El Sábado: Mensaje de nuestro origen
VALOR DEL SABADO
1. Bases para una fe universal
El valor del sábado para el hombre de hoy reside en su
capacidad para sustentar esa fe tridimensional. Las facetas del sábado
que vamos a estudiar engloban la creación, la redención y la
restauración final; el pasado, el presente y el futuro; el hombre, la
naturaleza y Dios. Si, como acertadamente decía Paul Tillich, «todo
símbolo participa de la realidad que representa,»1 la simbología cósmica
del sábado proporciona al creyente moderno la base para una fe
universal; una fe que abarca realidades pasadas, presentes y -futuras.
El lugar más lógico para comenzar nuestra investigación acerca
del mensaje trascendental del sábado y su valor para hoy es el relato
bíblico de su origen. Generalmente el origen de una institución
determina su importancia. En efecto, las primeras declaraciones
encontradas en él registro bíblico acerca de este tema–y de cualquier
otro–pueden ser consideradas como la clave de todo su posterior
desarrollo. Cualquier lector, por poco familiarizado que esté con la
Biblia, sabe que en ella el origen del sábado está explícitamente
relacionado con el hecho de la creación. El estudio de la estructura del
primer relato de la creación (Gn. 1:1-2:3) revela, como veremos en el
próximo capítulo, que el séptimo día representa la majestuosa
culminación de la creación. Según el relato bíblico, en los seis primeros
días Dios creó los espacios (cielo, tierra y mar) y los habitantes de esos
espacios (peces, aves, animales terrestres y el hombre); y después, «El
séptimo día terminó Dios lo que había hecho, y descansó. Entonces
bendijo el séptimo día y lo declaró día sagrado, porque en ese día
descansó de todo su trabajo de creación» (Gn. 2:2-3).
2. Celebración de los orígenes de la humanidad
No es nuestro interés inmediato sumergirnos en las profundas
implicaciones teológicas de lo que Dios dijo e hizo en relación con el
sábado, sino evaluar el significado del séptimo día en el contexto
cronológico del relato en cuestión. Es significativo que el pasaje acerca
del séptimo día esté situado en el punto divisorio entre el final de la
primera narración de la creación (Gn. 1:1-2:3) y el principio de la
segunda, especialmente centrada en el hombre y su primer hogar (Gn.
2:4-25). Esta ubicación del séptimo día como línea divisoria le confiere
la función particularmente importante de celebrar e inaugurar la historia
humana.
En el primer relato de la creación, el séptimo día es presentado
en estrecha vinculación con el origen de la pareja humana, precediendo
inmediatamente a la formación y bendición de ésta como culminación
última de la creación (Gn. 1:26-31). De hecho, el origen del hombre y
del sábado no solo aparecen en íntima secuencia, sino que además son
tratados con mayor extensión que cualquier otro acontecimiento de la
creación. Esto muestra a la vez la importancia y la interdependencia de
ambos asuntos.3 El primer día completo en la vida de Adán fue el
séptimo, día que empleó–como legítimamente podemos suponer–no
trabajando sino celebrando junto con su Divino Autor la inauguración de
la creación completa y perfecta. Esta suposición se basa en la
declaración bíblica de que el hombre fue creado para vivir según la
«imagen» y el ejemplo de su Creador (Gn. 1:26). Así pues, en el cuarto
mandamiento, el precepto de trabajar y descansar está argumentado en
la responsabilidad que el hombre tiene de seguir el plan establecido por
Dios en la semana de la creación (Ex. 20:8-11). Además, el Señor
mismo declaró enfáticamente que «el sábado fue hecho para el hombre»
(Mr. 2:27). La palabra hebrea usada para hombre es «Adam», término
que designa tanto a una persona específica–Adán–como al conjunto de
la humanidad (cf. Gn. 5:2). En el primer relato de la creación, el séptimo
día marca la celebración del origen de este mundo en general y del
hombre en particular. Por eso Filón, el gran filósofo judío, se complace
en llamar al sábado «el aniversario del mundo»,4 y Ralph Waldo
Emerson lo llama «el jubileo del mundo.»5 Por la misma razón hemos
designado el sábado en éste capítulo con el titulo de «mensaje de
nuestro origen.»
3. Inauguración de la historia humana
La segunda parte del texto sobre la creación (Gn. 2:4-25),6 que
describe detalladamente el origen y los albores de la historia de la
humanidad, también aparece íntimamente relacionada con el séptimo
día, puesto que se inicia en el contexto de esta institución. El relato, de
hecho, comienza inmediatamente después de la celebración del primer
sábado (Gn. 2:2-3) con la palabras: «Estos son los orígenes
(«toledoth») de los cielos y de la tierra» (Gn. 2:4a). «Toledoth» puede
traducirse tanto por «generación» u «origen» como por «informe,» «relato»
o «historia.» Esta última opción es adoptada por la versión «Dios Habla
Hoy,» en donde se lee: «Esta es la historia de la creación del cielo y de
la tierra.»
¿Por qué el relato del principio de la vida humana toma como
punto de partida la institución del sábado? Eminentes especialistas
reconocen en este texto la intención del autor de vincular la historia de
la salvación directamente con la institución del séptimo día.7 En el libro
del Génesis la historia del pueblo de Dios aparece jalonada diez veces
por la expresión «toledoth» («generación,» «historia» u «origen») y el
primer hito se encuentra situado en relación con el séptimo día.8 ¿Por
qué? Indudablemente porque ese día celebra la inauguración de la
historia de la humanidad. Una segunda razón se puede inducir del
hecho de que la semana de la creación, con su culminación en el día
séptimo, provee la unidad de tiempo adecuada para medir el desarrollo
de la historia expresada en su secuencia cronológica. Más adelante
veremos que el sábado regula la historia no sólo cuantitativamente,
sino también cualitativamente, centrando la atención en la acción
redentora de Dios manifestada en y a través de su pueblo. Este breve
análisis muestra que, según el testimonio bíblico, el origen del séptimo
día como sábado está enraizado en el hecho de la creación. Su función
consiste en conmemorar la culminación de la creación e inaugurar la
historia humana, o dicho en otras palabras, celebrar el origen del
hombre.
PARTE II: TEORIAS SOBRE EL ORIGEN DEL SABADO
Antes de analizar las abarcantes implicaciones del relato bíblico
acerca del origen edénico del sábado, debemos prestar atención a las
otras explicaciones acerca del inicio de la celebración del séptimo día
que han sido propuestas desde el siglo pasado. Sin menospreciar
necesariamente el valor del texto bíblico, a menudo los historiadores
han preferido rastrear los orígenes del sábado en fuentes extra-bíblicas
limitándose a «las cosas que el historiador puede ver» y dejando de lado
«las cosas que no se ven.» Los resultados de esas investigaciones
distan mucho de ser concordantes. Las diferentes hipótesis que han
sido planteadas, como veremos, no sólo adolecen de inseguridad, sino
que implícitamente han reforzado, por contraste, el valor de la
explicación bíblica.
Las teorías más destacadas sitúan el origen del sábado: (1) en
torno a la época de Moisés; (2) después del establecimiento de Israel en
Canaán; (3) en torno al exilio babilónico. Las principales razones
aducidas para esos orígenes del sábado podrían ser clasificadas como
(1) astrológico-astronómicas, (2) socioeco-nómicas, (3)
mágico-simbólicas.
1. Origen en torno a la época de Moisés
Saturno. La teoría del origen mosaico del sábado se apoya
principalmente en el supuesto de la influencia mesopotámica de
períodos de siete días relacionados con el planeta Saturno y las fases
de la luna. Una antigua teoría, todavía en boga, hace derivar el sábado
del Antiguo Testamento del día de Saturno observado por los kenitas (o
ceneos), una tribu con la que Moisés entró en contacto por matrimonio
en ocasión de su estancia en Madián (Jue. 4:11, 17).9 Se ha supuesto
que el día dedicado a Saturno era un día tabú en el que los kenitas, que
trabajaban los metales, no encendían sus hornos de fundición. Los
israelitas habrían adoptado el día tabú kenita y habrían extendido sus
requerimientos a todas las demás tareas domésticas. En apoyo de esta
hipótesis se ha presentado la prohibición de hacer fuego en sábado (Ex.
35:3; Nm. 15:32-36), día supuestamente consagrado al culto de Sakkut
y Kaiwan (Am. 5:26), presuntos nombres del planeta Saturno.10
El error básico de esta hipótesis está en que se apoya en el
supuesto de que los kenitas tenían una semana de siete días dedicados
respectivamente a los dioses planetarios. Sin embargo, lo que hasta hoy
sabemos es que la introducción de la semana planetaria ocurrió mucho
más tarde, aproximadamente al principio de la era cristiana.11 Además,
no existe ninguna indicación en el Antiguo Testamento o en la antigua
literatura hebraica que relacione de algún modo el sábado con el culto
de Saturno.12 Por esas razones, entre otras, la hipótesis kenita es
desechada hoy prácticamente por todos los especialistas.13
Las fases de la luna. La teoría lunar, que vincula el origen del
sábado con los días asociados a las cuatro fases de la luna y/o con los
plenilunios, ha gozado de mayor popularidad. Esos días disfrutaron
aparentemente de cierto significado religioso en la antigua
Mesopotamia, el lugar de origen de Abraham. La prueba de la
existencia de tales días suele extraerse principalmente de un calendario
asirio que fue encontrado, entre otras tabletas cuneiformes, en el Museo
Británico en 1869 por el asiriólogo George Smith.14 Este calendario que
parece ser la transcripción de un original babilónico mucho más
antiguo,15 enumera los treinta días de un decimotercer mes o mes
intercalar y señala los días 7, 14, 19, 21, y 28 16 de ese mes como días
úmé lemnúti, es decir, desfavorables o nefastos (dies nefasti). En ellos
el rey, el sacerdote y el médico debían abstenerse-de realizar ciertas
actividades para no ofender a los dioses. 17 El origen de esos días
nefastos es atribuído por algunos entendidos a las cuatro fases de la
luna, que se producen aproximadamente cada siete días. 18 Según
ellos, los Hebreos habrían derivado su sábado del antiguo ciclo lunar
mesopotámico. 19 La mención del sábado al lado de la luna nueva en el
Antiguo Testamento, es presentada como un vestigio del origen lunar de
esa celebración. 20
Esta teoría, aunque aparentemente sugestiva, después de un
análisis más profundo, revela por lo menos tres inconsistencias. En
primer lugar, dado que la duración del mes lunar (lunación) no es de 28
días (4×7) sino de más de 29 (un período que no se puede subdividir en
cuatro semanas de siete días cada una),21 cualquier relación entre el
séptimo día y las fases de la luna debe ser considerada no como
primariamente original sino como un desarrollo secundario. En segundo
lugar, si los babilonios contaban los días nefastos en ciclos civiles
«semanales» (cosa que aparentemente nunca hicieron),22 sus ciclos
tenían por fuerza que interrumpirse al principio de cada mes, puesto que
el primer día (umu lemnu o 7° día) ocurría ocho o nueve días después
del último día nefasto (28° día) del mes anterior. Esta diferencia en el
número de días del ciclo dependía de que el mes lunar anterior tuviese
29 ó 30 días. Un ciclo tan irregular, subordinado al comienzo fluctuante
de cada mes lunar, difícilmente pudo dar origen al ciclo semanal
hebraico, formado por semanas invariables de siete días, contados
independientemente del ciclo lunar o solar. En tercer y último lugar, no
se ha encontrado todavía nada en los textos cuneiformes indicando que
los babilonios usasen esos días nefastos como divisiones «semanales»
del tiempo para fines civiles. Los preceptos conocidos para esos días
afectaban solamente al rey y a los sacerdotes, y no al pueblo en
general.23 Además, éste no era el único ciclo «semanal» vigente en
Babilonia, pues existen frecuentes referencias a la «división del mes en
seis partes, comportando un ciclo semanal de cinco días.»24 En
contraste con esto, el sábado hebreo (no nefasto sino sagrado) fue
siempre tenido como la única división del tiempo, tanto religiosa como
civil, y fue observado como festividad por la comunidad entera.
Sabattu. En varios documentos acadios de la antigua
Mesopotamia aparece el término ´sabattu, que tiene un sorprendente
parecido fonético con la palabra utilizada en Hebreo para designar el
sábado (´sabbat). El término aparentemente designaba el decimoquinto
día del mes, es decir, al día de la luna llena. Un ejemplo,
aproximadamente de la época de Abraham, se encuentra en la famosa
epopeya de la creación llamada Enuma Elish (5:18) donde Marduk dice,
dirigiéndose a la luna: «Al principio del mes, alzándote sobre la tierra, tus
luminosos cuernos durarán seis días. Al séptimo día serás (media)
corona. En el ´sabbatu, te opondrás (al sol) a la mitad del mes.»25 ¿Qué
significado se atribuía a dicho día? Aparentemente, el ´sabattu o día del
plenilunio estaba consagrado al dios lunar Sin, que ocupaba un lugar
destacado en el panteón babilónico.26 En varias tablillas el ´sabattu es
definido como úm núh libbi, expresión traducida comúnmente por «día
del descanso del corazón,» o «día del apaciguamiento.»27 El ´sabattu era
por consiguiente el día de la luna llena, cuando presumiblemente los
dioses eran apaciguados o aplacados.28 La semejanza aparente entre el
´sabattu acadio y el ´sabbat hebraico, así como la asociación existente
en el Antiguo Testamento entre el sábado y la luna nueva, han llevado a
algunos historiadores a deducir que el sábado, en su origen, no era una
festividad semanal sino mensual, relacionada con la celebración de la
luna llena. La transformación del sábado mensual en semanal se habría
realizado mucho más tarde, en tiempos de Ezequiel, como respuesta a
una necesidad de descanso.29
La notable ingenuidad de tal teoría ha sorprendido a algunos
eruditos. Karl Budde, por ejemplo, manifiesta su desacuerdo con tan
infundada hipótesis indicando que no hay «una sola palabra en Ezequiel
que prescriba ningún nuevo modo de celebrar el sábado. Al contrario,
Ezequiel se queja constantemente (20:12; 22:8, 26; 23:38; 44:24) de
que durante muchos años . . . Israel ha fallado en la observancia del
sábado en su significado tradicional .»30 Los defensores de la teoría
de la luna nueva también ignoran textos tan antiguos como 2 Reyes
4:23 y 2 Reyes 11:4-12, que hablan del sábado más de dos siglos antes
de la época de Ezequiel.31 Además, esos eruditos no consiguen explicar
cómo un «sábado mensual» pudo convertirse en un día semanal de
descanso y adoración, totalmente al margen de la luna llena. Si los
israelitas hubiesen observado realmente durante siglos la luna llena,
¿por qué no se conservan vestigios de esa observancia? Esta teoría
ignora además que el plenilunio en hebreo no se llama «´sabbat» sino
«kese» (Sal. 81:3), un vocablo sin ninguna relación etimológica con el
´sabattu acadio. Todo da a entender que el mes lunar babilónico (con
sus días nefastos y su ´sabattu) no ha ejercido ninguna influencia
directa en el origen del calendario y del sábado hebraicos. También
corrobora esta conclusión el hecho de que los nombres de los meses en
hebreo no tengan ninguna similaridad con los babilónicos.32 Cualquier
semejanza etimológica o ideológica entre los ´sabattu, días nefastos de
Babilonia, y el sábado de los hebreos debe ser explicada, por
consiguiente, sobre la base de una herencia semítica común. El pueblo
babilónico y el hebreo estuvieron relacionados entre sí lingüística y
culturalmente, y ambos pudieron fácilmente haber derivado sus
conceptos acerca del sábado a partir de una fuente común. Sin
embargo, como ocurre con los relatos de la creación (Enuma Elish) y
del diluvio (Epopeya de Gilgamesh), también el sábado de la creación
pudo haber sido deformado y convertido de un día sagrado en un día
nefasto relacionado con las fases de la luna. Pero una evolución de este
tipo sugiere no tanto una derivación como un deterioro del sábado
original. Desde luego, en el sabattu o día nefasto babilónico no se
encuentra ningún vestigio de los elevados propósitos y valores humanos
expresados en el sábado bíblico.
Períodos de siete días. Varios documentos mesopotámicos
antiguos mencionan acontecimientos o celebraciones que duraban un
período de siete días. Por ejemplo, dos inscripciones atribuídas al rey
Gudea de Lagash (cuidad-estado de Mesopotamia), quien gobernó en
el siglo XXI a. C., relatan unos actos de dedicación de un templo que
duraron siete días y citan la instalación de unas estelas que también
duró siete días.33 En las historias mesopotámicas del diluvio, la
duración de la tormenta fue de siete días y el primer pájaro fue enviado
afuera siete días después de que el barco encallase en una montaña.34
Basándose en estas referencias y en otras similares,35 algunos
historiadores han creído poder afirmar “sin la menor sombra de duda»
que el sábado del Antiguo Testamento deriva de una antigua semana
mesopotámica de siete días. 36 Sin embargo tan osada afirmación
se funda más en suposiciones que en hechos. Los argumentos en favor
de una primitiva semana babilónica, según el famoso arqueólogo
Siegfried H. Horn, «son desde luego exiguos, especialmente si se tienen
en cuenta los cientos de miles de documentos cuneiformes encontrados
en el valle de Mesopotamia. Si los antiguos sumerios, babilonios o
asirios hubiesen tenido una semana como la de los hebreos de los
tiempos bíblicos, o si le hubiesen conferido al séptimo día de tal semana
un valor sagrado, ciertamente habrían dejado constancia de ello.»37
La referencia a una fiesta de dedicación que duró siete días
difícilmente puede tomarse como prueba de la existencia de una
semana de siete días, sobre todo cuando «existen documentos de la
dedicación de muchos otros templos en otras fechas y por otros reyes,
con un período de celebración más corto o más largo. «38 Del mismo
modo los períodos de siete días mencionados en las historias
mesopotámicas del diluvio pueden representar una vaga reminiscencia
de la existencia de una semana de siete días en tiempos del diluvio
bíblico, pero no son necesariamente el reflejo de las costumbres
seguidas en el tiempo de la composición de dichas historias. El relato
bíblico del diluvio contiene reiteradas referencias a períodos de siete
días (Gn.8:8-12), aludiendo, como reconocen generalmente los
comentaristas, a la existencia de una semana de siete días.39 Las
historias cuneiformes del diluvio, a pasar de sus distorsiones y embellecimientos
legendarios, se mantienen mucho más cerca del relato bíblico
que todas las demás narraciones del diluvio existentes en el mundo.40
Esta semejanza sugiere la perduración de la noción bíblica de la
semana de siete días en textos literarios, aun cuando su uso civil
hubiese caído en olvido siendo reemplazado por ciclos «semanales»
más cortos.41 «La conclusión lógica– dice acertadamente Horn–es que
hubo en un tiempo una semana de siete días que se perdió antes de
que quedara constancia de ella en documentos históricos y de la que
sólo se conservaron imprecisos recuerdos.»42
2. Ocupación de Canaán
Institución social. E1 fracaso de las fuentes extra-bíblicas en
explicar el origen del sábado, ha forzado a los especialistas a volverse
de nuevo en sus investigaciones hacia los textos del Antiguo
Testamento. Esta nueva orientación de estudios ha llevado a algunos a
la conclusión de que el sábado fue instituído después de la ocupación
de Canaán.43 Las principales razones alegadas para su introducción son
esencialmente de orden social y económico. La necesidad de conceder
un día de descanso a los esclavos y la conveniencia de tener un día de
mercado para dedicar a la compraventa de productos habrían producido
la introducción del sábado como un «día libre».44 Con el tiempo, según
esta hipótesis, el sábado sufrió una evolución, pasando de ser una
institución social a una religiosa, es decir, de un día dedicado al reposo
de los siervos y al mercado, a un día dedicado a Yahweh. Este paso se
debería especialmente al esfuerzo de los profetas y sacerdotes, quienes
durante el exilio habrían desarrollado una teología del sábado para
promover su observancia religiosa.45
En apoyo de esta teoría se han adelantado aquellos textos que
presentan el sábado en términos sociales, particularmente Exodo 23:12
y 34:21. El primero prescribe el descanso en el séptimo día «para que
descanse tu buey y tu asno, y recobren sus fuerzas tus esclavos y el
extranjero.» El segundo insiste en la necesidad de observar el séptimo
día incluso en plena temporada de trabajo agrícola: «descansarás aun
en tiempo de siembra o de cosecha.» , La importancia concedida a estas
declaraciones radica en el hecho de que no contienen motivos
teológicos aparentes, por lo tanto se las ha contemplado como «la más
antigua versión de la ley del sábado.»46 Además, como esos textos se
refieren a actividades agrícolas, difícilmente practicables durante el
éxodo por el desierto, se ha supuesto que el sábado fue introducido
después del asentamiento en Canaán, como respuesta a las nuevas
necesidades sociales.
