La Cronología Bíblica desde el Éxodo hasta el Exilio
COMO todos los otros registros cronológicos de la antigüedad, la cronología bíblica es problemática. En primer lugar, los registros a menudo son incompletos. En segundo lugar, no siempre podemos estar seguros de conocer el método usado por los antiguos para computar el tiempo. Por ejemplo, si calculaban que el año comenzaba en la primavera o el otoño, o si usaban un cómputo inclusivo para calcular un período de «tres años». Por lo demás, tampoco es posible sincronizar la cronología bíblica con la secular.
Por esta razón, y otras que podrían presentarse, no se puede preparar un esquema cronológico completo y exacto de la Biblia. Sin embargo, es posible reconstruir un esquema cronológico probable, sobre todo para el período de los reinados de los reyes hebreos. Tal esquema puede resultar muy provechoso para el estudioso de la Biblia.
En las págs. 38 y 79 se presenta tal esquema cronológico del período del éxodo al exilio. El propósito de este artículo es presentar las razones que han motivado la selección de las fechas propuestas en ese esquema. En las páginas siguientes se estudian las fuentes de información, se analizan los principios y métodos usados por los eruditos para la reconstrucción de la cronología antigua, y se explica la aplicación de estos principios a los problemas cronológicos de este período de la historia bíblica. Debe añadirse que los eruditos no han llegado a un total acuerdo sobre la cronología bíblica y que este artículo no establece en forma completa ningún esquema cronológico ya publicado.
I. La conquista de Canaán
El territorio al oriente del Jordán.
Cuando las huestes de Israel finalmente abandonaron Cades para dirigirse a la tierra prometida, llegaron al monte Hor, donde murió Aarón, y donde le hicieron duelo por treinta días (Núm. 20: 22-29). La fecha de su muerte fue el 1er día del 5.º mes en el año 40.ºdel éxodo (Núm. 33: 38). Es pues de presumir que no se alejaron del monte Hor hasta el comienzo del 6.º mes. Luego de detenerse varias veces, llegaron al territorio de Sehón, rey de los amorreos, al este del Jordán y del mar Muerto. Como se les negó el tránsito, conquistaron el territorio de Sehón desde el Arnón hasta el Jaboc. También tomaron el territorio al norte del Jaboc, es decir, Galaad y Basán (Núm. 21: 21-35), y entonces volvieron a acampar al lado oriental del Jordán, frente a Jericó. Esta debe haber sido una campaña corta, porque después de ella ocurrieron el incidente con Balaam, la idolatría de los israelitas con su consiguiente castigo, y el censo del pueblo. Todo esto 128 ocurrió antes del 1er día del mes 11.º del año 40.º, cuando Moisés comenzó a dar sus discursos finales que contenían la narración de las vicisitudes ocurridas a Israel y las amonestaciones en cuanto a su actuación futura (Deut. 1: 3-5). Entonces murió Moisés, probablemente en torno al comienzo del 12.º mes, porque después de haberle hecho duelo por 30 días (Deut. 34: 5-8), los israelitas prosiguieron viaje en los primeros días del primer mes, y cruzaron el Jordán el 10.º día de ese mismo mes (Jos. 4: 19). Es evidente que la entrada en Canaán el día 10.º y la observancia de la pascua el día 14.º se efectuaron en el 41.º año del éxodo (ver lista de acontecimientos, t. I, pág. 197). De modo que el período de peregrinación fue de 40 años completos, que se extendieron desde la liberación nocturna de Egipto en el día 15.º del 1er mes del 1er año de este período, hasta la primera pascua celebrada en la tierra de Canaán, después de haber cruzado el Jordán en el 41.º año. Pero la conquista del territorio amorreo, antes de haber cruzado el río, se había efectuado en la última mitad del año 40.º.
Esta última fecha es importante porque establece, en relación con el éxodo, la fecha de la entrada en Canaán, y sirve, además, como punto de partida para el período de 300 años que hay entre Jefté, juez de Israel, y la toma y ocupación de Hesbón, ciudad de Sehón, y su territorio circundante (Juec. 11: 26).
La conquista de la Canaán propiamente tal.
En el año 41.º, de acuerdo con este cómputo del éxodo, Josué dirigió los ejércitos de Israel en varias campañas para subyugar la tierra que se extendía al oeste del río. Sus fuerzas incluían un contingente de las tribus que se establecerían en el territorio de Transjordania, recién conquistado a los amorreos. Durante esta guerra los israelitas no conquistaron completamente el país, porque no pudieron echar a sus habitantes de muchas de las ciudades bien fortificadas; tampoco pudieron retener muchas de las ciudades conquistadas en las primeras campañas. Sin embargo, subyugaron lo suficiente como para que se detuviese la oposición a su establecimiento. Aún después de que Josué tomó «toda la tierra» , y descansó «de la guerra» (Jos. 11: 23), dijo a los israelitas que quedaba «aún mucha tierra por poseer» (cap. 13: 1). La conclusión de la oposición armada y la división de territorios entre las tribus no equivalía a poseer realmente toda la tierra de Canaán. Esto no fue logrado del todo sino en tiempos de David; pero la primera etapa se completó en pocos años.
Las reuniones en Gilgal y Silo.
Después de haberse concluido la división de la mayor parte del territorio, los israelitas se reunieron en Gilgal, donde se había observado por primera vez la pascua en Canaán, y se había levantado el tabernáculo. En esta ocasión el anciano Caleb pidió la región de Hebrón como su parte del territorio (Jos. 14: 6-15). Declaró que tenía 40 años cuando había sido enviado con los otros espías desde Cades-barnea (en el segundo año del éxodo), y que ahora tenía 85. Por lo tanto, esto sucedió en el año 46.º ó 47.º del éxodo. Puesto que las primeras campañas al este del Jordán habían comenzado en el año 40.º, las guerras de Canaán habrían durado seis o siete años. Después de haber distribuido por suerte otros territorios (caps. 15-17), el tabernáculo fue erigido en Silo (cap. 18: 1). Si esto aconteció inmediatamente después de la asamblea de Gilgal mencionada en el cap. 14: 6, ocurrió poco después de esta guerra de siete años.
Este comentario usa una cronología de los reyes hebreos que coloca la primavera del 4.º año de Salomón en el año 966 AC, el cual corresponde al año 480.º a partir del éxodo. Por lo tanto el éxodo, ocurrido en el 1er año de ese período, es decir, 479 años antes, tuvo lugar en el año 1445 AC. Consecuentemente, la conquista de Hesbón y de 129 los otros territorios amorreos ocurrió hacia fines de 1406; el cruce del Jordán, en la primavera [del hemisferio norte: marzo-abril] de 1405; y la asamblea en Gilgal, después de la guerra en Canaán, en 1400 ó 1399.
La incertidumbre que existe en cuanto a esta última fecha surge porque Caleb, al decir que tenía 85 años, no especificó si calculaba los años de primavera a primavera, o de otoño a otoño, ni se refirió específicamente a los años del éxodo: simplemente dio su propia edad . Moisés computó las fechas a partir del éxodo, pero este sistema no parece haber sobrevivido, salvo en el caso de la fecha del 4.º año de Salomón (1 Rey. 6: 1). Aunque siempre se numeraban los meses a partir de Abib (más tarde llamado Nisán), en la primavera, generalmente se computaban los años a partir del otoño (ver págs. 111, 113). Suponiendo que la asamblea en Gilgal hubiera correspondido con una fiesta regular, podría haber coincidido con la fiesta de los tabernáculos del año 1400 AC, la pascua de 1399, o la fiesta de tabernáculos de 1399. (Nota: * Si caleb calculava los 45 años transcurridos desde que tubo 40 años como un período cronológico basado en la era cronólogica del éxodo de Moisés, es probable que hubiera pensado en 45 años a partir del segundo año, cuando los espías recorrieron la tierra. Según la práctica común de la antigüedad, éstos hubieran sido 45 años calculados por el sistema de cómputo inclusivo (ver. pág 139), y habrían terminado en el año 46.º y no en el 47.º de ese período (o sea 1400 AC, si calculamos que el éxodo cçocurrio en 1445). Pero si lo hizo así, hubiera tenido 85 años en el 46.º del éxodo solamente si calculaba su edad según el año nuevo otoñal, (ver en el t. I, pág. 191, 192 una exposición de las diversas formas de computar la edad). Pero si Caleb hizo simplemente un cálculo rápido y oral basado en su propia edad, cosa que parecía más razonable, y calculó los 45 años sólo como años transcurridos en su vida , y no en relación con una era, probablemente sólo restó 40 años -la edad que tenía cuando espío la tierra- de los 85 años de edad que tenía en ese momento: así llego al intervalo de 45 años. Por supuesto, éstos serían 45 años transcurridos, no calculados mediante el cómputo inclusivo. Si calculaba la edad por años comenzandos en la primavera, haciendolos coincidir con los años del éxodo, su 85.º año hubiera coincidido con el 47.º año de computo del éxodo (o sea 1399/98 AC). Si calculaba en años comenzados en el otoño, este año incluiriá la mitad del 46.ª y la mitad del 47.º. Por lo tanto, la fecha prodría haber caído tanto en el 1400 como en el 1399. )
Después de la asamblea de Gilgal, se trasladó el tabernáculo a Silo (Jos. 18: 1), donde se realizó la división final de territorio entre las tribus restantes. No hay indicación alguna en cuanto al intervalo entre la asamblea de Gilgal y la de Silo. El tabernáculo no fue trasladado antes del año 1400, y probablemente no mucho después del 1399.
La muerte de Josué y la subsiguiente apostasía.
El siguiente dato cronológico es la muerte de Josué a la edad de 110 años (Jos. 24: 29). Este dato es un tanto incierto, pues se dice que «muchos días después que Jehová diera reposo a Israel», Josué congregó al pueblo y le dijo: » «He aquí os he repartido por suerte, en herencia para vuestras tribus, estas naciones» » (Jos. 23: 4), y se despidió diciendo que estaba «para entrar … por el camino de toda la tierra» (vers. 14). Si esto ocurrió poco después de la división -del territorio hecha en Gilgal y Silo, podría decirse que Josué tenía casi 110 años cuando Caleb tenía 85; que habría tenido unos 65 años cuando fue uno de los 12 espías, y que ya tenía cien años cuando hizo entrar a los israelitas en Canaán. Por otra parte, si era de aproximadamente la misma edad de Caleb, su muerte ocurrió unos 25 años después del final de la guerra. Por eso, en el intervalo entre la entrada en Canaán y la actuación del primer juez, hay amplio margen de incertidumbre. Cualquiera fuere el caso, debemos considerar que pasó un lapso considerable desde la muerte de Josué hasta los primeros jueces, porque fue después de la apostasía de la generación que sucedió a Josué cuando comenzó la opresión y se levantaron jueces para libertar a los israelitas. La apostasía fue espantosamente rápida (ver com. Juec. 18: 30, donde se presentan las condiciones existentes en la época cuando podría haber vivido un nieto de Moisés), pero deben haber transcurrido al menos varias décadas hasta que se extinguieran todos los contemporáneos de Josué. Fue después que » «toda aquella generación también fue reunida a sus padres» » y que » «se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra «130 «que él había hecho por Israel» (Juec. 2: 10), cuando » «los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová» » (vers. 11) y abandonaron al Dios de sus padres, de modo que el Señor los entregó en manos de sus enemigos, y suscitó entonces jueces que en repetidas ocasiones los liberaron y procuraron hacerlos volver al culto de Dios (ver cap. 2: 10-16).
II. El período de los jueces
Si procuramos colocar en orden consecutivo todos los acontecimientos del período de los jueces, su cronología se torna problemática. No hay necesidad de dudar de las cifras, pero el tratar de hacerlas armonizar con los acontecimientos descritos en los últimos capítulos de Josué y los primeros de 1 Samuel ha dado lugar a opiniones y soluciones diversas. El relato es tan somero que quizás omita datos acerca de la relación existente entre los diversos jueces y los intervalos de opresión. El hecho de que se relate la obra de un juez sin siquiera insinuar la existencia de otro juez en otra parte del país, no elimina la posibilidad de la existencia de jueces contemporáneos.
Los datos del libro de Jueces.
El autor del libro de los Jueces no se proponía presentar todos los detalles de la historia de su período. Su propósito era mostrar cómo los israelitas, en repetidas ocasiones, abandonaron a Dios, cayeron presa de sus enemigos y después fueron rescatados para recibir una nueva oportunidad. No tenía importancia para la enseñanza del libro la posibilidad de que esos acontecimientos hubiesen sido sucesivos o contemporáneos en diversas partes del país. Por lo tanto, el autor no proporcionó todos los detalles referentes al tiempo, aunque conservó cuidadosamente el número de años de cada juez y de los períodos de opresión, los que se presentan de la siguiente manera:
Josué y los ancianos que le sobrevivieron x años cap. 2: 7
Opresión bajo Cusan-risataim 8 » » 3: 8
Liberación por Otoniel; la tierra reposa 40 » » 3: 11
Opresión bajo Eglón de Moab 18 » » 3: 14
Liberación por Aod; la tierra reposa 80 » » 3: 30
Opresión bajo Jabín y los cananeos 20 » » 4: 3
Liberación por Débora; la tierra reposa 40 » » 5: 31
Opresión bajo los madianitas 7 » » 6: 1
Liberación por Gedeón; la tierra reposa 40 » » 8: 28
Abimelec reina sobre Israel 3 » » 9: 22
Tola juzga a Israel 23 » » 10: 2
Jair juzga a Israel 22 » » 10: 3
Opresión bajo los amonitas (y filisteos) 18 » » 10: 7,8
Liberación por Jefté 6 » » 12: 7
Ibzán juzga a Israel 7 » » 12: 9
Elón juzga a Israel 10 » » 12: 11
Abdón juzga a Israel 8 » » 12: 14
Opresión bajo los filisteos 40 » » 13: 1
Sansón juzga a Israel 20 » » 15: 20 _____________
410 más x
El período de x años es un lapso de longitud desconocida, probablemente de varias décadas, durante el cual los israelitas sirvieron » «a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué» » (Juec. 2: 7), y después apostataron. Aun sin tomar en cuenta los x años anteriores a la primera opresión, tenemos un total de 319 años hasta el final de los 18 años de la invasión amonita; refiriéndose a ese tiempo, Jefté habló de unos 300 años. Estos 319 más x podrían sumar 350 o aún más. El total de 410 años más x, que sería el lapso total de los jueces y de los períodos de opresión, llegaría probablemente a más de 450. Es evidente que no todos estos períodos fueron sucesivos.
Algunos períodos se superponen.
El registro indica claramente que algunos de estos períodos de los jueces y de servidumbre se superponen. Los 20 años de Sansón están comprendidos en los 40 años de opresión filistea, pues se dice que » «juzgó a Israel en los días de los filisteos veinte años» » (Juec. 15: 20). Además, en relación con la afirmación de que los filisteos oprimieron a Israel durante 40 años (cap. 13: 1), se predijo que Sansón solamente comenzaría «a salvar a Israel de mano de los filisteos» (vers. 5). Así, si los 20 años de Sansón están comprendidos en los 40, el total se reduce de 410 más x a 390 más x .
Pero los 40 años de opresión filistea parecen haber sido simultáneos, al menos en parte, con los 18 años de servidumbre bajo los amonitas, porque se dice que » «se encendió la ira de Jehová contra Israel, y los entregó en mano de los filisteos, y en mano de los hijos de Amón» » (cap. 10: 7). Luego sigue la descripción de la opresión amonita y de la liberación hecha por Jefté (caps. 10: 8 a 12: 7), y la enumeración de los tres jueces que le sucedieron, personajes de poca monta, de quienes se da poco más que la duración de su actuación como jueces, un total de 25 años (cap. 12: 8-15). Después de esto, el cap. 13 vuelve a la opresión de 40 años de los filisteos para narrar la vida de Sansón, y cómo éste «comenzó» a librar a Israel de manos de los filisteos. Así las Escrituras indican que la opresión filistea fue simultánea con la opresión amonita. Los amonitas, que habitaban la meseta de Transjordania hacia el borde del desierto, pasaron con gran celeridad sobre las tribus orientales de Israel (a saber Gad, Rubén y la mitad de Manasés que vivían al este del Jordán) llevándose cuanto hallaron a su paso, y continuaron su pillaje durante 18 años. Finalmente invadieron el territorio de Judá, Benjamín y Efraín al oeste del Jordán (cap. 10: 8, 9; cf. PP 600). Los israelitas, acosados desde el este, no tuvieron oportunidad de emplear su fuerza unida para defender el oeste, donde los filisteos, en la parte sur de la costa marítima, incursionaban en Judá y Dan y amenazaban a las tribus occidentales.
Otros períodos fueron probablemente simultáneos.
Evidentemente, si algunos de los períodos del libro de Jueces fueron simultáneos, según parece indicarlo el registro, es probable que también lo fueran algunos de los otros, y que ocurrieran en diferentes partes del país, aunque no se puede decir con precisión cuáles períodos se superponen ni por cuánto tiempo. Esto parece más probable cuando notamos que los jueces estaban geográficamente dispersos: Otoniel era de Judá; Débora, de Efraín; Barac, de Neftalí; Aod, de Benjamín; Gedeón, de Manasés; Tola, de Isacar; Jair y Jefté, de Galaad, al este del Jordán; Ibzán y Elón, de Zabulón; Abdón, de Efraín; y Sansón, de Dan. Durante este período las tribus vivían en territorios ampliamente esparcidos, mayormente en zonas montañosas, separados por regiones dominadas por los cananeos, a quienes nunca habían podido echar totalmente del país, y cuyas fortalezas controlaban las principales rutas de comunicación en los llanos. Difícilmente alguno de estos jueces rigió a gran parte de los israelitas. Aun en tiempos de crisis, cuando uno de ellos luchaba por repeler a los opresores, no acudían todas las tribus para expulsár al invasor. Quizá no todas las tribus fueron oprimidas a la vez y, en consecuencia, las liberaciones fueron más o menos locales.
Los 300 años de Jefté.
Más aún, si tiene alguna exactitud el cálculo de 300 años hecho por Jefté, correspondientes al período de la ocupación hebrea de las ciudades de los amorreos, hubo necesariamente una superposición de períodos antes de su tiempo, porque el total, excluyendo el período de Josué y los ancianos que le sobrevivieron, es de 319 años.
