LA NATURALEZA HUMANA DE JESUCRISTO
PRELAPSARIOS VERSUS POSTLAPSARIOS
Dr. Alberto R. Treiyer
La Biblia nos informa que Jesucristo es un ser divino-humano. Pero, ¿cuánto de divino se dio en él en su vida terrenal, y cuánto de humano? Y, ¿qué naturaleza humana realmente obtuvo?
Este tema ha dividido a quienes se denominan prelapsarios y postlapsarios, dos términos compuestos que provienen del latín lapsus que significa “desliz” o “caída”. Así, los prelapsarios entienden que el Hijo de Dios recibió una naturaleza humana impecable como la de Adán antes de la caída. Y los postlapsarios creen que su naturaleza humana es tan pecaminosa como la que heredamos nosotros de Adán después de la caída.
¿Por qué es importante este tema? Porque según la comprensión que tengamos de la naturaleza humana de Cristo, dependerá en gran medida la comprensión que tendremos de lo que Dios espera de nosotros y de su iglesia. En efecto, la misión de Cristo y de su iglesia en la historia del gran conflicto entre el bien y el mal puede verse afectada para bien o para mal si no entendemos bien quién fue, es y será el Hijo de Dios.
“Debemos mirar su vida, estudiar su carácter, y copiar el modelo. Lo que Cristo fue en su humanidad perfecta, debemos serlo nosotros; porque debemos formar caracteres para la eternidad” (Testimonios para los Ministros, página 173).
Una comprensión progresiva
Ninguno puede ser verdaderamente cristiano si no conoce a Cristo. Y la vida eterna misma depende de nuestro conocimiento de él. Por eso, el anhelo mayor de Jesús es que lo conozcamos bien. Lo expresó en su oración intercesora por sus discípulos. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
Pero es imposible abarcar con nuestras limitaciones humanas toda la dimensión de lo que significa la persona de Jesucristo. Por lo cual debemos comenzar reconociendo que nuestro conocimiento del Hijo de Dios será siempre limitado. Y aun así, Dios requiere que crezcamos constantemente en ese conocimiento. Ya que el estudio de su vida y carácter será siempre progresivo en esta vida y en toda la eternidad.
De manera que antes de abordar las implicaciones de las interpretaciones prelapsarias y postlapsarias, será bueno que consideremos algunas citas inspiradas sobre la dimensión tan infinita de este tema. Esto nos ayudará, tal vez, a ser más abiertos y humildes al considerar cómo ven otros la naturaleza humana de Jesús. Por tal razón, el mayor esfuerzo de este trabajo se dará en exponer las razones que nos llevan a mirar a Jesús como lo hacemos. Veamos algunas citas.
Hechos de los Apóstoles, página 221: “El carácter de Cristo debe ser entendido, antes que los hombres puedan amarlo y ver la cruz con el ojo de la fe. Aquí comienza el estudio que será la ciencia y el cántico de los redimidos por toda la eternidad.”
Mensajes Selectos, tomo 1, 286 (1966): “El estudio de la encarnación de Cristo es un campo fructífero que recompensará al escudriñador que cava profundamente en procura de la verdad oculta.”
ST, April 26, 1905: “Esta tierra ha sido honrada y bendecida con la presencia del Hijo de Dios. En las Escrituras leemos sobre su encarnación, su enseñanza, sus milagros, su muerte y resurrección. El esfuerzo por entender estos temas maravillosos lleva a ejercer al máximo los más altos poderes de la mente, y aun así, hay una infinidad más allá que no puede ser agotada. Cuanto más a menudo se aplica la mente a este estudio, más fuerte y claro se volverá… A través de las edades sin fin de la eternidad los redimidos estudiarán estos temas, siempre obteniendo de ellos un conocimiento más profundo y claro de Dios y de Cristo.”
I. POSTULADOS PRELAPSARIOS
Comencemos considerando la interpretación prelapsaria de la naturaleza humana de Cristo. No seremos exhaustivos en nuestro estudio, sino que trataremos de simplificar los argumentos con la documentación más precisa y directa que encontramos en la Biblia y en el Espíritu de Profecía. No pondremos todos los argumentos y citas en cada punto, sino que los iremos agregando a medida que desarrollemos los puntos en consideración.
¿Cuál es la fundamentación prelapsaria de la naturaleza humana de Cristo?
1. Sólo dos hombres en la historia humana tuvieron únicamente a Dios como Padre. Fueron los dos Adanes. Ninguna de esas dos personas tuvo una naturaleza espiritual pecaminosa, porque el Padre celestial no engendra “la pasión de la carne” (1 Juan 2:16).
“El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente; el último Adán, espíritu vivificante” [que da vida] (1 Corintios 15:45).
Ambos Adanes tuvieron una naturaleza espiritual libre de toda mancha de pecado. Pero el segundo Adán tuvo una herencia física debilitada por más de 4.000 años de pecado.
El primer Adán (incluimos a su esposa Eva porque provino de la costilla de Adán).
“Adán, hijo de Dios” (Lucas 3:38).
Dios hizo su cuerpo físico del polvo de la tierra, y “sopló en su nariz aliento de vida” (Génesis 2:7).
Carta 93, 1905: “Tuvo originalmente el maravilloso don de una naturaleza sin pecado.”
Patriarcas y Profetas, página 66 (1954): “En tanto que Adán había sido creado sin pecado, a la semejanza de Dios, Set, así como Caín, heredó la naturaleza caída de sus padres”
Deseado de Todas las Gentes, página 91 (1955): “Adán fue asaltado por el tentador… en la fuerza de su perfecta virilidad, poseyendo pleno vigor de mente y cuerpo.”
El segundo Adán (Jesucristo)
Al igual que el primer Adán, Jesús tuvo una naturaleza espiritual libre de pecado. Pero a diferencia de Adán, Jesús recibió una herencia física debilitada por cuatro milenios de pecado.
- Naturaleza espiritual impecable
ST 12-09-97: “El Santo que nacerá será llamado Hijo de Dios” (Luc 1:35). “El niño que se ha engendrado en ella [en María] es del Espíritu Santo” (Mat 1:20). Fue engendrado por el Padre a través del Espíritu Santo. Por consiguiente, su naturaleza espiritual fue impecable, sin mancha, sin tendencia al mal. “Su naturaleza espiritual estaba libre de toda mancha de pecado”
ST 29 de mayo, 1901: “El iba a ocupar su posición a la cabeza de la humanidad tomando la naturaleza pero no la pecaminosidad del hombre.”
b) Naturaleza física caída
La naturaleza física de Cristo recibió el impacto de más de 4.000 años de pecado. “Me preparaste cuerpo”, dijo el Señor; un cuerpo apto “para hacer” la “voluntad” de Dios (Hebreos 10:5).
Dios le preparó ese cuerpo a Jesús de María. Así, su naturaleza física la tomó de Adán, debilitada durante 4000 años de decadencia. Tuvo hambre, tuvo sed, necesitó descansar, tuvo sueño y sufrió angustias. Lo vio el profeta cuando dijo:
Isaías 52:14: “Fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres.”
Isaías 53:2-3: “Subirá… como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.”
Deseado de Todas las Gentes, página 32 (1955): “Habría sido una humillación casi infinita para el Hijo de Dios revestirse de la naturaleza humana, aun cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el ejemplo de una vida sin pecado.”
¿Cuáles eran los efectos de esa herencia física debilitada que vemos en sus antepasados? Los antediluvianos vivían cerca de mil años. Pero la vida fue acortándose a prácticamente un décimo de esa existencia ya en la época de Moisés, entre 70 y 80 años, a los que se llegaba con mucha fatiga (Salmo 90:10). De manera que el período de mayor vitalidad y vigor físico del hombre disminuyó sensiblemente con el tiempo.
La debilidad física de Cristo pudo percibírsela especialmente en el desierto de la tentación después de 40 días de ayuno.
Deseado de Todas las Gentes, página 92 (1955): “Su naturaleza humana rehuía el conflicto que le aguardaba. Durante cuarenta días ayunó y oró. Débil y demacrado por el hambre, macilento y agotado por la agonía mental, ‘desfigurado era su aspecto más que el de cualquier hombre, y su forma más que la de los hijos de Adán.’”
Signs of the Times, 11 de junio, 1874: “Qué contraste con este ser perfecto [el primer Adán] presentó el segundo Adán, al entrar en el desierto para hacer frente a Satanás sin ayuda. Por cuatro mil años la raza había estado disminuyendo en tamaño y fuerza física, y deteriorándose en valor moral”
Deseado de Todas las Gentes, página 91 (1955): “Durante cuatro mil años, la familia humana había estado perdiendo fuerza física y mental, así como valor moral; y Cristo tomó sobre sí las flaquezas de la humanidad degenerada. Únicamente así podía rescatar al hombre de las profundidades de su degradación.”
Nuevamente, esta es una referencia a la disminución de la “fuerza física y mental” que se dio desde Adán hasta los días de Jesús. Los hombres ya no poseían para ese entonces la memoria y el vigor original que había tenido el primer hombre cuando salió de las manos del Creador. Y esa debilidad física afectaba también la dignidad y el valor moral de la gente para hacer frente a la maldad. El Hijo de Dios “tomó sobre sí las flaquezas de la humanidad degenerada” (DTG 91).
¿Cómo asumió Jesús las flaquezas de la humanidad? Puede tratarse aquí de una referencia a su herencia física que tomó de María, tan contrastante con el vigor físico del primer Adán. Pero puede tratarse también de su asunción vicaria de la degradación humana, ya que nunca estuvo enfermo (Mat 8:16-17).
Mensajes Selectos, tomo 3, página 150 (1985): “Aquel que se hallaba con la salud de una perfecta virilidad.”
Esto lo veremos más adelante al considerar otros pasajes y declaraciones del Espíritu de Profecía.
2. Jesús fue tentado como Adán antes de la caída, sin propensión natural al mal.
Adán pecó sin poseer propensiones o tendencias o inclinaciones al mal. Por eso, su pecado fue diferente al pecado de su descendencia que ya poseyó una inclinación al mal. En efecto, nosotros no introdujimos el pecado, ni la muerte provino de nosotros, sino de él.
Romanos 5:12: “El pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecado, así también la muerte se extendió a todos los hombres.”
Y Romanos 5:14: “la muerte reinó desde Adán… aun sobre los que no habían pecado con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir.”
¿Por qué Adán es figura del que había de venir? Porque el que había de venir no iba a tener una tendencia innata a la transgresión como la que tuvieron los descendientes del primer Adán.
A Fin de Conocerle, página 367 (2008):“Los hombres están contaminados con pecado, y no pueden tener un concepto adecuado del carácter odioso del mal…”
Pero Cristo odió “el pecado con un odio perfecto.” A Fin de Conocerle, página 68 (1964)
16 MR 201, 117: “No debe haber la menor duda en cuanto a la perfecta libertad de pecaminosidad en la naturaleza humana de Cristo.”
En el lugar de Adán antes de la caída
Deseado de Todas las Gentes, página 92 (1955): “Muchos sostienen que era imposible para Cristo ser vencido por la tentación. En tal caso, no podría haberse hallado en la posición de Adán; no podría haber obtenido la victoria que Adán dejó de ganar.”
Elena G. de White, Comentario Bíblico Adventista, tomo 5: página 1102: “Sed cuidadosos, sumamente cuidadosos en la forma en que os ocupáis de la naturaleza de Cristo. No lo presentéis ante la gente como un hombre con tendencias al pecado. Él es el segundo Adán. El primer Adán fue creado como un ser puro y sin pecado, sin mancha de pecado sobre él’.,era la imagen de Dios. Podía caer, y cayó por la transgresión.¨ Por causa del pecado su posteridad nació con tendencias inherentes a la desobediencia. Pero Jesucristo era el unigénito Hijo de Dios. Tomó sobre sí la naturaleza humana, y fue tentado en todo sentido como es tentada la naturaleza humana. Podría haber pecado, podría haber caído, pero en ningún momento hubo en él tendencia alguna al mal. Fue asediado por las tentaciones en el desierto, como lo fue Adán por las tentaciones en el Edén”. (Carta 8,1895).
16 MR 1211, 182: “La prueba para Cristo fue más grande que la de Adán y Eva, porque Cristo tomó nuestra naturaleza, caída, pero no corrompida, y no se corrompería a menos que recibiese las palabras de Satanás en lugar de las palabras de Dios.”
RH 05-23-99, 8: “Cristo pasó sobre el suelo en donde Adán tambaleó y cayó… Como substituto y garante del hombre, Cristo redimió la vergonzosa caída de Adán, y guardó el camino del Señor.”
AU Gleaner 08-19-03: “Cristo, la propiciación de nuestros pecados, declaró: ‘Me pondré en el lugar de Adán. Tomaré sobre mí mismo la penalidad de su pecado. El tendrá otra prueba… Tendrá los privilegios y oportunidades de un hombre libre, y se le permitirá ejercer su poder de elección otorgado por Dios.”
3. Por naturaleza somos malos, pecadores y mortales. Por consiguiente, se requería que el Hijo de Dios no heredase la naturaleza pecaminosa de Adán para poder darnos vida.
Nosotros, hijos de Adán después de la caída, no podemos estar en el lugar de Adán antes de la caída para ser tentados sin antecedentes como lo fue él. Porque venimos ya con una herencia pecaminosa. Pero Jesús, el Hijo de Dios, sí, porque como Adán, estuvo en perfecta libertad de pecado por haber sido engendrado por Dios mismo.
De esto se deduce que ningún hijo de Adán tiene derecho a la vida eterna.
En la sentencia divina, “el día que de él comieres [del árbol prohibido], morirás” (Gén 2:17), puede leerse la pérdida de ese derecho a la vida que había tenido el primer Adán. Y junto con él, toda su descendencia perdió ese derecho, porque su progenitor no podía procrear seres que tuviesen una naturaleza perfecta que ya no poseía. De manera que si heredamos la condenación que cayó sobre el primer Adán, heredamos también su pecado.
El salmista dijo: “Yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre” (Salmo 51:5).