La lógica de esta argumentación no se puede negar, pero en
nuestra opinión, se basa en unas premisas injustificadas. Se da por
sentado, por ejemplo, que las inquietudes humanitarias precedieron a
las reflexiones y formulaciones teológicas, y por consiguiente, los textos
del Pentateuco que hablan del séptimo día estrictamente en términos
sociales deben reflejar la forma originaria de la observancia del sábado,
mientras que los textos que contienen implicaciones religiosas o
teológicas deben ser fechados en un período cronológicamente
posterior.47 ¿Qué pudo motivar esas consideraciones y legislaciones
humanitarias en una época en que la vida humana tenia tan poco valor?
Las supersticiones y las concepciones religiosas de aquellos tiempos y
pueblos difícilmente dan lugar a tales motivaciones, de las que, además,
no queda ningún vestigio. Por otra parte, ¿desde cuándo las
supersticiones han promovido la causa de los derechos humanos? Ese
no es, por lo menos, el caso de los pueblos contemporáneos del antiguo
Israel, que defendían la esclavitud y tenían un sistema legal para
mantenerla.48 Sin embargo, entre los israelitas las instituciones
sabáticas proveían un día de descanso para todos, incluidos los siervos,
y unas, disposiciones destinadas a la cancelación de las deudas (la
causa principal de la esclavitud entre ellos) y la emancipación de los
esclavos.49
Este sentido humanitario del sábado ¿no presupone razones y
motivaciones religiosas? Los motivos teológicos, sin embargo, no
siempre necesitan ser explícitamente expresados, especialmente
cuando el sábado forma parte de una legislación a la vez civil y religiosa
(cf. Ex. 23:12; 34:21). Los códigos civiles casi nunca explican
racionalmente las leyes en ellos contenidas. Sin embargo, por ejemplo,
en Exodo 23–un capítulo que contiene una gran variedad de leyes
civiles y litúrgicas–la observancia del sábado es justificada
teológicamente. En efecto, la llamada «primera versión del mandamiento
del sábado» (Ex. 23:12) está colocada en el contexto de una
amonestación encaminada a tratar humanitariamente a los menos
privilegiados: «No oprimirás al extranjero, pues extranjeros fuisteis
vosotros mismos en Egipto» (Ex. 23:9). Esta referencia a la dura
esclavitud egipcia de la que Dios libró a los israelitas, ¿no es una
importante razón teológica para amonestarles a portarse
humanitariamente con los demás?50 El sábado semanal tanto como el
año sabático ¿no eran medios valiosos para expresar el aprecio por el
favor recibido, manifestando compasión hacia otros? «Guardar el
sábado por amor al hombre»–escribe Abram Herbert Lewis–«es
guardarlo por amor a Dios.»51 Aún en nuestros días ¿no es cierto que el
agradecimiento por las bendiciones divinas recibidas sigue siendo un
importante motivo religioso para un comportamiento humanitario?
Y ¿qué decir acerca de las referencias al ganado, siervos y
esclavos, cuyo descanso era requerido incluso en los momentos
cruciales de las labores agrícolas? ¿Se deduce realmente de esta
reglamentación que el sábado fue introducido por primera vez después
de la ocupación de Canaán, cuando los israelitas asentados en el nuevo
país comenzaron a tener asalariados?52 Una conclusión semejante no
tendría en cuenta dos factores significativos. El primero, que los
israelitas en el período que precede inmediatamente a la conquista de
Canaán, según las más recientes investigaciones, no vivieron como
nómadas sino como semi-nómadas, con asentamientos prolongados en
los límites del desierto (probablemente de Néguev).53 Esta circunstancia
explicaría la introducción de leyes relacionadas con la agricultura antes
de la colonización de Canaán. El segundo, que aun aceptando que los
israelitas viviesen como nómadas en el desierto, y no poseyesen
bueyes, asnos, esclavos ni tierras cultivables, un excepcional legislador
como Moisés pudo perfectamente ver más allá de la condición
inmediata de su pueblo y promulgar leyes para situaciones futuras. Los
«Padres Peregrinos», cuando desembarcaron en Cape Cod ¿no firmaron
el «Mayflower Compact», que fue durante años el principal reglamento
de gobierno de la colonia de Plymouth?54 ¿Por qué negarle esa
capacidad de previsión a Moisés?
Los días de mercado y el número siete. Para explicar cómo
los israelitas llegaron a escoger el séptimo día como día de descanso
después de la ocupación, se han aducido a veces las influencias
cananeas del día de mercado o del número siete. ¿Adoptaron los
israelitas el sábado de los cananeos, como algunos sugieren?55 Esta
posibilidad parecería válida siendo que los cananeos ejercieron una
influencia considerable sobre los israelitas. El hecho es, sin embargo,
que no se ha encontrado ningún vestigio relacionado con el sábado ni
entre los cananeos ni entre sus principales vecinos, los fenicios.56
¿Desarrollaron los israelitas el sábado a partir de un determinado día de
mercado semanal?57 Días de mercado, sucediéndose regularmente
cada cinco, seis, ocho o diez días, existen en numerosos pueblos. El
problema de esta teoría reside en que no se conserva ninguna huella de
este tipo de mercado semanal en Palestina y mucho menos
sucediéndose a intervalos de siete días. Al contrario, la condena
rotunda hecha por los profetas contra las actividades comerciales en
sábado sugiere más bien que ese día en algún momento degeneró en
día de mercado, en lugar de que lo fue originariamente (Neh. 13:14-22;
Jr. 17:19-27; Am. 8:5).
¿Proviene el sábado israelita del gran valor simbólico conferido
al número siete por muchos pueblos del antiguo cercano Oriente?58
Algunos han supuesto que el número siete, a causa de su prestigio, fue
usado en un primer tiempo para fijar la duración de las fiestas de
primavera y otoño (la fiesta de los Azimos y la de las Cabañas duraban
siete días cada una), y que más tarde esas unidades de siete días
fueron usadas para medir el tiempo a lo largo del año.59 Esta hipótesis
es interesante pero no llega a explicar, en primer lugar, por qué el
número siete consiguió tal prestigio. En realidad, sería más lógico
pensar que la existencia de un ciclo semanal de siete días haya influido
en la duración de las fiestas anuales que viceversa.60 Es evidente que
existe una relación entre la semana de siete días, la duración de las
fiestas anuales y el número siete. Pero, dado que el número siete no
corresponde a ninguna medida astronómica de tiempo conocida, la
mejor explicación acerca de su procedencia y uso sigue siendo el relato
bíblico de la bendición y santificación divina del séptimo y último día de
la creación.
Este rápido vistazo nos ha permitido observar algunas de las
inconsistencias de los actuales criterios usados para defender el origen
del sábado como una institución social originada durante el
asentamiento de Israel en Canaán. Hemos visto que esta teoría no
aporta ninguna alternativa convincente que explique el origen del
sábado, porque se basa en una arbitraria selección de textos y en una
hipotética influencia de un posible día de mercado o del número siete.
3. El exilio
¿Innovación o consolidación? El período del exilio judío en
Babilonia (605-539 a. C.) ha sido generalmente considerado de crucial
importancia para la historia del sábado. Para algunos estudiosos del
tema, aludidos anteriormente, 61 el exilio fue la circunstancia precisa que
le dio origen. Para otros, el periodo exílico y postexílico representan el
punto de partida del desarrollo teológico y litúrgico del sábado.62 No
necesitamos detenernos en la primera de estas opciones, pues, como
ya hemos visto, es desmentida abiertamente por las referencias bíblicas
pre-exílicas acerca del sábado. La segunda tesis, sin embargo, merece
ser tomada en consideración. Se pretende en ella que el exilio
contribuyó por partida doble a transformar el sábado de una institución
social (un día de descanso para los esclavos y el ganado) en una
festividad religiosa (un día para el culto divino). Por una parte, la pérdida
de la patria, los bienes y los esclavos habría eliminado las razones
sociales para el descanso sabático, al tiempo que habría inducido a los
israelitas a buscarle otras justificaciones teológicas. Por otra parte, la
pérdida de un lugar sagrado propio (el templo de Jerusalén, 586 a. C.)
habría sido compensada por un tiempo sagrado propio (el sábado)
capaz de proporcionarles un marco para la adoración, incluso en el
exilio.63
El Antiguo Testamento, sin embargo, no corrobora esta teoría.
Los profetas del exilio no introdujeron ninguna innovación en la teología
o la observancia del sábado. Ezequiel, por ejemplo, no prescribe nada
nuevo ni en cuanto al modo ni en cuanto a los motivos de la celebración
del sábado.64 Al contrario, este profeta llega a considerar la profanación
del sábado en el pasado como la causa principal de las calamidades
que habían caído sobre Israel (Ez. 20:15-16, 21, 36; 22:26, 31). Para
promover el regreso a la correcta celebración del sábado, Ezequiel no
apela a unas nuevas razones teológicas sino al antiguo significado
histórico del sábado, concretamente, el de servir como «signo» o señal
del pacto existente entre Israel y Dios (Ez. 20:12, 20). Esta función del
sábado como señal de alianza se hizo más patente durante la
experiencia del exilio, al haberse convertido en una realidad presente la
amenaza de dispersión, e incluso de extinción. Ezequiel, sin embargo,
presenta el significado y la función del sábado en el marco de la alianza
entre Dios y su pueblo, no como un nuevo concepto aparecido con la
experiencia del exilio sino como una creencia tradicional arraigada en el
origen histórico de Israel durante el éxodo. En otras palabras, la fuerza
del argumento del profeta reside en la aplicación de un sentido que el
sábado había tenido desde mucho antes de la deportación a
Babilonia.65
¿Se convirtió el séptimo día en un tiempo sagrado como
resultado de la pérdida de un lugar sagrado (el templo de Jerusalén? De
nuevo, las declaraciones de Ezequiel se oponen a ello, pues en sus
escritos encontramos frecuentes referencias que relacionan el sábado
con los objetos del culto (Ez. 22:26; 23:38) y con los servicios del futuro
templo (Ez. 45:17; 46:1-4, 12).66 La carencia de un lugar de culto
durante el exilio no parece haber contribuído tanto a la introducción de
grandes innovaciones ideológicas o rituales como a la consolidación
de las instituciones ya existentes, entre ellas el sábado. Así lo
corroboran los mensajes dados por Jeremías y las medidas tomadas
por Nehemías después del exilio, por ejemplo, para impedir las
actividades comerciales en Jerusalén durante el sábado (Jr. 17:19-27;
Neh. 10:31, 33; 13:15-22). Esas medidas no van encaminadas a
transformar el carácter del sábado sino a corregir a sus transgresores.
Estas observaciones no pretenden negar que más tarde (durante
el período intertestamentario) el concepto del sábado sufrió
considerables cambios. De hecho, el sábado llegó a ser tenido por los
judíos como un don exclusivo de Dios para Israel.67 Este exclusivismo
fue alimentado tanto por el judaísmo rabínico como por el sectario,
ambos empeñados en levantar en torno a ese día barreras protectoras
para asegurar su correcta observancia. 68 Desgraciadamente, como
denuncian severamente los Evangelios, esas barreras se convirtieron
en una pesada carga legalista en vez de una guía espiritual para la
genuina celebración del sábado.69 Esta evolución ocurrió, sin embargo,
después determinado el Antiguo Testamento.
¿Qué conclusiones podemos sacar de este somero examen de
las principales hipótesis sobre el origen del sábado? Hemos visto que
todas las conjeturas relativas a la época (éxodo, asentamiento, exilio) y
a las causas (astronómicas, sociológicas, mágicas) del origen de la
celebración del séptimo día de la semana, complican el problema más
que lo aclaran. No se puede presentar ninguna prueba de que el sábado
derive del culto al planeta Saturno, de las fases de la luna, de los días
de mercado, del valor sagrado del número siete o del exilio. Nos
preguntamos si muchos de esos esfuerzos por reducir el sábado a un
fenómeno mítico o sociológico no serán un reflejo del deseo
–consciente o no–de algunos de liberarse a sí mismos de la necesidad
de enfrentarse con el sentido y la observancia de ese día. Esperamos,
sin embargo, que los infructuosos intentos por descubrir la «prehistoria»
del sábado en fuentes extrabíblicas sirvan para contribuir a la
revalidación del relato bíblico sobre su origen y significado.
PARTE III: EL SABADO DE LA CREACION
1. Objeciones y objetores al sábado de la creación
Las teorías sobre el origen del sábado que acabamos de ver
reflejan las conclusiones de la critica reciente. Pero, por extraño que
parezca, la relación entre el sábado y la creación ya había sido
impugnada desde mucho antes por sectores tan «conservadores» como
los judíos de Palestina, los Padres de la Iglesia, algunos Reformadores
y, más recientemente, los modernos dispensacionalistas. ¿Cuáles son
las razones de ese continuo rechazo, a lo largo de los siglos, del origen
edénico del sábado a pesar de las reiteradas declaraciones del
Pentateuco (Gn. 2:1-3; Ex. 20:11; 31:17)? Son varias. Veamos
brevemente algunas de las principales.
Crisis de identidad. El imperioso deseo de preservar su
identidad judía en un tiempo en que la presión helenística les impelía a
abandonar el judaísmo, llevó, al parecer, a algunos rabinos de Palestina
a reducir el alcance del sábado, haciéndolo pasar de una norma
establecida en la creación para toda la humanidad a un precepto dado
por Moisés exclusivamente para Israel. Los enérgicos esfuerzos del rey
sirio Antíoco Epífanes en llevar a cabo su programa de radical
helenización de los judíos favorecieron especialmente esta evolución.
Como resultado de la prohibición de ofrecer sacrificios y de guardar el
sábado (175 a.C.) muchos judíos abjuraron de su fe , “sacrificaron a los
ídolos y profanaron el sábado» (1 Mac. 1:43). Los judíos piadosos
resistieron heroicamente contra la helenización, prefiriendo el martirio a
quebrantar el sábado (1 Mac. 2:32-38). La necesidad de preservar su
identidad religiosa en ese tiempo de crisis fomentó una visión
nacionalista y exclusivista del sábado. En el libro de los Jubileos se lee:
«El (Dios) no permitió a ningún otro pueblo observar el sábado en ese
día sino sólo a Israel; a él sólo le fue otorgado celebrarlo» (2:31).70 Si se
encuentra alguna mención de la observancia del sábado por los
patriarcas, se la considera como una excepción «antes de que (el
sábado) fuese dado» a Israel. 71
Esta noción del sábado como una institución exclusivamente
judía establecida no en la creación y para toda la humanidad, sino por
Moisés y para Israel sólo, hace aparecer a Dios como culpable de
favoritismo y discriminación. Debemos decir, en honor a la verdad, que
esta concepción representa sólo una tendencia del pensamiento judío,
desarrollada tardíamente al margen de la tradición original. Surgió en
oposición al concepto del sábado en el judaísmo helenístico (griego), en
el que se lo consideraba como un legado dado en la creación a la
humanidad entera.72 De hecho, incluso en la literatura palestina (tanto
apocalíptica como rabínica) hay abundantes menciones de Dios, Adán,
Set, Abraham, Jacob y José como fieles observadores del sábado. 73
Necesidad apologética. Algunos Padres de los primeros siglos
adoptaron la noción del origen mosaico y del carácter exclusivamente
judaico del sábado, y la usaron como arma apologética contra aquellos
cristianos que mantenían la vigencia del mandamiento del sábado en la
dispensación cristiana. Su argumento más común, al que recurrían
frecuentemente, decía que si los patriarcas, siendo hombres justos, no
practicaron esta costumbre es porque se trataba de un precepto
temporal, dado por Moisés y destinado a ser observado exclusivamente
por los judíos a causa de su infidelidad.74 La reducción del día de
reposo a un infame signo judío de desobediencia puede reflejar la falta
de buenos argumentos apologéticos en un momento dado, pero no la
comprensión de los valores permanentes que la Escritura había
conferido al séptimo día.
Ausencia de la palabra «sábado.» En el texto de Génesis 2:2-3
se encuentra una triple referencia al «séptimo día», pero no se menciona
la palabra «sábado.» Para algunos esta ausencia indica que el sábado
no fue instituido en la creación sino en tiempos de Moisés.75 Es cierto
que el término «sábado» no aparece en este pasaje, pero también lo es
que la forma verbal utilizada es sabat (cesar, descansar, reposar) y, tal
como ha señalado Cassuto, esta forma «contiene una alusión al nombre
del sábado.» 76 Además, como observa inteligentemente este mismo
autor, el uso de la expresión séptimo día en lugar de sábado puede
reflejar la intención del escritor de subrayar la vigencia permanente de
ese día, independientemente y al margen de cualquier asociación con
los «sábados» astrológicos de los pueblos paganos.77 Señalando un
orden permanente, el séptimo día refuerza el mensaje cósmico del
relato de la creación, a saber, que Dios es a la vez el Creador y el Señor
de este mundo. En el libro del Exodo, sin embargo, donde el séptimo
día es mencionado en el contexto del origen no del cosmos, sino del
pueblo de Israel, el séptimo día es llamado específicamente «sábado»,
quizá para enfatizar su función histórica y soteriológica. Sobre esta
dimensión del sábado trataremos en los capítulos III y V.
Ausencia de un mandamiento. La ausencia en Génesis 2:2-3
de un mandato específico sobre la observancia del séptimo día, se ha
interpretado como una prueba adicional de que el sábado no tiene que
ver con ningún precepto divino ni con ninguna norma ética destinada a
la humanidad entera, siendo tan sólo una institución ceremonial
introducida por Moisés en Israel justificada con un presunto origen en la
semana de la creación.78 Este argumento acusa a Moisés de
distorsionar la verdad, o por lo menos, de haber cometido el grave error
de pretender que el sábado era una creación divina, cuando en realidad
era su propia creación. Tal acusación pone seriamente en duda no sólo
la integridad de Moisés, sino también la fiabilidad del texto bíblico.
¿Qué es lo que da a un mandato divino su carácter moral y
universal? ¿No se considera ley moral aquella que refleja la naturaleza
divina? Si es así, ¿pudo revelar Dios de un modo mejor la naturaleza
moral del sábado que convirtiendo en precepto su propia conducta
divina? ¿Hay algún principio que establezca que el ejemplo divino tiene
menor autoridad que su mandato? ¿No tienen más valor los actos que
las palabras? «El modo de actuar de Dios», escribe John Murray, «es el
modelo que sirve de ejemplo para la actuación humana. No cabe duda
de que en Génesis 2:3 hay por lo menos una alusión a la observancia
del séptimo día de la semana por parte del hombre.79 El hecho de que el
sábado sea presentado en el texto de la creación como un ejemplo
divino y no como un mandato, puede muy bien expresar la intención
divina de que el sábado fuese entendido en un mundo sin pecado, no
como una imposición alienante sino como una respuesta libre del
hombre ante la bondad de su Creador. Al aceptar ponerse
especialmente a la disposición divina en el sábado, el hombre podía
experimentar una renovación y un enriquecimiento físico, mental y
espiritual constantes. Siendo que esas necesidades no desaparecieron
con la caída sino que fueron aumentando, la función moral, universal y
perpetua del precepto del sábado fue reiterada más tarde bajo la forma
de un mandamiento. 80
Ausencia de ejemplos. El argumento más antiguo y quizá el
más fuerte que se haya avanzado contra la procedencia edénica del
sábado es la ausencia de menciones explícitas de su observancia
durante todo el período patriarcal desde Génesis 2 hasta Exodo 16.81
Las fuentes extra-bíblicas, como vimos anteriormente, sólo aportan
unas cuantas indicaciones acerca de algún tipo de «sábado» primitivo
entre los pueblos semitas de la antigua Mesopotamia. En realidad,
teniendo en cuenta la naturaleza del sábado, difícilmente podemos
esperar que se encuentren claras evidencias de su observancia entre
los pueblos paganos. Sin embargo, esas evidencias deberían
encontrarse en el caso de los patriarcas. ¿A qué se debe ese aparente
silencio? ¿Es posible que desde Adán hasta Moisés, por alguna razón
inexplicable, el sábado dejase de ser observado? Un caso parecido a
éste ocurrió con la fiesta de las Cabañas, que dejó de celebrarse desde
el tiempo de Josué hasta el de Nehemías, durante casi mil años (Neh.
