La clonación humana

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Dr. Anthony J. Zuccarelli y Dr. Ceraid R. Winslow

Cumulina! No es un pueblo romántico en una isla lejana. No es un plato exótico. No es nada que tú pudieras haber adivinado hace unos pocos meses. Es un ser valiente que ha ingresado en un mundo nuevo. Es un ratón. Es un clon anidado entre virutas de madera en jaulas de plástico transparente en la Universidad de Hawaii. Cumulina y unos otros 50 ratones son los últimos pioneros en una búsqueda científica con implicaciones escalofriantes. Los ratones parecen no ser diferentes de otros ratones en cualquier laboratorio. Sin embargo, el grupo es singular porque sólo tienen «padres» femeninos. Como Dolly, la oveja mundialmente conocida, los ratones fueron producidos por trasplante nuclear de células somáticas —en otras palabras, por clonación—.

Dolly causó una ardiente tormenta de debates. El anuncio de su nacimiento hecho por el hombre de ciencia escocés Ian Wilmut en febrero de 19971 hizo surgir la perspectiva de que, en un futuro cercano, sería posible clonar seres humanos. Las implicaciones éticas y filosóficas ocuparon los medios de comunicación durante meses y pusieron la clonación humana en la agenda de cuerpos legislativos y comisiones de pensadores alrededor del mundo. El debate duró un año y medio, limitado sólo por la incapacidad de otros hombres de ciencia de repetir el proceso, por dudas de que la tecnología pudiera adaptarse a los seres humanos y por sugerencias de que la concepción de Dolly no haya sido inmaculada.

Esas barreras fueron eliminadas por tres informes en el número de julio de 1998 de la revista Nature. Dos grupos proporcionaron evidencias convincentes de que Dolly es genéticamente idéntica a la oveja de la cual derivó; ella es, en realidad, un clon auténtico2,3. El grupo de Honolulú mostró que el trasplante nuclear de células somáticas puede repetirse, creando tres generaciones sucesivas de ratones clonados4. También proveyeron evidencia de que esto puede hacerse con especies que se creía eran difíciles de clonar, incluyendo los seres humanos. De acuerdo con el editor, «llega a ser más probable que, donde alguien pueda legalmente clonar [seres humanos] lo hará».5 Esa probabilidad tomó cuerpo cuando el físico Richard Seed anunció que él ha identificado clientes, apoyo financiero y hombres de ciencia para formar su propuesta clínica de clonación en Chicago.

¿Deberían clonarse los seres humanos?

Pero, ¿deberían clonarse los seres humanos? Como cristianos que apreciamos el valor que Dios asigna a la vida humana, y nuestras responsabilidades como mayordomos de la tierra, el asunto necesita ser cuidadosamente examinado. Después de explorar la ciencia y la economía de la clonación, el objetivo de este artículo es identificar principios éticos que pudieran guiarnos a través de la maraña de problemas y emociones que rodean la perspectiva de la duplicación asexual humana.

Comencemos con la reproducción sexual. Los libros de biología dicen que cuando dos células reproductoras se unen para fertilizarse, combinan sus genes para crear una célula única llamada cigoto. El material genético del cigoto, en la forma de ADN, se replica más tarde y se distribuye igualmente en dos células hijas, formando el embrión de dos células. El embrión se desarrolla por ciclos ordenados de replicación del ADN y de división celular. Cada célula recibe una copia completa del material genético, la mitad de cada cual fue originalmente provisto por cada uno de los padres. Cuando el embrión alcanza el número crítico de células, éstas comienzan a especializarse por medio de la expresión selectiva de algunos genes y la desactivación de otros de acuerdo con un programa incorporado en ellas. De acuerdo con el patrón de expresión, algunas llegarán a ser células nerviosas, otras, musculares, y otras, células de la piel. Una diferenciación continuada eventualmente constituirá un feto con los centenares de tipos de células especializadas que conforman el organismo recién nacido.

Aunque la reproducción sexual es un tema común, no es universal. El libro de texto en que estudiaste biología describe microorganismos unicelulares, como las bacterias y las levaduras, cuyo modo regular de reproducción es asexual. Sencillamente sus células se dividen en dos células genéticamente idénticas, clones de la célula paterna. Muchas plantas también se reproducen asexualmente. Un fragmento arrojado por la cortadora de césped de un vecino puede iniciar el crecimiento de una maleza en tu césped. Una enredadera favorita, un rosal, o una planta de interior puede ser clonada haciendo arraigar un gajo hasta que forma una plantita completa. Algunos animales, como las estrellas de mar y las lombrices de tierra, puede también regenerarse a partir de fragmentos del animal. Cada uno de estos casos de reproducción asexual depende del hecho de que cada célula en un organismo complejo contiene todos los genes del organismo entero, aun si la célula procede de la hoja de una planta y sólo usó los genes necesarios para constituir una hoja.