“Desde la matriz están desviados los impíos; desde su nacimiento se descarrían los que hablan mentiras” (Salmo 58:3).
“Rebelde te han llamado desde el seno materno” (Isaías 48:8).
Y el apóstol Pablo describió la realidad que todos conocían, que: “El pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecado, así también la muerte se extendió a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).
“Todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (Ef. 2:3). “Hijos de desobediencia” (v. 2).
RH 04-16-01: “La naturaleza humana fue corrompida en su misma fuente.”
¿Puede decirse de Jesús que era “por naturaleza” hijo de ira, hijo de desobediencia? ¡No! Él era el Hijo de Dios. Él no heredó ni el pecado, ni la culpa, ni la condenación de Adán. El fue una fuente de vida, no una fuente de corrupción.
MR 236: “La herencia de los hijos es el pecado. El pecado los separó de Dios. Jesús dio su vida para poder unir los lazos rotos a Dios. En relación con el primer Adán, los hombres no reciben ninguna otra cosa que culpa y la sentencia de muerte. Pero Jesús da un paso adelante y pasa sobre el terreno donde Adán cayó, sufriendo toda prueba en ayuda del hombre. Redime la caída y el fracaso vergonzoso de Adán al salir sin mancha de la prueba.”
Seamos realistas y consistentes. Si recibimos la sentencia de muerte de Adán, es porque heredamos su pecado y su culpa.
En esta cita del Espíritu de Profecía que acabamos de leer, vemos que la herencia que la descendencia de Adán recibe “es el pecado”, su “culpa y sentencia de muerte”. Los hijos de Adán son “malos” por naturaleza (Mateo 7:11; Lucas 11:13). Por eso dijo Pablo, “todos mueren en Adán” y necesitan a Alguien que no reciba esa herencia mala y condenada para poder darles vida, y ese Alguien es Cristo (1 Corintios 15:22).
Jeremías 17:9: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”
Génesis 8:21: “El intento del corazón del hombre es malo desde su niñez.”
Génesis 6:5: “Toda intención de los pensamientos de su corazón [del hombre] era sólo siempre el mal.”
Deseado de Todas las Gentes, página 143 (1955): “Por naturaleza el corazón es malo.”
AU Gleaner 08-19-02, 1: “Después que Adán y Eva pecaron, estuvieron bajo la esclavitud de la ley.”
ST 02-10-88, 7: “Era imposible para quienes se habían una vez debilitado a sí mismos por la transgresión, cumplir con los requerimientos de Dios; la consecuencia y la penalidad del pecado estaba sobre la raza” (ST 02-10-88, 7).
Palabras de Vida del Gran Maestro, página 253 (1971): “Todo lo que podamos hacer por nosotros mismos está contaminado por el pecado” (Mar 78).
GC88 555: “La naturaleza errante y pecaminosa del hombre.”
Educación, página 28 (2008): “Hay en su naturaleza una inclinación al mal, una fuerza que, sin ayuda, no puede resistir.”
“No hay hombre que no peque” (1 Reyes 8:46).
“No es justo delante de ti ningún viviente” (Salmo 143:2).
“Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y nunca peque” (Eclesiastés 7:20).
“Todos están bajo pecado; como está escrito: ‘no hay justo, ni aún uno” (Romanos 3:9-10).
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8,10).
“De la punta del pie a la cabeza no hay nada sano en ustedes; todo es heridas, golpes, podrida llaga; nadie se las ha curado ni vendado, ni les ha calmado los dolores con aceite” (Isaías 1:6).
“¿Quién hará algo limpio de lo inmundo? ¡Nadie!” (Job 14:4).
“¿Qué es el hombre para que sea puro, o el nacido de mujer para que sea justo?” (Job 15:14).
“¿Quién puede decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?” (Proverbios 20:9).
¿Puede este prontuario de la naturaleza humana de los hijos de Adán, con sus tendencias pecaminosas heredadas y cultivadas, ser el mismo prontuario de la naturaleza humana del Redentor del mundo? Malo, impotente, contaminado e inmundo, errante, pecaminoso, merecedor por naturaleza de la penalidad del pecado, etc. ¡Por supuesto que no! “La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni lo que se corrompe hereda lo incorruptible” (1 Corintios 15:50).
La humanidad no puede elevarse sobre sí misma porque, por el pecado de su progenitor terrenal, fue “hecha” o “constituida” pecadora (Romanos 5:19). “Todos están bajo pecado” (Romanos 3:9).
Pero aunque todos estábamos “muertos en delitos y pecados” (lo que significa muertos espiritualmente por ser carnales desde el nacimiento), vino Cristo para darnos vida (Efesios 2:5). Un muerto no da vida a otro muerto. “El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente; el último Adán, espíritu vivificante” [que da vida] (1 Corintios 15:45).
4. Para que el Hijo de Dios pudiese ser una ofrenda perfecta y llevar el pecado del pueblo, no podía heredar la naturaleza espiritual caída de Adán. Debía ser limpio, sin mancha ni contaminación.
Por mucho tiempo se ha discutido en el cristianismo si nacemos en pecado, o si simplemente tenemos tendencias al pecado. El hecho de que en la historia de esta tierra hubo un solo hombre que nunca pecó, (por lo cual sólo por él vino la redención), nos lleva a creer con E. de White que
Conducción del Niño, página 414: Los pecados de los padres serán visitados sobre sus hijos porque los padres les han dado el sello de sus propias propensiones concupiscentes.
El apóstol Pablo escribió que “las pasiones pecaminosas” obran “en nuestros miembros, y” llevan “fruto de muerte” (Romanos 7:5), porque están en “guerra contra la ley de” nuestra “mente”, y nos “someten a la ley del pecado que está en” nuestros “miembros” (v. 23). “Fuimos vendidos al poder del pecado” (v. 14; véase Gálatas 5:17).
Los pequeños necesitan también un Salvador
Por el hecho también de que la Iglesia Católica pensó resolver el problema con la creencia del pecado original y el consiguiente bautismo de los niños para quitarles ese pecado, muchos adventistas terminaron creyendo que no recibimos el pecado de Adán, sino sólo su herencia que tiende al mal. Esto podría llevarnos a creer que si un niño muere al nacer, no pudo haber tenido un pecado consciente y, a pesar de su herencia pecaminosa, merecería la vida eterna. Pero nos encontramos con serios problemas si nos quedamos con la idea de recibir sólo la herencia pecaminosa de Adán, pero no la pérdida de la vida eterna en el caso de no pecar. Por ejemplo, ¿cuál fue la culpa del hijo que David tuvo de la mujer de Urías hitita para que Dios lo matara? (2 Sam 11 y 12). Ninguna. Pero murió a causa del pecado de David.
¿Qué pasó con los niños de toda la generación antediluviana que pereció bajo las aguas del diluvio que Dios les mandó? ¿Qué pasó con los pueblos enemigos a quienes Dios mandó raer de la tierra, con toda su prole? “Pero en las ciudades de estos pueblos… no dejarás con vida nada que respire, sino que los destruirás por completo…” (Deut 20:16-17).
Las madres solían ofrecer sus criaturas a Moloc, degollándolos, y Dios mandó destruir esas naciones por completo. “Ataca a los amalecitas y destruye todo lo que tienen. Mata a hombres, mujeres y niños… No le perdones la vida a nadie” (1 Sam 15:2-3).
Esos niños no cometieron tampoco ningún pecado y, sin embargo, merecían la muerte. ¿Por qué? Porque pertenecen a sus padres, y todo lo que “pertenece” a sus padres tuvo que ser destruido. En otras palabras, los hijos heredan el pecado, la culpa y la sentencia de muerte de sus padres. Al heredar la sentencia de muerte de Adán, según vimos más arriba, todos, inclusive los pequeños, reciben también la culpa de Adán por la que participan de la pena de muerte. De manera que no existe un limbo a donde el Señor los envíe (un invento católico), ni tampoco estarán sufriendo eternamente en el fuego (otro invento católico que viene de la filosofía pagana griega), y ni siquiera tendrán algo que pagar en el castigo final.
Según los pasajes que vimos en la Biblia, en donde Dios destruía también los pequeños de los malvados, podemos entrever que esos niños no resucitarán. Pero si fueron muy pequeños, tampoco recibirán el grado de culpa y castigo de sus padres porque no cometieron ningún pecado en especial. Pasará con ellos como pasará con los esclavos a quienes por el maltrato dado por sus amos, se volvieron como los animales. Según el Espíritu de Profecía, no resucitarán para seguir sufriendo, porque los llevaron a la fuerza a dejar de ser capaces de tomar decisiones propias.
Primeros Escritos, página 276: “Dios no puede llevar al cielo el esclavo que ha sido guardado en la ignorancia y degradación no sabiendo nada de Dios y la Biblia. Temiendo solamente el látigo de su amo y permaneciendo en una posición más baja que los brutos. Lo mejor para este esclavo de un Dios compasivo es permitirle como que no hubiera existido.”
Los juicios de Dios que cayeron sobre toda la tierra en el diluvio y sobre el mundo antiguo, y que volverán a caer al final sobre el mundo entero, nos muestran que después de la caída de Adán, la pena de muerte pesa sobre toda la humanidad. De manera que para ser salvos, los pequeños como los adultos necesitan también la intervención de un Salvador. ¿Qué pasará con los bebés de los padres fieles? (¿Quién sabe si no también con algunos fetos que no alcanzaron a nacer con vida?). Les serán entregados a sus madres en la resurrección porque les pertenecieron, carne de su carne y hueso de sus huesos, formaron parte de los padres, y de la herencia de vida que esos padres recibieron del segundo Adán.
Esto lo confirma una visión de E. de White. Vio cómo “santos ángeles” llevaban “niñitos a los brazos de sus madres” en el día de la resurrección final (CS 703).
Y en otra visión vio que algunos pequeños volaban pero no encontraban a nadie que los guiase, hasta que los ángeles los llevaron consigo al cielo. Deduzco que se tratará de padres cuyos pequeños murieron cuando eran fieles, pero que luego apostataron. Encontrarán allá arriba sin duda otros brazos que los mimarán, ya que sus padres se habrán perdido para siempre.
Recordemos que los niños de entre el pueblo de Dios son también la heredad del Señor. “Herencia del Eterno son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre” (Salmo 127:3). Esos niños pertenecen no sólo a sus padres terrenales fieles, sino también al Señor. Dios mismo prometió a los padres fieles de su pueblo: “yo salvaré a tus hijos” (Isa 49:25). En armonía con este principio dijo Jesús también que de los niños “es el reino de los cielos” (Mat 19:14).
Y en realidad, todo el pueblo de Dios fue redimido ya en la antigüedad para ser la herencia del Eterno (Deuteronomio 7:6; 26:18-19; 32:9; 1 Reyes 8:51; Salmos 74:2; 135:4; 1 Pedro 2:9, etc). Porque mediante el evangelio que fue dado a los antiguos a través de sombras y prefiguraciones (Hebreos 4:2), Dios adoptó su pueblo como hijo por gracia, en virtud de la redención futura del Hijo de Dios (Éxodo 4:22-23). En este contexto, podemos entender la admiración del apóstol Juan cuando dijo: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios. Y eso es lo que somos.” (1 Juan 3:1)
¿Nació Cristo en pecado?
Al captar esta realidad de que nacemos en pecado, algunos adventistas postlapsarios han pretendido que Cristo fue hecho pecado al nacer. Por ejemplo, Jack Sequeira, Saviour of the World. The humanity of Christ in the light of the everlasting gospel (PPPA, Boise, Idaho, 1996), 167,169,174,198,200,209. Y aunque otros no sean tan audaces para decirlo, eso es lo que dan a entender cuando dicen que Jesús vino con una naturaleza espiritual pecaminosa. Pero preguntémonos. ¿Nació realmente Cristo en pecado? No, porque en ese caso no hubiera podido ser una ofrenda perfecta.
Los católicos pensaron también resolver esa realidad diciendo que Dios hizo a María sin pecado e inmaculada para poder ser corredentora. Pero eso es una invención que no tiene ningún fundamento bíblico, y deja abierta la pregunta de cómo pudo nacer inmaculada proviniendo de padres que no fueron inmaculados. Ya que, a diferencia de Jesús, sus dos padres fueron terrenales.
¿Cuándo eran hechos pecado los animales limpios que se ofrecían en sacrificio por el pecado? ¿Eran hechos pecado cuando nacían o cuando se confesaba el pecado con la mano sobre la cabeza del animal? (Levítico 4:4,15; 5:5, etc). Cuando se traían los animales para ser sacrificados, debían tener un año, ser limpios, “sin defecto ni mancha” alguna (Éxodo 12:5; Levítico 1:3,10; 23:12; Números 7:57). Esa condición se requería también del Hijo de Dios para que su sacrificio fuese aceptado por Dios, quien ejerció su ministerio en pleno vigor de la vida, en torno a los 30 años (Luc 3:23).
“Se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios” (Hebreos 9:14).
“Fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres… con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo” (1 Ped 1:18).
Fue “hecho pecado” en el Getsemaní
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).
¿En qué momento ocurrió eso? Según el Espíritu de Profecía, Dios hizo a su hijo “pecado” en el Getsemaní, y en forma vicaria, porque fue allí que el Hijo comenzó a sentir cuánto aborrece Dios el pecado y cuya ira debía caer ahora sobre él por haber asumido nuestra falta (aunque fue cargando el pecado del pueblo a lo largo de su ministerio: Mateo 8:17; cf. Isaías 53:4).
Deseado de Todas las Gentes, página 636 (1955): “Durante toda su vida en la tierra había andado en la presencia de Dios… (Jn 8:29). Pero ahora le parecía estar excluido de la luz de la presencia sostenedora de Dios. Ahora se contaba con los transgresores. Debía llevar la culpabilidad de la humanidad caída. Sobre el que no conoció pecado, debía ponerse la iniquidad de todos nosotros.”
Deseado de Todas las Gentes, página 637 (1955): “Sentía que el pecado le estaba separando de su Padre. La cima era tan ancha, negra y profunda que su espíritu se estremecía ante ella. No debía ejercer su poder divino para escapar de esa agonía. Como hombre, debía soportar la ira de Dios contra la transgresión.”
