la creación ha alcanzado su objetivo, su conclusión y perfección. El siguiente diagrama nos ayuda a ver más claramente la función de la estructura septenaria:
Estructura Literaria del Relato de la Creación–Génesis 1:1-2:3
Y hubo tarde y hubo mañana ………………………………… primer día (1:5
Y hubo tarde y hubo mañana …………………………………. segundo día (1:18)
Y hubo tarde y hubo mañana …………………………………. tercer día (1:13)
Y hubo tarde y hubo mañana …………………………………. cuarto día (1:19)
Y hubo tarde y hubo mañana ………………………………… quinto día (1:23)
Y hubo tarde y hubo mañana …………………………………. sexto día (1:31)
Dios terminó su obra ……………….. en el séptimo día (2:2a)
y descansó ……………………………….. en el séptimo día (2:2b)
Entonces Dios bendijo ……………….. el séptimo día (3:3a)
Esta disposición del relato en seis jornadas para llegar a su clímax en el séptimo día (cuya triple repetición subraya su importancia) indica, como lo ha demostrado de un modo muy convincente Nicola Negretti, que el propósito de esta estructura basada en el número siete es enfocar la atención en el séptimo día como culminación de los otros seis.4 El séptimo día, en palabras de Negretti, «concluye, perfecciona y supera a los seis días precedentes.»5
¿Por qué tanto la estructura como muchos otros detalles del texto de la creación están basados en el número siete? La razón hay que buscarla en el significado simbólico atribuido a este número por los israelitas y otros pueblos. Estudios recientes sobre la utilización del número siete revelan que esta cifra se usaba tanto en la literatura bíblica como en la del resto del antiguo Cercano Oriente para expresar las ideas de plenitud y perfección. 6 ¿Cómo llegó a adquirir el número siete este significado? La respuesta más satisfactoria vendría dada por su relación con el séptimo día de la creación? Dicho de otro modo, las connotaciones de plenitud y perfección adquiridas por el séptimo día en la creación, pudieron fácilmente haberse extendido y aplicado al uso general del número siete.
En la literatura épica sumerio-acadia y ugarítica se han encontrado muchos ejemplos de la utilización del número siete como base esquemática para expresar el clímax y la culminación de un relato.8 Una tablilla encontrada en Ugarit contiene un bello ejemplo de estructura antitética (una secuencia de seis días contrastados con el desenlace final en el séptimo), semejante en algunos aspectos a la de la creación: «Avanza un día y otro más; un tercero, un cuarto día; un quinto, un sexto día y–¡he aquí! al amanecer del séptimo, habrás llegado a Udum el Grande, sí, a, Udum el Grande.»9
Este texto nos recuerda el pasaje de la conquista de Jericó, en la que el ejército de Israel seguido por siete sacerdotes con siete trompetas marcharon alrededor de la ciudad durante siete días. «Al séptimo día se levantaron de madrugada y marcharon, alrededor de la ciudad, como lo habían hecho antes, pero ese día le dieron siete vueltas. Y a la séptima vuelta . . . la gente gritó y las trompetas sonaron . . . y la muralla de la ciudad se vino abajo» (Jos. 6:15, 16, 20; lo subrayado es nuestro). La intención conclusiva de la estructura septenaria es evidente. La marcha en torno a las murallas de la ciudad durante los primeros seis días sirve de preludio al espectacular final experimentado el séptimo día. Para destacar la conclusión de la operación se insiste no sólo en el contraste entre la acción de los seis días y la del séptimo, sino también en las siete vueltas a las fortificaciones en el día siete. El mismo acto se repite siete veces el día séptimo para finalizar y concluir la acción realizada en los seis días anteriores. Y así se indica en el texto: «A la séptima vuelta . . . la gente gritó, las trompetas sonaron y las murallas cayeron » (Jos. 6:16, 20).
Podríamos citar muchos otros ejemplos bíblicos donde el número siete es usado para expresar totalidad, plenitud y perfección.10 Pedro, por ejemplo, esperando ser alabado por Cristo, está dispuesto a perdonar a sus hermanos hasta siete veces, es decir, un número de veces indicando totalidad. Cristo responde a Pedro utilizando el mismo número, pero amonestándole a multiplicarlo hasta «setenta veces siete» (Mt. 18:21-23). La lección es clara: el perdón perfecto no tiene límites numéricos.