Se creía que los genes desactivados durante el desarrollo embrionario quedaban permanente desactivados en los animales. Décadas de intentos fallidos para generar animales enteros de células aisladas del cuerpo (llamadas células somáticas) afirmaron la creencia de que se habían diferenciado en forma terminal. Parecía no haber ningún camino sencillo para mover los interruptores genéticos a su posición de partida. Hasta que llegó Dolly.

Trasplante de núcleos en células somáticas

Siguiendo la pista de experimentos realizados en las décadas de 1950 y 1960, el Dr. Wilmut obtuvo ovocitos de ovejas (huevos antes de su maduración) y retiró manualmente sus núcleos (que contienen el material genético) usando delgadas pipetas de vidrio. Combinó entonces los ovocitos que no tenían genes, con células somáticas tomadas de la ubre de una oveja adulta. El núcleo de la célula de la ubre reemplazó los genes normalmente suministrados por el esperma y el óvulo durante la fertilización. El citoplasma del ovocito, aparentemente, proporcionó el ambiente adecuado para volver a activar los genes en el núcleo de la célula de la ubre, permitiéndoles expresarse en la secuencia normal del desarrollo embrionario. Después de un período de crecimiento en una solución nutritiva, el ovocito reconstituido, que había llegado a ser un embrión multicelular, fue implantado en una oveja para su desarrollo a término’.

De ese modo llegó a existir Dolly. Los pasos cruciales en el proceso están reflejados en su nombre: trasplante de núcleos en células somáticas. Con diversas modificaciones, el equipo de Honolulu usó el mismo procedimiento para formar a Cumulina, el primer ratón clonado, y clones de clones en dos generaciones sucesivas4.

Vale la pena destacar varios hechos. Primero, Dolly y Cumulina no tienen padre y madre en el sentido convencional: padres que contribuyeron con células germinales para su concepción. Más bien, cada una tiene un donante del núcleo que proveyó todo el material genético nuclear, un donante de un ovocito que proveyó la «incubadora» celular en la que fueron colocados los genes, y una madre de gestación que nutrió el embrión hasta el nacimiento. Como ninguno de los participantes era macho, uno podría decir que Dolly y Cumulina tuvieron tres «madres» cada una.

Segundo, un clon tiene el mismo material cromosómico que el donante del núcleo. Algunos han comparado a los clones con gemelos idénticos sucesivos del donante del núcleo. El donante del ovocito contribuye con una cantidad minúscula de material genético que se encuentra en las mitocondrias; la madre gestacional proporciona sólo un vientre para nutrir al embrión. Las tres madres de Dolly fueron ovejas de raza Finn Dorset, Poli Dorset y Caranegra escocesa, respectivamente. Ella se parece exactamente a su «madre» nuclear, Finn Dorset.

Tercero, aunque la clonación es una realización asombrosa, es tremendamente ineficiente. Se usaron más de 400 óvulos de oveja para producir a Dolly [1]. Todos los demás murieron en diversos estadios. Cumulina y su cohorte representan más o menos el 2,5 por ciento de los intentos hechos por el equipo de Honolulú4. Obviamente, la reproducción sexual es más eficiente, más sencilla y claramente más satisfactoria.

Esto puede provocar la pregunta: «¿Por qué intentar la clonación, después de todo?» Puede sorprender decir que la motivación primordial es la duplicación de animales, no de seres humanos. El valor de la clonación es la consecuencia de una diferencia crucial entre la reproducción sexual y la asexual. Considera la incertidumbre de la cría de animales en forma tradicional. Los terneros que nacen de una vaca campeona en producción de leche, por ejemplo, reciben sólo la mitad de los genes de la madre. Como la producción de leche depende de muchos genes que interactúan, pocos de sus descendientes tienen la posibilidad de heredar la combinación precisa que hizo de su madre una vaca lechera tan importante. Después de ganar la Triple Corona, por ejemplo, Secretariat fue padre de más de 400 potrillos que nacieron de su unión con las mejores yeguas del mundo. ¡Ni uno de ellos tuvo una carrera triunfal en las carreras de caballos! La reproducción sexual limita mucho lo que se puede esperar en cuanto a la trasmisión de rasgos deseables.

