El Sábado: Mensaje de nuestro origen

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VALOR DEL SABADO

1. Bases para una fe universal

El valor del sábado para el hombre de hoy reside en su

capacidad para sustentar esa fe tridimensional. Las facetas del sábado

que vamos a estudiar engloban la creación, la redención y la

restauración final; el pasado, el presente y el futuro; el hombre, la

naturaleza y Dios. Si, como acertadamente decía Paul Tillich, «todo

símbolo participa de la realidad que representa,»1 la simbología cósmica

del sábado proporciona al creyente moderno la base para una fe

universal; una fe que abarca realidades pasadas, presentes y -futuras.

El lugar más lógico para comenzar nuestra investigación acerca

del mensaje trascendental del sábado y su valor para hoy es el relato

bíblico de su origen. Generalmente el origen de una institución

determina su importancia. En efecto, las primeras declaraciones

encontradas en él registro bíblico acerca de este tema–y de cualquier

otro–pueden ser consideradas como la clave de todo su posterior

desarrollo. Cualquier lector, por poco familiarizado que esté con la

Biblia, sabe que en ella el origen del sábado está explícitamente

relacionado con el hecho de la creación. El estudio de la estructura del

primer relato de la creación (Gn. 1:1-2:3) revela, como veremos en el

próximo capítulo, que el séptimo día representa la majestuosa

culminación de la creación. Según el relato bíblico, en los seis primeros

días Dios creó los espacios (cielo, tierra y mar) y los habitantes de esos

espacios (peces, aves, animales terrestres y el hombre); y después, «El

séptimo día terminó Dios lo que había hecho, y descansó. Entonces

bendijo el séptimo día y lo declaró día sagrado, porque en ese día

descansó de todo su trabajo de creación» (Gn. 2:2-3).

2. Celebración de los orígenes de la humanidad

No es nuestro interés inmediato sumergirnos en las profundas

implicaciones teológicas de lo que Dios dijo e hizo en relación con el

sábado, sino evaluar el significado del séptimo día en el contexto

cronológico del relato en cuestión. Es significativo que el pasaje acerca

del séptimo día esté situado en el punto divisorio entre el final de la

primera narración de la creación (Gn. 1:1-2:3) y el principio de la

segunda, especialmente centrada en el hombre y su primer hogar (Gn.

2:4-25). Esta ubicación del séptimo día como línea divisoria le confiere

la función particularmente importante de celebrar e inaugurar la historia

humana.

En el primer relato de la creación, el séptimo día es presentado

en estrecha vinculación con el origen de la pareja humana, precediendo

inmediatamente a la formación y bendición de ésta como culminación

última de la creación (Gn. 1:26-31). De hecho, el origen del hombre y

del sábado no solo aparecen en íntima secuencia, sino que además son

tratados con mayor extensión que cualquier otro acontecimiento de la

creación. Esto muestra a la vez la importancia y la interdependencia de

ambos asuntos.3 El primer día completo en la vida de Adán fue el

séptimo, día que empleó–como legítimamente podemos suponer–no

trabajando sino celebrando junto con su Divino Autor la inauguración de

la creación completa y perfecta. Esta suposición se basa en la

declaración bíblica de que el hombre fue creado para vivir según la

«imagen» y el ejemplo de su Creador (Gn. 1:26). Así pues, en el cuarto

mandamiento, el precepto de trabajar y descansar está argumentado en

la responsabilidad que el hombre tiene de seguir el plan establecido por

Dios en la semana de la creación (Ex. 20:8-11). Además, el Señor

mismo declaró enfáticamente que «el sábado fue hecho para el hombre»

(Mr. 2:27). La palabra hebrea usada para hombre es «Adam», término

que designa tanto a una persona específica–Adán–como al conjunto de

la humanidad (cf. Gn. 5:2). En el primer relato de la creación, el séptimo

día marca la celebración del origen de este mundo en general y del

hombre en particular. Por eso Filón, el gran filósofo judío, se complace

en llamar al sábado «el aniversario del mundo»,4 y Ralph Waldo

Emerson lo llama «el jubileo del mundo.»5 Por la misma razón hemos

designado el sábado en éste capítulo con el titulo de «mensaje de

nuestro origen.»

3. Inauguración de la historia humana

La segunda parte del texto sobre la creación (Gn. 2:4-25),6 que

describe detalladamente el origen y los albores de la historia de la

humanidad, también aparece íntimamente relacionada con el séptimo

día, puesto que se inicia en el contexto de esta institución. El relato, de

hecho, comienza inmediatamente después de la celebración del primer

sábado (Gn. 2:2-3) con la palabras: «Estos son los orígenes

(«toledoth») de los cielos y de la tierra» (Gn. 2:4a). «Toledoth» puede

traducirse tanto por «generación» u «origen» como por «informe,» «relato»

o «historia.» Esta última opción es adoptada por la versión «Dios Habla

Hoy,» en donde se lee: «Esta es la historia de la creación del cielo y de

la tierra.»

¿Por qué el relato del principio de la vida humana toma como

punto de partida la institución del sábado? Eminentes especialistas

reconocen en este texto la intención del autor de vincular la historia de

la salvación directamente con la institución del séptimo día.7 En el libro

del Génesis la historia del pueblo de Dios aparece jalonada diez veces

por la expresión «toledoth» («generación,» «historia» u «origen») y el

primer hito se encuentra situado en relación con el séptimo día.8 ¿Por

qué? Indudablemente porque ese día celebra la inauguración de la

historia de la humanidad. Una segunda razón se puede inducir del

hecho de que la semana de la creación, con su culminación en el día

séptimo, provee la unidad de tiempo adecuada para medir el desarrollo

de la historia expresada en su secuencia cronológica. Más adelante

veremos que el sábado regula la historia no sólo cuantitativamente,

sino también cualitativamente, centrando la atención en la acción

redentora de Dios manifestada en y a través de su pueblo. Este breve

análisis muestra que, según el testimonio bíblico, el origen del séptimo

día como sábado está enraizado en el hecho de la creación. Su función

consiste en conmemorar la culminación de la creación e inaugurar la

historia humana, o dicho en otras palabras, celebrar el origen del

hombre.

PARTE II: TEORIAS SOBRE EL ORIGEN DEL SABADO

Antes de analizar las abarcantes implicaciones del relato bíblico

acerca del origen edénico del sábado, debemos prestar atención a las

otras explicaciones acerca del inicio de la celebración del séptimo día

que han sido propuestas desde el siglo pasado. Sin menospreciar

necesariamente el valor del texto bíblico, a menudo los historiadores

han preferido rastrear los orígenes del sábado en fuentes extra-bíblicas

limitándose a «las cosas que el historiador puede ver» y dejando de lado

«las cosas que no se ven.» Los resultados de esas investigaciones

distan mucho de ser concordantes. Las diferentes hipótesis que han

sido planteadas, como veremos, no sólo adolecen de inseguridad, sino

que implícitamente han reforzado, por contraste, el valor de la

explicación bíblica.

Las teorías más destacadas sitúan el origen del sábado: (1) en

torno a la época de Moisés; (2) después del establecimiento de Israel en

Canaán; (3) en torno al exilio babilónico. Las principales razones

aducidas para esos orígenes del sábado podrían ser clasificadas como

(1) astrológico-astronómicas, (2) socioeco-nómicas, (3)

mágico-simbólicas.

1. Origen en torno a la época de Moisés

Saturno. La teoría del origen mosaico del sábado se apoya

principalmente en el supuesto de la influencia mesopotámica de

períodos de siete días relacionados con el planeta Saturno y las fases

de la luna. Una antigua teoría, todavía en boga, hace derivar el sábado

del Antiguo Testamento del día de Saturno observado por los kenitas (o

ceneos), una tribu con la que Moisés entró en contacto por matrimonio

en ocasión de su estancia en Madián (Jue. 4:11, 17).9 Se ha supuesto

que el día dedicado a Saturno era un día tabú en el que los kenitas, que

trabajaban los metales, no encendían sus hornos de fundición. Los

israelitas habrían adoptado el día tabú kenita y habrían extendido sus

requerimientos a todas las demás tareas domésticas. En apoyo de esta

hipótesis se ha presentado la prohibición de hacer fuego en sábado (Ex.

35:3; Nm. 15:32-36), día supuestamente consagrado al culto de Sakkut

y Kaiwan (Am. 5:26), presuntos nombres del planeta Saturno.10

El error básico de esta hipótesis está en que se apoya en el

supuesto de que los kenitas tenían una semana de siete días dedicados

respectivamente a los dioses planetarios. Sin embargo, lo que hasta hoy

sabemos es que la introducción de la semana planetaria ocurrió mucho

más tarde, aproximadamente al principio de la era cristiana.11 Además,

no existe ninguna indicación en el Antiguo Testamento o en la antigua

literatura hebraica que relacione de algún modo el sábado con el culto

de Saturno.12 Por esas razones, entre otras, la hipótesis kenita es

desechada hoy prácticamente por todos los especialistas.13

Las fases de la luna. La teoría lunar, que vincula el origen del

sábado con los días asociados a las cuatro fases de la luna y/o con los

plenilunios, ha gozado de mayor popularidad. Esos días disfrutaron

aparentemente de cierto significado religioso en la antigua

Mesopotamia, el lugar de origen de Abraham. La prueba de la

existencia de tales días suele extraerse principalmente de un calendario

asirio que fue encontrado, entre otras tabletas cuneiformes, en el Museo

Británico en 1869 por el asiriólogo George Smith.14 Este calendario que

parece ser la transcripción de un original babilónico mucho más

antiguo,15 enumera los treinta días de un decimotercer mes o mes

intercalar y señala los días 7, 14, 19, 21, y 28 16 de ese mes como días

úmé lemnúti, es decir, desfavorables o nefastos (dies nefasti). En ellos

el rey, el sacerdote y el médico debían abstenerse-de realizar ciertas

actividades para no ofender a los dioses. 17 El origen de esos días

nefastos es atribuído por algunos entendidos a las cuatro fases de la

luna, que se producen aproximadamente cada siete días. 18 Según

ellos, los Hebreos habrían derivado su sábado del antiguo ciclo lunar

mesopotámico. 19 La mención del sábado al lado de la luna nueva en el

Antiguo Testamento, es presentada como un vestigio del origen lunar de

esa celebración. 20

Esta teoría, aunque aparentemente sugestiva, después de un

análisis más profundo, revela por lo menos tres inconsistencias. En

primer lugar, dado que la duración del mes lunar (lunación) no es de 28

días (4×7) sino de más de 29 (un período que no se puede subdividir en

cuatro semanas de siete días cada una),21 cualquier relación entre el

séptimo día y las fases de la luna debe ser considerada no como

primariamente original sino como un desarrollo secundario. En segundo

lugar, si los babilonios contaban los días nefastos en ciclos civiles

«semanales» (cosa que aparentemente nunca hicieron),22 sus ciclos

tenían por fuerza que interrumpirse al principio de cada mes, puesto que

el primer día (umu lemnu o 7° día) ocurría ocho o nueve días después

del último día nefasto (28° día) del mes anterior. Esta diferencia en el

número de días del ciclo dependía de que el mes lunar anterior tuviese

29 ó 30 días. Un ciclo tan irregular, subordinado al comienzo fluctuante

de cada mes lunar, difícilmente pudo dar origen al ciclo semanal

hebraico, formado por semanas invariables de siete días, contados

independientemente del ciclo lunar o solar. En tercer y último lugar, no

se ha encontrado todavía nada en los textos cuneiformes indicando que

los babilonios usasen esos días nefastos como divisiones «semanales»

del tiempo para fines civiles. Los preceptos conocidos para esos días

afectaban solamente al rey y a los sacerdotes, y no al pueblo en

general.23 Además, éste no era el único ciclo «semanal» vigente en

Babilonia, pues existen frecuentes referencias a la «división del mes en

seis partes, comportando un ciclo semanal de cinco días.»24 En

contraste con esto, el sábado hebreo (no nefasto sino sagrado) fue

siempre tenido como la única división del tiempo, tanto religiosa como

civil, y fue observado como festividad por la comunidad entera.

Sabattu. En varios documentos acadios de la antigua

Mesopotamia aparece el término ´sabattu, que tiene un sorprendente

parecido fonético con la palabra utilizada en Hebreo para designar el

sábado (´sabbat). El término aparentemente designaba el decimoquinto

día del mes, es decir, al día de la luna llena. Un ejemplo,

aproximadamente de la época de Abraham, se encuentra en la famosa

epopeya de la creación llamada Enuma Elish (5:18) donde Marduk dice,

dirigiéndose a la luna: «Al principio del mes, alzándote sobre la tierra, tus

luminosos cuernos durarán seis días. Al séptimo día serás (media)

corona. En el ´sabbatu, te opondrás (al sol) a la mitad del mes.»25 ¿Qué

significado se atribuía a dicho día? Aparentemente, el ´sabattu o día del

plenilunio estaba consagrado al dios lunar Sin, que ocupaba un lugar

destacado en el panteón babilónico.26 En varias tablillas el ´sabattu es

definido como úm núh libbi, expresión traducida comúnmente por «día

del descanso del corazón,» o «día del apaciguamiento.»27 El ´sabattu era

por consiguiente el día de la luna llena, cuando presumiblemente los

dioses eran apaciguados o aplacados.28 La semejanza aparente entre el

´sabattu acadio y el ´sabbat hebraico, así como la asociación existente

en el Antiguo Testamento entre el sábado y la luna nueva, han llevado a

algunos historiadores a deducir que el sábado, en su origen, no era una

festividad semanal sino mensual, relacionada con la celebración de la

luna llena. La transformación del sábado mensual en semanal se habría

realizado mucho más tarde, en tiempos de Ezequiel, como respuesta a

una necesidad de descanso.29

La notable ingenuidad de tal teoría ha sorprendido a algunos

eruditos. Karl Budde, por ejemplo, manifiesta su desacuerdo con tan

infundada hipótesis indicando que no hay «una sola palabra en Ezequiel

que prescriba ningún nuevo modo de celebrar el sábado. Al contrario,

Ezequiel se queja constantemente (20:12; 22:8, 26; 23:38; 44:24) de

que durante muchos años . . . Israel ha fallado en la observancia del

sábado en su significado tradicional .»30 Los defensores de la teoría

de la luna nueva también ignoran textos tan antiguos como 2 Reyes

4:23 y 2 Reyes 11:4-12, que hablan del sábado más de dos siglos antes

de la época de Ezequiel.31 Además, esos eruditos no consiguen explicar

cómo un «sábado mensual» pudo convertirse en un día semanal de

descanso y adoración, totalmente al margen de la luna llena. Si los

israelitas hubiesen observado realmente durante siglos la luna llena,

¿por qué no se conservan vestigios de esa observancia? Esta teoría

ignora además que el plenilunio en hebreo no se llama «´sabbat» sino

«kese» (Sal. 81:3), un vocablo sin ninguna relación etimológica con el

´sabattu acadio. Todo da a entender que el mes lunar babilónico (con

sus días nefastos y su ´sabattu) no ha ejercido ninguna influencia

directa en el origen del calendario y del sábado hebraicos. También

corrobora esta conclusión el hecho de que los nombres de los meses en

hebreo no tengan ninguna similaridad con los babilónicos.32 Cualquier

semejanza etimológica o ideológica entre los ´sabattu, días nefastos de

Babilonia, y el sábado de los hebreos debe ser explicada, por

consiguiente, sobre la base de una herencia semítica común. El pueblo

babilónico y el hebreo estuvieron relacionados entre sí lingüística y

culturalmente, y ambos pudieron fácilmente haber derivado sus

conceptos acerca del sábado a partir de una fuente común. Sin

embargo, como ocurre con los relatos de la creación (Enuma Elish) y

del diluvio (Epopeya de Gilgamesh), también el sábado de la creación

pudo haber sido deformado y convertido de un día sagrado en un día

nefasto relacionado con las fases de la luna. Pero una evolución de este

tipo sugiere no tanto una derivación como un deterioro del sábado

original. Desde luego, en el sabattu o día nefasto babilónico no se

encuentra ningún vestigio de los elevados propósitos y valores humanos

expresados en el sábado bíblico.

Períodos de siete días. Varios documentos mesopotámicos

antiguos mencionan acontecimientos o celebraciones que duraban un

período de siete días. Por ejemplo, dos inscripciones atribuídas al rey

Gudea de Lagash (cuidad-estado de Mesopotamia), quien gobernó en

el siglo XXI a. C., relatan unos actos de dedicación de un templo que

duraron siete días y citan la instalación de unas estelas que también

duró siete días.33 En las historias mesopotámicas del diluvio, la

duración de la tormenta fue de siete días y el primer pájaro fue enviado

afuera siete días después de que el barco encallase en una montaña.34

Basándose en estas referencias y en otras similares,35 algunos

historiadores han creído poder afirmar “sin la menor sombra de duda»

que el sábado del Antiguo Testamento deriva de una antigua semana

mesopotámica de siete días. 36 Sin embargo tan osada afirmación

se funda más en suposiciones que en hechos. Los argumentos en favor

de una primitiva semana babilónica, según el famoso arqueólogo

Siegfried H. Horn, «son desde luego exiguos, especialmente si se tienen

en cuenta los cientos de miles de documentos cuneiformes encontrados

en el valle de Mesopotamia. Si los antiguos sumerios, babilonios o

asirios hubiesen tenido una semana como la de los hebreos de los

tiempos bíblicos, o si le hubiesen conferido al séptimo día de tal semana

un valor sagrado, ciertamente habrían dejado constancia de ello.»37

La referencia a una fiesta de dedicación que duró siete días

difícilmente puede tomarse como prueba de la existencia de una

semana de siete días, sobre todo cuando «existen documentos de la

dedicación de muchos otros templos en otras fechas y por otros reyes,

con un período de celebración más corto o más largo. «38 Del mismo

modo los períodos de siete días mencionados en las historias

mesopotámicas del diluvio pueden representar una vaga reminiscencia

de la existencia de una semana de siete días en tiempos del diluvio

bíblico, pero no son necesariamente el reflejo de las costumbres

seguidas en el tiempo de la composición de dichas historias. El relato

bíblico del diluvio contiene reiteradas referencias a períodos de siete

días (Gn.8:8-12), aludiendo, como reconocen generalmente los

comentaristas, a la existencia de una semana de siete días.39 Las

historias cuneiformes del diluvio, a pasar de sus distorsiones y embellecimientos

legendarios, se mantienen mucho más cerca del relato bíblico

que todas las demás narraciones del diluvio existentes en el mundo.40

Esta semejanza sugiere la perduración de la noción bíblica de la

semana de siete días en textos literarios, aun cuando su uso civil

hubiese caído en olvido siendo reemplazado por ciclos «semanales»

más cortos.41 «La conclusión lógica– dice acertadamente Horn–es que

hubo en un tiempo una semana de siete días que se perdió antes de

que quedara constancia de ella en documentos históricos y de la que

sólo se conservaron imprecisos recuerdos.»42

2. Ocupación de Canaán

Institución social. E1 fracaso de las fuentes extra-bíblicas en

explicar el origen del sábado, ha forzado a los especialistas a volverse

de nuevo en sus investigaciones hacia los textos del Antiguo

Testamento. Esta nueva orientación de estudios ha llevado a algunos a

la conclusión de que el sábado fue instituído después de la ocupación

de Canaán.43 Las principales razones alegadas para su introducción son

esencialmente de orden social y económico. La necesidad de conceder

un día de descanso a los esclavos y la conveniencia de tener un día de

mercado para dedicar a la compraventa de productos habrían producido

la introducción del sábado como un «día libre».44 Con el tiempo, según

esta hipótesis, el sábado sufrió una evolución, pasando de ser una

institución social a una religiosa, es decir, de un día dedicado al reposo

de los siervos y al mercado, a un día dedicado a Yahweh. Este paso se

debería especialmente al esfuerzo de los profetas y sacerdotes, quienes

durante el exilio habrían desarrollado una teología del sábado para

promover su observancia religiosa.45

En apoyo de esta teoría se han adelantado aquellos textos que

presentan el sábado en términos sociales, particularmente Exodo 23:12

y 34:21. El primero prescribe el descanso en el séptimo día «para que

descanse tu buey y tu asno, y recobren sus fuerzas tus esclavos y el

extranjero.» El segundo insiste en la necesidad de observar el séptimo

día incluso en plena temporada de trabajo agrícola: «descansarás aun

en tiempo de siembra o de cosecha.» , La importancia concedida a estas

declaraciones radica en el hecho de que no contienen motivos

teológicos aparentes, por lo tanto se las ha contemplado como «la más

antigua versión de la ley del sábado.»46 Además, como esos textos se

refieren a actividades agrícolas, difícilmente practicables durante el

éxodo por el desierto, se ha supuesto que el sábado fue introducido

después del asentamiento en Canaán, como respuesta a las nuevas

necesidades sociales.