Esta breve digresión en torno a la simbología del siete bastaría para explicar por qué este número constituye el armazón central y el leitmotiv del relato de la creación. Siendo símbolo de plenitud y perfección, su reiteración tiene por objetivo resaltar la función del séptimo día como indicador de la perfección original de la creación divina.
Palabras. Este mensaje del sábado es hecho patente de un modo adicional por medio de las expresiones empleadas para describir la celebración del primer sábado (Gn. 2:2-3). Para mayor claridad, expondremos esos términos en el siguiente diagrama:
Palabras utilizadas en Génesis 2:2-3 por orden de frecuencia
Dios (‘Elohim) ……………………………….tres veces
séptimo día (yom hassebi’i) …………… tres veces
su obra (mela’kto) ………………………… tres veces
hecho (‘asah) ………………………………… tres veces
descansó (yisbot) …………………………..dos veces
terminó (yekal) ………………………………una vez
bendijo (yebarek) ……………………………una vez
santificó (yeqaddes) ……………………….. una vez
creó (bara’) ……………………………………. una vez
Este cuadro muestra que las primeras cuatro palabras, a saber Dios, séptimo día, obra y hecho, presentan la máxima frecuencia, apareciendo cada una tres veces. ¿Por qué repite el autor esos cuatro términos tres veces? Evidentemente, porque la triple repetición se usa en la Biblia para expresar la importancia de una declaración. La bendición sacerdotal, por ejemplo, se expresa en una triple repetición para hacer hincapié en su plenitud (Nm. 6:23-26). En, nuestro caso, el énfasis recae sobre «Dios» y en lo que El hizo en el «séptimo día» en relación con «su obra» de los seis días anteriores. ¿Qué se dice acerca de la obra de Dios, vista por El mismo desde el séptimo día? Tres verbos son utilizados para indicar la valoración que Dios hizo de su creación: en el séptimo día todo había sido «hecho» (repetido tres veces), «creado» y «terminado.» Otros tres verbos describen cómo Dios celebró su magnífica realización: «descansó . . . bendijo . . . y santificó» el séptimo día. Más adelante estudiaremos el significado de estas tres expresiones. Observemos de momento solamente que por medio de esos verbos Dios proclama las buenas nuevas de que su creación ha terminado y ha alcanzado su plenitud. El descanso de Dios. Para hacer resaltar la importancia de tan grandiosa realización, el pasaje nos dice que Dios hizo algo especial el séptimo día. Por dos veces Génesis 2:2-3 repite que Dios «descansó.» En los mitos de la creación del Cercano Oriente, el descanso divino (llamado técnicamente otiositas), es generalmente conseguido tras la eliminación de los dioses turbulentos y destructores o tras la creación del hombre,11 asegurándose así el establecimiento del orden en un mundo seguro. Por ejemplo, en la epopeya babilónica de la creación (Enuma elis) el dios Marduk dice: «Ciertamente crearé al hombre, para que se ocupe de servir a los dioses, y ellos estén a gusto.»12 Sin embargo, en la creación del sábado, el descanso divino no depende de la destrucción de sus competidores, o de la explotación del trabajo de la humanidad, sino al contrario, de la culminación de una creación perfecta. Dios descansó en el séptimo día no para terminar su labor creadora, sino porque su labor ya había terminado (Gn. 2:2-3). Como dice Niels-Erik Andreasen, «no es el descanso (la cesación del trabajo) lo que concluye la creación, sino que es la creación concluida la que da lugar al descanso y al sábado. «13 Todo artesano concienzudo trabaja en su obra hasta que ha conseguido su objetivo, y una vez alcanzado, su labor ha concluido. De un modo infinitamente superior, Dios, habiendo completado la creación de este mundo con todas sus criaturas, cesó de crear en el séptimo día. Este es esencialmente el significado del verbo hebreo sabat que se traduce generalmente por «reposar». Su sentido más exacto sería «cesar, desistir, dejar de hacer algo.» De hecho, para expresar el descanso subsiguiente a la fatiga el hebreo emplea un verbo diferente, nuah, que en español traducimos normalmente por «descansar.» Esta es la forma que se utiliza en Exodo 20:11, donde el plan divino de trabajo y descanso es tomado como base del mandamiento que ordena trabajar durante seis días y descansar en el séptimo. Sin embargo, en Génesis 2 se usa el verbo sabat, porque el descanso de Dios es de otro tipo. Su función no es antropológica sino cronológica. En otras palabras, ese término no sirve para explicar la razón del descanso humano, sino la relación entre Dios y su creación: Dios la consideró completa y perfecta, y lo manifestó . . . al cesar.