8:17). También es posible. que la costumbre de guardar el sábado no se
haya mencionado por considerarla demasiado evidente. Esta última
posibilidad parece más verosímil por varias razones.
Primera: en la Biblia encontramos otro caso semejante, pues
tampoco se menciona el sábado desde Deuteronomio hasta 2 Reyes.
Este silencio difícilmente puede interpretarse como una prueba de no
observancia del día de reposo, ya que la primera referencia que rompe
este silencio (2 Reyes 4:23), lo hace considerándolo como una
festividad comúnmente celebrada. Segunda: el libro de Génesis no
contiene leyes, como el libro de Exodo, sino sólo un esquemático relato
acerca de los orígenes. Al no mencionar ninguno de los otros
mandamientos, su silencio en cuanto al sábado no es nada excepcional
82 Tercera: a lo largo del libro del Génesis y en los primeros capítulos
del Éxodo 83 hay varias referencias a la semana de siete días, que
implican, por consiguiente, la existencia del sábado. El período semanal
de siete días se menciona cuatro veces en el relato del diluvio (Gn. 7:4,
10; 8:10, 12). El término «semana» se usa también para describir la
duración de los festejos nupciales de Jacob (Gn. 29:27), así como para
la duración del duelo por su muerte (Gn. 50:10). Un idéntico período de
tiempo dedicaron los amigos de Job para expresar su condolencia al
patriarca enfermo (Job 2:12). Probablemente los ceremoniales referidos
terminan con la llegada del sábado.
Un argumento más: el sábado es presentado en Exodo 16 y 20
como una institución ya existente. Las instrucciones para recoger doble
porción de maná en el sexto día presuponen el conocimiento del
significado del sábado. «En el sexto día prepararán para guardar el
doble de lo que suelen recoger cada día» (Ex. 16:5). La falta de
explicación sobre la necesidad de recoger doble cantidad el sexto día
sería incomprensible si los israelitas no hubiesen tenido ya un
conocimiento previo del sábado. Del mismo modo, en Exodo 20, el
sábado aparece como algo familiar. El mandamiento no dice «desde
ahora guardarás el sábado» sino «acuérdate del sábado» (Ex. 20:8), lo
que implica que ya era conocido. Más aún, el mandamiento presenta el
sábado como originado en la creación (Ex. 20:11) y por lo tanto no deja
opción a la idea de una festividad introducida tardíamente. 84
Especular sobre el modo en que los patriarcas guardaron el
sábado es un esfuerzo estéril, pues se basaría más en la imaginación
que en los datos. Considerando, sin embargo, que la esencia del
sábado no es un lugar donde ir para cumplir con unos ritos, sino un
tiempo para dedicar a Dios, a los demás y a sí mismo, 85 es
perfectamente verosímil que los patriarcas ocupasen ese tiempo
sagrado junto con los suyos en actos religiosos tales como la oración
(Gn. 12:8; 25), los sacrificios (Gn. 12:8; 13:18; 26:25; 33:20) y la
enseñanza (Gn. 18:19).
Tendencias legalistas. Las anteriores objeciones contra un
sábado procedente de la creación, han sido planteadas por algunos
cristianos en reacción contra la manera excesivamente legalista en que
el sábado ha sido guardado por la mayoría de los defensores de esa
procedencia.86 Su reacción es desde luego justificada. Lo que no se
puede justificar es el rechazo de un precepto por el hecho de que
alguien lo haya pervertido. Desgraciadamente los legalistas tienden a
olvidar que Cristo, por su enseñanza y ejemplo, hizo del sábado un día
de «gracia» y no de «sacrificio» (Mt. 12:8); un tiempo destinado a amar a
Dios y al prójimo, y no a exhibir la piedad personal cumpliendo ciertos
ritos. Una comprensión correcta de la experiencia del sábado puede ser
un buen antídoto contra el legalismo. Porque el sábado no nos enseña a
trabajar en favor de nuestra salvación (legalismo) sino a descansar de
todos nuestros trabajos, para que, como muy bien dijo Calvino, «Dios
pueda trabajar en nosotros.»87
Conflicto con la ciencia moderna. Para terminar este vistazo a
las objeciones contra el sábado creacionista, debemos mencionar
también a aquellos que rechazan esta enseñanza bíblica porque no
pueden reconciliarla con las teorías actuales acerca de los orígenes. La
teoría más generalmente extendida propone que al final de un largo
proceso de millones de años la vida apareció «espontáneamente» en la
superficie de la tierra, y fue evolucionando a partir de su forma
unicelular más simple, hasta las formas actuales. Para conciliar esta
idea con el relato de la creación, algunos bienintencionados teólogos
han interpretado la semana de la creación, no como un período de seis
días literales, sino como seis eras geológicas.88 Otros prefieren ver la
semana de la creación como un tiempo durante el cual Dios fue
revelando al hombre sus actividades creadoras y sus extraordinarios
atributos. Es obvio que ambas interpretaciones rechazan el sentido del
sábado, puesto que presuponen que Dios no santificó realmente ni el
séptimo día ni ningún otro.
El problema que encontramos en la lógica científica es, como
muy bien lo plantea Herold Weiss, que ésta «se niega a dejarse informar
por la teología.»89 Cuando alguien se limita a creer sólo lo que puede
demostrarse en los laboratorios, ha optado por seguir la pista de sus
raíces descendiendo hasta el más bajo espécimen biológico, en vez de
seguirla ascendiendo hasta la imagen de Dios. En última instancia,
esta actitud conduce al ser humano a no creer más que en sí mismo. La
trágica consecuencia de tal filosofía es que acaba por vaciar la vida y la
historia humana de todo sentido, despojando a ambas de su origen y su
destino divinos. La vida se reduce a un mero ciclo biológico cuyo
principio y fin sólo se explican por el azar. Y así, la realidad última no es
Dios sino la materia, considerada históricamente como eterna o mala. El
registro de la creación, con el sábado como memorial, es un reto a este
nihilismo. Es un desafío a cada generación–esté alienada por las
supersticiones o por la técnica–a reconocer que el mundo es una
creación y un don de Dios al hombre, y que la vida humana tiene
sentido porque está enraizada en Dios.
¿Es realmente necesario poder explicar la semana de la
creación a la luz de las teorías actuales para poder aceptar el sábado
como un precepto divino? ¿Tiene la ciencia contemporánea los
conocimientos e instrumental necesarios para determinar cuánto tiempo
se necesita para «crear» un sistema solar como el nuestro con todas sus
multiformes manifestaciones de vida? Algunos parecen olvidar que la
ciencia sólo puede observar y medir los procesos de conservación y
desintegración en curso. De hecho, la ciencia moderna, al suponer que
los procesos actuales han funcionado siempre en el pasado como en el
presente (uniformismo), está excluyendo la posibilidad del proceso
creador del fiat divino (Dios llamando a los seres a la existencia). De
modo que el problema, en última instancia, no es cómo reconciliar la
semana de la creación con las teorías modernas acerca del origen, sino
cómo conciliar la doctrina bíblica de la creación divina con los
supuestos «científicos» de la generación espontánea. ¿Es posible
armonizar ambas posiciones? Evidentemente no, puesto que las dos
parten de premisas que se excluyen mutuamente. Una sólo acepta
causas naturales, mientras que la otra reconoce a Dios como Causa
Sobrenatural: «Por la fe entendemos que el universo fue creado por la
palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se
veía» (He. 11:3).
Si aceptamos por fe que Dios creó este mundo, ¿por qué
rechazar entonces lo que El nos ha revelado acerca del tiempo que
utilizó para crearlo? Alguien podría objetar que la noción de un Dios que
crea y descansa dentro de los límites de una semana literal va en contra
de su naturaleza eterna y omnipotente. Es evidente que el Dios
Todopoderoso no necesita ni días literales ni eras geológicas para crear
nuestro mundo: su deseo basta para traerlo a la existencia (Sal. 33:6).
Pero el hecho de que en su revelación Dios nos diga que prefirió usar
un esquema temporal a escala humana en vez de uno a escala divina
para crear nuestro mundo, ¿no pone de relieve otro atributo igualmente
importante de su naturaleza divina, a saber, el amor? La intención divina
al situar la creación en el marco limitado del tiempo humano, ¿no sería
la de dar al hombre un ejemplo del equilibrio semanal ideal entre trabajo
y descanso? ¿No sería ya un indicio de su divina voluntad de entrar
incluso en los límites de la naturaleza humana para llegar a ser
«Emanuel», «Dios con nosotros»? Pero esta dimensión del sábado la
estudiaremos más adelante.90 De momento concluimos que el poner en
duda el origen divino del sábado a fin de armonizar la semana de la
creación con ciertas teorías evolucionistas lleva consigo el rechazo no
sólo del mensaje de Génesis 1:1-2:3, sino también del cuarto
mandamiento, que habla de seis días literales de creación y un día
literal de descanso santificado por Dios cuando acabó de crear el
mundo (Ex. 20:11).
2. El sábado de la creación en las Escrituras
En este rápido vistazo a las principales objeciones contra el
sábado de la creación, se han manejado principalmente textos
procedentes de Génesis y Exodo, los dos primeros libros de la Biblia.
Esto podría dar la impresión de que el resto de las Escrituras y de la
historia no mencionan el tema. La verdad es, sin embargo, que existen
referencias apoyando el origen edénico del sábado tanto en otras partes
de la Biblia como fuera de ella. Vamos a exponer brevemente algunas
de esas referencias para que el lector tenga una visión más completa
del asunto en su perspectiva bíblica e histórica.
Marcos 2:27. Dos significativas declaraciones de Jesucristo,
registradas en Marcos 2:27 y Juan 5:17, aluden al sábado de la
creación. En el texto de Marcos, Cristo dice: «El sábado fue hecho para
el hombre, no el hombre para el sábado» (2:27). El contexto de esa
afirmación es el siguiente: los discípulos, para saciar el hambre, habían
comido espigas de trigo en el lindero de un campo, por lo que habían
sido acusados de transgredir el sábado. Para refutar tal acusación y
para demostrar que la función principal del sábado es proteger y no
mermar el bienestar físico y espiritual del hombre, Cristo apela al
propósito inicial de ese día, diciendo: «El sábado fue hecho para el 91
hombre; y no el hombre para el sábado» (Marcos 2:27).92
El vocabulario utilizado en este pasaje es muy revelador. El
verbo hacer» (ginomai) alude a la «creación» del sábado 93 y el
sustantivo «hombre» (anthropos) se refiere a la humanidad en general.
De modo que, para establecer el valor universal y humano del sábado,
Cristo apela a su origen inmediatamente posterior a la creación del
hombre. ¿Por qué? Porque para Dios la ley instituida en el origen es
suprema. Así lo indica también en otra ocasión en que, lamentando la
corrupción de la institución del matrimonio en tiempos del código
mosaico, Jesús recurre a la ley del Edén, diciendo: «En el principio no
era así» (Mateo 19:8).94 Cristo, pues, apunta a la creación como origen
tanto del sábado como del matrimonio para hacer resaltar su valor
fundamental para la humanidad.
Juan 5:17. El cuarto Evangelio recoge otra significativa
declaración de Jesús acerca del sábado. Acusado por haber realizado
una curación en sábado, se defiende diciendo: «Mi Padre hasta ahora
obra y yo obro» (Juan 5:17). Algunos estudios sobre este pasaje han
interpretado el «obrar» de Dios como una referencia a su cuidado
providente (cura continua) o a la creación continua (creatio continua),
dándole al adverbio traducido por «hasta ahora» el significado de
«continuamente» o «siempre.»95 Basándose en esa interpretación, se ha
sostenido que la alusión al continuo trabajo de Dios, ya sea creando o
conservando, ignora y anula la ley del sábado.
Tal conclusión es errónea, al menos por dos razones. Primera,
porque en el Evangelio de Juan la obra y el obrar de Dios no se
identifican con la creación o la providencia, sino explícita y
repetidamente con la labor redentora de Cristo (cf. Juan 4:34; 6:29;
10:37-38; 14:11; 15:24; 9:3). Segunda, porque el adverbio «hasta ahora»
no resalta la constancia sino la iniciación y culminación de la obra de
Dios. En otras palabras, Dios está actuando desde el primer sábado
hasta este mismo momento, y hasta la conclusión de su obra en el
sábado final. El adverbio «hasta ahora» presupone un «principio» y «un
fin». El principio es el primer sábado cuando Dios terminó la creación, y
el fin es el último sábado cuando la redención se haya concluido. Los
sábados entre el primero y el último no son para Dios y sus criaturas
(Juan 9:4) un tiempo de descanso ocioso, sino de «labor» responsable
en favor de la salvación de los hombres. Concluimos, por lo tanto, que
Cristo, al referirse en Juan 5:17 a la labor creadora divina para justificar
la legitimidad de la realización de su ministerio redentor en ese día,
ratifica implícitamente el origen edénico del sábado.
Hebreos 4:1-11. E1 origen del sábado es también relacionado con
la creación por el autor de la epístola a los Hebreos.96 En su cuarto
capítulo explica la naturaleza universal y espiritual del descanso
sabático citando juntos dos textos del Antiguo Testamento: Génesis 2:2
y Salmo 95:11. El primer texto remonta el origen del descanso sabático
a la creación, cuando «Dios descansó en el séptimo día de todas sus
obras» (He. 4:4; cf. Gn. 2:2-3). El último (Sal. 95:11) muestra que el
descanso divino incluye también el gozo de la salvación que se
encuentra al entrar personalmente en el «descanso de Dios» (He. 4:3, 5,
10). Pasando por alto las demás enseñanzas acerca del sábado
sugeridas en. este pasaje,97 destacaremos solamente que para su autor
el sábado no se originó en tiempos de Josué, durante el asentamiento
en Palestina (He. 4:8), sino en la creación misma, cuando «Dios
descansó en el séptimo día de todas sus obras» (He. 4:4). E1 contexto
indica claramente que el autor se refiere a las «obras» de la creación,
puesto que explica que las obras de Dios «fueron acabadas desde la
fundación del mundo» (He. 4:3). Así, pues, en Hebreos 4 no sólo se
acepta el sábado de la creación, sino que se lo presenta como la base
para entender el propósito último de Dios para con su pueblo.
3. El sábado de la creación en la historia
La tradición judía. Pasando ahora de las fuentes bíblicas a las
extra-bíblicas encontramos un amplio reconocimiento del origen
creacionista del sábado, tanto en la historia del judaísmo como en la del
cristianismo. Los judíos desarrollaron dos posiciones diferentes en
cuanto al origen del sábado. En líneas generales, los dos puntos de
vista se distinguen por su procedencia geográfica y por su terminología.
El judaísmo palestino (hebreo), como vimos anteriormente, redujo el
sábado al nivel de un precepto exclusivamente judío relacionado con el
origen de Israel como nación en tiempos de Moisés. Este punto de vista
no representa, sin embargo, la tradición original sino un desarrollo
secundario que fue favorecido por la necesidad de preservar la
identidad judía frente a las presiones helenísticas (especialmente en
tiempos de Antíoco Epífanes, 175 a. C.), encaminadas a hacer
abandonar la religión judía. Y así, incluso en la literatura palestina, hay
referencias al origen creacionista del sábado. Por ejemplo, el Libro de
los Jubileos (en torno a 140-100 a. C.), dice por una parte que Dios
permitió guardar el sábado «sólo a Israel» (Jub. 2:31) y por otra parte
afirma que Dios «guardó el sábado en el séptimo día y lo santificó por
todas las edades, y lo puso por señal de todas sus obras» (Jub. 2:1).
En la literatura judía helenística (griega), el sábado es
unánimemente considerado como una institución para todos los
hombres que se remonta a la creación. Aristóbulo, el predecesor de
Filón, por ejemplo, escribe en el siglo segundo a. C., que «Dios el
creador de todo el mundo nos ha dado también el séptimo día para
descansar porque la vida de todos los hombres está llena de fatigas. «98
Dos siglos más tarde, Filón trató ampliamente el tema del sábado. No
sólo remonta el origen del sábado a la creación, sino que se complace
en llamarlo «el aniversario del mundo.»99 Refiriéndose al relato de la
creación, escribe lo siguiente: «Se nos dice que el mundo fue hecho en
seis días y que en el séptimo cesó Dios de su obra para contemplar lo
que tan perfectamente, había creado, y por lo tanto ordenó a los que
deberían vivir como ciudadanos de este mundo seguir su ejemplo en
ésta como en otras cosas.»100 Precisamente porque el sábado existe
desde la creación, Filón insiste en que es «la festividad del universo y no
la de un sólo pueblo o país, y sólo ella merece propiamente el nombre
de universal porque pertenece a todos los pueblos. «101
La Iglesia Primitiva. El reconocimiento del origen creacionista del
sábado se encuentra también en documentos de la Iglesia primitiva,
incluso en casos en que sus requerimientos son discutidos o aplicados
al domingo. En la Didascalia Siriaca (hacia 250), por ejemplo, la
controversia entre el sábado y el domingo gira en torno a cuál de los
dos días tiene prioridad con respecto a la creación. El domingo es
«superior» al sábado porque le precedió en la semana de la creación.
Como primer día de la creación, el domingo representa «el principio del
mundo.» 102 En el tratado Sobre el Sábado y la Circuncisión, contado
entre las obras de Atanasio (296-373), se argumenta la superioridad del
domingo sobre el sábado contraponiendo la creación a la redención: «El
sábado fue el final de la primera creación; el día del Señor fue el
principio de la segunda, en la cual El renovó y regeneró la antigua.»103 El
hecho de que tanto los observadores del sábado como los del domingo
hayan apelado a la creación como argumento para defender la
legitimidad del reposo en un día o en otro, demuestra la importancia que
tenia para ellos la cuestión de su origen.
En las llamadas Constituciones de los Santos Apóstoles (hacia
380) se amonesta a los cristianos a «observar el sábado y la fiesta del
Día del Señor; porque aquél es el memorial de la creación y ésta el de
la resurrección.» 104 En esta obra hay varias referencias más al sábado
de la creación. Por ejemplo, una oración alusiva a la encarnación de
Cristo empieza con las siguientes palabras: «Oh Dios Todopoderoso, Tú
has creado el mundo por medio de Cristo y has señalado el sábado en
memoria de ello, porque en ese día tú nos has hecho descansar de
nuestras obras para meditar en tus leyes.»105 El tema del sábado
creacionista, como observó Jean Daniélou se encuentra «en el centro
del pensamiento de San Agustín.»106 La culminación de la semana de la
creación da pie a Agustín (354-430) para desarrollar dos importantes
conceptos. El primero es la noción de la marcha de la historia de este
mundo hacia un reposo final en la paz de Dios. En otras palabras, la
consecución del descanso eterno representa para Agustín el
cumplimiento del «sábado que el Señor aprobó al final de la creación,
como está escrito, ‘Dios descansó en el séptimo día de todos sus
trabajos.»‘107
El segundo comentario de Agustín sobre el sábado de la creación
podría definirse como el paso místico del alma humana del desasosiego
al descanso de Dios. Como ejemplo podemos citar en uno de los más
sublimes capítulos de sus Confesiones, la oración siguiente: «¡Oh
Señor Dios, Tú que nos has dado todo, concédenos también tu paz, la
paz del sábado, la paz sin atardecer! 108 Porque este tan hermoso orden
de cosas pasará cuando haya cumplido el propósito que les has
señalado. Todas ellas fueron hechas con una mañana y una tarde. Pero
el séptimo día no tiene atardecer, porque tú lo has santificado para que
dure eternamente. Tu descanso en el séptimo día después de completar
tus obras, nos anuncia a través de la voz de tu Libro, que nosotros
también, cuando terminemos nuestras obras por tu gracia, en el sábado
de la vida eterna descansaremos en ti.”109 Esta interpretación espiritual
y escatológica del sábado muestra el profundo aprecio que Agustín
tenía por su significado, aún cuando no aceptase la observancia literal
del cuarto mandamiento.110
Edad Media. La concepción agustiniana del sábado fue seguida
con mayor o menor aproximación a lo largo de la Edad Media.111 Pero a
partir del año 321, con la ley dominical de Constantino apareció una
nueva interpretación. Para darle una sanción teológica a la legislación
imperial que exigía la cesación de trabajo en domingo, las jerarquías
eclesiásticas apelaron a menudo al precepto creacionista del cuarto
mandamiento, pero adaptándolo a la observancia del domingo.
