La Homosexualidad. Una perspectiva bíblica

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HOMOSEXUALISMO – UNA PERSPECTIVA BÍBLICA

Raoul Dederen, Ph. D.

Profesor de Teología Histórica en el Seminario de la Universidad Andrews, EUA

Publicado en la Revista Adventista

La cultura contemporánea está forzando a los cristianos a reconsiderar su posición histórica y teológica

sobre el homosexualismo

En este artículo el autor examina quién debe dictar las normas

 la experiencia humana o las Escrituras Sagradas.


              La crisis homosexual llegó a la iglesia notablemente en los Estados Unidos. Algunos homosexuales están viniendo para la iglesia no apenas en busca de perdón y misericordia, sino para decirle a la iglesia lo mismo que le ha dicho al mundo: La homosexualidad no es pecado. Para mí esto es natural. Dios me hizo así. Él me acepta como soy?
 
              La crisis no está más allá afuera; está a las puertas de la mayoría de las iglesias cristianas, desafiando la tradicional posición judaico-cristiana en este asunto, y presionando a favor de un cambio radical, del rechazo del homosexualismo para la afirmación de que él hace parte de la Creación en que Dios declaró todo bueno en gran manera.
 
              Hasta recientemente la iglesia consideraba firmemente la práctica del homosexualismo como pecado y enfermedad contagiosa,  aun cuando los homosexuales no practicantes fuesen bien venidos en la iglesia – por lo menos teóricamente.

En años recientes, sin embargo, varios estudios e individuos han cuestionado la forma tradicional como la iglesia ha abordado el problema.
 
              En 1955 Derrick Sherwin Bailey publicó el libro Homosexuality and the Wester Christian Tradition (El Homosexualismo y la Tradición Cristiana Occidental), y desde entonces cantidades cada vez mayores de libros sobre homosexualismo e iglesia han salido de las imprentas eclesiásticas. Gran parte de ese material es favorable a un estilo de vida cristiano homosexual practicante. Al mismo tiempo, comisiones de estudio envolviendo denominaciones enteras se han manifestado, elaborando documentos de estudio sobre homosexualismo para la Iglesia Unida de Cristo, Iglesia Presbiteriana Unida, Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos, Iglesia Episcopal, e Iglesia Luterana Americana, entre otras.
 
              La cultura contemporánea también  está ejerciendo presión sobre la tradicional teología histórica de la iglesia, en lo tocante al homosexualismo, por medio de nuevos datos.
 
Aun cuando el desacuerdo científico suplido por las ciencias sociales sea a veces frustrante, los cristianos están descubriendo que hay entre los homosexuales mayor variedad de lo que generalmente se pensaba. No todos los homosexuales son afeminados en sus maneras, habla, y manera de andar. No todos son, tampoco, de apariencia masculinizada, porte atlético, o propensos a vestir ropas de hombre. Algunos homosexuales (como los heterosexuales) son promiscuos y tienen obsesión sexual, mientras otros viven reservadamente.
 
              La naturaleza y causa real del homosexualismo con­tinua siendo probablemente la cuestión más desalentadora. En 1973 la Asociación Psiquiá­trica Americana decidió remo­ver el homosexualismo de su lista de enfermedades, pero las ciencias seculares no están de acuerdo cuanto a su naturaleza y origen. La pregunta central no respondida es si el homosexualismo debe ser considerado normal o anormal. Las implicaciones de una respuesta tal son enormes. Si el homosexualismo es una variación normal de la sexualidad humana, se vuelve superfluo hablar de cura. Si es una dolencia o anormalidad, su causa y tratamiento son esenciales. Aquí, nuevamente, los datos científicos continúan siendo conflictivos e incompletos.
 
              Algunos críticos y tera­peutas afirman que ciertas personas homosexuales pueden ser constitucionales, esto es, nacieron para eso, y que el homosexualismo parece origi­narse en nivel los pre-cons­cientes de la formación de la personalidad, tan luego en la vida que se fija de modo inmutable, como parte integrante de la vida de la persona. Otros alegan que el homosexualismo no es una condición pre-establecida, sino que parece en verdad surgir de un conjunto de condiciones complejas, inclusive daños personales y psicológicos causa­dos por el ambiente.

