LA PERPETUA VIRGINIDAD DE MARÍA
El primer paralelismo que la Iglesia Católica intenta marcar entre Cristo y María es la de su característica única de ser inmaculados. Al igual que Cristo, María se supone que ha sido inmaculada desde su concepción hasta su asunción corporal al cielo. Esta enseñanza ha sido promovida a través de dos dogmas importantes conocidos como la perpetua virginidad de María y su inmaculada concepción. El Sínodo de Letrán de 649 d.C. enfatizó por primera vez el carácter triple de la virginidad de María, concretamente que “María fue virgen antes, durante y después del nacimiento de Cristo”.12 Esto significa, dice el apologista católico Ludwig Ott, que “María dio a luz de manera milagrosa sin abrir la matriz y sin herir el himen, y por consiguiente también sin dolor”.13
La creencia católica de que María fue una virgen perpetua, es decir, que vivió toda su vida como virgen y murió como virgen, se celebra en la liturgia católica como Aeparthenos, “Siempre virgen”. El nuevo Catecismo de la Iglesia Católica ratifica esta creencia diciendo: “El nacimiento de Cristo ‘lejos de disminuir, consagró la integridad virginal’ de su madre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la ‘Aeparthenos’, la ‘siempre-virgen’ ”.14
El Catecismo resume la creencia en la perpetua virginidad de María, diciendo: “María ‘fue Virgen al concebir a su Hijo, Virgen al parir, Virgen durante el embarazo, Virgen después del parto, Virgen siempre’ ”.15 La virginidad de María es considerada como un prerrequisito esencial suyo “para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención”.16
El Catecismo continúa diciendo: “ ‘Por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano’. Por eso, no pocos Padres antiguos, en su predicación, coincidieron… en afirmar ‘el nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe, fue atado por la virgen María a través de su fe’. Comparándola con Eva, llaman a María ‘Madre de los vivientes’ y afirman con mayor frecuencia: ‘la muerte vino por Eva, la vida por María’ ”.17
Notemos que, para los católicos, la perpetua virginidad de María y su vida impecable le permiten servir como redentora y dadora de la gracia de Cristo. Esta creencia, como veremos en breve, es claramente expresada en la encíclica Ubi Primum de Pío IX, promulgada el 2 de febrero de 1849.
Esa enseñanza es claramente negada por la Escritura, que enseña que “hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Tim. 2:5).
La defensa católica en la perpetua virginidad de María
Tomás de Aquino usa varios argumentos para defender la perpetua virginidad de María. Por ejemplo, sostiene que si María tuvo relaciones sexuales con José después del nacimiento de Jesús, eso sería una “injuria al Espíritu Santo, cuyo sagrario fue el seno virginal, en el que formó el cuerpo de Cristo; por lo que no resultaba decoroso que fuera en adelante violado por la unión carnal”.18
Aquino concluye su defensa de la perpetua virginidad de María, diciendo:
“Por tanto, es absolutamente necesario afirmar que la Madre de Dios, como concibió y dio a luz siendo virgen, así también permaneció virgen para siempre después del parto… María dio a luz de manera milagrosa sin abrir la matriz y sin herir el himen, y por consiguiente también sin dolor”.19 Esta creencia católica es expresada por medio del título “perpetua virginidad”.
