Evidencias de Posesión Demoníaca
Para algunas personas resulta muy difícil aceptar que los malos espíritus, o demonios, puedan posesionarse de los seres humanos. Por eso atribuyen los fenómenos de lo que la Biblia llama posesión demoníaca a causas naturales, especialmente a diversas enfermedades físicas y nerviosas, tales como epilepsia y locura. Otros, que aceptan como reales las 563afirmaciones de los Evangelios acerca de la posesión demoníaca, no siempre han tomado en cuenta la naturaleza y la relación de las enfermedades físicas y nerviosas acompañantes. En esta nota se procurará explicar el problema en lo que concierne tanto al dominio satánico de las vidas de todos los impíos en general, como al sentido más restringido de posesión demoníaca, con sus manifestaciones somáticas y psíquicas acompañantes.
El dominio del Espíritu Santo.-
Por medio de la obra del Espíritu Santo (1 Cor. 3: 16; 6: 19; 2 Cor.
6: 16; Efe. 2: 22) Cristo mora en la mente de aquellos que, por su propia y
libre elección, desean servirle (2 Cor. 5: 14; Gál. 2: 20; Col.
1: 27; etc.; cf. DMJ 142-143). A medida que, mediante la cooperación
de ellos, Cristo obra en sus vidas tanto el querer como el hacer por su buena
voluntad (Fil. 2: 13), predomina un poder que proviene de lo alto y que coloca
las tendencias naturales en armonía con los principios divinos (Rom.
8: 29; Gál. 5: 22-23; 2 Tes. 2: 14). Sólo los que así entregan
el dominio de su mente a Dios, en todo el sentido de la palabra, pueden tener
una "mente sana" y disfrutar de una estabilidad mental y emotiva completa
y verdadera (ver 2 Tim. 1: 7; cf. Isa. 26: 3-4). Nadie que elige el servicio
de Dios será dejado a merced del poder de Satanás (M(, 61-62;
cf. DTG 23). Fortalecidos por el poder divino, se vuelven invulnerables contra
los ataques de Satanás (DTG 179, 291).
El dominio de un espíritu malo.-
Por otro lado, todos los que rechazan la verdad, o la desprecian, demuestran
que obedecen al maligno (MC 61; DTG 289, 308). Los que persistentemente rehusan
obedecer las insinuaciones del Espíritu Santo, o las descuidan entregándose,
en cambio, al dominio de Satanás, desarrollan un carácter que
cada vez se parece más al del maligno (Juan 8: 34, 41, 44; DTG 304, 396).
La conciencia y la facultad de elección establecen un molde de conducta
basado en los principios de Satanás (ver Rom. 6: 12-16; DTG 221). A medida
que los hombres así se separan progresivamente de la influencia y del
dominio del Espíritu Santo (ver Efe. 4: 30; com. Exo. 4: 21), finalmente
se encuentran del todo a merced del diablo (ver DTG 221, 290-291; cf. 601, 645;
Juan 6: 70). Retenidos firmemente por una voluntad más fuerte que la
de ellos, por sí mismos no pueden escapar del poder del maligno (MC 62).
Automáticamente piensan y proceden como Satanás les ordena. Cada
vez que la Inspiración hace resaltar la causa, declara que la posesión
demoníaca es el resultado de una vida mala (DTG 221). La fascinante carrera
de placeres mundanos termina en las tinieblas de la desesperación o en
"la locura de un alma arruinada" (DTG 222).
Grados de dominio demoníaco.-
El proceso de la formación del carácter es gradual, y, por lo
tanto, hay grados de dominio o posesión, ya sea del Espíritu Santo
o de los malos espíritus (Rom. 12: 2). Todos los que no se entregan sin
reservas para que el Espíritu Santo more en ellos, están, en mayor
o menor grado, bajo el dominio -en la posesión- de Satanás (ver
Luc. 11: 23; Rom. 6: 12-16; 2 Ped. 2: 18-19; DTG 291, 308). Todo lo que no esté
en armonía con la voluntad de Dios -todo intento de perjudicar a otros,
cada manifestación de egoísmo, cada intento de fomentar principios
erróneos- en cierto sentido de la palabra, es una prueba de dominio o
posesión del demonio (DTG 213, 308). Cada vez que hay una entrega al
mal, el resultado es un cuerpo debilitado, una mente más oscurecida,
un alma más degradada (DTG 308). Con todo, en cada punto del proceso
de su formación "el carácter se da a conocer, no por las
obras buenas o malas que de vez en cuando se ejecuten, sino por la tendencia
de las palabras y de los actos habituales de la vida diaria" (CC 58). De
modo que la principal diferencia entre los que responden en forma ocasional
y los que responden habitualmente a las insinuaciones de Satanás es una
diferencia de grado y no de clase. La vida del rey Saúl es un ejemplo
claro de lo que sucede a quienes se someten al dominio de los demonios (1 Sam.