Deseado de Todas las Gentes, página 637 (1955): “Cristo asumía ahora una actitud diferente de la que jamás asumiera antes… Como substituto y garante del hombre pecaminoso, Cristo estaba sufriendo bajo la justicia divina.”
Deseado de Todas las Gentes, página 638 (1955): “Los pecados de los hombres descansaban grandemente sobre Cristo, y el sentimiento de la ira de Dios contra el pecado abrumaba su vida.”
Es evidente, según lo documentamos más arriba, que hay más que tendencia o propensión al mal al nacer. Tenemos una herencia pecaminosa mortífera que no da a nadie derecho a la vida eterna, ni siquiera a los bebés recién nacidos. Incluso, los dos hijos de Rebeca se peleaban entre ellos en el mismo vientre de su madre (Génesis 25:22-23). Y una vez más, era necesario que el Redentor no recibiese esa herencia pecaminosa de Adán después de la caída, por lo cual, consistentemente, los evangelios nos cuentan que quien lo engendró no fue ningún padre terrenal, sino Dios mismo en la persona del Espíritu Santo. Una ofrenda perfecta.
Mensajes Selectos, tomo 3. Página 147 (1985): “Cristo no poseía la misma deslealtad pecaminosa, corrupta y caída que nosotros poseemos, porque en ese caso no podría ser una ofrenda perfecta.”
Elena G. de White, Comentario Bíblico Adventista, tomo 5: página 1103: “Pero que cada ser humano permanezca en guardia par que no haga a Cristo completamente humano, como uno de nosotros, porque esto no puede ser… Nunca dejéis en forma alguna, la más leve impresión en las mentes humanas de que una mancha de corrupción o una inclinación hacia ella descansó sobre Cristo, o que en alguna manera se rindió a la corrupción. Fue tentado en todo como el hombre es tentado, y sin embargo él es llamado “el Santo ser.”
5. Si no hubiese sido una ofrenda perfecta, tampoco hubiera podido ser nuestro substituto.
Para poder ser el substituto de una raza caída, el Hijo de Dios debía cargar con su culpa sin poseer en su humanidad el estigma del pecado que la humanidad acarrea. Por tal razón, ningún hijo de Adán podía morir como un substituto aceptable nuestro, ya que según vimos, ningún ser humano fue justo ni podrá serlo jamás por sí mismo (1 Reyes 8:46; Eclesiastés 7:20; 1 Juan 1:8; Romanos 3:9-10). Simplemente, esto “era imposible” debido a la debilidad de nuestra naturaleza pecaminosa que heredamos de nuestros primeros padres (Romanos 8:3,7; véase Salmos 51:5; 58:3).
ST 02,17,09, 9: “Después de la caída, Dios vio que el hombre no tenía poder en sí mismo para guardarse de pecar, y se hizo provisión para que pudiese recibir ayuda.”
14 MR 1094, 82: “La naturaleza pecaminosa del hombre es débil, y está predispuesta a la transgresión de los mandamientos de Dios. El hombre no tenía poder para hacer las obras de Dios; ésa es la razón por la que Cristo vino a nuestro mundo, para que pudiese impartirle poder moral. No había poder ni en el cielo ni en la tierra a no ser el poder de Cristo que pudiese librar…”
Youth Instructor 12-28-99, 2: “El Hijo de Dios vino a la tierra porque vio que el poder moral del hombre es débil.”
Mensajes Selectos, tomo 1, página 327 (1966): “Porque el hombre caído no podía vencer a Satanás con su fortaleza humana, vino Cristo de las reales cortes del cielo para ayudarlo con su fortaleza humana y divina combinadas.”
La sustitución bíblica
¿Cómo funciona la sustitución bíblica en nuestra situación humana? Que alguien limpio, inocente, sin mancha, cargue con la suciedad y la culpa del transgresor, y muera por él.
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero el Señor hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros” (Isaías 53:6).
“Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24).
Algunos postlapsarios toman ciertas declaraciones del Espíritu de Profecía que refieren el hecho de que Jesús cargó sobre sí con las debilidades humanas, y piensan que esas declaraciones tienen que ver con la herencia caída de la humanidad que Jesús recibió en lo moral y espiritual. Pero si bien es cierto que Jesús recibió nuestra naturaleza física caída (sin la potencialidad física y mental que tenía la naturaleza de Adán), su naturaleza espiritual fue engendrada limpia y se mantuvo así hasta que cargó con nuestro pecado en la cruz. No vino con propensiones morales pecaminosas, ni fue tentado en lo moral como veremos luego. Al contrario, según acabamos de ver, vino para impartirle al hombre un “poder moral” que éste ya no tenía.
Youth Instructor 12-28-99, 2: “El Hijo de Dios vino a la tierra porque vio que el poder moral del hombre es débil.”
Jesús no se enfermó por llevar nuestras enfermedades y debilidades típicas de una naturaleza caída
¿Para qué vino Jesús? Para familiarizarse con las debilidades comunes de la especie humana, y poder compadecerse de las luchas que los seres humanos caídos tenemos. Para ello no necesitaba participar de sus degradaciones, ni dejar de ser sano y santo. Porque nunca estuvo enfermo. Nadie pudo decirle al sanar a los enfermos, “médico, cúrate a ti mismo” (Lucas 4:23).
Ningún sacerdote pudo testificar que vio a Jesús trayendo un animal limpio para ofrecerlo por su pecado, porque él mismo era el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo” (Juan 1:29). Por lo cual pudo decirles también a quienes cuestionaban su misión: “¿quién de Uds. me prueba que tengo pecado?” (Juan 8:46).
“Y al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; y expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías cuando dijo: ‘él mismo tomó nuestras flaquezas y llevó nuestras enfermedades’” (Mateo 8:16-17).
Aquí vemos que Jesús llevó las flaquezas o debilidades y enfermedades de nuestra raza humana en forma vicaria, no como una herencia carnal que recibió de María. Libró a los endemoniados sin haber nacido bajo posesión demoníaca, ni estar jamás endemoniado ni enfermo. De manera que el trueque que se dio en él para quitar las enfermedades del pueblo al llevarlas sobre sí, tuvo que ver con una carga espiritual de empatía y sufrimiento que experimentó al conocer las desgracias del mundo. Lo mismo sucede con nuestro pecado que él cargó sobre sus espaldas, según ya vimos, sin por eso haber participado en los halagos de la carne que pesan sobre los seres humanos.
Mensajes Selectos, tomo 3, página 150 (1985): “Cristo era el único que podía sobrellevar las aflicciones de toda la familia humana. “En toda angustia de ellos él fue angustiado”, Nunca soportó [por sus pecados] la enfermedad en su propia carne, pero cargó las enfermedades de los demás. Cuando la humanidad sufriente lo cercaba, Aquel que se hallaba con la salud de una perfecta virilidad, era como uno que sufría con ellos.”
Asunción vicaria de las debilidades y degeneraciones de nuestra raza
Las siguientes citas muestran la asunción vicaria por parte de Cristo de las debilidades y degeneraciones de nuestra raza. También prueban que el perfeccionamiento de Jesús tuvo que ver, en este contexto específico, con su entrenamiento para ser el Salvador del mundo. Y ese aprendizaje ni siquiera Adán habría podido adquirirlo antes de la caída, porque sólo puede aprendérlo mediante el sufrimiento en medio de un mundo pecador, y en sujeción a tan penoso trajinar.
Es así como Cristo puede ser un perfecto Salvador. Es así como puede entendernos en nuestras pruebas, no porque le atrajo el pecado en cualquiera de sus formas, sino porque cargó con todo eso en forma vicaria durante su ministerio y, en especial, al morir en la cruz. Y con ese conocimiento de nuestras luchas y pesares, puede justificarnos como un abogado infalible ante la presencia de Dios.
Tenemos a Alguien que entiende nuestro lado en la corte más alta del universo. Y puede compadecerse de nuestras debilidades, porque las conoce. Es ese conocimiento el que lo capacita para ser nuestro abogado y sumo sacerdote ante los ángeles de Dios (Hebreos 8:1-2; 1 Juan 2:1). Ya lo había dicho el profeta: “Aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca…, el Eterno quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento, e… hizo su vida una ofrenda por el pecado. Por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos” (Isaías 53:11).
Isaías 53:3-6: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el Eterno cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isa 53:3-6).
Hebreos 5:7-9: “Cristo, en los días de su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía librarle de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente; y aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció; y habiendo sido hecho perfecto, vino a ser fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Heb 5:7-9).
Hebreos 2:10: “Porque convenía que aquel para quien son todas las cosas y por quien son todas las cosas, llevando muchos hijos a la gloria, hiciera perfecto por medio de los padecimientos al autor de la salvación de ellos” (Heb 2:10).
ST 5-20-89, 8: “Él tomó sobre sí la humanidad para poder conocer las debilidades y tentaciones de la humanidad, y de esta forma saber cómo ayudar y salvar a los hombres. El capitán de nuestra salvación fue hecho perfecto mediante el sufrimiento. ¿No era perfecto antes?—Sí. Pero fue hecho un salvador perfecto al aprender obediencia por las cosas que sufrió” (“It is best to be Christians”, en ST 5-20-89, 8).
6. Nunca nadie sufrió como Cristo justamente por tener una naturaleza limpia y sana en un mundo de pecado. Pisó solo el lagar.
Conocí pastores que debieron abandonar su ministerio debido a que no podían sobrellevar los problemas de otros. Se enfermaban al tratar de abordar la miseria de la humanidad. También hay personas que no pueden soportar el dolor físico de otros. Tales personas no podrían ser enfermeras o médicas. También fue una carga para Jesús sobrellevar el dolor y la miseria de la humanidad sin perder aliento. Es precisamente por el hecho de no tener propensiones al pecado, que su carga y sus tentaciones fueron mayores que las nuestras, porque debió estar sujeto a la vida terrenal y a sus autoridades con una sensibilidad mayor que la nuestra por la justicia y la verdad.
A Fin de Conocerle, página 367:“Los hombres están contaminados con el pecado, y no pueden tener una concepción adecuada del atroz carácter del mal que acarician.
Pero Cristo odió “Odiaba el pecado con perfecto odioA Fin de Conocerle, página 66
ST 12-09-97: “La naturaleza humana de Cristo se asemeja a la nuestra, y sintió el sufrimiento más agudamente debido a que su naturaleza espiritual estaba libre de toda mancha de pecado.”
“Pues por cuanto él mismo fue tentado en el sufrimiento, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18).
Cristo, Nuestro Salvador, página 31: “Aunque el Salvador siempre estuvo protegido por ángeles celestiales, su vida fue una larga lucha contra los poderes de las tinieblas. Ninguno de nosotros tendrá jamás que enfrentar tentaciones tan terribles como las suyas.
Jesús “se conmovió y estremeció” frente a la tumba de Lázaro, y lloró delante de la multitud a pesar de saber que él era la resurrección y la vida (Juan 11:33,35,38). Sintió compasión por la viuda de Naín (Lucas 7:13). Lloró sobre Jerusalén, previendo la triste suerte de la ciudad sobre la cual había descansado su gloria divina por tanto tiempo (Luc 19:41). También tuvo compasión al ver las multitudes, al verlas “desamparadas y dispersas como ovejas sin pastor” (Mateo 9:36), y su compasión lo llevó a sanar sus enfermedades (Marcos 14:14).
También tuvo compasión cuando la multitud permaneció con él por tres días sin comer en la ladera de la montaña, y atendió sus necesidades (Marcos 8:2-3). Se angustió y se turbó grandemente cuando vino al Getsemaní, “con su alma abrumada de tristeza, al punto de morir”, pues debía llevar ahora a la cruz los pecados de la humanidad sobre sí mismo (Marcos 14:33-34).
En las siguientes citas podemos ver de nuevo que Jesús llevó las debilidades y degeneraciones de la raza humana en forma vicaria, como nuestro substituto, sin poseer nuestras pasiones carnales, sin tener atractivo por el pecado. Cristo no estuvo sujeto a la esclavitud del pecado, sino que vino y permaneció completamente libre del pecado como Adán antes de la caída.
Mensajes Selectos, tomo 1, página 314 (1954): “El tomó la naturaleza humana y llevó las debilidades y la degeneración del hombre. El que no conoció pecado, llegó a ser pecado por nosotros.”
ST 29 de mayo, 1901: “Él iba a ocupar su posición a la cabeza de la humanidad tomando la naturaleza pero no la pecaminosidad del hombre.”
16 MR 201, 117: “No debe haber la menor duda en cuanto a la perfecta libertad de pecaminosidad en la naturaleza humana de Cristo.”
ST 10-17-00, 10: “El [Cristo] llevó ‘la semejanza de la carne pecaminosa’”, fue “debilitado físicamente” (ST 10-17-00, 10)
“Puede obrar con benignidad para con los ignorantes y extraviados, puesto que él mismo está rodeado [o acosado] de flaquezas” (Hebreos 5:2).
Mensajes Selectos, tomo1, página 295 (1966): “Al tomar la naturaleza humana, Cristo fue hecho idóneo para comprender las pruebas y dolores del hombre y todas las tentaciones con las que es acosado.
“Él es un hermano en nuestras flaquezas, pero no en poseer pasiones semejantes. Como el Ser sin pecado, su naturaleza rechazaba el mal. Soportó luchas y tortura del alma en un mundo de pecado. Su humanidad hizo de la oración una necesidad y un privilegio. El necesitaba todo el más fuerte sostén y consolación divinos que su padre estaba listo a impartirle, a Aquel que había, en beneficio del hombre, dejado los gozos del cielo y elegido su hogar en un mundo frío y desagradecido” (7 SDABC 455).