Los reformadores creían en la perpetua virginidad de María
Sorprendentemente, los reformadores protestantes declararon su creencia en la perpetua virginidad de María. Por ejemplo, Martín Lutero (1483-1546) era fiel a la tradición católica cuando escribió: “Es un artículo de fe que María sea Madre del Señor y aún una virgen… Cristo, creemos, salió de una matriz que quedó perfectamente intacta”.20 El reformador francés Juan Calvino (1509-1564) no fue tan profuso en su alabanza de María como Martín Lutero, pero no negó su perpetua virginidad. El término que usó más comúnmente para referirse a María fue “Santa Virgen”.21
El reformador suizo Ulrico Zwinglio (1484-1531) escribió sobre la perpetua virginidad de María: “Creo firmemente que María, de acuerdo con las palabras del evangelio, como una Virgen pura dio a luz al Hijo de Dios y en el alumbramiento y después del alumbramiento por siempre siguió siendo una virgen pura e intacta”.22 En otro lugar, Zwinglio declaró: “Estimo inmensamente a la Madre de Dios, la siempre casta e inmaculada Virgen María; Cristo nació de una Virgen inmaculadísima”.23
La aceptación casi universal de los reformadores de la continua virginidad de María y su renuencia generalizada a declarar que María era pecadora, fue gradualmente rechazada por sus seguidores. La razón de su ruptura con el pasado en parte se debe a un nuevo examen de los pasajes bíblicos usados para respaldar la perpetua virginidad de María. Además, las prácticas idolátricas que se desarrollaron en asociación con la veneración de María y el rechazo del celibato clerical, finalmente llevaron a que la mayoría de las iglesias protestantes rechazaran varias creencias católicas acerca de María.
Los anglicanos y los católicos se ponen de acuerdo con respecto a María
En años recientes, como notamos anteriormente, la oposición protestante a la veneración de María se ha debilitado considerablemente. Un ejemplo es la declaración de 57 páginas dada a conocer por la comisión conjunta de la Comisión Internacional Anglicano-Católica sobre la devoción y la doctrina mariana. Un punto clave analizado en el acuerdo es que “los no católicos consideran que la inmaculada concepción de María, que esté libre de pecado y por consiguiente que sea inmaculada, contradice la enseñanza bíblica de que ‘todos pecaron’ (Rom. 3:23) y que Jesús es la única excepción (Heb. 4:15)”.
El acuerdo responde a esta visión protestante tradicional, diciendo: “Podemos
afirmar juntos que la obra redentora de Cristo se prolongó en María a las profundidades de su ser, y a sus primeros comienzos sin violar la Escritura”.
En lo que respecta al rechazo protestante anterior de la creencia católica en la asunción de María al cielo al final de su vida, el acuerdo dice: “Podemos afirmar juntos la enseñanza de que Dios ha tomado a la Bienaventurada Virgen María en la plenitud de su persona para su gloria en consonancia con la Escritura, puesto que Dios directamente recibió a otros (Elías, Esteban, el ladrón en la cruz)”.24
En otras creencias católicas significativas como la perpetua virginidad de María, su papel redentor y su veneración al orar por ella, el acuerdo muestra que los teólogos anglicanos están buscando maneras de abrazar, al menos en parte, esas creencias. Evidentemente, la oposición protestante a la devoción y la veneración marianas se está debilitando gradualmente.
Argumentos católicos de la Escritura
El dogma católico de la perpetua virginidad de María se basa en suposiciones dogmáticas, no en enseñanzas bíblicas objetivas. Esto se evidencia por el hecho de que los eruditos católicos citan solo algunos versículos bíblicos para sustentar la supuesta virginidad perpetua de María. Por ejemplo, el apologista católico Ludwig Ott, los resume así: “De la pregunta que María le hace al ángel, Lucas 1:34: ‘¿Cómo será esto? pues no conozco varón’ se infiere [por parte de algunos teólogos católicos] que ella había tomado la resolución de la virginidad constante basándose en la iluminación divina especial. Otros notan que el hecho de que el redentor moribundo confió su Madre a la protección del discípulo Juan (Juan 19:26), ‘Mujer, he ahí tu hijo’, presupone que María no tenía otros hijos además de Jesús”.25
Las referencias a los “hermanos” de Jesús (comparar con Mat. 13:55; Mar. 6:3; Gál. 1:19) son interpretadas por los católicos como referidas a los primos de Jesús, no a hermanos de sangre. Otros eruditos católicos sugieren que tal vez estos eran los hijos de José de un matrimonio anterior, preservando con ello la perpetua virginidad de María. Esto último es muy importante en las enseñanzas católicas, porque el sexo es asociado con el pecado, mientras que la virginidad es considerada como un requisito para alcanzar un nivel más elevado de santidad.