La lógica de esta argumentación no se puede negar, pero en

nuestra opinión, se basa en unas premisas injustificadas. Se da por

sentado, por ejemplo, que las inquietudes humanitarias precedieron a

las reflexiones y formulaciones teológicas, y por consiguiente, los textos

del Pentateuco que hablan del séptimo día estrictamente en términos

sociales deben reflejar la forma originaria de la observancia del sábado,

mientras que los textos que contienen implicaciones religiosas o

teológicas deben ser fechados en un período cronológicamente

posterior.47 ¿Qué pudo motivar esas consideraciones y legislaciones

humanitarias en una época en que la vida humana tenia tan poco valor?

Las supersticiones y las concepciones religiosas de aquellos tiempos y

pueblos difícilmente dan lugar a tales motivaciones, de las que, además,

no queda ningún vestigio. Por otra parte, ¿desde cuándo las

supersticiones han promovido la causa de los derechos humanos? Ese

no es, por lo menos, el caso de los pueblos contemporáneos del antiguo

Israel, que defendían la esclavitud y tenían un sistema legal para

mantenerla.48 Sin embargo, entre los israelitas las instituciones

sabáticas proveían un día de descanso para todos, incluidos los siervos,

y unas, disposiciones destinadas a la cancelación de las deudas (la

causa principal de la esclavitud entre ellos) y la emancipación de los

esclavos.49

Este sentido humanitario del sábado ¿no presupone razones y

motivaciones religiosas? Los motivos teológicos, sin embargo, no

siempre necesitan ser explícitamente expresados, especialmente

cuando el sábado forma parte de una legislación a la vez civil y religiosa

(cf. Ex. 23:12; 34:21). Los códigos civiles casi nunca explican

racionalmente las leyes en ellos contenidas. Sin embargo, por ejemplo,

en Exodo 23–un capítulo que contiene una gran variedad de leyes

civiles y litúrgicas–la observancia del sábado es justificada

teológicamente. En efecto, la llamada «primera versión del mandamiento

del sábado» (Ex. 23:12) está colocada en el contexto de una

amonestación encaminada a tratar humanitariamente a los menos

privilegiados: «No oprimirás al extranjero, pues extranjeros fuisteis

vosotros mismos en Egipto» (Ex. 23:9). Esta referencia a la dura

esclavitud egipcia de la que Dios libró a los israelitas, ¿no es una

importante razón teológica para amonestarles a portarse

humanitariamente con los demás?50 El sábado semanal tanto como el

año sabático ¿no eran medios valiosos para expresar el aprecio por el

favor recibido, manifestando compasión hacia otros? «Guardar el

sábado por amor al hombre»–escribe Abram Herbert Lewis–«es

guardarlo por amor a Dios.»51 Aún en nuestros días ¿no es cierto que el

agradecimiento por las bendiciones divinas recibidas sigue siendo un

importante motivo religioso para un comportamiento humanitario?

Y ¿qué decir acerca de las referencias al ganado, siervos y

esclavos, cuyo descanso era requerido incluso en los momentos

cruciales de las labores agrícolas? ¿Se deduce realmente de esta

reglamentación que el sábado fue introducido por primera vez después

de la ocupación de Canaán, cuando los israelitas asentados en el nuevo

país comenzaron a tener asalariados?52 Una conclusión semejante no

tendría en cuenta dos factores significativos. El primero, que los

israelitas en el período que precede inmediatamente a la conquista de

Canaán, según las más recientes investigaciones, no vivieron como

nómadas sino como semi-nómadas, con asentamientos prolongados en

los límites del desierto (probablemente de Néguev).53 Esta circunstancia

explicaría la introducción de leyes relacionadas con la agricultura antes

de la colonización de Canaán. El segundo, que aun aceptando que los

israelitas viviesen como nómadas en el desierto, y no poseyesen

bueyes, asnos, esclavos ni tierras cultivables, un excepcional legislador

como Moisés pudo perfectamente ver más allá de la condición

inmediata de su pueblo y promulgar leyes para situaciones futuras. Los

«Padres Peregrinos», cuando desembarcaron en Cape Cod ¿no firmaron

el «Mayflower Compact», que fue durante años el principal reglamento

de gobierno de la colonia de Plymouth?54 ¿Por qué negarle esa

capacidad de previsión a Moisés?

Los días de mercado y el número siete. Para explicar cómo

los israelitas llegaron a escoger el séptimo día como día de descanso

después de la ocupación, se han aducido a veces las influencias

cananeas del día de mercado o del número siete. ¿Adoptaron los

israelitas el sábado de los cananeos, como algunos sugieren?55 Esta

posibilidad parecería válida siendo que los cananeos ejercieron una

influencia considerable sobre los israelitas. El hecho es, sin embargo,

que no se ha encontrado ningún vestigio relacionado con el sábado ni

entre los cananeos ni entre sus principales vecinos, los fenicios.56

¿Desarrollaron los israelitas el sábado a partir de un determinado día de

mercado semanal?57 Días de mercado, sucediéndose regularmente

cada cinco, seis, ocho o diez días, existen en numerosos pueblos. El

problema de esta teoría reside en que no se conserva ninguna huella de

este tipo de mercado semanal en Palestina y mucho menos

sucediéndose a intervalos de siete días. Al contrario, la condena

rotunda hecha por los profetas contra las actividades comerciales en

sábado sugiere más bien que ese día en algún momento degeneró en

día de mercado, en lugar de que lo fue originariamente (Neh. 13:14-22;

Jr. 17:19-27; Am. 8:5).

¿Proviene el sábado israelita del gran valor simbólico conferido

al número siete por muchos pueblos del antiguo cercano Oriente?58

Algunos han supuesto que el número siete, a causa de su prestigio, fue

usado en un primer tiempo para fijar la duración de las fiestas de

primavera y otoño (la fiesta de los Azimos y la de las Cabañas duraban

siete días cada una), y que más tarde esas unidades de siete días

fueron usadas para medir el tiempo a lo largo del año.59 Esta hipótesis

es interesante pero no llega a explicar, en primer lugar, por qué el

número siete consiguió tal prestigio. En realidad, sería más lógico

pensar que la existencia de un ciclo semanal de siete días haya influido

en la duración de las fiestas anuales que viceversa.60 Es evidente que

existe una relación entre la semana de siete días, la duración de las

fiestas anuales y el número siete. Pero, dado que el número siete no

corresponde a ninguna medida astronómica de tiempo conocida, la

mejor explicación acerca de su procedencia y uso sigue siendo el relato

bíblico de la bendición y santificación divina del séptimo y último día de

la creación.

Este rápido vistazo nos ha permitido observar algunas de las

inconsistencias de los actuales criterios usados para defender el origen

del sábado como una institución social originada durante el

asentamiento de Israel en Canaán. Hemos visto que esta teoría no

aporta ninguna alternativa convincente que explique el origen del

sábado, porque se basa en una arbitraria selección de textos y en una

hipotética influencia de un posible día de mercado o del número siete.

3. El exilio

¿Innovación o consolidación? El período del exilio judío en

Babilonia (605-539 a. C.) ha sido generalmente considerado de crucial

importancia para la historia del sábado. Para algunos estudiosos del

tema, aludidos anteriormente, 61 el exilio fue la circunstancia precisa que

le dio origen. Para otros, el periodo exílico y postexílico representan el

punto de partida del desarrollo teológico y litúrgico del sábado.62 No

necesitamos detenernos en la primera de estas opciones, pues, como

ya hemos visto, es desmentida abiertamente por las referencias bíblicas

pre-exílicas acerca del sábado. La segunda tesis, sin embargo, merece

ser tomada en consideración. Se pretende en ella que el exilio

contribuyó por partida doble a transformar el sábado de una institución

social (un día de descanso para los esclavos y el ganado) en una

festividad religiosa (un día para el culto divino). Por una parte, la pérdida

de la patria, los bienes y los esclavos habría eliminado las razones

sociales para el descanso sabático, al tiempo que habría inducido a los

israelitas a buscarle otras justificaciones teológicas. Por otra parte, la

pérdida de un lugar sagrado propio (el templo de Jerusalén, 586 a. C.)

habría sido compensada por un tiempo sagrado propio (el sábado)

capaz de proporcionarles un marco para la adoración, incluso en el

exilio.63

El Antiguo Testamento, sin embargo, no corrobora esta teoría.

Los profetas del exilio no introdujeron ninguna innovación en la teología

o la observancia del sábado. Ezequiel, por ejemplo, no prescribe nada

nuevo ni en cuanto al modo ni en cuanto a los motivos de la celebración

del sábado.64 Al contrario, este profeta llega a considerar la profanación

del sábado en el pasado como la causa principal de las calamidades

que habían caído sobre Israel (Ez. 20:15-16, 21, 36; 22:26, 31). Para

promover el regreso a la correcta celebración del sábado, Ezequiel no

apela a unas nuevas razones teológicas sino al antiguo significado

histórico del sábado, concretamente, el de servir como «signo» o señal

del pacto existente entre Israel y Dios (Ez. 20:12, 20). Esta función del

sábado como señal de alianza se hizo más patente durante la

experiencia del exilio, al haberse convertido en una realidad presente la

amenaza de dispersión, e incluso de extinción. Ezequiel, sin embargo,

presenta el significado y la función del sábado en el marco de la alianza

entre Dios y su pueblo, no como un nuevo concepto aparecido con la

experiencia del exilio sino como una creencia tradicional arraigada en el

origen histórico de Israel durante el éxodo. En otras palabras, la fuerza

del argumento del profeta reside en la aplicación de un sentido que el

sábado había tenido desde mucho antes de la deportación a

Babilonia.65

¿Se convirtió el séptimo día en un tiempo sagrado como

resultado de la pérdida de un lugar sagrado (el templo de Jerusalén? De

nuevo, las declaraciones de Ezequiel se oponen a ello, pues en sus

escritos encontramos frecuentes referencias que relacionan el sábado

con los objetos del culto (Ez. 22:26; 23:38) y con los servicios del futuro

templo (Ez. 45:17; 46:1-4, 12).66 La carencia de un lugar de culto

durante el exilio no parece haber contribuído tanto a la introducción de

grandes innovaciones ideológicas o rituales como a la consolidación

de las instituciones ya existentes, entre ellas el sábado. Así lo

corroboran los mensajes dados por Jeremías y las medidas tomadas

por Nehemías después del exilio, por ejemplo, para impedir las

actividades comerciales en Jerusalén durante el sábado (Jr. 17:19-27;

Neh. 10:31, 33; 13:15-22). Esas medidas no van encaminadas a

transformar el carácter del sábado sino a corregir a sus transgresores.

Estas observaciones no pretenden negar que más tarde (durante

el período intertestamentario) el concepto del sábado sufrió

considerables cambios. De hecho, el sábado llegó a ser tenido por los

judíos como un don exclusivo de Dios para Israel.67 Este exclusivismo

fue alimentado tanto por el judaísmo rabínico como por el sectario,

ambos empeñados en levantar en torno a ese día barreras protectoras

para asegurar su correcta observancia. 68 Desgraciadamente, como

denuncian severamente los Evangelios, esas barreras se convirtieron

en una pesada carga legalista en vez de una guía espiritual para la

genuina celebración del sábado.69 Esta evolución ocurrió, sin embargo,

después determinado el Antiguo Testamento.

¿Qué conclusiones podemos sacar de este somero examen de

las principales hipótesis sobre el origen del sábado? Hemos visto que

todas las conjeturas relativas a la época (éxodo, asentamiento, exilio) y

a las causas (astronómicas, sociológicas, mágicas) del origen de la

celebración del séptimo día de la semana, complican el problema más

que lo aclaran. No se puede presentar ninguna prueba de que el sábado

derive del culto al planeta Saturno, de las fases de la luna, de los días

de mercado, del valor sagrado del número siete o del exilio. Nos

preguntamos si muchos de esos esfuerzos por reducir el sábado a un

fenómeno mítico o sociológico no serán un reflejo del deseo

–consciente o no–de algunos de liberarse a sí mismos de la necesidad

de enfrentarse con el sentido y la observancia de ese día. Esperamos,

sin embargo, que los infructuosos intentos por descubrir la «prehistoria»

del sábado en fuentes extrabíblicas sirvan para contribuir a la

revalidación del relato bíblico sobre su origen y significado.

PARTE III: EL SABADO DE LA CREACION

1. Objeciones y objetores al sábado de la creación

Las teorías sobre el origen del sábado que acabamos de ver

reflejan las conclusiones de la critica reciente. Pero, por extraño que

parezca, la relación entre el sábado y la creación ya había sido

impugnada desde mucho antes por sectores tan «conservadores» como

los judíos de Palestina, los Padres de la Iglesia, algunos Reformadores

y, más recientemente, los modernos dispensacionalistas. ¿Cuáles son

las razones de ese continuo rechazo, a lo largo de los siglos, del origen

edénico del sábado a pesar de las reiteradas declaraciones del

Pentateuco (Gn. 2:1-3; Ex. 20:11; 31:17)? Son varias. Veamos

brevemente algunas de las principales.

Crisis de identidad. El imperioso deseo de preservar su

identidad judía en un tiempo en que la presión helenística les impelía a

abandonar el judaísmo, llevó, al parecer, a algunos rabinos de Palestina

a reducir el alcance del sábado, haciéndolo pasar de una norma

establecida en la creación para toda la humanidad a un precepto dado

por Moisés exclusivamente para Israel. Los enérgicos esfuerzos del rey

sirio Antíoco Epífanes en llevar a cabo su programa de radical

helenización de los judíos favorecieron especialmente esta evolución.

Como resultado de la prohibición de ofrecer sacrificios y de guardar el

sábado (175 a.C.) muchos judíos abjuraron de su fe , “sacrificaron a los

ídolos y profanaron el sábado» (1 Mac. 1:43). Los judíos piadosos

resistieron heroicamente contra la helenización, prefiriendo el martirio a

quebrantar el sábado (1 Mac. 2:32-38). La necesidad de preservar su

identidad religiosa en ese tiempo de crisis fomentó una visión

nacionalista y exclusivista del sábado. En el libro de los Jubileos se lee:

«El (Dios) no permitió a ningún otro pueblo observar el sábado en ese

día sino sólo a Israel; a él sólo le fue otorgado celebrarlo» (2:31).70 Si se

encuentra alguna mención de la observancia del sábado por los

patriarcas, se la considera como una excepción «antes de que (el

sábado) fuese dado» a Israel. 71

Esta noción del sábado como una institución exclusivamente

judía establecida no en la creación y para toda la humanidad, sino por

Moisés y para Israel sólo, hace aparecer a Dios como culpable de

favoritismo y discriminación. Debemos decir, en honor a la verdad, que

esta concepción representa sólo una tendencia del pensamiento judío,

desarrollada tardíamente al margen de la tradición original. Surgió en

oposición al concepto del sábado en el judaísmo helenístico (griego), en

el que se lo consideraba como un legado dado en la creación a la

humanidad entera.72 De hecho, incluso en la literatura palestina (tanto

apocalíptica como rabínica) hay abundantes menciones de Dios, Adán,

Set, Abraham, Jacob y José como fieles observadores del sábado. 73

Necesidad apologética. Algunos Padres de los primeros siglos

adoptaron la noción del origen mosaico y del carácter exclusivamente

judaico del sábado, y la usaron como arma apologética contra aquellos

cristianos que mantenían la vigencia del mandamiento del sábado en la

dispensación cristiana. Su argumento más común, al que recurrían

frecuentemente, decía que si los patriarcas, siendo hombres justos, no

practicaron esta costumbre es porque se trataba de un precepto

temporal, dado por Moisés y destinado a ser observado exclusivamente

por los judíos a causa de su infidelidad.74 La reducción del día de

reposo a un infame signo judío de desobediencia puede reflejar la falta

de buenos argumentos apologéticos en un momento dado, pero no la

comprensión de los valores permanentes que la Escritura había

conferido al séptimo día.

Ausencia de la palabra «sábado.» En el texto de Génesis 2:2-3

se encuentra una triple referencia al «séptimo día», pero no se menciona

la palabra «sábado.» Para algunos esta ausencia indica que el sábado

no fue instituido en la creación sino en tiempos de Moisés.75 Es cierto

que el término «sábado» no aparece en este pasaje, pero también lo es

que la forma verbal utilizada es sabat (cesar, descansar, reposar) y, tal

como ha señalado Cassuto, esta forma «contiene una alusión al nombre

del sábado.» 76 Además, como observa inteligentemente este mismo

autor, el uso de la expresión séptimo día en lugar de sábado puede

reflejar la intención del escritor de subrayar la vigencia permanente de

ese día, independientemente y al margen de cualquier asociación con

los «sábados» astrológicos de los pueblos paganos.77 Señalando un

orden permanente, el séptimo día refuerza el mensaje cósmico del

relato de la creación, a saber, que Dios es a la vez el Creador y el Señor

de este mundo. En el libro del Exodo, sin embargo, donde el séptimo

día es mencionado en el contexto del origen no del cosmos, sino del

pueblo de Israel, el séptimo día es llamado específicamente «sábado»,

quizá para enfatizar su función histórica y soteriológica. Sobre esta

dimensión del sábado trataremos en los capítulos III y V.

Ausencia de un mandamiento. La ausencia en Génesis 2:2-3

de un mandato específico sobre la observancia del séptimo día, se ha

interpretado como una prueba adicional de que el sábado no tiene que

ver con ningún precepto divino ni con ninguna norma ética destinada a

la humanidad entera, siendo tan sólo una institución ceremonial

introducida por Moisés en Israel justificada con un presunto origen en la

semana de la creación.78 Este argumento acusa a Moisés de

distorsionar la verdad, o por lo menos, de haber cometido el grave error

de pretender que el sábado era una creación divina, cuando en realidad

era su propia creación. Tal acusación pone seriamente en duda no sólo

la integridad de Moisés, sino también la fiabilidad del texto bíblico.

¿Qué es lo que da a un mandato divino su carácter moral y

universal? ¿No se considera ley moral aquella que refleja la naturaleza

divina? Si es así, ¿pudo revelar Dios de un modo mejor la naturaleza

moral del sábado que convirtiendo en precepto su propia conducta

divina? ¿Hay algún principio que establezca que el ejemplo divino tiene

menor autoridad que su mandato? ¿No tienen más valor los actos que

las palabras? «El modo de actuar de Dios», escribe John Murray, «es el

modelo que sirve de ejemplo para la actuación humana. No cabe duda

de que en Génesis 2:3 hay por lo menos una alusión a la observancia

del séptimo día de la semana por parte del hombre.79 El hecho de que el

sábado sea presentado en el texto de la creación como un ejemplo

divino y no como un mandato, puede muy bien expresar la intención

divina de que el sábado fuese entendido en un mundo sin pecado, no

como una imposición alienante sino como una respuesta libre del

hombre ante la bondad de su Creador. Al aceptar ponerse

especialmente a la disposición divina en el sábado, el hombre podía

experimentar una renovación y un enriquecimiento físico, mental y

espiritual constantes. Siendo que esas necesidades no desaparecieron

con la caída sino que fueron aumentando, la función moral, universal y

perpetua del precepto del sábado fue reiterada más tarde bajo la forma

de un mandamiento. 80

Ausencia de ejemplos. El argumento más antiguo y quizá el

más fuerte que se haya avanzado contra la procedencia edénica del

sábado es la ausencia de menciones explícitas de su observancia

durante todo el período patriarcal desde Génesis 2 hasta Exodo 16.81

Las fuentes extra-bíblicas, como vimos anteriormente, sólo aportan

unas cuantas indicaciones acerca de algún tipo de «sábado» primitivo

entre los pueblos semitas de la antigua Mesopotamia. En realidad,

teniendo en cuenta la naturaleza del sábado, difícilmente podemos

esperar que se encuentren claras evidencias de su observancia entre

los pueblos paganos. Sin embargo, esas evidencias deberían

encontrarse en el caso de los patriarcas. ¿A qué se debe ese aparente

silencio? ¿Es posible que desde Adán hasta Moisés, por alguna razón

inexplicable, el sábado dejase de ser observado? Un caso parecido a

éste ocurrió con la fiesta de las Cabañas, que dejó de celebrarse desde

el tiempo de Josué hasta el de Nehemías, durante casi mil años (Neh.