No es necesario suponer que los 300 años a que se refirió Jefté fueran exactos, porque al mencionarlos estaba luchando contra los invasores amonitas, y en el fragor de la contienda no pudo haberse detenido a buscar los registros o a consultar a una persona que recordase los sucesos para obtener así la cifra exacta; simplemente usó números redondos. Este número probablemente fue redondeado tomando la centena inmediatamente superior al número real, y no la inferior. También es posible que hubieran transcurrido exactamente 300 años cuando Jefté hizo su afirmación. Si así fuera, tenemos la fecha exacta en relación con el éxodo, puesto que las aldeas de Hesbón fueron tomadas de Sehón, rey de los amorreos, en el 40.º año del éxodo (1406/05 AC según la fecha del éxodo usada por este comentario). Por tanto, 300 años según el cálculo inclusivo, contados desde la adquisición de ese territorio, llevarían al año 1107/06 AC.
Los jueces posteriores.
Si los 40 años de opresión por parte de los filisteos terminaron con la batalla de Eben-ezer (1 Sam. 7: 5-14) -el acontecimiento que con mayor probabilidad puso fin a este período-, entonces en los períodos de gobierno de los jueces que siguieron a Jefté deben haber existido también superposiciones, quizá más extensas que las que ocurrieron antes de él. Sansón sería contemporáneo de Jefté; y Elí, quien murió luego de desempeñarse como juez durante 40 años (ver cap. 4: 4, 11, 18), 20 años antes de la batalla de Eben-ezer (ver caps. 6: 1; 7: 1, 2, 11-14), debe haber sido mayor que Jefté o Sansón. Si el arca estuvo en Silo durante unos 300 años (PP 550), computados a partir de un momento 6 ó 7 años después del comienzo de los 300 años de Jefté, y fue llevada de Silo a la batalla donde fue capturada por los filisteos, podemos concluir que la muerte de Elí -ocurrida después de esta batalla- aconteció por la época de Jefté. El arca, una vez devuelta por los filisteos, fue colocada en Quiriat-jearim, donde ya había estado 20 años cuando los israelitas vencieron decisivamente a los filisteos en Eben-ezer.
En este momento Samuel fue constituido juez (cap. 7: 6, 15-17). No se nos dice por cuántos años fue juez, pero sabemos que con él terminó el período de los jueces. Algunos consideran que este lapso acabó con la coronación de Saúl, cuando la monarquía reemplazó al gobierno teocrático de los jueces, pero otros lo extienden hasta la muerte de Samuel, ya que éste siguió desempeñándose como juez (cap. 7: 15), aunque el juez ya no era el principal magistrado después de haberse establecido la monarquía. Nada se dice de la edad de Samuel, salvo que nació cuando Elí ya no era joven; que recibió su primer mensaje de Dios cuando era aún niño; que tenía suficiente edad como para ser conocido como profeta antes de la muerte de Elí (cap. 3), aunque aparentemente era demasiado joven para ser juez hasta 20 años más tarde (cap. 7). Un fragmento de manuscrito hallado en una caverna del mar Muerto, que contiene partes de 1 Sam. 1 y 2, dice que Elí tenía 90 años, no en el momento de morir (como lo afirma la LXX), sino en algún momento después que Samuel fuera puesto bajo su cuidado (ver com. cap. 2: 22). Si Samuel hubiese tenido unos 3 años cuando fue llevado a Elí (ver 1 Sam. 1: 24; cf EGW, RH, 8-9-1904), habría tenido por lo menos 11 años cuando Elí murió a los 98. Es posible que este fragmento conserve una cifra original, que más tarde se perdió; pero no podemos definirnos teniendo como base esta suposición. Samuel fue juez durante suficiente tiempo como para llegar a ser tan anciano que ya había delegado a sus hijos a lo menos parte de su trabajo, antes de que los israelitas demandasen tener rey (cap. 8: 1-5). Si vivió durante la mayor parte del reinado de Saúl, según lo indica el relato, debe haber sido sumamente anciano al morir. Samuel es el eslabón que une el período de los jueces con el de la monarquía. Parece, pues, que la primera parte del libro de 1 Sam. cubre un período contemporáneo con la última parte del libro de los Jueces, probablemente los caps. 10 al 16.
Los jueces y los 480 años.
En el caso de haber ocurrido las superposiciones aquí indicadas, es sumamente posible que dentro del espacio de 480 años mencionado en 1 Rey. 6: 1 pudieran haber ocurrido los siguientes acontecimientos: la peregrinación de 40 años en el desierto, la conquista de Canaán, el período de los ancianos que sobrevivieron a Josué, la subsiguiente apostasía, el período de ejercicio de los diversos jueces, algunos de ellos simultáneos, incluyendo el período de Samuel y los reinos de Saúl y David. No existe ninguna manera de computar exactamente la duración del período de los jueces ni las superposiciones exactas, pero se ha incluido un esquema cronológico sugerente en el artículo sobre historia en la pág. 38. Este bosquejo sólo representa aproximadamente lo que pudo haber sucedido. No obstante demuestra que las cifras del libro de los jueces pueden interpretarse de una manera razonable mediante superposiciones que concuerdan con la situación histórica, y con la interpretación de que los 480 años son el lapso exacto del período que va desde el éxodo hasta el 4.º año de Salomón, año que se incluye en ese cómputo.
Los que siguen la cronología más larga de los jueces, y consideran que todos los períodos fueron sucesivos, interpretan los 480 años como la suma de los períodos reales de los jueces, excluyendo las épocas de opresión o usurpación (ver t. I, pág. 198), y consideran que el período total fue de más de 500 años. Esto da por resultado una fecha anterior para el éxodo. Un sistema cronológico anteriormente empleado por algunos autores muy conservadores, que interpreta que fueron sucesivos los períodos de los jueces, llega a un total de 594 años para el período desde el éxodo hasta el 4.º año de Salomón, pues interpretan que los 480 años fueron el número total de años de la teocracia, durante los cuales Israel estuvo verdaderamente bajo un gobierno designado por Dios, sin contar los seis períodos de servidumbre ni los tres años de usurpación de Abimelec. Superponiendo el período de Elí con la opresión filistea, y el de Samuel con Elí, y haciendo una resta del total, llegan a la conclusión de que los x años de los sucesores de Josué fueron 13. Este esquema, que exige ciertas suposiciones acerca de las cuales no hay evidencias, nunca ha obtenido el apoyo de los eruditos bíblicos.
La cronología del arzobispo Ussher, publicada por primera vez en 1650 (ver t. I, págs. 188, 204), ubicaba el éxodo en 1491 AC; al primer juez, Otoniel, en 1406; y el comienzo del reinado de Saúl, en 1095. A esta fecha se llega ubicando el 4.º año de Salomón como el 480.º desde el éxodo, en 1012 AC. Esta fecha se basa en la suposición de que hubo interregnos (ver pág. 144) y en la conjetura de Ussher de que el templo fue completado en 1004, o sea 1.000 años antes del nacimiento de Cristo.
Muchos eruditos consideran que por 480 años simplemente se indican 12 generaciones, calculadas en 40 años cada una. Esto equivaldría a descartar por completo el número 480, porque un cálculo aproximado de 12 generaciones no puede constituir la base de una declaración específica de tiempo equivalente a un «año 480» exacto.
Si la expresión «en el año cuatrocientos ochenta» no significa un año específico sino una aproximación general, ¿cómo hemos de saber que «el año dieciocho de Josafat» o «el séptimo año del rey Artajerjes» o el «año undécimo de Sedequías» no son más que aproximaciones? Cuando la Biblia hace declaraciones precisas sobre fechas, y usando esas declaraciones puede elaborarse sin alteraciones una cronología detallada, no parece haber una razón adecuada para suponer que no se basan en datos exactos. Admitimos que en ciertos casos los autores bíblicos redondean los números, especialmente en el caso del número 40, pero tal posibilidad no debería descartar las cifras reales que armonizan con otras para dar un sincronismo exacto así como están. No hay razón para dudar de que cuando un escritor ubica cierto acontecimiento en determinado año, se refiere en realidad a ese año preciso.
Es verdad que muchos escritores que no aceptan la Biblia como un relato histórico exacto, alteran las cifras a su gusto para hacerlas concordar con sus propias teorías. Algunos reducen aún más el período de los jueces, considerando que 1 Rey. 6: 1 es erróneo. Los que ubican el éxodo en el siglo XII o XIII se ven obligados a hacer esto, lo cual no es elaborar una cronología basada en los datos proporcionados por la Biblia, sino corregir los registros bíblicos según la teoría individual de cada uno. Puesto que el propósito de este comentario es explicar la Biblia, no cambiarla, cualquier cronología incorporada en él debe basarse en las cifras presentadas en la Biblia. Si las fechas no pueden explicarse en forma satisfactoria, deberá admitirse que se trata de un caso de cronología bíblica incompleta. De ahí que los 480 años deban incluirse en esta categoría.
Este comentario emplea la interpretación más sencilla del período de 480 años, calculado según el cómputo inclusivo (la frase dice «en el año cuatrocientos ochenta», y no «cuatrocientos ochenta años»), como período literal y exacto, que concluye con el 4.º año de Salomón. La superposición de la actuación de los jueces, exigida por este cómputo, es aceptada como una interpretación razonable de los datos existentes, sin que por ello se intente adoptar una posición dogmática en cuanto a los detalles de las fechas de los jueces. El bosquejo presentado en el artículo sobre historia (ver pág. 38) muestra lo que pudo haber pasado, pero nadie puede saber exactamente cómo ocurrieron los hechos. No debe por ello considerarse que el relato tiene menos valor para el lector.
III. La monarquía hebrea unida
Ya se ha aludido a la falta de precisión (pág. 132) existente en los datos que tenemos sobre la relación del comienzo de la monarquía y el tiempo de Samuel y los jueces anteriores. El AT no contiene ninguna declaración clara en cuanto a la duración del reinado de Saúl, pero cualquier diferencia de opinión en cuanto a este período sólo afectaría la fecha de su comienzo, pues su final está fijado en relación con el reinado de David y el linaje posterior de reyes.
Diversas interpretaciones del reinado de Saúl.
La única información bíblica tocante a la duración del reinado de Saúl (a menos que se considere que 1 Sam. 13: 1 contiene tal información; ver pág. 136) es la afirmación del apóstol Pablo, presentada en un sermón improvisado en Antioquía: » «Luego pidieron rey, y Dios les dio a Saúl hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta años» » (Hech. 13: 21).
En esa misma alocución, Pablo se había referido a otros dos períodos: (1) la liberación -por intervención divina- de los israelitas de Egipto, cuando » «por un tiempo como de cuarenta años los soportó en el desierto» » , y (2) otro período de » » como por cuatrocientos cincuenta años» » (vers. 18, 20; en la Biblia no está en cursiva).
Algunos han opinado que ya que Pablo usó números redondos, según lo expresa claramente la palabra «como», al referirse a los dos primeros períodos, sencillamente omitió esta explicación en el caso de la tercera cifra. Piensan que sería natural que usase números redondos al hacer un resumen oral, pues no estaba escribiendo una historia, ni consultando registros para obtener esas cifras. Su frase «un tiempo como de cuarenta años» en el desierto es ejemplo del número 40 usado en cifras redondas, ya que la peregrinación de los israelitas en el desierto, después de haberse rebelado contra Dios en Cades y de haber sido obligados a volver al desierto, en realidad no fue sino de 38 años (ver t. I, págs. 196, 197).
Por otra parte, el hecho de que el tercer número, a diferencia de los dos primeros, no lleve la palabra «como», induce a algunos a pensar que el autor indicó aquí un número exacto en contraste con los otros dos aproximados. Si así fuera, ¿cuál período quiso Pablo que representase este número? Hay quienes opinan que se extiende hasta el comienzo del reinado de David sobre Judá e Israel, más de siete años después de la muerte de Saúl. Así el reinado personal de Saúl, a diferencia del de su casa, fue de menos de 40 años. No puede establecerse con exactitud si Pablo quiso decir que Saúl ocupó el trono durante 40 años exactos o no, y esto no afecta la precisión histórica de la narración.
Las edades de Saúl, David y Jonatán.
El único motivo de preocupación respecto a la duración exacta del reinado de Saúl, es que un total de 40 años hace dificil el cálculo comparativo de las edades de Saúl, David y Jonatán, dificultad que se eliminaría si se considerase 40 como un número redondo para representar un período bastante más corto. Si la cifra 40 es exacta, David nació una década después de la ascensión de Saúl al trono, pues sucedió a Saúl a los 30 años (2 Sam. 5: 4). Luego, si mató a Goliat cuando era un joven de 18 años -y dificilmente podría haber sido mucho menor- ese acontecimiento ocurrió cuando Saúl ya había reinado casi 30 años. Si la batalla de Micmas, en la cual Jonatán desempeñó un papel importante (1 Sam. 13, 14), ocurrió en el segundo año del reinado de Saúl (ver com. 1 Sam. 13: 1) como parece decirlo la RVR (aunque en verdad no lo afirma categóricamente), Jonatán habría tenido unos 18 ó 20 años una década antes de que naciera David. Una amistad estrecha y fraternal entre un David de 18 años y un Jonatán de 46 discrepa completamente con el marco de la narración. Además, sobre esta base, Mefi-boset (o Merib-baal; 1 Crón. 8: 34; 9: 40), único hijo de Jonatán, quien tenía 5 años cuando ocurrió la muerte de Saúl y sus hijos en batalla (2 Sam. 4: 4; cf. 1 Sam. 29: 1, 11; 31: 1, 2), habría nacido cuando Jonatán tenía 53 años. Difícilmente el heredero aparente del trono hubiera esperado tanto tiempo para proporcionar un sucesor al linaje de su padre. Y si Jonatán era ya un hombre maduro poco tiempo después de que su padre subiera al trono, Saúl debe haber tenido al menos entre 75 y 80 años cuando fue muerto en batalla. Todo esto es posible, pero parece suficientemente anormal como para prestarse a una de las siguientes explicaciones: (1) que el número 40 no representa la duración exacta del reinado personal de Saúl, o (2) que era bastante joven cuando comenzó a reinar, y que la batalla de Micmas habría ocurrido bastante después del segundo año de su reinado. Cualquiera de estas explicaciones permitiría pensar que Saúl y Jonatán hubieran sido mucho menores, lo cual elimina las aparentes dificultades en el cómputo de sus respectivas edades.
Diversas explicaciones del reinado de Saúl.
Si acaso el reinado de Saúl duró menos de 40 años, surge esta pregunta: ¿Cuáles serían las evidencias existentes en cuanto a su duración? Si se incluye en el período de 40 años el tiempo transcurrido hasta la coronación de David como rey de las doce tribus, a lo sumo podrían restársela 7 1/2 años a ese período. Esto es posible, pero no puede probarse.
Josefo le atribuye a Saúl un reinado de sólo 20 años ( Antigüedades x. 8. 4); pero luego le asigna 18 años de reinado durante la vida de Samuel, y 22 años después de la muerte del profeta ( Antigüedades vi. 14. 9). Esta declaración tiene variantes en diversos manuscritos; pero dos de los textos latinos consignan 2 años en lugar de 22, y así concuerdan las dos declaraciones. Se ha sugerido que el número 22 representa una enmienda hecha por un copista cristiano a fin de hacer armonizar las afirmaciones de Josefo con la de Pablo, pero esto es una conjetura. No parece haber dudas en cuanto al texto de la declaración de Antigüedades x. 8. 4.
Si Saúl sólo reinó 20 años, David, que tenía 30 «cuando comenzó a reinar» (2 Sam. 5: 4), habría tenido 10 años cuando Saúl inició su gobierno. Generalmente se concuerda en que David tendría unos 18 años cuando mató a Goliat. No tenía aún edad suficiente como para formar parte del ejército(1 Sam. 17: 13, 14, 28, 33, 42), sino que estaba aún en su casa y cuidaba las ovejas; pero tenía suficiente edad como para luchar contra las fieras (vers. 34-37), y para ser conocido como «valiente y vigoroso y hombre de guerra» (cap. 16: 18). En consecuencia, no habrían pasado más de ocho años desde el comienzo del reinado de Saúl y el encuentro con Goliat. En ese caso, Samuel podría haber muerto unos 18 años después de la ascensión de Saúl al trono. Algunos consideran que un período de ocho años no hubiera alcanzado para que transcurriesen todos los acontecimientos relatados antes del incidente de Goliat. También objetan que el período de dos años entre la muerte de Samuel y la de Saúl sería demasiado corto, puesto que de ese tiempo David pasó un año y cuatro meses entre los filisteos. Por otra parte, a menos que en 1 Sam. 25 y 26 se hubiesen omitido muchos acontecimientos, difícilmente podrían haber transcurrido mucho más de dos años. Los únicos incidentes registrados entre la muerte de Samuel y la huida de David a Filistea son su viaje a Parán, su encuentro con Nabal, y su segundo enfrentamiento con Saúl. No parecería necesario que esos incidentes demoraran más de ocho meses.
Si como creen algunos, 1 Sam. 13: 1 presenta un resto incompleto de la declaración respecto a la duración del reinado de Saúl, y ese número original hubiese terminado en dos ( «. . . y dos años reinó» ; ver com. 1 Sam. 13: 1), ese número podría haber sido 22, aunque el número 32 parecería ser un equivalente más probable del número redondo 40. Considerando estas observaciones, ¿Mé debe hacerse con la declaración de Pablo que atribuye 40 años al reinado de Saúl? O bien es un número aproximado, o no lo es. Si fuera un cálculo aproximado, podría explicarse en forma más razonable la relación existente entre las edades de David, Saúl y Jonatán. Pero cualquier intento de llegar a una cifra exacta no podría ser más que mera especulación. Si no se trata de un número aproximado, el período debe considerarse de 40 años, y deberá aceptarse la disparidad de edades si hemos de elaborar esta cronología basada en los datos bíblicos.
La cronología posterior no es afectada.
En cualquier caso, la diferencia de opinión respecto a la duración del reinado de Saúl no afecta la fecha del final de ese reinado, ni las fechas de los reinados de David y los reyes posteriores. Sea cual fuere el sistema cronológico que se prefiera adoptar para los reinados de Israel y Judá, las fechas básicas de la cronología AC se basan en sincronismos durante la última parte del período. En consecuencia, el acortamiento del reinado de Saúl sencillamente determinaría que su ascenso al trono ocurrió más tarde, lo cual prolongaría el período de los jueces todo el lapso que se dedujera del reinado de Saúl.