Una respuesta bíblica a la perpetua virginidad de María
El origen pagano y las implicaciones de la perpetua virginidad
La Biblia claramente enseña que María era virgen antes y al momento de nacer su hijo Jesús (Isa. 7.14; Mat. 1:18-25; Luc. 1:26-27), pero en ningún lugar sugiere que haya seguido siendo virgen posteriormente. Las raíces del dogma de la perpetua virginidad de María deben buscarse en el ambiente pagano de la era posapostólica, cuando hubo un marcado énfasis en el celibato en ciertas religiones paganas (vestales de la Roma pagana, por ejemplo) y sectas gnósticas “cristianas”. Las relaciones sexuales, incluso dentro del matrimonio, a menudo portaban la sospecha de pecado. Esa visión, con el tiempo, llevó a Agustín (354-430) a enseñar que el pecado original se transmite a través de la procreación sexual.
La asociación de sexo con pecado finalmente dio surgimiento a la idea de que era inconcebible que María pudiera haber participado de las relaciones maritales normales después del nacimiento de Jesús. Para ser impecable y santa, María tenía que ser virgen antes y después de dar a luz a su hijo, Jesús.
Su himen tenía que permanecer intacto durante y después del nacimiento de Jesús, a fin de que María logre el mayor estado de santidad. Esta idea consolidó la tradición del celibato para los sacerdotes y las monjas.
La idea de la perpetua virginidad de María en su totalidad socaba la integridad y la humanidad de la encarnación de Cristo al postular que no solo fue concebido, sino que además nació milagrosamente por medio del Espíritu Santo. Como el Dios-hombre, Cristo no podría haber sido en absoluto “en todo semejante a sus hermanos” (Heb. 2:17) al participar de “esa naturaleza humana” (Heb. 2:14, NVI), si fue arrebatado de la matriz de María milagrosamente, dejando el himen de María intacto. Si la concepción y el nacimiento de Cristo fueron estrictamente la obra del Espíritu Santo que solo tomó prestado el útero de María por nueve meses, entonces la integridad y la humanidad de su encarnación corren serio peligro.
Dios creó el sexo
Toda la idea de la perpetua virginidad de María se basa en la perversa creencia de que el sexo es pecaminoso. Esa creencia es invalidada por la Escritura. La primera declaración relacionada con la sexualidad humana se halla en Génesis 1:27: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Es digno de destacar que, en tanto que después de cada acto de creación previo, la Escritura dice que Dios vio que “era bueno” (Gén. 1:12, 18, 21, 25); sin embargo, después de la creación de la raza humana como hombre y mujer, la Escritura dice que Dios vio que “era bueno en gran manera” (Gén. 1:31).
Esta valoración divina inicial de la sexualidad humana como “buena en gran manera” muestra que la Escritura considera las relaciones sexuales entre el hombre y la mujer como parte de la bondad y la perfección de la creación original de Dios. De este modo, el dogma de la perpetua virginidad de María invalida la visión bíblica positiva del sexo, a la vez que degrada a las mujeres que eligen el matrimonio en vez del celibato.
En las enseñanzas católicas, la mujer que se dedica a su familia, a criar a sus hijos en el temor de Dios, no puede en absoluto lograr el mismo estado de santidad que una mujer que elige permanecer virgen para servir al Señor. Esa enseñanza no puede ser respaldada por la Escritura, que elogia a las mujeres como Ana por dedicarse a criar a Samuel (1 Sam. 1-2).
El nacimiento de Cristo fue normal
La creencia de que María permaneció virgen durante y después del nacimiento de Cristo es desacreditada por todas las descripciones del evento que indican un nacimiento normal. Lucas, por ejemplo, escribe: “Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales” (Luc. 2:7). Pablo habla de Cristo como “nacido de mujer” (Gál. 4:4). En Mateo, el ángel le explica a José: “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS” (Mat. 1:21).
Ninguno de estos textos usa las palabras comunes para un milagro, señal o maravilla. Ninguno de los textos alude a que los ángeles o el Espíritu Santo arrebaten a Jesús milagrosamente del útero de María. Simplemente nos dicen que María “dio a luz a su hijo primogénito” (Luc. 2:7). La idea del nacimiento milagroso de Cristo sin pasar por el canal del parto ni causar dolor se encuentra solo en los escritos apócrifos gnósticos de los siglos II y III, pero no en el Nuevo Testamento inspirado.