ABOGADOS DEL HOMOSEXUALISMO.-

 
              Lo que es claro, sin embargo, es que el homosexualismo envuelve tanto la orientación como la expresión del mismo por la persona. Sus defensores insisten en decir que el homosexualismo es primeramente una condición, o una orientación, y solo secundariamente los pensamientos y acciones decorrentes de esa condición. Esa distinción, afirman ellos, solo fue reconocida recientemente por los cristianos. Ellos entienden que tal orientación significa que una persona se siente atraída para su propio género, y tal atracción es considerada una cosa tan natural para esa persona, como lo es la atracción por el sexo opuesto para una persona heterosexual.
 
              En el libro Is the Homosexual My Neighbor? Another Christian View os autores Letha Scanzoni y Virgínia R. Mollenkott afirman que para los que tienen exclusivamente impulsos homosexuales y no consiguen modificarlos, la solución más cristiana es muchas veces mantener una relación homosexual permanente, dedicado y responsable. Tal individuo, según su punto de vista, no es más enfermo o inmoral que una persona que es zurda.
 
              Logicamente, tal conclusión va de encuentro a toda interpretación tradicional de las Escrituras en ese sentido. Scanzoni, Mollenkott y otros se disponen a defender tal posición porque a sus ojos lo que la Biblia condena son ciertos tipos de prácticas homosexuales – notablemente estupro grupal, idolatría, y promiscuidad licenciosa – y no una permanente y dedicada relacionamiento amoroso entre homosexuales, semejante al casamiento heterosexual.2  La Biblia, argumentan ellos, nada dice sobre la condición homosexual en sí, y consecuentemente sus declaraciones sobre homosexualismo no se aplican a muchas  personas homosexuales hoy.
 
              Esos abogados del homosexualismo entienden que los pecados de Sodoma (Génesis) y Gibeá (Jueces 19) eran violentos estupros grupales e inhospitalidad, probablemente ni aun cometidas por  personas de inclinación homosexual. Ellos generalmente concuerdan en que los reglamentos levíticos (Levítico 18:22; 20:13), contrarios a los actos homosexuales entre hombres, se refieren a actividades homosexuales, pero las consideran como advertencias relativas no contra el homosexualismo en sí, sino contra la prostitución entre hombres, utilizados en los rituales paganos.
 
              Así, también, según la opinión de esos individuos, Romanos 1:26-27 describe actos homosexuales en el contexto de la licenciosidad e idolatría, no aplicándose así al caso de un sincero cristiano homosexual que ama a Cristo y desea conocer a Dios, pero se siente atraído a alguien del mismo sexo por amor y no por sensualismo. El mismo argumento generalmente se extiende a 1 Cor. 6:9-10 y 1 Tim. 1:10, que el cristiano homosexual considerado irrelevante, una vez que, en su opinión, esos pasajes describen abusos practicados entre personas del mismo sexo, y no una condición o inclinación homosexual vitalicia.
 
              No es de sorprender que Scanzoni y Mollenkott concluyan su estudio de las referencias escriturísticas al homosexualismo con las siguientes palabras: Como la Biblia silencia en lo tocante a la condición homosexual, los que desean entenderla deben basarse en los descubrimientos de la moderna ciencia del comportamiento y en el testimonio de los que son homosexuales.3
 

EXAMINANDO EL CONTEXTO BÍBLICO.-

 
              Aun cuando esta reinterpretación de las declaraciones bíblicas sobre homosexualismo pueda parecer plausible, el contexto bíblico no lo favorece. Puede muy bien ser verdad que Génesis 19 no se refiera al homosexualismo en general, y sí a estupro homosexual violento. Entretanto, la opinión de que la inhospitalidad, y no el homosexualismo sea el pecado condenado aquí, parece extremamente improbable. ¿Por qué Lot ofrecería sus dos hijas a individuos que exigían únicamente los dos extranjeros? El contexto parece dejar claro que los hombres de Sodoma querían abusar sexualmente de los visitantes de Lot. Lo mismo se aplica a la narrativa de Jueces 19.
 
              No parece haber, tampoco, cualquier razón conclusiva para abandonar la interpretación usual de Levítico 18:22 y 20:13. Es admisible que la mayoría de los cristianos ignore la prohibición contra el mantener relaciones sexuales con una mujer durante su período menstrual, referida en el mismo código levítico (cap. 20:18), bien como la instrucción para no usar  ropa de dos telas mezcladas (19:19). Sino decir que el contexto histórico de la prohibición contra el homosexualismo sea la necesidad de pureza ceremonial o el deseo de separarse de los cultos de la fertilidad y de la prostitución masculina de los vecinos de Israel, absolutamente no convence. Simplemente no hay evidencia positiva de homosexualismo ritual en las religiones cananeas. En la ausencia de una tal evidencia contextual parece lógico afirmar que estos textos levíticos consideran el homosexualismo en sí, pecaminoso, pues pervierte la relació sexual y familiar pretendido para la humanidad.
 