Fábricas de animales transgénicos.

En contraste, los clones tienen exactamente los mismos genes que los donantes de sus núcleos. La clonación aseguraría que la constitución genética de las ovejas con vellones especialmente gruesos y suaves, o las gallinas que ponen muchos huevos de colesterol bajo, serían replicadas con toda exactitud. Aunque esas características son deseables, otras son todavía aun más estimadas. El motor que impulsa el desarrollo de los trasplantes de núcleos es el deseo de producir animales que contengan genes humanos, los llamados animales transgénicos.

Durante los últimos 25 años, los biotecnólogos han identificado y aislado genes humanos que codifican diversos componentes y productos celulares. Como resultado práctico, la insulina y otras proteínas humanas sencillas son fabricadas por bacterias alteradas genéticamente que crecen en grandes bateas de caldo. Muchas proteínas valiosas, sin embargo, son demasiado complejas para que las bacterias las puedan replicar adecuadamente. Una alternativa es usar cultivos de células humanas o de mamíferos genéticamente modificadas, pero hacerlas crecer es costoso y ellas fabrican sólo una cantidad pequeña del producto deseado. Se evita usar el método más antiguo, que es el de extraerlo directamente de los cadáveres o de sangre humana vencida, por causa del riesgo de contaminación con agentes infecciosos como el HIV o el virus de la hepatitis.

Persiguiendo la encienda en el costo y la seguridad, la biotecnología se ha dirigido a los animales domesticados que pueden fabricar productos bajo la dirección de genes humanos añadidos a sus cromosomas. En el mejor de los casos, el ADN añadido logra que los animales segreguen grandes cantidades de proteína humana a su leche. La primera ola de animales transgénicos está representada por cabras, vacas, cerdos y ovejas en los Estados Unidos, Escocia y Holanda, que fabrican proteínas como la antitrombina II (un agente anticoagulante) , alfa-1-antitripsina (ausente en los que sufren de enfisema y útil para el tratamiento de la fibrosis cística), factores coagulantes de la sangre (ausente en los hemofílicos) e interferones (agentes antivirales). Conseguir que los animales de la granja conviertan pasto en proteínas es como tener un ganso que pone huevos de oro, ¡y tal vez aun mejor! Algunas proteínas terapéuticas valen muchas veces su peso en oro.

Muy bien, así que los animales que segregan proteínas humanas útiles son valiosos. ¿De qué modo entra la clonación en este cuadro? Es difícil lograr animales transgénicos de alto rendimiento, pero la clonación puede hacerlo más fácil. El primer paso en fabricar un animal transgénico es identificar y aislar el gene humano para el producto deseado, digamos, una proteína antiviral. Luego, el gene se añade al segmento de ADN que controla cuándo y dónde será activo el gene. Una estrategia típica es usar un segmento que conduce al gene a fabricar su proteína antiviral en las células que producen leche en la glándula mamaria. Estos pasos se realizan fácilmente usando técnicas moleculares genéticas bien probadas, pero las etapas posteriores son técnicamente exigentes e ineficientes. Varios centenares de copias del gene, más el ADN controlador, son laboriosamente microinyectadas en ovocitos fertilizados. Los cigotos que se desarrollan son luego implantados en madres sustituías para su gestación. La eficiencia es desalentadoramente baja: típicamente, se verifica que menos del 0,5 % de las que sobreviven al nacimiento son positivas para el transgene. Aún menor es el número de las que segregan cantidades útiles de la proteína en su leche. Claramente, pueden necesitarse años para lograr un rebaño transgénico productivo.

El tener acceso a métodos confiables para la clonación cambiaría el cuadro. Como antes, un gene humano debe ser aislado y unido a un segmento controlador. Luego, en lugar de la microinyección, sencillamente se añade el gene más el ADN controlador al líquido en el cual están creciendo las células animales cultivadas. En las condiciones correctas esas células captan ese gene con agregados por sí mismas o después de un breve impulso eléctrico.

Para saber si pueden ser buenas productoras de proteína, las células que han aceptado el transgene pueden ser purificadas y probadas, por medio de los métodos normales de selección. Como estas manipulaciones se realizan en células cultivadas, y no en animales, se lo puede lograr en unos pocos días. Las células modificadas exitosamente se usarían entonces para fabricar animales enteros, transfiriendo sus núcleos a ovocitos a los que previamente se les ha extraído el núcleo.

