¿Es el Espíritu Santo una Persona, o un Poder?

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¿Es el Espíritu Santo una Persona, o un Poder?

La teología cristiana a menudo ha descuidado el estudio de la información bíblica respecto a la naturaleza y actividades salvíficas del Espíritu Santo. Dentro de este contexto se ha entendido al Espíritu Santo en términos de energía y poder divinos pertenecientes propiamente a la persona del Padre. De ese modo, se entiende que el Espíritu Santo está despojado de individualidad y personalidad. Esta interpretación parece encontrar respaldo en algunos pasajes bíblicos. Por ejemplo, mientras los nombres Padre e Hijo evocan realidades personales, no pasa lo mismo necesariamente con el nombre Espíritu. El género del vocablo griego pneuma (espíritu) es neutro, aparentemente sugiriendo una realidad no personal. Además, el hecho de que la Escritura habla sobre el Espíritu Santo como que tomó la «forma» corporal de una «paloma» (Luc. 3:22), y lo compara al viento Juan 3:8), el agua Juan 7:37-39) y el fuego (Hech 2:3) contribuye también a la idea superficial y errónea de que el Espíritu Santo no es un ser personal como el Padre y el Hijo. Finalmente, el excesivo énfasis en la descripción bíblica del Espíritu Santo como un don (Hech. 2:38; 10:45) que concede dones (1 Cor. 12:4-11; Efe. 4:11) a hombres y mujeres puede también ser responsable por la idea incorrecta de que el Espíritu Santo es una «energía divina» antes que una persona divina. Estos pasajes bíblicos no enseñan que el Espíritu Santo no es un ser personal; meramente dejan abierta la posibilidad de que se considere al Espíritu Santo como una energía divina no personal. Se necesita evidencia explícita adicional para decidir si el Espíritu Santo es o no un ser personal.

El NUEVO TESTAMENTO descubre la naturaleza personal del Espíritu Santo en una variedad de maneras. Si bien los escritores del NUEVO TESTAMENTO no podían cambiar el género de la palabra griega que significa «espíritu», a veces, cuando hablaron del Espíritu Santo utilizaron pronombres masculinos para reemplazar la forma neutra Espíritu (Juan 14:26; 15:26; 16:13), aun a expensas de una inconsistencia sintáctica. Adicionalmente el NUEVO TESTAMENTO adjudica al Espíritu Santo una variedad de características que revelan explícitamente su naturaleza personal. Entre ellas pueden mencionarse las siguientes: inteligencia y conocimiento (Juan 14:26; 1 Cor. 12:11), emociones (Efe. 4:30) y juicio (Hech. 15:28). También puede mentirse al Espíritu (Hech. 5:3, 4), resistirlo (Hech. 7:51) y pecar contra él (Mat. 12:31; Mar. 3:29). Además, el NUEVO TESTAMENTO presenta al Espíritu Santo como haciendo lo que puede hacer un ser personal: habla (Hecho 8:29), enseña (Luc. 12:12), revela (Luc. 2:26), testifica (Hech. 20:23), escudriña (1 Cor. 2:10, 11), envía (Hech. 13:2), guía (Hech. 8:29; 11:12), declara cosas que vendrán (Juan 16:13) y da testimonio a nuestro espíritu (Rom. 8:15,16). Por otra parte, la expresión griega «otro Consolador» que Jesús usó respecto al Espíritu Santo (Juan 14:16) sugiere, no sólo que el Espíritu Santo es un ser divino, sino también que es un ser personal en la misma manera como el Padre y el Hijo son seres personales. Del mismo modo, el papel intercesor (Rom. 8:26) que desempeña el Espíritu Santo en la salvación de los creyentes puede ser desempeñado sólo por un ser personal. Finalmente, la glorificación del Hijo por el Espíritu Santo (Juan 16:14) no puede ser realizada por un poder o energía, sino solamente por una persona. Sin la menor duda los escritores del NUEVO TESTAMENTO entendieron al Espíritu Santo como un ser personal divino.