              Con respecto al testimonio del Nuevo Testamento, los defensores del homosexualismo destacan con bastante corrección que en 1 Cor. 6:9-10 la naturaleza del pecado homosexual condenado se basa en dos palabras griegas combinadas y traducidas como pervertidos sexuales en algunas versiones bíblicas. Las palabras malakoi y arsenokoitai son probablemente más oscuras en su sentido de lo que generalmente se piensa. Aun así, ellas parecen referirse a las parejas pasivas (malakos) y activas (arsenokoites) envueltas en la práctica de determinado tipo de actividad homosexual, posiblemente prostitución masculina o perversión de muchachos.
 
              La declaración de 1 Tim. 1:10 es de cierta forma semejante a la de 1 Cor. 6:9-10, pues el término arsenokoitai (traducido como sodomitas) es nuevamente usado. ¿Estaría el texto refiriéndose apenas a homosexuales que actúan de modo abusivo y perverso, o a todos los que se envuelven en prácticas homosexuales? La segunda alternativa parece más probable, pero deja lugar a dudas.
 
              Finalmente, tenemos la declaración de Pablo en Rom. 1:26-27: Por causa de eso los entregó Dios a pasiones infames; porque hasta sus mujeres cambiaron el modo natural de sus relaciones íntimas, por otro contrario a la naturaleza; semejantemente, los hombres también, dejando el contacto natural de la mujer, se inflamaron mutuamente en su sensualidad, cometiendo torpeza, hombres con hombres.

 A juzgar por la apariencia, el texto considera pecaminoso tanto los actos homosexuales del hombre como de la mujer.
 
              Los defensores del homosexualismo, sin embargo, argumentan que Pablo no estaba censurando el homosexualismo saludable y natural, y sí la experimentación homosexual degenerada entre personas heterosexuales, que procuran simplemente excitación, y para las cuales un relacionamiento tal sería contrario a la naturaleza, y consecuentemente condenado por el apóstol. Añaden ellos aun que las prácticas homosexuales ejercidas en un contexto de amor a Dios y al prójimo no son consideradas contrarias a la naturaleza a los cristianos sinceros, los cuales, de este modo, escapan a la condenación pretendida por el texto. Fuera de eso, dicen ellos, si lo que Pablo tenía en mente era el comportamiento homosexual, él estaría denunciando apenas el homosexualismo idólatra.
 
              Una  simple lectura del contexto, sin embargo, es suficiente para demostrar que la preocupación de Pablo en Rom. 1 no es cuanto a la idolatría y abuso homosexual, y sí cuanto a la caída de la humanidad y sus desordenes resultantes. La intención de Pablo no es separar un grupo de pecadores considerándolo más despreciable que otro, o meramente exponer ciertas prácticas pecaminosas. El apóstol está en verdad argumentando que todos pecaron (cap. 3: 23), y utiliza las prácticas homosexuales como ilustración del desorden producido por el pecado. Los desórdenes mencionadas por él son errados, no por el hecho de resultar de idolatría; ellas son erradas en sí.
 
              En verdad, en Rom. 1:24-27 toda la sexualidad humana, sea ella heterosexual u homosexual, es retratada como siendo licenciosa por causa de la inclinación inherente del hombre para el egocentrismo, por causa de su rebelión contra Dios, y en razón del caos que la caída provocó. A la luz de la presente evidencia, creemos ser válido concluir que Rom. 1:26-27 considera la práctica homosexual como pecaminosa en sí.
 
              Se debe tener en mente, sin embargo, que una discusión de estos textos bíblicos, individualmente, aunque inteligentemente interpretados, puede no llegar a la verdad si no se fundamenta la explicación de referencias ocasionales al homosexualismo en la más importante referencia bíblicas a la sexualidad humana. Una comprensión adecuada del homosexualismo solo puede ser obtenida dentro de un contexto más amplio, a través de una investigación de la doctrina bíblica de la sexualidad humana. Y en ese punto las Escrituras son muy explícitas.
 