José y María, ¿tuvieron intimidad sexual después del nacimiento de
Jesús?
Mateo sugiere que María y José tuvieron intimidad sexual después del nacimiento de Jesús. Mateo asevera que “antes que se juntasen, se halló que [María] había concebido del Espíritu Santo” (Mat. 1:18). El término “juntasen”, (de sunerchomai) incluye la idea de intimidad sexual (comparar con 1 Cor. 7:5). El versículo implica que, finalmente, José y María “se juntaron” y experimentaron la intimidad sexual.
Mateo declara, además, que José “no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito” (Mat. 1:25). La frase “no conoció” sugiere que José no tuvo relaciones sexuales con María hasta después del nacimiento de Jesús.
En la Escritura, un hombre conoce a una mujer al intimar sexualmente con ella. “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió” (Gén. 4:1). La frase “dio a luz a su hijo primogénito” (Luc. 2:7; Mat. 1:25), sugiere que María dio a luz en forma normal, no milagrosa. La Escritura no hace mención de la participación de Jesús en el nacimiento real de Jesús.
El adverbio “hasta–heos hou” en la frase, José “no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito” (Mat. 1:25), implica que después del nacimiento de Jesús, la pareja tuvo relaciones maritales normales. Como señala Jack Lewis: “En otros lugares del Nuevo Testamento (Mat. 17:9; 24:39; Juan 9:19) la frase hasta (heos hou) seguida de un negativo siempre implica que la acción negada verdaderamente tuvo lugar más tarde”.26
No existen razones válidas para suponer que Mateo 1:25 sea una excepción. Si Mateo hubiese querido transmitir la idea de la perpetua virginidad de María, simplemente habría escrito: “Pero él nunca se unió a ella”.
Jesús es llamado el “primogénito” de María
En Lucas 2:7 Jesús es llamado el “primogénito–prototokon” de María. Si bien el término “primogénito” no demanda inequívocamente que María tuviera otros hijos, el significado natural es que los tuvo. Si la perpetua virginidad de María era una creencia común en los tiempos del Nuevo Testamento, Lucas simplemente habría escrito que ella dio a luz a su “único” hijo. Eso verdaderamente habría resuelto el problema. Notemos que Lucas escribió mucho después del nacimiento de Cristo cuando José y María probablemente ya habían muerto. Si Jesús hubiese sido el único hijo de María, en retrospectiva, habría usado la palabra “unigénito–monogene”, no la palabra “primogénito–prototokon”.
En el contexto, “primogénito” implica que María tuvo otros hijos. Esto parece confirmarse por el hecho de que todos los evangelios sostienen que Jesús tenía hermanos y hermanas.
¿Quiénes eran los hermanos y las hermanas de Jesús?
La Biblia hace varias referencias claras a los hermanos y las hermanas de Jesús en el contexto de su familia inmediata; estos textos sugieren que eran hermanos reales, no primos, como creen muchos católicos. Por ejemplo, Mateo escribe: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros?” (Mat. 13:55-56; comparar con Mar. 6:3). Este texto sugiere que Jesús tenía una familia numerosa o al menos cuatro hermanos y dos hermanas.
Incluso Juan, el más místico de todos los evangelios, sugiere que Jesús no era hijo único. “Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos” (Juan 2:12). “Y le dijeron sus hermanos” (Juan 7:3).
Pablo alude a Jacobo como el “hermano del Señor” (Gá. 1:18-19). “¿No tenemos derecho a viajar acompañados por una esposa creyente, como hacen los demás apóstoles y Cefas y los hermanos del Señor?” (1 Cor. 9:5, NVI).
Los apologistas católicos ofrecen dos explicaciones primordiales para reconciliar estos textos con su creencia en la perpetua virginidad de María. Algunos alegan que los “hermanos y las hermanas” mencionados eran hermanastros y hermanastras de Jesús. Eran hijos de José de un matrimonio anterior, preservando con ello la perpetua virginidad de María.