Crisóstomo (347-407) anticipa este desarrollo en su comentario sobre
Génesis 2:2: «Dios bendijo el séptimo día y lo santificó.» Pregunta: «¿qué
significa realmente ‘lo santificó’? . . . (Dios) nos enseña que entre los
días de la semana uno debe ser puesto aparte completamente
dedicado al servicio de las cosas espirituales.» 112 La transformación del
sábado de la creación–la especifica observancia del séptimo día–en el
simple reposo un día de cada siete hizo posible aplicar el mandamiento
del sábado a la observancia del domingo. Pedro Comestor (m. 1179)
también defiende esta aplicación argumentando sobre la base de
Génesis 2:2 que el «sábado ha sido observado siempre por algunas
naciones incluso antes de que la ley fuese dada.» 113 Este
reconocimiento del sábado como una norma procedente de la creación,
y por lo tanto universal, fue motivado, sin embargo, no por el deseo de
fomentar la observancia del séptimo día, sino por la necesidad de
sancionar el acatamiento del domingo.
En la teología medieval tardía, la aplicación literal del
mandamiento del sábado a la observancia del domingo fue justificada
con una nueva interpretación que consistía en separar en el cuarto
mandamiento su aspecto moral del ceremonial.114 Tomás de Aquino
(1225-1274) ofrece en su Suma Teológica la más elaborada exposición
sobre esta artificial y abusiva distinción. Allí argumenta que «el mandato
de guardar el sábado es moral. . . en la medida en que ordena al
hombre dedicar parte de su tiempo a las cosas de Dios. . . pero es un
precepto ceremonial. . . en cuanto a la determinación del tiempo.»115
¿Cómo puede el cuarto mandamiento ser ceremonial en su
especificación del séptimo día, pero moral en su obligación de apartar
un día para el descanso y la adoración? Sin duda porque para Tomás
de Aquino el aspecto moral del sábado se apoya en la ley natural, es
decir, que el principio de destinar periódicamente un tiempo al descanso
y a la adoración está de acuerdo con la razón natural. 116 El aspecto
ceremonial del sábado, por otra parte, se basa en el simbolismo del
séptimo día: conmemoración de la creación y prefiguración del «reposo
del alma en Dios, en la vida presente por medio de la gracia, o en la
vida futura en gloria.»117
Uno se pregunta qué tendrá que ver el aspecto ceremonial
(transitorio) del sábado con su significado de perfecta creación divina y
de reposo en Dios en esta vida y en la venidera. ¿No es precisamente
este significado el que provee la base para consagrar un tiempo a la
adoración de Dios? Rechazar como ceremonial el mensaje original del
séptimo día, concretamente que Dios es el Creador perfecto que ofrece
descanso, paz y compañía a sus criaturas, implica desechar también
toda razón moral para dedicar un tiempo determinado al culto divino. La
creencia en Dios como creador, que será tratada en el próximo capítulo,
constituye la piedra angular de la fe y del culto cristianos.
Aparentemente el mismo Tomás de Aquino reconoció la deficiencia de
su razonamiento puesto que hizo una distinción entre el sábado y otras
festividades del Antiguo Testamento, como la Pascua, «un signo de la
futura Pasión de Cristo.» Para él estas festividades eran «temporales y
transitorias. . . por lo tanto sólo el sábado y ninguna otra de las
solemnidades y sacrificios, es mencionado en los preceptos del
decálogo.»118 La inseguridad de Tomás de Aquino acerca del aspecto
ceremonial del sábado se refleja también en su comentario de que
Cristo anuló no el precepto del sábado, sino «la interpretación
supersticiosa de los fariseos, quienes pensaban que había que
abstenerse de hacer incluso obras de caridad en sábado, lo cual iba en
contra de la intención de la ley.»119 La incertidumbre de Tomás de
Aquino fue, sin embargo, ampliamente olvidada, y su distinción entre los
aspectos moral y ceremonial en el sábado se convirtió en una razón
fundamental para defender el derecho de la iglesia a introducir y regular
la observancia del domingo y de otras fiestas religiosas. El resultado fue
un elaborado sistema legal muy semejante a la legislación rabínica
sobre el sábado, pero aplicada al domingo.l20
Luteranismo. Los reformadores del siglo XVI sostuvieron diversos
puntos de vista sobre el origen y la naturaleza del sábado. Sus
posiciones dependían de su comprensión acerca de la relación entre el
Antiguo y el Nuevo Testamento y sobre todo de su reacción en contra
de una observancia legalista y supersticiosa no sólo del domingo sino
de toda una serie de festividades religiosas. Lutero y algunos radicales,
en su intento por combatir el Sabatismo medieval fomentado no sólo por
la Iglesia Católica sino también por elementos de la Reforma tales como
Andreas Karlstadt,121 atacaron el sábado como una «institución mosaica
especialmente destinada al pueblo judío.»122 Esta posición se vió
ampliamente fomentada por una separación radical entre el Antiguo y el
Nuevo Testamento. En el Gran Catecismo (1529) Lutero explica que el
sábado «es algo superado, como las demás ordenanzas del Antiguo
Testamento que estaban sujetas a determinadas costumbres, personas
y lugares, pero ahora hemos sido liberados por Cristo.»123 Esta postura
aparece formulada todavía más claramente en el artículo 28 de la
Confesión de Augsburgo (1530): «La Escritura ha abrogado el sábado;
pues enseña que desde la revelación del Evangelio todas las
ceremonias mosaicas quedan eliminadas.»124
Estas declaraciones quizá den la impresión de que Lutero
rechazó el origen creacionista del sábado, reduciéndolo a una simple
institución judaica. Pero tal conclusión no es correcta, pues Lutero
afirma en el propio Gran Catecismo que «el día (sábado) no necesita
ser santificado en sí mismo, puesto que ya ha sido creado santo. Desde
el principio de la creación fue santificado por su Creador.» 125 Del mismo
modo, en su comentario sobre Génesis 2:3 Lutero dice: «Dado que las
Escrituras mencionan el sábado mucho antes de que Adán cayese en
pecado, ¿no habrá que deducir que ya se le había indicado que debía
trabajar seis días y descansar el séptimo? Así es, sin duda alguna.»126
Melanchthon, el colaborador y sucesor de Lutero, expresó el mismo
punto de vista. En la edición de 1555 de sus Loci Communes,
Melanchthon afirma claramente que «desde los tiempos de Adán los
primeros padres guardaron (el sábado) como un día en el que dejaban a
un lado el trabajo de sus manos y se reunían con otros para la
predicación, la oración de agradecimiento y los sacrificios, tal como Dios
había ordenado.» 127 Melanchthon hace una distinción entre la función
del sábado antes y después de la caída. Antes de la caída el sábado
tenía por objeto el permitir que Dios encontrase «reposo, morada, gozo y
delicia» en sus criaturas. «Después de la caída –escribe Melanchthon–el
sábado fue -restablecido por Dios cuando prometió que su paz volvería
a reinar cuando el Hijo diese su vida y descansase en la muerte hasta la
resurrección. Por eso ahora, en nuestro sábado, nosotros también
debemos morir y resucitar con el Hijo de Dios para que Dios pueda
volver a encontrar morada, paz y gozo en nosotros.»128
¡Qué profunda percepción del significado del sábado bíblico! Un
día para permitir que el creyente muera y resucite con Cristo.129 Un día
para dejar que Dios encuentre «morada, complacencia y paz en
nosotros.»130 La intención de este libro es estudiar temas como ése
contenidos en el sábado. Uno se pregunta cómo Lutero y Melanchthon
pudieron contemplar el sábado como una norma dada en la creación y a
la vez como una institución mosaica. La explicación está en que
adoptaron y desarrollaron la distinción hecha por Tomás de Aquino
entre la ley natural y la ley mosaica o, como ellos las llamaron, la ley
moral y la ley ceremonial. Esta distinción es articulada con más claridad
por Melanchthon que por Lutero, aunque éste último sostenía que «la
legislación mosaica sobre el sábado. . . ha sido abolida» porque «no está
respaldada por la ley natural.» 131 Sin embargo, fue Melanchthon quien,
El Sábado, en respuesta a los que llevaban la posición de Lutero al extremo de
rechazar la observancia de cualquier día, afirmó lo siguiente: «En este
mandamiento hay dos aspectos, uno general que la iglesia necesita
siempre, y otro específico, referido a un día especial que sólo atañía al
pueblo de Israel. . . Porque lo general de este mandamiento, a saber la
necesidad del culto, pertenece al ámbito de lo moral, natural y
permanente; pero lo específico, lo relacionado con el séptimo día,
pertenece a lo ceremonial. . . y no nos atañe a nosotros; por lo tanto,
nosotros tenemos nuestras reuniones el primer día, es decir, el
domingo.»132
Es difícil comprender la lógica de este razonamiento. ¿Cómo el
principio de consagrar un día de la semana «para el servicio de la
predicación y del culto público,» puede catalogarse como moral, pero la
especificación del séptimo día como ceremonial, y solamente válida
para el pueblo de Israel? Objetar que el séptimo día es ceremonial
porque no tiene una explicación evidente en la razón humana (ley
natural) es un argumento de doble filo, porque tampoco la lógica
humana lleva por sí misma a descubrir el principio de que se debe
consagrar un día a la semana para dedicarlo al «servicio de la
predicación y al culto público.»133 En realidad, esto último ni siquiera se
puede deducir explícitamente del cuarto mandamiento, que dicho sea
de paso, no menciona la necesidad de asistir a servicios públicos de
culto, sino sólo la necesidad de descanso (Ex. 20:10).134 La idea de que
el Decálogo está basado en la ley natural es una elaboración del
escolasticismo (influido por la filosofía moral clásica).135 En la Biblia, el
sábado y el resto de los diez mandamientos no aparecen como un fruto
de la razón humana, sino de una revelación divina especial. El hecho de
que la razón humana pueda descubrir por sí misma muchos de los
valores éticos del decálogo prueba su racionalidad, pero no su origen.
La distinción luterana entre aspectos morales y ceremoniales o
naturales y mosaicos en el sábado nos parece un honesto pero
inadecuado esfuerzo por salvar algunos de los valores del sábado en el
enfrentamiento de dos amenazas opuestas: por una parte la de los
antinomianos radicales, que negaban la necesidad de observar ningún
día, l36 por otra, la de los legalistas católicos y reformados, que
defendían la santificación de las fiestas como «necesaria para la
salvación.» 137 La Confesión de Augsburgo alude a esas «monstruosas
disputas» y explica que «esos errores proliferaron en la iglesia cuando la
justificación por la fe no fue enseñada con suficiente claridad.”138 Lutero
realizó encomiables esfuerzos para evitar a la vez el Scylla del
legalismo y el Carybidis del antinomianismo. Sólo cabe lamentar que
para conseguir su objetivo rechazase como mosaicos y ceremoniales
algunos aspectos y funciones importantes del séptimo día que, como
veremos más adelante, son de incalculable valor para comprender y
experimentar la «justificación por la fe.»139 En lugar de ello, Lutero optó
por conservar el domingo como un día aceptable «establecido por la
iglesia para el bien de los laicos y de las clases trabajadoras» 140 que
necesitan «por lo menos un día a la semana . para descansar . . . y
asistir a los servicios religiosos .»141 La distinción radical de Lutero entre
ley natural y ley mosaica, y entre ley y Evangelio, fue adoptada y
desarrollada hasta sus extremos por grupos radicales como los
Anabaptistas, Puritanos extremistas, Cuáqueros, Menonitas, Huteritas y
las modernas denominaciones antinomianas.142 Todos estos sectores
han argüido que el sábado no fue establecido por Dios en la creación,
sino que pertenece a la dispensación mosaica cumplida y abolida por
Cristo. Consecuentemente, en la dispensación cristiana los creyentes
estarían exentos de la observancia de cualquier día de reposo en
particular.
Catolicismo. El punto de vista católico acerca del sábado se
mantuvo en el siglo XVI básicamente en la postura tomista,
distinguiendo entre ley mosaica y ley natural. Leamos, por ejemplo, el
Catecismo del Concilio de Trento (1566), llamado también
«Catecismo romano.» En el cuarto capítulo de la tercera parte explica la
diferencia entre el sábado y el resto de los mandamientos, diciendo:
«Los demás preceptos del Decálogo pertenecen a la ley natural, y son
perpetuos e inalterables . . . porque concuerdan con la ley de la
naturaleza, cuya fuerza impele a los hombres a su observancia; pero el
mandamiento relativo a la santificación del sábado, en lo que al tiempo
señalado (para su observancia) se refiere, no es inmutable ni inalterable
sino susceptible de cambio, ya que no pertenece a la ley natural, sino a
la ceremonial . . . puesto que sólo a partir del tiempo en que el pueblo
de Israel fue liberado de la opresión de Faraón se observó el sábado.»
143 Y concluye diciendo que «la observancia del sábado (como séptimo
día) ha sido abolida . . . al mismo tiempo que los demás ritos y
ceremonias hebraicos, a saber, a la muerte de Cristo.»144
Ya mostramos anteriormente la falta de lógica que existe en
considerar la especificación del séptimo dia en el cuarto mandamiento
como una ley mosaica y ceremonial. Sólo añadiremos que sobre la base
de la ley natural también debería ser considerado como ceremonial el
segundo mandamiento, pues la prohibición de adorar representaciones
iconográficas (o pictóricas) de la Divinidad (Ex. 20:3-6) tampoco es
plenamente explicable recurriendo sólo a la razón humana. Por eso, sin
duda, la Iglesia Católica ha suprimido el segundo mandamiento (Ex.
20:3-6) de su decálogo.145 Ahora bien, ¿es la razón humana un criterio
legitimo para aceptar o rechazar los preceptos del Decálogo?
Aparentemente ésa es la posición tomada por la Iglesia Católica para
defender su derecho a introducir no sólo la observancia del domingo,
sino la de otros días. Tenemos abundantes ejemplos de ello,
especialmente en los documentos católicos del siglo XVI.146 Así Johann
Eck (1486-1543), en su Enchiridion, escrito contra algunos
reformadores, dice que «si la iglesia ha tenido el poder de cambiar el
sábado de la Biblia por el domingo y decretar la observancia del
domingo, ¿por qué no va a tener también poder sobre los demás días?
… Si uno prescinde de la iglesia y se limita a aceptar sólo la Biblia,
entonces debe guardar el sábado como los judíos, como ha sido
guardado desde el principio del mundo.”147
Es interesante observar que Eck, aun cuando apoya la autoridad
de la Iglesia Católica para cambiar el sábado por el domingo, no deja de
reconocer el origen creacionista del sábado, al decir que «ha sido
guardado desde el principio del mundo.»148 La misma opinión aparece
expresada en un documento católico más oficial, el Catecismo del
Concilio de Trento (1566): «E1 sábado –se explica al]!–fue llamado así
por el Señor en el Exodo (Ex. 20:8-11; Gn. 2:2), porque habiendo
acabado y completado la creación del mundo, «Dios descansó de toda
su obra (Gn. 2:2-3).»149 Más adelante el sábado es considerado «una
señal, como un memorial de la creación de este admirable mundo.»150
Este franco reconocimiento del sábado como institución y memorial de
la creación desafía y contradice lo afirmado en el mismo documento
acerca del derecho de la iglesia a cambiar el sábado: «Ha placido a la
Iglesia de Dios transferir la celebración religiosa del sábado al día del
Señor.»151 Esta patente contradicción, como veremos más tarde, volverá
a ser planteada en términos similares en la tradición protestante.