              Los capítulos de abertura del Génesis dejan claro que la sexualidad pertenece a la Creación. La narrativa de la Creación afirma que Dios no creó al hombre solito. Dios también no creó hombre/hombre o mujer/mujer. Él creó la humanidad como siendo macho y hembra. La imagen de Dios en la humanidad es incompleta sin la presencia de ambos: hombre y mujer. Esto significa también  que el objetivo de la sexualidad del cristiano no es la satisfacción personal sino la entereza interpersonal. Los dos se vuelven una sola carne (Gén. 2:24; ver también Marcos 10:7-8). No tenemos aquí simplemente una relación entre dos personas, sino una relación entre macho y hembra. Sakae Kubo dice: ?No es el relacionamiento en sí, sino el carácter complementar de ese relacionamiento que es significativo? La entereza es la unión de opuestos, la unión de las diferencias, no apenas diferencias sexuales aun cuando estas sean fundamentales para un entendimiento de la sexualidad según la Biblia. pero también las diferencias de personalidad, temperamento, función social y aspiraciones. Todas ellas se reúnen en el símbolo físico de la diferenciación del género. Por ese padrón, las ligaciones homosexuales son incompletas.
 
              Las referencias del Antiguo Testamento sobre casamiento y sexualidad, el cierne de la narrativa de la Creación, el testimonio de Jesús y de Pablo sobre la Creación, el casamiento y la caída, son partes de todo un sistema unánime e invariable retratan el amor heterosexual como siendo de la voluntad de Dios, y consecuentemente bueno y normativo.
 
              Es verdad que las Escrituras silencian cuanto a la condición homosexual, en distinción a las prácticas homosexuales licenciosas. Esto no nos debería sorprender, una vez que las Escrituras en general demostraron poco interés en la condición en que nos encontramos cuando enfrentamos la tentación. Ellas antes aportan a nuestra respuesta. Así, los adúlteros no son disculpados en virtud de su condición pecaminosa. Ellos son instados a dejar de adulterar. No hay duda de que algunos adúlteros sinceros se aman profundamente; pero este hecho no los exime de culpa. Ni tampoco le es ofrecida una concesión, ni son instados a tornar su relación tan permanente y amorosa como sea posible. Ellos son antes convidados a abandonarlo y a volver a sus verdaderos cónyuges.
 
              Esto no quiere decir que las personas que tienen deseos adúlteros u homosexuales sean culpadas de pecado. Pero son responsables en la manera cómo responden a esos impulsos, como todos nosotros somos responsables por la manera como reaccionamos ante los diversos tipos de tentaciones. La responsabilidad de personas impelidas por deseos homosexuales no es fácil. Pero es imposible que los homosexuales se curen y se modifiquen en su inclinación sexual.
 
¿HAY POSIBILIDAD DE CURA?
 
              Algunos son inflexibles cuanto a la imposibilidad de que un verdadero homosexual cambie su inclinación. No hay siquiera una sombra de evidencia de que haya habido una conversión válida para la inclinación heterosexual a través de terapia o conversión cristiana y oración, afirma Ralph Blair. Otros declaran que los homosexuales pueden, y en verdad están siendo cura­dos y transformados en su orientación sexual, conforme el propio Pablo afirma (1 Cor. 6:11), a través de los amplios re­cursos de la gracia disponibles al cristiano.
 
              Es verdad que hasta recientemente poca y ninguna evidencia científica existía, mostrando que tal modificación pudiese ocurrir dentro de la iglesia o en cualquier otro lugar. Entretanto, en un reciente artículo publicado en el American Journal of Psychiatry, los Drs. E. Mansell Pattison y Myrna Loy Pattison, de la Facultad de Medicina de Georgia, documentaron once casos de hombres que afirman haber cambiado la orientación sexual, de exclusivo homosexualismo a exclusivo heterosexualismo, a través de la participación en una comunidad pentecostal.6  El trabajo del Dr. Pattison no está sin apoyo, y aun cuando algunos homosexuales que constan de ese estudio no hayan sido curados, no se puede más hablar en imposibilidad de cambio de orientación sexual, y consecuentemente, de la naturalidad del homosexualismo entre homosexuales exclusivos.
 