13: 8-14; 15: 10-35; 16: 14-23; 28: 1-25; PP 733-736).
Formas de dominio demoníaco.-
No sólo varía el grado de dominio o de posesión del demonio,
sino también la forma en que se manifiesta. A veces Satanás puede
llevar a cabo sus siniestros propósitos más eficazmente permitiendo
que su víctima retenga sus actividades mentales y físicas bastante
intactas y simule piedad. Otras veces, el diablo pervierte la mente y el cuerpo
y conduce a la víctima a senderos manifiestamente indignos y malos. Los
que sólo están parcialmente bajo el dominio de los demonios, o
que no manifiestan síntomas que generalmente se relacionan con la posesión
demoníaca, con frecuencia son más útiles para el príncipe
del 564mal que aquellos que más claramente están bajo su dominio.
El mismo espíritu malo que poseía al endemoniado de Capernaúm
también dominaba a los Judíos descreídos (ver Juan 8: 44;
DTG 221; cf. 290, 671, 695-696, 708). judas estuvo "poseído"
por el diablo en una forma similar (ver DTG 260, 601; Luc. 22: 3; Juan 6: 70-71;
13: 27; cf. Mat. 16: 23). En casos como éstos, la diferencia principalmente
radica en la forma en que los demonios manifiestan su presencia y su poder.
Posesión demoníaca y el sistema nervioso humano.
Cualquiera sea el grado o cualquiera sea la forma en que los demonios logran
el dominio sobre un ser humano, lo hacen mediante el sistema nervioso. Mediante
las facultades superiores de la mente -la conciencia, el poder de elección
y la voluntad- Satanás toma posesión de la persona. Mediante el
sistema nervioso el maligno ejerce dominio sobre sus súbditos. La posesión
demoníaca no puede realizarse a menos que sea por el sistema nervioso,
pues mediante él Satanás tiene acceso a la mente y a su vez domina
el cuerpo (cf. Luc. 8: 2; DTG 521). Puesto que el sistema nervioso mismo es
la primera parte del ser que es afectada por la posesión demoníaca,
algunas veces se ven en la persona diferentes afecciones nerviosas, desde un
simple nerviosismo hasta la demencia total. Tales males, con frecuencia, son
el resultado de entregarse, en una forma u otra, a la influencia y a las sugestiones
de Satanás. Sin embargo, las enfermedades del sistema nervioso no acompañan
necesariamente la posesión demoníaca, ni son necesariamente una
señal de una posesión tal, como tampoco lo son la sordera y la
mudez, las que, a veces también acompañan a la posesión
demoníaca.
Cada caso de posesión demoníaca descrito en El Deseado de todas
las gentes es presentado específicamente con implicación de alguna
forma de desorden mental que popularmente se describe como locura, y se destaca
que esa condición es el resultado de la posesión demoníaca.
Por ejemplo, se describe al hombre poseído por el demonio en la sinagoga
de Capernaúm como "loco" y su aflicción como "locura"
(DTG 220-221). También se habla de los endemoniados de Gadara como de
"locos" y "desaforados" y se dice que sus mentes estaban
"extraviadas" (DTG 304; CS 568). Al pie del monte de la transfiguración
estaba un muchacho poseído del demonio. De él sólo se dice
que era "endemoniado" (DTG 396; Mar. 9:18). Los síntomas que
se mencionan específicamente son contorsiones del rostro, alaridos, mutilaciones
del cuerpo, ojos que despiden como chispas, crujir de dientes, espuma en la
boca y convulsiones (Mar. 1: 26; 9: 18-26; Luc. 4: 35; 8: 29; DTG 221, 303,
396). En cada caso, la expulsión de los malos espíritus fue acompañada
por un cambio instantáneo y evidente. Hubo una restauración del
equilibrio mental y de la salud física en lo que habían sido afectados;
volvió la inteligencia (DTG 221, 304), los afligidos se vistieron nuevamente
y volvieron en sí (Mar. 5: 15; Luc. 8: 35; DTG 304), y la razón
les fue restaurada (DTG 396, 521).
El caso del muchacho poseído del demonio, de Mar. 9: 14-29, merece atención
especial. La descripción que se hace del episodio se parece notablemente
a una convulsión epiléptica (vers. 18- 20). Pero afirmar que sencillamente
se trataba de epilepsia, es rechazar las claras afirmaciones de las Escrituras
de que el muchacho era un poseído del demonio. Los escritores de los
Evangelios son igualmente explícitos al describir un caso de lo que ciertamente
parece ser epilepsia y atribuirlo a posesión demoníaca.