El reinado de David.
No existe duda alguna en cuanto a la duración del reinado de David. Es evidente que aquí no se trata de 40 como de un número aproximado, porque es la suma de 7 y de 33, y hay mención real de un acontecimiento fechado en el 40.º año de David (1 Crón. 26: 31). Los seis meses adicionales (2 Sam. 5: 4, 5) no presentan problema. Es posible que el reinado total de David, desde que fue constituido como rey en Hebrón, hasta su muerte, hubiese sido exactamente de 40 años y 6 meses. Sin embargo, no es necesario suponer esto, puesto que la costumbre entre los antiguos era de contar los años de reinado por años de calendario. Si un rey moría durante su 40.º año de calendario, se decía que había reinado 40 años, como se explicará posteriormente (pág. 141). Es más probable que los seis meses hubiesen sido un lapso inicial: «el comienzo de su reinado», o su año de ascensión , el intervalo entre la fecha de su inauguración como rey y el siguiente día de año nuevo, cuando comenzaría su «año primero». (Se explica este método de computar los años de un reinado en las págs. 141, 142.) Si los filisteos salieron contra Saúl en la llanura de Jezreel » «en el tiempo que suelen los reyes salir a la guerra» » (1 Crón. 20: 1), la muerte de Saúl, seguida de la ascensión de David al trono en Hebrón, habría ocurrido en la primavera [del hemisferio norte], y el primer año de su reinado habría comenzado a computarse seis meses más tarde, al comienzo del año en el otoño.
Salomón designado rey por David.
Al final de su reinado, » «siendo, pues, David ya viejo y lleno de días, hizo a Salomón su hijo rey sobre Israel» » (1 Crón. 23: 1). En esa ocasión designó funcionarios para el servicio del templo y para atender los asuntos de Israel » «en toda la obra de Jehová, y en el servicio del rey» » (cap. 26: 30). Esto parece haber ocurrido «en el año cuarenta del reinado de David» » (vers. 31). En el último capítulo del libro se resume el reinado sumando los 7 años de Hebrón y los 33 de Jerusalén (1 Crón. 29: 27). Esto implicaría que Salomón comenzó a reinar en forma conjunta con su padre durante ese 40.º año. Si el reinado de David se hubiese extendido al año 41.º, se habría computado como que reinó 41 años. Este 40.º año debe haberse contado como el año de ascensión de Salomón o como el «año del comienzo de su reinado».
Los años de Salomón se cuentan de otoño a otoño.
El cómputo de los años del reinado de Salomón proporciona una importante indicación de que se calculaban los años de reinado a partir del otoño, al menos en la época de ese rey. En el artículo sobre el calendario hebreo (ver pág. 111) se explica que el año tenía dos comienzos: el año religioso empezaba en la primavera [hemisferio norte], el 1.º de Abib (Nisán); el año civil se iniciaba en el otoño [hemisferio norte], el ler día de Etanim (Tishri). Puesto que la numeración de los meses siempre comenzaba en primavera, el año civil que corría de otoño a otoño comenzaba con el 7.º mes: se contaban primero los meses del 7.º al 12.º, y luego del 1.º al 6.º. Así el primer mes venía después de la mitad del año civil (ver pág. 119). (Nota: * Para no confundir al lector con esta doble nomenglatura, en adelante se usarán los nombres postexílicos más familiares (y aún usados): Nisán para el primer mes, Tishri para el séptimo, etc., aunque se reconoce que esos nombres no fueron usados hasta después de haber concluido el período de los reyes. )
El templo comenzó a construirse en el 2.º mes del 4.º año de Salomón y fue concluido en el 8.º mes del 11º año (1 Rey. 6: 1, 37, 38). En vista de la bien confirmada costumbre antigua de calcular el tiempo según el cómputo inclusivo (ver págs. 139, 140), parece sorprendente que un intervalo entre el 4.º y el 11.º años no se considerara como de 8 años. Pero, puesto que se proporcionan las fechas del comienzo y del fin del período, debe suponerse que el cómputo no fue hecho de acuerdo con los años de reinado, sino tomando en cuenta años aniversarios, es decir, computados desde la fecha del acontecimiento que marcó el comienzo: el 2.º día del 2.º mes. Si los 7 años son computados por el método inclusivo desde el 2.º mes del 4.º año del reinado, la terminación del templo tuvo lugar en el 11.º año del reinado si los años se cuentan desde el otoño; pero no, si comienzan en la primavera. Esto se ha considerado como evidencia de que los años de reinado de Salomón se computaron a partir del otoño, probablemente desde el 1er día de Tishri.
El cuarto año de Salomón usado como base para la fecha del éxodo.
La fecha del comienzo de la edificación del templo » «en el mes segundo, a los dos días del mes en el cuarto año de su reinado» » (2 Crón. 3: 2), es importante para el cálculo de la fecha del éxodo. Siguiendo la cronología de los reyes empleada en este comentario (ver págs. 79, 146, 162), el 40.º y también último año de Salomón fue 931/930 AC, computado de otoño a otoño [septiembre- octubre en el hemisferio norte]. Por lo tanto, el 4.º año del reinado, o sea 36 años antes, fue 967/966 AC, año que también habría comenzado en el otoño con el día de año nuevo, el 1.º de Tishri, 7.º mes del año religioso. Ya que los hebreos siempre contaban los meses a partir de la primavera, aunque el año civil comenzaba en otoño (ver pág. 109), el 2.º mes, Zif, cayó en la primavera de 966 AC.
Pero este acontecimiento del mes de Zif también está fechado » «en el año cuatrocientos ochenta después que los hijos de Israel salieron de Egipto» » (1 Rey. 6: 1). Así tenemos el sincronismo entre dos sistemas de fechar los acontecimientos: los años del reinado de Salomón, y los años de la era del éxodo (ver t. I, págs. 196-198). Ya que la liberación de Egipto ocurrió a mediados del ler mes del 1er año del cómputo del éxodo, esa partida puede ubicarse 479 años antes del 1er mes del 480º. año, es decir, en la primavera del año 1445 AC. De esta manera, el reinado de Salomón, computado por reinados posteriores del reino dividido, nos da la fecha del éxodo si aceptamos como cifra exacta el 480.º año. Esta es la base de la fecha que en el tomo I se le aplica al éxodo (ver t. I, págs. 201, 202)
IV. Métodos y principios usados para computar
Antes de estudiar el período del reino dividido, después de la muerte de Salomón, convendría explicar los métodos usados para computar los reinados de la antigüedad, como también ciertos términos y principios que se usarán en el estudio posterior de los reinados de Israel y Judá.
Cronología basada en sincronismos.
La información cronológica de los libros de los Reyes se da mayormente en dos formas de declaraciones referentes al tiempo que interrelacionan paralela o comparativamente los reinados de los dos reinos vecinos de Judá e Israel, es decir: (1) sincronismos de ascensión al trono, o declaraciones que datan el ascenso de un rey en determinado año del reinado de un monarca contemporáneo de la otra nación, y (2) la duración de los reinados. Un ejemplo típico a arece en el registro de la ascensión de Amasías de Judá durante el reinado de Joás de Israel: » «En el año segundo de Joás … rey de Israel, comenzó a reinar Amasías … rey de Judá. Cuando comenzó a reinar era de veinticinco años, y veintinueve años reinó en Jerusalén» » (2 Rey. 14: 1, 2).
Posteriormente se dice que Amasías vivió quince años más que Joás (vers. 17); luego viene el siguiente sincronismo de ascensión, la declaración referente a la ascensión de Jeroboam II, siguiente rey de Israel, durante el reinado de Amasías: » «El año quince de Amasías … rey de Judá, comenzó a reinar Jeroboam … sobre Israel en Samaria; y reinó cuarenta y un años» » (vers. 23).
En el caso de otros reyes se presentan sincronismos similares. Puesto que la ascensión al trono de cada uno está sincronizada con un año del reinado de su vecino contemporáneo, y se da la duración de cada reinado, es posible elaborar un esquema de la cronología de los dos reinos basándose en estos sincronismos interrelacionados. La demostración gráfica se hace de la siguiente manera: se trazan dos rectas paralelas divididas en espacios iguales para representar los años transcurridos. Sobre una de estas rectas se marcan los años de ascensión de los reyes de Judá, v sobre la otra, los de Israel, (1) cuidándose de que la ascensión de cada rey esté sincronizada con el año correspondiente en el reinado del rey contemporáneo del otro reino, y (2) teniendo en cuenta la duración registrada de cada reinado. De ser correcto el esquema básico, el fin de cada reinado y el comienzo del siguiente caerían en el año preciso del otro reinado, tal cual lo registra la Biblia.
En algunos casos, las cifras dadas permiten una sola interpretación, y se hace fácil el paralelismo; pero en otros, pueden interpretarse los datos en varias maneras, y deben ensayarse diversas posibilidades. Este procedimiento se presta a errores. Cuando la duración de los reinados no se ajusta al esquema, algunos piensan que el texto está equivocado; pero debe considerarse que hay más de un método de computar el tiempo, y que Israel y Judá no necesariamente usaron el mismo método. A fin de trabajar en forma inteligente, primero es preciso comprender los métodos y principios de cómputo que pudo haber usado el autor de Reyes o el de las fuentes que él consultó. Para ilustrarlo, usaremos las declaraciones citadas sobre Amasías y sus contemporáneos. Deben contestarse las siguientes preguntas, que no son tan fáciles como parece a primera vista.
¿Cómo computó el autor los 15 años que Amasías vivió después de la muerte de Joás? (Ver la siguiente sección.)
Si Amasías reinó 29 años, ¿en qué año de su reinado murió? (Ver pág. 140.)
¿Qué se entiende por el 15.º año? (Ver pág. 141.)
¿Cuándo comienza el «primer año» de un rey? (Ver págs. 141-143.)
¿Coincidió exactamente el año 15.º de Amasías de Judá con el año en que Jeroboam II, rey de Israel, subió al trono? (Ver pág. 143.)
La tarea de encontrar las respuestas a tales preguntas se complica por el hecho de que Judá e Israel no emplearon el mismo sistema de cómputo. En los siguientes párrafos, el estudio de los principios generales que rigen el cómputo del tiempo entre los antiguos ayudará a responder a estas preguntas.
Los años se cuentan según el cómputo inclusivo.
Como ya se señaló (ver t. I, pág. 191), el método de computar el tiempo comúnmente usado en la Biblia parece haber sido el cómputo inclusivo, es decir, se contaba tanto la primera unidad de tiempo como la última al calcular la duración de un intervalo. Este método también era corriente en otras naciones de la antigüedad, según lo atestiguan sin lugar a duda ciertos documentos. Una inscripción egipcia registra la muerte de una sacerdotisa el 4.º día del 12.º mes y dice que su sucesora había llegado el día 15.º «cuando habían pasado doce días». Hoy diríamos que al haber transcurrido 12 días a partir del 4.º, la fecha sería el 16.º día. Los griegos siguieron también el mismo método inclusivo: llamaban penta.terís (período de cinco años) a la olimpíada, o sea el período de cuatro años que transcurría entre los juegos olímpicos. También usaban otros términos numéricos semejantes. Lo habitual entre los romanos era también el cómputo inclusivo. Tenían nundinae (de nonus , noveno), o días de mercado cada noveno día, según el cómputo inclusivo, pero en realidad al octavo día, según lo indican los antiguos almanaques, donde los días llevaban los nombres de las letras de la A hasta la H.
Por supuesto, los matemáticos y los astrónomos se daban cuenta de que esta forma de computar era matemáticamente inexactas pero persistió su empleo habitual y aún hoy se la usa en el Oriente. En el Occidente el idioma ha preservado algunos vestigios de este sistema: la frase «ocho días» para referirse a una semana, el término católico «octava» de una fiesta, que cae el mismo día una semana después de la primera festividad, los intervalos musicales tales como octava, tercera, quinta, etc., aun el término médico «fiebre terciana», que indica una fiebre que se repite día por medio.
No debería pues sorprendernos encontrar en la Biblia el método inclusivo de computar el tiempo. La más clara demostración de esto es un doble sincronismo en 2 Rey. 18: 9, 10. El sitio de Samaria duró desde el cuarto hasta el sexto año de Ezequías, años que correspondieron con el séptimo y noveno años de Oseas, respectivamente. Sin embargo, se dice que la ciudad fue tomada «al cabo de tres años». Según el uso moderno, hablaríamos de dos años, restando un número del otro. Evidentemente el autor bíblico hizo el cómputo en forma inclusivo, contando como tres años, el cuarto, quinto y sexto años.
Un niño hebreo era circuncidado a la «edad de ocho días» (Gén. 17: 12), es decir, «al octavo día» (Lev. 12: 3). Lucas habla de la circuncisión «al octavo día» o «cumplidos los ocho días» (Luc. 1: 59; 2: 21). Evidentemente esto no significaba que debían pasar ocho días completos desde el nacimiento hasta que se circuncidase al niño, sino que se hacía un cómputo inclusivo.
Jeroboam II, rey de Israel, sucedió a su padre Joás en el 15.º año de Amasías, rey de Judá (2 Rey. 14: 23), y Amasías » «vivió después de la muerte de Joás … de Israel, quince años» » (2 Rey. 14: 17). El lector moderno haría una suma mental de 15 más 15 para llegar al 30.º año de Amasías, pero Amasías sólo reinó 29 años (vers. 2). La explicación lógica está en el cómputo inclusivo, puesto que contando en esa forma, 15 años, a partir del 15.º llevan al 29.º, año en que evidentemente murió.
Hay otros ejemplos. Después de la muerte de Salomón, cuando se pidió a Roboam que disminuyera el yugo sobre los israelitas, les dijo que partieran para volver «de aquí a tres días» (1 Rey. 12: 5; 2 Crón. 10: 5). Volvieron » «al tercer día … según el rey lo había mandado, diciendo: Volved a mí al tercer día» » (1 Rey. 12: 12; cf. 2 Crón. 10: 12). Ester pidió a los judíos de Susa que ayunasen e implícitamente que orasen por ella por espacio de «tres días, noche y día» , antes de que se presentara ante el rey sin ser llamada. Luego se dice que «al tercer día» entró a ver al rey (Est. 4: 16; 5: 1). Evidentemente un período de «tres días» finalizaba al tercer día, no cuando se hubiesen completado los tres días, como nosotros lo computaríamos.
Todo esto ayuda a explicar la supuesta dificultad que surge de los tres días que median entre la crucifixión y la resurrección de Jesús. Los textos dicen así:
Por estos textos resulta evidente que las cuatro expresiones son equivalentes. Mateo usa las cuatro formas para referirse al mismo período. El intervalo del viernes de tarde al domingo por la mañana consta de tres días, según el cómputo inclusivo. Puesto que es claro que este sistema de computar el tiempo era común en los tiempos bíblicos y muy difundido en muchos países, es inútil afirmar que se trataba de un período de tres días completos, o sea de 72 horas, según la forma de pensar a la manera occidental. Eso sería violar tanto la práctica histórica como la declaración bíblica, y crearía una dificultad que no existiría si se tomase en cuenta la forma común de hablar y los ejemplos bíblicos.
La duración del reinado de un rey.
Así como la manera común de expresarse hizo que Noé tuviera 600 años en su 600.º año, o que un niño tuviera 8 días en su 8.º día de vida, y así como un período de 3 días o de 3 años terminaba en el 3er día o durante el 3er año, aunque ese día o ese año no hubiese terminado, así también un reinado de 25 años era el que acababa durante el 25.º año.
Se registra que Asa, rey de Judá, reinó 41 años, pero que murió en su 41.º año (1 Rey. 15: 9, 10; 2 Crón. 16: 13). Nótese también el final del reinado de 11 años de Sedequías en su 11.º año (2 Rey. 24: 18; 25: 2-7). Esta manera de computar el tiempo también ha sido demostrada por los sincronismos entre Judá e Israel, y se usaba igualmente en Babilonia y Egipto, según lo demuestran documentos descubiertos por los arqueólogos.
Esto se parecía en algo al cómputo inclusivo, aunque el total de años del reinado no era siempre un verdadero cómputo inclusivo. Existían dos métodos de contar los años del reinado, uno de los cuales eliminaba la numeración inclusivo, manteniendo así el número exacto de años, como se verá a continuación. Pero el sistema de calcular los años de reinado no era de uso popular; se trataba de una forma especializada de cómputo del calendario, cuyo fin principal era establecer una cronología.
Los años de reinado son años calendarios.
Cuando los antiguos fechaban algún acontecimiento en cierto año del reinado de un rey, usaban una fórmula de calendario. No les interesaba cuántos años había gobernado determinado rey cuando ocurría tal suceso, sino que usaban el número del año del reinado como designación regular del año calendario en curso. Ese era el sistema común de identificar el año, pues no empleaban un cómputo de largas eras como nosotros lo hacemos con AC y DC. El año del reinado comenzaba, pues, con el día de año nuevo. Las diferentes naciones tenían distintos calendarios y diferentes días de año nuevo (ver t. I, págs. 185-187), pero el sistema de contar los reinados por sus respectivos años calendarios fue seguido por los babilonios, asirios y egipcios, y evidentemente también por los hebreos. Parece haber sido la norma en el Cercano Oriente.
Aunque los años de los reinados equivalían a años de calendario completos, el primero y último años del reinado eran incompletos a menos que el rey ascendiera al trono el día de año nuevo y muriera en el aniversario de su ascensión al trono. Por lo tanto, se veían obligados a hacer el ajuste necesario para realizar el cómputo. Había dos métodos de hacer ese reajuste, como se describirá en los párrafos siguientes.
Método de cómputo con año de ascensión.
Si el rey A moría durante su 35.º año, y lo sucedía el rey B, todos los documentos escritos en la primera parte del año, antes de morir A, llevaban por fecha tal día de tal mes del 35.º año del rey A; pero durante el resto de ese año los documentos llevaban en la fecha el nombre de su sucesor, el rey B, y el primer día de año nuevo del nuevo reinado comenzaba un nuevo año de reinado del rey B. La diferencia entre los dos métodos estaba en la forma de computar la porción del año que quedaba entre la ascensión al trono y el siguiente día de año nuevo.