Esta comprensión del descanso de Dios es compartida por numerosos teólogos. Karl Barth, entre ellos, observa lo siguiente: «En Génesis 2:2 leemos que en el séptimo día Dios, el Creador, completó su obra ‘reposando.’ Esto significa simplemente que dejó de seguir creando. Puso un límite a su creación y a sí mismo. Se sintió satisfecho de ser el Creador de esta creación en concreto, y se gozó, como Creador, en esta obra concreta. No emprendió nuevas creaciones. No necesitó más creaciones. Pues había encontrado que todo lo que había creado era ‘muy bueno’ (Gn. 1:31.»14 «Cuando la creación culminó con el hombre, habiendo encontrado su clímax y significado en la realidad del hombre, Dios descansó en el séptimo día de toda la obra que había hecho. Fue entonces cuando El pudo afirmar que todo era muy bueno, y por consiguiente que nada necesitaba ser completado o mejorado.»15
Dietrich Bonhoeffer expresa en términos similares que «en la Biblia ‘reposar’ significa realmente algo más que ‘tomarse un descanso.’ Significa descansar después de que el trabajo ha sido terminado; significa plenitud, perfección y paz.»16 Podríamos decir que al contraponer a su creación la cesación de su reposo, Dios manifestó su conformidad con su obra: no hacía falta poner ningún retoque adicional a lo que había creado. Todo era «bueno en gran manera» (Gn. 1:3). ¿Quiere decir eso que Dios pasó el séptimo día contemplando inmóvil su maravillosa obra? Es difícil imaginar que el dinamismo divino se haya detenido durante un día en actitud estática. En el próximo capítulo veremos que esa cesación de Dios, ese dejar de hacer algo es una expresión de su deseo de estar con sus criaturas, no sólo para darles cosas sino para darse a Si mismo. Ahora fijémonos en el alentador mensaje que el relato de la creación, culminado en el descanso divino, confiere al sábado. Este día nos trae el anuncio gozoso de que el mundo y todas sus criaturas no deben su existencia a un azar ciego y absurdo, sino a un acto perfecto y personal de Dios.
PARTE II: CELEBRANDO LA CREACION
¿Cómo celebrar en el sábado el recuerdo gozoso de una creación perfecta? ¿Qué significado tiene esta celebración para nuestra vida personal y nuestra relación con Dios, con la naturaleza y ,con nuestro prójimo? En los capítulos siguientes daremos respuesta a estas preguntas. Limitémonos de momento a estas tres sugerencias.