A Fin de Conocerle, página 66 (2008): “La senda desde el pesebre al Calvario fue ensombrecida por el dolor y la pena. Fue el varón de dolores y soportó tal quebrantamiento de corazón que ningún lenguaje humano puede describir. Podría haber dicho en verdad: “Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido”. Lamentaciones 1:12. Su sufrimiento fue la más profunda angustia del alma; ¿y qué hombre pudo haber simpatizado con la angustia del alma del Hijo del Dios infinito? Odiaba el pecado con perfecto odio, y sin embargo atrajo sobre su alma los pecados de todo el mundo al recorrer la senda del Calvario, sufriendo el castigo de los transgresores.
La niñez de Cristo fue diferente a la de los demás niños
Cristo Nuestro Salvador, página 21 (1976): “Jesús no se asemejaba en todo a los demás niños… Con frecuencia, se le reprendía por no hacer lo que hacían los demás. En tales ocasiones demostraba por las Escrituras cuál era el camino recto… Por ser tan manso y bondadoso, los rabinos esperaban hacerle conformarse a la conducta de los demás; pero no podían lograrlo. Cuando se le instaba a que obedeciese las reglas de ellos preguntaba qué decía la Biblia al respecto, pues estaba bien dispuesto a hacer lo que ella dijera…
“Todo esto desagradaba a sus hermanos, quienes le amenazaron y trataron de atemorizarle, pero él siguió haciendo lo que Dios había ordenado… Muchas fueron las pruebas y las tentaciones que Jesús tuvo que soportar. Esto enojaba a los rabinos. Sabían que sus enseñanzas eran contrarias a la Palabra de Dios, y sin embargo, se disgustaban con Jesús porque rehusaba obedecerles. Se quejaron de él a sus padres. José y María creían que los rabinos eran hombres buenos, y Jesús tuvo que sufrir cargos injustos, cosa muy dura de soportar. Los hermanos de Jesús se ponían también del lado de los rabinos y decían que las palabras de aquellos maestros debían ser atendidas como las de Dios. Reprendían a Jesús por sobreponerse a los dirigentes del pueblo.
“Aunque el Salvador estuvo siempre guardado por ángeles celestiales, su vida fue una larga lucha contra los poderes de las tinieblas. Ninguno de nosotros tendrá jamás que sufrir tentaciones tan fuertes como las que acecharon a nuestro Salvador. Para cada tentación tenía una sola respuesta: ‘Escrito está’. No censuraba a menudo la mala conducta de sus hermanos, sino que les repetía lo que Dios había dicho.
“Nazaret era una población corrompida y los niños y los jóvenes procuraban inducir a Jesús a que siguiera los malos caminos de ellos. Como era alegre y animoso, les gustaba su compañía. Pero sus principios rectos los irritaban. Frecuentemente le llamaban cobarde porque rehusaba participar con ellos en algún acto prohibido. También se mofaban de él porque era tan escrupuloso. A todo esto respondía: ‘Escrito está’. ¡He aquí que el temor del Señor es la Sabiduría, y el apartarse del mal, la Inteligencia!’ (Job 28:28). Amar el mal es amar la muerte, porque ‘el salario del pecado es muerte’ (Rom 8:3).
“Jesús no reivindicaba sus derechos. Al ser maltratado, lo soportaba todo con paciencia. Debido a que era tan bondadoso y resignado, su trabajo resultaba a menudo inútilmente duro. Pero nunca se desanimó, porque sabía que Dios le aprobaba” (CNS 21).
Pisó solo el lagar
El pisó solo el lagar, y nadie lo entendió hasta que se fue, y recién captaron sus discípulos quién había sido el que había estado con ellos. Las descripciones inspiradas anteriores y las que ahora compartimos, pueden ayudarnos a entender la naturaleza diferente de las tentaciones de Cristo, y cómo tuvo que sobrellevar la pecaminosidad de la naturaleza humana corrompida de los demás. Eso es lo que nos conmueve y nos impulsa a querer imitarlo y ser como él.
Mientras que su madre le enseñaba la Biblia, su Padre celestial lo instruía regularmente.
Dios Nos Cuida, página 234 (1991): “Durante su niñez, su juventud y su edad viril, Jesús anduvo solo. En su pureza y fidelidad, pisó solo el lagar, y ninguno del pueblo estuvo con él. Llevó el espantoso peso de la responsabilidad de salvar a los hombres. Sabía que a menos que hubiese un cambio definido en los principios y los propósitos de la familia humana, todos se perderían. Era esto lo que pesaba sobre su alma, y nadie podía apreciar esa carga que descansaba sobre él.
Durante toda su vida, su madre y sus hermanos no comprendieron su misión. Ni aun sus discípulos lo comprendieron. Había morado en la luz eterna, siendo uno con Dios, pero debía pasar en la soledad su vida terrenal. Como uno de nosotros, debía llevar la carga de nuestra culpabilidad y desgracia. El Ser sin pecado debía sentir la vergüenza del pecado. El amante de la paz debía habitar con la disensión, la verdad debía morar con la mentira, la pureza con la vileza. Todo el pecado, la discordia y la contaminadora concupiscencia de la transgresión torturaban su espíritu.
Debía hollar la senda y llevar la carga solo. Sobre Aquel que había depuesto su gloria y aceptado la debilidad de la humanidad, debía descansar la redención del mundo. El lo veía y sentía todo, pero su propósito permanecía firme. De su brazo dependía la salvación de la especie caída, y extendió su mano para asir la mano del Amor omnipotente.
La misma necesidad es evidente en nuestro mundo de hoy. Son pocos los que aprecian todo lo que Cristo es para ellos. Si lo hicieran, expresarían el gran amor de María, ofrendarían libremente el ungüento, y no lo considerarían un derroche ver. Mateo 26:6-13. Nada tendrían por demasiado costoso para darlo a Cristo, ningún acto de abnegación o sacrificio personal les parecería demasiado grande para soportarlo por amor a él.
La soledad de Cristo, separado de las cortes celestiales, viviendo la vida de los seres humanos, nunca fue comprendida ni apreciada por sus discípulos como debiera haberlo sido… Cuando ya no estaba con ellos y se sintieron en verdad como ovejas sin pastor, empezaron a ver cómo hubieran podido hacerle atenciones que hubieran infundido alegría a su corazón…
Mensajes Selectos, tomo 1, página 296 (1966): “Cristo se sometió al insulto y la burla, al desprecio y al ridículo. Oyó cómo se falseaba y aplicaba mal su mensaje, que estaba lleno de amor, bondad y misericordia. Oyó que a él lo llamaban el príncipe de los demonios porque testificaba que era Hijo de Dios. Su nacimiento fue sobrenatural, pero para su propia nación, para los que tenían cegados los ojos a las cosas espirituales, fue considerado como un borrón y una mancha. No hubo una gota de nuestra amarga pena que él no probara, ninguna parte de nuestra maldición que él no soportara para que pudiera llevar hasta Dios a muchos hijos e hijas.
7. Cristo fue tentado en todo “semejante” a nosotros, no igual en la forma
Uno de los más grandes problemas de los postlapsarios es la manera inconsistente de interpretar los pasajes de la Epístola a los Hebreos que comparan las tentaciones de Jesús con las nuestras. Creen que Jesús tuvo que enfrentar a todas las tentaciones que nosotros tenemos en las mismas circunstancias y formas en que se presentan. El apóstol Pablo se expresó de la siguiente manera:
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).
“Por tanto, tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un misericordioso y fiel sumo sacerdote en las cosas que a Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo” (Hebreos 2:17).
“Fue tentado en todo según nuestra semejanza”. ¿Qué significa eso? ¿Que fue tentado a fumar un cigarrillo, marihuana? ¿Que tuvo que luchar contra la drogadicción para poder entender la gente que se esfuerza por salir de la droga y compadecerse de ellos? Si muchos de nosotros nunca tuvimos muchas de las tentaciones que otros tienen, ¿por qué debía Jesús pasar por las tentaciones de todo el mundo para darles a todos un ejemplo de cómo resistir la tentación?
¡No, no, no! Jesús no debía convertirse en el ser humano más depravado de la humanidad para salir a flote desde esa condición y poder comprender al más grande pecador. El homosexualismo, así como otras prácticas humanas equivalentes, son aberraciones que van “contra naturaleza” (Romanos 1:26-27, 31). Otros vicios como el cigarrillo y las drogas son destructoras, y esclavizan a sus víctimas, conduciéndolas a la enfermedad y la muerte. Y si muchos de nosotros no tenemos ni nunca tuvimos tales propensiones, es obvio que no todos los seres humanos somos tentados de la misma manera.
Esto nos lleva a preguntarnos cómo Jesús pudo ser “tentado en todo en nuestra semejanza”, sin tener las tendencias o atractivos por el pecado que tiene todo hijo de Adán. En efecto:
16 MR 1211, 182: “No debemos pensar que el riesgo de Cristo de ceder a las tentaciones de Satanás degradaba su humanidad y que poseía las mismas propensiones pecaminosas y corruptas del hombre.”
En qué consiste la tentación
Y aquí es donde debemos preguntarnos sobre la esencia de la tentación. Al estudiar la Biblia y los escritos del Espíritu de Profecía, se puede ver que la tentación consiste esencialmente en dejar de hacer la voluntad de Dios frente al conflicto o la provocación, cualquiera que sea su forma. Y en ese aspecto, según ya vimos, Jesús fue tentado mucho más fuertemente que nosotros, porque no hubo otro ser en la tierra que fue acosado tanto por las tinieblas como él. Como lo veremos luego, las tentaciones del diablo intentaron separarlo de su Padre y empujarlo a abandonar su misión redentora que su Padre le había trazado al venir a la tierra.
De manera que al decir el apóstol Pablo que Jesús fue “tentado en todo según nuestra semejanza”, no se estaba refiriendo a que iba a ser tentado en todo como nosotros en la forma, sino en los aspectos comunes que tenemos referente a la esencia de la tentación. Y aquí tenemos que considerar la importancia del término “semejanza” (homoióteta), que no es lo mismo que igual (isos).
Las tentaciones de Jesús y su naturaleza humana fueron semejantes, no iguales a las nuestras
Jesús no fue tentado en todo igual que nosotros, sino “según nuestra semejanza” (homoióteta). No tuvo una naturaleza espiritual pecaminosa como la nuestra, sino que vino “en semejanza (homoiómati) de carne de pecado”, o “en la forma de naturaleza pecaminosa” (Romanos 8:3).
En Hebreos 7:15 se dice que Jesús fue semejante (homoióteta) a Melquisedec, no igual, porque el mismo apóstol declara que Jesús era superior a Melquisedec, por cuanto a diferencia de Melquisedec, el sacerdocio del Hijo de Dios fue establecido para siempre (Hebreos 7:3). Esto muestra que entre Melquisedec y Cristo hay cosas en común, pero hay también diferencias bien significativas.
En Apocalipsis 4:7 leemos que los cuatro querubines que alaban a Dios frente a su trono eran “semejantes” (homoion), no “iguales” a un león, a un becerro, a un hombre, y a un águila. En Apocalipsis 1:13 y 14:14, Juan ve a Jesús “semejante a un Hijo del Hombre” porque lo ve glorificado, no como lo había visto en la tierra cuando vino por primera vez.
En Romanos 6:5 compara el apóstol la muerte y resurrección simbolizadas en el bautismo, con la muerte y resurrección reales de Cristo. Dice allí que morimos y resucitamos a semejanza de él (homoióteta), no igual a él. Entre el símbolo o la forma y la realidad, hay diferencias significativas. En Filipenses 2:6-7 leemos que siendo igual (isa) a Dios, tomó la forma humana en “semejanza (homoióteta) de hombres”.
Todo esto nos muestra que hay puntos en común entre Cristo y nosotros, pero hay diferencias bien substanciales en la naturaleza humana como en el tipo de tentaciones que tuvo el Hijo de Dios. Las tentaciones de Jesús fueron en esencia, equivalentes en todo a nuestras tentaciones. En su naturaleza humana sucedió lo mismo. La gente no percibió la diferencia porque lo vieron con una naturaleza física caída como la nuestra. Pero en cuanto a su naturaleza espiritual, debieron ser iluminados por Dios para poder verla (Mateo 16:15-17).
E. G. de White también entendió que Jesús asumió la semejanza de la carne pecaminosa. Esto significa que llevó nuestra naturaleza pecaminosa en algunos aspectos como el físico, pero no en lo espiritual y moral. El hecho de que la humanidad había sido debilitada en el pasado en lo que respecta al “valor moral”, no significa que tuvo tentaciones a la inmoralidad. Aunque el poder o la capacidad humana para hacer el bien se había debilitado ante el aumento de la maldad, el Hijo de Dios se mantuvo fiel y cumplió con la voluntad de su Padre en medio de la tempestad.
Hijos e Hijas de Dios, página 130 (1978): “Jesús había tomado sobre sí la naturaleza humana, y fue [hecho] en semejanza de la carne pecaminosa, y fue tentado por Satanás como todos los niños son tentados” (SD 128).
Patriarcas y Profetas, página 54 (1954): Dios enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado. (2 SP 29).
BEcho, Dec 15, 1892: “Vistió su divinidad con la humanidad, se despojó de sí mismo, y tomó la forma de un siervo, y fue hecho en la semejanza de carne pecaminosa” (BEcho, Dec 15, 1892; DTG 278).
Es en este sentido que debemos entender algunas citas del Espíritu de Profecía que hablan de la asunción de Cristo de nuestra naturaleza pecaminosa. Como lo vimos más arriba, esto lo hizo en la forma física, o en forma vicaria o substitutiva al cargar sobre sí nuestra naturaleza caída y clavarla en la cruz.
Ni en pensamiento pudo ser tentado Jesús
Satanás trató de confundir la mente de Cristo como lo había hecho con la mente de Eva primero, y luego de Adán. Pero no pudo inducir a Cristo a pecar ni siquiera en pensamiento. Hablando del pecador, advirtió E. de White que “sus más fuertes tentaciones vendrán del interior; porque debe luchar contra las inclinaciones del corazón natural…, finito e incapaz de ningún bien en y por sí mismo” (BEcho, Dec 1, 1892).
Comentario Bíblico Adventista, tomo 5, página 1103: Pero de Jesús dijo que en su interior no “había una… inclinación a la corrupción” (5 SDABC 1128).