Por ejemplo, en Babilonia esta parte del año se llamaba «el año del comienzo del reinado» del rey B, ahora conocido como año de ascensión , y el año calendario pleno que se iniciaba ál siguiente día del año nuevo (1.º de Nisán) era el primer año de su reinado. Así, en una serie de reinados, al 35.º año del rey A seguía el 1er año del rey B. Este sistema se conoce como método del año de ascensión para fechar los reinados 142 porque el intervalo entre la fecha del ascenso hasta el fin del año calendario es el «año de ascensión», y no lleva número. Entonces el primer año del nuevo rey comenzaba en año nuevo, y no en la fecha de su ascensión al trono.
Método de computar los reinados sin año de ascensión.
Según este otro método, usado algunas veces en Egipto, el nuevo rey comenzaba a fechar los documentos en el «1er año» en cuanto subía al trono, y el año que comenzaba al día siguiente de año nuevo (1.º de Thoth en Egipto) era llamado «2.º año». Según este sistema, el mismo año que comenzaba como 35.º año del rey A, terminaba siendo el 1er año del rey B, y al 35.º año del rey A seguía el 2.º año del rey B, no el 1er año. Esto causa una superposición de un año en el cómputo de una serie de reinados. Este sistema añade un año a cada reinado, porque equivale al cómputo inclusivo que numeraba tanto el 1er año como el último de cada reinado, cuando en realidad el «1er año» de cada rey era sólo la parte incompleta del último año de su predecesor. Puesto que no hay ningún período llamado «año de ascensión» antes del 1er año, éste es el método sin año de ascensión .
Ambos sistemas se usan en los libros de los Reyes.
Los dos métodos están bien documentados en los antiguos registros egipcios y babilónicos. La costumbre de señalar la fecha por el número del año correspondiente al reinado del monarca se muestra en la Biblia de varios modos. Se dice por ejemplo que Jerusalén fue sitiada en el 10.º mes, a los 10 días del mes en el 9.º año del rey Sedequías (2 Rey. 25: 1); y que » «en el mes quinto, a los siete días del mes, siendo el año diecinueve de Nabucodonosor» » (vers. 8), Nabuzaradán quemó el templo. No se da indicación alguna en cuanto a la presencia o ausencia de un «año de ascensión». Pero ciertos sincronismos del libro de los Reyes, al hacer corresponder el año de un rey de Judá con cierto año de un rey de Israel, parecen señalar que los dos reinos hebreos usaron ambos sistemas en diferentes momentos. Cuando el reino se dividió después de la muerte de Salomón, Judá parece haber estado usando el método de cómputo con «año de ascensión» e Israel el método sin «año de ascensión» (ver págs. 150, 151).
A fin de examinar brevemente las diferencias existentes entre los dos métodos de computar los años de reinado, volvamos al hipotético rey A que muere en su 35.º año, y a quien sucede el rey B. Un diagrama servirá para ilustrar el efecto que tiene cada sistema sobre la numeración de los años del reinado de B, como también sobre las fechas de los acontecimientos durante su reinado y sobre el total de años de B y de los reinados sucesivos.
Resumen de los resultados del diagrama precedente
1. En el sistema con año de ascensión (arriba), después de terminado el año cuando muere un rey y sube al trono el siguiente, el primer día de año nuevo del nuevo reinado se inicia el 1º año del nuevo rey.
2. En el sistema sin año de ascensión (abajo), el año de la muerte y del ascenso al trono es seguido por el 2.º año del nuevo rey, y así sucesivamente. Según el diagrama, se ve que:
3. El 2.º año de cierto rey vendría un año más tarde si se usara el sistema cronológico con año de ascensión que si se usara el método de cómputo sin año de ascensión.
4. Si dos escribas, usando los dos métodos de cómputo diferentes, fechan cada uno un mismo acontecimiento (ver «suceso» en el diagrama) según su propio sistema, el escriba que usa el sistema con año de ascensión le asignará a su año un dígito menos que el escriba que computa con el sistema sin año de ascensión.
5. El número de años de reinado atribuido a un rey será uno menos , si se usa el método de cómputo con año de ascensión, que si se computa el mismo reinado sin año de ascensión.
6. Al computar una serie de reinados, la suma de esos años, computados con año de ascensión conservará el número correcto de años transcurridos. Si se los computa sin año de ascensión, se añadirá un año por cada reinado y resultará un total mayor que el número de años transcurridos en realidad.
El año nuevo de primavera y de otoño.
Ya se ha explicado (ver pág. 111) que los hebreos tenían dos maneras de computar el comienzo del año, y que cuando en el tiempo del éxodo se introdujo la numeración de los meses a partir de Nisán [primavera del hemisferio norte], en relación con la serie de fiestas religiosas, se retuvo como año civil el cómputo más antiguo que comenzaba con Tishri [otoño, hemisferio norte]. Existe evidencia bíblica de que Salomón contó los años de su reinado a partir del otoño (ver pág. 137), y que en Judá se continuó esa práctica (ver pág. 150). El registro no dice si en el reino del norte de Israel se contaban los años de reinado a partir del otoño o de la primavera, pero existen indicaciones, en algunos de los sincronismos de Reyes, de que Israel usaba el calendario del año iniciado en primavera.
De manera que al sincronizarse el año de ascensión de un rey de Judá con cierto año de un rey de Israel (según el sistema de numeración de Judá), los últimos seis meses del año de Judá se superponían con los seis primeros del año correspondiente de Israel, o viceversa. Este paralelismo es diferente en varios reinados, según la fecha de ascensión al trono. Si la ascensión ocurre en verano, el año de reinado de Judá comienza seis meses antes que el año correspondiente en Israel, porque el día de año nuevo de Judá, en otoño (1.º de Tishri), viene primero en el nuevo reinado, en tanto que el siguiente año calendario de Israel no comienza hasta el 1.º de Nisán en la primavera siguiente. Sin embargo, si el rey ocupa el trono en invierno, el siguiente día de año nuevo, después de su ascensión al trono, es el de Israel, que tiene lugar en la primavera. En consecuencia, su año de reinado, de acuerdo con el cómputo de Israel, comienza seis meses antes del año de Judá, el cual corre de otoño a otoño.
Dos métodos para elaborar una cronología de los reyes.
Quien tenga en cuenta estos principios del antiguo cómputo, en relación con la cronología de esta época, debiera poder aplicarlos al problema de elaborar una cronología sugerente de 144 los reyes de Israel y Judá partir de los datos proporcionados en la Biblia. Pero existen interpretaciones diferentes de los sincronismos, por lo cual se presentan muchas dificultades. Puesto que los sincronismos entre los dos reinos muchas veces no parecen concordar con la información sobre la duración de los reinados, muchos eruditos del AT han llegado a la conclusión de que esas aparentes discrepancias indican que las cifras en la narración fueron añadidas posteriormente al texto, que en su mayoría son erróneas y que carecen de valor para la formulación de una cronología. No obstante, cuando se entiende su verdadera naturaleza, en realidad se encuentra que coinciden admirablemente.
Pueden ajustarse las diferencias entre las dos sucesiones si se presume la existencia de ciertas corregencias entre padre e hijo, o ciertos interregnos, y si, además, se toman en cuenta los dos métodos de computar el transcurso del tiempo. Si no se puede lograr una sincronización de los reinados sin hacer el cómputo de Judá con año de ascensión, y el de Israel sin año de ascensión, puede emplearse la hipótesis de que así computaban los dos reinos los años de reinado en ese tiempo. Y si toda una serie de reinados puede interpretarse usando tal sistema, se fortalece la probabilidad de haber encontrado la solución del problema.
Interregno versus corregencias.
Como resultado del intento de ajustar la diferencia entre el total de años de los reinados de Israel y de Judá, han surgido dos tipos de esquemas cronológicos para dicho período. Si para lograr el sincronismo se debe suponer una corregencia en una sucesión o un interregno en la otra, y si en ese caso se usa mayormente lo primero, resulta una cronología mucho más corta . Si se usa más a menudo lo segundo, se obtiene una cronología más larga . El valor de cualquiera de los dos métodos debe determinarse por la manera en que se ajusta el esquema a todas las informaciones conocidas, bíblicas y extrabíblicas. Aun en períodos cuando Judá e Israel comenzaron y terminaron juntos una serie de reinados (como el lapso transcurrido entre la muerte de Salomón, cuando los reinos se dividieron, y el asesinato de los reyes de ambos reinos por Jehú), no coinciden los totales de los reinados, y la disparidad aumenta después de Jehú, hasta que al final del reinado del norte, la suma de los años registrados para los reyes de Israel es inferior en 20 años a la suma de los años de los monarcas de Judá para el mismo período. Ante esta situación, la única manera de concertar las dos sucesiones posteriores de los dos reinos es suponer que en la sucesión aparentemente más larga hubo superposición de reinados, o que en la sucesión más corta hubo períodos de interregno.
En el primer caso, tuvo que haber ocasiones cuando el heredero fue puesto en el trono junto con su padre antes de la muerte de éste, y el total de años atribuidos al hijo incluye tanto los años de corregencia como los de su reinado como monarca único. Así la duración completa de todos los reinados sería algo mayor que el tiempo total transcurrido.
En el segundo caso, en la sucesión más corta, tal vez hubo ocasionalmente un interregno cuando, por un motivo u otro, al morir el rey se produjo un trastorno político que impidió la ascensión inmediata de un sucesor. Si tales períodos sin rey no fueron tomados en cuenta en las cifras dadas para los reinados sucesivos, el total del tiempo transcurrido tendrá que haber sido mayor del que muestran los registros.
Debemos suponer lo uno o lo otro, es decir, la sucesión más larga de reyes deberá acortarse computándose corregencias, o la sucesión de reyes más corta deberá alargarse con períodos de interregno. Posiblemente deban usarse ambos procedimientos.
Se ha señalado ya que las informaciones cronológicas esenciales dadas para cada rey, generalmente en el relato del comienzo de su reinado, son de dos clases:
(1) El sincronismo de ascensión , que ubica el comienzo de un reinado en determinado año del rey del otro reino hebreo ( » «Ocozías hijo de Acab comenzó a reinar sobre Israel en Samaria, el año diecisiete de Josafat rey de Judá» » [1 Rey. 22: 51]).
(2) La duración del reinado («[Ocozías] reinó dos años sobre Israel»). Se ha visto (pág. 142) que hay una diferencia de un año entre el cómputo con año de ascensión (posfecha) y sin año de ascensión (antedata). Aparte de esta diferencia, cuando cualquier expresión cronológica relacionada con estos reinados parezca estar en conflicto con la pauta de los demás reinos, la explicación podría ser que existió una corregencia o un interregno que el texto no menciona. A menos que en el texto aparezca alguna alusión a la situación política del momento, no existe una razón inherente para suponer que ocurrió una cosa y no la otra. La solución que armonice los sincronismos debe ser aceptada. Este tipo de ajuste no descarta la información bíblica. Sencillamente la explica suponiendo que el texto no presenta todos los detalles, algunos de los cuales deben inferirse de las cifras dadas. Tal procedimiento produce diferencias de opinión en cuanto a la solución más adecuada.
La posibilidad de escoger entre corregencias o períodos de interregno -es decir, entre la superposición de reinados o períodos en blanco entre reinados- alarga o acorta el período de duración total de los dos reinos hebreos. Puesto que no hay desacuerdo en cuanto al final de la serie de sucesiones en tiempos de Nabucodonosor, los dos métodos examinados dan una fecha AC más temprana o más tardía para el comienzo de la serie (la muerte de Salomón).
Las cronologías antiguas emplean el concepto de interregno.
Los cronólogos más antiguos han preferido emplear el concepto de interregno; suponiendo la existencia de lagunas en la línea de sucesión real más corta, la han alargado para igualarla con la línea de sucesión más larga. La ocurrencia real de interregnos está dentro de lo posible, especialmente en los casos cuando el fin de una dinastía podría dejar un lapso sin un sucesor inmediato. Sin embargo, la ocurrencia de interregnos es menos probable que la de corregencias. Esto es así, porque en el surgimiento de un problema que interrumpe la línea de sucesión, es probable que un dirigente fuerte se haga dueño de la situación. Y aun en el caso de existir una demora en la transferencia del poder, es probable que el aspirante al trono que salió triunfador compute el período entero como parte de su reinado. Además de esto, las corregencias constituyen una práctica establecida y comprobada en la historia de diversas naciones antiguas. (Nota: * Los dos interregnos que aparecen en el Canon de Tolomeo carecen de importancia porque no fueron interregnos verdaderos, sino que pertenecieron al reinado de Senaquerib (véase las págs. 159, 161). )
La cronología característica de los reyes hebreos basada en interregnos y, por ende, alargada por intercalaciones, es el plan de la fecha AC (derivada de Ussher) incorporado en las notas marginales de la Biblia en muchas ediciones inglesas de la versión del Rey Jacobo; además hay uno o dos sistemas adicionales para poner fechas más o menos similares a éste. Ussher, quien escribió hace 300 años, no tenía a su disposición las fuentes documentales de la cronología de este período. Disponía del Canon de Tolomeo, pero se apartó de él cada vez que prefirió utilizar las fechas de los historiadores griegos del período clásico. Además de su ubicación arbitraria de la terminación del templo de Salomón mil años antes del nacimiento de Cristo (lo ubica en el año 1004 AC; con respecto al año 4004 AC que él da como fecha de la creación, véase el t. I, págs. 205, 206), su cronología de los reyes hebreos fue establecida 146 mayormente en base al cómputo de la fecha de la muerte de los reyes. En sus días se desconocía el registro histórico asirio.
Los que a lo largo de los años aceptaron este sistema de cronología bíblica se preocuparon únicamente de la armonía interna de los datos concernientes a ambos reinos hebreos. El sistema de Ussher de computar fechas llegó a conocerse como cronología «bíblica»; muchos lectores de la versión inglesa de la Biblia del Rey Jacobo llegaron a considerar sus fechas marginales casi como parte del texto inspirado.
Empleo posterior de corregencias.
Luego vino el descubrimiento y la traducción de los textos cuneiformes, cantidad impresionante de documentos babilonios y asirios con abundantes datos cronológicos contemporáneos de las monarquías hebreas. Pronto se vio que los nuevos datos no armonizaban con la cronología más antigua basada en los interregnos, la que habría ubicado a los reyes hebreos en un período anterior al de sus contemporáneos asirios. El descubrimiento de las listas asirias limmu (epónimo) produjo opiniones divididas. Algunos eruditos más antiguos sostuvieron que los documentos históricos asirios, evidentemente incompletos en el caso de muchos períodos, tenían lagunas en las listas cronológicas que afectaban el sincronismo entre los dirigentes asirios y los hebreos. Otros sostuvieron que tanto la cronología asiria como la «bíblica» eran correctas, pero que los nombres en los documentos asirios traducidos como reyes bíblicos, tales como Acab y Manahem, habían sido identificados incorrectamente . (Nota: * Jules Oppert (1868) y otros eruditos propusieron la teoría de los lapsos asirios; George Smith (1875) separó los reyes hebreos de los anuales asirios. )
Por otra parte, se intentó preparar una cronología hebrea utilizando las corregencias en vez de los interregnos, acortando de esta manera la línea de sucesión de los reinados más largos. Esta cronología más corta pudo incorporar el nuevo plan de fechas asirias, el que había sido en general aceptado como fijado astronómicamente por un eclipse (véase la pág. 161), y podía hacerse entroncar con el comienzo del Canon de Tolomeo en los años finales del imperio asirio. Numerosos eruditos del Antiguo Testamento abandonaron la tarea declarando que era imposible completarla, y consideraron errónea la información bíblica. Perdieron la esperanza de establecer la armonía interna de los sincronismos de las ascensiones y las duraciones de los reinados como aparecen registrados en la Biblia, y también desistieron de la tarea de armonizar esos datos con los documentos históricos cuneiformes.
Eruditos posteriores, mediante diversos métodos, intentaron preparar una cronología bíblica compatible que pudiera armonizarse con las fechas ya aceptadas para los documentos cuneiformes. Algunos descartaron los sincronismos de ascensión bíblicos y procuraron mantener los años de duración de los reinados; otros hicieron lo contrario. Puesto que la mayor parte de estos eruditos han revisado abundantemente las fechas históricas bíblicas a fin de hacerlas armonizar, guiándose por el supuesto de que las fechas han sido considerablemente alteradas en el proceso de transmisión histórica, sus resultados han variado de acuerdo con sus revisiones conjeturales.
Cronología tentativa empleada en este comentario.
A fin de establecer una fecha para los reinados hebreos, en este comentario se ha empleado una cronología que ofrece la posibilidad de asignar por lo menos fechas AC tentativas a todos los reinados. El sistema adoptado no sólo cuenta con armonía interna de casi todas las fechas bíblicas -tanto en los sincronismos de ascensión como en la duración de los reinados-, sino que además tiene armonía externa entre la cronología bíblica y la asiria. Sin embargo, se dejará para un momento posterior el análisis de las fechas AC de estos reinos, hasta tanto se hayan explicado las cuatro hipótesis de trabajo sobre las que se basa este sistema de poner fechas: hipótesis derivadas de una sincronización experimental de los reinados de Judá e Israel.
La mayor parte de los principios cronológicos fundamentales del cómputo de la duración de los reinados utilizados en estas hipótesis han sido usados durante décadas, y empleados en diversas combinaciones por muchos autores; pero ninguno ha tenido éxito todavía en combinarlos para obtener un plan cronológico compatible de los reyes que esté en completa armonía con todas las fechas bíblicas y con los datos asirios. Por lo tanto, la mayor parte de los autores han revisado los sincronismos de ascensión o la duración de los reinados, o bien ambos.
El valor de la combinación particular de estos principios en las cuatro hipótesis fundamentales enumeradas más abajo, consiste en que, mediante ellos como fundamento, es posible estructurar un sistema para establecer las fechas de los reinados que logre armonizar casi todos los textos bíblicos, resultado no obtenido mediante ningún otro plan de cronología de los reyes.