- Descansando como si toda nuestra obra hubiese sido hecha
Un buen modo de empezar a celebrar la plenitud y perfección de la creación divina es descansando el sábado como si toda nuestra obra hubiese sido hecha. Esta sugerencia puede parecer poco realista siendo que tan a menudo llegamos al final de la semana con la frustración de habernos quedado trabajo pendiente. ¿No nos pasa muchas veces que a pesar de los esfuerzos, los seis días no han bastado para hacer lo que queríamos? ¿Cómo pues podemos celebrar el gozo del sábado descansando como si no tuviésemos nada más que hacer? La respuesta nos la da precisamente el objetivo del sábado, que consiste en darle un sentido de «plenitud» a nuestra vida incompleta. Un comentario rabínico sobre Exodo 20:9 («Seis días trabajarás y harás toda tu obra»), alude concretamente a esta función del sábado: «¿Puede algún hombre hacer toda su obra en seis días? Nuestro trabajo ¿no queda siempre incompleto? Lo que esta frase quiere decirnos es: Descansa en el sábado como si toda tu obra estuviese terminada. En otras palabras: Deja incluso de pensar en el trabajo.»17
Es cierto que a menudo el sábado parece llegar antes de lo previsto, haciéndonos sentir chasqueados por no haber terminado nuestras tareas. ¿No es ése un poderoso modo de recordarnos nuestras limitaciones e incapacidades humanas? Sin embargo, el sábado, al liberarnos de nuestras ocupaciones cotidianas, da sentido de plenitud a los seis días de trabajo y a la vida misma. Unas semanas el resultado de nuestro trabajo parece mayor que otras; pero cada sábado, hayamos logrado hacer mucho o poco, Dios nos invita a celebrar las realizaciones que su creación y redención han conseguido en nuestro favor, haciéndonos entrar en su descanso. Dios nos invita a interrumpir nuestra rutina diaria y descansar como si todo nuestro trabajo hubiese terminado, para que podamos entrar en el gozo de la plenitud de su creación y redención (Gn. 2:2; Jn. 19:30). El cuarto mandamiento nos recuerda que si Dios nos puso por modelo su labor creadora en seis días y su reposo en el séptimo es porque los seres humanos necesitamos participar de la misma experiencia (Ex. 20:8-11).
Es imposible que en el sábado alabemos a Dios por sus maravillosas obras si nos sentimos personalmente frustrados y abrumados por nuestro trabajo pendiente. Por eso, por medio del sábado Dios nos insta a mirar nuestras tareas a la luz de sus realizaciones, diciéndonos: «hayas obtenido mucho o poco con tus arduos esfuerzos, descansa en el sábado como si hubieses completado toda tu obra, porque mi gracia te basta.» El sentido de plenitud que la celebración del sábado aporta a nuestra vida da dirección y sentido a aquello que de otro modo sería absurdo y sin sentido en nuestra desorientada existencia. Los seres humanos no podemos seguir nuestra vida como una carrera inacabable sin paradas de ninguna clase. Así como el estudiante necesita exámenes y pausas e intervalos regulares para auto-evaluarse, también el cristiano necesita semanalmente que el sábado venga a traerle alegría, dirección y significado para su renovada existencia.
Pacífico Massi observa acertadamente que «dejando de lado su trabajo y desprendiéndose de las cosas de la vida, el hombre asume la actitud de ministro de la creación divina. El día sagrado ha sido hecho específicamente para que el hombre pueda ejercer ese tipo de sacerdocio y alabe a Dios elevando hacia El la luz de su inteligencia y la llama de su amor.»19 ¡Qué pensamiento más estimulante! El sábado no solo aporta un sentido de plenitud a nuestro inacabado e imperfecto trabajo, sino que además nos eleva hasta hacernos ministros celebradores de su gozoso mensaje, al ofrecer a Dios nuestro agradecimiento por lo que ha hecho por, para y en nosotros. Este acto de ofrecer a Dios junto con nuestra alabanza el trabajo de nuestras manos, confiere una calidad sagrada a todas nuestras acciones de la semana.
- Renovando la fe en el Creador Bases para una adoración verdadera.