8:17). También es posible. que la costumbre de guardar el sábado no se

haya mencionado por considerarla demasiado evidente. Esta última

posibilidad parece más verosímil por varias razones.

Primera: en la Biblia encontramos otro caso semejante, pues

tampoco se menciona el sábado desde Deuteronomio hasta 2 Reyes.

Este silencio difícilmente puede interpretarse como una prueba de no

observancia del día de reposo, ya que la primera referencia que rompe

este silencio (2 Reyes 4:23), lo hace considerándolo como una

festividad comúnmente celebrada. Segunda: el libro de Génesis no

contiene leyes, como el libro de Exodo, sino sólo un esquemático relato

acerca de los orígenes. Al no mencionar ninguno de los otros

mandamientos, su silencio en cuanto al sábado no es nada excepcional

82 Tercera: a lo largo del libro del Génesis y en los primeros capítulos

del Éxodo 83 hay varias referencias a la semana de siete días, que

implican, por consiguiente, la existencia del sábado. El período semanal

de siete días se menciona cuatro veces en el relato del diluvio (Gn. 7:4,

10; 8:10, 12). El término «semana» se usa también para describir la

duración de los festejos nupciales de Jacob (Gn. 29:27), así como para

la duración del duelo por su muerte (Gn. 50:10). Un idéntico período de

tiempo dedicaron los amigos de Job para expresar su condolencia al

patriarca enfermo (Job 2:12). Probablemente los ceremoniales referidos

terminan con la llegada del sábado.

Un argumento más: el sábado es presentado en Exodo 16 y 20

como una institución ya existente. Las instrucciones para recoger doble

porción de maná en el sexto día presuponen el conocimiento del

significado del sábado. «En el sexto día prepararán para guardar el

doble de lo que suelen recoger cada día» (Ex. 16:5). La falta de

explicación sobre la necesidad de recoger doble cantidad el sexto día

sería incomprensible si los israelitas no hubiesen tenido ya un

conocimiento previo del sábado. Del mismo modo, en Exodo 20, el

sábado aparece como algo familiar. El mandamiento no dice «desde

ahora guardarás el sábado» sino «acuérdate del sábado» (Ex. 20:8), lo

que implica que ya era conocido. Más aún, el mandamiento presenta el

sábado como originado en la creación (Ex. 20:11) y por lo tanto no deja

opción a la idea de una festividad introducida tardíamente. 84

Especular sobre el modo en que los patriarcas guardaron el

sábado es un esfuerzo estéril, pues se basaría más en la imaginación

que en los datos. Considerando, sin embargo, que la esencia del

sábado no es un lugar donde ir para cumplir con unos ritos, sino un

tiempo para dedicar a Dios, a los demás y a sí mismo, 85 es

perfectamente verosímil que los patriarcas ocupasen ese tiempo

sagrado junto con los suyos en actos religiosos tales como la oración

(Gn. 12:8; 25), los sacrificios (Gn. 12:8; 13:18; 26:25; 33:20) y la

enseñanza (Gn. 18:19).

Tendencias legalistas. Las anteriores objeciones contra un

sábado procedente de la creación, han sido planteadas por algunos

cristianos en reacción contra la manera excesivamente legalista en que

el sábado ha sido guardado por la mayoría de los defensores de esa

procedencia.86 Su reacción es desde luego justificada. Lo que no se

puede justificar es el rechazo de un precepto por el hecho de que

alguien lo haya pervertido. Desgraciadamente los legalistas tienden a

olvidar que Cristo, por su enseñanza y ejemplo, hizo del sábado un día

de «gracia» y no de «sacrificio» (Mt. 12:8); un tiempo destinado a amar a

Dios y al prójimo, y no a exhibir la piedad personal cumpliendo ciertos

ritos. Una comprensión correcta de la experiencia del sábado puede ser

un buen antídoto contra el legalismo. Porque el sábado no nos enseña a

trabajar en favor de nuestra salvación (legalismo) sino a descansar de

todos nuestros trabajos, para que, como muy bien dijo Calvino, «Dios

pueda trabajar en nosotros.»87

Conflicto con la ciencia moderna. Para terminar este vistazo a

las objeciones contra el sábado creacionista, debemos mencionar

también a aquellos que rechazan esta enseñanza bíblica porque no

pueden reconciliarla con las teorías actuales acerca de los orígenes. La

teoría más generalmente extendida propone que al final de un largo

proceso de millones de años la vida apareció «espontáneamente» en la

superficie de la tierra, y fue evolucionando a partir de su forma

unicelular más simple, hasta las formas actuales. Para conciliar esta

idea con el relato de la creación, algunos bienintencionados teólogos

han interpretado la semana de la creación, no como un período de seis

días literales, sino como seis eras geológicas.88 Otros prefieren ver la

semana de la creación como un tiempo durante el cual Dios fue

revelando al hombre sus actividades creadoras y sus extraordinarios

atributos. Es obvio que ambas interpretaciones rechazan el sentido del

sábado, puesto que presuponen que Dios no santificó realmente ni el

séptimo día ni ningún otro.

El problema que encontramos en la lógica científica es, como

muy bien lo plantea Herold Weiss, que ésta «se niega a dejarse informar

por la teología.»89 Cuando alguien se limita a creer sólo lo que puede

demostrarse en los laboratorios, ha optado por seguir la pista de sus

raíces descendiendo hasta el más bajo espécimen biológico, en vez de

seguirla ascendiendo hasta la imagen de Dios. En última instancia,

esta actitud conduce al ser humano a no creer más que en sí mismo. La

trágica consecuencia de tal filosofía es que acaba por vaciar la vida y la

historia humana de todo sentido, despojando a ambas de su origen y su

destino divinos. La vida se reduce a un mero ciclo biológico cuyo

principio y fin sólo se explican por el azar. Y así, la realidad última no es

Dios sino la materia, considerada históricamente como eterna o mala. El

registro de la creación, con el sábado como memorial, es un reto a este

nihilismo. Es un desafío a cada generación–esté alienada por las

supersticiones o por la técnica–a reconocer que el mundo es una

creación y un don de Dios al hombre, y que la vida humana tiene

sentido porque está enraizada en Dios.

¿Es realmente necesario poder explicar la semana de la

creación a la luz de las teorías actuales para poder aceptar el sábado

como un precepto divino? ¿Tiene la ciencia contemporánea los

conocimientos e instrumental necesarios para determinar cuánto tiempo

se necesita para «crear» un sistema solar como el nuestro con todas sus

multiformes manifestaciones de vida? Algunos parecen olvidar que la

ciencia sólo puede observar y medir los procesos de conservación y

desintegración en curso. De hecho, la ciencia moderna, al suponer que

los procesos actuales han funcionado siempre en el pasado como en el

presente (uniformismo), está excluyendo la posibilidad del proceso

creador del fiat divino (Dios llamando a los seres a la existencia). De

modo que el problema, en última instancia, no es cómo reconciliar la

semana de la creación con las teorías modernas acerca del origen, sino

cómo conciliar la doctrina bíblica de la creación divina con los

supuestos «científicos» de la generación espontánea. ¿Es posible

armonizar ambas posiciones? Evidentemente no, puesto que las dos

parten de premisas que se excluyen mutuamente. Una sólo acepta

causas naturales, mientras que la otra reconoce a Dios como Causa

Sobrenatural: «Por la fe entendemos que el universo fue creado por la

palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se

veía» (He. 11:3).

Si aceptamos por fe que Dios creó este mundo, ¿por qué

rechazar entonces lo que El nos ha revelado acerca del tiempo que

utilizó para crearlo? Alguien podría objetar que la noción de un Dios que

crea y descansa dentro de los límites de una semana literal va en contra

de su naturaleza eterna y omnipotente. Es evidente que el Dios

Todopoderoso no necesita ni días literales ni eras geológicas para crear

nuestro mundo: su deseo basta para traerlo a la existencia (Sal. 33:6).

Pero el hecho de que en su revelación Dios nos diga que prefirió usar

un esquema temporal a escala humana en vez de uno a escala divina

para crear nuestro mundo, ¿no pone de relieve otro atributo igualmente

importante de su naturaleza divina, a saber, el amor? La intención divina

al situar la creación en el marco limitado del tiempo humano, ¿no sería

la de dar al hombre un ejemplo del equilibrio semanal ideal entre trabajo

y descanso? ¿No sería ya un indicio de su divina voluntad de entrar

incluso en los límites de la naturaleza humana para llegar a ser

«Emanuel», «Dios con nosotros»? Pero esta dimensión del sábado la

estudiaremos más adelante.90 De momento concluimos que el poner en

duda el origen divino del sábado a fin de armonizar la semana de la

creación con ciertas teorías evolucionistas lleva consigo el rechazo no

sólo del mensaje de Génesis 1:1-2:3, sino también del cuarto

mandamiento, que habla de seis días literales de creación y un día

literal de descanso santificado por Dios cuando acabó de crear el

mundo (Ex. 20:11).

2. El sábado de la creación en las Escrituras

En este rápido vistazo a las principales objeciones contra el

sábado de la creación, se han manejado principalmente textos

procedentes de Génesis y Exodo, los dos primeros libros de la Biblia.

Esto podría dar la impresión de que el resto de las Escrituras y de la

historia no mencionan el tema. La verdad es, sin embargo, que existen

referencias apoyando el origen edénico del sábado tanto en otras partes

de la Biblia como fuera de ella. Vamos a exponer brevemente algunas

de esas referencias para que el lector tenga una visión más completa

del asunto en su perspectiva bíblica e histórica.

Marcos 2:27. Dos significativas declaraciones de Jesucristo,

registradas en Marcos 2:27 y Juan 5:17, aluden al sábado de la

creación. En el texto de Marcos, Cristo dice: «El sábado fue hecho para

el hombre, no el hombre para el sábado» (2:27). El contexto de esa

afirmación es el siguiente: los discípulos, para saciar el hambre, habían

comido espigas de trigo en el lindero de un campo, por lo que habían

sido acusados de transgredir el sábado. Para refutar tal acusación y

para demostrar que la función principal del sábado es proteger y no

mermar el bienestar físico y espiritual del hombre, Cristo apela al

propósito inicial de ese día, diciendo: «El sábado fue hecho para el 91

hombre; y no el hombre para el sábado» (Marcos 2:27).92

El vocabulario utilizado en este pasaje es muy revelador. El

verbo hacer» (ginomai) alude a la «creación» del sábado 93 y el

sustantivo «hombre» (anthropos) se refiere a la humanidad en general.

De modo que, para establecer el valor universal y humano del sábado,

Cristo apela a su origen inmediatamente posterior a la creación del

hombre. ¿Por qué? Porque para Dios la ley instituida en el origen es

suprema. Así lo indica también en otra ocasión en que, lamentando la

corrupción de la institución del matrimonio en tiempos del código

mosaico, Jesús recurre a la ley del Edén, diciendo: «En el principio no

era así» (Mateo 19:8).94 Cristo, pues, apunta a la creación como origen

tanto del sábado como del matrimonio para hacer resaltar su valor

fundamental para la humanidad.

Juan 5:17. El cuarto Evangelio recoge otra significativa

declaración de Jesús acerca del sábado. Acusado por haber realizado

una curación en sábado, se defiende diciendo: «Mi Padre hasta ahora

obra y yo obro» (Juan 5:17). Algunos estudios sobre este pasaje han

interpretado el «obrar» de Dios como una referencia a su cuidado

providente (cura continua) o a la creación continua (creatio continua),

dándole al adverbio traducido por «hasta ahora» el significado de

«continuamente» o «siempre.»95 Basándose en esa interpretación, se ha

sostenido que la alusión al continuo trabajo de Dios, ya sea creando o

conservando, ignora y anula la ley del sábado.

Tal conclusión es errónea, al menos por dos razones. Primera,

porque en el Evangelio de Juan la obra y el obrar de Dios no se

identifican con la creación o la providencia, sino explícita y

repetidamente con la labor redentora de Cristo (cf. Juan 4:34; 6:29;

10:37-38; 14:11; 15:24; 9:3). Segunda, porque el adverbio «hasta ahora»

no resalta la constancia sino la iniciación y culminación de la obra de

Dios. En otras palabras, Dios está actuando desde el primer sábado

hasta este mismo momento, y hasta la conclusión de su obra en el

sábado final. El adverbio «hasta ahora» presupone un «principio» y «un

fin». El principio es el primer sábado cuando Dios terminó la creación, y

el fin es el último sábado cuando la redención se haya concluido. Los

sábados entre el primero y el último no son para Dios y sus criaturas

(Juan 9:4) un tiempo de descanso ocioso, sino de «labor» responsable

en favor de la salvación de los hombres. Concluimos, por lo tanto, que

Cristo, al referirse en Juan 5:17 a la labor creadora divina para justificar

la legitimidad de la realización de su ministerio redentor en ese día,

ratifica implícitamente el origen edénico del sábado.

Hebreos 4:1-11. E1 origen del sábado es también relacionado con

la creación por el autor de la epístola a los Hebreos.96 En su cuarto

capítulo explica la naturaleza universal y espiritual del descanso

sabático citando juntos dos textos del Antiguo Testamento: Génesis 2:2

y Salmo 95:11. El primer texto remonta el origen del descanso sabático

a la creación, cuando «Dios descansó en el séptimo día de todas sus

obras» (He. 4:4; cf. Gn. 2:2-3). El último (Sal. 95:11) muestra que el

descanso divino incluye también el gozo de la salvación que se

encuentra al entrar personalmente en el «descanso de Dios» (He. 4:3, 5,

10). Pasando por alto las demás enseñanzas acerca del sábado

sugeridas en. este pasaje,97 destacaremos solamente que para su autor

el sábado no se originó en tiempos de Josué, durante el asentamiento

en Palestina (He. 4:8), sino en la creación misma, cuando «Dios

descansó en el séptimo día de todas sus obras» (He. 4:4). E1 contexto

indica claramente que el autor se refiere a las «obras» de la creación,

puesto que explica que las obras de Dios «fueron acabadas desde la

fundación del mundo» (He. 4:3). Así, pues, en Hebreos 4 no sólo se

acepta el sábado de la creación, sino que se lo presenta como la base

para entender el propósito último de Dios para con su pueblo.

3. El sábado de la creación en la historia

La tradición judía. Pasando ahora de las fuentes bíblicas a las

extra-bíblicas encontramos un amplio reconocimiento del origen

creacionista del sábado, tanto en la historia del judaísmo como en la del

cristianismo. Los judíos desarrollaron dos posiciones diferentes en

cuanto al origen del sábado. En líneas generales, los dos puntos de

vista se distinguen por su procedencia geográfica y por su terminología.

El judaísmo palestino (hebreo), como vimos anteriormente, redujo el

sábado al nivel de un precepto exclusivamente judío relacionado con el

origen de Israel como nación en tiempos de Moisés. Este punto de vista

no representa, sin embargo, la tradición original sino un desarrollo

secundario que fue favorecido por la necesidad de preservar la

identidad judía frente a las presiones helenísticas (especialmente en

tiempos de Antíoco Epífanes, 175 a. C.), encaminadas a hacer

abandonar la religión judía. Y así, incluso en la literatura palestina, hay

referencias al origen creacionista del sábado. Por ejemplo, el Libro de

los Jubileos (en torno a 140-100 a. C.), dice por una parte que Dios

permitió guardar el sábado «sólo a Israel» (Jub. 2:31) y por otra parte

afirma que Dios «guardó el sábado en el séptimo día y lo santificó por

todas las edades, y lo puso por señal de todas sus obras» (Jub. 2:1).

En la literatura judía helenística (griega), el sábado es

unánimemente considerado como una institución para todos los

hombres que se remonta a la creación. Aristóbulo, el predecesor de

Filón, por ejemplo, escribe en el siglo segundo a. C., que «Dios el

creador de todo el mundo nos ha dado también el séptimo día para

descansar porque la vida de todos los hombres está llena de fatigas. «98

Dos siglos más tarde, Filón trató ampliamente el tema del sábado. No

sólo remonta el origen del sábado a la creación, sino que se complace

en llamarlo «el aniversario del mundo.»99 Refiriéndose al relato de la

creación, escribe lo siguiente: «Se nos dice que el mundo fue hecho en

seis días y que en el séptimo cesó Dios de su obra para contemplar lo

que tan perfectamente, había creado, y por lo tanto ordenó a los que

deberían vivir como ciudadanos de este mundo seguir su ejemplo en

ésta como en otras cosas.»100 Precisamente porque el sábado existe

desde la creación, Filón insiste en que es «la festividad del universo y no

la de un sólo pueblo o país, y sólo ella merece propiamente el nombre

de universal porque pertenece a todos los pueblos. «101

La Iglesia Primitiva. El reconocimiento del origen creacionista del

sábado se encuentra también en documentos de la Iglesia primitiva,

incluso en casos en que sus requerimientos son discutidos o aplicados

al domingo. En la Didascalia Siriaca (hacia 250), por ejemplo, la

controversia entre el sábado y el domingo gira en torno a cuál de los

dos días tiene prioridad con respecto a la creación. El domingo es

«superior» al sábado porque le precedió en la semana de la creación.

Como primer día de la creación, el domingo representa «el principio del

mundo.» 102 En el tratado Sobre el Sábado y la Circuncisión, contado

entre las obras de Atanasio (296-373), se argumenta la superioridad del

domingo sobre el sábado contraponiendo la creación a la redención: «El

sábado fue el final de la primera creación; el día del Señor fue el

principio de la segunda, en la cual El renovó y regeneró la antigua.»103 El

hecho de que tanto los observadores del sábado como los del domingo

hayan apelado a la creación como argumento para defender la

legitimidad del reposo en un día o en otro, demuestra la importancia que

tenia para ellos la cuestión de su origen.

En las llamadas Constituciones de los Santos Apóstoles (hacia

380) se amonesta a los cristianos a «observar el sábado y la fiesta del

Día del Señor; porque aquél es el memorial de la creación y ésta el de

la resurrección.» 104 En esta obra hay varias referencias más al sábado

de la creación. Por ejemplo, una oración alusiva a la encarnación de

Cristo empieza con las siguientes palabras: «Oh Dios Todopoderoso, Tú

has creado el mundo por medio de Cristo y has señalado el sábado en

memoria de ello, porque en ese día tú nos has hecho descansar de

nuestras obras para meditar en tus leyes.»105 El tema del sábado

creacionista, como observó Jean Daniélou se encuentra «en el centro

del pensamiento de San Agustín.»106 La culminación de la semana de la

creación da pie a Agustín (354-430) para desarrollar dos importantes

conceptos. El primero es la noción de la marcha de la historia de este

mundo hacia un reposo final en la paz de Dios. En otras palabras, la

consecución del descanso eterno representa para Agustín el

cumplimiento del «sábado que el Señor aprobó al final de la creación,

como está escrito, ‘Dios descansó en el séptimo día de todos sus

trabajos.»‘107

El segundo comentario de Agustín sobre el sábado de la creación

podría definirse como el paso místico del alma humana del desasosiego

al descanso de Dios. Como ejemplo podemos citar en uno de los más

sublimes capítulos de sus Confesiones, la oración siguiente: «¡Oh

Señor Dios, Tú que nos has dado todo, concédenos también tu paz, la

paz del sábado, la paz sin atardecer! 108 Porque este tan hermoso orden

de cosas pasará cuando haya cumplido el propósito que les has

señalado. Todas ellas fueron hechas con una mañana y una tarde. Pero

el séptimo día no tiene atardecer, porque tú lo has santificado para que

dure eternamente. Tu descanso en el séptimo día después de completar

tus obras, nos anuncia a través de la voz de tu Libro, que nosotros

también, cuando terminemos nuestras obras por tu gracia, en el sábado

de la vida eterna descansaremos en ti.”109 Esta interpretación espiritual

y escatológica del sábado muestra el profundo aprecio que Agustín

tenía por su significado, aún cuando no aceptase la observancia literal

del cuarto mandamiento.110

Edad Media. La concepción agustiniana del sábado fue seguida

con mayor o menor aproximación a lo largo de la Edad Media.111 Pero a

partir del año 321, con la ley dominical de Constantino apareció una

nueva interpretación. Para darle una sanción teológica a la legislación

imperial que exigía la cesación de trabajo en domingo, las jerarquías

eclesiásticas apelaron a menudo al precepto creacionista del cuarto

mandamiento, pero adaptándolo a la observancia del domingo.