El método para fechar los reinados utilizado aquí, combina dos sistemas muy similares pertenecientes a dos eruditos que han colaborado en la preparación de este comentario: Edwin R. Thiele y Siegfried H. Horn. Este método incorpora los principios básicos y las hipótesis empleados por ambos eruditos, y concuerda con la mayor parte de las fechas de Thiele, pero sigue la cronología de Horn más de cerca en el período en el que no concuerdan, es decir, en la solución propuesta para el problema de armonizar ciertas discrepancias en los sincronismos relacionados con el reinado de Ezequías. (Nota: * Edwin R. Thiele, The Mysterious Number of the Hebreus Kings [Los misteriosos números de los reyes hebreos] (1st ed., Chicago: University of Chicago Press, 1951; 2nd ed., Grand Rapids, Michigan: Eerdmans, 1965), una ampliación de su artículo titulado «The Chronology of the Kings of Judah and Israel» (Cronología de los reyes de Judá e Israel), Journal of Near Eastern Studies (Revista de estudios del Cercano Oriente), III (1944), págs. 137-186, y basado en su tesis doctoral; Siegfried H. Horn, «The Chronology of Hezekiah’s Reign» (Cronología del reinado de Ezequías), Andrews University Seminarih Studies (Revista de estudios de seminario de la Universidad Andrews), II (1964), págs. 40-52. Véase la bibliografía de las págs. 167, 168. Horn, cuya cronología ha sido publicada sólo parcialmente, preparó la mayor parte de su plan independientemente de Thiele, pero llegó a las mismas concluciones en muchos puntos y adoptó los hallazgos de este último en varios otros, aunque no concordó con él en su interpretación del período de Ezequías (Horn, op. cit., págs. 45-49; cf. su tabla, frente a la pág. 40, con la tabla de Thiele en su 2a.ed., pág. 149). )
Puesto que uno de estos autores ha considerado necesario suponer que hubo un reajuste editorial tardío de varios sincronismos, y el otro ha tenido que dejar un sincronismo como problema no resuelto, puede decirse que ninguno de los dos ha estructurado todavía un sistema completo de cronología de los reyes hebreos que utilice todas las fechas que aparecen en los libros de los Reyes. Sin embargo, estos dos eruditos se han aproximado a este ideal más que ningún otro experto.
De modo que, para propósitos prácticos, contamos con un sistema de cronología de los reinados hebreos que concuerda con las fechas dadas en los libros de los Reyes (con la excepción que ya hemos mencionado), y también con la cronología de los documentos históricos cuneiformes. Esto resulta posible, si los sincronismos de ascensión de Judá e Israel y la duración registrada de los reinados se interpretan a la luz de las cuatro hipótesis que siguen (véanse el capítulo 2 de Thiele y el artículo de Horn, págs. 42 y 43; véase la nota 5 al pie de esta página):
1. Que en el reino de Judá contaban los años de reinado a partir del otoño (quizá según el año civil que comenzaba con el 1.º de Tishri), mientras que en Israel se contaban los años de reinado de primavera a primavera (quizá a partir del 1.º de Nisán).
2. Que Israel comenzó a usar el sistema sin año de ascensión (ver pág.150) cuando 148 se dividieron los reinos, después de la muerte de Salomón, pero más tarde cambió al sistema con año de ascensión (ver pág. 151); y que Judá, que comenzó con el sistema con año de ascensión, cambió al sistema sin año de ascensión para volver más tarde a su método original.
3. Que los escribas de ambos reinos, al registrar la ascensión de sus propios reyes como ocurrida en determinado año del gobernante del otro reino, parecen haber numerado cada uno el año de los reyes vecinos según el sistema usado (con año de ascensión o sin año de ascensión) en su propio país y no en el del reino vecino.
4. Que en ambos reinos las corregencias entre padre e hijo fueron más bien frecuentes, pero no se indican interregnos.
La única hipótesis que tiene apoyo bíblico, como se verá más tarde, es la primera: que en Judá se computaban los años de otoño a otoño. Las otras han sido determinadas en forma experimental. Cuando se elabora una cronología más corta del período usando esta base, los sincronismos entre los años de los dos reinos coinciden casi completamente, y así se evitan dificultades que surgen al calcular en otras formas. Estos resultados no eliminan la posibilidad de que en el futuro alguien descubra un esquema completo que sea totalmente distinto; pero, por el momento, las cuatro hipótesis enumeradas aquí parecen ofrecer la base más «funcional» para la reconstrucción del antiguo cómputo de estos reinados. Se las explica en las págs. 149-153.
V. Relaciones entre los reinos después del cisma
Los datos bíblicos en cuanto a los reinados.-
A partir de la muerte de Salomón, cuando los reinos de Judá y de Israel se separaron, los libros de los Reyes presentan a cada rey de Israel o de Judá con una fórmula fija. Según dicha fórmula, el año de la ascensión al trono de un rey está sincronizado con el año correspondiente al monarca contemporáneo del otro reino hebreo, seguido por la duración de su reinado y -por lo general en el caso de Judá- la edad del rey en el momento de iniciar su reinado. Nótese este ejemplo: » «En el año veintisiete de Jeroboam [II] rey de Israel, comenzó a reinar Azarías hijo de Amasías, rey de Judá. Cuando comenzó a reinar era de dieciséis años, y cincuenta y dos años reinó en Jerusalén» » (2 Rey. 15: 1, 2).
La siguiente tabla de estos monarcas, ordenados según los presentan los libros de los Reyes, da la información en cuanto a la ascensión al trono y la duración de sus reinados. Ver en la pág. 79 las fechas sugerentes de estos reinados.
Dificultades para armonizar los reinados.
Teniendo toda la información presentada en la tabla anterior, parecería fácil elaborar una cronología exacta del período de los reyes; pero muchas veces la ascensión de un rey al trono, fechada en determinado año de otro rey, no parece concordar con las informaciones dadas en cuanto a la duración de los reinados. Diversos intentos por hacer armonizar los períodos y resolver las dificultades han dado lugar a tantas correcciones de los datos, a fin de hacerlos concordar con teorías individuales sin atenerse a los detalles del registro bíblico, que en la mayor parte de los casos el resultado ha sido una serie de conjeturas y no una cronología sistemática basada en fuentes documentales.
Pero el estudio reciente de los métodos cronológicos de las diversas naciones de la antigüedad, hecho con una multitud de documentos arqueológicos fechados de acuerdo con calendarios antiguos, ha demostrado que pueden ordenarse las informaciones presentadas en los libros de los Reyes, para formar una cronología razonable sin hacer los cambios drásticos aludidos. Cuando se llega a los principios básicos de estos sincronismos en forma inductiva, a partir de los datos bíblicos, y se los aplica al problema, muchas de las supuestas dificultades desaparecen. Después de haber visto (en la sección IV) los principios generales, y los métodos del cómputo de los años de reinado y sus aplicaciones específicas a los reyes hebreos, el próximo paso es explicar con ellos algunos de los puntos principales del esquema del período que se está considerando. Evidentemente, en este resumen no se intentará hacer un análisis detallado de todos los reinados. 150
Las cuatro hipótesis generales ya enumeradas (ver págs. 147, 148) se explican y aplican en los siguientes párrafos.
El año de Judá comienza en otoño; el de Israel, en primavera.
Existe evidencia bíblica de que los reyes de Judá calculaban sus años de reinado de otoño a otoño -probablemente desde el 1.º de Tishri-, no sólo en tiempos de Salomón (ver pág. 137) sino también durante el reinado de Josías. Mientras se reparaba el templo, en el 18.º año de Josías, los obreros hallaron una copia del libro de la ley. Después de leer el rollo, el rey comenzó una vigorosa reforma e hizo celebrar una gran pascua como nunca se había visto en la historia del reino dividido (ver pág. 90). La pascua caía el 14.º día de Nisán, primer mes del año religioso, que comenzaba en primavera; pero en este caso, tanto el comienzo de las reparaciones del templo como la gran pascua ocurrieron en el 18.º año (2 Rey. 22: 3, 5; 23: 23). Ya que es evidente que todo lo descrito en esos dos capítulos no pudo haber ocurrido en las dos primeras semanas del año, es obvio que el 18.º año no comenzó en Nisán. En Judá debe haberse empleado el calendario civil que comenzaba en Tishri. El cómputo a partir del otoño daría seis meses más para los sucesos ya descritos.
Desde hace tiempo muchos eruditos han reconocido que ésta es una evidencia de que en Judá los años de reinado se computaban de otoño a otoño. Puesto que existe tal evidencia para la época de Salomón y luego para la época de Josías, no hay razón para dudar de que el año se calculó siempre así durante toda la historia de Judá. Es interesante notar que los sincronismos entre los reinados de los reyes de Israel y de Judá pueden armonizarse siempre que se calcule de otoño a otoño el año de Judá, mientras que surgen ciertas dificultades si se intenta calcularlo de primavera a primavera.
Por otra parte, aunque el texto bíblico no presenta ninguna evidencia de ello, los sincronismos entre los reinados de los dos reinos parecen indicar que en Israel se usaba el año que comenzaba en primavera. Muchos eruditos que han calculado mediante diversos métodos estos reinados, han llegado a la conclusión de que las aparentes discrepancias de los sincronismos se deben a errores del texto bíblico. Por lo tanto, no creen que sea posible lograr la armonización, ni la intentan. Ya que el uso de un año que comenzaba en primavera para Israel, y en otoño en Judá, elimina muchas de las supuestas discrepancias, resulta más probable este tipo de cómputo de años de reinado. Hasta tanto alguien proponga un esquema mejor basado en un principio diferente, se considerará que debe preferirse este método, ya que es más «funcional».
Como razón posible de que en Israel se hubiera computado el año de primavera a primavera, se presenta el hecho de que Jeroboam, fundador del reino del norte, había sido refugiado político en Egipto, y pudo haber sentido la influencia del calendario egipcio, cuyo año nuevo rotaba por las diferentes estaciones (ver pág. 157), y que en tiempos de Jeroboam comenzó en primavera. También es posible que hubiera elegido celebrar el año nuevo en primavera en lugar del 1.º de Tishri, en otoño, meramente para diferenciarse de Judá, así como estableció un nuevo sacerdocio e inauguró una fiesta en el octavo mes para reemplazar la antigua fiesta del séptimo mes (1 Rey.12: 30-33).
Sistemas con año de ascensión y sin año de ascensión.
Los sincronismos dan evidencia de que, en los primeros años después del cisma, Judá usaba el sistema de cómputo con año de ascensión, mientras que Israel computaba los años de reinado sin año de ascensión.
Roboam y Jeroboam comenzaron a reinar más o menos al mismo tiempo después de la muerte de Salomón, y Ocozías de Judá y Joram de Israel murieron al mismo tiempo que Jehú se apoderó del reino del norte. Por lo tanto, los reinados durante este período debieran tener el mismo total de años en ambos reinos. Sin embargo, el total de años de reinado registrados para el reino de Israel es mayor que el que registra Judá. Si se verifica cada reinado desde el comienzo, se notará que esta diferencia aumenta en un año por cada rey. Esto se podría explicar si en Israel el año de la muerte de un rey llevaba dos números: el último de un reinado y el primero del siguiente, mientras que en Judá el primer año de cada reinado era el que seguía al año de la muerte del predecesor; es decir, se explicaría si Israel usaba el sistema sin año de ascensión y Judá el de cómputo con año de ascensión.
La verdad de esto puede demostrarse en casos individuales. Mientras Jeroboam de Israel fue rey durante 22 años, hubo tres reyes en Judá: Roboam durante 17 años; Abiam, por 3 años; y, Asa, hasta su 2.º año (ver tabla en pág. 148). La relación exacta entre estos reinados es más compleja, pero de estas cifras se desprende que no hubo una superposición de un año con cada reinado; los 17 años de Roboam, los 3 de Abiam, y los 2 de Asa en Judá suman los 22 años de Jeroboam en Israel. Se ha mostrado (diagrama, pág. 142 y párrafo 6) que el sistema con año de ascensión es el que da un total correcto para una serie de reinados. Si Judá hubiese usado el sistema sin año de ascensión, contando el último año de cada rey también como primero del siguiente, los períodos de 17, 3 y 2 años sólo abarcarían 20 años de tiempo real transcurrido, en lugar de 22. En realidad el 2.º año de Asa fue registrado como comienzo del reinado que siguió a los 22 años de Jeroboam. Evidentemente, Judá usaba el sistema de cómputo con año de ascensión: así, al 17.º año de Roboam siguió el 1.º de Abiam; y al 3.º de Abiam, el 1.º de Asa, etc.
También es obvio que Israel usaba el otro sistema. Durante el largo reinado de Asa de Judá, varios reyes de Israel ascendieron al trono: en el 2.º, 3.º, 26.º, 27.º, etc. de ese reinado. Las diferencias entre esos años llevarían a suponer que esos reinados en Israel fueron de 1 año, de 23 años, 1 año, etc. Pero leemos: Nadab, 2 años; Baasa, 24 años; Ela, 2 años; etc. Evidentemente aquí hay superposición. Cuando se cuenta el año de ascensión al trono como el año 1.º, cada reinado tiene un año adicional (ver diagrama, pág. 142 y párrafo 2). Los dos años de Nadab deben sincronizarse con los años 2.º y 3.º de Asa, y los 24 de Baasa con los que van del 3.º al 26.º de Asa, si se usa el cómputo inclusivo . Más tarde encontramos lo mismo: los 12 años de Omri transcurren entre el 27.º y 38.º de Asa; y los 2 años de Ocozías, en el 17.º y 18.º de Josafat.
Ambas sucesiones sincronizan si se considera que Judá seguía un sistema e Israel otro.
Cambios posteriores en el cómputo del ascenso al trono.-
Por el sencillo hecho de que empleando este sistema de cálculo los resultados son correctos, podemos inferir que fue el sistema usado en las primeras partes de los libros de los Reyes. Entonces, a partir de cierto momento, los sincronismos están en desacuerdo con los períodos registrados para la duración de reinados, a menos que se suponga que los reyes de Judá hubieran comenzado a contar sus años de reinado según el sistema israelita, sin año de ascensión. Si se calculan, pues, los años a la manera israelita, se establecen los sincronismos. Este cambio podría haber ocurrido cuando ascendió al trono Joram de Judá, luego de la muerte de Josafat, o tal vez durante el lapso de la usurpación de Atalía. Algunos piensan que ella introdujo el cambio y también computó por este sistema los años de Joram en los registros oficiales. El uso de los dos sistemas de cómputo para ese reinado podría explicar la aparente contradicción en 152 los registros que fijan el año de ascensión de Ocozías de Judá en el 11.º año de Joram, y también en el 12.º año (ver 2 Rey. 8: 25; 9: 29). La supuesta contradicción desaparece si se supone que las dos cifras se refieren al mismo año, el uno numerado como el 11.º por el antiguo sistema con año de ascensión, y el otro considerado como el 12.º año según el método de cómputo sin año de ascensión. Se desconoce la razón de tal cambio, pero por lógica puede atribuirse a la influencia de Israel. Es necesario notar que Joram, en cuyo reinado parece introducirse el cambio, estaba casado con Atalía, hija de Acab y de Jezabel, rey y reina de Israel.
Medio siglo más tarde los sincronismos parecen exigir otro cambio; esta vez señalan la adopción del sistema con año de ascensión por parte del reino de Israel, cuando Joás subió al trono en el 37.º año de Joás de Judá, y luego el retorno de Judá al mismo sistema cuando murió Joás, y Amasías subió al trono. No hay nada que indique esto fuera del hecho de que, cuando así se los calcula, los reinados calzan perfectamente. Una explicación plausible de este cambio podría hallarse en la creciente influencia de Asiria, donde se usaba el sistema de cómputo con año de ascensión.
Cada escriba emplea su sistema nacional de cómputo.
Los sincronismos parecen indicar que cuando se registra el ascenso de un rey de Judá en el libro de los Reyes, posiblemente tal como aparecía en los registros oficiales de Judá, esta fecha está dada según el método de Judá de contar los años de reinado; es decir, cuando la ascensión está fechada en cierto año del reinado de un rey contemporáneo de Israel, el año de reinado de ese rey israelita está calculado según el sistema usado en Judá, aun cuando ése no fuera el sistema de cómputo usado en Israel. A veces, partiendo de esta base, el número es un año menos que el computado en Israel. Por ejemplo, la ascensión de Nadab de Israel, en el «segundo año de Asa» de Judá, ocurrió en lo que Nadab hubiera considerado el segundo año de Asa, pero que por Asa fue llamado su «año primero», porque el año que lleva el número 1 en el sistema con año de ascensión, lleva el número 2 en el sistema sin año de ascensión (ver pág. 142). Esta diferencia no existe durante el tiempo cuando los dos reinos parecen emplear el mismo sistema.
También pudiera esperarse que un escriba usara la numeración de su propio año calendario para registrar los años de un rey extranjero. Por lo tanto, este ajuste no debiera sorprendernos. Pero también podría esperarse que hiciera comenzar los años del rey extranjero con su propio día de año nuevo, así como en tiempos posteriores Nehemías computó el 20.º año del rey de Persia como si empezara en otoño, como ocurría en Judá, aunque el año persa comenzaba en primavera (Neh. 1: 1; 2: 1). Sin embargo pareciera que los sincronismos de los libros de Reyes no fueron computados según ese principio, porque las discrepancias que aparecen al hacer ese tipo de ajuste se evitan si se supone que el escriba o «cronógrafo» de cada reino cambió los números de los años del otro reino de acuerdo con el método usado en su propio país, pero que no cambió la fecha del comienzo del año. Es decir, este principio sólo es plausible, porque de esa manera los cálculos salen exactos. 153 (Nota: * Se ha sugerido que un leve cambio de tan sólo medio año en el paralelismo de los reinados de Israel y Judá al comienzo del período parecía eliminar, al menos en la primera parte, la necesidad de cambiar la numeración de años sin año de ascención en Israel a la númeración saegún el método con año de ascención de Judá, y viceversa, y sincronizaría así los años de reinado de otoño a otoño en Judá con los años correspondientes de primavera a primavera en Israel. Esto sería convincente si no existiera la prueba, en momentos cuando Judá cambio de método, de un computo doble (el 11.º año del reinado de Joram que corresponde también al 12.º año). Debemos considerar que el método de computar los años de reinado era diferente o aceptar la hipótesis expuesta en esta sección: que el número del año del reinado del rey vecino siempre era alterado para acomodarse al sistema de cómputo en uso. Sin embargo, no podemos insistir en esto como una declaración dogmática. )
Las corregencias ocurren en muchos reinados.-
Muchos de los reinados se ajustan a los sincronismos con el otro reino sin superposición alguna, pero en algunos casos existen aparentes discrepancias, a menos que el hijo hubiera ascendido al trono algún tiempo antes de la muerte de su padre y hubiera reinado en forma conjunta con él. De este modo los dos reinados se hubieran superpuesto por algunos años. Si -a fin de lograr la armonía de los sincronismos de ascensión con la duración del reinado- puede suponerse tal corregencia sin violar algún otro sincronismo, no existe razón alguna para considerar que no existió la corregencia. Por supuesto, no deberá considerarse que es algo absolutamente comprobado mientras exista la posibilidad de que alguien explique los datos a entera satisfacción con un esquema diferente. Tampoco puede descartarse totalmente la posibilidad de un interregno en algún momento de la sucesión de los reyes. Algunas veces existe la comprobación de una corregencia como en el caso de Uzias, quien por su lepra quedó incapacitado para ejercer el mandato real (2 Rey. 15: 5). Existe también una razón para pensar que hubo una corregencia en el caso de Joram de Judá (2 Rey. 1: 17; 3: 1; 8: 16); pero en la mayoría de los casos, la posibilidad de una corregencia sólo se basa en la necesidad de lograr armonía en los datos bíblicos. En algunos casos, el total de años registrado en Reyes parece referirse al reinado entero, incluyendo la corregencia. Es menos frecuente que se refiera sólo al reinado en sí. Cada caso se determina por los sincronismos.