Un segundo modo de celebrar la perfección de la creación divina es renovando nuestra fe en Dios nuestro Creador. La fe en Dios como Creador es la piedra angular de la fe cristiana. El primer artículo del «Credo de los Apóstoles,» recitado y aceptado por la mayoría de los cristianos, dice: «Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra–creatorem caeli et terrae.»19 Esta creencia está basada en la primera frase de la Biblia: «En el principio Dios creó los cielos y la tierra» (Gn. 1:1). Celebrar el sábado significa aceptar esta enseñanza bíblica fundamental y reconocer, no sólo de palabra sino también con nuestros actos, nuestra fe en Dios como Creador perfecto. Esto implica el reconocimiento de que la existencia misma de este mundo es sólo un don de Dios. George Elliott escribe estas elocuentes palabras: «Contra el ateísmo, que niega la existencia de un Dios personal; contra el materialismo, que niega el origen invisible del universo visible; y contra el secularismo que niega la necesidad del culto, el sábado es un testigo eterno. Conmemora simbólicamente el poder creador que por su palabra trajo todas las cosas a la existencia, la sabiduría que ordenó todo con belleza y armonía, y el amor que hizo y reconoció todo ‘bueno en gran manera.’ (El sábado) es el centinela que salvaguarda al hombre contra el peligro que constantemente le amenaza de negar al Dios que lo ha creado, o de rebajarlo al nivel de una criatura hecha con sus propias manos». 20
¿Qué importancia tiene que creamos en Dios como Creador perfecto para relacionarnos correctamente con El? :Por qué esa creencia constituye el primer artículo del Credo y la primera afirmación de la Biblia? La razón reside en que nadie puede realmente adorar a Dios a menos que antes lo acepte como su Creador supremo. Adorar significa reconocer y alabar la supremacía divina. ¿Cómo podría ser Dios digno de alabanza si no hubiese creado perfectos en su origen este mundo y todas sus criaturas? ¿Podríamos elogiar a una compañía que fabricase y vendiese automóviles llenos de defectos y desarreglos técnicos? Del mismo modo sería difícil encontrar motivos para alabar a Dios si su obra original no hubiese sido perfecta o si El no fuese el responsable directo de nuestra existencia. Además, como dice muy acertadamente Barth, «si la convicción en la obra divina de la creación es falsa, inverosímil e inadmisible, también lo es la reconciliación y la redención.» 21
Restaurando la fe en el Creador. ¿Por qué la creencia en Dios como nuestro Creador perfecto ha sido tan impugnada a lo largo de la historia de la humanidad? Las razones son múltiples. Los pueblos politeístas tanto antiguos como actuales prefieren rendir culto a aquello que se puede ver y tocar. Y así, el sol, la luna, el viento y el rayo no han sido tratados como creación de Dios sino como auténticos dioses. Esos pueblos no se preguntan: «¿Existe Dios?» sino «¿quién es tu Dios?» La lucha por la supremacía entre los diferentes dioses ha entenebrecido su creencia en el verdadero Dios-Creador. En nuestros tiempos las razones para rechazar a Dios como Creador de un mundo originalmente perfecto son de muy distinta naturaleza. El triunfo de las ideas racionalistas y científicas ha fomentado la tendencia a desechar totalmente el concepto de la existencia de lo sobrenatural. El factor que más ha contribuido a transformar el pensamiento humano del politeísmo y monoteísmo al agnosticismo y ateísmo ha sido la teoría de la evolución y su influencia sobre las ciencias naturales. El intento de explicar el origen de la vida y del mundo con argumentos basados en la observación y la razón ha llevado no sólo a científicos no creyentes, sino también a muchos profesos cristianos a rechazar la enseñanza bíblica de la creación por la palabra (fiat) de Dios. Hoy la pregunta principal ya no es «¿quién es tu Dios?» sino «¿existe Dios realmente?» Para muchos «Dios ha muerto» o si vive, no tiene nada que ver con el origen o la subsistencia del mundo.