No se puede decir de Cristo lo que se dice de nosotros, que “por naturaleza el corazón es malo” (Deseado de Todas las Gentes, página 143 (1955).
El corazón natural de Cristo fue el de Dios en la carne humana, no fue un corazón malo y corrompido como el nuestro por naturaleza. El no debió hacer morir lo terrenal en su interior, porque no tenía nada mundano en su corazón.
De nosotros se dice lo que no puede decirse de Cristo.
“Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19).
“Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí” (Romanos 7:21).
“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (Colosenses 3:5).
“Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Juan 2:16).
“Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:14-15).
Vemos así que, a diferencia de nosotros, el diablo no pudo encontrar nada en el interior de Cristo que pudiese explotar para hacerlo caer. Él era la pureza inmaculada e infinita.
Deseado de Todas las Gentes, página 98 (1955): “‘Viene el príncipe de este mundo—dice Jesús; —mas no tiene nada en mí.’ No había en él nada que respondiera a los sofismas de Satanás. El no consintió en pecar. Ni siquiera por un pensamiento cedió a la tentación”
Conflicto de los Siglos, página 607: “Nuestro Salvador no pudo ser inducido a ceder a la tentación ni siquiera en pensamiento. Satanás encuentra en los corazones humanos algún asidero en que hacerse firme; es tal vez algún deseo pecaminoso que se acaricia, por medio del cual la tentación se fortalece. Pero Cristo declaró al hablar de sí mismo: “Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí”. Juan 14:30. Satanás no pudo encontrar nada en el Hijo de Dios que le permitiese ganar la victoria… No hubo en él ningún pecado de que Satanás pudiese sacar ventaja” (Conflicto de los Siglos, página 607).
8. Las tentaciones de Jesús tuvieron que ver con el cumplimiento de su misión, no con inmoralidad.
No encontramos en los evangelios ninguna tentación hecha a Jesús sobre inmoralidad. El diablo es muy astuto, y sabía que por allí no iba a conseguir nada. Jesús advirtió que “todo el que mira una mujer para codiciarla, ya adulteró en su corazón” (Mat 5:28). Y guardó los mandamientos de Dios, inclusive el que prohíbe codiciar la mujer del prójimo (Éxodo 20:17). De manera que ninguna mujer, ni siquiera María la ramera, iba a sentir que debía protegerse de una mirada sensual del Hijo de Dios. Podía mirar hombres y mujeres en perfecta libertad de pecado. El pecado moral y espiritual no le atrajo jamás para nada.
Sus tentaciones se dieron mayormente sobre su identidad y misión en la tierra, en un intento de impedir que fuera el Redentor del mundo. Recibió provocaciones constantemente que procuraban desprestigiarlo, denigrarlo ante los demás, y desanimarlo para impedir que cumpliese su misión.
Por el hecho de haber nacido de una virgen, insinuaron en público de que era hijo de fornicación (Juan 8:41). Declararon que echaba demonios por Beelzebú, príncipe de los demonios (Mateo 12:24). Lo quisieron asustar diciéndole que escapase porque Herodes lo buscaba para matarlo (Lucas 13:31).
Deseado de Todas las Gentes, página 90 (1955): “No sin obstáculos iba el Generalísimo del cielo a ganar las almas de los hombres para su reino. Desde su infancia en Belén, fue continuamente asaltado por el maligno. Ningún ser humano había venido al mundo y escapado al poder del engañador. Las fuerzas de la confederación del mal asediaban su senda para entablar guerra con él y, si era posible, prevalecer contra él” (DTG 90).
Tuvo tentaciones más fuertes que las nuestras
Las presuntas ventajas en las tentaciones de Jesús que algunos a veces quieren argumentar que Jesús tuvo por ser puro, noble y sin maldad, podrían considerarse en muchos sentidos como desventajas. Él no podía pecar ni una sola vez so pena de arruinar el plan de salvación. Nosotros tenemos el privilegio de rehacernos a pesar de nuestras caídas. “Siete veces cae el justo, pero vuelve a levantarse” (Proverbios 24:16). Había en Cristo mucho más en juego porque la salvación del mundo dependía de su éxito. Esto se debió a que tuvo que resistir el mal al mismo tiempo que como nuestro substituto, llevar nuestros pecados.
Deseado de Todas las Gentes, página 90 (1955): “Las seducciones que Cristo resistió son las mismas que nosotros encontramos tan difíciles de resistir. Le fueron infligidas en un grado tanto mayor cuanto más elevado es su carácter que el nuestro. Llevando sobre sí el terrible peso de los pecados del mundo, Cristo resistió la prueba del apetito, del amor al mundo, y del amor a la ostentación que conduce a la presunción” (DTG 90).
ST Julio 9, 1902: “Él se humilló a sí mismo, y tomó sobre sí nuestra naturaleza, para poder hacernos como él mismo, puro y recto, libre de contaminación. Sufrió más que ninguno de Uds. será jamás llamado a sufrir” (ST Julio 9, 1902).
Las tentaciones del desierto
Todas las tentaciones en el desierto, al comenzar su ministerio terrenal, tuvieron que ver con su misión como Salvador del mundo. En su primera tentación, comenzó el diablo intentando confundir a Jesús sobre su verdadera identidad como Hijo de Dios, exigiéndole que le probase que lo era transformando las piedras en pan para satisfacer sus necesidades. Si el diablo viniese a cualquiera de nosotros con esa tentación nos reiríamos de él, porque no tenemos ese poder. Pero Cristo no debía usar su poder divino en su favor que nosotros no pudiésemos usar en nuestro favor. Si lo hacía, su misión quedaría arruinada, y nuestra redención perdida para siempre.
Primeros Escritos, página 155 (1962): El diablo “le tentaba a que condescendiera a ejercer su divino poder en prueba de que era el Mesías” (PE 155).
Deseado de Todas las Gentes, página 90 (1955): “Desde el pecado de Adán, la especie humana había estado privada de la comunión directa con Dios; el trato entre el cielo y la tierra se había realizado por medio de Cristo; pero ahora que Jesús había venido ‘en semejanza de carne de pecado’ (Rom 8:3), el Padre mismo habló” (DTG 90).
Deseado de Todas las Gentes, página 92 (1955): Cuando se le apareció el diablo en el desierto, “la gloria se apartó de él, y quedó solo para luchar con la tentación. Esta le apremiaba en todo momento. Su naturaleza humana rehuía el conflicto que le aguardaba. Durante cuarenta días ayunó y oró. Débil y demacrado por el hambre, macilento y agotado por la agonía mental, ‘desfigurado era su aspecto más que el de cualquier hombre, y su forma más que la de los hijos de Adán’. Entonces vio Satanás su oportunidad. Pensó que podía vencer a Cristo” (DTG 92).
Deseado de Todas las Gentes, página 94 (1955): “Esperaba que bajo el imperio de la desesperación y el hambre extrema, Cristo perdería la fe en su Padre, y obraría un milagro en su propio favor. Si lo hubiera hecho, habría malogrado el plan de salvación” (DTG 94). “Cristo no había de ejercer el poder divino para su propio beneficio. Había venido para soportar la prueba como debemos soportarla nosotros, dejándonos un ejemplo de fe y sumisión. Ni en esta ocasión, ni en ninguna otra ulterior en su vida terrenal, realizó él un milagro en favor suyo. Sus obras admirables fueron todas hechas para beneficio de otros” (DTG 94).
Luego intentó el diablo engañarlo con una segunda tentación bien calculada para empujar a Cristo a proceder en forma temeraria, haciéndole creer que podía obrar así confiando en la protección divina prometida en su Palabra. De esta forma, pretendió tentar a Dios mismo a intervenir para salvar a su Hijo por un acto alocado de Jesús. Pero Cristo hizo frente a la tentación haciendo que la Biblia se interprete a sí misma: “no tentarás al Señor tu Dios”. Nadie está autorizado a obrar presuntuosamente con la intención de obligar a Dios a salvarlo.
Y luego vino la tercera tentación. Siempre ligada a la misión del Hijo de Dios. En esa tentación el diablo se jugó el todo por el todo. Le mostró los reinos del mundo en una visión panorámica, con toda su pompa y esplendor, y le ofreció arreglar el conflicto de una manera fácil que no tuviese en cuenta el plan de Dios. Le dio a entender que le entregaba todos esos reinos que él pretendía poseer como “príncipe de este mundo”, y que Cristo había venido para conquistar, con tal que lo adorase. Un nuevo escrito está dirimió el conflicto, y Cristo salió vencedor expulsando a Satanás. No se apartó de la misión que su Padre le había trazado.
Tentaciones posteriores para escapar de su misión redentora
Otra tentación inesperada le llegó a Jesús de parte de uno de sus discípulos más allegados. Fue cuando comenzó a decirles a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y padecer por los líderes de la nación, morir y resucitar al tercer día. Pedro se acercó entonces a Jesús para animarlo y decirle que no dijese eso, porque el Mesías en la comprensión de Pedro, debía reinar. En ese pequeño ánimo de amigo vio Jesús que se escondía el diablo, queriendo apartarlo del momento más dramático y capital de su misión. Y en lugar de reprender a Pedro, reprendió al diablo por anteponer lo terrenal a la voluntad de Dios, diciéndole: “Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo” (Mateo 16:23).
Otra tentación muy sutil provino de unos griegos que manifestaron su deseo de ver a Jesús, en vísperas de su entrega en Jerusalén. Pero Jesús había ido a Jerusalén para morir. Ya iba a llegar el momento en que las buenas nuevas de salvación se darían en el mundo griego a través de los apóstoles. Esa era una oportunidad magnífica para Jesús de excusarse para no morir por su pueblo, yéndose a predicar a otros lugares del mundo. Por lo que respondió:
“Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Juan 12:20-26).
Esa tentación le llegó fuertemente a Jesús, por lo que dijo: “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora” (Juan 12:27).
En el Getsemaní
Deseado de Todas las Gentes, página 636 (1955): “Debía llevar la culpabilidad de la humanidad caída. Sobre el que no conoció pecado, debía ponerse la iniquidad de todos nosotros. Tan terrible le parece el pecado, tan grande el peso de la culpabilidad que debe llevar, que está tentado a temer que quedará privado para siempre del amor de su Padre” (DTG 636).
Deseado de Todas las Gentes, página 637 (1955): “Sentía que el pecado le estaba separando de su Padre. La sima era tan ancha, negra y profunda que su espíritu se estremecía ante ella. No debía ejercer su poder divino para escapar de esa agonía. Como hombre, debía sufrir las consecuencias del pecado del hombre. Como hombre, debía soportar la ira de Dios contra la transgresión” (DTG 637). “Sintiendo quebrantada su unidad con el Padre, temía que su naturaleza humana no pudiese soportar el conflicto venidero con las potestades de las tinieblas” (DTG 637).
Deseado de Todas las Gentes, páginas 637-638 (1955): “Ahora el tentador había acudido a la última y terrible lucha, para la cual se había estado preparando durante los tres años del ministerio de Cristo. Para él, todo estaba en juego. Si fracasaba aquí, perdía su esperanza de dominio; los reinos del mundo llegarían a ser finalmente de Cristo; él mismo sería derribado y desechado. Pero si podía vencer a Cristo, la tierra llegaría a ser el reino de Satanás, y la familia humana estaría para siempre en su poder.
“Frente a las consecuencias posibles del conflicto, embargaba el alma de Cristo el temor de quedar separada de Dios. Satanás le decía que si se hacía garante de un mundo pecaminoso, la separación sería eterna. Quedaría identificado con el reino de Satanás, y nunca más sería uno con Dios. Y ¿qué se iba a ganar por este sacrificio? ¡Cuán irremisibles parecían la culpabilidad y la ingratitud de los hombres! Satanás presentaba al Redentor la situación en sus rasgos más duros: El pueblo que pretende estar por encima de todos los demás en ventajas temporales y espirituales te ha rechazado. Está tratando de destruirte a ti, fundamento, centro y sello de las promesas a ellos hechas como pueblo peculiar. Uno de tus propios discípulos, que escuchó tus instrucciones y se ha destacado en las actividades de tu iglesia, te traicionará. Uno de tus más celosos seguidores te negará. Todos te abandonarán” (DTG 637-638).
“La humanidad del Hijo de Dios temblaba en esa hora penosa. Oraba ahora no por sus discípulos, para que su fe no faltase, sino por su propia alma tentada y agonizante. Había llegado el momento pavoroso, el momento que había de decidir el destino del mundo. La suerte de la humanidad pendía de un hilo. Cristo podía aun ahora negarse a beber la copa destinada al hombre culpable. Todavía no era demasiado tarde. Podía enjugar el sangriento sudor de su frente y dejar que el hombre pereciese en su iniquidad. Podía decir: Reciba el transgresor la penalidad de su pecado, y yo volveré a mi Padre. ¿Beberá el Hijo de Dios la amarga copa de la humillación y la agonía? ¿Sufrirá el inocente las consecuencias de la maldición del pecado, para salvar a los culpables? Las palabras caen temblorosamente de los pálidos labios de Jesús: “Padre mío, si no puede este vaso pasar de mí sin que yo lo beba, hágase tu voluntad’” (DTG 641-2).
En la cruz
Las provocaciones más fuertes se dieron en las escenas finales que culminaron en su crucifixión. El único rostro en calma, ensangrentado por la corona de espinas, era el del Hijo de Dios, mientras la turba gritaba con frenesí:
“¡Fuera!, ¡fuera! ¡Crucifícale!”, “no tenemos más rey que el César” (Juan 19:15).
“Le escupieron en el rostro y le dieron de puñetazos; y otros le abofeteaban, diciendo: Adivina, Cristo, ¿quién es el que te ha golpeado?” (Mat 26:67-68).
“¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!” (Lucas 23:18).
“A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse. Que baje ahora de la cruz para que le creamos” (Mateo 27:42).
“En Dios confía; que lo libre ahora si lo quiere; porque ha dicho: Yo soy el Hijo de Dios” (v. 43).
“¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!” (Lucas 23:38).
Pero Jesús se había entregado ya en el Getsemaní. Allí había virtualmente muerto ya.