Crisóstomo (347-407) anticipa este desarrollo en su comentario sobre

Génesis 2:2: «Dios bendijo el séptimo día y lo santificó.» Pregunta: «¿qué

significa realmente ‘lo santificó’? . . . (Dios) nos enseña que entre los

días de la semana uno debe ser puesto aparte completamente

dedicado al servicio de las cosas espirituales.» 112 La transformación del

sábado de la creación–la especifica observancia del séptimo día–en el

simple reposo un día de cada siete hizo posible aplicar el mandamiento

del sábado a la observancia del domingo. Pedro Comestor (m. 1179)

también defiende esta aplicación argumentando sobre la base de

Génesis 2:2 que el «sábado ha sido observado siempre por algunas

naciones incluso antes de que la ley fuese dada.» 113 Este

reconocimiento del sábado como una norma procedente de la creación,

y por lo tanto universal, fue motivado, sin embargo, no por el deseo de

fomentar la observancia del séptimo día, sino por la necesidad de

sancionar el acatamiento del domingo.

En la teología medieval tardía, la aplicación literal del

mandamiento del sábado a la observancia del domingo fue justificada

con una nueva interpretación que consistía en separar en el cuarto

mandamiento su aspecto moral del ceremonial.114 Tomás de Aquino

(1225-1274) ofrece en su Suma Teológica la más elaborada exposición

sobre esta artificial y abusiva distinción. Allí argumenta que «el mandato

de guardar el sábado es moral. . . en la medida en que ordena al

hombre dedicar parte de su tiempo a las cosas de Dios. . . pero es un

precepto ceremonial. . . en cuanto a la determinación del tiempo.»115

¿Cómo puede el cuarto mandamiento ser ceremonial en su

especificación del séptimo día, pero moral en su obligación de apartar

un día para el descanso y la adoración? Sin duda porque para Tomás

de Aquino el aspecto moral del sábado se apoya en la ley natural, es

decir, que el principio de destinar periódicamente un tiempo al descanso

y a la adoración está de acuerdo con la razón natural. 116 El aspecto

ceremonial del sábado, por otra parte, se basa en el simbolismo del

séptimo día: conmemoración de la creación y prefiguración del «reposo

del alma en Dios, en la vida presente por medio de la gracia, o en la

vida futura en gloria.»117

Uno se pregunta qué tendrá que ver el aspecto ceremonial

(transitorio) del sábado con su significado de perfecta creación divina y

de reposo en Dios en esta vida y en la venidera. ¿No es precisamente

este significado el que provee la base para consagrar un tiempo a la

adoración de Dios? Rechazar como ceremonial el mensaje original del

séptimo día, concretamente que Dios es el Creador perfecto que ofrece

descanso, paz y compañía a sus criaturas, implica desechar también

toda razón moral para dedicar un tiempo determinado al culto divino. La

creencia en Dios como creador, que será tratada en el próximo capítulo,

constituye la piedra angular de la fe y del culto cristianos.

Aparentemente el mismo Tomás de Aquino reconoció la deficiencia de

su razonamiento puesto que hizo una distinción entre el sábado y otras

festividades del Antiguo Testamento, como la Pascua, «un signo de la

futura Pasión de Cristo.» Para él estas festividades eran «temporales y

transitorias. . . por lo tanto sólo el sábado y ninguna otra de las

solemnidades y sacrificios, es mencionado en los preceptos del

decálogo.»118 La inseguridad de Tomás de Aquino acerca del aspecto

ceremonial del sábado se refleja también en su comentario de que

Cristo anuló no el precepto del sábado, sino «la interpretación

supersticiosa de los fariseos, quienes pensaban que había que

abstenerse de hacer incluso obras de caridad en sábado, lo cual iba en

contra de la intención de la ley.»119 La incertidumbre de Tomás de

Aquino fue, sin embargo, ampliamente olvidada, y su distinción entre los

aspectos moral y ceremonial en el sábado se convirtió en una razón

fundamental para defender el derecho de la iglesia a introducir y regular

la observancia del domingo y de otras fiestas religiosas. El resultado fue

un elaborado sistema legal muy semejante a la legislación rabínica

sobre el sábado, pero aplicada al domingo.l20

Luteranismo. Los reformadores del siglo XVI sostuvieron diversos

puntos de vista sobre el origen y la naturaleza del sábado. Sus

posiciones dependían de su comprensión acerca de la relación entre el

Antiguo y el Nuevo Testamento y sobre todo de su reacción en contra

de una observancia legalista y supersticiosa no sólo del domingo sino

de toda una serie de festividades religiosas. Lutero y algunos radicales,

en su intento por combatir el Sabatismo medieval fomentado no sólo por

la Iglesia Católica sino también por elementos de la Reforma tales como

Andreas Karlstadt,121 atacaron el sábado como una «institución mosaica

especialmente destinada al pueblo judío.»122 Esta posición se vió

ampliamente fomentada por una separación radical entre el Antiguo y el

Nuevo Testamento. En el Gran Catecismo (1529) Lutero explica que el

sábado «es algo superado, como las demás ordenanzas del Antiguo

Testamento que estaban sujetas a determinadas costumbres, personas

y lugares, pero ahora hemos sido liberados por Cristo.»123 Esta postura

aparece formulada todavía más claramente en el artículo 28 de la

Confesión de Augsburgo (1530): «La Escritura ha abrogado el sábado;

pues enseña que desde la revelación del Evangelio todas las

ceremonias mosaicas quedan eliminadas.»124

Estas declaraciones quizá den la impresión de que Lutero

rechazó el origen creacionista del sábado, reduciéndolo a una simple

institución judaica. Pero tal conclusión no es correcta, pues Lutero

afirma en el propio Gran Catecismo que «el día (sábado) no necesita

ser santificado en sí mismo, puesto que ya ha sido creado santo. Desde

el principio de la creación fue santificado por su Creador.» 125 Del mismo

modo, en su comentario sobre Génesis 2:3 Lutero dice: «Dado que las

Escrituras mencionan el sábado mucho antes de que Adán cayese en

pecado, ¿no habrá que deducir que ya se le había indicado que debía

trabajar seis días y descansar el séptimo? Así es, sin duda alguna.»126

Melanchthon, el colaborador y sucesor de Lutero, expresó el mismo

punto de vista. En la edición de 1555 de sus Loci Communes,

Melanchthon afirma claramente que «desde los tiempos de Adán los

primeros padres guardaron (el sábado) como un día en el que dejaban a

un lado el trabajo de sus manos y se reunían con otros para la

predicación, la oración de agradecimiento y los sacrificios, tal como Dios

había ordenado.» 127 Melanchthon hace una distinción entre la función

del sábado antes y después de la caída. Antes de la caída el sábado

tenía por objeto el permitir que Dios encontrase «reposo, morada, gozo y

delicia» en sus criaturas. «Después de la caída –escribe Melanchthon–el

sábado fue -restablecido por Dios cuando prometió que su paz volvería

a reinar cuando el Hijo diese su vida y descansase en la muerte hasta la

resurrección. Por eso ahora, en nuestro sábado, nosotros también

debemos morir y resucitar con el Hijo de Dios para que Dios pueda

volver a encontrar morada, paz y gozo en nosotros.»128

¡Qué profunda percepción del significado del sábado bíblico! Un

día para permitir que el creyente muera y resucite con Cristo.129 Un día

para dejar que Dios encuentre «morada, complacencia y paz en

nosotros.»130 La intención de este libro es estudiar temas como ése

contenidos en el sábado. Uno se pregunta cómo Lutero y Melanchthon

pudieron contemplar el sábado como una norma dada en la creación y a

la vez como una institución mosaica. La explicación está en que

adoptaron y desarrollaron la distinción hecha por Tomás de Aquino

entre la ley natural y la ley mosaica o, como ellos las llamaron, la ley

moral y la ley ceremonial. Esta distinción es articulada con más claridad

por Melanchthon que por Lutero, aunque éste último sostenía que «la

legislación mosaica sobre el sábado. . . ha sido abolida» porque «no está

respaldada por la ley natural.» 131 Sin embargo, fue Melanchthon quien,

El Sábado, en respuesta a los que llevaban la posición de Lutero al extremo de

rechazar la observancia de cualquier día, afirmó lo siguiente: «En este

mandamiento hay dos aspectos, uno general que la iglesia necesita

siempre, y otro específico, referido a un día especial que sólo atañía al

pueblo de Israel. . . Porque lo general de este mandamiento, a saber la

necesidad del culto, pertenece al ámbito de lo moral, natural y

permanente; pero lo específico, lo relacionado con el séptimo día,

pertenece a lo ceremonial. . . y no nos atañe a nosotros; por lo tanto,

nosotros tenemos nuestras reuniones el primer día, es decir, el

domingo.»132

Es difícil comprender la lógica de este razonamiento. ¿Cómo el

principio de consagrar un día de la semana «para el servicio de la

predicación y del culto público,» puede catalogarse como moral, pero la

especificación del séptimo día como ceremonial, y solamente válida

para el pueblo de Israel? Objetar que el séptimo día es ceremonial

porque no tiene una explicación evidente en la razón humana (ley

natural) es un argumento de doble filo, porque tampoco la lógica

humana lleva por sí misma a descubrir el principio de que se debe

consagrar un día a la semana para dedicarlo al «servicio de la

predicación y al culto público.»133 En realidad, esto último ni siquiera se

puede deducir explícitamente del cuarto mandamiento, que dicho sea

de paso, no menciona la necesidad de asistir a servicios públicos de

culto, sino sólo la necesidad de descanso (Ex. 20:10).134 La idea de que

el Decálogo está basado en la ley natural es una elaboración del

escolasticismo (influido por la filosofía moral clásica).135 En la Biblia, el

sábado y el resto de los diez mandamientos no aparecen como un fruto

de la razón humana, sino de una revelación divina especial. El hecho de

que la razón humana pueda descubrir por sí misma muchos de los

valores éticos del decálogo prueba su racionalidad, pero no su origen.

La distinción luterana entre aspectos morales y ceremoniales o

naturales y mosaicos en el sábado nos parece un honesto pero

inadecuado esfuerzo por salvar algunos de los valores del sábado en el

enfrentamiento de dos amenazas opuestas: por una parte la de los

antinomianos radicales, que negaban la necesidad de observar ningún

día, l36 por otra, la de los legalistas católicos y reformados, que

defendían la santificación de las fiestas como «necesaria para la

salvación.» 137 La Confesión de Augsburgo alude a esas «monstruosas

disputas» y explica que «esos errores proliferaron en la iglesia cuando la

justificación por la fe no fue enseñada con suficiente claridad.”138 Lutero

realizó encomiables esfuerzos para evitar a la vez el Scylla del

legalismo y el Carybidis del antinomianismo. Sólo cabe lamentar que

para conseguir su objetivo rechazase como mosaicos y ceremoniales

algunos aspectos y funciones importantes del séptimo día que, como

veremos más adelante, son de incalculable valor para comprender y

experimentar la «justificación por la fe.»139 En lugar de ello, Lutero optó

por conservar el domingo como un día aceptable «establecido por la

iglesia para el bien de los laicos y de las clases trabajadoras» 140 que

necesitan «por lo menos un día a la semana . para descansar . . . y

asistir a los servicios religiosos .»141 La distinción radical de Lutero entre

ley natural y ley mosaica, y entre ley y Evangelio, fue adoptada y

desarrollada hasta sus extremos por grupos radicales como los

Anabaptistas, Puritanos extremistas, Cuáqueros, Menonitas, Huteritas y

las modernas denominaciones antinomianas.142 Todos estos sectores

han argüido que el sábado no fue establecido por Dios en la creación,

sino que pertenece a la dispensación mosaica cumplida y abolida por

Cristo. Consecuentemente, en la dispensación cristiana los creyentes

estarían exentos de la observancia de cualquier día de reposo en

particular.

Catolicismo. El punto de vista católico acerca del sábado se

mantuvo en el siglo XVI básicamente en la postura tomista,

distinguiendo entre ley mosaica y ley natural. Leamos, por ejemplo, el

Catecismo del Concilio de Trento (1566), llamado también

«Catecismo romano.» En el cuarto capítulo de la tercera parte explica la

diferencia entre el sábado y el resto de los mandamientos, diciendo:

«Los demás preceptos del Decálogo pertenecen a la ley natural, y son

perpetuos e inalterables . . . porque concuerdan con la ley de la

naturaleza, cuya fuerza impele a los hombres a su observancia; pero el

mandamiento relativo a la santificación del sábado, en lo que al tiempo

señalado (para su observancia) se refiere, no es inmutable ni inalterable

sino susceptible de cambio, ya que no pertenece a la ley natural, sino a

la ceremonial . . . puesto que sólo a partir del tiempo en que el pueblo

de Israel fue liberado de la opresión de Faraón se observó el sábado.»

143 Y concluye diciendo que «la observancia del sábado (como séptimo

día) ha sido abolida . . . al mismo tiempo que los demás ritos y

ceremonias hebraicos, a saber, a la muerte de Cristo.»144

Ya mostramos anteriormente la falta de lógica que existe en

considerar la especificación del séptimo dia en el cuarto mandamiento

como una ley mosaica y ceremonial. Sólo añadiremos que sobre la base

de la ley natural también debería ser considerado como ceremonial el

segundo mandamiento, pues la prohibición de adorar representaciones

iconográficas (o pictóricas) de la Divinidad (Ex. 20:3-6) tampoco es

plenamente explicable recurriendo sólo a la razón humana. Por eso, sin

duda, la Iglesia Católica ha suprimido el segundo mandamiento (Ex.

20:3-6) de su decálogo.145 Ahora bien, ¿es la razón humana un criterio

legitimo para aceptar o rechazar los preceptos del Decálogo?

Aparentemente ésa es la posición tomada por la Iglesia Católica para

defender su derecho a introducir no sólo la observancia del domingo,

sino la de otros días. Tenemos abundantes ejemplos de ello,

especialmente en los documentos católicos del siglo XVI.146 Así Johann

Eck (1486-1543), en su Enchiridion, escrito contra algunos

reformadores, dice que «si la iglesia ha tenido el poder de cambiar el

sábado de la Biblia por el domingo y decretar la observancia del

domingo, ¿por qué no va a tener también poder sobre los demás días?

… Si uno prescinde de la iglesia y se limita a aceptar sólo la Biblia,

entonces debe guardar el sábado como los judíos, como ha sido

guardado desde el principio del mundo.”147

Es interesante observar que Eck, aun cuando apoya la autoridad

de la Iglesia Católica para cambiar el sábado por el domingo, no deja de

reconocer el origen creacionista del sábado, al decir que «ha sido

guardado desde el principio del mundo.»148 La misma opinión aparece

expresada en un documento católico más oficial, el Catecismo del

Concilio de Trento (1566): «E1 sábado –se explica al]!–fue llamado así

por el Señor en el Exodo (Ex. 20:8-11; Gn. 2:2), porque habiendo

acabado y completado la creación del mundo, «Dios descansó de toda

su obra (Gn. 2:2-3).»149 Más adelante el sábado es considerado «una

señal, como un memorial de la creación de este admirable mundo.»150

Este franco reconocimiento del sábado como institución y memorial de

la creación desafía y contradice lo afirmado en el mismo documento

acerca del derecho de la iglesia a cambiar el sábado: «Ha placido a la

Iglesia de Dios transferir la celebración religiosa del sábado al día del

Señor.»151 Esta patente contradicción, como veremos más tarde, volverá

a ser planteada en términos similares en la tradición protestante.

Sabatarios. Ciertos reformadores radicales adoptaron dos

posiciones opuestas frente al sábado. Un sector, del que ya hablamos

anteriormente, llevó hasta su consecuencia lógica la distinción luterana

entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, rechazando la santificación del

sábado o de cualquier otro día, como cosas de la dispensación

mosaica, cumplida por Cristo y reemplazada por la dispensación de la

gracia. Otro grupo, sin embargo, siguiendo las implicaciones lógicas del

concepto calvinista de la unidad entre los dos Testamentos, reconoció y

promovió la observancia del séptimo día como el sábado instituido en la

creación para la humanidad de todos los tiempos. Los oponentes de

este grupo les llamaron comúnmente «Sabatarios».152 Estudios recientes

han demostrado que los sabatarios constituían un grupo respetable en

tiempos de la Reforma, especialmente en Moravia, Bohemia, Austria y

Silesia.153 Algunos catálogos católicos de sectas los clasifican

inmediatamente después de los luteranos y los calvinistas.154 Erasmo

(1466-1536) menciona a los sabatarios de Bohemia: «Ahora han

aparecido entre los Bohemios una nueva clase de judíos, a quienes

llaman Sabbatarii, y quienes guardan el sábado con gran

superstición.»155 Lutero confirma la existencia de grupos sabatarios en

Moravia y Austria.l56 En 1538 escribió una Carta contra los Sabatarios

(Brief wider die Sabbathers), argumentando en contra de su

observancia del sábado.157

Oswald Glait, ex- sacerdote católico convertido en pastor

luterano y más tarde anabaptista, comenzó a propagar con éxito en

1527 sus ideas sabatarias entre los anabaptistas de Moravia, Silesia y

Bohemia. 158 Fue apoyado por el erudito Andreas Fisher, también exsacerdote

y anabaptista. 159 Glait escribió un Tratado sobre el sábado

(Buchlenn vom Sabbath), fechado en torno a 1530, que no ha llegado

hasta nosotros. De la refutación que Gaspar Schwenckfeld 160 hizo de la

obra de Glait deducimos que éste defendía la unidad entre el Antiguo y

el Nuevo Testamento, aceptando la validez e importancia del Decálogo

para los cristianos. Glait rechazaba la tesis de sus críticos de que el

mandamiento del sábado es una prescripción ceremonial del mismo tipo

que la circuncisión. «El sábado fue ordenado y guardado desde la

creación,» decía.161 Dios enseñó a «Adán en el paraíso a celebrar el

sábado. «162 Por lo tanto «el sábado . . . es para siempre un signo de

esperanza y un memorial de la creación . . . un pacto eterno, . . . que

está en vigor mientras que el mundo exista.»163 Glait tuvo que sufrir el

exilio, la persecución y finalmente la muerte, ahogado en el Danubio

(1546).164

La muerte de Glait, quizá el más sobresaliente líder de los

sabatarios, no detuvo la expansión de la doctrina del sábado. En tiempos

de la Reforma habían observadores del sábado en numerosos países

europeos, tales como Polonia, Holanda, Alemania, Francia, Hungría,

Rusia, Turquía, Finlandia y Suecia.165 En el siglo XVII su presencia fue

particularmente notoria en Inglaterra. R. J. Bauckham observa que «una

importante serie de predicadores puritanos y anglicanos se esforzaron por combatir el séptimo día.. Sus

esfuerzos son una prueba tácita de la atracción que tal doctrina ejercía

en el siglo XVII; los observadores del séptimo día fueron tratados con

gran rigor por las autoridades puritanas y anglicanas. «166 Los Bautistas

del Séptimo Día se convirtieron en la principal iglesia observadora del

sábado en Inglaterra. 167 En 1671 fundaron su primera comunidad en

América, en Newport (Rhode Island).168 Los Adventistas del Séptimo Día

reconocen con gratitud su deuda hacia los Bautistas del Séptimo Día

por haberles llevado al conocimiento del sábado en 1845.169 Pocos años

más tarde (1860), la Iglesia de Dios del Séptimo Día aceptó también el

valor del sábado. 170 Más recientemente esta creencia ha sido aceptada

por la Iglesia Universal de Dios e importantes sectores de otras

denominaciones. 171

La Tradición Reformada. Las iglesias reformadas tradicionales,

tales como los Puritanos ingleses, Presbiterianos, Congregacionalistas,

Metodistas y Bautistas, han adoptado lo que podíamos llamar una

«posición de compromiso,» reconociendo por una parte que el sábado es

una norma establecida en la creación, mientras que por otra defienden

el domingo como una legítima sustitución del sábado llevada a cabo por

la iglesia. Generalmente hacen una diferencia entre la observancia

temporal del domingo y la espiritual. Calvino fue realmente el pionero y

promotor de esta tendencia tan extendida y que tanto influyó sobre el

Sabatismo, en especial de los Puritanos angloamericanos. La base de

las enseñanzas de Calvino acerca del sábado se encuentra en el

rechazo de la antítesis luterana entre la Ley y el Evangelio. En su

esfuerzo por mantener la unidad básica entre el Antiguo y el Nuevo

Testamento, Calvino cristianizó la ley, espiritualizando, por lo menos en

parte, el mandamiento del sábado.172

Calvino reconoció que el sábado había sido instituido por Dios

en la creación. En su Comentario sobre Génesis 2:3, escrito en 1554,

afirma: «Así pues, en primer lugar Dios descansó; luego bendijo este

descanso, para que siempre fuese sagrado entre los hombres; por lo

tanto dedicó al descanso cada sétimo día, para que su propio ejemplo

fuese una ley perpetua.»173 Un año antes de su muerte (1564) reitera

esta misma convicción en su Armonía del Pentateuco, diciendo:

«Ciertamente Dios se reservó para sí mismo el séptimo día y lo santificó

cuando terminó la creación del mundo, para que mantuviese a sus

siervos unidos y libres de todo cuidado para la contemplación, de la

belleza, excelencia y perfección de sus obras.»174 Unos párrafos más

allá Calvino explica que «la santificación del sábado fue anterior a la

ley.» 175 Dios reiteró el mandamiento en tiempos de Moisés porque con

el paso del tiempo «se había extinguido entre las naciones paganas y se

había descuidado casi totalmente entre la raza de Abraham.»176

¿Cómo reconcilia Calvino su aceptación del sábado como una

norma dada por Dios en la creación a toda la humanidad con su

creencia de que «con la venida de Cristo la parte ceremonial de la ley

fue abolida?”177 En otras palabras, ¿cómo puede ser el sábado a la vez

una norma universal y una parte del ceremonial judío abolido por

Cristo? Calvino intenta resolver este conflicto recurriendo a la distinción

tomista entre los aspectos moral y ceremonial del sábado. En la

creación, el sábado fue dado como estatuto perpetuo, pero «después la

ley dió una nueva disposición acerca del sábado, que debía ser para los

judíos en especial y sólo por un tiempo.”178¿Qué diferencia hay entre el

sábado judío (mosaico) y el sábado cristiano (creacionista)? La

diferencia no es fácil de detectar, especialmente para el que no está

habituado a distinguir entre matices teológicos. Calvino califica al

sábado judío de «típico» (simbólico), es decir, «una ceremonia legal

anticipadora de aquel reposo espiritual verdadero, que se manifestaría

en Cristo.» 179 El sábado cristiano (domingo), sin embargo, «no es

figurativo. «180 Con ello Calvino quiere decir aparentemente que se

trata de una institución pragmática, destinada a cumplir tres objetivos

básicos: permitir que Dios obre en nosotros, proveer tiempo para la

meditación y los servicios religiosos y proteger a los asalariados.181

Una contradicción sin resolver. El intento de Calvino por

superar el conflicto entre el sábado «norma perpetua desde la creación»

y «ley ceremonial temporal» no es convincente. ¿Acaso el sábado no

realiza las mismas funciones prácticas para los judíos que para los

cristianos? Además, cuando Calvino enseña que para los cristianos el

sábado representa «la renuncia propia» y «el verdadero descanso» del

Evangelio, 182 ¿no está atribuyéndole a ese día un significado

«tipológico-simbólico,» similar al que tenía el sábado judío? Esta

cuestión pendiente reaparece en los escritos de los sucesores de

Calvino dando lugar aun sinfín de controversias. Por ejemplo, Zacarías

Ursinos, el compilador de aquella importante confesión reformada

conocida como El Catecismo de Heidelberg (1563), enseña que «el

sábado del séptimo día fue ordenado por Dios desde el principio del

mundo, para indicar que el hombre, siguiendo su ejemplo, debía

descansar de sus trabajos» y «aunque el sábado ceremonial fue abolido

en el Nuevo Testamento, el sábado moral todavía perdura y nos atañe

tanto a nosotros como a otros.”183 Esta posición fue defendida

posteriormente con tenacidad en el monumental trabajo del famoso

puritano británico Nicolás Bownde,184 escrito en 1595 con el título de La

Doctrina del Sábado, y en otros documentos confesionales, tales como

el Sínodo de Dort de 1619 185 y la Confesión de Fe de Westminster de

1646.186

Estos y otros documentos, sin embargo, no dan una explicación

lógica a la arbitraria y artificial distinción entre el llamado aspecto moral

(constante, perpetuo, natural) del sábado aplicado al domingo y su

aspecto ceremonial (contingente, temporal, mosaico), supuestamente

anulado por Cristo. Pretender que la especificación del séptimo día es

un elemento litúrgico del sábado porque fue designado para ayudar a

los judíos a conmemorar la creación y a experimentar el reposo

espiritual, significa cerrar los ojos al hecho de que los cristianos

necesitan dicha ayuda tanto como los judíos; significa dejar a los

cristianos en la confusión de no saber por qué deben consagrar un día

al culto divino. R. J. Bauckham reconoce la existencia de tal perplejidad

diciendo que la mayoría de «los protestantes de mediados del siglo XVI

tenían ideas tan imprecisas acerca de los motivos para la observancia

del domingo como las que han tenido la mayoría de cristianos de todos

los tiempos. «187

La contradicción patente entre los aspectos moral y ceremonial

del día de reposo ha suscitado repetidas controversias sobre la relación

existente entre el domingo y el mandamiento del sábado. ¡Por cierto que

el sábado no ha tenido descanso! La distinción entre lo moral y lo

ceremonial en el sábado ha llevado a dos posturas opuestas sobre el

domingo. En Holanda, por ejemplo, estos dos puntos de vista fueron

debatidos durante más de diez años a partir del Sínodo de Dort (1619).

De un lado, los teólogos holandeses Willem Teellinck, William Ames y

Antonio Walaeus escribieron importantes tratados defendiendo el origen

creacionista del sábado y, por consiguiente, la legítima aplicación del

cuarto mandamiento a la observancia del domingo.188 En el lado

opuesto, el notable profesor Francisco Gomarus contestó con su

extensa Investigación sobre el Significado y Origen del Sábado y

Consideración sobre la Institución del Día del Señor (1628), en la

que propugnaba el origen mosaico del sábado y por consiguiente el

origen eclesiástico e independiente del domingo.189

El debate entre esas dos posiciones opuestas se ha reavivado

repetidas veces en diferentes países, 190 y los dos puntos de vista están

todavía muy lejos de reconciliarse. Dos estudios recientes, el uno de

Willy Rordorf (1968)191 y el otro de Roger T. Beckwith y Wilfird Stott

(1978)192 ilustran bien la situación. Rordorf propugna la tesis de que el

sábado no es un precepto creacionista que afecta a los cristianos, sino

una «institución social» introducida después de la ocupación de Canaán

y anulada por Cristo. De ese modo desvincula completamente del

cuarto mandamiento la celebración del domingo, pues la considera una

creación exclusiva de la iglesia cristiana, introducida para conmemorar

la resurrección de Cristo por medio de la Cena del Señor.193 Al cortar

todos los lazos con el mandamiento del sábado, Rordorf reduce el

domingo a una hora de culto programada según las demandas de la

vida moderna. Las implicaciones prácticas de esta posición son

evidentes. Llevadas a sus últimas consecuencias significarían el

«certificado de defunción del domingo,»194 ya que, con el tiempo, hasta

esa hora de culto puede ser fácilmente devorada por el vertiginoso

horario de la vida moderna.

Beckwith y Stott, en su último libro titulado Este es el día: La

Doctrina Bíblica del Domingo Cristiano (1978), rebaten la tesis de

Rordorf, demostrando que el sábado es una norma relacionada con la

creación, que Cristo no rechazó sino que observó y esclareció, y que los

apóstoles usaron para forjar el día del Señor.195 En consecuencia

deducen que «visto a la luz del Nuevo Testamento en su conjunto, el Día

del Señor puede ser claramente considerado como un sábado

cristiano–una culminación hacia la que apuntaba el sábado del Antiguo

Testamento.» 196 Como resultado lógico de esta conclusión, el domingo

ya no es solamente una hora de adoración, como argüía Rordorf, sino

«un día completo, apartado para ser una festividad sagrada . . . para el

culto, el descanso y las buenas obras.» 197 No es nuestro propósito aquí

tomar partido ante las respectivas posiciones de Rordorf y

Beckwith-Stott, que, como demostré en mi tesis, contienen varias

afirmaciones gratuitas.198 Sólo queremos hacer notar al lector que la

discusión sobre la naturaleza y el origen del sábado sigue abierta. Y lo

que está en juego no es una mera disputa académica, sino la cuestión

del verdadero significado y pertinencia del sábado para la vida cristiana.

Conclusiones

Tres principales conclusiones parecen desprenderse de este

rápido vistazo sobre los testigos bíblicos e históricos del origen del

sábado. Primera: en las Escrituras hay un innegable consenso en apoyo

del origen creacionista del sábado. Segunda: la tradición judía más

antigua e importante remonta el origen del sábado a la culminación de

la creación. Tercera: hemos encontrado en la historia del cristianismo un

apoyo considerable al origen edénico del sábado, no sólo entre los

observadores del séptimo día, sino también entre muchos partidarios

del domingo. Estos últimos han defendido el valor del sábado como

norma establecida en la creación para justificar el domingo como

«sábado cristiano.» El sábado de la creación ha sido principalmente

atacado desde dos frentes: de una parte por cristianos en guardia

contra el sabatismo legalista; de otra parte por los críticos que rechazan

la historicidad del Pentateuco y en especial del relato de la creación.

Argumentar aquí la validez del sábado como una norma recibida

de la creación sobre la base dominante de un presunto apoyo histórico,

sería tomar la historia como criterio último para aceptar o rechazar

cualquier doctrina bíblica. Pero el voto de la mayoría no es un principio

aceptable de interpretación bíblica (hermenéutica).

sólo ha pretendido mostrar que la creencia en el origen divino del

sábado está profundamente arraigada tanto en las Escrituras como en

la historia. Rechazar tal enseñanza calificándola de «supersticiosa,

legalista e inconsistente ante la ciencia moderna» puede llevarnos a

caer en un grave error, porque tal calificación no proporciona -una razón

suficientemente honesta para desechar un precepto bíblico ni para

dispensar al creyente de la obligación de cumplirlo.

Nuestra presente encuesta nos ha mostrado que, según el

consenso unánime de las Escrituras, el origen del sábado está

fundamentado en los eventos de la creación y señala la inauguración de

la historia humana. ¿Cuáles son algunas de las implicaciones prácticas

de esta enseñanza bíblica? En primer lugar, significa que la observancia

del sábado no es una ceremonia temporal judía, sino una disposición

permanente destinada a todos los hombres.199 En segundo lugar,

significa–como dijo de un modo tan bello Elizabeth E. Platt–que los

seres humanos «tenemos nuestras raíces arraigadas en el sábado, y

que éste nos pertenece según el plan de Dios, desde el Génesis hasta

la eternidad.»200 En tercer lugar, significa que nuestras raíces

ancestrales tienen un origen noble y bueno, pues se afirman en Dios

mismo. Por último, significa que nuestro mundo y nuestra existencia son

valiosos porque no son un producto del azar sino una creación personal

de un Dios que nos ama.201

Es cierto que ya no vivimos en aquel principio perfecto, sino en

un imperfecto intermedio: un tiempo lleno de injusticia, codicia,

violencia, corrupción, sufrimiento y muerte. Rodeados por el caos y el

desorden de nuestra época, buscamos paz, esperanza y sentido para

nuestra vida. El sábado nos trae cada semana seguridad y esperanza.

Nos recuerda que nuestro origen y nuestro destino nos unen a Dios.

Renueva nuestro sentido de continuidad con el pasado, jalonando

nuestra vida con su luz, iluminando nuestros valores presentes y

nuestras expectativas futuras. El sábado nos invita a descansar en Dios

en medio del inquieto intermedio de nuestra vida mientras esperamos

el descanso final (y sin fin) y la paz perfecta de Dios (He. 4:9) para la

que fuimos creados. Este es el mensaje del sábado: la gozosa

celebración de nuestro origen.

1. Paul Tillich, Systematic Theology, 1957, I, p. 265. En Dynamics of Faith, 1958, p. 42, Tillich

usa el ejemplo de la bandera para ilustrar cómo un símbolo participa de la realidad a la que

representa: «La bandera participa del poder y la dignidad de la nación a la que simboliza . . . Un

ataque a la bandera se considera como un ataque al honor del grupo representado por ella.» Del

mismo modo en la Escritura, la profanación del sábado, símbolo de autoridad y pertenencia divinas,

es vista como apostasía (Ez. 20:13, 21). Ver pp. 105-109.

2. Tillich explica que un símbolo «no sólo revela dimensiones y elementos de realidad que de otro

modo serían impenetrables sino que también descubre dimensiones y elementos de nuestro

espíritu que se corresponden con las dimensiones y elementos de la realidad . . . . Hay en nosotros

dimensiones de las cuales no llegamos a ser conscientes más que por medio de símbolos, tales

como la melodía y el ritmo de la música» (Dynamics of Faith, 1958, pp. 42, 43).

3. Esta conexión es reconocida por Salomón Goldman: «El propósito principal del relato de la

creación es el de realzar la singularidad y excelencia del hombre y recalcar la santidad y

bienaventuranza del séptimo dia o sábado» (In the Beginnings, 1949, p. 744),

4. Filón, De Opificio Mundi, 89; De Vita Mosis 1, 207; De Specialibus Legibus 2, 59.

5. R. W. Emerson, «The Divinity School Address», Three Prophets of Religious Liberalism, C. C.

Wright, ed., 1961, p. 111.

6. Muchos comentaristas modernos dividen Génesis 2:4 en dos partes, relacionando la primera

parte del versículo con el primer relato de la creación (documento P) y la segunda parte (v. 4b) con

el segundo relato de la creación (documento J). Los argumentos para tal división han sido

convincentemente refutados por U. Cassuto en La Questione della Genesi, 1934, pp. 268-272 y

en A Commentary on the Book of Genesis, 1961, pp. 96-99.

7. Nicola Negretti, por ejemplo, señala que «mediante Génesis 2:4a el autor del relato sacerdotal ha

encadenado juntas la semana de la creación con el esquema de las toledot (generaciones) (cf. Gn.

5:1; 6:9; 10:1; 11:10-27; 25:12-19; 36:1-9; 37:2) insertando (la semana) en el contexto de la historia

de la salvación» (Il Settimo Giorno, Analecta Biblica 55, 1973, p. 93; cf. p. 165, n. 31). Ver también

H. C. Leupold, Exposition of Genesis, 1950, p. 110; J. Scharbert, «Der Sinn der Toledot-Formel in

der Priesterschrift,» en Wort-Gebot-Glaube, Alttestamentliche Abhandlun-gen zur Theologie

des Alten und Neuen Testaments 59 (1970): 45-56.

8. Génesis 2:4; 5:1; 6:9; 10:1; 11:10; 11:27; 25:12; 25:19; 36:1; 37:2.

9. La teoría kenita se remonta a Abraham Kuenen, The Religion of Israel, 1874, p. 274. Ha sido

replanteada por Bernardus D. Eerdmans, «Der Sabbath,» en Vom Alten Testament: Festchrift

Karl Marti, No. 41 (1925), pp. 79-83; Karl Budde, «The Sabbat and the Week: Their Origin and their

Nature», The Journal of Theological Studies 30 (1928): 1-15; H. H. Rowley, «Moses and the

Decalogue», Bulletin of the John Rylands Library 34 (1951-1952): 81-118; L. Koehler, «Der

Dekalog», Theologische Rundschau 1 (1929): 181.

10. La identificación de Sakkuth y Kaiwan como nombres de Saturno ha sido impugnada

recientemente por Stanley Gervirtz, «A New Look at an Old Crux: Amos 5:26», Journal of Biblical

Literature 87 (1968): 267-276; cf. William W. Hallo, «New Moons and Sabbaths: A Case-study in

the Contrastive Approach», Hebrew Union College Annual 48 (1977): 15. La traducción propuesta

por Gervirtz y Hello dice: «Pero ahora cargaréis con vuestro ídolo rey y con los pedestales de

3

vuestras imágenes (el texto hebreo añade: la estrella de vuestros dioses), que os habéis hecho

vosotros mismos» (Am. 5:26).

11. Sobre la cuestión del origen de la semana planetaria, ver Samuele Bacchiocchi, From Sabbath

to Sunday, 1977, pp. 241-247. Obsérvese que mientras el día de Saturno fue inicialmente el primer

día de la semana planetaria, el sábado del Antiguo Testamento siempre fue el séptimo día.

12. Joseph Z. Lauterbach indica que «en el judaísmo tardío, cada vez que se menciona alguna

relación astrológica entre Saturno y los judíos, se tiene cuidado de precisar que los judíos observan

el sábado con independencia de Saturno, dependiendo sólo de Dios» (Rabbinic Essays, 1951, p.

438). Conviene señalar también que algunos judíos llamaron a Saturno Shábbti, que significa «la

estrella del sábado.» Este no quiere decir, como observa Hutton Webster, «que el día reciba el

nombre por el planeta, sino que el planeta recibe el nombre por el día» (Rest Days 1916, p. 244).

13. Cf. E. G. Kraeling, «The Present Status of the Sabbath Question», The American Journal of

Semitic Languages 49 (1932-1933): 218-219; G. Fohrer, Geschichte der israelischen Religion,

1969, p. 108; J. J. Stamm, M. E. Andrew, The Ten Comandments in Recent Research, 1967, pp.

91-92; Roland de Vaux, Ancient Israel, Vol. II, 1965, p. 480.

14. George Smith, Assyrian Discoveries, 1883, p. 12.

15. Hutton Webster supone que el calendario original posiblemente remonta a los tiempos de

Hammurabi (Rest Days, 1916, p. 223). William W. Hallo (n. 10) también opina que las festividades

lunares neo-babilónicas son restos de una antigua tradición sumeria (p. 8).

16. Se piensa que el día 19° representa el 49° día contado a partir del mes anterior, o siete días

nefastos—úmé lemnúti. Sin embargo, como el mes lunar tiene algo más de 29 días, el ciclo

«semanal» entre el último día nefasto (28° día) y el primero del mes siguiente (7°día) sería de ocho

o nueve días, según el mes anterior hubiese tenido 29 ó 30 días.

17. R. W. Rogers, Cuneiform Parallels to the Old Testament, 1912, p. 189; C. H. W. Johns,

Assyrian Deeds and Documents, II, 1901, pp. 40-41; George A. Barton, Archeology and the

Bible, 1944, p. 308; Stephen Langdon, Babylonian Menologies and the Semitic Calendars,

1935, pp. 73ss.

18. Cada fase de la luna representa 7 3/4 días, lo que hace imposible mantener un ciclo semanal

de siete días precisos.

19. Cf. Paul 0. Bostrup, Den israelitiske Sabbats Oprindelse og Karakter i Foreksilsk,1923, pp.

50-55.

20. Cf. Am. 8:5; Os. 2:11; Is. 1:11-13; 2 R. 4:23.

21. El periodo entre dos lunas nuevas seguidas (lunación) es de 29 días, 12 horas,44 minutos, y

2.8 segundos.

22. Ver nota 23.

23. Es comúnmente aceptado que los días nefastos de Babilonia tenían carácter religioso pero no

civil. Hutton

Webster (n. 15) reconoce que «en los documentos cuneiformes nada indica que los babilonios los

empleasen para fines civiles. Esos períodos parecen

haber tenido únicamente un significado religioso» (p. 230). Siegfried H. Horn observa también que

«los textos cuneiformes no dicen que en esos 5 días especiales del mes se tuviese que descansar,

abstenerse de trabajar o adorar a los dioses. En ellos sólo se prohibe a ciertas personas–al rey, los

médicos, etc.–realizar ciertas cosas específicas en esos «cinco días nefastos» («Was the Sabbath

Known in Ancient Babilonia? Archeologia and the Sabbath,» The Sabbath Sentinel, [Diciembre

1979]: 21-22). En un calendario neobabilónico y en su texto original publicado por René Labat, la

mayoría de esos días son desfavorables, y los múltiplos de siete pueden ser o buenos o malos («Un

calendrier cassite de jours fastes et néfastes», Sumer 8 (1952): 27): «Un almanach babylonien»,

Review d’Assyriologie 38 (1941): 13-40.