Sólo cuando captamos claramente interpretación bíblica del Espíritu Santo como una persona divina se ve en su plena luz la especificación del NUEVO TESTAMENTO sobre el concepto del AT de la pluralidad del Dios uno. Sobre la base de la evidencia bíblica presentada antes, una doctrina de la Trinidad llega a ser inevitable y necesaria para la teología cristiana. Antes de que se considere el enfoque bíblico de la Trinidad, es necesario, sin embargo, examinar la obra de la tercera persona de la Trinidad.

Teóricamente todos le asignamos personalidad al Espíritu cuando alabamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en un himno, o cuando invocamos el Gloria Patri: «Gloria sea alPadre, al Hijo Dios, y al Santo Espíritu«.

Para llegar a tener una relación adecuada con el Espíritu Santo y entender su obra, es esencial conocerlo apropiadamente. Conocer la doctrina de la personalidad del Espíritu Santo no sólo es fundamental, sino que es vital e inmensurablemente práctica. Cualquiera que conoce a Dios el Padre y a Dios el Hijo, pero no ha llegado a creer en el Espíritu como una Persona y como Dios, es tan no cristiano como aquel que niega la deidad del Hijo. Jesús habló repetidamente del Espíritu como su sucesor y representante sobre la tierra.

¿Qué nos dice la Biblia sobre el Espíritu? ¿Cómo lo presenta? En la Biblia se menciona al Espíritu o al Espíritu Santo más de 300 veces: unas 100 veces en el Antiguo Testamento unas 200 veces en el Nuevo. La primera mención del Espíritu ocurre en el mismo comienzo de la historia de la creación en Génesis 1. La última mención se encuentra en el último libro de la Biblia, en Apocalipsis 22, a unos cinco versículos del final de toda la Biblia. En estos versículos y pasajes la Biblia presenta al Espíritu como poseedor de una mente. Al tener una mente, el Espíritu también posee conocimiento. Además de tener mente y conocimiento, tiene voluntad.

Demasiado a menudo tendemos a igualar a una persona con un cuerpo. Pero un cuerpo vivo en lo físico no necesariamente constituye una persona funcional. Hace pocos años visité a una mujer cuyo cerebro había cesado de funcionar. Tenía casi cien años de edad. Su corazón estaba en perfectas condiciones. Su cuerpo tenía vigor, pero su mente había cesado sus actividades normales. No sabía nada. No nos reconoció ni a mi esposa ni a mí, aunque habíamos sido amigos suyos. Por no tener una mente activa, tenía que ser atendida como a un bebé. Nunca recobró sus facultades mentales. Era apenas una entidad, no una persona, aunque poseía un cuerpo sano. Para todos los efectos prácticos, esta abuela ya no era una persona. Murió en esas condiciones.

El requisito primario para ser una persona es la posesión de una mente con conocimiento y voluntad. Los textos que citaremos mostrarán que el Espíritu cumple este requisito. Consecuentemente, el Espíritu es una persona, aunque privada de un cuerpo.

El Espíritu es una Persona que ama. Sólo una persona puede amar.

El Padre es una Persona y nos ama (ver Juan 3:16).

El Hijo es una Persona, y nos ama (ver Juan 13:34).

El Espíritu también es una Persona y nos ama (Ver Rom. 15:30).

Por ser una Persona, el Espíritu es capaz de tener sentimientos personales. Isaías nos dice que los israelitas «fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu» (Isa. 63:10). Es imposible que usted haga enojar a su automóvil o su podadora de césped. Tampoco puede hacer que un árbol se enoje. No puede hacer que estas cosas sientan tristeza. Una mera influencia no puede enojarse ni contristarse. Únicamente una persona que ama puede contristarse. El Espíritu posee sentimientos y puede ser contristado. Esta es otra evidencia de que es una Persona. El apóstol Pablo amonesta a los creyentes de Éfeso a que no sigan el ejemplo de los israelitas de antaño que contristaron «al Espíritu Santo de Dios» (Efe. 4:30. Ver Hebreos 3:9-12).

Los que creen que el Espíritu Santo es una Influencia, una Fuerza Activa de Dios, y nada más, no admiten su personalidad, y en consecuencia su divinidad.

Con todo, las Escrituras enseñan algo muy diferente. Revelan que el Espíritu Santo es una persona, y que ella es divina. Lo seguro es quedar con las Escrituras, que presentan al Espíritu de Dios en características y cualidades de una persona.
Categorías: La Deidad

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