Anticipando ese evento, el salmista había profetizado:
“Pero yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven, de mí se burlan; hacen muecas con los labios, menean la cabeza, diciendo: ‘Que se encomiende al Señor; que él lo libre, que él lo rescate, puesto que en él se deleita’” (Salmo 22:6-8).
“Yo soy gusano”. A diferencia de una cobra que se encrespa, saca la lengua y muerde cuando se la provoca, un gusano no reacciona. Así también sucedió con Jesús. El diablo no pudo encontrar nada carnal en él que lo sacase de control.
“Fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca; como cordero que es llevado al matadero, y como oveja que ante sus trasquiladores permanece muda, no abrió él su boca” (Isaías 53:7).
¿Quién puede permanecer indiferente ante semejante espectáculo? ¿Quién puede evitar ser tocado por un amor tan grande, y decidir amarlo y reconocerlo como el Rey de su vida? ¿Quién no va a querer imitar su vida y seguirlo doquiera fuese? De los tales se dice en relación con la crisis final en la que se repetirán las escenas del pretorio:
“Estos son los que siguen al Cordero adondequiera que va. Estos han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero. En su boca no fue hallado engaño; están sin mancha” (Apocalipsis 14:4-5).
Postulados postlapsarios
Al considerar el enfoque prelapsario de la naturaleza espiritual de Jesucristo, pudimos apreciar más el carácter maravilloso y perfecto del Hijo de Dios. Pero del lado postlapsario surgen varios interrogantes que buscaremos responder. En líneas generales ya estuvimos dando esas respuestas al desarrollar la interpretación postlapsaria. Ahora lo haremos en forma breve y más precisa. ¿Cuáles son sus postulados y sus críticas a la interpretación prelapsaria?
1. Consideran que la interpretación oficial de la Iglesia Adventista fue originalmente postlapsaria, y que la “nueva teología”, según la etiquetó M. L. Andreasen a mediados del siglo pasado, inició la apostasía.
Respuesta: No hay ningún documento oficial de la Iglesia Adventista, refrendado por un congreso de la Asociación General, que corrobore la interpretación postlapsaria. El documento sobre las 28 Doctrinas Fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que se votó en Dallas, Texas, en 1980, adoptó la interpretación prelapsaria de Cristo en lo que respecta a su naturaleza espiritual, y postlapsaria con respecto a su naturaleza física. Aconsejo leer la exposición resumida que allí se da, y que concuerda con lo que hemos desarrollado más ampliamente en este documento. Se encuentra en el capítulo 4 de ese libro, titulado: “Dios el Hijo”.
M. L. Andreasen y los postlapsarios radicales que lo siguieron, llamaron “nueva teología” a la interpretación prelapsaria de la naturaleza espiritual de Jesucristo que sostiene la Iglesia Adventista en la actualidad. ¿Por qué razón sostiene la Iglesia Adventista hoy la interpretación prelapsaria en la naturaleza espiritual de Cristo? Porque está refrendado por la Biblia y el Espíritu de Profecía. Pero pasa como lo he visto en otros temas. Hay una declaración de E. de White en el libro Deseado de Todas las Gentes que interpretan como siendo postlapsaria, y dejan de lado una luz más abarcante que vino después, y que trae el equilibrio con mayores precisiones. Esa luz más abundante vino en las tres últimas décadas de vida de E. de White, y sin que contradijese lo que escribió en el libro mencionado. Pero la compilación de tales testimonios vino recién en la década de los años 80.
2. Piensan que se resta mérito a Cristo si se lo ve con una naturaleza no caída como la nuestra
Respuesta: Ya vimos que las tentaciones más fuertes en un mundo acostumbrado a la maldad, la posee la persona más santa porque su sensibilidad contra el pecado es mayor. Y en el caso del Hijo de Dios, tuvo tentaciones que nosotros nunca tendremos porque teniendo todo el poder divino, debía retener su mano para mantenerse sujeto a nuestra condición humana en un mundo depravado como el nuestro. Juntemos aquí algunas de las numerosas declaraciones del Espíritu de Profecía que muestran que Jesús no tuvo ninguna ventaja sobre nosotros, no porque sufrió las mismas tentaciones que nosotros tenemos en la forma, sino en la naturaleza esencial de toda tentación.
The Temptation of Christ”, RH, 1 de abril, 1875, página 3 “Fue una tarea difícil para el Príncipe de la Vida llevar a cabo el plan que había emprendido para la salvación del hombre, vistiendo su divinidad con la humanidad. Cristo había recibido honor en las cortes celestiales, y estaba familiarizado con el poder absoluto. Le era tan difícil mantener el nivel de la humanidad, como lo es para los hombres levantarse por encima del bajo nivel de sus naturalezas depravadas, y ser participantes de la naturaleza divina” (“The Temptation of Christ”, RH, 1 de abril, 1875, p. 3).
ST, 9 de Julio, 1902: “Se humilló a sí mismo, y tomó sobre sí nuestra naturaleza, para poder hacernos como él mismo, puro y recto, libre de contaminación. Sufrió más que ninguno de Uds. será llamado jamás a sufrir.”
ST, 17 de junio, 1889: “Cristo llevó tentaciones tales como Uds. nunca serán llamados para llevar sobre Uds. Sufrió como Uds. nunca sufrirán. Conoció todos vuestros dolores, llevó vuestras penas. Hizo posible para Uds. ser vencedores. No digan que es imposible para Uds. vencer. No digan, ‘es mi naturaleza hacer así y así, y no puedo hacer otra cosa.’”
ST 12-09-97: “La naturaleza humana de Cristo se asemeja a la nuestra, y sintió el sufrimiento más agudamente debido a que su naturaleza espiritual estaba libre de toda mancha de pecado.”
Cristo Nuestro Salvador, página 31(1976): Aunque el Salvador estuvo siempre guardado por ángeles celestiales, su vida fue una larga lucha contra los poderes de las tinieblas. Ninguno de nosotros tendrá jamás que sufrir tentaciones tan fuertes como las que acecharon a nuestro Salvador” (CNS 31).
Deseado de Todas las Gentes, página 91 (1955): “Las seducciones que Cristo resistió… le fueron infligidas en un grado tanto mayor cuanto más elevado es su carácter que el nuestro” (DTG 91).
3. Creen que si Cristo no tuvo las mismas tendencias pecaminosas que nosotros tenemos, entonces no habría sido tentado en todo como lo somos nosotros, ni podría comprendernos tampoco en nuestra lucha contra el pecado.
Respuesta. No captan que el diablo adapta sus tentaciones a las condiciones y circunstancias de cada uno, y que Cristo puede entendernos porque fue tentado en todo lo que el diablo pensaba que podía hacerlo caer, como lo hace con nosotros en nuestras debilidades particulares. Siendo que ya respondimos a este postulado postlapsario, nos contentaremos aquí con citar la doctrina adventista número cuatro sobre este tema:
“Es obvio que la expresión ‘en todo’ no significa que se encontró con tentaciones idénticas a las que afrontamos hoy. Nunca se sintió tentado a mirar programas inmorales de televisión, o a ignorar el límite de velocidad en una carretera. El punto básico que sirve de fundamento para todas las tentaciones, es nuestra decisión de si vamos a rendir nuestra voluntad a Dios o no. En su encuentro con la tentación, Jesús siempre mantuvo su obediencia a Dios. Por medio de su continua dependencia del poder divino, resistió con éxito las más fieras tentaciones, aunque era humano” (28 Doctrinas …, cap 4).
4. Presumen que si el Hijo de Dios vino con la naturaleza impecable de Adán antes de la caída, no podría ser nuestro ejemplo por haber nosotros heredado la naturaleza pecaminosa de Adán después de la caída.
En este enfoque podemos citar a Jack Sequeira: “Si Cristo asumió la naturaleza espiritual sin pecado de Adán, llegó a ser el ejemplo de Adán, pero no un ejemplo para la humanidad caída” (Saviour of the World. The humanity of Christ in the light of the everlasting gospel (PPPA, Boise, Idaho, 1996), 183).
Respuesta: Si seguimos la lógica particular de Sequeira, tendríamos que concluir que lo inverso también sería cierto. Si Cristo hubiera asumido nuestra naturaleza espiritual caída, no podría ser tampoco un ejemplo para Adán, ni ser su salvador, porque Adán pecó con una naturaleza sin pecado, y Cristo habría vencido con una naturaleza con pecado. En otras palabras, Jesús podría haber empatizado con nuestra tentación, pero no con la de Adán, o estar en su lugar.
Felizmente esa no es la lógica de la Biblia. Cristo es no sólo nuestro ejemplo, sino también la expiación por el pecado de Adán que todos nosotros heredamos. Estamos todos incluidos en la derrota del primer Adán, y si aceptamos el segundo Adán que el cielo nos propone, podemos ser incluidos en su victoria (Romanos 5). Gracias a la segunda oportunidad que nos da, Cristo pasa a ser nuestro ejemplo. Mediante la conversión del corazón y del alma al evangelio hecha posible por el Espíritu Santo, podemos mirar a Cristo como nuestro ejemplo y buscar imitarlo.
Justamente porque heredamos “el pecado”, “la culpa y la condenación” del primer adán, según ya vimos, nos es imposible librarnos del estigma o mancha que pesa sobre la raza. Sólo alguien completamente libre de esa herencia condenatoria podía vencer y pasar a ser nuestro Salvador.
RH 05-23-99, 8: “Cristo pasó sobre el suelo en donde Adán tambaleó y cayó… Como substituto y garante del hombre, Cristo redimió la vergonzosa caída de Adán, y guardó el camino del Señor.”
AU Gleaner 08-19-03: “Cristo, la propiciación de nuestros pecados, declaró: ‘Me pondré en el lugar de Adán. Tomaré sobre mí mismo la penalidad de su pecado. El tendrá otra prueba… Tendrá los privilegios y oportunidades de un hombre libre, y se le permitirá ejercer su poder de elección otorgado por Dios.”
Deseado de Todas las Gentes, página 92 (1955): “Muchos sostienen que era imposible para Cristo ser vencido por la tentación. En tal caso, no podría haberse hallado en la posición de Adán; no podría haber obtenido la victoria que Adán dejó de ganar.”
5. Para probar que Cristo asumió nuestra naturaleza espiritual caída, toman citas de E. de White que dicen que podemos llegar a alcanzar el carácter perfecto de Cristo, lo que probaría según ellos, que alguien como Cristo, podría haber vencido el pecado también con una naturaleza caída.
Respuesta: No. El proceso es inverso. Porque Cristo venció, nosotros, con nuestra naturaleza caída, podemos llegar a vencer. Pero con una diferencia notable. Cristo nació en santidad, mientras que nosotros nos convertimos cuando tenemos facultad de pensar por nosotros mismos. Cristo mantuvo su santidad, su perfección, desde la cuna hasta su crucifixión. Nosotros debemos crecer en santidad durante toda la vida.
Pero, ¿podemos realmente alcanzar la perfección de Cristo? De parte de los prelapsarios hay quienes creen que no, y acusan a algunos postlapsarios de perfeccionistas y legalistas. Porque si concluimos que Cristo pudo vencer con una naturaleza caída sin necesidad de un Salvador, entonces nosotros también podríamos vencer el pecado sin necesidad de su salvación. En este contexto, Cristo serviría sólo como justificación por los pecados pasados, pero no sería necesario para nuestra santificación. Aunque tal vez nadie se exprese totalmente así, por su espíritu criticón legalista en las comidas y en la manera vestir y juzgar a los demás en otras cosas, algunos parecieran dar la razón a esta acusación.
La razón que dan muchos prelapsarios para rechazar la idea de que podemos ser perfectos, es que no se ve que los cristianos guarden a la perfección la ley de Dios. Y estamos de acuerdo en que nadie sino Cristo es perfecto. Pero no por eso vamos a descuidar la importancia de crecer en la santidad. A los postlapsarios radicales les decimos que necesitamos la justificación de Cristo no sólo para resolver la culpa de nuestros pecados pasados, sino también a lo largo de todo el proceso de nuestra santificación que dura toda la vida. Y a los prelapsarios radicales les decimos que por la manera descuidada e indiferente de vivir, parecieran darles la razón a los que los acusan de libertinos y antinomianos (fe sin ley).
Este es un tema muy extenso que no podemos considerar en detalle aquí. En dos mensajes que filmé recientemente en youtube abordo más a fondo los argumentos que se esgrimen de un lado y del otro. Pronto estarán disponibles para todos. Aquí nos contentaremos con mencionar lo esencial. Comencemos diciendo que hay representantes de ambas posturas sobre la naturaleza humana de Cristo, que creen que podemos guardar la ley de Dios, y que no la podemos guardar a la perfección.
Los que abogan por el sí podemos, acusan de antinomianismo a los que afirman que no se puede guardar la ley de Dios. Y creen que, a diferencia de Cristo quien fue perfecto desde que fue engendrado, nuestra perfección es progresiva, y alcanzará su máxima expresión equivalente a la de Cristo en la última generación, la de los 144.000 (Apocalipsis 7:4-8; 14:1-5). Los que creen que no podemos, insisten en que ni la última generación será diferente a las generaciones precedentes, ya que en su opinión, los últimos sobrevivientes fieles se salvarán como todos los demás, por gracia, no por obras. Y algunos van más allá aún, y niegan que los 144.000 representan a la última generación. Creen, contra toda lógica, que ese número es otra manera de referirse a la gran multitud de todas las generaciones.
Pero nadie dice que la última generación se salvará por obras, ni que la perfección que obtengan sea meritoria. Sino que Dios llevará a esa generación a una experiencia única como pueblo en donde el carácter impecable de Cristo aparecerá en todo su esplendor. De manera que mucho de las acusaciones mutuas que se dan entre “liberales” y “conservadores” carece de fundamento, porque se malinterpretan las posiciones asumidas entre unos y otros. Y aunque la tendencia existe de quienes quieren quedarse con la justificación y no se interesan mucho en la santificación, también es cierto que otros se interesan más en la santificación que en la justificación, como si la santificación no necesitase más de la justificación en el crecimiento espiritual que debe darse en los peregrinos hasta su entrada en la patria eterna.
