La confianza en el don de profecía

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A comienzos del siglo veinte, Elena de White animó a los líderes de la iglesia a establecer sanatorios en varios lugares en el sur de California por causa de los millares de turistas que visitaban esta región. En una visión en 1901, se le había mos­trado un sanatorio en las afueras de Los Angeles. En 1904,1a iglesia compró instalaciones para el Sanatorio Paradise Valley y el Sanato­rio de Glendale, pero ninguno de ellos cumplía plenamente lo que ella había visto en visión. Por ello, la Sra. White animó a los líderes de la iglesia a que siguieran buscando.
En 1905, un centro de recreo para la salud llamado Loma Linda fue puesto en el mercado al precio de 110.000 dólares. John Burden, el gerente del Sanatorio de Glendale le informó a la Sra. White que la propiedad de unas 30 hectáreas parecía cumplir la descripción de ella, pero el precio era demasiado alto. Algún tiempo más tarde, el precio fue reducido a 85.000 dólares, y Elena de White escribió una carta a los miembros de la iglesia en el sur de California en la que les rogaba: "Levántense y aprovechen la oportunidad abierta delante de ustedes".
Poco tiempo después, el precio bajó un poco más, a 45.000 dó­lares. Burden habló con los dueños. Ellos dijeron que si la iglesia compraba la propiedad en los próximos días, podrían tenerla por 40.000 dólares. Burden le mandó un telegrama a la Sra. White pi­diendo consejo. Basado en una visión de confirmación que había recibido la noche anterior, le pidió a su hijo Willie White que le contestara con un telegrama, diciéndole que asegurara de inme­diato la opción de compra por la propiedad de Loma Linda. Sin embargo, los miembros de la asociación local estaban en Washing­ton asistiendo a la sesión de la Asociación General. Le enviaron un telegrama a Burden que demorara la acción hasta que ellos regresa­ran. ¿Qué debía hacer él?
Convencida de que era la voluntad del Señor que se asegurara la propiedad, Elena de White le rogó a Burden que siguiera adelante y entregara el depósito pedido, lo que él hizo. Pero cuando se debía pagar la segunda cuota de $ 5.000 y no había dinero disponible para hacer el pago, algunos sintieron que se había cometido un error. Entonces, unas pocas horas antes de la fecha tope, llegó una carta que contenía un giro bancario por $ 5.000, de una mujer de Atlan­tic City. "Yo no sé cuál es la necesidad que tienen en este momento, pero si esto les ayuda, úsenlo", había escrito la mujer. Una vez más, la conducción de Dios por medio de la Sra. White quedó confirma­da, fortaleciendo la confianza de los creyentes en el don profético.
Mensajera para el remanente
Cuando Elena Harmon tenía diecisiete años tuvo su primera visión, en diciembre de 1844. Pero ella no fue la primera persona que recibió visiones durante los años finales del movimiento millerita. William Foy (1818-1893), un predicador negro de los Bautistas Freewill, re­cibió por lo menos tres –y posiblemente cuatro– visiones durante los años 1842 a 1844. Su primera visión trató acerca de la recompensa de los justos y el castigo de los pecadores, y la segunda acerca del juicio venidero. Al principio él no estaba dispuesto a relatar a otros lo que se le había mostrado, pero con el tiempo entregó los mensajes a lo largo de varios meses en diversas iglesias. La joven Elena Harmon lo oyó hablar una vez, en el Salón Beethoven, en Portland, Maine.
En la tercera visión, dada en algún momento del verano de 1844, vio una sucesión de tres plataformas sobre las cuales se reunieron multitudes de personas. La tercera plataforma se extendía hasta las puertas de la Santa Ciudad. En su visión, él vio caer a algunas per­sonas a través de la primera y la segunda plataformas y desaparecer. Estas personas, se le dijo, habían apostatado. Foy dejó de contar lo que se le había mostrado en su tercera visión, tal vez porque no entendía su significado.
Justo antes del tiempo del Gran Chasco de 1844, Dios eligió a otro hombre como su vocero: un joven creyente adventista llamado Hazen Foss, cuyo hermano mayor se había casado con Mary, la her­mana mayor de Elena Harmon. A Foss se le mostró en una visión la experiencia del pueblo adventista y su triunfo definitivo, una visión similar a la primera que recibió Elena de White. Después del chas­co, se le pidió que relatara a otros lo que había visto; pero por causa de su desánimo y turbación porque Cristo no había retornado como esperaban, él rehusó aceptar el encargo y la visión le fue quitada. Se le dijo que la carga sería "dada a uno de los hijos más débiles del Se­ñor, uno que fielmente relataría lo que Dios le revelaría". Cuando cambió de idea y quiso relatar lo que se le había mostrado, no pudo recordar más el contenido de la visión.
Unas pocas semanas después del Gran Chasco, en diciembre de 1844, Elena Harmon recibió su primera visión; y durante los si­guientes setenta años relató a los miembros de la creciente Iglesia Adventista del Séptimo Día lo que Dios le había mostrado en unos dos mil sueños y visiones.
Creed a su profeta  
Hacia el fin del reinado del rey Josafat, los reyes de Moab y Amón unieron sus ejércitos para pelear contra Judá. Aunque por muchos años Josafat había estado fortaleciendo su ejército y ciudades for­tificadas, él proclamó un ayuno por todo Judá y se volvió al Señor en oración. Mientras el rey y su pueblo se humillaban ante Dios, su Espíritu descendió sobre Jahaziel, un levita descendiente de Asaf. Por medio del don de profecía, Josafat recibió la seguridad de que Dios pelearía en favor de los de Judá (2 Crónicas 20:1-18).