CUÁL DEBE SER LA ACTITUD DE LA IGLESIA.-

 
              Esto significa buenas nuevas para los cristianos que se preocupan con sus hermanos homosexuales. La iglesia no debe sentirse en el deber de procurar y eliminar homosexuales practicantes, inclusive los que ya están en su medio. Ella debe antes lanzar un desafío a los homosexuales, para que examinen su consciencia y se arrepientan de sus pecados. La iglesia debe, sin duda, apoyar las enseñanzas bíblicas, pero precisa al mismo tiempo demostrar compasión, y esforzarse por comprender las luchas personales de los homosexuales. El más importante testimonio de las Escrituras, con respecto al homosexualismo, no es condenación sino promesa de liberación – ¡liberación de una antigua vida de esclavitud al pecado para una nueva vida de libertad en Jesucristo! Encaremos seriamente las promesas del Espíritu Santo y Su poder restaurador.
 
              Al mismo tiempo, gran parte del arrepentimiento que debe ocurrir, en relación a este asunto, precisa tener lugar en la vida de personas correctas, inclusive cristianos correctos. Nos inclinamos a olvidar que, como pecadores heterosexuales, no nos encontramos en posición de ventaja de la cual mirar con aires de superioridad a los pecadores homosexuales. En verdad, nuestros pecados de negligencia, temor y odio, pueden estar impidiendo que muchos homosexuales encuentren a Cristo y alcancen liberación. ¿Pudiera darse el caso de que nuestra incapacidad de mantener una actitud de compasivo interés por los homosexuales, mientras al mismo tiempo desaprobamos el estilo de vida homosexual, indique en verdad una seria falta de convicción del pecado en nuestra vida?
 
              En el fondo, la cuestión no es homosexualismo. Es la moralidad. La cuestión delante de nosotros no es de derechos de los homosexuales, sino de derechos de Dios, Sus derechos de llamarnos para una vida de alegre sumisión a Su voluntad.
 
              La cultura contemporánea está forzando a los cristianos a reconsiderar una comprensión teológica del homosexualismo. Es interesante que las líneas de división entre nosotros son con frecuencia apenas un reflejo de opiniones contradictorias concernientes a la utilidad y legitimidad de la observación personal, cultural y científica en el proceso teológico.
 
              Algunos están dando creciente importancia a los hechos propuestos por cientistas sociales con respecto a la naturaleza del homosexualismo. Pero la naturaleza, aun cuando haya sido creada por Dios, continua maculada y deformada por lo pecado. Es necesario juzgarla según un padrón externo autorizado, o sea, la Palabra de Dios. Las Escrituras deben guiarnos en nuestra observación del mundo  que nos rodea. Ellas deben ser la norma teológica de todos nosotros. La cuestión discutida aquí es si las Escrituras deben ser la regla suprema de nuestra fe y convicciones o si ellas deben transferir su función normativa para la experiencia humana, para la razón, o hipótesis científicas contemporáneas.
 
              La sugestión moderna de que abandonemos la primera alternativa y adoptemos la segunda, revela ausencia de entendimiento teológico en relación al papel profético de la iglesia en llamar a sus miembros y al mundo al arrepentimiento de los pecados individuales y sociales.
 
              Hay mucha confusión, tanto en la sociedad como en la iglesia, con respecto al homosexualismo y a las prácticas homosexuales. Las personas están en busca de una palabra autorizada, bíblica, divina, en vez de opiniones mutantes de hombres. Las palabras que reflejan el carácter de Cristo, al ser confrontadas con debilidad moral y personas quebrantadas, aun son palabras que combinan compasión con firmeza moral.  

REFERENCIAS:
 

1.    Pág. 77-78

2.    Idem. pág. 71-72

3.    Idem. pág. 71

4.    La declaración de Pablo de que las prácticas homosexuales son contrarias a la naturaleza no significan que ellas son contrarias a la orientación natural de un individuo. Contrario a la naturaleza significa, en verdad, contrario a la intención de Dios en lo tocante al comportamiento sexual humano, que es plenamente visible en la naturaleza.

5.    Sakae Kubo. Theology and Ethics of Sex. pág. 24

6.    ?Ex. Gays Religiously Mediated Change in Homosexuals?. American Journal of Psychiatry 137:12 (Diciembre 1981), pág. 1553-1563.

7.    Ver,  por ejemplo. Robert K. Johnston. ?Homosexuality (1) Can It Be Cured? The Reformed Journal marzo 1981. pág. 11-12.


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