¿Por qué se mira con tanto escepticismo el que Dios haya creado el mundo originalmente perfecto? ¿Por qué tantas personas tienen hoy más fe en la teoría de la generación espontánea que en la creación divina? ¿Es posible que el escepticismo reinante haya sido favorecido por el abandono general de la celebración del sábado como memorial del acto creador de Dios? Elena White responde afirmativamente a estas preguntas: «Si el sábado hubiese sido observado universalmente . . nunca hubiesen habido ni idólatras, ni ateos ni infieles.» 22 Esta declaración necesita ser matizada, ya que la observancia mecánica del día conmemorativo de la creación no supone necesariamente la aceptación de Dios como Creador. Se pueden cumplir los requisitos de cualquier observancia sin comprenderla. Y sin participar realmente de lo que se está celebrando. Por otra parte, el escepticismo puede ser también consecuencia del olvido. De hecho, descuidar el sábado, el memorial de la creación, lleva a echar en olvido al Dios de la creación, y de ahí al escepticismo. ¿No ocurre así en las relaciones humanas? Yo estuve prometido durante cuatro años, que me parecieron una eternidad, porque durante la mayor parte de ese tiempo mi novia y yo estuvimos separados por el océano. Durante esta prolongada separación yo corría el peligro de olvidarme de mi novia y poner en duda su amor hacia mí. ¿Cómo evité caer en el escepticismo? Leyendo y releyendo sus cartas y contemplando sus fotografías. Mi correspondencia con ella me evitó abrigar dudas y mantuvo en pie nuestro compromiso. Del mismo modo el sábado nos proporciona cada semana la oportunidad de vencer el escepticismo invitándonos a «recordar» y así renovar nuestra fe en nuestro Creador. Durante la semana, mientras usamos y admiramos los complejos mecanismos fabricados por el hombre, nos sentimos inclinados a poner nuestra confianza en las realizaciones y recursos humanos. Dios era consciente de este peligro que corremos los seres humanos de perder de vista a nuestro Creador y rendir culto a nuestras propias creaciones. Por eso, en su divina sabiduría, Dios estableció el sábado para salvaguardar a sus criaturas del riesgo de la auto-idolatría. Mediante el sábado Dios nos invita semana tras semana a escuchar y celebrar el gozoso mensaje de su creación perfecta, contemplando sus obras divinas y renovando nuestra fe en nuestro Creador perfecto. Siendo que esta función del sábado suple una constante necesidad humana–hoy mayor que nunca–no se concibe que Dios pueda sancionar la introducción de ninguna discontinuidad en su observancia. Por lo tanto, todo intento humano de transferir a otro día de la semana las funciones simbólico-evocadoras del sábado creacionista equivaldría a pasar por alto la única razón por la que este día existe.
- Deleitándonos en la Creación
Interludio semanal. La fe renovada en el Creador hace posible celebrar el sábado de un tercer modo: deleitándonos en la belleza y perfección divinas descubiertas en el culto, en nuestras vidas, en las de nuestros semejantes y en el mundo que nos rodea. El sábado nos insta a no abusar del mundo sino a gozar de su belleza. Nos insta a levantar los ojos y mirar más allá de los nubarrones de pecado y sufrimiento que obscurecen nuestro mundo, para experimentar, con la renovación de nuestra mente, el asombro, la admiración y la felicidad de la primera pareja. Harvey Cox sostiene que miles de occidentales están siendo atraídos hoy en día por la meditación oriental porque «ésta les facilita un substituto equivalente a lo que la observancia del sábado fue en un tiempo, pero que ya no es.»23 ¿Por qué buscar formas-orientales de meditación, basadas en concepciones filosófico-religiosas extrañas a la Biblia, cuando el sábado nos provee el marco y las razones más adecuadas para la meditación, la contemplación y el deleite en las bondades de la creación de Dios? Muchas formas de meditación oriental fomentan modos de vida que llevan a la evasión de las tristes realidades de este mundo. El sábado sin embargo, no nos hace huir de los problemas de la vida, sino que nos proporciona al final de cada semana una pausa para el reposo y una vislumbre del orden, la belleza y el amor del reino de Dios. Este entrar en la esfera de lo divino renueva la fe y el valor que el creyente necesita para vivir en este mundo, al tiempo que alimenta su esperanza en el mundo venidero; o dicho en otras palabras, le ayuda a vivir en el tiempo mientras se prepara para la eternidad. Ventana a la eternidad. El sábado ofrece los medios necesarios para recuperar en cierta medida la felicidad edénica. Nos brinda la oportunidad de ver la eternidad a través de las ventanas del mundo. En la tradición judeo-cristiana el sábado ha sido un día de alegría y felicidad. Isaías lo llama «delicia,» «un día para deleitarnos en el Señor» (58:13-14). Para proteger la atmósfera festiva del sábado los judíos se preparaban a celebrarlo con ropas y comidas de fiesta, y una adecuada actitud mental. En ese día no se permitía el ayuno, y hasta las manifestaciones de luto tenían que ser interrumpidas. 