Otros siguen el argumento de Jerónimo, de que estos eran primos de Jesús, no hermanos de sangre.27
El argumento más importante usado para defender estas interpretaciones es que el idioma hebreo carece de sustantivos específicos para los parientes. La palabra hebrea ah y la aramea aha pueden significar hermano, hermanastro, primo, sobrino o cualquier pariente de sangre. Esto es cierto en hebreo, pero no en griego. Esta interpretación ignora que los cuatro evangelios fueron escritos en griego, no en hebreo. De hecho, el idioma griego tiene dos palabras distintas para hermanos y primos. La palabra griega para hermano es adelphos y, para primo, es anepsios. Esta última se usa en Colosenses 4:10, donde Marcos es descripto como el primo–anepsios de Bernabé. Pero la palabra primo nunca se usa en las alusiones a los hermanos y las hermanas de Jesús. Si los escritores de los evangelios hubiesen sabido que Jacobo, José, Simón y Judas eran primos de Jesús, habrían usado la palabra anepsios para evitar cualquier confusión.
Las palabras “hermano” y “hermana” son usadas constantemente en el Nuevo Testamento en un contexto familiar, y siempre se refieren a un hermano o una hermana de sangre literal (Mar. 1:16, 19, 13:12; Juan 11:1-2; Hech. 23:16; Rom. 16:15). ¿Por qué debiéramos suponer que los términos “hermanos” y “hermanas” fueron usados por Mateo en forma figurativa, cuando él usa el término “madre” literalmente? Si “hermana” es literal en Hechos 23:16 (la hermana de Pablo), no hay razón para interpretar la misma palabra en un sentido diferente en Mateo 13:56. Es un principio hermenéutico establecido que las palabras debieran ser interpretadas en su sentido literal, a menos que una interpretación literal implique una contradicción obvia.
En griego antiguo, hay palabras específicas que indican diferentes miembros de la familia. Por ejemplo, adelphos = hermano; adelphe = hermana; anepsios = primo; adelphos ouch omopatrios = hermanastro; adelphe ouch omopatria = hermanastra; Progonos = hijastra o hijastro. Esto sugiere que Mateo, Juan y Pablo podrían haber aclarado, si era necesario, que los hermanos y las hermanas de Jesús, en realidad, eran hermanastros o hermanastras.
Los relatos del primer viaje de José y María a Belén y luego a Egipto ofrecen un respaldo indirecto para esta conclusión. Lucas nos dice que José y María viajaron de Nazaret a Belén “para ser empadronado[s]” (Luc. 2:5).
Si José hubiese tenido al menos seis hijos de un matrimonio anterior, sería de esperar que ellos viajen con él como una familia, especialmente dado que se esperaba que se registrara cada miembro de la familia. El hecho de que
Lucas solo mencione a José y María sugiere que, al momento de comprometerse,
José no tenía hijos. Es difícil creer que un hombre piadoso como José
abandone a sus hijos para casarse con María.
Además, el relato de Mateo de la huida a Egipto ofrece respaldo para esta conclusión. Un ángel instruye a José en un sueño, diciendo: “Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga” (Mat. 2:13). Después de la muerte de Herodes, el mismo ángel le dice a José: “Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte del niño” (Mat. 2:20).
En ambos casos, el grupo de viajeros estaba compuesto solo por José, María y el niño Jesús. La Biblia no hace ninguna mención de los seis hijos que supuestamente José tenía de un matrimonio anterior. José, ¿los dejó solos en Nazaret durante varios años hasta que él y María regresaron de Egipto con Jesús? Difícilmente este haya sido el caso, puesto que se esperaba que todos los miembros de la familia se inscribieran. Estas consideraciones nos llevan a concluir que María, muy probablemente, haya tenido otros hijos además de Jesús.
María, ¿resolvió permanecer perpetuamente virgen?
De la pregunta que María le hace al ángel en Lucas 1:34: “¿Cómo será esto? pues no conozco varón” algunos católicos infieren que ella resolvió permanecer virgen por el resto de su vida. Pero la pregunta de María no podría en absoluto sugerir que ella tomó un voto de virginidad. Si lo hubiese hecho, ¿por qué se comprometió con José (Mat. 1:18)?