Tejidos para trasplantes

Otro papel de la clonación consistiría en la creación de animales con tejidos «humanizados» para afrontar la gran necesidad de órganos para trasplantes. El rechazo hiperagudo de órganos animales se debe a una disposición de las subunidades de azúcar en la superficie de las células que los receptores humanos no toleran. Como es posible sustraer así como añadir genes, el eliminar los genes responsables de las modificaciones superficiales ofensivas haría que los órganos animales fueran más compatibles con sus huéspedes humanos.

La misteriosa capacidad del citoplasma de los ovocitos para reprogramar un núcleo es de lo más fascinante. Algunos predicen que puede ser posible aprovechar aún más esta propiedad. Después que el núcleo de un paciente ha sido reprogramado a un estado embrionario dentro de un ovocito, puede ser posible darle instrucciones para que se replique y madure para formar un tipo diferente de célula. La meta sería generar tejidos especializados que pudieran usarse para tratar una amplia gama de enfermedades humanas: células jóvenes de los islotes del páncreas para tratar la diabetes, células de la piel para sanar quemaduras, células de nervios para reparar heridas en la espina dorsal, o revertir la enfermedad de Parkinson. Como el tejido trasplantado se deriva del paciente, sería perfectamente compatible y evitaría el rechazo inmunológico. En vez de considerar la repulsiva posibilidad de clonar personas para ser usadas como «repuestos», el trasplante de núcleos podría ser capaz de reprogramar células humanas de modo que crezcan para formar órganos aislados o tejidos similares a órganos.

La clonación y los problemas éticos

La tecnología de la clonación promete beneficios pasmosos, pero, ¿a qué costo? Algunos advierten que puede ser muy elevado, como el de socavar la dignidad humana y erosionar las relaciones familiares. Examinemos estas preocupaciones reflexivamente para determinar si son orientaciones útiles para tomar decisiones acerca de la clonación. Organizaremos nuestra presentación alrededor de siete temas de ética cristiana: la protección de los daños, las consecuencias para la libertad humana, los efectos sobre la estructura de la familia, el potencial para aliviar el sufrimiento, la mayordomía de los recursos personales, la veracidad, y el potencial para comprender la creación de Dios.6

1. La protección de los daños. El creador de Dolly, lan Wilmut, identificó la razón más apremiante para no intentar la clonación de seres humanos: resultaría en la pérdida de incontables ovocitos humanos y la muerte de muchos fetos en diversas etapas de desarrollo, incluyendo los que están cercanos al término. También plantea un alto riesgo de bebés malformados y de muerte de bebés. En sus primeros experimentos, cerca del 60 por ciento de las ovejas clonadas morían poco después de nacer, y muchas mostraban anormalidades físicas. La clonación es moralmente precaria por cuanto es médicamente peligrosa. La norma de las Escrituras es evitar poner la vida de los seres humanos en riesgos de daños o muerte indebidos, especialmente las vidas de los más vulnerables. El mismo principio se repite en el juramento de los médicos, de «no hacer daño». Esto prohibe una empresa que resultaría en docenas de bebés muertos antes de nacer, deformados, o no viables, a fin de producir un niño sano.

La comisión consultiva nacional de bioética designada por el presidente de los Estados Unidos, decidió que la clonación humana es actualmente inaceptable por razones de seguridad7. Su veredicto se basó en el estado de una tecnología que tiene menos de dos años de antigüedad. La comisión recomendó una moratoria temporaria, esperando que las experiencias futuras aumenten la proporción de éxitos. Una prohibición permanente sería equivalente a haber prohibido para siempre los viajes por aire en los días inmediatamente posteriores al primer vuelo exitoso en Kitty Hawk, porque desafiaba a la muerte. Dolly y Cumulina representan hitos en una larga serie de desarrollos biológicos que abarcan cinco décadas. El ritmo actual de progreso requiere que reevaluemos la tecnología a intervalos para determinar si ha madurado más allá del punto de equilibrio entre los beneficios y los riesgos.

2. La libertad y la dignidad humanas. Los cristianos creen que los seres humanos tienen dignidad por cuanto fueron creados a la imagen de Dios con el poder autónomo «de pensar y hacer». La perspectiva de reproducción asexual humana a menudo evoca una visión contraria y perturbadora: ejércitos de autómatas sin alma que marchan en los pasos genéticos de sus progenitores. Nuestro temor de la formación de copias carbónicas de seres humanos es fuerte, casi instintivo. Deriva, en parte, de nuestra tendencia de igualar la apariencia con la identidad personal. El año pasado un diario presentó las respuestas de adolescentes ante la perspectiva de la clonación humana. «Así que las personas serán clonadas», dijo un joven de 18 años, «¿pero no se sabrá quiénes son los clones? … ¿Y cómo se sabrá si tendrán un alma? ¿Cómo sabe uno qué es esa persona que está viniendo por la calle?»