24. Karl Budde (n. 9), p. 6.

25. E. A. Speiser, «The Creation Epic», en James B. Pritchard, Ancient Near Eastern Texts, 1950,

p. 68.Cf. W. F. Lambert y A. R. Millard, Atra-hasis: The Babylonian Story of the Flood, 1969, pp.

56f; Theophilus G. Pinches, «Sapattu, the Babylonian Sabbath»,Proceedings of the Society of

Biblical Archeology 26 (1904): 51-56.

4

26. Algunas tablillas cuneiformes hablan de sacrificios hechos a los reyes divinos de Ur en la luna

nueva y en el día quince del mes.Cf. H. Radau, Early Babylonian History,1900, p. 314.

27. Ver ejemplos de textos en Cuneiform Texts from Babylonian Tablets in the British

Museum, XVIII, 17c, d.

28. M. Jastrow piensa que el sabattu era en su origen un día para aplacar la ira de la divinidad, por

lo que la idea de reposo se aplicaría antes a los dioses que a los

hombres (Hebrew and Babylonian Traditions, 1914, pp. 134-149).

29. Esta teoría fue desarrollada inicialmente por Jahannes Meinhold, Sabbath und Woche im

Alten Testament, 1905, pp. 3ss. En uno de sus primeros estudios (Sabbat und Sonntag, 1909,

pp. 9, 34), Meinhold atribuía a Ezequiel el cambio de la luna llena mensual al sábado semanal.Sin

embargo, en un ensayo posterior («Zur Sabbatfrage», Zeitschrift für die Alttestamentliche

Wissenschaft 48 (1930): 128-32), sitúa el proceso en tiempos post-exilicos, en relación con las

reformas de Nehemías. Su teoría ha sido adoptada con varias modificaciones por algunos

especialistas. Cf. Samuel H. Hooke, The Origin of the Early Semitic Ritual, 1938, pp. 58-59;

Adolphe Lods, Israel: From its Beginning to the Middle of the Eighth Century, 1932, p. 438;

Sigmund Mowinckel, Le Décalogue, 1927, p. 90; Robert H. Pfeiffer, Religion in the Old

Testament: The History of a Spiritual Triumph,1961, pp. 92-93.

30. Karl Budde (n. 9), p. 9. Cf. E. G. Kraeling (n. 13), p. 222; J. H. Meesters, Op zoek naar de

oorsprong van de Sabbat, 1966, pp. 28-34.

31. 2 Reyes 4:23 alude a la celebración del sábado en la comunidad del profeta Eliseo (852-798 a.

C.) y 2 Reyes

11:4-12 describe el cambio de la guardia en sábado en los tiempos en que Atalía, reina de Judá,

fue derrocada (835 a. C.).

32. N. H. Tur-Sinai, «Sabbat und Woche», Bibliotheca Orientalis 8 (1951): 14. Tur. Sinai señala

que siendo que los nombres de los meses judíos no tienen nada que ver con los babilónicos,

difícilmente puede suponerse ninguna influencia entre ellos.

33. George A. Barton, The Royal Inscriptions of Sumer and Akkad, 1929, pp. 187, 229, 253.

34. James B. Pritchard, Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament, 1955, pp.

44, 94.

35. Se trata de un silabario neo-babilónico que contiene sólo los siete primeros días del mes

(aparentemente considerado como formando una unidad) y una carta recomendando «completar el

día de la luna nueva, el séptimo día y el día de la luna llena.» A. L. Oppenheim, «Assyriological

Gleanings II», Bulletin of the American Schools of Oriental Research, 93 (1944): 16-16; Alfred

Jeremias, Das Alte Testamente im Lichte des Alten Orients, 1930, p. 75. Para un análisis de

dichos textos, ver Horn (n. 23), pp. 20-22.

36. Friedrich Delitzsch, Babel and Bible, 1903, p. 38. Cf. J. Hehn, Siebenzahl und Sabbat bei

den Babyloniern und im Alten Testament, 1907, pp. 4-44, 77-90; A. S, Kapelrud, «The Number

Seven in Ugaritic Texts», Vetus Testamentum 18 (1968): 494-499; H. J. Kraus, Worship in Israel,

1966, pp. 85-87; Nicola Negretti, Il Settimo Giorno, 1973, pp. 31-109; S. E. Loewnstein, «The

Seven Day-Unit in Ugaritic Epic Literature», Israel Exploration Journal 15 (1965): 121-133.

37. Siegfried H. Horn (n. 23), p. 21.

38. Ibid., p. 21.

39. Ver p. 38.

40. Ver informe detallado de 41 relatos del diluvio procedentes de diferentes partes del mundo en

B. C. Nelson, The Deluge Story in Stone, 1949.

41. Un período de cinco días, conocido como hamustum parece haber sido familiar para los

antiguos asirio-babilonios. A. H. Sayce fue el primero en suponer que el término hamustum que

aparece en tablillas cuneiformes de la época de Hammurabi, designaba un período de cinco días, o

el día sexto de cada mes («Assyriological Notes No. 3», Proceedings of the Society of Biblical

Archeology, 19 (1897): 288. Sin embargo, Julius y Hildegard Lewy interpretan hamustum como

un período de cincuenta días («The origin of the Week and the Oldest West Asiatic Calendar»,

Hebrew Union College Annual 17 (1942-43): 1-152. Otros piensan que se trata de un período de

seis días o el día quinto de cada mes, como N. H. Tur-Sinai (n. 32), pp. 14-24. La hipótesis de un

período de cinco días ha sido replanteada por Kemal Balkan, «The Old Assyrian Week», Studies in

5

Honor of Benno Landsberger on His Seventh-fifth Birthday April 12, 1965 (Chicago, 1965), pp.

159-174. Hay textos cuneiformes que contienen indicios de periodos de cinco días asociados a

fases lunares. Ver referencias en A. Jeremias, The Old Testament in the Light of the Ancient

East, 1911, p. 65.

42. Siegfried H. Horn (n. 23), p. 22.

43. Por ejemplo, J. Morgenstern afirma categóricamente: «Todas las evidencias a nuestro alcance

indican inequívocamente que el sábado sólo pudo haber sido originado en una sociedad agrícola.

De hecho los hebreos adoptaron el sábado sólo después de haberse establecido en Palestina y

haberse asentado en la tierra de sus predecesores los cananeos, a los que parcialmente

desplazaron, y de los que aprendieron las técnicas de cultivar el suelo junto con varias instituciones

propias de una civilización agrícola, entre las cuales está el sábado,» (The Interpreter’s Dictionary

of the Bible, 1962, s.v. «Sabbath»).

44. Willy Rordorf argumenta este punto de vista de un modo muy categórico pero poco

convincente.Para él «en el más antiguo estrato del Pentateuco el sábado debe ser entendido como

una institución social. Después de cada seis días de trabajo se deja un día para el descanso de

las bestias, los esclavos y los siervos.La observancia del sábado, por lo tanto, apunta a un período

posterior a la ocupación de Canaán.» (Sunday: The History of the Day of Rest and Worship in

the Earliest Centuries of the Christian Church, 1968, p. 12).

45. La razón que Rordorf da para esta transformación es que «desde el tiempo en que los judíos

dejaron de estar en su propia tierra y dejaron de tener esclavos, apenas supieron qué hacer de las

razones para la observancia del sábado en el plano éticosocial» (n. 44, p.18).

46. Rordorf (n. 44), p. 11, «Tenemos justificada razón para considerar Ex. 23:12 y 34:21 como

las más antiguas versiones del mandamiento del sábado» (en bastardilla en el original).

47. Con este criterio, el mandamiento del sábado de Exodo 20:8-11, así como otras referencias al

sábado (tales como Gn. 2:2-3; Ex. 16:4-5, 22-30; 31:12-17; Lv. 23:3; Nm. 15:32-36; 28:9-10) se han

atribuído al llamado Documento Sacerdotal. Según el punto de vista de la crítica actual, este

documento representa la última fuente del Pentateuco, supuestamente incorporada en tiempos de

Esdras (400 a 450 a. C.). Todos los textos del sábado del Documento Sacerdotal han sido

examinados por Niels-Erik A. Andreasen, The Old Testament Sabbath, A Tradition-Historical

Investigation, 1972, pp. 62-89. Conviene señalar que, como reconoce Gerhard von Rad, eminente

especialista en Antiguo Testamento, «un importante factor para fechar el Documento Sacerdotal es

la preeminencia que se da en él al sábado y a la circuncisión» (Old Testament Theology I, 1962,

p. 79). Se da por sentado, y von Rad lo admite abiertamente, que el sábado no tiene significado

religioso antes del exilio y que «fue en el exilio cuando el sábado y la circuncisión obtuvieron su

status confessionis», es decir, su importancia confesional (p. 79). El punto débil de toda esta

argumentación sobre la institución del sábado en época tardía así como sobre el Documento

Sacerdotal, está en que se apoya en el supuesto gratuito de que los intereses socio-económicos

son anteriores a las motivaciones teológicas del sábado. Ahora bien, ¿se puede justificar esta

dicotomía? En nuestra opinión ese no parece ser el caso, según veremos más adelante. Es de

lamentar que un mal entendimiento de la «absolutamente incomparable institución del sábado haya

contribuido también al rechazo de la autoridad mosaica del decálogo» (Salomón Goldman, The Ten

Comnandments,1956, p. 64).

48. Para J. Berman una de las principales funciones del año sabático era la de «poner límites a la

institución de la esclavitud. La diferencia de valores de la Torah, cuando se compara con los que

encontramos generalmente en la sociedad del antiguo Cercano Oriente es más evidente en este

punto que en todos los demás. Mientras que los contemporáneos de los antiguos israelitas no

veían ningún mal en la esclavitud y utilizaban sus sistemas legales para mantenerla como

institución, la Torah manifiesta una clara preferencia por la libertad y utiliza estructuras legales para

limitar tanto los males como la extensión de la esclavitud. Así el código de Hammurabi (#282)

estipula que el esclavo fugado que oculta su condición social, si es capturado, debe cortársele la

oreja como castigo por su delito. La Torah, aún cuando conoce un castigo menos grave, la

perforación de la oreja, lo aplica al delito exactamente opuesto, es decir, para el esclavo que

después de serlo seis años rechaza su libertad y desea seguir siendo esclavo (Ex. 21:6). Esta

alteración de valores, de afirmar la esclavitud a negarla, no puede ser más evidente para un pueblo

6

familiarizado con los sistemas penales del antiguo Cercano Oriente» («The Extended Notion of the

Sabbath», Judaism 22 [1973]: 350).

49. La función liberadora de los años sabáticos se verá en el capitulo V, parte 1.

50. A este respecto, Ernst Jenni ha observado que la función social del sábado está relacionada

con la experiencia de la liberación de Israel (Die theologische Begründung des Sabbatgebotes

im Alten Testament,

1956, pp. 15-19). También apunta que Deuteronomio insiste no menos de cinco veces en

«recordar» la liberación divina con el fin de actuar con misericordia con los desheredados de la

sociedad (Dt. 5:15; 15:15,16,12; 24:18, 22).

51. Abram Herbert Lewis, Spiritual Sabbatism, 1910, p. 67.

52. Eduard Lohse disiente de esta idea: «El mandamiento del sábado requiere el descanso absoluto

del trabajo. Esta orden no presupone necesariamente condiciones agrícolas tales como las

alcanzadas por Israel después de la conquista. También hubiesen podido ser observadas por

nómadas. Por lo tanto, la observancia del sábado se remonta al origen remoto de la religión de

Yahweh» («Sabbaton», Theological Dictionary of the New Testament, III, 1971, p. 3). Cf. H. H.

Rowley (n. 9), p. 117.

53. Cf. William Foxwell Albright, Yahweh and the Gods of Canaan: A Historical Analysis of Two

Contrasting

Faiths, 1968, pp. 64-73. John Brigth, A History of Israel, 1959, pp. 72-73; H. H. Rowley, From

Joseph to Joshua: Biblical Traditions in the Light of Archeology, 1950, pp. 157ss.

54. Del mismo modo Salomón Goldman declara: «Roger Williams, ¿no tuvo más visión que la

mayoría de los habitantes de la Nueva Inglaterra de su tiempo? ¿No fundó Rhode Island con la

esperanza de que pudiese servir en el futuro como ‘un refugio para los perseguidos por motivos de

conciencia’? ¿No anticipó Jefferson en muchos aspectos la América de nuestros días? Y Lincoln,

¿no tuvo que presionar a su generación para llegar a formular la ley del suelo y de ese modo hacer

provisión para los numerosos millones que habitarían el país algún dia? ¿Por qué pues negarle tal

clarividencia a Moisés?» (n. 47, p. 64).

55. Cf. Friedrich Delitzsch, Babel und Bibel, 5 a ed., 1905, p. 65. Karl Budde menciona también a

varios otros

partidarios de este punto de vista (n. 9), p. 5.

56. Karl Budde observa que «Nehemías (Neh. 13:17-21) tuvo que tomar medidas contra los

mercaderes cananeos que traían sus mercancías a Jerusalen en Sábado. Y aún cuando tenemos

muy poca información acerca de los antiguos cananeos, tenemos mucha de sus contemporáneos

los fenicios, sus vecinos, procedente de lugares del Mediterráneo tan alejados como Cartago, Galia

y España: en ninguna otra parte se encuentra la mas mínima traza del sábado; al contrario, Israel

es consciente de la no existencia de nada similar en todo aquel amplio ámbito» (n. 9, p. 5). Eduard

Lohse indica igualmente que «la idea de que hayan tomado el sábado de los cananeos es refutada

por el hecho de que entre éstos no se ha encontrado ningún vestigio de ello» (n. 52, p. 3).

57. Cf. E. G. Kraeling (n. 13), pp. 226-228; Martin P. Nilsson, Primitive TimeReckoning, 1920, pp.

324-346; H. Webster, Rest Days: A Study in Early Law and Morality, 1911, pp. 101-123; Ernst

Jenni (n. 50), p. 13.

58. Ver n. 36. Cf. también James B. Pritchard (n. 34), pp. 143, 144, 150, 94;y Kraeling (n. 13), p.

228.

59. Cf. Hans-Joachim Kraus (n. 36), pp. 81-87; C. W. Kiker, «The Sabbath in the Old Testament

Cult», (tesis doctoral), Southern Baptist Theological Seminary, 1968, pp. 76-111.

60. El punto flaco de esta hipótesis está en que las más antiguas regulaciones de las festividades

anuales (Ex. 23:14-17; 34:18-23) no exigen la cesación del trabajo ni aparecen nunca relacionadas

de ninguna manera con la observancia del séptimo día.

61. Ver ns. 29, 30.

62. Hans-Joachim Kraus (n. 36), p. 87; J. Morgenstern (n. 43), p. 139; M. Jastrow, «The Original

Character of the Hebrew Sabbath», American Journal of Theology 2 (1898): 324; Georg Beer,

Exodus, 1939, p. 103; Hans Schidt, «Mose und der Dekalog», Eucharisterion: H. Gunkel zum 60.

Geburtstage, FRLANT 19 (1923): 105; Martin P. Nilsson (n.57), p. 331.

7

63. Ver n. 44. Cf. Eduard Lohse (n. 52), p. 5. «En la comunidad post-exílica el mandamiento del

sábado aparece como el más importante de la ley divina.» Harold H. P. Dressler también afirma que

«Israel no guardó el sábado como una institución religiosa hasta el exilio babilónico» («The Sabbath

in the Old Testament», en From Sabbath to Lord’s Day: A Biblical, Historical and Theological

Investigation, D. A. Carson, ed., (será publicado en 1980), p. 28 del manuscrito.

64. Ver n. 30.

65. Que Ezequiel no transformó el sábado de una institución social en una celebración religiosa, se

ve también en el modo en que asoció la profanación del sábado con el descuido de las

obligaciones morales del hombre hacia sus padres, los extranjeros y los pobres (Ez. 22:7-8). El

profeta vela los aspectos social y religioso del sábado como mutuamente dependientes.

66. Niels-Erik Andreasen, Rest and Redemption, 1978, p. 29, subraya este punto cuando escribe:

«El profeta Ezequiel, que vivió en cautividad durante este período, menciona el sábado

repetidamente, pero casi siempre lo hace en relación con el templo de Jerusalen y sus objetos

sagrados (Ez. 22:8, 26; 23:38), o en relación con el futuro del templo, por el cual suspiraba

fervientemente (Ez. 44:24; 45:17; 46:1-4, 12).»

67. Ver pp. 35, 44.

68. Ver por ejemplo el tratado Shabbath, 7, 2, en H. Danby, The Mishnah, 1933, pp. 100-136;

George Foot Moore, Judaism in the First Centuries of the Christian Era, 1946, pp. 19-39; S. T.

Kimborough, «The Concept of Sabbath at Qumran», Revue de Qumran 5 (1962): 483-502; 1 Mac.

2:29-41; 1:15, 60; 2 Mac. 6:10; Jub. 50:8.

69. Ver pp. 150-154.

70. Cf. también Jub. 2:20-22. Esta interpretación tan exclusivista del sábado condujo a algunos

rabinos a enseñar que la observancia del sábado estaba prohibida para los no judíos. Así, Simón b.

Lagish dice: «El gentil que observa el sábado merece la muerte» (Sanhedrin 586). Anteriormente R.

José b. Hanina habla dicho: «El no judío que observa el sábado no estando circuncidado es reo de

pena de muerte. ¿Por qué? Porque a los no judíos no se les ha mandado hacerlo» (Deuteronomio

Rabbah 1:21).

71. Génesis Rabbah 11:7; 64:4; 79:6.

72. Ver p. 45.

73. Cf. Génesis Rabbah 11:2, 6, 8; 16:8; 79:7; 92:4; Pirke de Rabbi Eliezer 18, 19, 20; Los

Libros de Adam y Eva 51:1-2; Apocalipsis de Moisés 43:1-3; Yoma 28b. En estas referencias,

sin embargo, se puede detectar a veces cierta tensión entre el concepto universalista-creacionista

del sábado y el exclusivista-mosaico. En el Libro de los Jubileos (siglo II a. C.) tenemos un

ejemplo. Mientras en 2:1 se dice que «Dios guardó el sábado en el séptimo día y lo santificó para

siempre y lo puso por señal de todas sus obras», en 2:31 se afirma que Dios «no autorizó a ningún

otro pueblo a guardar el sábado en ese día, excepto a Israel.» Para más información sobre el tema,

ver Robert M. Johnston, «Patriarchs, Rabbis, and Sabbath», Andrews University Seminary

Studies 12 (1974): 94-102.

74. Este argumento aparece por primera vez en los escritos de Justino Mártir, Diálogo con Trifón

19, 6; 23, 3; 27, 5; 29, 3; 46, 2-3. Cf. Irenaeus, Adversus haereses 4, 16, 2; Tertulian, Adversus

Judaeos 2; Eusebius, Historia Ecclesiástica 1, 4, 8; Demonstratio evangelica 1, 6;

Comnentaria in Psalmos 91. Este argumento aparece también en la Didascalia Siriaca 26; «Si

Dios hubiese querido que descansásemos un día de cada seis, ya los patriarcas y los hombres

justos y todos los que vivieron antes de Moisés habrían descansado (en ese día)» (Connolly, p.

236). Para un análisis sobre Justino Mártir ver S. Bacchiocchi (n. 11), pp. 223-233.

75. Por ejemplo, John Gil], The Body of Divinity, 1951, 965. Robert A. Morey expresa la misma

opinión en»Is Sunday the Christian Sabbath?», Baptist Reformation Review 8 (1979): 6: «Pero ¿no

se trata de un precepto dado en la creación según Gn. 2:1-3? No, la palabra ‘sábado’ no aparece

en el texto. Un estudio bíblico-teológico más profundo mostraría que Gn. 2:1-3 es el comentario

retrospectivo de Moisés acerca de la creación, en el contexto de su comprensión personal de los

Diez Mandamientos, pero no es la comprensión de Adán en el principio de la Historia.» Harold H. P.

Dressler (n. 63) dice en la p. 22 de su manuscrito: «Génesis 2 no menciona la palabra ‘sábado.’

Habla sólo del ‘séptimo día.’ A menos que el lector identifique ‘séptimo día’ y ‘sábado,’ aquí no hay

8

ninguna referencia al sábado.» Pero esa identificación entre «séptimo día» y «sábado» ¿no es

bastante explícita en Ex. 20:8-11?