En la cronología empleada en este comentario se suponen las siguientes corregencias: en el reino de Judá: Asa-Josafat, Josafat- Joram, Amasías-Azarías, Azarías-Jotam, Jotam-Acaz, Acaz-Ezequías, y Ezequías-Manasés; en el reino de Israel: Joás-Jeroboam II.
Algunos problemas de este sistema.
Ya que el propósito de este artículo no es exponer un esquema cronológico, sino explicar las bases de las fechas presentadas en este libro, no es necesario estudiar más que unos pocos reinados típicos. Sin embargo, hay que mencionar ciertos problemas.
1. El primero no aparece en la serie de sincronismos de los libros de los Reyes, sino en una declaración aislada de Crónicas que parece ubicar la construcción de Ramá, por Baasa, en el 36.º año del reinado de Asa (2 Crón. 16: 1; ver también 1 Rey. 15: 17); pero Baasa murió y le sucedió su hijo Ela en el 26.º año de Asa (1 Rey. 16: 6, 8). Por lo tanto, no pudo haber construido la ciudad de Ramá 10 años más tarde. Sin embargo, si entendemos que se refiere al 36.º año de la dinastía de Asa, no de su reinado personal, el problema se resuelve, porque el 35.º año, a partir de la división del reino, cae tanto dentro del reinado de Asa como del de Baasa.
2. Existe una aparente discrepancia entre la afirmación de que Joram de Israel comenzó a reinar en el 2.º año de Joram, hijo de Josafat de Judá, y la declaración de que comenzó a reinar en el 18.ºaño de Josafat (2 Rey. 1: 17; 3: 1), pero que Joram de Judá comenzó a reinar en el 5.º año de Joram de Israel (2 Rey. 8: 16). Esto se explica, pues Joram de Judá estaba en el 2.ºaño de su corregencia, en el 18.º año de su padre, cuando Joram de Israel subió al trono, pero sucedió a su padre como único monarca en el 5.º año de Joram de Judá.
3. De seguirse la cronología corta, pareciera no quedar espacio para que Peka reinase 20 años, si ese reinado comenzó cuando derrotó a Pekaía y tomó el trono de Israel. Pero si computó como suyos los reinados de sus dos predecesores -es decir, los de la casa de Manahem- encuadrarían bien los 20 años. Tal procedimiento tiene paralelos. En la historia egipcia se da el caso de Haremhab, quien computó como suyos los años de cuatro reyes: Iknatón, Smenjkare, Tutankamón y Eye. Aun en la historia inglesa tenemos el caso de Carlos II, quien subió al trono en la restauración de 1660, pero contó su reinado a partir de la ejecución de Carlos I en 1649, sin tomar en cuenta el período de Cromwell.
Posiblemente Peka se consideró como genuino sucesor de la poderosa dinastía de Jehú, como patriota del partido antiasirio que reaccionaba contra las tendencias «colaboracionistas» de Manahem, quién pagó tributo a Tiglat-pileser. Incluso sería posible que en el tumulto que con el asesinato de Zacarías puso fin a la dinastía de Jehú, Peka hubiera logrado un verdadero dominio sobre parte del territorio de Israel y se hubiese considerado rey, aunque sin lograr regir todo el territorio hasta matar a Pekaía. En tal caso, no hubiera reconocido a los reyes del período como legítimos. No sabemos lo que ocurrió; pero, en base a precedentes históricos y políticos, no puede considerarse improbable que Peka se hubiera apropiado de doce años de reinado de sus predecesores.
4. A Jotam se le atribuyen 16 años de reinado (2 Rey. 15: 32, 33; 2 Crón. 27: 1, 8). Sin embargo, Oseas subió al trono en el 20.º año de Jotam (2 Rey. 15: 30). No hay discrepancia entre los dos totales si hubo una corregencia, porque uno puede incluir todos los años de reinado, y el otro sólo los años de reinado exclusivo. Pero este caso parece complicarse con una corregencia con Acaz al final del reinado de Jotam. La combinación de los sincronismos parece indicar que durante los últimos años de su reinado (16 al 20) Acaz era corregente, cuando probablemente Jotam ya no llevaba las responsabilidades del reino. Así, en cierto sentido, su reino podría haber concluido en su 16.º año, pero podrían haberse seguido contando los años de su reinado hasta su muerte.
5. Algunos encuentran problemática la sincronización del reinado de Ezequías con el de Oseas. Otros creen que este problema se resuelve suponiendo una corregencia, como se ha hecho en otros casos en que los sincronismos parecieran exigirlo. En todo caso, los números deben ser probados por los sincronismos, y sobre esa base se los aplica al reinado exclusivo, a la corregencia o a ambos. Al aplicarse este método en el caso de Ezequías, se resuelve la dificultad si se supone que (a) la ascensión de Ezequías en el tercer año de Oseas marcó el comienzo de su corregencia; y (b) que las cifras de su edad y la duración de su reinado corresponden a su mandato exclusivo, tras la muerte de su padre.
De esta manera podría entenderse así la fórmula de ascensión de Ezequías: » «En el tercer año de Oseas hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar [como corregente] Ezequías, hijo de Acaz rey de Judá. Cuando comenzó a reinar [solo, tras la muerte de su padre] era de veinticinco años, y reinó en Jerusalén veintinueve años [como monarca exclusivo]» » (2 Rey. 18: 1, 2).
Algunos han adoptado un método similar para interpretar las cifras que se dan en la fórmula del año de ascensión de Acaz (ver 2 Rey. 16: 1, 2). Pero en realidad, si Ezequías tenía 25 años cuando murió su padre, la edad registrada para Acaz (20 años) debe haberse referido al comienzo de su corregencia y no al de su reinado exclusivo. Así habría tenido 15 años cuando nació Ezequías, algo que no es insólito en el antiguo Cercano Oriente. Ver la fecha de Ezequías en la pág. 164.
6. La cronología de Acaz presenta la mayor dificultad. Oseas llegó al trono como resultado de una conspiración contra Peka. La Biblia dice que » «Oseas hijo de Ela conspiró contra Peka … a los veinte años de Jotam» » (2 Rey. 15: 30). Los anales asirios registran que el pueblo destronó a Peka y que Tiglat-pileser puso por rey a Oseas. Esto parece haber sucedido en el 12.º año de Acaz (2 Rey. 17: 1). Sin embargo, este último sincronismo con el reinado de Acaz no armoniza con el resto del esquema 155 cronológico elaborado de acuerdo con las otras informaciones bíblicas. Este es el eslabón incompleto en la cadena. Ya se ha dicho que la ubicación de los reyes en que se basan las fechas de este comentario, se acerca lo más posible a la armonía completa de todos los datos bíblicos y extrabíblicos que se conocen ahora. No puede considerarse completo mientras no pueda resolverse satisfactoriamente esta discrepancia. Por lo tanto, antes de recurrir a cambios o conjeturas, es mejor admitir francamente que este problema está aún por resolverse.
Por supuesto, existe la posibilidad de que la aparente discrepancia se deba a un error de copista. Sin embargo, otros problemas cronológicos antes considerados productos de tales errores, pueden ahora resolverse, pues comprendemos mejor los antiguos métodos de cómputo. Por lo tanto, es razonable esperar que con el tiempo esta discrepancia pueda aclararse, quizá cuando se descubra alguna otra información; tal vez alguien pueda elaborar sobre lo que ya se ha hecho, y arribe a un paralelismo ligeramente diferente de los reinados de este período que conserve la armonía de los sincronismos, y que también ubique esta última comprobación.
A la pregunta: ¿Qué valor tiene una cronología si es incompleta y está sujeta a posibles correcciones?, se puede responder que nuestra comprensión de la Biblia es incompleta, y que a veces necesitamos cambiar nuestra interpretación de ciertos textos. Pero eso no justifica la conclusión de que el estudio por mucho tiempo dedicado a la Biblia, no proporciona una forma constructiva para llegar a su comprensión. Por el contrario, creemos que mientras más estudiemos la Biblia, tanto mejor veremos su armonía y más plenamente nos convenceremos de que los escritores bíblicos presentaron una pauta de razonamiento coherente y unificada.
Lo mismo puede decirse de la parte de la Biblia dedicada a la cronología: cuanto más se la estudia, tanto mejor se descubre su forma definida y ordenada, y tanto más significativos resultan los registros históricos que dependen del marco cronológico.
VI. La base para fijar fechas AC para los reyes
La sección anterior trata de una posible coordinación cronológica de los reinados de los dos reinos hebreos en su relación mutua. Pero aún después de haberse elaborado un esquema cronológico completo de estas dos sucesiones, no puede asignarse ninguna fecha AC a ningún reinado, a no ser que exista por lo menos un sincronismo directo para ubicar la serie dentro de un paralelismo fijo que concuerde con acontecimientos conocidos de la historia antigua. Por lo tanto, deben considerarse las bases históricas de las fechas AC que por lo general se aceptan para este período.
Los libros de los Reyes mencionan a varios gobernantes de Egipto, Asiria y Babilonia como contemporáneos de ciertos reyes hebreos. Hay un sincronismo indirecto pero decisivo que aparece en los registros asirios -aunque no en la Biblia- entre los reinados de Acab y Jehú y el de Salmanasar III. Pero la evidencia más clara y definida se encuentra en una serie de sincronismos, algunos de ellos fechados con día y mes, entre los años específicos de varios de los últimos reyes de Judá y los años de Nabucodonosor. Aunque hay ligeras diferencias de opinión en cuanto a alguno de estos sincronismos, la captura de Joaquín está fechada sin lugar a dudas en el año 7.º de Nabucodonosor (según cómputo babilónico), en el mes de Adar del año 597 AC (ver pág. 102 y nota pág. 165). El reinado de Nabucodonosor está fijado astronómicamente, no sólo por el Canon de Tolomeo, que nos llega de una época posterior, sino también por un texto babilónico contemporáneo que da toda una serie de datos astronómicos exactos. Por lo tanto, la explicación de la evidencia de las fechas AC comenzará con los años de Nabucodonosor que se han establecido con certeza, para luego retroceder, usando el Canon de Tolomeo y las listas limmu de los asirios.
La tablilla astronómica del 37.º año de Nabucodonosor.
Entre los miles de documentos públicos y privados, escritos en tablillas de arcilla (ver t. I, pág. 117), desenterrados por los arqueólogos en Mesopotamia, dos textos astronómicos tienen gran importancia para la cronología porque fijan las fechas AC de los reinados de Nabucodonosor II y de Cambises, respectivamente. El que tiene más valor para el período último de los reyes hebreos es el que se refiere a la fecha del 37.º año de Nabucodonosor. Contiene una serie de datos logrados por la observación astronómica sobre las posiciones de diversos astros durante un año completo, del 1.º de Nisán del año 37, hasta el 1.º de Nisán del año 38 de su reinado. Los astrónomos modernos que han comprobado esta información mediante cómputos astronómicos dicen que la combinación de datos con referencia al Sol, la Luna y los planetas, que se mueven en diferentes ciclos, no puede duplicarse en ningún otro año. Por lo tanto, el 37.º año del reinado de Nabucodonosor está fijado sin lugar a duda en 568/67 AC. En consecuencia, todos los otros años de ese reinado quedan ubicados; el primero fue el 604/03 AC, y el 7.º, durante el cual Nabucodonosor capturó a Joaquín, fue el 598/97 AC. Puesto que existen varios sincronismos bíblicos con el reinado de Nabucodonosor, el fin del reino de Judá se conoce exactamente por esas fechas AC (ver pág. 164); pero los sincronismos entre los reyes hebreos y los monarcas asirios deben ubicarse mediante listas cronológicas asirias, ligadas al reinado de Nabucodonosor por la lista de reyes conocida como Canon de Tolomeo.
El Canon de Tolomeo fue fijado por eclipses.
Claudio Tolomeo, astrónomo greco-egipcio, vivió cerca de Alejandría en el siglo II de la era cristiana. Escribió una obra astronómico titulada Mathematiké Syntaxis (Composición matemática). Se la conoce mejor por su nombre árabe, Almagesto , porque fue preservada para la posteridad por la civilización árabe que floreció durante la Edad Media, cuando Europa estuvo sumida en la ignorancia de la ciencia y la literatura clásicas. Esta obra -que fue el tratado autorizado sobre astronomía por 1.400 años, hasta que fue desplazada por la teoría de Copérnico- contiene informaciones en cuanto a numerosos eclipses y otros fenómenos celestes, fechados con año, día y hora según el antiguo calendario egipcio. Se registran 19 eclipses en un período de casi 900 años, muchos de los cuales llevan la fecha de reinado de diversos reyes.
Como una especie de apéndice del Almagesto , está el Canon de Tolomeo, o lista de reyes, donde se enumeran los monarcas consecutivos de Babilonia, Persia, Macedonia y Roma, con la duración de sus reinados y las cifras totales que proporcionan una escala de años para computar los intervalos ocurridos entre las observaciones mencionadas en el Almagesto (con referencia al canon, ver pág. 157). Ya que su propósito no era dar el registro completo de todos los reinados, sino asignar un número de reinado a cada año en la escala, no se incluye ningún reinado de menos de un año, y los años se computan por año calendario completo, sin tomarse en cuenta la fecha exacta de ascensión. Los cómputos están hechos no por años verdaderamente lunares ni solares, sino según el año del antiguo calendario egipcio de 365 días que carecía de año bisiesto; por lo tanto, su comienzo ocurría un día antes cada cuatro años del calendario juliano (ver t. I, pág. 185), y el año nuevo pasaba paulatinamente por todas las estaciones del año. El canon comienza con el principio del primer año de reinado del rey babilonio Nabonasar, punto que puede ubicarse, gracias a los intervalos exactos dados en el Almagesto entre ese punto y los diversos eclipses, en el mediodía del 26 de febrero de 747 AC. Este era el 1.º de Thoth, año nuevo egipcio de esa época (aunque en el tiempo de Nabucodonosor, el 1.º de Thoth caía en enero, y cuando vivió Tolomeo ya había recorrido medio año hasta caer en julio).
Es posible, pues, asignar fechas AC a cualquier año de reinado de cualquiera de los reyes de la lista, es decir, en años computados según el calendario egipcio. En el primer período (el babilónico) del Canon de Tolomeo, cada año egipcio comenzaba de uno a cuatro meses antes que el correspondiente año lunar que empezaba con Nisán. Esto lo demuestra la forma en que los años egipcios -fijados por las informaciones sobre eclipses dadas en Almagesto – corren paralelos con los años babilónicos fijados por la tablilla del 37.º año de Nabucodonosor, y la tablilla similar del 7.º año de Cambises (que registra uno de los mismos eclipses mencionados en el Almagesto ).
Tolomeo escribió muchos siglos después de haber ocurrido los eclipses que registró. Tuvo que basarse en copias de documentos astronómicos de los cuales obtuvo la información original. Sin embargo, en todos los casos en que se lo puede comparar con antiguos documentos babilónicos, persas y egipcios, el canon queda confirmado, lo que muestra que la numeración de años de reinado hecha por el cómputo de Tolomeo correspondía con los cómputos contemporáneos.
La cronología del canon armoniza con el 37.º año de Nabucodonosor, fijado astronómicamente, aunque no figura ese año en el Almagesto. Concuerda también con otro eclipse del reinado anterior, y con tres más durante el reinado de Mardokempad (Marduk-apal-iddin, o Merodac-baladán de la Biblia). El primero de estos eclipses ocurrió sólo 26 años después del comienzo del canon. Ya que el número de años desde este punto hasta el 1er. año de Nabonasar concuerda con la crónica de Babilonia y la lista A de reyes babilonios (las dos halladas inscritas en tablillas de arcilla), puede considerarse que el Canon de Tolomeo nos proporciona fechas exactas hasta el año 747 AC. Además, tanto las listas de reyes asirios como las listas limmu asirias, a veces llamadas epónimas, concuerdan con el cálculo hecho por Tolomeo en cuanto a la duración de los reinados, en todos los casos en que estas listas del último período del imperio asirio se superponen con la primera sección del canon, cuyas fechas se basan en eclipses. Ya que no es fácil encontrar una traducción del canon completo, se lo presenta a continuación, a modo de referencia.
NOTA.- Las tres primeras Columnas de la tabulación del canon son traducidas del texto griego del Canon de Tolomeo. El título de la primera columna, «De los asirios y medos», se refiere a los reyes de Babilonia (algunos de los primeros fueron asirios). Después de los reyes babilonios, siguen los «reyes persas», cuya sucesión acaba con Alejandro el Grande. Luego Tolomeo sigue con la lista de los gobernantes macedonios de la división egipcia del extinto imperio de Alejandro. La lista continua con los emperadores romanos, posiblemente hasta la fecha cuando vivió Tolomeo. La segunda columna de la duración del cada reinado. La tercera da el total acumulado de años en la era. Por lo tanto, el número frente al nombre de un rey representa -en términos de la Era de Nabonasar- su último año de reinado. Así el número 226 frente a Cambises sería su 8.º o último año. Su primer año sería el 219 del canon, el año que sigue al total de su predecesor, Ciro. Los cronólogos se han referido al 1er año de Cambises como el 219 EN (Era de Nabonasar), y han usado esta numeración EN para todas las fechas, pero el Canon de Tolomeo sólo da el total acumulado al final de cada reinado; lleva ese total hasta el fin del reinado de Alejandro el Grande, y comienza a partir de allí una nueva serie de totales.