Sabatarios. Ciertos reformadores radicales adoptaron dos
posiciones opuestas frente al sábado. Un sector, del que ya hablamos
anteriormente, llevó hasta su consecuencia lógica la distinción luterana
entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, rechazando la santificación del
sábado o de cualquier otro día, como cosas de la dispensación
mosaica, cumplida por Cristo y reemplazada por la dispensación de la
gracia. Otro grupo, sin embargo, siguiendo las implicaciones lógicas del
concepto calvinista de la unidad entre los dos Testamentos, reconoció y
promovió la observancia del séptimo día como el sábado instituido en la
creación para la humanidad de todos los tiempos. Los oponentes de
este grupo les llamaron comúnmente «Sabatarios».152 Estudios recientes
han demostrado que los sabatarios constituían un grupo respetable en
tiempos de la Reforma, especialmente en Moravia, Bohemia, Austria y
Silesia.153 Algunos catálogos católicos de sectas los clasifican
inmediatamente después de los luteranos y los calvinistas.154 Erasmo
(1466-1536) menciona a los sabatarios de Bohemia: «Ahora han
aparecido entre los Bohemios una nueva clase de judíos, a quienes
llaman Sabbatarii, y quienes guardan el sábado con gran
superstición.»155 Lutero confirma la existencia de grupos sabatarios en
Moravia y Austria.l56 En 1538 escribió una Carta contra los Sabatarios
(Brief wider die Sabbathers), argumentando en contra de su
observancia del sábado.157
Oswald Glait, ex- sacerdote católico convertido en pastor
luterano y más tarde anabaptista, comenzó a propagar con éxito en
1527 sus ideas sabatarias entre los anabaptistas de Moravia, Silesia y
Bohemia. 158 Fue apoyado por el erudito Andreas Fisher, también exsacerdote
y anabaptista. 159 Glait escribió un Tratado sobre el sábado
(Buchlenn vom Sabbath), fechado en torno a 1530, que no ha llegado
hasta nosotros. De la refutación que Gaspar Schwenckfeld 160 hizo de la
obra de Glait deducimos que éste defendía la unidad entre el Antiguo y
el Nuevo Testamento, aceptando la validez e importancia del Decálogo
para los cristianos. Glait rechazaba la tesis de sus críticos de que el
mandamiento del sábado es una prescripción ceremonial del mismo tipo
que la circuncisión. «El sábado fue ordenado y guardado desde la
creación,» decía.161 Dios enseñó a «Adán en el paraíso a celebrar el
sábado. «162 Por lo tanto «el sábado . . . es para siempre un signo de
esperanza y un memorial de la creación . . . un pacto eterno, . . . que
está en vigor mientras que el mundo exista.»163 Glait tuvo que sufrir el
exilio, la persecución y finalmente la muerte, ahogado en el Danubio
(1546).164
La muerte de Glait, quizá el más sobresaliente líder de los
sabatarios, no detuvo la expansión de la doctrina del sábado. En tiempos
de la Reforma habían observadores del sábado en numerosos países
europeos, tales como Polonia, Holanda, Alemania, Francia, Hungría,
Rusia, Turquía, Finlandia y Suecia.165 En el siglo XVII su presencia fue
particularmente notoria en Inglaterra. R. J. Bauckham observa que «una
importante serie de predicadores puritanos y anglicanos se esforzaron por combatir el séptimo día.. Sus
esfuerzos son una prueba tácita de la atracción que tal doctrina ejercía
en el siglo XVII; los observadores del séptimo día fueron tratados con
gran rigor por las autoridades puritanas y anglicanas. «166 Los Bautistas
del Séptimo Día se convirtieron en la principal iglesia observadora del
sábado en Inglaterra. 167 En 1671 fundaron su primera comunidad en
América, en Newport (Rhode Island).168 Los Adventistas del Séptimo Día
reconocen con gratitud su deuda hacia los Bautistas del Séptimo Día
por haberles llevado al conocimiento del sábado en 1845.169 Pocos años
más tarde (1860), la Iglesia de Dios del Séptimo Día aceptó también el
valor del sábado. 170 Más recientemente esta creencia ha sido aceptada
por la Iglesia Universal de Dios e importantes sectores de otras
denominaciones. 171
La Tradición Reformada. Las iglesias reformadas tradicionales,
tales como los Puritanos ingleses, Presbiterianos, Congregacionalistas,
Metodistas y Bautistas, han adoptado lo que podíamos llamar una
«posición de compromiso,» reconociendo por una parte que el sábado es
una norma establecida en la creación, mientras que por otra defienden
el domingo como una legítima sustitución del sábado llevada a cabo por
la iglesia. Generalmente hacen una diferencia entre la observancia
temporal del domingo y la espiritual. Calvino fue realmente el pionero y
promotor de esta tendencia tan extendida y que tanto influyó sobre el
Sabatismo, en especial de los Puritanos angloamericanos. La base de
las enseñanzas de Calvino acerca del sábado se encuentra en el
rechazo de la antítesis luterana entre la Ley y el Evangelio. En su
esfuerzo por mantener la unidad básica entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento, Calvino cristianizó la ley, espiritualizando, por lo menos en
parte, el mandamiento del sábado.172
Calvino reconoció que el sábado había sido instituido por Dios
en la creación. En su Comentario sobre Génesis 2:3, escrito en 1554,
afirma: «Así pues, en primer lugar Dios descansó; luego bendijo este
descanso, para que siempre fuese sagrado entre los hombres; por lo
tanto dedicó al descanso cada sétimo día, para que su propio ejemplo
fuese una ley perpetua.»173 Un año antes de su muerte (1564) reitera
esta misma convicción en su Armonía del Pentateuco, diciendo:
«Ciertamente Dios se reservó para sí mismo el séptimo día y lo santificó
cuando terminó la creación del mundo, para que mantuviese a sus
siervos unidos y libres de todo cuidado para la contemplación, de la
belleza, excelencia y perfección de sus obras.»174 Unos párrafos más
allá Calvino explica que «la santificación del sábado fue anterior a la
ley.» 175 Dios reiteró el mandamiento en tiempos de Moisés porque con
el paso del tiempo «se había extinguido entre las naciones paganas y se
había descuidado casi totalmente entre la raza de Abraham.»176
¿Cómo reconcilia Calvino su aceptación del sábado como una
norma dada por Dios en la creación a toda la humanidad con su
creencia de que «con la venida de Cristo la parte ceremonial de la ley
fue abolida?”177 En otras palabras, ¿cómo puede ser el sábado a la vez
una norma universal y una parte del ceremonial judío abolido por
Cristo? Calvino intenta resolver este conflicto recurriendo a la distinción
tomista entre los aspectos moral y ceremonial del sábado. En la
creación, el sábado fue dado como estatuto perpetuo, pero «después la
ley dió una nueva disposición acerca del sábado, que debía ser para los
judíos en especial y sólo por un tiempo.”178¿Qué diferencia hay entre el
sábado judío (mosaico) y el sábado cristiano (creacionista)? La
diferencia no es fácil de detectar, especialmente para el que no está
habituado a distinguir entre matices teológicos. Calvino califica al
sábado judío de «típico» (simbólico), es decir, «una ceremonia legal
anticipadora de aquel reposo espiritual verdadero, que se manifestaría
en Cristo.» 179 El sábado cristiano (domingo), sin embargo, «no es
figurativo. «180 Con ello Calvino quiere decir aparentemente que se
trata de una institución pragmática, destinada a cumplir tres objetivos
básicos: permitir que Dios obre en nosotros, proveer tiempo para la
meditación y los servicios religiosos y proteger a los asalariados.181
Una contradicción sin resolver. El intento de Calvino por
superar el conflicto entre el sábado «norma perpetua desde la creación»
y «ley ceremonial temporal» no es convincente. ¿Acaso el sábado no
realiza las mismas funciones prácticas para los judíos que para los
cristianos? Además, cuando Calvino enseña que para los cristianos el
sábado representa «la renuncia propia» y «el verdadero descanso» del
Evangelio, 182 ¿no está atribuyéndole a ese día un significado
«tipológico-simbólico,» similar al que tenía el sábado judío? Esta
cuestión pendiente reaparece en los escritos de los sucesores de
Calvino dando lugar aun sinfín de controversias. Por ejemplo, Zacarías
Ursinos, el compilador de aquella importante confesión reformada
conocida como El Catecismo de Heidelberg (1563), enseña que «el
sábado del séptimo día fue ordenado por Dios desde el principio del
mundo, para indicar que el hombre, siguiendo su ejemplo, debía
descansar de sus trabajos» y «aunque el sábado ceremonial fue abolido
en el Nuevo Testamento, el sábado moral todavía perdura y nos atañe
tanto a nosotros como a otros.”183 Esta posición fue defendida
posteriormente con tenacidad en el monumental trabajo del famoso
puritano británico Nicolás Bownde,184 escrito en 1595 con el título de La
Doctrina del Sábado, y en otros documentos confesionales, tales como
el Sínodo de Dort de 1619 185 y la Confesión de Fe de Westminster de
1646.186
Estos y otros documentos, sin embargo, no dan una explicación
lógica a la arbitraria y artificial distinción entre el llamado aspecto moral
(constante, perpetuo, natural) del sábado aplicado al domingo y su
aspecto ceremonial (contingente, temporal, mosaico), supuestamente
anulado por Cristo. Pretender que la especificación del séptimo día es
un elemento litúrgico del sábado porque fue designado para ayudar a
los judíos a conmemorar la creación y a experimentar el reposo
espiritual, significa cerrar los ojos al hecho de que los cristianos
necesitan dicha ayuda tanto como los judíos; significa dejar a los
cristianos en la confusión de no saber por qué deben consagrar un día
al culto divino. R. J. Bauckham reconoce la existencia de tal perplejidad
diciendo que la mayoría de «los protestantes de mediados del siglo XVI
tenían ideas tan imprecisas acerca de los motivos para la observancia
del domingo como las que han tenido la mayoría de cristianos de todos
los tiempos. «187
La contradicción patente entre los aspectos moral y ceremonial
del día de reposo ha suscitado repetidas controversias sobre la relación
existente entre el domingo y el mandamiento del sábado. ¡Por cierto que
el sábado no ha tenido descanso! La distinción entre lo moral y lo
ceremonial en el sábado ha llevado a dos posturas opuestas sobre el
domingo. En Holanda, por ejemplo, estos dos puntos de vista fueron
debatidos durante más de diez años a partir del Sínodo de Dort (1619).
De un lado, los teólogos holandeses Willem Teellinck, William Ames y
Antonio Walaeus escribieron importantes tratados defendiendo el origen
creacionista del sábado y, por consiguiente, la legítima aplicación del
cuarto mandamiento a la observancia del domingo.188 En el lado
opuesto, el notable profesor Francisco Gomarus contestó con su
extensa Investigación sobre el Significado y Origen del Sábado y
Consideración sobre la Institución del Día del Señor (1628), en la
que propugnaba el origen mosaico del sábado y por consiguiente el
origen eclesiástico e independiente del domingo.189
El debate entre esas dos posiciones opuestas se ha reavivado
repetidas veces en diferentes países, 190 y los dos puntos de vista están
todavía muy lejos de reconciliarse. Dos estudios recientes, el uno de
Willy Rordorf (1968)191 y el otro de Roger T. Beckwith y Wilfird Stott
(1978)192 ilustran bien la situación. Rordorf propugna la tesis de que el
sábado no es un precepto creacionista que afecta a los cristianos, sino
una «institución social» introducida después de la ocupación de Canaán
y anulada por Cristo. De ese modo desvincula completamente del
cuarto mandamiento la celebración del domingo, pues la considera una
creación exclusiva de la iglesia cristiana, introducida para conmemorar
la resurrección de Cristo por medio de la Cena del Señor.193 Al cortar
todos los lazos con el mandamiento del sábado, Rordorf reduce el
domingo a una hora de culto programada según las demandas de la
vida moderna. Las implicaciones prácticas de esta posición son
evidentes. Llevadas a sus últimas consecuencias significarían el
«certificado de defunción del domingo,»194 ya que, con el tiempo, hasta
esa hora de culto puede ser fácilmente devorada por el vertiginoso
horario de la vida moderna.
Beckwith y Stott, en su último libro titulado Este es el día: La
Doctrina Bíblica del Domingo Cristiano (1978), rebaten la tesis de
Rordorf, demostrando que el sábado es una norma relacionada con la
creación, que Cristo no rechazó sino que observó y esclareció, y que los
apóstoles usaron para forjar el día del Señor.195 En consecuencia
deducen que «visto a la luz del Nuevo Testamento en su conjunto, el Día
del Señor puede ser claramente considerado como un sábado
cristiano–una culminación hacia la que apuntaba el sábado del Antiguo
Testamento.» 196 Como resultado lógico de esta conclusión, el domingo
ya no es solamente una hora de adoración, como argüía Rordorf, sino
«un día completo, apartado para ser una festividad sagrada . . . para el
culto, el descanso y las buenas obras.» 197 No es nuestro propósito aquí
tomar partido ante las respectivas posiciones de Rordorf y
Beckwith-Stott, que, como demostré en mi tesis, contienen varias
afirmaciones gratuitas.198 Sólo queremos hacer notar al lector que la
discusión sobre la naturaleza y el origen del sábado sigue abierta. Y lo
que está en juego no es una mera disputa académica, sino la cuestión
del verdadero significado y pertinencia del sábado para la vida cristiana.
Conclusiones
Tres principales conclusiones parecen desprenderse de este
rápido vistazo sobre los testigos bíblicos e históricos del origen del
sábado. Primera: en las Escrituras hay un innegable consenso en apoyo
del origen creacionista del sábado. Segunda: la tradición judía más
antigua e importante remonta el origen del sábado a la culminación de
la creación. Tercera: hemos encontrado en la historia del cristianismo un
apoyo considerable al origen edénico del sábado, no sólo entre los
observadores del séptimo día, sino también entre muchos partidarios
del domingo. Estos últimos han defendido el valor del sábado como
norma establecida en la creación para justificar el domingo como
«sábado cristiano.» El sábado de la creación ha sido principalmente
atacado desde dos frentes: de una parte por cristianos en guardia
contra el sabatismo legalista; de otra parte por los críticos que rechazan
la historicidad del Pentateuco y en especial del relato de la creación.
Argumentar aquí la validez del sábado como una norma recibida
de la creación sobre la base dominante de un presunto apoyo histórico,
sería tomar la historia como criterio último para aceptar o rechazar
cualquier doctrina bíblica. Pero el voto de la mayoría no es un principio
aceptable de interpretación bíblica (hermenéutica).
sólo ha pretendido mostrar que la creencia en el origen divino del
sábado está profundamente arraigada tanto en las Escrituras como en
la historia. Rechazar tal enseñanza calificándola de «supersticiosa,
legalista e inconsistente ante la ciencia moderna» puede llevarnos a
caer en un grave error, porque tal calificación no proporciona -una razón
suficientemente honesta para desechar un precepto bíblico ni para
dispensar al creyente de la obligación de cumplirlo.
Nuestra presente encuesta nos ha mostrado que, según el
consenso unánime de las Escrituras, el origen del sábado está
fundamentado en los eventos de la creación y señala la inauguración de
la historia humana. ¿Cuáles son algunas de las implicaciones prácticas
de esta enseñanza bíblica? En primer lugar, significa que la observancia
del sábado no es una ceremonia temporal judía, sino una disposición
permanente destinada a todos los hombres.199 En segundo lugar,
significa–como dijo de un modo tan bello Elizabeth E. Platt–que los
seres humanos «tenemos nuestras raíces arraigadas en el sábado, y
que éste nos pertenece según el plan de Dios, desde el Génesis hasta
la eternidad.»200 En tercer lugar, significa que nuestras raíces
ancestrales tienen un origen noble y bueno, pues se afirman en Dios
mismo. Por último, significa que nuestro mundo y nuestra existencia son
valiosos porque no son un producto del azar sino una creación personal
de un Dios que nos ama.201
Es cierto que ya no vivimos en aquel principio perfecto, sino en
un imperfecto intermedio: un tiempo lleno de injusticia, codicia,
violencia, corrupción, sufrimiento y muerte. Rodeados por el caos y el
desorden de nuestra época, buscamos paz, esperanza y sentido para
nuestra vida. El sábado nos trae cada semana seguridad y esperanza.
Nos recuerda que nuestro origen y nuestro destino nos unen a Dios.
Renueva nuestro sentido de continuidad con el pasado, jalonando
nuestra vida con su luz, iluminando nuestros valores presentes y
nuestras expectativas futuras. El sábado nos invita a descansar en Dios
en medio del inquieto intermedio de nuestra vida mientras esperamos
el descanso final (y sin fin) y la paz perfecta de Dios (He. 4:9) para la
que fuimos creados. Este es el mensaje del sábado: la gozosa
celebración de nuestro origen.
1. Paul Tillich, Systematic Theology, 1957, I, p. 265. En Dynamics of Faith, 1958, p. 42, Tillich
usa el ejemplo de la bandera para ilustrar cómo un símbolo participa de la realidad a la que
representa: «La bandera participa del poder y la dignidad de la nación a la que simboliza . . . Un
ataque a la bandera se considera como un ataque al honor del grupo representado por ella.» Del
mismo modo en la Escritura, la profanación del sábado, símbolo de autoridad y pertenencia divinas,
es vista como apostasía (Ez. 20:13, 21). Ver pp. 105-109.
2. Tillich explica que un símbolo «no sólo revela dimensiones y elementos de realidad que de otro
modo serían impenetrables sino que también descubre dimensiones y elementos de nuestro
espíritu que se corresponden con las dimensiones y elementos de la realidad . . . . Hay en nosotros
dimensiones de las cuales no llegamos a ser conscientes más que por medio de símbolos, tales
como la melodía y el ritmo de la música» (Dynamics of Faith, 1958, pp. 42, 43).
3. Esta conexión es reconocida por Salomón Goldman: «El propósito principal del relato de la
creación es el de realzar la singularidad y excelencia del hombre y recalcar la santidad y
bienaventuranza del séptimo dia o sábado» (In the Beginnings, 1949, p. 744),
4. Filón, De Opificio Mundi, 89; De Vita Mosis 1, 207; De Specialibus Legibus 2, 59.
5. R. W. Emerson, «The Divinity School Address», Three Prophets of Religious Liberalism, C. C.
Wright, ed., 1961, p. 111.
6. Muchos comentaristas modernos dividen Génesis 2:4 en dos partes, relacionando la primera
parte del versículo con el primer relato de la creación (documento P) y la segunda parte (v. 4b) con
el segundo relato de la creación (documento J). Los argumentos para tal división han sido
convincentemente refutados por U. Cassuto en La Questione della Genesi, 1934, pp. 268-272 y
en A Commentary on the Book of Genesis, 1961, pp. 96-99.
7. Nicola Negretti, por ejemplo, señala que «mediante Génesis 2:4a el autor del relato sacerdotal ha
encadenado juntas la semana de la creación con el esquema de las toledot (generaciones) (cf. Gn.
5:1; 6:9; 10:1; 11:10-27; 25:12-19; 36:1-9; 37:2) insertando (la semana) en el contexto de la historia
de la salvación» (Il Settimo Giorno, Analecta Biblica 55, 1973, p. 93; cf. p. 165, n. 31). Ver también
H. C. Leupold, Exposition of Genesis, 1950, p. 110; J. Scharbert, «Der Sinn der Toledot-Formel in
der Priesterschrift,» en Wort-Gebot-Glaube, Alttestamentliche Abhandlun-gen zur Theologie
des Alten und Neuen Testaments 59 (1970): 45-56.
8. Génesis 2:4; 5:1; 6:9; 10:1; 11:10; 11:27; 25:12; 25:19; 36:1; 37:2.
9. La teoría kenita se remonta a Abraham Kuenen, The Religion of Israel, 1874, p. 274. Ha sido
replanteada por Bernardus D. Eerdmans, «Der Sabbath,» en Vom Alten Testament: Festchrift
Karl Marti, No. 41 (1925), pp. 79-83; Karl Budde, «The Sabbat and the Week: Their Origin and their
Nature», The Journal of Theological Studies 30 (1928): 1-15; H. H. Rowley, «Moses and the
Decalogue», Bulletin of the John Rylands Library 34 (1951-1952): 81-118; L. Koehler, «Der
Dekalog», Theologische Rundschau 1 (1929): 181.
10. La identificación de Sakkuth y Kaiwan como nombres de Saturno ha sido impugnada
recientemente por Stanley Gervirtz, «A New Look at an Old Crux: Amos 5:26», Journal of Biblical
Literature 87 (1968): 267-276; cf. William W. Hallo, «New Moons and Sabbaths: A Case-study in
the Contrastive Approach», Hebrew Union College Annual 48 (1977): 15. La traducción propuesta
por Gervirtz y Hello dice: «Pero ahora cargaréis con vuestro ídolo rey y con los pedestales de
3
vuestras imágenes (el texto hebreo añade: la estrella de vuestros dioses), que os habéis hecho
vosotros mismos» (Am. 5:26).
11. Sobre la cuestión del origen de la semana planetaria, ver Samuele Bacchiocchi, From Sabbath
to Sunday, 1977, pp. 241-247. Obsérvese que mientras el día de Saturno fue inicialmente el primer
día de la semana planetaria, el sábado del Antiguo Testamento siempre fue el séptimo día.
12. Joseph Z. Lauterbach indica que «en el judaísmo tardío, cada vez que se menciona alguna
relación astrológica entre Saturno y los judíos, se tiene cuidado de precisar que los judíos observan
el sábado con independencia de Saturno, dependiendo sólo de Dios» (Rabbinic Essays, 1951, p.
438). Conviene señalar también que algunos judíos llamaron a Saturno Shábbti, que significa «la
estrella del sábado.» Este no quiere decir, como observa Hutton Webster, «que el día reciba el
nombre por el planeta, sino que el planeta recibe el nombre por el día» (Rest Days 1916, p. 244).
13. Cf. E. G. Kraeling, «The Present Status of the Sabbath Question», The American Journal of
Semitic Languages 49 (1932-1933): 218-219; G. Fohrer, Geschichte der israelischen Religion,
1969, p. 108; J. J. Stamm, M. E. Andrew, The Ten Comandments in Recent Research, 1967, pp.
91-92; Roland de Vaux, Ancient Israel, Vol. II, 1965, p. 480.
14. George Smith, Assyrian Discoveries, 1883, p. 12.
15. Hutton Webster supone que el calendario original posiblemente remonta a los tiempos de
Hammurabi (Rest Days, 1916, p. 223). William W. Hallo (n. 10) también opina que las festividades
lunares neo-babilónicas son restos de una antigua tradición sumeria (p. 8).
16. Se piensa que el día 19° representa el 49° día contado a partir del mes anterior, o siete días
nefastos—úmé lemnúti. Sin embargo, como el mes lunar tiene algo más de 29 días, el ciclo
«semanal» entre el último día nefasto (28° día) y el primero del mes siguiente (7°día) sería de ocho
o nueve días, según el mes anterior hubiese tenido 29 ó 30 días.
17. R. W. Rogers, Cuneiform Parallels to the Old Testament, 1912, p. 189; C. H. W. Johns,
Assyrian Deeds and Documents, II, 1901, pp. 40-41; George A. Barton, Archeology and the
Bible, 1944, p. 308; Stephen Langdon, Babylonian Menologies and the Semitic Calendars,
1935, pp. 73ss.
18. Cada fase de la luna representa 7 3/4 días, lo que hace imposible mantener un ciclo semanal
de siete días precisos.
19. Cf. Paul 0. Bostrup, Den israelitiske Sabbats Oprindelse og Karakter i Foreksilsk,1923, pp.
50-55.
20. Cf. Am. 8:5; Os. 2:11; Is. 1:11-13; 2 R. 4:23.
21. El periodo entre dos lunas nuevas seguidas (lunación) es de 29 días, 12 horas,44 minutos, y
2.8 segundos.
22. Ver nota 23.
23. Es comúnmente aceptado que los días nefastos de Babilonia tenían carácter religioso pero no
civil. Hutton
Webster (n. 15) reconoce que «en los documentos cuneiformes nada indica que los babilonios los
empleasen para fines civiles. Esos períodos parecen
haber tenido únicamente un significado religioso» (p. 230). Siegfried H. Horn observa también que
«los textos cuneiformes no dicen que en esos 5 días especiales del mes se tuviese que descansar,
abstenerse de trabajar o adorar a los dioses. En ellos sólo se prohibe a ciertas personas–al rey, los
médicos, etc.–realizar ciertas cosas específicas en esos «cinco días nefastos» («Was the Sabbath
Known in Ancient Babilonia? Archeologia and the Sabbath,» The Sabbath Sentinel, [Diciembre
1979]: 21-22). En un calendario neobabilónico y en su texto original publicado por René Labat, la
mayoría de esos días son desfavorables, y los múltiplos de siete pueden ser o buenos o malos («Un
calendrier cassite de jours fastes et néfastes», Sumer 8 (1952): 27): «Un almanach babylonien»,
Review d’Assyriologie 38 (1941): 13-40.