24 De un modo semejante muchos cristianos han disfrutado de la bendición del sábado?25 Lucas nos cuenta que todas las gentes favorecidas por el ministerio sabático de Cristo «se regocijaban de todas las maravillas que habían recibido de él» (Lc. 13:17). Elena White insta a los padres a que hagan todo lo posible «para que el sábado sea . . . el día más feliz de la semana . . . (para que) lleven a sus hijos a considerarlo como una delicia, el día mejor, el día santo y agradable del Señor.»26
¡Qué difícil es para los miembros de una iglesia comprenderlas paradojas, peculiaridades y satisfacciones experimentadas por los de otra! El sentimiento de liberación, tranquilidad y paz que da el sábado no se puede comprender a menos que uno lo viva. Abraham Joshua Heschel describe así esta vivencia: «El séptimo día es como un palacio en el tiempo con un reino para todos. No es una fecha sino un ambiente. No es un diferente estado de conciencia sino un clima distinto; es como si la apariencia de todas las cosas cambiase de algún modo. Es un darse cuenta de que se está en el sábado y de que el sábado está en nosotros. Podemos no saber si nuestra comprensión es correcta o si nuestros sentimientos son nobles, pero la atmósfera del día nos envuelve como una corriente que fluye sobre el mundo, ajena a nosotros pero para nosotros.» 27
¿Por qué tiene que ser todo más agradable y hermoso en sábado? ¿Por qué parece–usando las palabras de Maltbie D. Babcock–que «toda la naturaleza canta, y en torno a mi suena la música de las esferas?» ¿Por qué parece el culto divino más enriquecedor, la gente más amable, la comida más sabrosa, y niños y mayores nos sentimos mejores por dentro y por fuera? Porque el sábado no ofrece sólo el tiempo sino también los recursos espirituales para disfrutar de Dios, del mundo y de las cosas. Renovando nuestra fe en un Creador y Redentor perfecto, el sábado nos capacita para ver las cosas no sólo como son, sino como debieron ser en el origen y como serán de nuevo al fin. Es como si durante 24 horas contemplásemos todo a través de esas lentes que hacen que los planos se vean tridimensionales. Aquellos que no encuentran placer en el sábado sino yugo suelen ser precisamente los que aceptan el tiempo de ese día pero no su mensaje. Al no renovar su fe en el Creador no dejan tampoco que su Salvador traiga descanso a sus fatigadas vidas. Como resultado, el sábado les parece una carga en vez de una bendición, un día de tedio en lugar de gozo, viendo la prohibición de lo que no pueden hacer en vez de las buenas nuevas de lo que pueden disfrutar. Pero para el cristiano que ama al Señor del sábado y que acepta su jubiloso mensaje, el sábado es un día de felicidad. Es el día en que celebra las maravillosas realizaciones de Dios en el mundo y en su vida personal. Cuando llega la tarde del viernes, dice: «¡Gracias, Señor, por el sábado!» Se regocija al pensar que ha llegado otro sábado; un día para gustar y saber que Dios es bueno; un día para renovar su fe y su entrega a su Creador y Salvador; un día para cantar con el Salmista, el himno del sábado: «Oh Señor, ¡tú me has hecho feliz con tus acciones! ¡Tus obras me llenan de alegría! Oh Señor ¡Qué grandes son tus obras!» (Sal. 92:4-5. Salmo para el sábado); el día de celebrar el mensaje de la creación perfecta.
CAPITULO II – EL SABADO: MENSAJE DE LA CREACION PERFECTA
1. El significado del sábado en Hebreos 4 se examinará con más detenimiento en el capítulo V.
2. Gn. 1:4, 10, 12, 18, 21, 24, 31.
3. U. Cassuto, A Commentary on the Book of Genesis, 1961, pp. 14-15. Cassuto ha hecho un
análisis muy instructivo sobre el uso del número siete en el relato de la creación. Ver además su
ensayo titulado «La creazione del mondo nella Genesi», en Annuario di Studi Ebraici 1 (1934):
47-49.