La noción de que José y María vivían en un perpetuo estado de celibato va en contra del ideal de Dios para el matrimonio, que tiene la intención de unir a un hombre y a una mujer como “una sola carne” (Gén. 2:24; Mat. 19:5-6). Después de la vinculación física inicial, existe la continua responsabilidad de que el esposo y la esposa honren sus deberes conyugales: “El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido” (1 Cor. 7:3). Cualquier abstinencia ha de ser acordada mutuamente “por algún tiempo… y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (1 Cor. 7:5).
Jesús, ¿confió su madre a Juan porque ella no tenía hijos?
El hecho de que, en la cruz, Jesús le haya confiado su madre a Juan, diciendo: “Mujer, he ahí tu hijo” (Juan 19:26), es considerado por los apologistas católicos como una evidencia de que María no tenía hijos propios.
Ludwig Ott escribe: “El hecho de que el redentor moribundo confiara su madre a la protección del discípulo, Juan (Juan 19:26), ‘Mujer, he ahí tu hijo’, presupone que María no tenía otros hijos además de Jesús”.28
Esta suposición ignora que los hermanos de Jesús en ese tiempo no eran creyentes (Juan 7:5) y es de suponer que no estaban presentes en la cruz. El argumento de que, según la ley mosaica, se requería que el pariente más cercano de sangre cuidara de María pasa por alto el hecho de que Jesús estaba mostrando compasión por su madre en la ausencia de los que debieran haber estado cuidando de ella. Además, Cristo enseñó que el compromiso con él reemplaza los lazos de sangre más próximos. Cuando su madre y sus hermanos se acercaron a él mientras estaba enseñando, dijo: “¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia los discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mat. 12:48-50). Con excepción de su madre, su propia familia en ese momento no creía en él. Así que solo podía encomendar a su madre solo en manos de un creyente. Y Juan estaba cerca de Jesús y podía confiársele el cuidado de su madre.
Conclusión
El dogma católico de la perpetua virginidad de María está diseñado para probar que María fue tan inmaculada como Cristo, porque fue virgen antes, durante y después de dar a luz a su Hijo, Cristo. La afirmación de la perpetua virginidad se usa para probar que es continuamente inmaculada. Este dogma carece de toda evidencia bíblica razonable. Los pocos pasajes que se emplean en defensa del dogma ni siquiera hacen alusión al tema. Pero la Iglesia Católica no depende de la autoridad bíblica para definir sus enseñanzas. Ella dice que posee autoridad para definir sus propios dogmas, para redactar sus propias reglas y para crear sus propios “Intercesores” (2 Tes. 2:4).
La verdad bíblica es que, al igual que todos los verdaderos creyentes, María era una pecadora salvada por la gracia de Dios, por medio de la fe, y no por ninguna justicia o gracia preservadora otorgada en su concepción, ni por ningún voto de virginidad dentro del matrimonio como forma de logar una santidad más elevada. Ella fue una mujer bendecida por dar a luz al Hijo de Dios y criarlo en una familia disfuncional.
El dogma de la perpetua virginidad de María es una antigua superstición que ha sido impuesta sobre las almas sinceras a las que nunca se les enseñó a cuestionar la voz de su Iglesia. Es una triste realidad que hoy millones de personas sinceras ignorante y ciegamente sigan a un sistema autocrático que se opone abiertamente a las verdades reveladas divinamente.
Samuele Bacchiocchi, Pd.D.
1. Richard N. Ostling, “The Age of Mary”, Time, 30 de diciembre de
1991, p. 42.
2. Ibíd.
3. Ibíd.
4. “The Meaning of Mary”, Newsweek, 25 de agosto de 1997, p. 36.
5. Times (nota 1), p. 42.
6. Ver por ejemplo, Beverly Roberts Gaventa, Mary; Glimpses of
the Mother of Jesus, 1995 y una colección de ensayos que coeditó llamados
Blessed One; Protestant Perspectives on Mary, 2002. Robert Jenson defiende
el papel de María en su monumental SystematicTheology, de dos tomos
(1997 and 1999) y en una colección de ensayos que coeditó, Mary; Mother
of God, 2004. Todos ellos elevan el papel de María en el plan de salvación.