Temprano a la mañana siguiente, el rey se puso de pie ante su pueblo y les dijo: "Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados" (versículo 20). Entonces Josafat hizo algo inusitado; les dijo a los cantores del templo que marcharan delante de los soldados a la batalla. ¡Qué cuadro debe haber sido: los cantores a la cabeza del ejército, levantando sus voces en alabanza a Dios por la victoria prometida"! Y Dios honró su fe. "Y luego que vino Judá a la torre del desierto, miraron hacia la multitud, y he aquí yacían ellos en tierra muertos, pues ninguno había escapado" (versículo 24).
"Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados". La verdad de esta promesa surgió muy clara en una forma singular a los adventistas australianos en la década de 1890. Pronto después de su llegada a Australia en 1891, Elena de White le dijo a la junta de la Asociación que el Señor la había instruido para decirles que debían establecer una escuela. En respuesta a esto, ellos señalaron que había solo alrededor de mil adventistas en toda Australia, y pocos de ellos eran dueños de sus propias casas. ¿Cómo podrían comprar la tierra (los precios eran altos: 185 dólares por hectárea [75 dólares por acre], y aun más), edificar las construcciones necesarias, y establecer, equipar y operar una escuela? Aunque reconociendo todas estas dificultades, Elena de White les recordó en forma consistente que el Señor le había mostrado la escuela en una visión.
En 1894, los administradores de la asociación encontraron en Cooranbong, a unos 120 km al norte de Sydney, una propiedad de unas 600 hectáreas (1.500 acres) disponible por unos 7,40 dólares por hectárea (3 dólares por acre). El precio parecía atrayente, pero la tierra misma era frustrante. Elena de White fue con la junta a examinar la propiedad. Antes de salir en la mañana del segundo día, tuvieron unos momentos de oración. En el grupo esa mañana estaba un pastor McCullagh, quien, afligido por una dolencia en los pulmones y la garganta, estaba debilitándose físicamente. Mientras estuvieron allí arrodillados en oración, el Señor impresionó a Elena de White que orara por la curación del Hno. McCullagh, y así lo hizo. Hablando de ello más tarde, éste dijo que, mientras ella oraba, le pareció como si un golpe de electricidad pasaba por su cuerpo. Su tos cesó, pronto recuperó sus fuerzas, y vivió por muchos años más. La junta lo tomó como una señal de Dios de que debían se­guir adelante por fe y debían comprar el terreno. Sin embargo, los expertos que ellos consultaron, les dijeron que el suelo era pobre y que estarían perdiendo su dinero si compraban la propiedad.
En un sueño, Elena de White recibió otra señal que ella tomó como confirmación de que a pesar de lo que decían los expertos, el Señor quería que ellos compraran la propiedad. Aquí está esta historia notable, en sus propias palabras:
"Antes de que visitara Cooranbong, el Señor me dio un sueño. En mi sueño fui llevada a la tierra que estaba a la venta en Cooranbong. Varios de nuestros hermanos habían querido visitar la tierra, y yo soñé que mientras caminábamos por el lugar llegué a un surco bien definido que había sido arado, de más o menos 23 cm [un cuarto de yarda] de profundidad, y de casi dos metros de largo [2 yardas]. Dos de los hermanos que estaban acostumbrados al rico suelo de lowa (en EEUU) estaban parados frente al surco y dijeron: ‘Esta no es tierra buena; el suelo no es favorable’. Pero Uno que a menudo habló dando consejo y que también estaba presente dijo: ‘Se ha dado falso testimonio sobre esta tierra’. Entonces describió las propiedades de las diferentes capas de tierra. Explicó la ciencia del suelo, y dijo que esta tierra estaba adaptada para la plantación de frutas y hortalizas, y que, si era bien trabajada, produciría sus tesoros para beneficio del hombre. Relaté este sueño al Hno. y la Hna. Starr y a mi familia.
"Al día siguiente estábamos en nuestros carros, en camino para encontrarnos con otros que estaban investigando la tierra, y mientras estaba caminando más tarde por el sitio donde se habían arrancado los árboles, he aquí, allí estaba el surco tal como lo había descrito, y también los hombres que habían criticado la apariencia del suelo. Se dijeron las palabras que yo había oído en el sueño".
Cuando la Sra. White les contó lo que el ángel había dicho en su sueño, los miembros de su grupo quedaron profundamente impre­sionados. Reconocieron que el Señor realmente los había guiado a este lugar, y votaron la compra de la propiedad.
El tiempo ha vindicado el consejo que dio Elena de White. La escuela prosperó, llegando a ser una escuela adventista modelo al­rededor del globo, y todavía está adiestrando a jóvenes para la obra del Señor. Fue el privilegio del autor de esta obra pasar tres años en el Colegio de Avondale en la década de 1960 y testificar de primera mano cómo el Señor ha bendecido este colegio.
La oposición al ministerio de Elena de White
Como se predijo en las Escrituras, a la iglesia remanente se le ha concedido una manifestación del don profetice en la vida y la obra de Elena de White. Desafortunadamente, algunas personas sienten que aunque sus mensajes fueron necesarios para fundar la iglesia en el siglo diecinueve, no son relevantes hoy. Otros sencillamente los ignoran, los rechazan, o abiertamente se oponen a ellos. Ella predijo todo esto. "Precisamente, el último engaño de Satanás se hará para que no tenga efecto el testimonio del Espíritu de Dios. ‘Sin profecía el pueblo será disipado’ (Proverbios 29:18, versión Valera antigua). Satanás trabajará hábilmente en diferentes formas y mediante diferentes ins­trumentos para perturbar la confianza del pueblo remanente de Dios en el testimonio verdadero".
La oposición a los escritos de Elena de White, o la indiferencia hacia ellos, generalmente es el resultado de uno o más de los si­guientes aspectos:

  • La falla de no leer suficientes de sus escritos para reconocer y comprender sus instrucciones bien equilibradas y completas.
  • La falla de no comprender la relación adecuada de sus escritos con las Escrituras.
  • La falla de no reconocer la verdadera naturaleza de la inspira­ción divina.
  • La falla de no reconocer el principio del tiempo y el lugar en relación con el consejo que ella dio.
  • La falla de reconocer que sus consejos son todavía oportunos hoy.
  • La falla de no reconocer que, aunque hay evidencia suficiente para convencer a los que son honestos de corazón, el Señor no eli­mina todas las oportunidades para dudar.
  • La falta de voluntad de sacrificar algunos hábitos, prácticas o creencias acariciados que parecen estar fuera de armonía con los consejos que dio Elena de White.

La mayor parte de la oposición al ministerio de Elena de White desaparecería:

  • si dejáramos de usar alguna frase o párrafo favorito como un garrote con el cual golpear a alguna persona;
  • si aplicáramos los consejos a nosotros mismos en lugar de tratar de aplicarlos a otra persona;
  • si no la "citáramos" cuando no sabemos dónde se encuentra esa cita. (Hay muchos dichos de ella que son apócrifos.)
  • si no discutiéramos algo que ella escribió sin haber estudiado todo lo que ella escribió sobre ese tema específico. (Un conocimien­to parcial puede ser más peligroso que ningún conocimiento).
  • si reconociéramos que el fracaso de 1as personas de vivir a la altura de los consejos que dio o de cumplirlos no tiene nada que ver con la inspiración y confiabilidad de esos consejos.