No podemos
Hay argumentos que pueden esgrimirse por el no podemos. Veamos la siguiente declaración inspirada, que debemos tener en cuenta en nuestros deseos de imitar a Cristo, para no desanimarnos cuando fallamos en nuestros intentos de ser como él.
16 MR 1213 199: “Nunca podremos igualar el Modelo, porque es una bondad infinita la que se efectuó en su naturaleza humana. [No obstante], debiéramos hacer esfuerzos determinados con todos los poderes de nuestro ser para seguir su ejemplo” (16 MR 1213 199).
Testimonios para la Iglesia, tomo 2, página 154 (1996): “No podemos igualar el modelo, pero podemos imitarlo y, según nuestra capacidad, obrar de una manera semejante”
De manera que todo esfuerzo que hagamos para guardar la ley de Dios no estará libre de imperfecciones. Nuestra perfección se da por fe en Cristo. Su perfecta justicia se nos imparte para que Dios pueda mirarnos como siendo tan perfectos como su Hijo. Nunca olvidemos que:
Maranatha, página 81 (2008): “Todo lo que podamos hacer por nosotros mismos está contaminado por el pecado.”
Isaías 64:6: “Todos nosotros somos como el inmundo, y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas; todos nos marchitamos como una hoja, y nuestras iniquidades, como el viento, nos arrastran.”.
Nuestra perfección es en Cristo.
Mensajes Selectos, tomo 2, página 36 (1967): “Mediante la fe en su sangre, todos pueden encontrar la perfección en Cristo Jesús. Gracias a Dios porque no estamos tratando con imposibilidades. Podemos pedir la santificación… No debemos inquietarnos por lo que Cristo y Dios piensan de nosotros, sino que debe interesarnos lo que Dios piensa de Cristo, nuestro Sustituto. Somos aceptos en el Amado.”
Mensajes Selectos, tomo 1, página 387(1966): “Mediante la sangre expiatoria de Cristo, el pecador es liberado del yugo y de la condenación; mediante la perfección del inmaculado Sustituto y Garantía, puede participar en la carrera de la humilde obediencia a todos los mandamientos de Dios. Sin Cristo, está bajo la condenación de la ley; siempre será pecador; pero mediante la fe en Cristo es hecho justo delante de Dios.”
Sí podemos
Nuevamente, ¿podemos obtener la perfección cristiana que reveló Jesús en su vida terrenal? Potencialmente sí.
Maranatha, página 232: (2008): “Todo el que cumpla por fe los mandamientos de Dios, alcanzará el estado de impecabilidad en que vivía Adán antes de la caída” (ST, 21 de julio de 1902).
6 RH 519: “Se requiere obediencia exacta, y los que dicen no ser posible llevar una vida perfecta, arrojan sobre Dios la acusación de injusticia y falsedad” (6 RH 519).
¿Cómo armonizamos estas dos clases de citas del Espíritu de Profecía que aparentan ser contradictorias?
Potencialmente podemos y debemos guardar la ley de Dios. Pero en nosotros que venimos con tendencias heredadas y adquiridas hacia el mal, nuestra perfección será siempre progresiva y siempre por gracia.
RH, 12 de julio, 1892: “Cristo nos imputa su carácter sin pecado, y nos presenta al Padre en su propia pureza. Hay muchos que piensan que es imposible escapar del poder del pecado, pero la promesa es que podemos ser completos con toda la plenitud de Dios. Apuntamos demasiado bajo. La marca es mucho más alta. Nuestras mentes necesitan expansión, para que podamos abarcar el significado de la provisión de Dios. Tenemos que reflejar los atributos más altos del carácter de Dios” (RH, 12 de julio, 1892).
ST, 18 de junio, 1894: “Cristo vistió su divinidad con la humanidad, y soportó la prueba del apetito, la ambición, el amor del mundo, haciendo así posible para el hombre guardar los mandamientos de Dios mediante su justicia imputada” (ST, 18 de junio, 1894).
Es la perfección de Cristo la que se nos imparte cuando nos esforzamos por guardar su ley. Por lo que avanzamos “de gloria en gloria” hasta ser transformados a su misma imagen y semejanza (2 Corintios 3:18).
Por otro lado, ¿significa esto que nunca llegaremos a la cima de la santificación? De nuestra parte eso es imposible. Nuestra tarea es crecer imitando el Modelo que se nos dio, sin pretender jamás llegar a la perfección absoluta. No obstante, lo que para nosotros es imposible, es posible para Dios según las circunstancias y providencias por las que haga pasar a sus hijos.
La experiencia por la que pasarán los que serán sellados por Dios al final de la contienda de los siglos, hará que se queme toda la escoria de este mundo en ellos, y reluzca en plenitud el oro puro del carácter de Cristo. Allí no resaltará la obra humana, sino la capacidad y poder divinos para mantener en pie, impecables como Adán antes de la caída, y como Cristo en todo su ministerio, a los que se sometan humildemente a esa prueba final.
Hechos de los Apóstoles, página 424 (1957): “Dios nos invita a que alcancemos la norma de perfección y pone como ejemplo delante de nosotros el carácter de Cristo. En su humanidad, perfeccionada por una vida de constante resistencia al mal, el Salvador mostró que cooperando con la Divinidad los seres humanos pueden alcanzar la perfección de carácter en esta vida. Esta es la seguridad que nos da Dios de que nosotros también podemos obtener una victoria completa” (HA 424).
Eventos de los últimos Días, página 39 (1992): “Cristo espera con un deseo anhelante la manifestación de sí mismo en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos.”
Conflicto de los Siglos, páginas 680-681 (1911):“Ahora, mientras que nuestro gran Sumo Sacerdote está haciendo propiciación por nosotros, debemos tratar de llegar a la perfección en Cristo. Nuestro Salvador no pudo ser inducido a ceder a la tentación ni siquiera en pensamiento… Cristo declaró al hablar de sí mismo: ‘Viene el príncipe de este mundo; mas no tiene nada en mí’ (Juan 14:30). Satanás no pudo encontrar nada en el Hijo de Dios que le permitiese ganar la victoria. Cristo guardó los mandamientos de su Padre y no hubo en él ningún pecado del que Satanás pudiese sacar ventaja. Esta es la condición en que deben encontrarse los que han de poder subsistir en el tiempo de angustia.”
6. Enfatizan algunas declaraciones del Espíritu de Profecía sobre la asunción de Cristo de nuestra naturaleza pecaminosa, sin considerarlas a la luz de todas las declaraciones inspiradas sobre el tema.
Respuesta: Siendo que tratamos este punto en nuestro análisis prelapsario, aquí resaltaremos que esas citas se refieren a la naturaleza física de Cristo, o a su asunción sustitutiva de nuestra naturaleza pecaminosa. Veamos algunas de esas citas.
- Ministerio Médico, página 237 (2001):“Él tomó sobre su naturaleza sin pecado, nuestra naturaleza pecaminosa, para saber cómo socorrer a los que son tentados” (MM 237).
Para ayudar a entender esa cita, parafraseémosla primero, luego de lo cual añadiremos otras dos citas que muestran un carácter claramente vicario o sustitutivo.
“Él tomó sobre su naturaleza sin pecado [sin la mancha, estigma o condenación de Adán], nuestra naturaleza pecaminosa [con todas sus secuelas en forma vicaria o sustitutiva, o en su herencia física], para saber cómo socorrer a los que son tentados”.
“Nunca llevó enfermedad en su propia carne, pero llevó las enfermedades de otros. Cuando la humanidad sufriente presionaba a su alrededor, Aquel que estaba en la salud de la virilidad perfecta se afligía con ellos” (3 MS 149, AFC 69 (1964)).
ST 5-20-89, 8: “Él tomó sobre sí la humanidad para poder conocer las debilidades y tentaciones de la humanidad, y de esta forma saber cómo ayudar y salvar a los hombres. El capitán de nuestra salvación fue hecho perfecto mediante el sufrimiento. ¿No era perfecto antes?—Sí. Pero fue hecho un salvador perfecto al aprender obediencia por las cosas que sufrió” (“It is best to be Christians”, en ST 5-20-89, 8).
Es sin duda en uno de estos dos sentidos que E. de White escribió también la siguiente cita que analizamos en el contexto prelapsario:
Deseado de Todas las Gentes, página 91 (1955): “Durante cuatro mil años, la familia humana había estado perdiendo fuerza física y mental, así como valor moral; y Cristo tomó sobre sí las flaquezas de la humanidad degenerada. Únicamente así podía rescatar al hombre de las profundidades de su degradación” (DTG 91).
Otras citas más en el contexto sustitutivo.
Mensajes Selectos, página 314 (1966): “Tomó la naturaleza humana, y llevó las debilidades y degeneraciones de la raza. Aquel que no conoció pecado, fue hecho pecado por nosotros.”
Llevó esas debilidades y degeneraciones de la raza (de nuestra naturaleza pecaminosa), sin poseer sus propensiones.
La Fe por la cual Vivo, página 51 (1959): “Él es un hermano en nuestras flaquezas, pero no en poseer pasiones semejantes. Como el Ser sin pecado, su naturaleza rechazaba el mal. Soportó luchas y tortura del alma en un mundo de pecado» (7 SDABC 455).
Cito aquí el buen resumen que se encuentra en el libro La Iglesia Adventista Cree… Una Exposición Bíblica de las 28 Doctrinas Fundamentales, que aparece en el capítulo 4 titulado, “Dios el Hijo”.
“Sus facultades espirituales estuvieron libres de toda mancha de pecado. Por consiguiente, su naturaleza santa fue extremadamente sensible. Todo contacto con el mal le causaba dolor. De esta forma, debido a que sufrió en proporción a la perfección de su santidad, la tentación le atrajo más sufrimiento a Jesús que a ninguna otra persona”.
b) “Viniendo, como lo hizo, como un hombre, «para enfrentar y estar sujeto a» con todas las malas tendencias a las cuales el hombre es heredero, «obrando en cada manera concebible para destruir su fe», él hizo posible para él mismo el ser golpeado por agencias humanas inspiradas por Satanás, el rebelde que había sido expulsado del cielo” (Carta 303, 1903).
Respuesta: Según la información que se me dio, la parte “para enfrentar y estar sujeto a” habría sido agregada a esa frase por E. de White misma. A menudo ella agregaba o quitaba palabras o declaraciones por consejo de otros que la ayudaban en la redacción de sus escritos. En este caso, la parte agregada no parece encajar bien en la redacción. Parece incompleta. Aún así, no sólo el contexto de esa cita, sino también todo lo que escribió sobre el tema, puede ayudarnos a entender esa declaración en forma clara.
El contexto de la cita entera muestra algo que ella repitió muchas veces, y es que Cristo vendría en “semejanza de hombre”, no en igualdad de condiciones. Literalmente, la frase comienza diciendo:
“Cuando Cristo anunció por primera vez a la hueste celestial Su misión y obra en el mundo, declaró que iba a dejar su posición de dignidad y ocultar su santa misión asumiendo la semejanza de un hombre, cuando en realidad era el Hijo del Dios infinito”.
De manera que, a la luz de todo a la luz de todo lo que ella escribió sobre el tema, puede entenderse su intensión en esa carta que escribió. ¿Cristo debió enfrentar y estar sujeto a qué o a quiénes? ¿A sus malas tendencias o a las malas tendencias de los seres humanos que procuraban destruir su fe? Es obvio que él no tuvo esas malas tendencias que aquejan a los hijos de Adán [¡qué horror pensar así!].
16 MR 201, 117: “No debe haber la menor duda en cuanto a la perfecta libertad de pecaminosidad en la naturaleza humana de Cristo” (16 MR 201, 117).
ST 12-09-97: “Su naturaleza espiritual estaba libre de toda mancha de pecado” (ST 12-09-97).
ST 29 de mayo, 1901: “El iba a ocupar su posición a la cabeza de la humanidad tomando la naturaleza pero no la pecaminosidad del hombre” (ST 29 de mayo, 1901).
Veamos otras citas donde ella especifica la clase de sujeción que tuvo Cristo en su vida terrenal, y que pueden ayudarnos a completar o especificar mejor esa sujeción mencionada, a la que fue expuesto Cristo.
Deseado de Todas las Gentes, página 15: (1955): “¡Llegó a estar sujeto a la tentación, como lo estamos nosotros!”
FLB 49: “Estuvo sujeto a las enfermedades y debilidades que afectan al hombre” [como vimos, en forma sustitutiva o vicaria, porque nunca estuvo enfermo: Mat 8:16-17 (FLB 49).
Mensajes Selectos, tomo 3, página 146: “Estuvo sujeto a la pobreza desde su primera entrada a este mundo. Estuvo sujeto al chasco y la prueba en su propio hogar, entre sus propios hermanos.”
Mensajes Selectos, tomo 3, página 146: “Estaba sujeto a las dificultades que tiene la naturaleza humana. Respiraba el aire del mismo mundo que nosotros respiramos. Actuó y viajó en el mismo mundo que habitamos
ST, April 22, 1897: “Estuvo sujeto a las flaquezas de la humanidad, y mientras viajaba de Judea a Galilea, estuvo cansado de trabajar y viajar. Hambriento y sediento, se detuvo a descansar en el pozo de Jacob” (ST, April 22, 1897).
ST, May 30, 1895: “‘La mente carnal [o natural] es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede’. La naturaleza humana no puede guardar la ley, aún si quisiera. Aparte de Cristo, sin unión con él, no podemos hacer nada” (ST, May 30, 1895).
Youth Instructor, August 23, 1894; SD 128: Pero Jesús “estuvo sujeto a su voluntad [la de su Padre], y fue obediente a todos sus mandamientos. Guardó los estatutos, preceptos y leyes de su Padre. Estuvo buscando continuamente el consejo de Dios, y fue obediente a su voluntad” (YI, August 23, 1894; SD 128).
c) “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Rom 8:3).