En contraste, tenemos poca dificultad en aceptar el hecho de que los gemelos «idénticos» (monocigóticos) no son realmente idénticos. Desarrollan personalidades y temperamentos diferentes, como consecuencia de sus experiencias independientes, del ambiente en que vivieron y de sus elecciones personales. A pesar de sus genes idénticos, llegan a ser «almas» plenamente singulares. Una persona clonada maduraría para ser enteramente diferente de la persona donante del núcleo por las razones ya indicadas, pero además, el clon tendría una «madre» diferente, crecería en una familia diferente, y viviría en una época diferente de la de su donante. En consecuencia, la creencia de que los clones de Alberto Einstein o Michael Jordán repetirían la historia de la vida de sus progenitores es totalmente sin fundamento. El bioético del Centro Hasting, Erik Parens, resumió el asunto en forma breve cuando observó: «No se puede clonar un yo».8

Aunque los clones serían individuos singulares, algunos pueden intentar limitar la expresión de esa singularidad. ¿Puedes imaginarte el clon de un famoso pianista obligado a pasar horas en el teclado con la exclusión de otros intereses? ¿Estaría alguien inclinado a producir clones con propósitos comerciales o para sacrificarlos por sus órganos? Nuestro concepto es que moralmente no puede defenderse la creación de clones para ser usados sólo como fuente de órganos para el trasplante, para la explotación comercial, o como herramientas serviles. Nos deberíamos oponer enérgicamente a la «mercantilización» y a la «esclavitud genética» de los seres humanos. La clonación, como toda tecnología potente, puede ser una herramienta para el bien o para el mal. Cualquier forma de usarla que socave o disminuya la dignidad o la autonomía personales de los seres humanos, debería ser rechazada.

3. El alivio del sufrimiento humano. La aplicación plena y creativa de nuestra mente y cuerpo a los avances del ministerio sanador de Cristo es un principio fundamental de la teología de los guardadores del sábado, que se expresa, en parte, en nuestros programas mundiales médicos y educativos. En la gran comisión está implícita nuestra responsabilidad de prevenir y aliviar el sufrimiento con los medios a nuestra disposición. La clonación puede ser una herramienta sanadora poderosa si nos permite prevenir la transmisión de enfermedades genéticas o crear tejidos y órganos de reemplazo para reparaciones o trasplantes. Retaugh Dumas, de la Universidad de Michigan, expresó una opinión que puede hacer vibrar una cuerda dentro de aquellos que están dedicados al ministerio de curación: «Yo podría presentar el argumento moral de que si estas técnicas estuvieran disponibles y no las usáramos, estaríamos fallándole a la sociedad».9

4. Salvaguardia de la estructura de la familia. Durante el anuncio de una moratoria sobre la clonación, el presidente de los Estados Unidos mencionó la preocupación de que «tiene el potencial para amenazar los sagrados vínculos de la familia». La imagen de bebés producidos mecánicamente fuera del círculo familiar es perturbadora. El plan divino es que los niños sean nutridos dentro del contexto de una familia amante con la presencia, la participación y el apoyo de un padre y de una madre. El trasplante de núcleos para lograr la reproducción humana cuando otros métodos fallan, sólo debería ser intentada dentro del ámbito de un matrimonio fiel y en apoyo de una familia estable. Por esta razón, deberíamos evitar las complicaciones morales que surgirían si tuviera que actuar una tercera persona como un sustituto en la gestación, o ser la fuente del material genético.10 La clonación podría ser un último recurso valioso para las parejas que desean tener hijos pero no pueden fabricar células reproductoras funcionales. En tales situaciones, el trasplante de núcleos podría servir como una forma avanzada de reproducción asistida. Muchos han propuesto el caso hipotético de una pareja cuyo único hijo está muriendo y que deseara, literalmente, remplazarlo. Algunos considerarían esto como una aplicación apropiada para el trasplante de núcleos.