Las dos últimas columnas no están en el Canon de Tolomeo, pero se añaden para beneficio del lector: el año EN del primer año de cada reinado, y la fecha AC del 1er día de Thoth, el comienzo del año egipcio, calendario usado para computar el canon. Nótese que Tolomeo siempre usa el calendario egipcio y no los años computados por los gobernantes babilonios, persas o romanos.
La lista limmu asiria o canon epónimo.
La superposición de la última parte de la cronología asiria con el Canon de Tolomeo, hace posible fijarle fechas AC a la serie de nombres usados por los asirios para designar los años sucesivos, el limmu [lista limmu] o canon epónimo. La antigua costumbre asiria era designar cada año no con un número sino con el nombre un dignatario anual que era honrado de esta manera, llamado limmu (griego, «epónimo»). Este honor era conferido en forma alternada al rey y a algunos de sus altos magistrados, generalmente siguiendo un orden prescrito. Se guardaban las listas de los nombres de estos años en cada ciudad, a fin de usarlas en asuntos oficiales o comerciales. Por ejemplo, el año cuando Tiglat-pileser III ascendió al trono, el limmu era Nabû-bêl-utsur. Por lo tanto, todos los documentos estaban fechados «en el año de Nabû-bêl-utsur». El epónimo del siguiente año (el primero del reinado) fue Bêl-dân; pero el siguiente año (segundo del reinado), el rey mismo era titular, y ese año fue designado «el año de Tukultiapil-Esharra» (Tiglat-pileser). Generalmente el rey tenía el título epónimo en el segundo año de su reinado, aunque esto no sucedía siempre.
La lista limmu no es completa para toda la historia asiria. La porción existente, recopilada de varias tablillas, es consecutiva sólo para el período que va aproximadamente desde 900 a 650 AC. En el último período (647-612) no es segura. Por fortuna se superpone con el Canon de Tolomeo, y de este modo se pueden fijar fechas AC en torno al año 700, cuando algunos de los reyes de Asiria reinaron también en Babilonia. Ya que la lista limmu armoniza con las fechas AC casi en su final, cada año de la serie puede fijarse, siempre que la lista sea completa. En el pasado existieron diferencias de opinión en cuanto a si la lista estaba completa o no, pero los eruditos del presente la aceptan como completa. Por lo tanto, se la puede usar con confianza para fechar ciertos acontecimientos, por ejemplo, la batalla de Qarqar, en la cual participó Acab y que se ubica en el 853 AC.
La armonización de las listas de reyes con la lista limmu.
Ya que el limmu asirio es una serie de nombres sin cifras, la escala de años que presenta puede usarse sólo en un esquema cronológico puramente relativo. Debe hacerse concordar con otras fechas conocidas antes de que pueda servir de base para dar fechas AC a los acontecimientos registrados. Pero algunas copias de ciertas porciones de la lista llevan la anotación de un acontecimiento clave para cada año, y algunas tienen líneas horizontales que dividen los diferentes reinados. Tal información hace posible coordinar la lista limmu con las listas de reyes asirios, como también con la primera parte del Canon de Tolomeo. Varias de estas escalas coinciden (ver pág. 160), lo cual confirma la precisión del Canon de Tolomeo en el período que precede al registro del primer eclipse, y determina el sincronismo entre la lista de epónimos y las listas de reyes con relación al canon. De esta manera se fijan las fechas AC.
La Crónica Babilónica y la lista de reyes concuerdan con el Canon de Tolomeo en cuanto a la duración de los reinados y los nombres, salvo que la ortografía griega de Tolomeo es muy diferente de la babilónica. Después de los 14 años de Nabonasar y los 2 de Nabu-nadin-zeri (Nadio en Tolomeo), la lista babilónica da 3 años a Ukinzer y 2 a Pulu (Pul en la Biblia). Según Tolomeo, esos 5 años fueron ocupados por Jinzer y Poro, mientras que la Crónica Babilónica registra que en su 3er. año Ukinzer fue derrotado por Tiglat-pileser de Asiria, quien tomó Babilonia y asumió el título de rey de esta ciudad por dos años.
Así, algunos años después de haber comenzado a reinar Tiglat-pileser III (Tukulti-apil-Esharra), según la lista asiria, la anotación del año del limmu Nafar-ilu dice: «El rey tomó la mano de Bel». Es decir que el rey asirio participó en la ceremonia
de coronación en el año nuevo en Babilonia, rito por el cual recibían los reyes babilonios el reino de manos del dios Bel todos los años. De esta manera, a los ojos de sus súbditos babilonios, se convirtió, no en un gobernante extranjero, sino en rey de Babilonia debidamente consagrado. Ya que la lista babilónica llama «Pulu» al sucesor de Ukinzer en Babilonia, y la Crónica Babilónica dice que se trataba de «Tukultiapil-Esharra», y que murió en su 2.º año, se acepta generalmente que Tiglat-pileser reinó en Babilonia durante sus dos últimos años bajo el nombre de Pul, nombre diferente de su nombre real asirio.
Dos años después de Nafar-ilu, la lista limmu destaca la ascensión de Salmanasar (V), y entonces la lista de reyes asirios confirma el ler. año de Shulmânu-asharêd V después de los 18 años de Tiglat- pileser III. Si el año de la ascensión de Salmanasar V, año de la muerte de Tiglat-pileser, es el mismo de la muerte de Pulu, o el 5.º de los 5 años atribuidos a Ukinzer y Pulu (Jinzer y Poro), Salmanasar habría ascendido al trono en el año 21 del canon, o sea 727/26 AC, y los 5 años de Salmanasar corresponderían con los 5 años de Ululaia o llulaio, rey de Babilonia. De manera que Salmanasar parece también haber usado un nombre distinto como rey de Babilonia. Al final del reinado de Salmanasar, el caudillo caldeo Marduk-apal-iddin (Mardokempad, en Tolomeo) tomó Babilonia y la retuvo por espacio de 12 años. Este fue el Merodac-baladán de la Biblia. Su reinado en Babilonia es paralelo con el reinado del sucesor de Salmanasar, Sharru-ukîn o Sargón II (llamado Arkeán por Tolomeo, del asirio arqu que significa «segundo»). Después de 12 años, Merodac-baladán fue expulsado por Sargón, quien «tomó la mano de Bel», y en 709 AC comenzó su reinado de cinco años en Babilonia. Este fue el año de Mannu-ki-Ashshur-le’i, año del canon que corresponde con el 709 AC. Además, varias tablillas cuneiformes confirman independientemente que los años 13.º al 16.º inclusive, del reinado de Sargón en Asiria, corresponden con sus años 1.º al 4.º en Babilonia. La lista limmu indica la ascensión de Senaquerib (Sin-ahhê-rîba), y luego aparece su primer año tanto en la lista babilónica como en la asiria. Sin embargo, Tolomeo coloca en este punto un interregno de dos años, evidentemente porque el recuerdo de la destrucción de la ciudad de Babilonia por Senaquerib dio por resultado la omisión de su nombre en algunas listas de reyes. En consecuencia, la fuente usada por Tolomeo no debe haber tenido ningún rey en esos dos años, hasta tanto que Bêl-ibni (Bilib) fue puesto sobre Babilonia. Tampoco figuraba ningún rey durante los últimos 8 años de Senaquerib; en ese espacio Tolomeo coloca un interregno.
Esta serie de coincidencias exactas entre el Canon de Tolomeo y las listas limmu demuestra que ésta es una genuina superposición de las dos listas, y que, por lo tanto, a los años de la lista limmu se les pueden atribuir las mismas fechas AC como se las asigna a los años del canon. La lista asiria, con esas fechas indudables, puede usarse desde este punto como escala cronológica en todas las partes donde es completa.
El eclipse de 763 AC.
¿Hasta qué época está completa la lista limmu? En lo pasado éste ha sido tema de discusión. Los que se aferraban a la cronología larga de Judá e Israel suponían que había omisiones en la lista. Los que la consideraban completa se veían obligados a adoptar una cronología corta, a fin de armonizar los reyes hebreos con sus contemporáneos asirios. No existe prueba alguna de que la lista esté completa, pues no hay ninguna otra referencia a total de años o intervalos conocidos para controlar los nombres, salvo en los casos en que los confirman fuentes independientes. La lista que actualmente se tiene no depende sólo de un original. El hecho de que varias listas parciales existentes se superponen en este período, hace difícil la existencia de lagunas en la misma. Los que mantienen que hay vacíos deben suponer que todas las copias se hicieron de acuerdo con un documento prototipo original, erróneo e incompleto.
Un punto de partida es el año de Bur-sagale (nombre que se escribe de diversas maneras), en el cual se menciona un eclipse de sol ocurrido en el mes de Simanu (Siván). Por algún tiempo no hubo certeza en cuanto a la fecha de este acontecimiento, porque en esa parte del mundo hubo eclipses solares que podrían haberse fechado en el mes de Siván, en los años 809, 791 y 763 AC. Pero hoy se acepta generalmente que se trata del eclipse del año 763, por las siguientes razones: fue un eclipse total, mientras que los otros dos fueron parciales; fue visto mejor desde Nínive, siendo el eclipse más espectacular del período. Además, la lista epónima existente, bien arraigada en las fechas AC del Canon de Tolomeo, ubica el año de Bur-sagale precisamente en el 763 AC, el año más probable en que pudiera haber ocurrido un eclipse solar en el mes de Siván. Puesto que esta fecha dista sólo unos 30 años del período de fechas ciertas, parece razonable suponer que la lista es correcta al menos hasta este punto, y las fechas de los sincronismos entre los reyes hebreos y Tiglat-pileser no pueden alejarse mucho de las fechas que actualmente se atribuyen a los reinados asirios. Antes de 763 no hay punto de control, y es mayor la posibilidad de la existencia de vacíos en la parte más antigua. Sin embargo, no hay razón definida para dudar de que la lista sea completa hasta Salmanasar III, donde encontramos el más antiguo sincronismo entre los reinados asirios y hebreos.
Sincronismos entre reyes hebreos, asirios y babilonios.
Si se pueden usar las listas limmu asirias para fechar los reinados de reyes asirios contemporáneos con los reinos hebreos divididos, pueden también usarse para fijar fecha a los reinados hebreos donde existan sincronismos con los reyes asirios, así como pueden fecharse los últimos reinados de Judá por el reinado de Nabucodonosor. Los sincronismos entre los reyes asirios y los hebreos se tratarán en la sección VII.
VII. La datación AC de los reyes hebreos
Contactos entre reyes hebreos y faraones egipcios.
La primera mención de un rey extranjero en relación con un rey de Israel o Judá es la de Sisac (en egipcio, Sheshonk), que invadió Judá en el 5.º año de Roboam de Judá (1 Rey. 14: 25, 26; 2 Crón. 12: 2-9). Pero esta información no ayuda a ubicar el 5.º año de Roboam, porque no se conoce con exactitud la cronología de la XXII dinastía. Se cree que Sheshonk comenzó a reinar en torno al año 950 AC. El siguiente contacto mencionado es el de «So, rey de Egipto» con Oseas de Israel (2 Rey. 17: 4), pero tampoco hay información que permita establecer ninguna fecha exacta. Con relación a estos dos faraones, ver págs. 52, 54. Un tercer contacto fue el que hubo entre «Tirhaca rey de Etiopía» y Ezequías (2 Rey. 19: 9; ver págs. 55, 66, 164).
Sincronismos entre reyes hebreos y asirios.
Los más antiguos sincronismos entre reyes israelitas y asirios no se encuentran en la Biblia, sino en los anales de Salmanasar III, en los años 6.º y 18.ºde su reinado. El primero de estos años llevaba el nombre del limmu Daiân-Ashshur. En la forma en que está la lista, no sólo aparece el nombre de Daiân-Ashshur en el 6.º año después del año cuando se dice que Salmanasar ocupó su lugar en el trono, sino que también en algunas secciones de los anales la fecha de esta campaña es el 6.º año del reinado. La «Inscripción Monolítica» de Salmanasar registra que en el año de Daiân-Ashshur las fuerzas asirias efectuaron una campaña militar hacia el oeste, y que en Qarqar, en Siria, se encontraron con una coalición defensiva que incluía a Benhadad de Damasco y Ahabbu mat Sir’ila , o sea «Acab de la tierra de Israel». Doce años más tarde, en otra expedición hacia el oeste, en su 18.º año, luchó contra Hazael de Damasco y recibió tributo de Iaua mâr Humri («Jehú, hijo de Omri», es decir de la tierra de Omri, o sea Israel). El obelisco negro de Salmanasar presenta un relieve de Jehú que se inclina ante él para darle tributo. Estos dos años se han fijado en 853 y 841 AC, respectivamente. (Las fechas 854 y 842, basadas en una sola lista limmu por autoridades pasadas, no concuerdan con todas las otras listas.)
Estos dos años fueron los últimos de Acab y el 1.º de Jehú, ya que hay dos reinados en el ínterin (Ocozías, 2 años y Joram, 12 años), con un total de 12 años de reinado que se computan sin año de ascensión, y admitiendo una superposición de un año para cada reinado:
Ya que el cómputo de la fecha AC de Salmanasar III parece establecerse mediante la lista limmu, los reinados de Acab, Ocozías, Joram y Jehú de Israel se establecen de igual manera, como también el contemporáneo Ocozías de Judá cuyo breve reinado de un año terminó en el 12.º año de Joram de Israel, es decir el 18.º de Salmanasar. Siempre que las informaciones que tenemos sean acertadas, podrá fecharse todo el esquema de las dos sucesiones de reyes hebreos en la escala AC. De este sincronismo con Salmanasar se obtiene la fecha del 4.º año de Salomón, el año 480.º a partir del éxodo, que quedaría fijado en 967/66 AC. El 40.º de Salomón, cuando ocurrió el cisma, fue el 931/30 AC.
Joás de Israel es probablemente el Ia’asu mencionado por Adad-nirari III de Asiria. Con referenciaa Pul como Tiglat-pileser, ver nota en la pág. 160. Algunos piensan que Pul y Tiglat-pileser de 1 Crón. 5: 26 son una misma persona, y que debiera traducirse: «Pul, es decir Tiglat-pileser». Peka y Acaz fueron contemporáneos de Tiglat-pileser (2 Rey. 16: 5, 10; 2 Crón. 28: 19-21). Los anales de éste mencionan a Menihimme, Paqaha, y Ausi’ (que se traducirían Manahem, Peka y Oseas), y es probable, aunque haya discusión al respecto, que su «Azriau de Iauda» hubiera sido Azarías de Judá. (Nota: * Las cifras que aparecen en esta lista de reyes son confirmados por la crónica Babilónica. En vez de Pulu, la crónica de Tiglat-pileser. )
Salmanasar V sitió Samaria, que cayó «al cabo de tres años» (cómputo inclusivo, ver pág. 139) en el 9.º año de Oseas y el 6.º de Ezequías (2 Rey. 17: 3, 4; 18: 9, 10). Puesto que en sus últimos años Sargón II afirmó haber tomado Samaria a comienzos de su reinado, algunos creyeron que la ciudad cayó después de la muerte de Salmanasar, o que Sargón fue el general que en realidad conquistó la ciudad justamente antes de su ascensión. Pero las pretensiones vanagloriosas de un rey asirio, que no aparecen sino en ediciones tardías de sus anales, no son dignas de ser admitidas sin reservas. Si Shabara’in corresponde con Shamara’in , o sea Samaria, la caída de esa ciudad es el único acontecimiento del reinado de Salmanasar V que aparece en la Crónica Babilónica. Esto indicaría que la ciudad cayó justamente antes de terminar el reinado de Salmanasar, en el año 723/22 AC.
La última referencia bíblica a contactos entre Asiria y Judá es la que encontramos en cuanto a Ezequías y a Senaquerib (aunque posteriormente los anales de Esarhadón mencionan a Manasés como Menasi, y Asurbanipal se refiere a él bajo el nombre de «Minsie» de «Iaudi»). Senaquerib invadió el oeste en el 14.º año de Ezequías (2 Rey. 18: 13), pero no tomó Jerusalén. Evidentemente, la «tercera campaña» de Senaquerib es la que aparece en los anales asirios. Estas dos declaraciones: que Salmanasar (V) subió contra Samaria en el 4.º año de Ezequías y que Senaquerib invadió Judá en el 14.º año del mismo rey (2 Rey. 18: 9, 13), no contradicen, como pudiera parecerlo a primera vista, los registros asirios que en el ínterin le dan 17 años de reinado a Sargón II. Este intervalo es una clara indicación de que Ezequías fue corregente. Esto ubicaría la invasión de Salmanasar en el 4.º año de la corregencia de Ezequías, y la de Senaquerib en el 14.º de su reinado exclusivo, y de este modo armonizan ambos registros.
Aunque algunos comentadores consideran que Senaquerib sólo atacó a Judá una vez, la narración bíblica se presta también a la interpretación que permitiría una segunda invasión durante la última parte del reinado de Ezequías (ver págs. 66, 89). Los comentadores que piensan que hubo una segunda campaña no concuerdan en cuanto al lugar de transición dentro del relato bíblico. Sin embargo, la mención de «Tirhaca » [en egipcio: Taharka] » rey de Etiopía» (2 Rey. 19: 9), que en este momento constituía una amenaza para Senaquerib, parece referirse a un momento casi al final del reinado de Ezequías, porque Taharka, rey de la XXV dinastía de Egipto, dinastía nubia, o «etíope», comenzó a reinar en torno a 690 AC, cuando tenía 20 años, según las comprobaciones efectuadas hace algunos años (ver pág. 55). Esto se ubicaría a escasos años del final de los 29 años de reinado exclusivo de Ezequías (ver PR 251, donde se hace una alusión breve e indirecta a este punto). De este modo la fecha establecida de Salmanasar V y la fecha aproximada de Taharka de Egipto se conjugan para apoyar la idea de que Ezequías tuvo un reinado exclusivo de 29 años, más una corregencia.