Los años de diálogo ecuménico entre católicos y protestantes franceses
han producido un libro titulado Mary in the Plan of God and in the
Communion of the Saints, 1999. El libro llama a católicos y protestantes a la
“conversión” con respecto al tema de María.
7. Eric Mascall, “Modern Protestant on Mary”, www.mariology.
com/sections/ modern.html. El énfasis es nuestro.
8. Charles Dickson, A Protestant Pastor Looks at Mary, 1996, p. 110.
El énfasis es nuestro.
9. Jason Byassee, “Protestants and Marian Devotion: What about
Mary?” www.religion-online.org/showarticle.asp?title=3156. El énfasis es
nuestro.
10. Citado en Will Ashenmacher, “Muslim, Christians Discuss Mary”,
The Marquette Tribune, 14 de septiembre de 2004, sección de noticias.
11. Catecismo de la Iglesia Católica, 1994, http://www.mscperu.
org/catequesis/cat1.htm, # 841; Declaración “Nostra Aetate” sobre las relaciones
de la iglesia con las religiones no cristianas, Concilio Vaticano II,
1965, http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/
vat-ii_decl_19651028_nostra-aetate_sp.html
12. Ludwig Ott, Fundamentals of the Catholic Dogmas, 1960, p.
203.
13. Ibíd., p. 205.
14. Catecismo de la Iglesia Católica, 1994, http://www.mscperu.
org/catequesis/cat1.htm, # 499.
15. Ibíd., p. 128, párrafo 510.
16. Ibíd., p. 124, párrafo 494.
17. Ibíd.
18. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, 1947, Pt. III, C. 28,
http://hjg.com.ar/sumat/d/c28.html
19. Ibíd.
20. The Works of Luther de Weimar, traducción inglesa de Pelikan,
Concordia, St. Louis, 1958, t. 11, pp. 319-320; t. 6. p. 510.
21. Calvini Opera, Corpus Reformatorum, Braunschweig-Berlin,
1863-1900, t. 45, p. 348, 35.
22. Zwingli Opera, Corpus Reformatorum, 1905, t. 1, p. 424.
23. Citado por E. Stakemeier en De Mariologia et Oecumenismo,
1962, p. 456.
24. Richard N. Ostling, “Anglicans, Catholics Agree on Mary”, Desert
News (Salt Lake City), 28 de mayo de 2005.
25. Ibíd.
23. Ludwig Ott (nota 12), p. 207.
26. Jack Lewis, The Gospel According to Matthew, 1976, t. 1, p. 42.
27. Ludwig Ott (nota 12), p. 207.
28. Ibíd.
29. Philip Schaff, Creeds of Christendom, with a History and Critical
Notes, 1893, t. 2, pp. 211-212.
30. Ibíd.
31. Henry Denzinger, The Sources of Catholic Dogma, 1957, párrafo
2803; citado también en el Catecismo de la Iglesia Católica, (nota 11), párrafo
491.
32. Ubi Primum, Encíclica de Pío IX con motivo de la preparación
del estudio sobre la Inmaculada Concepción promulgada el 2 de febrero de
1849, http://www.mercaba.org/MAGISTERIO/ubi_primum.htm
33. Ibíd. El énfasis es nuestro.
34. Catecismo de la Iglesia Católica, 1994, http://www.mscperu.
org/catequesis/cat1.htm (nota 11), # 968.
35. Catecismo de la Iglesia Católica, 1994, http://www.mscperu.
org/catequesis/cat1.htm (note 11), # 493.
36. Santo Tomás de Aquino (nota 18), Parte 3, C. 27, t. 2, p. 2164.
37. Ibíd.
38. Justo González, The Story of Christianity, 1984, t. 2. p. 297.
39. Ibíd.
40. Nicholas Perry y Loreto Echeverría, Under the Heel of Mary,
1989, p. 122.
41. Maurice Hemington, Hail Mary? The Struggle for Ultimate Womanhood
in Catholicism, 1995, p. 19.