4. Nicola Negretti, II Settimo Giorno, Instituto Bíblico Pontificio, 1973, pp. 149-152.
5. Idem, p. 152.
6. Véase capítulo I, ns. 36, 57.
7. Ver p. 30.
8. Nicola Negretti (n. 4), pp. 31-62 presenta un muestrario de textos del antiguo Cercano Oriente en
los que la estructura septenaria aparece en diversos géneros literarios.
9. James B. Pritchard, ed. Ancient Near Eastern Texts, 1950, (UT krt A 206-211), p. 145. Hay un
ejemplo parecido en la epopeya de Gilgamesh:
«Un día y otro día, el Monte Nisir detiene el barco y no lo deja moverse.
Tercer día, cuarto día, y el Monte Nisir . . . ídem.
Quinto día y sexto día, y el Monte Nisir . . idem.
Cuando llegó el séptimo día, solté una paloma y la dejé escapar» (Pritchard [n.9], tablilla XI, p. 94).
10. Por ejemplo, Gn. 4:15, 24; 29:18-20; 41:2-54; Lv. 12:2; 13:5, 21, 26; 26:18-21; Rt. 4:15; 1 S.
2:5; 2 R. 5:10; Pr. 24:16; Dn. 3:19; Sal. 12:6; Is. 30:26; Ap. 1:4; 5:1.
11. R. Pettazzoni, «Myths of Beginning and Creation-Myths», en Essays on the History of
Religion, trad. H. T. Rose, 1954, pp. 24-36. Breve informe en Niels-Erik A. Andreasen, The Old
Testament Sabbath, SBL Dissertation Series 7, 1972, pp. 174-182. Ver ejemplos de textos en
Pritchard (n. 9), pp. 5, 61, 69, 140.
12. Pritchard (n. 9), p. 68.
13. Andreasen (n. 11), p. 196. Gerhard von Rad lo explica en términos parecidos: «Descanso . . . a
primera vista parece un término negativo, pero es importante saber que el mundo ya no está en
proceso de creación. Ya no está incompleto, sino que ha sido ‘acabado’ por Dios» (Comentario
17
sobre Génesis, 1961, p. 60). En otra parte,von Rad dice: «la culminación de la creación de Dios
fue su descanso en el séptimo día» (Teología del Antiguo Testamento, 1962, p. 147).
14. Karl Barth, Church Dogmatics, ET 1956, III, parte 2, p. 51.
15. Ibid., parte 1, p. 213.
16. Dietrich Bonhoeffer, Creation and Fall. A Theological Interpretation of Genesis 1-3, 1964, p.
40. Cf. Cassuto (n. 3), p. 62.
17. Citado por Abraham Joshua Heschel, The Sabbath: Its Meaning for Modern Man, 1952, p. 32.
18. Pacífico Massi, La Domenica, 1967, p. 368.
19. Un excelente estudio sobre la evolución histórica del Credo de los Apóstoles es el de Philip
Schaff, History of the Christian Church, 1959, II, pp. 528-537; idem, Creeds of Christendom,
1884, I, pp. 3-42; II, pp. 10-73.
20. George Elliot, The Abiding Sabbath, 1884, pp. 17-18.
21. Karl Barth (n. 14), III, parte 1, p. 22.
22. Elena White, El Conflicto de los Siglos, 1964, p. 491.
23. Harvey Cox, Turning East, 1977, p. 65.
24. Para una buena descripción de como se celebra el sábado en algunos hogares judíos ver
Nathan Barack, A History of the Sabbath, 1965, pp. 89-105; Jacob Z. Lauterbach, Rabbinic
Essays, 1951, pp. 454-470; Abraham E. Mill9ram, The Sabbath: The Day of Delight, 1944, pp.
23-333, 395-437.
25. Sobre la cuestión de ayunos y banquetes sabáticos en el cristianismo primitivo, ver Samuele
Bacchiocchi, From Sabbath to Sunday, 1977, pp. 185-198.
26. Elena White, Joyas de los Testimonios, 1951, I, p. 333.
27. Abraham Joshua Heschel (n. 17), p. 21.
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