Sincronismos entre los reyes de Judá y de Babilonia.-
Los últimos reinados de Judá proporcionan los sincronismos más exactos con el reinado de Nabucodonosor, y por lo tanto con toda la cronología, ya que su 37.ºaño está fijado astronómicamente. Pueden computarse así:
Años Babilónicos de Años de reyes de JudáAnotaciónTextoNabucodonosor, AC (otoño a otoño), AC
1.º 604/04 4.º de Joacim 605/04 23.º a partir Jer. 25: 1, 3 del 13.º de Josías 8.º 597/96 Deportación 597 Reinado 598/597 2 Rey. 24: 8, 12 de Joaquín 18.º 587/86 10.º de 588/87 Jer. 32: 1 Sedequías 19.º 586/85 11.º de 587/86 Caída de la 2 Rey. 25: 2-8 Sedequías ciudad, 586 Jer. 52: 5, 12
Estas fechas se basan en el sincronismo del 4.º año de Joacim con el primero de Nabucodonosor, la deportación de Joaquín «a la vuelta del año»a la vuelta del año» (2 Crón. 36: 10) con 165 el 8.º año de Nabucodonosor, y la caída de Jerusalén con el 19.º año de Nabucodonosor, si se tiene en cuenta el año judío de otoño a otoño. (Nota: er año como si hubiera comenzado con el siguente día del año nuevo babilonio posterior a su ascensión, es decir con el 1.º de Nisán en la primavera [del hemisferio norte] de 604 AC. De manera que el año en que subió al trono (ver págs. 141, 142), desde la muerte de su padre en agosto de 605, duró aproximadamente ocho meses en el calendario de Babilonia. Pero si los judíos computaron el reinado de Nabucodonosor mediante su propio calendario civil -de otoño a otoño-, consideraron su año de ascensión sólo el intervalo de agosto de 605 hasta su propio año nuevo de otoño, 1.º de Tishari de 605. En ese caso, ellos habrían computado su 1er año (equiparado en Jer. 25: 1 con el 4.º de Joacim) del otoño de 605 al otoño de 604. Generalmente se considera que la palabra ri’shonith (Jer. 25: 1) es sinónimo de ri’shon, traducida como «primero» en muchos otros textos (Núm. 9: 1-5); Deut. 16: 4; Esd. 6: 19; etc.). Pero algunos sostienen que al decir hashshanah hari’shonith (Jer. 25: 1), Jeremías quiso decir el año de ascensión y no el «primer año» de Nabucodonosor. Es imprescindible contar aquí el año de ascensión para que se pueda computar el 4.º año de Joacim como el año babilónico a partir de la primavera, pues en ese caso terminaría en el comienzo del 1er año de Nabuconodosor en la primavera de 604. Pero si «el 4.º año de Joacim» equivalió a un año judío que comenzaba en el otoño, se superpondría con la primera mitad del 1er año babilónico de Nabucodonosor y coincidiría exactamente eno el 1er año de éste computado a partir del otoño del calendario judío. Mediante este cómputo judío, el 3er. año de Joacim, en el cual fue llevado cautivo Daniel (Dan. 1: 1), abarca la primavera y el verano [del hemisferio norte] de 605. Esto concuerda precisamente con la Crónica Babilónica (véase la pág. 167), en donde se narra la campaña del príncipe heredero Nabucodonosor en Siria y Palestina, durante la cual murió su padre, por lo cual debió regresar para ascender al trono. Al relatar este incidente, Josefo dice que Nabucodonosor dejó a sus cautivos -incluso a los judíos- para que fueran llevados a Babilonia siguendo un ritmo más lento. De manera que el mensaje profético de Jeremías acerca del comienzo del cautiverio (Jer. 25: 1-11), recibido en el 4.º año de Joacim, podría haber sido 605/04 AC, de otoño a otoño. De la misma manera, en la relación con la cautividad de Joacim, la referencia bíblica al 8.º año de Nabucodonosor y la ocasión del año (sin duda en torno al 1.º de Nisán) se ha corroborado con los nuevos hallazgos arqueológicos. La Crónica Babilónica ubica la captura de Joacim el 2 de Adar del 7.º año, pero en ese mes (el último del 7.º año babilonio), ya había transcurrido la mitad del 8.º año según el calendario civil judío, puesto que había comenzado seis meses antes que el año babilonio. Hay completa armonía entre los dos registros. Estos sincronismos también hacen concordar la caída de Jerusalén, en el 11.º año de Sedequías, con el 19.º de Nabucodonosor.*)
Ezequiel, que fue llevado a Babilonia con Joaquín, frecuentemente fecha los acontecimientos según los años de este cautiverio. Por ejemplo:
La visión de Ezequiel en cuanto al sitio, 9.º año del cautiverio -Eze. 24: 1, 2 (ver la misma fecha para el comienzo del sitio, 2 Rey. 25: 1; Jer. 52: 4).
La noticia de la caída de la ciudad llega hasta Ezequiel en el 10º. mes del 12.º año -Eze. 33: 21 (ver la caída de la ciudad en el 4.º mes del 11.º año de Sedequías y 19.º año de Nabucodonosor, Jer. 39: 2; 52: 6-14).
La visión de Ezequiel en el 25.º año del cautiverio, el 14.º después de la destrucción de la ciudad -Eze. 40: 1.
Estas fechas no determinan el método usado por Ezequiel para computar los años del cautiverio de Joaquín, porque pueden armonizar con un año comenzado en primavera u otoño, o con un cómputo de años aniversarios contados a partir de la fecha de la captura de Jerusalén. Estas posibles variantes, junto con las diferentes opiniones en cuanto al paralelismo del 4.º año de Joacim y el 1.º de Nabucodonosor, dan como resultado diferentes fechas para la visión de Ezequiel referente al sitio, y la noticia de la caída de la ciudad.
Sin embargo, el cómputo de Ezequiel no necesariamente se aplica a otra fecha presentada en relación con el cautiverio de Joaquín, la liberación del rey cautivo en el 12.º mes del 37.º año. Amel-Marduk, sucesor de Nabucodonosor, lo sacó de la cárcel en Babilonia «en el primer año de su reinado» (2 Rey. 25: 27; Jer. 52: 31). En realidad estos textos dicen literalmente: «en el año cuando fue (o llegó a ser) rey» (2 Rey. 25: 27), y «en el año de su reinado» (Jer. 52: 31). Algunos han pensado que «el año» de Amel-Marduk sería, por analogía con el árabe, su primer año, puesto que fue ése el único año calendario completo que tuvo como rey, pues murió en su 2.º año. Otros dicen que significa su «año de ascensión» porque «en el año que él reinó» puede entenderse como el año cuando comenzó a reinar. Si en Reyes y Jeremías se cuentan los años de cautividad de Joaquín en forma inclusivo, desde el año, de otoño a otoño, cuando fue capturado, el 12.º mes del 37.º año caería en el año babilónico de la ascensión de Amel-Marduk, en la primavera de 561 AC, lo que sería el año uno si se contara según el calendario de Judá que corría de otoño a otoño. Sin embargo, no es necesario suponer que el cómputo que Ezequiel usó en Babilonia fuese el mismo que se usaba en Judá en los últimos tiempos de la monarquía. Podría ejemplificar diferentes sistemas de cómputo. Pero este punto en nada influye sobre la fecha del fin del reinado de Judá.
La datación AC de los reyes hebreos.
Suponiendo que tenemos un esquema de los reinados de los reyes hebreos, al menos relativamente sólido y aparentemente correcto, podemos superponer a ese esquema la escala de las fechas AC para hacer sincronizar los años de Nabucodonosor, cuyos años AC están sincronizados con los últimos reinados de Judá. Desde ese punto podemos remontarnos en el tiempo. Si los primeros sincronismos entre los reyes hebreos y los monarcas asirios no contradicen las cifras bíblicas -durante el tiempo cuando se superponen la lista limmu y el Canon de Tolomeo-, y si además armoniza el período aún más antiguo de Salmanasar III con Acab y Jehú, parece que la reconstrucción de la cronología de este período es razonablemente correcta.
Esto no significa necesariamente que puedan considerarse del todo inamovibles todos los detalles, porque donde deben aceptarse tantos reinados superpuestos, podrá haber más de una manera factible de hacer concordar las relaciones entre esos reinos. Pero puede considerarse que el esquema general se basa en principios sólidos y usables como un postulado para fechar los acontecimientos bíblicos. Sólo pueden precisarse con exactitud las fechas de los sucesos que tienen relación directa y clara con algún punto de referencia fijo, como los sincronismos del reinado de Nabucodonosor. Aun en tales casos, las fechas que se dan en meses lunares no pueden establecerse dogmáticamente, precisando el día, sin dar lugar a variaciones de un día o hasta de un mes (ver págs. 122, 123).
Aunque la cronología exacta de todos los reinados hebreos no se considera fija, el esquema es lo suficientemente completo como para permitir la asignación de fechas AC, a lo menos como aproximaciones (ver tabla en pág. 79), para conveniencia del lector. Estas fechas no se dan como una declaración final de una cronología exacta. Aunque los últimos reinados de Judá concuerdan con los años babilónicos de Nabucodonosor, las fechas AC de los primeros reyes deberán considerarse como aproximaciones, aunque en la mayoría de los casos es muy probable que dichas fechas sean exactas.
En cuanto a otras fechas existe menos certeza, puesto que están distantes en el tiempo de las fechas fijas, o están implicadas en algunos de los ajustes, tales como las supuestas corregencias, que se han hecho sólo con el propósito de lograr que los sincronismos concuerden en el papel, lo que debe hacerse en forma provisional si se ha de reconstruir una escala completa.
La posible inexactitud de algunos días o aun de algunos años no excede al valor de una serie de fechas presentadas como un postulado para la conveniencia del lector; pero no debe sorprender si es preciso corregir algunos de estos detalles al surgir información adicional.
Bibliografía
Las obras aquí enumeradas se citan, no necesariamente porque concuerden con la posición cronológica expuesta en este comentario, sino porque son libros de referencia útiles para el estudio de este tema, sobre todo como fuente de información para los puntos tratados en este artículo.
Albright, William Foxwell. «The Chronology of the Divided Monarchy of Israel» (La cronología de la monarquía dividida de Israel), Bulletin of the American Schools of Oriental Research , número 100 (diciembre de 1945), págs. 16-22. El estudio parte de la premisa de que los datos proporcionados en Crónicas demandan una considerable modificación de los números de Reyes. Ejemplifica la actitud del erudito moderno que supone que la mayor parte de las cifras bíblicas con referencia a los reinados han sufrido alteraciones por errores de copistas.
The Cambridge Ancient History . Vol. I (3d ed.), Part l: Prolegomena and Prehistory (1970); Part 2: The Early History of the Middle East (1971 ). Vol. II (3d ed.), Part l: History of the Middle East and the Aegean Region c . 1800-1380 AC (1973); Part 2: The History of the Middle East and the Aegean Region c . 1380-1000 AC (1975). Arreglada por I. E. S. Edwards y otros. Vol. III: The Assyrian Empire (primera edición reimpresa con correcciones, 1954). Arreglada por J. B. Bury y otros. Cambridge: University Press. La obra completa, en 12 tomos, cada capítulo escrito por un especialista, es la historia antigua más exhaustiva que existe en inglés. Los nuevos tomos I y II y el antiguo tomo III tratan acerca del período bíblico hasta el exilio.
Crónica Babilónica. Un título general aplicado a porciones conocidas de los anales militares de los reyes de Babilonia, inclusive la porción para c . 747-648 AC que se publicó con ese título en 1887, y otras en la serie que desde entonces aparecieron en diversas formas. Chronicles of Chaldaen Kings , 626-556 AC (Crónicas de reyes caldeos), arreglada y traducida por D. J. Wiseman (London: Trustees of the British Museum, 1961 [primera impresión, 1956]. 99 págs. y 21 planchas), incluye texto publicado anteriormente; en las págs. 1-3 se enumeran fechas, fuentes cuneiformes y publicaciones anteriores. Los nuevos textos proporcionan detalles hasta entonces ignorados, como asimismo fechas para diversos eventos bíblicos (ver pág. 102). Todas estas crónicas, y otras, están disponibles con texto cuneiforme transliterado, traducción inglesa y notas, en Assyrian and Babylonian Chronicles (Crónicas asirias y babilónicas), de A. K. Grayson (Texts from Cuneiform Sources [Textos de fuentes cuneiformes], vol. 5; Locust Valley, N. Y.: J.J. Agustín, 1975. 300 págs., 36 grabados).
Grayson, A. K. Ver Crónica Babilónica.
Horn, Siegfried H. «The Chronology of Hezekiah’s Reign», Andrews University Seminary Studies , II (1964), 40-52. Un estudio (con una gráfica cronológica de 751 a 712 AC) del lugar que ocupa el reino de Ezequías en la cronología de Judá e Israel.
«The Babylonian Chronicle and the Ancient Calendar of the Kingdom of Judah», Ibíd ., V (1967), 12-27. Una exposición de las nuevas informaciones dadas acerca de la naturaleza del calendario de las últimas décadas del reino de Judá (Josías y Sedequías) en diversas porciones de la Crónica Babilónica.
Horn, Siegfried H. y Wood, Lynn H. The Chronology of Ezra 7 (La cronología de Esdras 7). 2d ed., rev. Washington: Review and Herald, 1970. 192 págs. Una solución erudita de un problema cronológico del período postexílico. Los primeros capítulos explican muchos principios generales y métodos de la antigua cronología, con la documentación de las fuentes con referencia a temas tales como los cómputos de reinados entre los babilonios y los egipcios, el 37.º año de Nabucodonosor, etc. Los dos autores han elaborado cronologías de los reyes hebreos; pero, fuera de los dos artículos de Horn mencionados más arriba, nunca se habían publicado.
Kenyon, Kathleen M. Digging Up Jericho (Desenterrando a Jericó). New York: Frederick A. Praeger, 1957. 272 págs. Informe preliminar de las excavaciones de Jericó (1952-56) realizadas por la British School of Archaeology de Jerusalén y otras instituciones bajo la dirección de la autora. Si las conclusiones de este libro son válidas, deben descartarse las de Garstang; además el tema de la conquista por Josué queda como estaba antes de las excavaciones de Garstang, y debe posponerse toda solución arqueológica hasta que se hagan nuevos descubrimientos. Versión española: Desenterrando a Jericó . México: Fondo de Cultura Económica, 1966. 164 págs.
Luckenbill, Daniel David. Ancient Records of Assyria and Babylonia (Los antiguos registros de Asiria y Babilonia). 2 tomos. Chicago: The University of Chicago Press, 1926-27. Reimpresión: Westport, CT: Greenwood Press, 1969. Una traducción al inglés de los documentos originales, incluyendo las listas limmu, los anales, etc., antiguos pero aún útiles.
Neuffer, Julia. «‘Ptolemy’s Canon’ Debunked?» (¿El Canon de Tolomeo cuestionado?), Andrews University Seminary Studies 17 (1979), págs. 39-46. Resume y cita las evidencias heurísticas que muestran que la escala cronológica de Tolomeo no fue inventada por él sino que derivaba de registros antiguos sólidos y dignos de confianza, los cuales estaban en uso mucho antes de su tiempo y fueron descubiertos por la arqueología moderna.
Pritchard, James B., compilador. Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament (Antiguos textos del Cercano Oriente que tienen relación con el Antiguo Testamento). Con suplemento. 3ra. ed. Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1969. La colección más moderna y representativa de tales documentos, traducidos y explicados por varios eruditos de nombre. Comprende mucho material histórico y literario de las naciones vecinas, que se refiere sólo indirectamente al Antiguo Testamento, pero que aclara el marco cultural e histórico dentro del cual fue escrito el Antiguo Testamento. Invalida las colecciones más antiguas de anales asirios que se refieren a diversos reyes de Israel y Judá, y contiene la lista A de reyes babilonios, pero sólo un corto extracto de una lista limmu.
Ptolemy (Claudius Ptolemaeus). The Almagest ( El almagesto , de Tolomeo). Traducido por R. Catesby Taliaferro. «Great Books of the Western World», vol. 16: Ptolemy, Copernicus , Kepler , págs. vii-xiv, 1-478. Arreglado por John Mynard Hutchins y Mortimer J. Adler. Chicago: Encyclopaedia Britannica, Inc., 1952. La gran obra astronómica de Tolomeo que contiene los registros de eclipses, etc., que establece fechas e incluye el canon en el Apéndice A (texto griego en la Opera de Tolomeo, Halma ed., París, 1813).
Rowley, H. H. From Joseph to Joshua (De José a Josué). London: Oxf’ord University Press, 1950. 200 págs. Tiene valor no por la opinión crítica del autor ni en sus conclusiones, sino por el resumen de las teorías de diversos eruditos y las abarcantes notas de pie de plana con referencia a las autoridades en la materia.
Thiele, Edwin. A Chronology of the Hebrew Kings (Una cronología de los reyes hebreos). Grand Rapids, Mich.: Zondervan, 1977. 93 págs. Presenta mayormente un resumen del contenido de su libro The Mysterious Numbers of the Hebrew Kings , a lo que se añade algún material nuevo.
-.The Mysterious Numbers of the Hebrew Kings (Los misteriosos números de los reyes hebreos). Ed. rev. Grand Rapids, Mich.: The William B. Eerdmans Publishing Company, 1965. 232 págs. Un hito erudito en el campo de la cronología bíblica. Es una exposición de la cronología de los reyes en que se procura hacer armonizar todos los datos bíblicos con la cronología asiria y babilónica. Logra mayor armonía entre las cifras bíblicas y las fechas generalmente aceptadas en la historia asiria que cualquier esquema publicado hasta el momento. Además de presentar un bosquejo diagramado de los reinados, y una exposición completamente documentada de este sistema cronológico, el libro es una mina de información en cuanto a los antiguos sistemas de computar, respecto a las fuentes, bíblicas y extrabíblicas, y a los diversos esquemas cronológicos de quienes escribieron anteriormente sobre el tema. Las tablas del apéndice incluyen la lista asiria limmu (o epónima) y las partes del Canon de Tolomeo que se refieren a Babilonia y Persia.
Ussher, James. The Annals of the World (Los anales del mundo). London: J. Crook and G. Bedell, 1658. 907 págs. La exposición clásica de la cronología larga, publicada por primera vez en 1650 en latín. Emplea interregnos para sincronizar los reinados y basa las fechas AC en la suposición arbitraria de que el templo de Salomón fue completado en 1004 AC (1000 años antes del nacimiento de Cristo). Se consideran literales los 480 años.
Wiseman, D. J., compilador. Chronicles of Chaldaean Kings . Ver Crónica Babilónica.
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