24. Karl Budde (n. 9), p. 6.
25. E. A. Speiser, «The Creation Epic», en James B. Pritchard, Ancient Near Eastern Texts, 1950,
p. 68.Cf. W. F. Lambert y A. R. Millard, Atra-hasis: The Babylonian Story of the Flood, 1969, pp.
56f; Theophilus G. Pinches, «Sapattu, the Babylonian Sabbath»,Proceedings of the Society of
Biblical Archeology 26 (1904): 51-56.
4
26. Algunas tablillas cuneiformes hablan de sacrificios hechos a los reyes divinos de Ur en la luna
nueva y en el día quince del mes.Cf. H. Radau, Early Babylonian History,1900, p. 314.
27. Ver ejemplos de textos en Cuneiform Texts from Babylonian Tablets in the British
Museum, XVIII, 17c, d.
28. M. Jastrow piensa que el sabattu era en su origen un día para aplacar la ira de la divinidad, por
lo que la idea de reposo se aplicaría antes a los dioses que a los
hombres (Hebrew and Babylonian Traditions, 1914, pp. 134-149).
29. Esta teoría fue desarrollada inicialmente por Jahannes Meinhold, Sabbath und Woche im
Alten Testament, 1905, pp. 3ss. En uno de sus primeros estudios (Sabbat und Sonntag, 1909,
pp. 9, 34), Meinhold atribuía a Ezequiel el cambio de la luna llena mensual al sábado semanal.Sin
embargo, en un ensayo posterior («Zur Sabbatfrage», Zeitschrift für die Alttestamentliche
Wissenschaft 48 (1930): 128-32), sitúa el proceso en tiempos post-exilicos, en relación con las
reformas de Nehemías. Su teoría ha sido adoptada con varias modificaciones por algunos
especialistas. Cf. Samuel H. Hooke, The Origin of the Early Semitic Ritual, 1938, pp. 58-59;
Adolphe Lods, Israel: From its Beginning to the Middle of the Eighth Century, 1932, p. 438;
Sigmund Mowinckel, Le Décalogue, 1927, p. 90; Robert H. Pfeiffer, Religion in the Old
Testament: The History of a Spiritual Triumph,1961, pp. 92-93.
30. Karl Budde (n. 9), p. 9. Cf. E. G. Kraeling (n. 13), p. 222; J. H. Meesters, Op zoek naar de
oorsprong van de Sabbat, 1966, pp. 28-34.
31. 2 Reyes 4:23 alude a la celebración del sábado en la comunidad del profeta Eliseo (852-798 a.
C.) y 2 Reyes
11:4-12 describe el cambio de la guardia en sábado en los tiempos en que Atalía, reina de Judá,
fue derrocada (835 a. C.).
32. N. H. Tur-Sinai, «Sabbat und Woche», Bibliotheca Orientalis 8 (1951): 14. Tur. Sinai señala
que siendo que los nombres de los meses judíos no tienen nada que ver con los babilónicos,
difícilmente puede suponerse ninguna influencia entre ellos.
33. George A. Barton, The Royal Inscriptions of Sumer and Akkad, 1929, pp. 187, 229, 253.
34. James B. Pritchard, Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament, 1955, pp.
44, 94.
35. Se trata de un silabario neo-babilónico que contiene sólo los siete primeros días del mes
(aparentemente considerado como formando una unidad) y una carta recomendando «completar el
día de la luna nueva, el séptimo día y el día de la luna llena.» A. L. Oppenheim, «Assyriological
Gleanings II», Bulletin of the American Schools of Oriental Research, 93 (1944): 16-16; Alfred
Jeremias, Das Alte Testamente im Lichte des Alten Orients, 1930, p. 75. Para un análisis de
dichos textos, ver Horn (n. 23), pp. 20-22.
36. Friedrich Delitzsch, Babel and Bible, 1903, p. 38. Cf. J. Hehn, Siebenzahl und Sabbat bei
den Babyloniern und im Alten Testament, 1907, pp. 4-44, 77-90; A. S, Kapelrud, «The Number
Seven in Ugaritic Texts», Vetus Testamentum 18 (1968): 494-499; H. J. Kraus, Worship in Israel,
1966, pp. 85-87; Nicola Negretti, Il Settimo Giorno, 1973, pp. 31-109; S. E. Loewnstein, «The
Seven Day-Unit in Ugaritic Epic Literature», Israel Exploration Journal 15 (1965): 121-133.
37. Siegfried H. Horn (n. 23), p. 21.
38. Ibid., p. 21.
39. Ver p. 38.
40. Ver informe detallado de 41 relatos del diluvio procedentes de diferentes partes del mundo en
B. C. Nelson, The Deluge Story in Stone, 1949.
41. Un período de cinco días, conocido como hamustum parece haber sido familiar para los
antiguos asirio-babilonios. A. H. Sayce fue el primero en suponer que el término hamustum que
aparece en tablillas cuneiformes de la época de Hammurabi, designaba un período de cinco días, o
el día sexto de cada mes («Assyriological Notes No. 3», Proceedings of the Society of Biblical
Archeology, 19 (1897): 288. Sin embargo, Julius y Hildegard Lewy interpretan hamustum como
un período de cincuenta días («The origin of the Week and the Oldest West Asiatic Calendar»,
Hebrew Union College Annual 17 (1942-43): 1-152. Otros piensan que se trata de un período de
seis días o el día quinto de cada mes, como N. H. Tur-Sinai (n. 32), pp. 14-24. La hipótesis de un
período de cinco días ha sido replanteada por Kemal Balkan, «The Old Assyrian Week», Studies in
5
Honor of Benno Landsberger on His Seventh-fifth Birthday April 12, 1965 (Chicago, 1965), pp.
159-174. Hay textos cuneiformes que contienen indicios de periodos de cinco días asociados a
fases lunares. Ver referencias en A. Jeremias, The Old Testament in the Light of the Ancient
East, 1911, p. 65.
42. Siegfried H. Horn (n. 23), p. 22.
43. Por ejemplo, J. Morgenstern afirma categóricamente: «Todas las evidencias a nuestro alcance
indican inequívocamente que el sábado sólo pudo haber sido originado en una sociedad agrícola.
De hecho los hebreos adoptaron el sábado sólo después de haberse establecido en Palestina y
haberse asentado en la tierra de sus predecesores los cananeos, a los que parcialmente
desplazaron, y de los que aprendieron las técnicas de cultivar el suelo junto con varias instituciones
propias de una civilización agrícola, entre las cuales está el sábado,» (The Interpreter’s Dictionary
of the Bible, 1962, s.v. «Sabbath»).
44. Willy Rordorf argumenta este punto de vista de un modo muy categórico pero poco
convincente.Para él «en el más antiguo estrato del Pentateuco el sábado debe ser entendido como
una institución social. Después de cada seis días de trabajo se deja un día para el descanso de
las bestias, los esclavos y los siervos.La observancia del sábado, por lo tanto, apunta a un período
posterior a la ocupación de Canaán.» (Sunday: The History of the Day of Rest and Worship in
the Earliest Centuries of the Christian Church, 1968, p. 12).
45. La razón que Rordorf da para esta transformación es que «desde el tiempo en que los judíos
dejaron de estar en su propia tierra y dejaron de tener esclavos, apenas supieron qué hacer de las
razones para la observancia del sábado en el plano éticosocial» (n. 44, p.18).
46. Rordorf (n. 44), p. 11, «Tenemos justificada razón para considerar Ex. 23:12 y 34:21 como
las más antiguas versiones del mandamiento del sábado» (en bastardilla en el original).
47. Con este criterio, el mandamiento del sábado de Exodo 20:8-11, así como otras referencias al
sábado (tales como Gn. 2:2-3; Ex. 16:4-5, 22-30; 31:12-17; Lv. 23:3; Nm. 15:32-36; 28:9-10) se han
atribuído al llamado Documento Sacerdotal. Según el punto de vista de la crítica actual, este
documento representa la última fuente del Pentateuco, supuestamente incorporada en tiempos de
Esdras (400 a 450 a. C.). Todos los textos del sábado del Documento Sacerdotal han sido
examinados por Niels-Erik A. Andreasen, The Old Testament Sabbath, A Tradition-Historical
Investigation, 1972, pp. 62-89. Conviene señalar que, como reconoce Gerhard von Rad, eminente
especialista en Antiguo Testamento, «un importante factor para fechar el Documento Sacerdotal es
la preeminencia que se da en él al sábado y a la circuncisión» (Old Testament Theology I, 1962,
p. 79). Se da por sentado, y von Rad lo admite abiertamente, que el sábado no tiene significado
religioso antes del exilio y que «fue en el exilio cuando el sábado y la circuncisión obtuvieron su
status confessionis», es decir, su importancia confesional (p. 79). El punto débil de toda esta
argumentación sobre la institución del sábado en época tardía así como sobre el Documento
Sacerdotal, está en que se apoya en el supuesto gratuito de que los intereses socio-económicos
son anteriores a las motivaciones teológicas del sábado. Ahora bien, ¿se puede justificar esta
dicotomía? En nuestra opinión ese no parece ser el caso, según veremos más adelante. Es de
lamentar que un mal entendimiento de la «absolutamente incomparable institución del sábado haya
contribuido también al rechazo de la autoridad mosaica del decálogo» (Salomón Goldman, The Ten
Comnandments,1956, p. 64).
48. Para J. Berman una de las principales funciones del año sabático era la de «poner límites a la
institución de la esclavitud. La diferencia de valores de la Torah, cuando se compara con los que
encontramos generalmente en la sociedad del antiguo Cercano Oriente es más evidente en este
punto que en todos los demás. Mientras que los contemporáneos de los antiguos israelitas no
veían ningún mal en la esclavitud y utilizaban sus sistemas legales para mantenerla como
institución, la Torah manifiesta una clara preferencia por la libertad y utiliza estructuras legales para
limitar tanto los males como la extensión de la esclavitud. Así el código de Hammurabi (#282)
estipula que el esclavo fugado que oculta su condición social, si es capturado, debe cortársele la
oreja como castigo por su delito. La Torah, aún cuando conoce un castigo menos grave, la
perforación de la oreja, lo aplica al delito exactamente opuesto, es decir, para el esclavo que
después de serlo seis años rechaza su libertad y desea seguir siendo esclavo (Ex. 21:6). Esta
alteración de valores, de afirmar la esclavitud a negarla, no puede ser más evidente para un pueblo
6
familiarizado con los sistemas penales del antiguo Cercano Oriente» («The Extended Notion of the
Sabbath», Judaism 22 [1973]: 350).
49. La función liberadora de los años sabáticos se verá en el capitulo V, parte 1.
50. A este respecto, Ernst Jenni ha observado que la función social del sábado está relacionada
con la experiencia de la liberación de Israel (Die theologische Begründung des Sabbatgebotes
im Alten Testament,
1956, pp. 15-19). También apunta que Deuteronomio insiste no menos de cinco veces en
«recordar» la liberación divina con el fin de actuar con misericordia con los desheredados de la
sociedad (Dt. 5:15; 15:15,16,12; 24:18, 22).
51. Abram Herbert Lewis, Spiritual Sabbatism, 1910, p. 67.
52. Eduard Lohse disiente de esta idea: «El mandamiento del sábado requiere el descanso absoluto
del trabajo. Esta orden no presupone necesariamente condiciones agrícolas tales como las
alcanzadas por Israel después de la conquista. También hubiesen podido ser observadas por
nómadas. Por lo tanto, la observancia del sábado se remonta al origen remoto de la religión de
Yahweh» («Sabbaton», Theological Dictionary of the New Testament, III, 1971, p. 3). Cf. H. H.
Rowley (n. 9), p. 117.
53. Cf. William Foxwell Albright, Yahweh and the Gods of Canaan: A Historical Analysis of Two
Contrasting
Faiths, 1968, pp. 64-73. John Brigth, A History of Israel, 1959, pp. 72-73; H. H. Rowley, From
Joseph to Joshua: Biblical Traditions in the Light of Archeology, 1950, pp. 157ss.
54. Del mismo modo Salomón Goldman declara: «Roger Williams, ¿no tuvo más visión que la
mayoría de los habitantes de la Nueva Inglaterra de su tiempo? ¿No fundó Rhode Island con la
esperanza de que pudiese servir en el futuro como ‘un refugio para los perseguidos por motivos de
conciencia’? ¿No anticipó Jefferson en muchos aspectos la América de nuestros días? Y Lincoln,
¿no tuvo que presionar a su generación para llegar a formular la ley del suelo y de ese modo hacer
provisión para los numerosos millones que habitarían el país algún dia? ¿Por qué pues negarle tal
clarividencia a Moisés?» (n. 47, p. 64).
55. Cf. Friedrich Delitzsch, Babel und Bibel, 5 a ed., 1905, p. 65. Karl Budde menciona también a
varios otros
partidarios de este punto de vista (n. 9), p. 5.
56. Karl Budde observa que «Nehemías (Neh. 13:17-21) tuvo que tomar medidas contra los
mercaderes cananeos que traían sus mercancías a Jerusalen en Sábado. Y aún cuando tenemos
muy poca información acerca de los antiguos cananeos, tenemos mucha de sus contemporáneos
los fenicios, sus vecinos, procedente de lugares del Mediterráneo tan alejados como Cartago, Galia
y España: en ninguna otra parte se encuentra la mas mínima traza del sábado; al contrario, Israel
es consciente de la no existencia de nada similar en todo aquel amplio ámbito» (n. 9, p. 5). Eduard
Lohse indica igualmente que «la idea de que hayan tomado el sábado de los cananeos es refutada
por el hecho de que entre éstos no se ha encontrado ningún vestigio de ello» (n. 52, p. 3).
57. Cf. E. G. Kraeling (n. 13), pp. 226-228; Martin P. Nilsson, Primitive TimeReckoning, 1920, pp.
324-346; H. Webster, Rest Days: A Study in Early Law and Morality, 1911, pp. 101-123; Ernst
Jenni (n. 50), p. 13.
58. Ver n. 36. Cf. también James B. Pritchard (n. 34), pp. 143, 144, 150, 94;y Kraeling (n. 13), p.
228.
59. Cf. Hans-Joachim Kraus (n. 36), pp. 81-87; C. W. Kiker, «The Sabbath in the Old Testament
Cult», (tesis doctoral), Southern Baptist Theological Seminary, 1968, pp. 76-111.
60. El punto flaco de esta hipótesis está en que las más antiguas regulaciones de las festividades
anuales (Ex. 23:14-17; 34:18-23) no exigen la cesación del trabajo ni aparecen nunca relacionadas
de ninguna manera con la observancia del séptimo día.
61. Ver ns. 29, 30.
62. Hans-Joachim Kraus (n. 36), p. 87; J. Morgenstern (n. 43), p. 139; M. Jastrow, «The Original
Character of the Hebrew Sabbath», American Journal of Theology 2 (1898): 324; Georg Beer,
Exodus, 1939, p. 103; Hans Schidt, «Mose und der Dekalog», Eucharisterion: H. Gunkel zum 60.
Geburtstage, FRLANT 19 (1923): 105; Martin P. Nilsson (n.57), p. 331.
7
63. Ver n. 44. Cf. Eduard Lohse (n. 52), p. 5. «En la comunidad post-exílica el mandamiento del
sábado aparece como el más importante de la ley divina.» Harold H. P. Dressler también afirma que
«Israel no guardó el sábado como una institución religiosa hasta el exilio babilónico» («The Sabbath
in the Old Testament», en From Sabbath to Lord’s Day: A Biblical, Historical and Theological
Investigation, D. A. Carson, ed., (será publicado en 1980), p. 28 del manuscrito.
64. Ver n. 30.
65. Que Ezequiel no transformó el sábado de una institución social en una celebración religiosa, se
ve también en el modo en que asoció la profanación del sábado con el descuido de las
obligaciones morales del hombre hacia sus padres, los extranjeros y los pobres (Ez. 22:7-8). El
profeta vela los aspectos social y religioso del sábado como mutuamente dependientes.
66. Niels-Erik Andreasen, Rest and Redemption, 1978, p. 29, subraya este punto cuando escribe:
«El profeta Ezequiel, que vivió en cautividad durante este período, menciona el sábado
repetidamente, pero casi siempre lo hace en relación con el templo de Jerusalen y sus objetos
sagrados (Ez. 22:8, 26; 23:38), o en relación con el futuro del templo, por el cual suspiraba
fervientemente (Ez. 44:24; 45:17; 46:1-4, 12).»
67. Ver pp. 35, 44.
68. Ver por ejemplo el tratado Shabbath, 7, 2, en H. Danby, The Mishnah, 1933, pp. 100-136;
George Foot Moore, Judaism in the First Centuries of the Christian Era, 1946, pp. 19-39; S. T.
Kimborough, «The Concept of Sabbath at Qumran», Revue de Qumran 5 (1962): 483-502; 1 Mac.
2:29-41; 1:15, 60; 2 Mac. 6:10; Jub. 50:8.
69. Ver pp. 150-154.
70. Cf. también Jub. 2:20-22. Esta interpretación tan exclusivista del sábado condujo a algunos
rabinos a enseñar que la observancia del sábado estaba prohibida para los no judíos. Así, Simón b.
Lagish dice: «El gentil que observa el sábado merece la muerte» (Sanhedrin 586). Anteriormente R.
José b. Hanina habla dicho: «El no judío que observa el sábado no estando circuncidado es reo de
pena de muerte. ¿Por qué? Porque a los no judíos no se les ha mandado hacerlo» (Deuteronomio
Rabbah 1:21).
71. Génesis Rabbah 11:7; 64:4; 79:6.
72. Ver p. 45.
73. Cf. Génesis Rabbah 11:2, 6, 8; 16:8; 79:7; 92:4; Pirke de Rabbi Eliezer 18, 19, 20; Los
Libros de Adam y Eva 51:1-2; Apocalipsis de Moisés 43:1-3; Yoma 28b. En estas referencias,
sin embargo, se puede detectar a veces cierta tensión entre el concepto universalista-creacionista
del sábado y el exclusivista-mosaico. En el Libro de los Jubileos (siglo II a. C.) tenemos un
ejemplo. Mientras en 2:1 se dice que «Dios guardó el sábado en el séptimo día y lo santificó para
siempre y lo puso por señal de todas sus obras», en 2:31 se afirma que Dios «no autorizó a ningún
otro pueblo a guardar el sábado en ese día, excepto a Israel.» Para más información sobre el tema,
ver Robert M. Johnston, «Patriarchs, Rabbis, and Sabbath», Andrews University Seminary
Studies 12 (1974): 94-102.
74. Este argumento aparece por primera vez en los escritos de Justino Mártir, Diálogo con Trifón
19, 6; 23, 3; 27, 5; 29, 3; 46, 2-3. Cf. Irenaeus, Adversus haereses 4, 16, 2; Tertulian, Adversus
Judaeos 2; Eusebius, Historia Ecclesiástica 1, 4, 8; Demonstratio evangelica 1, 6;
Comnentaria in Psalmos 91. Este argumento aparece también en la Didascalia Siriaca 26; «Si
Dios hubiese querido que descansásemos un día de cada seis, ya los patriarcas y los hombres
justos y todos los que vivieron antes de Moisés habrían descansado (en ese día)» (Connolly, p.
236). Para un análisis sobre Justino Mártir ver S. Bacchiocchi (n. 11), pp. 223-233.
75. Por ejemplo, John Gil], The Body of Divinity, 1951, 965. Robert A. Morey expresa la misma
opinión en»Is Sunday the Christian Sabbath?», Baptist Reformation Review 8 (1979): 6: «Pero ¿no
se trata de un precepto dado en la creación según Gn. 2:1-3? No, la palabra ‘sábado’ no aparece
en el texto. Un estudio bíblico-teológico más profundo mostraría que Gn. 2:1-3 es el comentario
retrospectivo de Moisés acerca de la creación, en el contexto de su comprensión personal de los
Diez Mandamientos, pero no es la comprensión de Adán en el principio de la Historia.» Harold H. P.
Dressler (n. 63) dice en la p. 22 de su manuscrito: «Génesis 2 no menciona la palabra ‘sábado.’