Respuesta: Algunos postlapsarios creen que el Hijo de Dios condenó al pecado por poseer una naturaleza espiritual pecaminosa como la nuestra. ¡No, por favor! ¡Nunca digan eso! Jesús condenó al pecado por vivir una vida perfecta en la carne humana, en una naturaleza que era similar a la nuestra, no igual a nuestra naturaleza caída.
Deseado de Todas las Gentes, página 278 (1955): “Jesús fue hecho en todo semejante a sus hermanos. Se hizo carne, como somos carne. Tuvo hambre y sed, y sintió cansancio. Fue sostenido por el alimento y refrigerado por el sueño. Participó de la suerte del hombre, aunque era el inmaculado Hijo de Dios. Era Dios en la carne” (DTG 278).
d) Mensajes Selectos, tomo 3, página 153 (2000): “El Redentor del mundo pasó por el mismo terreno donde Adán cayó por haber desobedecido la ley expresa de Jehová; y el unigénito Hijo de Dios vino a nuestro mundo como un hombre, para revelar al mundo que los seres humanos podían guardar la ley de Dios. Satanás, el ángel caído, había declarado que ningún hombre podía guardar la ley de Dios después de la desobediencia de Adán” (3MS 153).
Respuesta: Algunos postlapsarios argumentan que, según esta declaración, Jesús tenía que venir con una naturaleza espiritual caída para desmentir las acusaciones de Satanás quien dijo que el hombre, después de la desobediencia de Adán, no podía guardar la ley de Dios, Pero el contexto de toda la declaración es claro. La parte que precede a esta declaración, dice que “el Redentor del mundo pasó por el mismo terreno donde Adán cayó por haber desobedecido la ley expresa de Jehová; y el unigénito Hijo de Dios vino a nuestro mundo como un hombre, para revelar al mundo que los seres humanos podían guardar la ley de Dios”. Y la conclusión de este párrafo es que el Hijo de Dios “pasó sobre el terreno donde Adán cayó”.
Tengamos en cuenta que Satanás acusó a Dios de haber creado al hombre bajo una ley injusta. Y para probar eso, se jactaba que desde Adán en adelante, nadie había podido guardar esa ley, porque todos heredaron el fracaso de Adán en su condición anterior a la caída. Pero Jesús vino no sólo para demostrar que Adán, tal como Dios lo había creado, podía guardar la ley de Dios. Vino también para redimir su falta. El no murió por Adán antes de la caída, sino por Adán y su descendencia después de la caída. Vino para redimir su falta y la falta de sus descendientes que habían heredado la misma condenación de su progenitor. Sólo por heredar la naturaleza espiritual de Adán antes de la caída cuyo único Padre fue Dios, y por guardarse sin pecar como Adán antes de la caída, podía Jesús pagar la falta de Adán y su descendencia. Por consiguiente, pasamos a heredar la naturaleza del segundo Adán por quien podemos volver a ser hijos de Dios otra vez (Romanos 8:17).
En la lógica bíblica todos los hijos de Adán están incluidos en la redención del primer Adán que efectuó el segundo Adán. Porque:
“Como por el pecado de uno vino la condenación a todos los hombres, así también, por la justicia de uno, vino la gracia a todos los hombres para justificación de vida. Porque como por la desobediencia de un hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos” (Romanos 5:18-19).
Jesús vino y cumplió la ley por nosotros. Él es nuestro sustituto. Pero es más que eso. Se puso a sí mismo a la cabeza de la humanidad como el segundo Adán, como un “espíritu vivificante” o “que da vida” (1 Corintios 15:45). “Porque como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22). Esto quiere decir que el segundo Adán puso al hombre caído (incluyendo a su descendencia), en la posición de Adán antes de la caída, y en la perspectiva perfecta del segundo Adán, si estos aceptan la vida que les ofrece. Por tal razón, gracias a la conversión que Cristo hizo posible para los hombres, él puede también ser el modelo o ejemplo para los hijos de Adán, y llevarlos a triunfar.
El Señor dijo: “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). De esta forma, las acusaciones de Satanás son acalladas, porque Dios “nos dio vida con Cristo, aún cuando estábamos muertos en transgresiones”, de tal manera que hoy, si queremos podemos guardar la ley de Dios (Efesios 2:5). Es justamente por esta razón que Dios nos llama hoy a vindicar la ley de Dios, y el nombre de Dios y de su Hijo ante el mundo y el universo.
7. Quieren rebajar a Cristo a nuestra condición degradada por el pecado, en lugar de elevarnos a la altura de su santidad y perfección de carácter.
Respuesta: No se debía requerir del Hijo de Dios que adoptase la naturaleza más degradada de los seres humanos para de allí, con todas sus tendencias aberrantes heredadas y adquiridas, remontarse a la santidad. No, el mantuvo su santidad y perfección desde la cuna hasta la cruz. Somos nosotros quienes debemos crecer en santidad.
“No que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzarlo… Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
Por otro lado:
16 MR 1211, 182: “No debemos pensar que el riesgo de Cristo de ceder a las tentaciones de Satanás degradaba su humanidad y que poseía las mismas propensiones pecaminosas y corruptas del hombre” (16 MR 1211, 182).
8. Necesitamos a alguien más fuerte que nosotros para sacarnos del pozo donde estamos.
Gente que fue poseída una vez por los demonios, corre mayor riesgo de caer bajo los demonios otra vez si quiere hacer obra entre ellos. Se ha visto esto más de una vez. Gente que fue homosexual cayó varias veces mientras trataba de hacer obra por sus ex-compañeros que poseían esa misma inclinación. Se requiere a menudo que alguien más fuerte que nosotros venga a socorrernos para librarnos de las garras del pecado.
Nosotros tenemos un “viejo hombre” débil y viciado que hacer morir con todas sus pasiones carnales. Nuestro viejo hombre tiene que ser crucificado para que se nos implante un “nuevo hombre”. Ese “nuevo hombre” es Jesús quien llevó a la cruz nuestra vieja naturaleza, y nos imparte su nueva naturaleza que está limpia de toda contaminación (Romanos 6:6; Colosenses 3:5).
Necesitamos a alguien que no sea lo mismo que nosotros, que no esté en el mismo pozo, sino que esté sobre una plataforma segura desde donde pueda extendernos la mano para sacarnos del abismo en el que nos encontramos. Bien lo dijo Jesús, que “si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo” (Mateo 15:14). Pero Jesús no fue ni es ciego. El vino y “vio y lo sintió todo” (AG 163), y continúa viendo todo hoy desde el santuario celestial. Él es el hombre fuerte, y vino a compartir su naturaleza divina para que podamos obtener la victoria.
Resumen de ciertos aspectos importantes
Hay quienes se enredan con sus ideas preconcebidas al leer muchas citas de la Biblia y del Espíritu de Profecía. Por consiguiente, aquí resumiremos algunos aspectos importantes en la discusión que hemos tratado más arriba. Destaquemos especialmente el hecho de que el pecado es una herencia.
- Estamos de acuerdo en que el pecado es transgresión de la ley, y que en el juicio de Dios, nadie será castigado por pecados que no cometió.
- Pero el pecado es más que transgresión de la ley. Como dice el Espíritu de Profecía, confirmando lo que dice la Biblia también, el pecado es una herencia. Adán no podía conferir a su descendencia una herencia de santidad que ya no tenía, y por consiguiente, su sentencia de muerte pasó a toda su prole.
3. Por eso, ningún bebé que nunca transgredió la ley podrá vivir eternamente si no es por la redención de Aquel que no recibió el pecado como herencia, y pasó a ser nuestro sustituto. Y eso no significa que ese bebé recibirá el grado de castigo que corresponde a sus progenitores y que se remonta hasta Adán. Su herencia es la muerte, pero no el suplicio de los malhechores.
– Dicho de otra manera, si no hubiera venido el Redentor, o si hubiera fracasado el plan de salvación, ningún bebé hubiera vivido eternamente aunque nunca hubiese pecado…
- Nosotros nacemos en pecado, o en carne de pecado (esto es, con una naturaleza pecaminosa). Cristo, en cambio, vino “en semejanza de carne de pecado”, que no es lo mismo. Y “condenó el pecado en la carne”, es decir, en la naturaleza humana. El inferir que condenó el pecado en carne de pecado, es ir más allá de lo que dice el texto.
5. Decir que Cristo debió luchar con tendencias o propensiones al mal es una abominación. Tuvo que luchar con tentaciones semejantes a las nuestras, pero que tuvieron que ver en él con su misión. Él no tuvo tentaciones morales. No hay ningún ejemplo en la Biblia de eso.
– Este error de Andreasen con respecto a la naturaleza caída de Adán en el segundo Adán se prestó a que lo malinterpreten con respecto a la teología de la última generación, y lo acusen de perfeccionismo, algo que él no enseñó explícitamente pero que abre las puertas al legalismo (hay pruebas abundantes en nuestra iglesia de eso).
6. Jesús fue engendrado por el Espíritu Santo y, como Adán antes de la caída, fue hijo natural de Dios. Nosotros nacemos naturalmente malos, y somos hijos de ira y de condenación. A nosotros se nos concede el Espíritu por gracia, no por derecho natural, y pasamos a ser hijos de adopción. Por esa gracia de Cristo, todo bebé y adulto tiene acceso a la vida eterna como un don inmerecido. Pero Jesús podía volver al cielo y abandonar este mundo, lo que nosotros no podemos hacer.
Conclusión
Es una lástima que un tema tan importante como la encarnación del Hijo de Dios sea descuidado por muchos que no quieren participar en las discusiones dogmáticas que se han estado dando entre prelapsarios y postlapsarios radicales. La siguiente declaración nos habla, sin embargo, de la importancia de este tema.
Mensajes Selectos, tomo 1, Página 286 (1966): “La humanidad del Hijo de Dios es todo para nosotros. Es la cadena áurea que une nuestra alma con Cristo y, mediante Cristo, con Dios. Esto ha de ser nuestro estudio. Cristo fue un verdadero hombre. Dio prueba de su humildad al convertirse en hombre. Sin embargo, era Dios en la carne” (I MS 286).
Como conclusión de nuestro estudio extraeremos dos declaraciones del libro que considera las doctrinas fundamentales de la Iglesia Adventista, aprobada por el congreso de la Asociación General en Dallas, Texas, en 1980.
“Cuando [Jesús] tomó la naturaleza humana, la raza había estado deteriorándose ya por 4000 años de pecado en un planeta maldecido por el pecado… Cristo tomó una naturaleza que, comparada con la naturaleza no caída de Adán, había decrecido en fuerza física y mental—aunque lo hizo sin pecar…” “Jesús tomó sobre sí mismo nuestra naturaleza con todos sus riesgos, pero se mantuvo libre de la corrupción hereditaria y de la depravación y de la práctica del pecado” (Creencias de los Adventistas del Séptimo Día. Una Exposición Bíblica de 28 Doctrinas Fundamentales, cap 4, puntos 5 y 6).
¿Qué implica ser hijo de Adán con una naturaleza caída, pecaminosa? Implica recibir una tendencia, inclinación, o propensión al mal heredada, a la que se añaden las tendencias adquiridas. Pero es más que eso. Implica heredar el pecado y la condenación de Adán, aunque no la responsabilidad por el pecado que es individual y también colectivo cuando toda una nación se rebela. El grado de culpa y castigo será determinado por Dios en el juicio celestial, al final del mundo. Esto es lo que enseñan los juicios que Dios ejecutó sobre diferentes pueblos en la antigüedad, que cayeron incluso sobre los recién nacidos. Esos juicios nos muestran que nadie hereda la vida, sino la muerte por el pecado de Adán. “Fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres…” (1 Pedro 1:18).
Jesús estuvo libre de toda esa herencia condenada al fracaso. Por eso no heredó la sentencia de muerte que le correspondía a Adán y a toda su descendencia, y por consiguiente, tampoco heredó el estigma del pecado de Adán que todos tenemos impreso en nuestra carne. De lo contrario, no habría podido abandonar este mundo a su suerte ni en el Getsemaní ni en todo su ministerio, para volver al cielo. El asumió en forma vicaria el pecado de Adán que toda su prole heredó.
De allí la necesidad que teníamos de un segundo Adán para redimirnos. Y las marcas que esa herencia pecaminosa dejaron en la naturaleza física y en el poder o energía mental y moral de la humanidad, dejaron sus huellas también en el cuerpo de Cristo. Eso no tiene nada que ver con tendencia o inclinación a la inmoralidad. Él fue santo, inmaculado, el Hijo de Dios, sin inclinación al pecado ni siquiera en pensamiento.
Gracias a que pudo mantener intacta su santidad, sin pecar, Jesús pudo ofrecer su vida como una ofrenda perfecta por el pecado, y pasar a ser nuestro substituto y salvador. Por la conversión efectuada mediante la intervención del Espíritu Santo, podemos mirarlo como un ejemplo digno de imitar. Con su poder y por fe en él, podemos triunfar sobre el pecado y la muerte, y obtener la vida eterna.
Un estudio que nunca se agotará
Les comparto ahora algunas citas de E. de White que muestran que el estudio de la naturaleza de Cristo, su vida, muerte y resurrección nunca se agotará. Es nuestro privilegio meditar eternamente en el carácter de Aquel que nos libró del pecado y de la muerte, y nos eleva hoy hacia las alturas inconmensurables de la santificación.
Camino a Cristo, página 88: “El tema de la redención es un tema que los ángeles desean escudriñar; será la ciencia y el canto de los redimidos a lo largo de las interminables edades de la eternidad.” (Mar 365).
GCDB, March 6, 1899 par. 4: “La excelencia de Cristo debe ser nuestro estudio a través del tiempo y la eternidad” (GCDB, March 6, 1899 par. 4).
RH, Oct 22, 1908: “Uds. podrán estudiar este amor por las edades; aun así nunca podrán comprender completamente la anchura y la largura, la profundidad y la altura del amor de Dios al dar a su Hijo para morir por el mundo. La Eternidad misma nunca podrá revelarla plenamente. Aun así, a medida que estudiamos la Biblia y meditamos sobre la vida de Cristo y el plan de redención, estos grandes temas se abrirán más y más a nuestro entendimiento” (RH, Oct 22, 1908).
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