76. U. Cassuto, A Commentary on the Book of Genesis, 1961, p. 63.

77. U. Cassuto (n. 76), p. 68, explica: «Lo que quería decir la Torah, a mi entender, era lo siguiente:

el sábado de Israel no será como el de las naciones paganas; no será el día de la luna llena, ni

ningún otro día dependiente de las fases de la luna, sino que será el séptimo día (lo cual nos

ayuda a entender por qué se acentúa aquí la particular apelación de séptimo día), el séptimo en

una sucesión perpetua, independiente y libre de cualquier asociación con los signos de los cielos y

de los conceptos astrológicos.» Cf. N. M. Sarna, Understanding Genesis, 1923, p. 23. La razón

para el uso del término «séptimo día» en vez de sábado debe buscarse a la luz del propósito

general del relato de la creación, que es, según Herold Weiss, el de impugnar «la visión mitológica

del mundo, en la que torrentes, montañas, animales, astros y árboles tienen ‘poderes’ propios. Aquí

tenemos un mundo secular. Dios está claramente fuera de él, pero ha dejado en él sus huellas al

marcar al hombre con su imagen» («Genesis, Chapter One: A Theological Statement», Spectrum 9

1979: 61). Harvey Cox hace la misma observación en The Secular City, 1965, pp. 22-23.

78. Harold H. P. Dressler escribe: «No hay ningún mandato divino acerca de cómo debe ser

guardado el séptimo día. De un modo retrospectivo se nos dice simplemente que Dios ‘descansó’

(Ex. 20:11) y ‘reposó’ (Ex. 31:17)» (n. 63, p. 22 del manuscrito). Cf. Gerhard von Rad, The Problem

of the Hexateuch and other Essays, 1966, p.101,n. 9; Robert A. Morey (n. 75), p. 6; C. H.

Mackintosh, Genesis to Deuteronomy, 1965, p. 23.

79. John Murray, Principles of Conduct, 1957, p. 32.

80. Muchos teólogos reconocen las implicaciones universales del sábado creacionista. U. Cassuto

(n. 76), p. 64, por ejemplo, comenta lo siguiente: «Cada séptimo día, sin interrupción desde los días

de la creación, sirve para recordarnos que el mundo fue creado por la palabra de Dios, y que

debemos dejar nuestros trabajos para seguir el ejemplo del Creador y andar sus caminos. La Biblia

insiste en recalcar que la santificación del sábado es anterior a Israel y afecta a toda la

humanidad.» The Interpreter’s Bible I, p. 489: «El hecho de que P no vincule el origen del sábado

con cualquier acontecimiento de la vida de los patriarcas–como ocurre con la circuncisión en el

capitulo 17–ni con la historia de Israel, sino con la creación misma, es muy significativo. Porque

indica que la observancia de este día, según este pasaje…concierne a todo el género humano.» Cf.

W. H. Griffith Thomas, Genesis, 1960, p. 33; Joseph Breuer, Commentary on the Torah, 1948,

pp. 17-18; Frank Michaeli, Le Livre de la Genése, 19, pp. 30-31; Julian Morgenstern, The Book of

Genesis, 1965, p. 38; C. Westermann, Genesis, 1974, p. 236; Niels-Erik Andreasen (n. 66), p. 75.

81. Roger D. Congdon presenta este argumento en su tesis doctoral diciendo: «No existe

absolutamente ninguna mención del sábado antes de que Dios lo diera a Moisés…Esas palabras

indican que aquel acontecimiento fue relacionado con el decálogo del Sinaí. Las palabras citadas

se encuentran en Ex. 16:4. Esta es la primera referencia al sábado en la Biblia, y cronológicamente

la primera en toda la historia» («Sabbatic Theologhy,» tesis doctoral, Dallas Theological Seminary,

1949), pp. 122-123). Cf. Robert A. Morey (n. 75), p. 6.

82. Esto no significa que los principios éticos de los diez mandamientos fuesen desconocidos. ¿No

fue condenado Caín por matar a su hermano (Gn. 4:9-11), y fue alabado Abraham por guardar los

mandamientos de Dios?

83. Cf. Ex. 7:25; 12:15, 16, 19; 13:6, 7.

84. No negamos que algunos israelitas pudiesen considerar el sábado como una institución

relativamente nueva, sobre todo teniendo en cuenta su inevitable descuido durante la opresión

egipcia.

85. Obsérvese la importancia dada a la celebración hogareña del sábado en Lv. 23:3: «El séptimo

día es sábado de descanso solemne, de reunión santa; no trabajarás en él, es el sábado del

Señor en todas tus moradas.» Cf. Ex. 16:29. Jacob Z. Lauterbach (n. 12), p. 440, señala que «el

centro principal de la observancia del sábado es el círculo familiar del hogar y muchas de sus

ceremonias están encaminadas a estrechar los lazos de amor y afecto entre los miembros de la

familia, acentuar el cuidado y los deberes paternos y aumentar el respeto filial hacia los padres.»

9

86. Fue precisamente esta inquietud ante el legalismo sabático la que llevó a Lutero y a otros

reformadores radicales a considerar el sábado como una institución mosaica superada. Ver p.148.

En nuestros días éste es el punto de vista de los cristianos dispensacionalistas y antinomianos.

87. J. Calvin, Institutes of the Christian Religion, 1972, II, p. 339. Cf. K. Barth,,( Church

Dogmatics, 1958, III, part 2, p. 50.

88. Para un examen de las teorías creacionistas, ver Frank Lewis Marsh, Studies in Creationism,

1950, pp. 22-40.

89. Herold Weiss (n. 77), p. 59.

90. Ver capítulo V.

91. La construcción griega es día con acusativo, lo cual indica la causa por la que fue creado el

sábado, a saber «por causa del hombre» o, como traduce H. E. Dana,»en atención al hombre (Mr.

2:27)» (A Manual Grammar of the Greek New Testament, 1962, p. 102).

92. Para un análisis de Marcos 2:27 ver S. Bacchiocchi (n. 11),pp.59-61. Estas palabras de Jesús

aluden a la función original del sábado (en la creación), como lo, reconocen numerosos teólogos.

Ver entre otros, Charles E. Erdman, The Gospel of Mark, 1945, p. 56; H. B. Swete, The Gospel

According to St. Mark, 1902, p. 49; J. A. Schep, «Lord’s Day Keeping from the Practical and

Pastoral Point of View», in The Sabbath-Sunday Problem, 1968, pp. 142-143; Roger T. Beckwith

and W. Stott, This is the Day, 1978, p. 11; Francis Nigel Lee, The Covenantal Sabbath, 1966, p.

29.

93. D. A. Carson alega que el verbo ginomai no puede tomarse como «una expresión técnica para

‘crear,’ ya que su significado varía según el contexto («Jesus and the Sabbath in the Four Gospels»,

en From Sabbath to Lord’s Day: A Biblical, Historical, and Theological Investigation, será

publicado en 1980, p. 123 del manuscrito). La observación es correcta, pero el contexto sugiere

que el verbo se refiere a la «creación» original del sábado, por dos razones básicas. Primera,

porque esta declaración (2:17) es la prueba concluyente presentada por Cristo sobre la función

humanitaria del sábado (2:23-26), señalando con ella su propósito original y último. Segunda,

porque Cristo afirma su señorío sobre el sábado (2:28) basándose en el hecho de que él mismo lo

estableció para beneficio del hombre (2:27). Para más detalles, ver S. Bacchiocchi (n. 11) pp.59-

61.

94. D. A. Carson se opone también a reconocer cualquier relación entre Mt. 19:8 y Mr. 2:27, porque

en este último texto no figura la frase «desde el principio». Por lo tanto, argumenta Carson, Jesús no

alude a «un determinado tiempo, sino a un determinado propósito» (n. 93, p. 125). Pero ¿se pueden

separar de esa manera tiempo y propósito? ¿No estableció Cristo el propósito del matrimonio por

referencia al tiempo de su origen? Del mismo modo ¿no fue establecido el propósito del sábado

en relación con el tiempo (el día) en que fue creado?

95. Ver S. Bacchiocchi, (n. 11); p.38-48; idem, «Juan 5:17: Negación o Explicación del sábado»,

Trabajo presentado en el Congreso Anual de la Sociedad de Literatura Bíblica, New Orleans,

Louisiana, Noviembre 11, 1978; cf. pp. 143-146.

96. Este pasaje se examina más ampliamente en el capítulo V.

97. El autor propone como mínimo tres diferentes niveles de significado. Ver. p.129.

98. Esta cita procede de Eusebio, Praeparatio evangelica, 13, 12.

99. Filón, De Opificio Mundi 89; De Vita Mosis 1, 207; De Specialibus Legibus 2,59.

100. Filón, De Decalogo 97.

101. Filón, De Opificio Mundi 89.

102. Didascalia Siriaca 26, ed. Connolly, p. 233.

103. Atanasio, De sabbatis et circumcisione 4, PG 28, 138 BC. Para más ejemplos y

comentarios, ver S. Bacchiocchi (n. 11), pp. 273-278.

104. Constitución de los Santos Apóstoles VII, 23, Ante-Nicene Fathers VII, 469.

105. Ibid., VII, 36, p. 474; cf. II, 36.

106. Jean Daniélou, The Bible and Liturgy, 1966, p. 276.

107. Agustín, The City of God, XXII, 30, traduc. Henry Bettenson, 1972, p. 1090.

108. Para San Agustin el hecho de que en el relato de la creación del séptimo día no se hable de

«tarde y mañana» significa que al descanso sabático se le ha dado una dimensión eterna, espiritual

y escatológica.

10

109. San Agustín, Confesiones XIII, 35-36. Cf. Sermón 38, PL 270, 1242; De Genesis ad litteram

4, 13, PL 34, 305. San Agustín presenta de un modo conciso lo que él llama las dimensiones «ya» y

«todavía no» del descanso sabático, en su Comentario sobre los Salmos 91, 2: «El que tiene

buena conciencia, está tranquilo y esa paz es el sábado del corazón. Pues su esperanza reposa en

Aquel que promete, y aunque sufra en el tiempo presente, contempla en esperanza a Aquél que ha

de venir, y entonces todas las nubes de aflicción serán dispersadas. Este gozo presente y la paz de

nuestra esperanza son nuestro sábado» (PL. 27, 1172).

110. En su Epístola 55 ad Ianuarium 22, Agustín escribe: «Por lo tanto el único de los diez

mandamientos que hemos de observar espiritualmente es el del sábado, porque reconocemos que

es simbólico y no está hecho para ser celebrado con nuestra inactividad física» (CSEL 34, 194).

Nos preguntamos cómo es posible retener el simbolismo del sábado como descanso místico y

escatológico en Dios, y al mismo tiempo negar la base que sustenta dicho símbolo, es decir, la

experiencia del descanso sabático literal. Esta contradicción es discutida en las pp. 54-55, 155-156.

111. Eugippius (en torno a 500), por ejemplo, cita al pie de la letra el texto de Agustín, Adversus

Faustum 16, 29 (Thesarus 66, PL 62, 685). Cf. Beda (673-735), In Genesim 2, 3, CCL 118A, 35;

Rabano Mauro (784-856), Commentaria in Genesim 1, 9, PL 107, 465; Pedro Lombardo

(1100-1160), Sententiarum libri quatuor 3, 37, 2, PL 192, 831.

112. Crisóstomo, Homilia 10, 7 In Genesim, PG 53, 89. Ephraem Syrus (306-373) apela a la «ley»

del sábado para exhortar a que «se garantice el descanso de los siervos y de los animales» (S.

Ephraem Syri hymni et sermones, ed. T. J. Lamy, I, 1882, p. 542). Para tener una visión de

conjunto de como se aplicó la ley del sábado a la observancia del domingo, ver L. L. McReavy,

«Servile Work: The Evolution of the Present Sunday Law», Clergy Review 9 (1935): 273-276. Ver

textos principales en Willy Rordorf, Sabbat et dimanche dans l’Eglise ancienne, 1972, nos. 140,

143. H. Huber describe el desarrollo hasta el final de la Edad Media (Geist und Buchstabe der

Sonntagsruhe, 1958, pp. ll7s.).

113. Peter Comestor, Historia scholastica: liber Genesis 10, PL 198, 1065. Sobre el desarrollo

del principio de «un día de cada siete», ver discusión en Wilhelm Thomas, «Sabbatarianism «,

Encyclopedia of the Lutheran Church, 1965, III, p. 2090.

114. La distinción fue explícitamente hecha por Alberto Magno (1200-1280). Ver Wilhelm Thomas

(n. 113), p. 2278.

115. Tomás de Aquino, Suma Teológica, Part I-II, Q. 100, 3, 1947, p. 1039. La distinción entre

aspectos morales y ceremoniales del sábado aparece también claramente establecida en la parte

I-II, Q. 122, 4: «Hay un precepto moral en el punto que ordena al hombre consagrar parte de su

tiempo a las cosas de Dios. Porque hay en el hombre una inclinación natural a dedicar tiempo para

cada cosa necesaria . . . Por lo tanto, de acuerdo con los dictados de la razón, el hombre aparta

cierto tiempo para su refrigerio espiritual, en el cual la mente del hombre se revitaliza en Dios. Y

así, tener que consagrar una parte del tiempo para dedicarse a las cosas de Dios es materia de

precepto moral. Pero es precepto ceremonial en cuanto especifica el tiempo como un signo

representativo de la creación del mundo. De modo que es un precepto ceremonial en su significado

alegórico, como representación del descanso de Cristo en la tumba el séptimo día; pero en cuanto

a su significado moral, como representación de la cesación de todo acto de pecado y del reposo de

la mente en Dios, en ese sentido es un precepto general. Y es un precepto ceremonial en su

sentido analógico, como anticipo del goce de Dios en el cielo» (n. 115, p. 1701).

116. Tomás de Aquino subdivide la ley mosaica en preceptos morales, ceremoniales y judiciales.

Para él los preceptos morales del decálogo son también preceptos de la ley natural, es decir,

preceptos que obligan a todo ser humano porque son accesibles a todo hombre por medio de su

sola razón, sin necesidad de revelación especial. Cf. Tomás de Aquino (n. 115), Parte I-II, Q. 100, 1

y Q. 100, 3, pp. 1037, 1039.

117. Tomás de Aquino (n. 115), Parte I-II, Q. 100, 5, p. 1042. Ver también n. 115.

118. Ver n. 117. Obsérvese también que Tomás de Aquino atribuye una función simbólica similar al

domingo: «Al igual que el sábado, que es un signo recordatorio de la primera creación, el día del

Señor, que ha tomado su lugar, es un memorial de la nueva creación iniciada con la resurrección

de Cristo» (n. 115, Parte I-II, Q. 103, 3, p. 1085).

119. Tomás de Aquino (n. 115), Parte I-II, Q. 107, 3, p. 1111.

11

120. Ver L. L. McReavy (n. 112), p. 279 s. Hay un breve sumario sobre el desarrollo de las leyes

del domingo y su casuística en Paul K. Jewett, The Lord’s Day, 1972, pp. 128-169. Un buen

ejemplo de la adopción de la distinción moral-ceremonial tomista es el Catecismo del Concilio de

Trento, (n. 142).

121. El concepto de Karlstadt acerca del descanso sabático contiene una extraña combinación de

elementos místicos y legalistas. Para él se trata básicamente de un día en el que el hombre se

abstiene de sus trabajos para hacer penitencia por sus pecados. Para un claro análisis sobre sus

puntos de vista, consultar Gordon Rupp, Patterns of Reformation, 1969, pp. 123-130; Idem,

«Andrew Karlstadt and Reformation Puritanism Journal of Theological Studies 10 (1959):

308-326; cf. Daniel Augsburger, «Calvin and the Mosaic Law», Tesis doctoral, Universidad de

Estrasburgo, 1976, pp. 248-249; J. N. Andrews, and L. R. Conradi, History of the Sabbath and

First Day of the Week, 1912, pp. 652-655.

122. Lutero, Contra los profetas celestes, Luther’s Works, 1958, 40:93. Uno de los más valiosos

estudios sobre la posición de Lutero en cuanto al sábado es el de Richard Muller,

Adventisten-Sabbat-Reformation, Studia Theologica Lundensia, 1979, pp. 32-60.

123. Concordia or Book of Concord, The Symbols of the Evangelical Lutheran Church, 1957,

pp. 174.

124. Confesión de Augsburgo (n. 123), p. 25; cf. Philip Schaff, The Creeds of Christendom,

1919, III, p. 69.

125. El Gran Catecismo (n. 123), p. 175.

126. Erlanger ed., 33:67, citado en Andrews y Conradi (n. 121), p. 627.

127. Melanchthon, On Christian Doctrine, Loci Communes 1555, Clyde L. Manschreck, ed. 1965,

p. 96.

128. Melanchthon (n. 127), p. 98. En su primera edición de Loci Communes (1521) Melanchthon

reconoce que su comprensión del cuarto mandamiento depende del Tratado sobre las Buenas

Obras (1520) de Lutero.

129. El concepto del sábado como «renuncia y renovación» se trata en pp.114ss. No comparto, sin

embargo, la idea de Melanchthon que relaciona la observancia del sábado con la

auto-mortificación, puesto que el sábado no es un día sombrío sino gozoso. Cf. Loci Communes

Theologici (1521), en Melanchthon and Bucer, L. J. Satre y W. Pauck, trans., 1969, p. 55.

130. Ver nota 128. Este aspecto del sábado se considera también en los capítulos III, IV, VI, y VII.

131. Lutero (n. 122), p. 93; cf. p. 97.

132. Melanchthon (n. 127), pp. 96-97.

133. Melanchthon (n. 127), p. 97.

134. Debe tenerse en cuenta que la orientación teológica del descanso sabático «para el Señor tu

Dios» (Ex. 20:11; 31:17; Dt. 5:14) podría implicar que la cesación de todo trabajo es a la vez una

llamada a la adoración divina en el culto público. Esta idea se ve apoyada por el hecho de que en

las fiestas anuales, la prohibición de todo trabajo (prácticamente idéntica a la del cuarto

mandamiento) tiene por objeto facilitar la participación de todos en la «asamblea sagrada» (Nm.

28:18, 25, 26; 29:1, 7, 12, 35; Lv. 23:7, 21, 23-25, 28-32, 35; Dt. 16:8, 11). Aún reconociendo esta

posibilidad, la verdad es que el objetivo del cuarto mandamiento no es «el culto» sino el descanso

del trabajo. El acto mediante el cual el hombre se pone a la disposición de Dios en el sábado,

representa una respuesta de adoración a Dios. Ver pp. 162-167.

135. D. J. 0’Connor hace una incisiva crítica de la teoría de la ley natural en Aquinas and Natural

Law, 1967.

136. Melanchthon (n. 127), p. 96, califica la posición antinomiana de «pueril». La refuta apelando a

la diferencia entre los aspectos específicos y generales del sábado. También Calvino en 1562

escribió un folleto para refutar un libro holandés que propugnaba que Cristo habla abolido todo

ritual, incluída la santificación del día de descanso (Response A un Holandois, Corpus

Reformatorum 1863, 9: 583-628). En una carta contra los antinomianos («Wider die Antinomer»,

1539), Lutero escribió: «Me asombra sobremanera que alguien se atreva a afirmar que yo rechazo

la ley de los diez mandamientos .¿Es imaginable la existencia del pecado si no existiese la ley?

Para que alguien pudiese abrogar la ley necesitaría antes abrogar el pecado» (Erlanger ed. 32:4,

citado por Andrews y Conradi En. 121], p. 626).

12

137. Confesión de Augsburgo, (n. 123), p. 25. Esta Confesión acusa especialmente a la Iglesia

Católica de exigir la santificación de ciertas fiestas como condición para la salvación: «Pues los que

piensan que la observancia del día del Señor fue ordenada por la autoridad de la iglesia para

substituir a la del sábado, cometen un gran error» (loc. cit.). Lutero reconoció que sus acerbas

declaraciones contra el decálogo necesitaban matizarse. En respuesta a un antinomiano, Lutero

escribió en 1541: «Si anteriormente hablé o escribí con dureza contra la ley, fue porque la Iglesia

cristiana estaba demasiado sobrecargada de supersticiones que ocultaban y hasta sepultaban a

Cristo; …pero en cuanto a la ley en si, yo nunca la he rechazado» (citado por Robert Cox, The

Literature of the Sabbath Question, 1865, I, p. 388).