Habla sólo del ‘séptimo día.’ A menos que el lector identifique ‘séptimo día’ y ‘sábado,’ aquí no hay
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ninguna referencia al sábado.» Pero esa identificación entre «séptimo día» y «sábado» ¿no es
bastante explícita en Ex. 20:8-11?
76. U. Cassuto, A Commentary on the Book of Genesis, 1961, p. 63.
77. U. Cassuto (n. 76), p. 68, explica: «Lo que quería decir la Torah, a mi entender, era lo siguiente:
el sábado de Israel no será como el de las naciones paganas; no será el día de la luna llena, ni
ningún otro día dependiente de las fases de la luna, sino que será el séptimo día (lo cual nos
ayuda a entender por qué se acentúa aquí la particular apelación de séptimo día), el séptimo en
una sucesión perpetua, independiente y libre de cualquier asociación con los signos de los cielos y
de los conceptos astrológicos.» Cf. N. M. Sarna, Understanding Genesis, 1923, p. 23. La razón
para el uso del término «séptimo día» en vez de sábado debe buscarse a la luz del propósito
general del relato de la creación, que es, según Herold Weiss, el de impugnar «la visión mitológica
del mundo, en la que torrentes, montañas, animales, astros y árboles tienen ‘poderes’ propios. Aquí
tenemos un mundo secular. Dios está claramente fuera de él, pero ha dejado en él sus huellas al
marcar al hombre con su imagen» («Genesis, Chapter One: A Theological Statement», Spectrum 9
1979: 61). Harvey Cox hace la misma observación en The Secular City, 1965, pp. 22-23.
78. Harold H. P. Dressler escribe: «No hay ningún mandato divino acerca de cómo debe ser
guardado el séptimo día. De un modo retrospectivo se nos dice simplemente que Dios ‘descansó’
(Ex. 20:11) y ‘reposó’ (Ex. 31:17)» (n. 63, p. 22 del manuscrito). Cf. Gerhard von Rad, The Problem
of the Hexateuch and other Essays, 1966, p.101,n. 9; Robert A. Morey (n. 75), p. 6; C. H.
Mackintosh, Genesis to Deuteronomy, 1965, p. 23.
79. John Murray, Principles of Conduct, 1957, p. 32.
80. Muchos teólogos reconocen las implicaciones universales del sábado creacionista. U. Cassuto
(n. 76), p. 64, por ejemplo, comenta lo siguiente: «Cada séptimo día, sin interrupción desde los días
de la creación, sirve para recordarnos que el mundo fue creado por la palabra de Dios, y que
debemos dejar nuestros trabajos para seguir el ejemplo del Creador y andar sus caminos. La Biblia
insiste en recalcar que la santificación del sábado es anterior a Israel y afecta a toda la
humanidad.» The Interpreter’s Bible I, p. 489: «El hecho de que P no vincule el origen del sábado
con cualquier acontecimiento de la vida de los patriarcas–como ocurre con la circuncisión en el
capitulo 17–ni con la historia de Israel, sino con la creación misma, es muy significativo. Porque
indica que la observancia de este día, según este pasaje…concierne a todo el género humano.» Cf.
W. H. Griffith Thomas, Genesis, 1960, p. 33; Joseph Breuer, Commentary on the Torah, 1948,
pp. 17-18; Frank Michaeli, Le Livre de la Genése, 19, pp. 30-31; Julian Morgenstern, The Book of
Genesis, 1965, p. 38; C. Westermann, Genesis, 1974, p. 236; Niels-Erik Andreasen (n. 66), p. 75.
81. Roger D. Congdon presenta este argumento en su tesis doctoral diciendo: «No existe
absolutamente ninguna mención del sábado antes de que Dios lo diera a Moisés…Esas palabras
indican que aquel acontecimiento fue relacionado con el decálogo del Sinaí. Las palabras citadas
se encuentran en Ex. 16:4. Esta es la primera referencia al sábado en la Biblia, y cronológicamente
la primera en toda la historia» («Sabbatic Theologhy,» tesis doctoral, Dallas Theological Seminary,
1949), pp. 122-123). Cf. Robert A. Morey (n. 75), p. 6.
82. Esto no significa que los principios éticos de los diez mandamientos fuesen desconocidos. ¿No
fue condenado Caín por matar a su hermano (Gn. 4:9-11), y fue alabado Abraham por guardar los
mandamientos de Dios?
83. Cf. Ex. 7:25; 12:15, 16, 19; 13:6, 7.
84. No negamos que algunos israelitas pudiesen considerar el sábado como una institución
relativamente nueva, sobre todo teniendo en cuenta su inevitable descuido durante la opresión
egipcia.
85. Obsérvese la importancia dada a la celebración hogareña del sábado en Lv. 23:3: «El séptimo
día es sábado de descanso solemne, de reunión santa; no trabajarás en él, es el sábado del
Señor en todas tus moradas.» Cf. Ex. 16:29. Jacob Z. Lauterbach (n. 12), p. 440, señala que «el
centro principal de la observancia del sábado es el círculo familiar del hogar y muchas de sus
ceremonias están encaminadas a estrechar los lazos de amor y afecto entre los miembros de la
familia, acentuar el cuidado y los deberes paternos y aumentar el respeto filial hacia los padres.»
9
86. Fue precisamente esta inquietud ante el legalismo sabático la que llevó a Lutero y a otros
reformadores radicales a considerar el sábado como una institución mosaica superada. Ver p.148.
En nuestros días éste es el punto de vista de los cristianos dispensacionalistas y antinomianos.
87. J. Calvin, Institutes of the Christian Religion, 1972, II, p. 339. Cf. K. Barth,,( Church
Dogmatics, 1958, III, part 2, p. 50.
88. Para un examen de las teorías creacionistas, ver Frank Lewis Marsh, Studies in Creationism,
1950, pp. 22-40.
89. Herold Weiss (n. 77), p. 59.
90. Ver capítulo V.
91. La construcción griega es día con acusativo, lo cual indica la causa por la que fue creado el
sábado, a saber «por causa del hombre» o, como traduce H. E. Dana,»en atención al hombre (Mr.
2:27)» (A Manual Grammar of the Greek New Testament, 1962, p. 102).
92. Para un análisis de Marcos 2:27 ver S. Bacchiocchi (n. 11),pp.59-61. Estas palabras de Jesús
aluden a la función original del sábado (en la creación), como lo, reconocen numerosos teólogos.
Ver entre otros, Charles E. Erdman, The Gospel of Mark, 1945, p. 56; H. B. Swete, The Gospel
According to St. Mark, 1902, p. 49; J. A. Schep, «Lord’s Day Keeping from the Practical and
Pastoral Point of View», in The Sabbath-Sunday Problem, 1968, pp. 142-143; Roger T. Beckwith
and W. Stott, This is the Day, 1978, p. 11; Francis Nigel Lee, The Covenantal Sabbath, 1966, p.
29.
93. D. A. Carson alega que el verbo ginomai no puede tomarse como «una expresión técnica para
‘crear,’ ya que su significado varía según el contexto («Jesus and the Sabbath in the Four Gospels»,
en From Sabbath to Lord’s Day: A Biblical, Historical, and Theological Investigation, será
publicado en 1980, p. 123 del manuscrito). La observación es correcta, pero el contexto sugiere
que el verbo se refiere a la «creación» original del sábado, por dos razones básicas. Primera,
porque esta declaración (2:17) es la prueba concluyente presentada por Cristo sobre la función
humanitaria del sábado (2:23-26), señalando con ella su propósito original y último. Segunda,
porque Cristo afirma su señorío sobre el sábado (2:28) basándose en el hecho de que él mismo lo
estableció para beneficio del hombre (2:27). Para más detalles, ver S. Bacchiocchi (n. 11) pp.59-
61.
94. D. A. Carson se opone también a reconocer cualquier relación entre Mt. 19:8 y Mr. 2:27, porque
en este último texto no figura la frase «desde el principio». Por lo tanto, argumenta Carson, Jesús no
alude a «un determinado tiempo, sino a un determinado propósito» (n. 93, p. 125). Pero ¿se pueden
separar de esa manera tiempo y propósito? ¿No estableció Cristo el propósito del matrimonio por
referencia al tiempo de su origen? Del mismo modo ¿no fue establecido el propósito del sábado
en relación con el tiempo (el día) en que fue creado?
95. Ver S. Bacchiocchi, (n. 11); p.38-48; idem, «Juan 5:17: Negación o Explicación del sábado»,
Trabajo presentado en el Congreso Anual de la Sociedad de Literatura Bíblica, New Orleans,
Louisiana, Noviembre 11, 1978; cf. pp. 143-146.
96. Este pasaje se examina más ampliamente en el capítulo V.
97. El autor propone como mínimo tres diferentes niveles de significado. Ver. p.129.
98. Esta cita procede de Eusebio, Praeparatio evangelica, 13, 12.
99. Filón, De Opificio Mundi 89; De Vita Mosis 1, 207; De Specialibus Legibus 2,59.
100. Filón, De Decalogo 97.
101. Filón, De Opificio Mundi 89.
102. Didascalia Siriaca 26, ed. Connolly, p. 233.
103. Atanasio, De sabbatis et circumcisione 4, PG 28, 138 BC. Para más ejemplos y
comentarios, ver S. Bacchiocchi (n. 11), pp. 273-278.
104. Constitución de los Santos Apóstoles VII, 23, Ante-Nicene Fathers VII, 469.
105. Ibid., VII, 36, p. 474; cf. II, 36.
106. Jean Daniélou, The Bible and Liturgy, 1966, p. 276.
107. Agustín, The City of God, XXII, 30, traduc. Henry Bettenson, 1972, p. 1090.
108. Para San Agustin el hecho de que en el relato de la creación del séptimo día no se hable de
«tarde y mañana» significa que al descanso sabático se le ha dado una dimensión eterna, espiritual
y escatológica.
10
109. San Agustín, Confesiones XIII, 35-36. Cf. Sermón 38, PL 270, 1242; De Genesis ad litteram
4, 13, PL 34, 305. San Agustín presenta de un modo conciso lo que él llama las dimensiones «ya» y
«todavía no» del descanso sabático, en su Comentario sobre los Salmos 91, 2: «El que tiene
buena conciencia, está tranquilo y esa paz es el sábado del corazón. Pues su esperanza reposa en
Aquel que promete, y aunque sufra en el tiempo presente, contempla en esperanza a Aquél que ha
de venir, y entonces todas las nubes de aflicción serán dispersadas. Este gozo presente y la paz de
nuestra esperanza son nuestro sábado» (PL. 27, 1172).
110. En su Epístola 55 ad Ianuarium 22, Agustín escribe: «Por lo tanto el único de los diez
mandamientos que hemos de observar espiritualmente es el del sábado, porque reconocemos que
es simbólico y no está hecho para ser celebrado con nuestra inactividad física» (CSEL 34, 194).
Nos preguntamos cómo es posible retener el simbolismo del sábado como descanso místico y
escatológico en Dios, y al mismo tiempo negar la base que sustenta dicho símbolo, es decir, la
experiencia del descanso sabático literal. Esta contradicción es discutida en las pp. 54-55, 155-156.
111. Eugippius (en torno a 500), por ejemplo, cita al pie de la letra el texto de Agustín, Adversus
Faustum 16, 29 (Thesarus 66, PL 62, 685). Cf. Beda (673-735), In Genesim 2, 3, CCL 118A, 35;
Rabano Mauro (784-856), Commentaria in Genesim 1, 9, PL 107, 465; Pedro Lombardo
(1100-1160), Sententiarum libri quatuor 3, 37, 2, PL 192, 831.
112. Crisóstomo, Homilia 10, 7 In Genesim, PG 53, 89. Ephraem Syrus (306-373) apela a la «ley»
del sábado para exhortar a que «se garantice el descanso de los siervos y de los animales» (S.
Ephraem Syri hymni et sermones, ed. T. J. Lamy, I, 1882, p. 542). Para tener una visión de
conjunto de como se aplicó la ley del sábado a la observancia del domingo, ver L. L. McReavy,
«Servile Work: The Evolution of the Present Sunday Law», Clergy Review 9 (1935): 273-276. Ver
textos principales en Willy Rordorf, Sabbat et dimanche dans l’Eglise ancienne, 1972, nos. 140,
143. H. Huber describe el desarrollo hasta el final de la Edad Media (Geist und Buchstabe der
Sonntagsruhe, 1958, pp. ll7s.).
113. Peter Comestor, Historia scholastica: liber Genesis 10, PL 198, 1065. Sobre el desarrollo
del principio de «un día de cada siete», ver discusión en Wilhelm Thomas, «Sabbatarianism «,
Encyclopedia of the Lutheran Church, 1965, III, p. 2090.
114. La distinción fue explícitamente hecha por Alberto Magno (1200-1280). Ver Wilhelm Thomas
(n. 113), p. 2278.
115. Tomás de Aquino, Suma Teológica, Part I-II, Q. 100, 3, 1947, p. 1039. La distinción entre
aspectos morales y ceremoniales del sábado aparece también claramente establecida en la parte
I-II, Q. 122, 4: «Hay un precepto moral en el punto que ordena al hombre consagrar parte de su
tiempo a las cosas de Dios. Porque hay en el hombre una inclinación natural a dedicar tiempo para
cada cosa necesaria . . . Por lo tanto, de acuerdo con los dictados de la razón, el hombre aparta
cierto tiempo para su refrigerio espiritual, en el cual la mente del hombre se revitaliza en Dios. Y
así, tener que consagrar una parte del tiempo para dedicarse a las cosas de Dios es materia de
precepto moral. Pero es precepto ceremonial en cuanto especifica el tiempo como un signo
representativo de la creación del mundo. De modo que es un precepto ceremonial en su significado
alegórico, como representación del descanso de Cristo en la tumba el séptimo día; pero en cuanto
a su significado moral, como representación de la cesación de todo acto de pecado y del reposo de
la mente en Dios, en ese sentido es un precepto general. Y es un precepto ceremonial en su
sentido analógico, como anticipo del goce de Dios en el cielo» (n. 115, p. 1701).
116. Tomás de Aquino subdivide la ley mosaica en preceptos morales, ceremoniales y judiciales.
Para él los preceptos morales del decálogo son también preceptos de la ley natural, es decir,
preceptos que obligan a todo ser humano porque son accesibles a todo hombre por medio de su
sola razón, sin necesidad de revelación especial. Cf. Tomás de Aquino (n. 115), Parte I-II, Q. 100, 1
y Q. 100, 3, pp. 1037, 1039.
117. Tomás de Aquino (n. 115), Parte I-II, Q. 100, 5, p. 1042. Ver también n. 115.
118. Ver n. 117. Obsérvese también que Tomás de Aquino atribuye una función simbólica similar al
domingo: «Al igual que el sábado, que es un signo recordatorio de la primera creación, el día del
Señor, que ha tomado su lugar, es un memorial de la nueva creación iniciada con la resurrección
de Cristo» (n. 115, Parte I-II, Q. 103, 3, p. 1085).
119. Tomás de Aquino (n. 115), Parte I-II, Q. 107, 3, p. 1111.
11
120. Ver L. L. McReavy (n. 112), p. 279 s. Hay un breve sumario sobre el desarrollo de las leyes
del domingo y su casuística en Paul K. Jewett, The Lord’s Day, 1972, pp. 128-169. Un buen
ejemplo de la adopción de la distinción moral-ceremonial tomista es el Catecismo del Concilio de
Trento, (n. 142).
121. El concepto de Karlstadt acerca del descanso sabático contiene una extraña combinación de
elementos místicos y legalistas. Para él se trata básicamente de un día en el que el hombre se
abstiene de sus trabajos para hacer penitencia por sus pecados. Para un claro análisis sobre sus
puntos de vista, consultar Gordon Rupp, Patterns of Reformation, 1969, pp. 123-130; Idem,
«Andrew Karlstadt and Reformation Puritanism Journal of Theological Studies 10 (1959):
308-326; cf. Daniel Augsburger, «Calvin and the Mosaic Law», Tesis doctoral, Universidad de
Estrasburgo, 1976, pp. 248-249; J. N. Andrews, and L. R. Conradi, History of the Sabbath and
First Day of the Week, 1912, pp. 652-655.
122. Lutero, Contra los profetas celestes, Luther’s Works, 1958, 40:93. Uno de los más valiosos
estudios sobre la posición de Lutero en cuanto al sábado es el de Richard Muller,
Adventisten-Sabbat-Reformation, Studia Theologica Lundensia, 1979, pp. 32-60.
123. Concordia or Book of Concord, The Symbols of the Evangelical Lutheran Church, 1957,
pp. 174.
124. Confesión de Augsburgo (n. 123), p. 25; cf. Philip Schaff, The Creeds of Christendom,
1919, III, p. 69.
125. El Gran Catecismo (n. 123), p. 175.
126. Erlanger ed., 33:67, citado en Andrews y Conradi (n. 121), p. 627.
127. Melanchthon, On Christian Doctrine, Loci Communes 1555, Clyde L. Manschreck, ed. 1965,
p. 96.
128. Melanchthon (n. 127), p. 98. En su primera edición de Loci Communes (1521) Melanchthon
reconoce que su comprensión del cuarto mandamiento depende del Tratado sobre las Buenas
Obras (1520) de Lutero.
129. El concepto del sábado como «renuncia y renovación» se trata en pp.114ss. No comparto, sin
embargo, la idea de Melanchthon que relaciona la observancia del sábado con la
auto-mortificación, puesto que el sábado no es un día sombrío sino gozoso. Cf. Loci Communes
Theologici (1521), en Melanchthon and Bucer, L. J. Satre y W. Pauck, trans., 1969, p. 55.
130. Ver nota 128. Este aspecto del sábado se considera también en los capítulos III, IV, VI, y VII.
131. Lutero (n. 122), p. 93; cf. p. 97.
132. Melanchthon (n. 127), pp. 96-97.
133. Melanchthon (n. 127), p. 97.
134. Debe tenerse en cuenta que la orientación teológica del descanso sabático «para el Señor tu
Dios» (Ex. 20:11; 31:17; Dt. 5:14) podría implicar que la cesación de todo trabajo es a la vez una
llamada a la adoración divina en el culto público. Esta idea se ve apoyada por el hecho de que en
las fiestas anuales, la prohibición de todo trabajo (prácticamente idéntica a la del cuarto
mandamiento) tiene por objeto facilitar la participación de todos en la «asamblea sagrada» (Nm.
28:18, 25, 26; 29:1, 7, 12, 35; Lv. 23:7, 21, 23-25, 28-32, 35; Dt. 16:8, 11). Aún reconociendo esta
posibilidad, la verdad es que el objetivo del cuarto mandamiento no es «el culto» sino el descanso
del trabajo. El acto mediante el cual el hombre se pone a la disposición de Dios en el sábado,
representa una respuesta de adoración a Dios. Ver pp. 162-167.
135. D. J. 0’Connor hace una incisiva crítica de la teoría de la ley natural en Aquinas and Natural
Law, 1967.
136. Melanchthon (n. 127), p. 96, califica la posición antinomiana de «pueril». La refuta apelando a
la diferencia entre los aspectos específicos y generales del sábado. También Calvino en 1562
escribió un folleto para refutar un libro holandés que propugnaba que Cristo habla abolido todo
ritual, incluída la santificación del día de descanso (Response A un Holandois, Corpus
Reformatorum 1863, 9: 583-628). En una carta contra los antinomianos («Wider die Antinomer»,
1539), Lutero escribió: «Me asombra sobremanera que alguien se atreva a afirmar que yo rechazo
la ley de los diez mandamientos .¿Es imaginable la existencia del pecado si no existiese la ley?
Para que alguien pudiese abrogar la ley necesitaría antes abrogar el pecado» (Erlanger ed. 32:4,
citado por Andrews y Conradi En. 121], p. 626).
12
137. Confesión de Augsburgo, (n. 123), p. 25. Esta Confesión acusa especialmente a la Iglesia
Católica de exigir la santificación de ciertas fiestas como condición para la salvación: «Pues los que
piensan que la observancia del día del Señor fue ordenada por la autoridad de la iglesia para
substituir a la del sábado, cometen un gran error» (loc. cit.). Lutero reconoció que sus acerbas
declaraciones contra el decálogo necesitaban matizarse. En respuesta a un antinomiano, Lutero
escribió en 1541: «Si anteriormente hablé o escribí con dureza contra la ley, fue porque la Iglesia
cristiana estaba demasiado sobrecargada de supersticiones que ocultaban y hasta sepultaban a
Cristo; …pero en cuanto a la ley en si, yo nunca la he rechazado» (citado por Robert Cox, The
Literature of the Sabbath Question, 1865, I, p. 388).