5. El uso sabio de los recursos. Dados los desafíos tecnológicos de la clonación, ésta es costosa y tal vez siga siendo así por algún tiempo. Una pareja norteamericana, por ejemplo, pagó $ 2.300.000 dólares a la Universidad A&M en Texas para que clonara a su amada perrita Missy. En una sociedad libre, la gente tiene la libertad de gastar su dinero de muchas maneras, incluyendo formas necias. Pero los cristianos son llamados a usar sus recursos de una manera que refleje una mayordomía responsable. Este compromiso significa poner el reino de Dios en primer lugar, y que la atención de las necesidades de otros incluye el sacrificio propio. Los cristianos deberían evaluar el gasto y el valor de la clonación a la luz de una mayordomía fiel.

6. Veracidad. Las Escrituras nos enseñan a valorar la comunicación honesta y a abstenernos de mentir. Cuando se desarrolla una nueva tecnología, como la clonación, es frecuente que algunos, en su entusiasmo, sobreestimen los beneficios y subestimen los costos y los riesgos. Por otro lado, es tentador para algunas personas negativas que exageren los riesgos y representen mal las metas. Los cristianos tienen la obligación de comprender y promover la verdad.

7. Comprensión de la creación de Dios. Dios desea que los seres humanos crezcan en su aprecio por la creación. Nuestro deseo de comprender el cuerpo humano y el mecanismo del desarrollo humano no es diferente del impulso de investigar otros fenómenos naturales. Los esfuerzos para comprender el mundo que nos rodea y el que está dentro de nosotros mediante la investigación ética es un impulso infundido por nuestro Creador y debería ser estimulado y apoyado. Para aquellos que son sensibles a las señales de la mano de Dios en el mundo físico, tal conocimiento es una evidencia de su amor y poder. En el momento actual, hay un amplio consenso ético de que no debería intentarse la clonación de seres humanos. Los que la proponen parecen ser pocos. Las preocupaciones por la seguridad deberían ser suficientes para descartar las aplicaciones a los seres humanos en este momento. Pero mientras los biólogos de la reproducción acumulan más experiencia con la clonación de animales, el procedimiento llegará a ser más eficiente y más económico. Entonces podrán esperarse intentos de clonación humana. Los cristianos tienen una oportunidad ahora de reflexionar acerca de los problemas éticos que presenta la clonación humana y a considerarlos en el contexto de los principios bíblicos permanentes.6 Hacer esto por anticipado es un acto de fe y de madurez moral.

Anthony J. Zuccarelli (Ph.D., California Institute of Technology) es un biólogo molecular y director del programa de formación de científicos médicos en la Universidad de Loma Linda. Su dirección es: Department of Microbiology ana Moleclular Genetics, Loma Linda University, Loma Linda, California 92350; E.U. A. Email: azuccarelli@som.llu.edu Geraid R. Winslow (Ph. D., Gradúate Theological Unión, Berkeley) es un eticista y decano de la Facultad de Religión en la Universidad de Loma Linda. Su dirección es: Faculty of Religión, Griggs Hall, Loma Linda University, Loma Linda, California 92350; E.U.A. Email: gwinslow@ccmail.llu.edu

Referencias:

1.   I. Wilmut et al.: «Viable Offspring Derived from Fetal and Adult Mammalian Cells». Nature 385 (1997), p. 810-813.

2.   D. Ashworth et al.: «DNA Microsatellite Analysis of Dolly», Nature 394 (1998), p. 2329.

3.   E. N. Singer et al.: «DNA Fingerprinting Dolly», Nature 394 (1998), p. 329-330.

4.   T. Wakayama et al.: «Full Term Development of Mice From Enucleated Oocytes Injected With Cumulus Cell Nuclei», Nature 394 (1998), p. 369-374.

5.   «Adult Cloning Marches on»: Nature 394(1998), p. 303.

6.   «Human Cloning: A Seventh-day Adventist Declaration of Ethical Principles». Una declaración votada por la Comisión del Concepto Cristiano de la Vida Humana, 22-24 de marzo de 1998, y por la Comisión Administrativa de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Silver Spring, Maryland, 1998.

7.   D. Shapiro et al.: «Cloning Human Beings». Informe y recomendaciones de la Comisión Consultiva Nacional sobre Bioética, Junio de 1997. http://bioethics.gov/pubs.html.

8.   D. Lutz: «Helio, Helio, Dolly, Dolly». The Sciences 37 (1997), p. 10, 11.

9.   G. Kolata: «Clinton’s Panel Backs Moratorium on Human Clones», The New York Times (18 de mayo de 1997).

10. «Considerations on Assisted Human Reproduction». Una declaración votada por la Comisión del Concepto Cristiano de la Vida Humana, 10-12 de abril de 1994, y por la Comisión Administrativa de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Silver Spring, Maryland, 26 de julio de 1994.

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