138. Confesión de Augsburgo (n. 123), p. 25.

139. Ver pp. 114-116.

140. Lutero, Tratado sobre las Buenas Obras (1520), Selected Writings of Martín Luther, 1967,

1:154b.

141. Lutero (n. 123), p. 174.

142. Winton V. Solberg, Redeem the Time, 1977, pp. 15-19; A. G. Dickens, The English

Reformation, 1964, p. 34; George H. Williams, The Radical Reformation, 1962, pp. 38-58, 81-84,

815-865.

143. Catechism of the Council of Trent, J. Donovan, trad., 1908, p. 342.

144. Ibid., p. 343.

145. La supresión del segundo mandamiento por parte de la Iglesia Católica ha sido compensada

avanzando la posición de los ocho restantes y dividiendo en dos preceptos el décimo

mandamiento. La inconsistencia de este arreglo arbitrario aparece claramente en el Catecismo del

Concilio de Trento, donde los diez mandamientos son examinados uno por uno, con excepción de

los dos últimos, que son tratados como uno sólo (n. 143, p. 401).

146. Catecismo del Concilio de Trento, III, capitulo 4, cuestiones 18 y 19 (n. 143), p. 347. En su

alocución ante el Concilio de Trento, Gaspar della Fossa dijo: «El sábado, el día más glorioso de la

ley, ha sido cambiado por el día del Señor … Esta y otras cosas no han desaparecido en virtud de

las enseñanzas de Cristo (pues El dijo que vino a cumplir la ley, no a abrogarla), sino que han sido

cambiadas en virtud de la autoridad de la Iglesia. Si esta autoridad es desechada (y eso es lo que

quisieran hacer los herejes), ¿quién podrá mantener la verdad y confundir la obstinación de los

herejes?» (Mansi 33:533, citado por Andrews y Conradi (n. 121), p. 589). Sobre el uso de este

argumento por parte de las autoridades católicas en Suiza francesa, véase Daniel Augsburger,

«Sunday in the Pre-Reformation Disputations in French Switzerland», Andrews University

Seminary Studies 14 (1976): 265-277.

147. Johann Eck, Enchiridion locorum commumium adversus Lutherum et alias hostes

ecclesiae, 1533, p. 79.

148. Ibid.

149. Catecismo del Concilio de Trento (n. 143), pp. 344-345.

150. Ibid., p. 346.

151. Ibid., p. 347.

152. Ver n. 154, 155.

153. Sobre las ideas y la influencia de los sabatarios véase el documentado articulo de G. F. Hasel,

«Sabbatarian Anabaptists» Andrews University Seminary Studies 5 (1967): 101-121; 6 (1968):

19-28. Sobre la existencia de observadores del sábado en diferentes países, ver Andrews y

Conradi (n. 121), pp. 633-716. Cf. Richard Muller (n. 122), pp. 110-129.

154. Stredovsky de Bohemia, en su lista de las once principales sectas pone en tercer lugar a los

Sabatarios, justo después de los Luteranos y los Calvinistas. La lista fue publicada por Josef Beck,

ed., Die Geschichts-BUcher der Widertáufer in OsterreichUngarn («Fontes Rerum

Austriacarum», Viena, 1883), 43:74. Para un análisis de ésta y otras listas véase Hasel (n. 153), pp.

101-106, quien concluye diciendo: «Estas antiguas enumeraciones parecen indicar que los

Sabatarios Anabaptistas fueron considerados como un grupo numeroso y fuerte» (p. 106). Cf.

Henry A. DeWind, «A Sixteenth Century Description of Religious Sects in Austerlitz, Moravia»,

Mennonite Quarterly Review (1955): 51; George H. Williams (n. 142), p. 676, 726, 732, 848,

408-410, 229, 257, 512.

13

155. Desiderio Erasmo, «Amabili ecclesiae concordia», Opera Omnia V: 505-506; cf. Hasel (n. 153),

p. 107.

156. Lutero dijo: «En nuestro tiempo hay un grupo de necios que se llaman a si mismos Sabatarios

[Sabbather] y que afirman que el sábado debe ser guardado según la costumbre judía» (D. Martin

Luthers Werke, Weimer ed. 42:520). En su Comentarios sobre Genesis (4:46) Lutero nos

proporciona una información semejante: «Me he enterado de que en Austria y Moravia ciertos

judaizantes apoyan el sábado y la circuncisión; si continúan con tal audacia, no dejándose

amonestar por la Palabra de Dios, ciertamente causarán muchos males» (citado por Andrews y

Conradi, [n. 121], p. 640).

157. J. G. Walch, ed., Dr. Martin Luthers sámmtliche Schriften, 1910, 20: 1828ss. Cf. D.

Zscharnack, «Sabbatharier», Die Religion in Geschichte und Gegenwart, 1931, 5:8.

158. Sobre Oswald Glait, véase el reciente estudio de Richard Muller (n. 122), pp. 117-125. Cf.

Hasel (n. 153), pp. 107-121.

159. Sobre Andreas Fisher, véase Richard Muller (n. 122), pp. 125-130; Petr Ratkos, «Die Anflinge

des Wiedertáufertums in der Slowakei», Aus 500 Jahren deutsch-tschechoslowakischer

Geschichte, Karl Obermann, ed., 1958, pp. 41-59.

160. Caspar Schewenckfeld refuta la obra de Glait en S. D. Hartranft and E. E. Johnson, eds.,

Corpus Schwenckfeldianorum, 1907, 4: 451ss.

161. Ibid., p. 458. La traducción es de Hasel (n. 153), p. 119.

162. Ibid., p. 491.

163. Ibid., pp. 457-458.

164. Una crónica Anabaptista cuenta el trágico desenlace de la vida de Glait: «En 1545 el hermano

Oswald Glait es encarcelado en Viena por causa de su fe … Están también con él dos hermanos,

Antonio Keim y Hans Standach, que lo reconfortan. A ellos les encomendó su esposa y su hijo,

dejados en Jamnitz. Después de pasar en la cárcel un año y seis meses, lo sacaron a la

medianoche fuera de la ciudad para que nadie lo viera ni oyera y lo arrojaron al Danubio» (A. J. F.

Zieglschmid, ed., Die álteste Chronik der Hutterischen Brüder, 1943, pp. 259, 260, 266, ET de

Hasel [n. 153], pp. 114-115),

165. Para una reseña histórica de los observadores del sábado desde el siglo XV al XVII, ver

Andrews y Conradi (n. 121), pp. 632-759. La Review and Herald ha anunciado la publicación en

1980 de un estudio más abarcante y critico sobre la observancia del sábado a lo largo de la

historia, con el título El Sábado en las Escrituras y en la Historia. En este nuevo estudio

colaboran aproximadamente 20 especialistas en la materia.

166. R. J. Bauckham, «Sabbath and Sunday in the Protestant Tradition», (n. 63), p. 526 manuscrito.

En 1618, por ejemplo, John Traske comenzó a predicar que los cristianos están obligados por el

cuarto mandamiento a observar escrupulosamente el sábado. Sin embargo, forzado por las

presiones, se retractó de sus ideas en A Treatise of Liberty from Judaism (1620). Teófilo

Brabourne, otro pastor anglicano, publicó en 1628 Discourse upon the Sabbath Day, en el que

defendía la observancia del sábado en vez del domingo. La High Commission anglicana le forzó a

abandonar sus posiciones y amoldarse a lo establecido por la iglesia. Cf. Robert Cox, The

Literature of the Sabbath Question, 1865, 1:157-158.

167. Cf. W. Y. Whitley, A History of British Baptists, 1932, pp. 83-86; A. C, Underwood, A

History of the English Baptists, 1947, caps. 2-5.

168. Seventh Day Baptist General Conference, Seventh Day Baptists in Europe and America,

1910, 1, pp. 127, 133, 153. Cf. Winton U. Solberg (n. 142), p. 278.

169. Raymond F. Cottrell señala lo siguiente: «La dependencia de los pioneros Adventistas del

Séptimo Día de los Bautistas del Séptimo Día en la cuestión del sábado se hace patente en el

hecho de que en el primer volumen de Advent Review and Sabbath Herald más de la mitad del

material publicado procede de publicaciones Bautistas» («Seventh Day Baptists and Adventists: A

Common Heritage», Spectrum 9, [1977]: 4).

170. La Iglesia de Dios del Séptimo Día remonta su origen al movimiento Millerista. Gilbert

Cranmer, uno de los seguidores de Miller, quien durante un tiempo estuvo en relación con los

Adventistas del Séptimo Día, fue elegido en 1860 como primer presidente del grupo llamado

«Iglesia de Cristo y última Iglesia de Dios del Séptimo Día». Un informe de 1977 estimaba su

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membresía en 25.000 personas («Sinopsis de la Historia de la Iglesia de Dios del Séptimo Día»,

informe proporcionado por la sede de esta iglesia en Denver, Colorado).

171. El Directory of Sabbath-Observing Groups de 1974, publicado por The Bible Sabbath

Association, registra más de 120 denominaciones que observan el sábado.

172. Para un estudio exhaustivo sobre la posición de Calvino acerca del cuarto mandamiento, ver

Daniel Augsburger, (n. 121), pp. 248, 284.

173. Juan Calvino, Commentaries on the First Book of Moses called Genesis, John King, 1948,

p. 106. La misma opinión se repite unas líneas más abajo: «Puesto que fue ordenado al hombre

desde el principio para que se dedicase al culto divino, es normal que deba perdurar hasta el fin del

mundo» (p. 107).

174. Juan Calvino, Commentaries on the Four Last Books of Moses, trad. Charles William

Bingham, 1950, p. 437.

175. Ibid., p. 439.

176. Ibid., p. 440. Zuinglio también reconoció el sábado como instituido en la creación, destinado a

servir como tipo del sábado eterno y a proporcionar tiempo para «considerar con agradecimiento las

mercedes divinas, escuchar su ley y su palabra, alabarle, servirle y beneficiar al prójimo» (H.

Zwinglis Camtliche Werke. Corpus Reformatorum, 1905-1953, 13:16, 395). Cf. Edwin Kunzli,

«Zwingli als Ausleger von Genesis und Exodus», Tesis doctoral, Zurich, 1951, p. 123.

177. Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion, trad. Henry Beveridge, 1972, 1, p. 341.

178. Juan Calvino (n. 173), p. 106.

179. Ibid.

180. Juan Calvino (n. 177), p. 343.

181. Ibid. Calvino resume la diferencia entre los aspectos ceremonial y moral del sábado diciendo:

«Podemos resumirlo todo con estas palabras: Así como la verdad fue confiada de un modo figurado

a los judíos, a nosotros nos ha sido impartida sin figura; en primer lugar, para que durante toda

nuestra vida anhelemos constantemente el descansar de nuestros trabajos, y el Señor pueda

actuar en nosotros mediante su Espíritu; en segundo lugar, para que cada hombre, según sus

oportunidades, pueda dedicarse en privado a la meditación piadosa de las obras de Dios, y al

mismo tiempo, para que todos puedan observar las legítimas normas establecidas por la Iglesia

para la predicación de la palabra, la administración de los sacramentos y la oración pública; y en

tercer lugar, para evitar que oprimamos a los que están sujetos a nosotros» (Ibid.).

182. Juan Calvino (n. 174), pp. 435-436.

183. Zacharias Ursinus, The Summe of Christian Religion, Oxford, 1587, p. 955.

184. Acerca de la enorme influencia del libro de Nicolas Bownde, The Doctrine of the Sabbath,

ver Winton U. Solberg, (n. 142), pp. 55-58. El libro fue revisado y ampliado en 1606. Bownde insiste

en el origen edénico del sábado, lo cual convierte el cuarto mandamiento en un precepto que obliga

tanto a judíos como a cristianos. Los últimos deben observar el domingo tan cuidadosamente como

los judíos guardaban el sábado.

185. En la 163a sesión del Sínodo de Dort (1619) una comisión de teólogos holandeses aprobó un

documento en el que se presentaban seis puntos distintivos entre los aspectos ceremonial y moral.

Los primeros cuatro puntos son los siguientes:

«1. En el cuarto mandamiento de la ley de Dios, hay algo ceremonial y algo moral.

2. El descanso en el séptimo día (según la creación), y su estricta observancia, que fueron

impuestas al pueblo judío, constituyen los aspectos ceremoniales de la ley.

3. Pero la parte moral es que debe fijarse un día y dedicarse al servicio de Dios, al descanso

necesario y a la meditación en la cosas de Dios.

4. Habiendo sido abolido el sábado judío, los cristianos están obligados solemnemente a santificar

el dia del Señor» (Gerard Brandt, The History of the Reformation and Other Ecclesiastical

Transsactions in and about the Low Countries, Londres, 1722, 3:320; cf. pp. 28-29, 289-290).

186. La Confesión de Westminster, en su capítulo 21, artículo 7, dice: «Como es de ley natural

que, en general, una debida proporción de tiempo se dedique al culto divino, del mismo modo, en

su Palabra, por medio de un mandamiento concreto, moral y perpetuo, que obliga a todos los

hombres de todos los tiempos, El ha designado específicamente un día de cada siete para que le

sea santificado como sábado: el cual, desde el principio del mundo hasta la resurrección de Cristo,

15

era el último día de la semana, y a partir de la resurrección de Cristo fue cambiado por el primer día

de la semana» (Philip Schaff, The Creeds of Christendom, 1919, 3:648-649).

187. R. J. Bauckham, «Sabbath and Sunday in the Protestant Tradition», (n. 63), p. 510 del

manuscrito.

188. Willem Teellinck, De Rusttijdt: Ofte Tractaet van d’onderhoudinge des Christelijken Rust

Dachs (Tiempo de Reposo: Tratado sobre la Observancia del Sábado Cristiano), Rotterdam,

1622. William Ames, Medulla Theologica, Amsterdam, 1623, ET de John D. Eusden, The Marrow

of Theology 1968, pp. 287-300, presenta una base teórica para la observancia del domingo.

Antonio Walaeus, Dissertatio de Sabbatho seu Vero Sensu atque Usu Quarti Praecepti

(Disertación sobre el Sábado o Sentido y Uso Verdaderos del Cuarto Mandamiento), Leiden,

1628. Este trabajo representa la mejor defensa literaria del origen edénico del sábado y su

aplicación a la observancia del domingo.

189. Uno de los primeros tratados contra el sabatismo fue el de Jacobus Burs, Threnos, o

Lamentación mostrando las causas de la deplorable condición del país y la transgresión del

sábado, Tholen, 1627. Andreas Rivetus, en sus Praelectiones (1632) refutó el postulado de

Gomarus de que el sábado es una observancia mosaica abrogada por Cristo. Gomarus respondió

con su voluminosa Defensio Investigationis Originis Sabbat¡ (Defensa de la Investigación

sobre los Orígenes del Sábado), Gronigen, 1632. Rivetus contraatacó con su Dissertatio de

Origine Sabbathi (Disertación sobre el origen del Sábado). Leyden, 1633.

190. La controversia surgió de nuevo en Holanda en los años 1650. Gisbertus Voetius y Johannes

Cocceius fueron los antagonistas en este nuevo combate. Winton U. Solberg (n. 142), p. 200

presenta en un excelente informe la controversia sobre el sábado en la Inglaterra del siglo XVII (pp.

27-85) y especialmente en las primeras colonias americanas (pp. 82-282).

191. La obra de Willy Rordorf (n. 44) fue publicada por primera vez en 1962 en alemán.

Posteriormente ha sido traducida al francés, al inglés y al español. Su influencia se hace ver en los

numerosos y diversos comentarios que ha suscitado.

192. Roger T. Beckwith and Wilfrid Stott, This is the Day, The Biblical Doctrine of the Christian

Sunday, Londres,1978.

193. Rordorf rechaza cualquier relación entre el domingo y el cuarto mandamiento, siguiendo así

en la línea de una larga historia de teólogos anti-sabatarios, entre los que se encuentran: Lutero (n.

123, 124); William Tyndale, An Answer to Sir Thomas More’s Dialogue (1531), ed. Henry Walter,

Cambridge, 1850, pp. 97-98; las fórmulas de fe de la Iglesia de Inglaterra tales como The

Institution of a Christian Man (1537); Francisco Gomarus (n. 189); Francis White, A Treatise of

the Sabbath-Day: Concerning a Defense of the Orthodox Doctrine of the Church of England

against Sabbatarian Novelty (Londres, 1635); Peter Heylyn, The History of the Sabbath

(Londres, 1636); James A. Hessey, Sunday: Its Origin, History, and Present Obligation

(Londres, 1866); Wilhelm Thomas, Der Sonntag im fruhen Mittelater (Gottingen, 1929); C. S.

Mosna, Storia della Domenica dalle Origini fino agli Inizi del V Secolo (Roma, 1969); D. A.

Carson, ed., From Sabbath to Lord’s Day: A Biblical, Historical and Theological Investigation

(a publicar en 1980),

194. Este riesgo ha sido expresado también por P. Falsioni, en Rivista Pastorale Liturgica (1967):

311, 229, 97, 98; (1966): 549-551. En términos semejantes, Beckwith y Stott declaran: «Es

extremadamente dudoso que el domingo cristiano hubiese sobrevivido hasta hoy si la actitud actual

(según la opinión de Rordorf) hubiese prevalecido en el pasado; y si continúa la actitud que se está

generalizando en nuestros días es igualmente improbable que sobreviva en el futuro» (n. 192), p.

ix).

195. Beckwith observa que «si Jesús consideraba el sábado como puramente ceremonial y

puramente temporal, es extraño que le conceda tanta atención en sus enseñanzas, y que en

ninguna de ellas mencione su carácter temporal. Esto es aún más sorprendente cuando

recordamos cómo subrayó el carácter temporal de otros aspectos del ceremonial del Antiguo

Testamento, como las leyes de purificación en Marcos 7:14-23 y Lucas 11:39-41, o el templo (con

sus sacrificios) en Marcos 13:2 y Juan 4:21. Al contrario, según hemos visto, parece hablar del

sábado en Marcos 2:27 como de uno de los preceptos inmutables para toda la humanidad» (n.

192), p. 26; Cf. pp. 2-12.

16

196. Beckwith (n. 192), pp. 45-46. Beckwith y Stott ven el sábado como una disposición procedente

de la creación, inalterable, pero transferida al descanso dominical, bajo un punto de vista heredado

de la teología tomista (ns. 115, 116, 117) y compartida por Calvino (ns. 173-181); Richard Hooker,

Laws of Ecclesiastical Polity (1597), V: 70, 3; Nicholas Bownde (n. 184); William Teellinck,

William Ames y Antonio Walaeus (n. 188); fórmulas de fe como la de Westminster Confession (n.

186) y el Sínodo de Dort (n. 185); E. W. Hengstenberg, Uber den Tag des Herrn (1852);

recientemente por J. Francke, Van Sabbat naar Zondag (Amsterdam, 1973); Karl Barth, Church

Dogmatics, 1956, III, pp. 47-72; Paul K. Jewett (en parte), The Lord’s Day: A Theological Guide

to the Day of Worship (1971); Francis Nigel Lee, The Covenantal Sabbath (1966). El estudio de

Lee, aunque patrocinado por la Lord’s Day Observance Society (Sociedad para la observancia

del Día del Señor, difícilmente puede ser tomado en serio a causa de sus excentricidades. Tiene

un apartado, por ejemplo, en el que especula acerca del «sábado y el pecado original» (pp. 79-81).

197. Beckwith y Stott (n. 192), pp. 141, 143.

198. Ver especialmente los primeros cuatro capítulos de mi libro From Sabbath to Sunday, en el

que examino los presuntos argumentos bíblicos sobre el origen apostólico del domingo.

199. Nahum M. Sarna (n. 77), p. 21, indica que «el séptimo día es lo que es porque Dios lo escogió

y lo bendijo y lo santificó. Su carácter sagrado es parte del orden cósmico divinamente establecido.

Por lo tanto, no puede ser abrogado por el hombre, ya que su santidad es independiente de la

actitud humana.»

200. Elizabeth E. Platt, «The Lord Rested. The Lord Blessed the Sabbath Day», Sunday 66 (1979):

4.

201. Este aspecto del mensaje del sábado se examina en el próximo capitulo y en el VI, parte 4, en el apartado titulado «El Sábado y la cri

Categorías: El Sábado

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