138. Confesión de Augsburgo (n. 123), p. 25.
139. Ver pp. 114-116.
140. Lutero, Tratado sobre las Buenas Obras (1520), Selected Writings of Martín Luther, 1967,
1:154b.
141. Lutero (n. 123), p. 174.
142. Winton V. Solberg, Redeem the Time, 1977, pp. 15-19; A. G. Dickens, The English
Reformation, 1964, p. 34; George H. Williams, The Radical Reformation, 1962, pp. 38-58, 81-84,
815-865.
143. Catechism of the Council of Trent, J. Donovan, trad., 1908, p. 342.
144. Ibid., p. 343.
145. La supresión del segundo mandamiento por parte de la Iglesia Católica ha sido compensada
avanzando la posición de los ocho restantes y dividiendo en dos preceptos el décimo
mandamiento. La inconsistencia de este arreglo arbitrario aparece claramente en el Catecismo del
Concilio de Trento, donde los diez mandamientos son examinados uno por uno, con excepción de
los dos últimos, que son tratados como uno sólo (n. 143, p. 401).
146. Catecismo del Concilio de Trento, III, capitulo 4, cuestiones 18 y 19 (n. 143), p. 347. En su
alocución ante el Concilio de Trento, Gaspar della Fossa dijo: «El sábado, el día más glorioso de la
ley, ha sido cambiado por el día del Señor … Esta y otras cosas no han desaparecido en virtud de
las enseñanzas de Cristo (pues El dijo que vino a cumplir la ley, no a abrogarla), sino que han sido
cambiadas en virtud de la autoridad de la Iglesia. Si esta autoridad es desechada (y eso es lo que
quisieran hacer los herejes), ¿quién podrá mantener la verdad y confundir la obstinación de los
herejes?» (Mansi 33:533, citado por Andrews y Conradi (n. 121), p. 589). Sobre el uso de este
argumento por parte de las autoridades católicas en Suiza francesa, véase Daniel Augsburger,
«Sunday in the Pre-Reformation Disputations in French Switzerland», Andrews University
Seminary Studies 14 (1976): 265-277.
147. Johann Eck, Enchiridion locorum commumium adversus Lutherum et alias hostes
ecclesiae, 1533, p. 79.
148. Ibid.
149. Catecismo del Concilio de Trento (n. 143), pp. 344-345.
150. Ibid., p. 346.
151. Ibid., p. 347.
152. Ver n. 154, 155.
153. Sobre las ideas y la influencia de los sabatarios véase el documentado articulo de G. F. Hasel,
«Sabbatarian Anabaptists» Andrews University Seminary Studies 5 (1967): 101-121; 6 (1968):
19-28. Sobre la existencia de observadores del sábado en diferentes países, ver Andrews y
Conradi (n. 121), pp. 633-716. Cf. Richard Muller (n. 122), pp. 110-129.
154. Stredovsky de Bohemia, en su lista de las once principales sectas pone en tercer lugar a los
Sabatarios, justo después de los Luteranos y los Calvinistas. La lista fue publicada por Josef Beck,
ed., Die Geschichts-BUcher der Widertáufer in OsterreichUngarn («Fontes Rerum
Austriacarum», Viena, 1883), 43:74. Para un análisis de ésta y otras listas véase Hasel (n. 153), pp.
101-106, quien concluye diciendo: «Estas antiguas enumeraciones parecen indicar que los
Sabatarios Anabaptistas fueron considerados como un grupo numeroso y fuerte» (p. 106). Cf.
Henry A. DeWind, «A Sixteenth Century Description of Religious Sects in Austerlitz, Moravia»,
Mennonite Quarterly Review (1955): 51; George H. Williams (n. 142), p. 676, 726, 732, 848,
408-410, 229, 257, 512.
13
155. Desiderio Erasmo, «Amabili ecclesiae concordia», Opera Omnia V: 505-506; cf. Hasel (n. 153),
p. 107.
156. Lutero dijo: «En nuestro tiempo hay un grupo de necios que se llaman a si mismos Sabatarios
[Sabbather] y que afirman que el sábado debe ser guardado según la costumbre judía» (D. Martin
Luthers Werke, Weimer ed. 42:520). En su Comentarios sobre Genesis (4:46) Lutero nos
proporciona una información semejante: «Me he enterado de que en Austria y Moravia ciertos
judaizantes apoyan el sábado y la circuncisión; si continúan con tal audacia, no dejándose
amonestar por la Palabra de Dios, ciertamente causarán muchos males» (citado por Andrews y
Conradi, [n. 121], p. 640).
157. J. G. Walch, ed., Dr. Martin Luthers sámmtliche Schriften, 1910, 20: 1828ss. Cf. D.
Zscharnack, «Sabbatharier», Die Religion in Geschichte und Gegenwart, 1931, 5:8.
158. Sobre Oswald Glait, véase el reciente estudio de Richard Muller (n. 122), pp. 117-125. Cf.
Hasel (n. 153), pp. 107-121.
159. Sobre Andreas Fisher, véase Richard Muller (n. 122), pp. 125-130; Petr Ratkos, «Die Anflinge
des Wiedertáufertums in der Slowakei», Aus 500 Jahren deutsch-tschechoslowakischer
Geschichte, Karl Obermann, ed., 1958, pp. 41-59.
160. Caspar Schewenckfeld refuta la obra de Glait en S. D. Hartranft and E. E. Johnson, eds.,
Corpus Schwenckfeldianorum, 1907, 4: 451ss.
161. Ibid., p. 458. La traducción es de Hasel (n. 153), p. 119.
162. Ibid., p. 491.
163. Ibid., pp. 457-458.
164. Una crónica Anabaptista cuenta el trágico desenlace de la vida de Glait: «En 1545 el hermano
Oswald Glait es encarcelado en Viena por causa de su fe … Están también con él dos hermanos,
Antonio Keim y Hans Standach, que lo reconfortan. A ellos les encomendó su esposa y su hijo,
dejados en Jamnitz. Después de pasar en la cárcel un año y seis meses, lo sacaron a la
medianoche fuera de la ciudad para que nadie lo viera ni oyera y lo arrojaron al Danubio» (A. J. F.
Zieglschmid, ed., Die álteste Chronik der Hutterischen Brüder, 1943, pp. 259, 260, 266, ET de
Hasel [n. 153], pp. 114-115),
165. Para una reseña histórica de los observadores del sábado desde el siglo XV al XVII, ver
Andrews y Conradi (n. 121), pp. 632-759. La Review and Herald ha anunciado la publicación en
1980 de un estudio más abarcante y critico sobre la observancia del sábado a lo largo de la
historia, con el título El Sábado en las Escrituras y en la Historia. En este nuevo estudio
colaboran aproximadamente 20 especialistas en la materia.
166. R. J. Bauckham, «Sabbath and Sunday in the Protestant Tradition», (n. 63), p. 526 manuscrito.
En 1618, por ejemplo, John Traske comenzó a predicar que los cristianos están obligados por el
cuarto mandamiento a observar escrupulosamente el sábado. Sin embargo, forzado por las
presiones, se retractó de sus ideas en A Treatise of Liberty from Judaism (1620). Teófilo
Brabourne, otro pastor anglicano, publicó en 1628 Discourse upon the Sabbath Day, en el que
defendía la observancia del sábado en vez del domingo. La High Commission anglicana le forzó a
abandonar sus posiciones y amoldarse a lo establecido por la iglesia. Cf. Robert Cox, The
Literature of the Sabbath Question, 1865, 1:157-158.
167. Cf. W. Y. Whitley, A History of British Baptists, 1932, pp. 83-86; A. C, Underwood, A
History of the English Baptists, 1947, caps. 2-5.
168. Seventh Day Baptist General Conference, Seventh Day Baptists in Europe and America,
1910, 1, pp. 127, 133, 153. Cf. Winton U. Solberg (n. 142), p. 278.
169. Raymond F. Cottrell señala lo siguiente: «La dependencia de los pioneros Adventistas del
Séptimo Día de los Bautistas del Séptimo Día en la cuestión del sábado se hace patente en el
hecho de que en el primer volumen de Advent Review and Sabbath Herald más de la mitad del
material publicado procede de publicaciones Bautistas» («Seventh Day Baptists and Adventists: A
Common Heritage», Spectrum 9, [1977]: 4).
170. La Iglesia de Dios del Séptimo Día remonta su origen al movimiento Millerista. Gilbert
Cranmer, uno de los seguidores de Miller, quien durante un tiempo estuvo en relación con los
Adventistas del Séptimo Día, fue elegido en 1860 como primer presidente del grupo llamado
«Iglesia de Cristo y última Iglesia de Dios del Séptimo Día». Un informe de 1977 estimaba su
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membresía en 25.000 personas («Sinopsis de la Historia de la Iglesia de Dios del Séptimo Día»,
informe proporcionado por la sede de esta iglesia en Denver, Colorado).
171. El Directory of Sabbath-Observing Groups de 1974, publicado por The Bible Sabbath
Association, registra más de 120 denominaciones que observan el sábado.
172. Para un estudio exhaustivo sobre la posición de Calvino acerca del cuarto mandamiento, ver
Daniel Augsburger, (n. 121), pp. 248, 284.
173. Juan Calvino, Commentaries on the First Book of Moses called Genesis, John King, 1948,
p. 106. La misma opinión se repite unas líneas más abajo: «Puesto que fue ordenado al hombre
desde el principio para que se dedicase al culto divino, es normal que deba perdurar hasta el fin del
mundo» (p. 107).
174. Juan Calvino, Commentaries on the Four Last Books of Moses, trad. Charles William
Bingham, 1950, p. 437.
175. Ibid., p. 439.
176. Ibid., p. 440. Zuinglio también reconoció el sábado como instituido en la creación, destinado a
servir como tipo del sábado eterno y a proporcionar tiempo para «considerar con agradecimiento las
mercedes divinas, escuchar su ley y su palabra, alabarle, servirle y beneficiar al prójimo» (H.
Zwinglis Camtliche Werke. Corpus Reformatorum, 1905-1953, 13:16, 395). Cf. Edwin Kunzli,
«Zwingli als Ausleger von Genesis und Exodus», Tesis doctoral, Zurich, 1951, p. 123.
177. Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion, trad. Henry Beveridge, 1972, 1, p. 341.
178. Juan Calvino (n. 173), p. 106.
179. Ibid.
180. Juan Calvino (n. 177), p. 343.
181. Ibid. Calvino resume la diferencia entre los aspectos ceremonial y moral del sábado diciendo:
«Podemos resumirlo todo con estas palabras: Así como la verdad fue confiada de un modo figurado
a los judíos, a nosotros nos ha sido impartida sin figura; en primer lugar, para que durante toda
nuestra vida anhelemos constantemente el descansar de nuestros trabajos, y el Señor pueda
actuar en nosotros mediante su Espíritu; en segundo lugar, para que cada hombre, según sus
oportunidades, pueda dedicarse en privado a la meditación piadosa de las obras de Dios, y al
mismo tiempo, para que todos puedan observar las legítimas normas establecidas por la Iglesia
para la predicación de la palabra, la administración de los sacramentos y la oración pública; y en
tercer lugar, para evitar que oprimamos a los que están sujetos a nosotros» (Ibid.).
182. Juan Calvino (n. 174), pp. 435-436.
183. Zacharias Ursinus, The Summe of Christian Religion, Oxford, 1587, p. 955.
184. Acerca de la enorme influencia del libro de Nicolas Bownde, The Doctrine of the Sabbath,
ver Winton U. Solberg, (n. 142), pp. 55-58. El libro fue revisado y ampliado en 1606. Bownde insiste
en el origen edénico del sábado, lo cual convierte el cuarto mandamiento en un precepto que obliga
tanto a judíos como a cristianos. Los últimos deben observar el domingo tan cuidadosamente como
los judíos guardaban el sábado.
185. En la 163a sesión del Sínodo de Dort (1619) una comisión de teólogos holandeses aprobó un
documento en el que se presentaban seis puntos distintivos entre los aspectos ceremonial y moral.
Los primeros cuatro puntos son los siguientes:
«1. En el cuarto mandamiento de la ley de Dios, hay algo ceremonial y algo moral.
2. El descanso en el séptimo día (según la creación), y su estricta observancia, que fueron
impuestas al pueblo judío, constituyen los aspectos ceremoniales de la ley.
3. Pero la parte moral es que debe fijarse un día y dedicarse al servicio de Dios, al descanso
necesario y a la meditación en la cosas de Dios.
4. Habiendo sido abolido el sábado judío, los cristianos están obligados solemnemente a santificar
el dia del Señor» (Gerard Brandt, The History of the Reformation and Other Ecclesiastical
Transsactions in and about the Low Countries, Londres, 1722, 3:320; cf. pp. 28-29, 289-290).
186. La Confesión de Westminster, en su capítulo 21, artículo 7, dice: «Como es de ley natural
que, en general, una debida proporción de tiempo se dedique al culto divino, del mismo modo, en
su Palabra, por medio de un mandamiento concreto, moral y perpetuo, que obliga a todos los
hombres de todos los tiempos, El ha designado específicamente un día de cada siete para que le
sea santificado como sábado: el cual, desde el principio del mundo hasta la resurrección de Cristo,
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era el último día de la semana, y a partir de la resurrección de Cristo fue cambiado por el primer día
de la semana» (Philip Schaff, The Creeds of Christendom, 1919, 3:648-649).
187. R. J. Bauckham, «Sabbath and Sunday in the Protestant Tradition», (n. 63), p. 510 del
manuscrito.
188. Willem Teellinck, De Rusttijdt: Ofte Tractaet van d’onderhoudinge des Christelijken Rust
Dachs (Tiempo de Reposo: Tratado sobre la Observancia del Sábado Cristiano), Rotterdam,
1622. William Ames, Medulla Theologica, Amsterdam, 1623, ET de John D. Eusden, The Marrow
of Theology 1968, pp. 287-300, presenta una base teórica para la observancia del domingo.
Antonio Walaeus, Dissertatio de Sabbatho seu Vero Sensu atque Usu Quarti Praecepti
(Disertación sobre el Sábado o Sentido y Uso Verdaderos del Cuarto Mandamiento), Leiden,
1628. Este trabajo representa la mejor defensa literaria del origen edénico del sábado y su
aplicación a la observancia del domingo.
189. Uno de los primeros tratados contra el sabatismo fue el de Jacobus Burs, Threnos, o
Lamentación mostrando las causas de la deplorable condición del país y la transgresión del
sábado, Tholen, 1627. Andreas Rivetus, en sus Praelectiones (1632) refutó el postulado de
Gomarus de que el sábado es una observancia mosaica abrogada por Cristo. Gomarus respondió
con su voluminosa Defensio Investigationis Originis Sabbat¡ (Defensa de la Investigación
sobre los Orígenes del Sábado), Gronigen, 1632. Rivetus contraatacó con su Dissertatio de
Origine Sabbathi (Disertación sobre el origen del Sábado). Leyden, 1633.
190. La controversia surgió de nuevo en Holanda en los años 1650. Gisbertus Voetius y Johannes
Cocceius fueron los antagonistas en este nuevo combate. Winton U. Solberg (n. 142), p. 200
presenta en un excelente informe la controversia sobre el sábado en la Inglaterra del siglo XVII (pp.
27-85) y especialmente en las primeras colonias americanas (pp. 82-282).
191. La obra de Willy Rordorf (n. 44) fue publicada por primera vez en 1962 en alemán.
Posteriormente ha sido traducida al francés, al inglés y al español. Su influencia se hace ver en los
numerosos y diversos comentarios que ha suscitado.
192. Roger T. Beckwith and Wilfrid Stott, This is the Day, The Biblical Doctrine of the Christian
Sunday, Londres,1978.
193. Rordorf rechaza cualquier relación entre el domingo y el cuarto mandamiento, siguiendo así
en la línea de una larga historia de teólogos anti-sabatarios, entre los que se encuentran: Lutero (n.
123, 124); William Tyndale, An Answer to Sir Thomas More’s Dialogue (1531), ed. Henry Walter,
Cambridge, 1850, pp. 97-98; las fórmulas de fe de la Iglesia de Inglaterra tales como The
Institution of a Christian Man (1537); Francisco Gomarus (n. 189); Francis White, A Treatise of
the Sabbath-Day: Concerning a Defense of the Orthodox Doctrine of the Church of England
against Sabbatarian Novelty (Londres, 1635); Peter Heylyn, The History of the Sabbath
(Londres, 1636); James A. Hessey, Sunday: Its Origin, History, and Present Obligation
(Londres, 1866); Wilhelm Thomas, Der Sonntag im fruhen Mittelater (Gottingen, 1929); C. S.
Mosna, Storia della Domenica dalle Origini fino agli Inizi del V Secolo (Roma, 1969); D. A.
Carson, ed., From Sabbath to Lord’s Day: A Biblical, Historical and Theological Investigation
(a publicar en 1980),
194. Este riesgo ha sido expresado también por P. Falsioni, en Rivista Pastorale Liturgica (1967):
311, 229, 97, 98; (1966): 549-551. En términos semejantes, Beckwith y Stott declaran: «Es
extremadamente dudoso que el domingo cristiano hubiese sobrevivido hasta hoy si la actitud actual
(según la opinión de Rordorf) hubiese prevalecido en el pasado; y si continúa la actitud que se está
generalizando en nuestros días es igualmente improbable que sobreviva en el futuro» (n. 192), p.
ix).
195. Beckwith observa que «si Jesús consideraba el sábado como puramente ceremonial y
puramente temporal, es extraño que le conceda tanta atención en sus enseñanzas, y que en
ninguna de ellas mencione su carácter temporal. Esto es aún más sorprendente cuando
recordamos cómo subrayó el carácter temporal de otros aspectos del ceremonial del Antiguo
Testamento, como las leyes de purificación en Marcos 7:14-23 y Lucas 11:39-41, o el templo (con
sus sacrificios) en Marcos 13:2 y Juan 4:21. Al contrario, según hemos visto, parece hablar del
sábado en Marcos 2:27 como de uno de los preceptos inmutables para toda la humanidad» (n.
192), p. 26; Cf. pp. 2-12.
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196. Beckwith (n. 192), pp. 45-46. Beckwith y Stott ven el sábado como una disposición procedente
de la creación, inalterable, pero transferida al descanso dominical, bajo un punto de vista heredado
de la teología tomista (ns. 115, 116, 117) y compartida por Calvino (ns. 173-181); Richard Hooker,
Laws of Ecclesiastical Polity (1597), V: 70, 3; Nicholas Bownde (n. 184); William Teellinck,
William Ames y Antonio Walaeus (n. 188); fórmulas de fe como la de Westminster Confession (n.
186) y el Sínodo de Dort (n. 185); E. W. Hengstenberg, Uber den Tag des Herrn (1852);
recientemente por J. Francke, Van Sabbat naar Zondag (Amsterdam, 1973); Karl Barth, Church
Dogmatics, 1956, III, pp. 47-72; Paul K. Jewett (en parte), The Lord’s Day: A Theological Guide
to the Day of Worship (1971); Francis Nigel Lee, The Covenantal Sabbath (1966). El estudio de
Lee, aunque patrocinado por la Lord’s Day Observance Society (Sociedad para la observancia
del Día del Señor, difícilmente puede ser tomado en serio a causa de sus excentricidades. Tiene
un apartado, por ejemplo, en el que especula acerca del «sábado y el pecado original» (pp. 79-81).
197. Beckwith y Stott (n. 192), pp. 141, 143.
198. Ver especialmente los primeros cuatro capítulos de mi libro From Sabbath to Sunday, en el
que examino los presuntos argumentos bíblicos sobre el origen apostólico del domingo.
199. Nahum M. Sarna (n. 77), p. 21, indica que «el séptimo día es lo que es porque Dios lo escogió
y lo bendijo y lo santificó. Su carácter sagrado es parte del orden cósmico divinamente establecido.
Por lo tanto, no puede ser abrogado por el hombre, ya que su santidad es independiente de la
actitud humana.»
200. Elizabeth E. Platt, «The Lord Rested. The Lord Blessed the Sabbath Day», Sunday 66 (1979):
4.
201. Este aspecto del mensaje del sábado se examina en el próximo capitulo y en el VI, parte 4, en el apartado titulado «El Sábado y la cri
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