42. Frederick G. Holweck, “The Doctrine of the Immaculate Conception”,
The Catholic Encyclopedia, 1910, t. 7, p. 242.
43. Ibíd.
44. Norman Geisler y Ralph E. MacKenzie, Roman Catholics and
Evangelicals. Agreements and Differences, 2004, p. 307.
45. Catecismo de la Iglesia Católica, 1994, http://www.mscperu.
org/catequesis/cat1.htm (nota 11) # 491, 493.
46. Norval Geldenhuys, Commentary on the Gospel of Luke , 1983,
p. 75.
47. Ludwig Ott (nota 12), p. 212.
48. Elliot Miller y Kenneth R. Sample, The Cult of the Virgin: Catholic
Mariology and the Apparitions of Mary, 1992, p. 34.
49. http://zenit.org/article-17236?l=english
50. Munificentissimus Deus, Selected Documenst of Pope Pius XII,
1950, p. 45.
51. Ibíd., p. 47.
52. Catecismo de la Iglesia Católica, 1994, http://www.mscperu.
org/catequesis/cat1.htm (nota 11), # 966.
53. Henry Denzinger (nota 31), p. 647, N° 2331.
54. Richard N. Osling, “Cover Stories: Handmaid or Feminist?”,
Time (lunes 30 de diciembre de 1991).
55. Ibíd.
56. http://www.fcpeace.com/spanish/devociones/devo_
novena25aniversario.htm
57. www.clai.org.au/articles/sasse/marypope.htm
58. Ibíd.
59. Ludwig Ott (nota 12), p. 208.
60. Eamon Duffy, What Catholics Believe About Mary, 1989, p.
17.
61. Ludwig Ott (nota 12), p. 209.
62. Ibíd.
63. Epifanio, Panarion Haereses 78.10-11, 23. Citado por Juniper
Carol, O.F.M. ed., Mariology, 1957, t. 2, pp. 139-140.
64. Juniper Carol (nota 63), t. 1, p. 150.
65. Karl Rahner, The Mother of Our Lord, 1963, p. 16.
66. Papa Gelasio I, Epistle 42, Migne Series, M. P. L. t. 59, col.
162.
67. Henry Denzinger (nota 31), p. 70.
68. Migne Series, t. 62. cols. 537-542.
69. Gregory Dix, The Shape of the Liturgy, 1947, p. 376.
70. www.religioustolerance.org/mary_cor.htm
71. Ludwig Ott (nota 12), p. 211.
72. Ibíd., pp. 212-213.
73. Elliot Miller y Kenneth R. Sample (nota 48), p. 50.
74. Lumen Gentium 61-62.
75. Catecismo de la Iglesia Católica, 1994, http://www.mscperu.
org/catequesis/cat1.htm (note 11) # 964.
76. Ibíd., párrafo 969.
77. Lumen Gentium # 57
78. Insegnamenti di Giovanni Paolo II, 1982, t. 1, p. 404.
79. Ibíd., t. 1, p. 318-319.
80. Insegnamenti di Giovanni Paolo II, 1991, t. 2, p. 756.
81. Salvifici Doloris #25.
82. L’Osservatore Romano, edición semanal en inglés, ( 22 de junio
de 1994), t. 1347, p. 11.
83. Ludwig Ott (nota 12), p. 212.
84. Ibíd., p. 213.
85. Ibíd., p. 214.
86. Catecismo de la Iglesia Católica, 1994, http://www.mscperu.
org/catequesis/cat1.htm (nota 11), # 501.
87. Mark Miravalle, Introduction to Mary: The Heart of the Marian
Doctrine and Devotion, 1993, p. 12.
88. Ludwig Ott (nota 12), p. 215.
89. Ibíd.
90. Norman Geisler y Ralph E. MacKenzie (nota 44), p. 322.
91. Novena Prayers in Honor of Our Mother of Perpetual Help, 1968,
p. 16.
92. Ibíd., p. 19. El énfasis es nuestro.
93. Alfonso de Liguori, Las glorias de María, cap. 5, 4; http://www.santorosario.net/espanol/glorias.htm
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