En 1870, J. N. Andrews escribió:
"El objeto de los dones espirituales es mantener la obra de Dios viva en la iglesia. Ellos permiten que el Espíritu de Dios hable para corregir los errores, y para exponer la iniquidad. Son medios por los cuales Dios enseña a su pueblo cuando están en peligro de dar pasos equivocados. Son medios por los cuales el Espíritu de Dios arroja luz sobre las dificultades de la iglesia, cuando de otro modo, resolverlas sería imposible. […] En resumen, su obra es la de unir al pueblo de Dios en una sola mente y en el mismo juicio sobre el significado de las Escrituras".
Un testimonio personal
Aunque mi madre era una firme creyente en el espíritu de profecía, yo solo tenía un conocimiento superficial de los libros de Elena de White durante mi juventud. En el Newbold College en Inglate­rra, donde comencé mis estudios para el ministerio, llegué a cono­cer mejor sus escritos. Pero aun allí, como muchos otros europeos de esos días, no tenía un interés especial en ellos.
No fue hasta que mi esposa y yo emigramos con nuestro primer hijo a Australia, donde continué mis estudios teológicos en el Cole­gio de Avondale, que mi aprecio por los escritos de Elena de White comenzó a cambiar. En Australia vi y experimenté lo que Dios pue­de hacer por su iglesia si fielmente seguimos los consejos que nos ha dado por medio del don de profecía. Las muchas escuelas, hos­pitales y fábricas de alimentos saludables, y el espíritu vibrante de las iglesias en esa división en la década de 1960, me convencieron de que realmente el consejo de Dios por medio de su sierva Elena de White es muy valioso.
Desde mi graduación en el Colegio de Avondale en 1970, mi vida y mi ministerio han sido tremendamente enriquecidos por los escri­tos de Elena de White. Para mis devociones personales, he hecho una práctica de leer y meditar en una porción de las Escrituras, y leer dos páginas de uno de los libros de la Sra. White, y para el culto familiar siempre leemos uno de sus libros, ya sea por la mañana o por la no­che. De este modo, he leído la mayor parte de sus obras publicadas, algunos de los libros más de una vez. En mi ministerio en tres conti­nentes (Europa, Norteamérica y Australia) y en mis viajes alrededor del mundo en mi trabajo para el Instituto de Investigaciones Bíblicas de la Asociación General, he sido testigo de que la obra está crecien­do en aquellos campos en los que los escritos de Elena de White son respetados y donde se les presta atención, mientras languidece en los campos donde sus escritos son descuidados.
Termino este estudio con una apelación que el pastor Dentón Rebok hizo a nuestra iglesia:
"Hermanos y hermanas de la familia adventista, prestemos la consideración más cuidadosa, reflexiva y con oración al tema de este estudio, y tomemos nuestra posición con la iglesia remanente en favor del mensaje que nos fue dado como pueblo, y en favor de la mensajera a quien Dios eligió para realizar su voluntad y su propósito en nosotros y por nosotros mientras el tiempo de gracia llega a su fin, y mientras los eventos finales en la gran controversia nos llevan más cerca de la gran consumación de todas las cosas terrenales".


Adaptado de Scope, verano de 2005, pp. 6, 7.

En 1858, Elena de White tuvo una visión en la que se le mostraron tres escalones: "los mensajes del primer ángel, del segundo y del tercero" (PE 258); posiblemente fue de lo que trató la tercera visión de Foy. En 1845, se imprimieron las primeras dos visiones de Foy. (Ver William Foy, The Christian Experience of William E. Foy Together With the Two Visions He Received in the Months of J an. and Feb. 1842 [Portland, Maine: The Pearson Brothers, 1845]). De acuerdo con Delbert W. Baker, aunque Foy no recibió más visiones, vivió hasta 1893 y "siguió siendo pastor, predicador, y celebrando reavivamientos hasta el tiempo de su muerte". (Delbert W. Baker, The Unknown Prophet [Washington, D.C.: Review and Herald®, 1987], p. 130.

J. N. Loughborough, The Great Second Advení Movement (Nashville, Tenn.: Southern Publishing Association, 1905), 182.

Manuscript Releases, tomo 8, p. 259.

Mensajes selectos, tomo 1, pp. 54, 55.

Adaptado de Denton E. Rebok, Believe His Prophets (Washington, D. C.: Review and Herald®, 1958), pp. 309-312.

J. N. Andrews, Review & Herald, del15 de febrero de 1870, p. 65.

Rebok, p. 320.

 


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