La posesión demoníaca y las dolencias físicas.-
En ciertos casos de posesión demoníaca también había
dolencias físicas acompañantes, de una clase o de otra (ver Mat.
9: 32; 12: 22; Mar. 9: 17). Es digno de notar que las dolencias físicas
específicamente mencionadas -ceguera y mudez- parecen haber estado relacionadas
con los nervios sensoriales y motores de las partes afectadas. Otros males físicos
quizá también fueron el resultado de posesión demoníaca.
Los que se entregaban, en mayor o menor grado, a la influencia y al dominio
de Satanás, pensaban y vivían de una manera tal como para depravar
el cuerpo, la mente y el alma (DTG 221, 308; etc.).
Señales distintivas de posesión demoníaca.-
Hasta donde lo ha indicado la Inspiración, las diversas manifestaciones
de dolencias físicas y mentales que indicaban posesión demoníaca,
en sí mismas y por sí mismas, no eran diferentes de manifestaciones
similares atribuibles a causas naturales. Indudablemente, la diferencia no estaba
en los síntomas nerviosos y físicos manifestados, sino en el instrumento
que los causaba. La Inspiración atribuye esos síntomas a la presencia
directa y a la obra de los malos espíritus (CS 568). 565 Pero en sí
mismas y por sí mismas las diversas dolencias físicas y mentales
no constituían lo que los Evangelios describen como posesión demoníaca.
Eran el resultado de la posesión demoníaca.
Sin duda, la creencia popular identificaba los resultados de la posesión
demoníaca con la posesión demoníaca misma. Pero el argumento
de que, debido a su ignorancia, los escritores de los Evangelios atribuyeron
equivocadamente diversas dolencias físicas y nerviosas a la obra de los
malos espíritus es rebatido, porque ellos claramente distinguían
entre los males comunes corporales por un lado y la posesión demoníaca
por el otro (Mat. 4: 24; Luc. 6: 17-18; 7: 21; 8: 2). La realidad de la posesión
demoníaca también es confirmada por el hecho de que Cristo se
dirigía a los demonios como a demonios, y los demonios le respondían
como demonios por intermedio de sus desventuradas víctimas (Mar. 1: 23-24;
3: 11-12; 5: 7, etc.). Reconociendo la divinidad de Cristo y el juicio final
-hechos que entonces no eran entendidos por la gente en general- los demonios
demostraban un conocimiento sobrenatural (Mat. 8: 29; Mar. 1: 24; 3: 11-12;
5: 7; etc.).
Es razonable concluir que la posesión demoníaca, aunque frecuentemente
acompañada por dolencias nerviosas o físicas, exhibía sus
propios síntomas característicos, pero las Escrituras no dicen
cuáles pueden haber sido esos síntomas.
Por qué era común la posesión demoníaca.-
Es evidente que la posesión demoníaca, en el sentido restringido
de los escritores de los Evangelios, era muy común durante el tiempo
del ministerio personal de Cristo en la tierra (DTG 222). Quizá durante
un tiempo Dios dio a Satanás mayor libertad para que demostrara los resultados
de su dominio personal de los seres humanos que voluntariamente elegían
servirle. En el monte de la transfiguración los discípulos contemplaron
la humanidad transfigurada a la imagen de Dios, y al pie de la montaña
a la humanidad degradada a la semejanza de Satanás (DTG 396).
Durante siglos, el diablo había estado procurando el dominio irrestricto
de los cuerpos y las almas de los hombres, a fin de afligirles con pecados y
sufrimientos y destruirlos finalmente (DTG 222; PP 744). De modo que, cuando
apareció nuestro Señor caminando como un hombre entre los hombres,
"los cuerpos de los seres humanos, hechos para ser morada de Dios, habían
llegado a ser habitación de demonios. Los sentidos, los nervios, las
pasiones, los órganos de los hombres, eran movidos por agentes sobrenaturales
en la complacencia de la concupiscencia más vil. La misma estampa de
los demonios estaba grabada en los rostros de los hombres" (DTG 27). Aun
la semejanza de la humanidad parecía haber sido borrada de muchos rostros
humanos que, en cambio, reflejaban la expresión de las legiones de demonios
de los cuales eran posesos (cf. Luc. 8: 27; DTG 303; CS 568). En una forma muy
real, la posesión demoníaca representa los abismos de degradación
a los cuales descienden quienes responden a Satanás, e ilustra gráficamente
aquello en que finalmente se convertirán, cuando se entreguen plenamente
al dominio satánico, todos los que rechazan la misericordia de Dios (DTG
308).
CBA, tomo 5.
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