¡La salvación es de Jehová!
¡La salvación es de Jehová!
Jonás ha sido arrojado por la borda en el Mediterráneo. Según
los marineros, se ahogó en el mar. Sin embargo, en ese mismo momento,
el control de Dios sobre el mundo natural nuevamente confronta al lector. El
capítulo 1 ha revelado esto en forma convincente: Dios causa el gran
viento de una tormenta (versículo 4); controla la práctica de
echar suertes (versículo 7); y detiene el furor de la tormenta (versículo
15).
Y ahora, en este punto, Dios muestra, por cuarta vez en este primer capítulo,
su poder soberano sobre la creación: «Pero Jehová tenía
preparado un gran pez que tragase a Jonás» (versículo 17).
La Escritura describe frecuentemente al Dios del cielo y la tierra involucrándose
directamente en la realización de sus propósitos. De hecho, esto
es una garantía permanente a través de toda la Escritura. Nadie
puede limitar su actividad, aunque los seres humanos con frecuencia lo intentan.
Incluso Jonás, el profeta, se negó a hacer la voluntad de Dios.
Sin embargo, el viento, la tormenta y el pez le obedecen.
En el idioma original, el verbo que describe la incorporación del gigantesco
animal marino es inequívoco. El Antiguo Testamento usa en otra parte
el verbo «preparar» o «señalar» para la impartición
de buenos dones, como lo que hace Dios con su misericordia y verdad (Salmos
61:7), o cuando el rey de Babilonia «señaló» la dieta
para los prisioneros selectos (Daniel 1:10). En Jonás 1:17, siendo Jehová
el sujeto, el verbo subraya la soberanía de Dios al delegar a un pez
la tarea de tragarse a Jonás.
La palabra «preparar» no significa crear. Más bien, implica
que Dios le «ordena» a un gran pez que se trague al profeta. Él
delega o «comisiona» a cierta criatura marina para que cumpla una
singular tarea. Y, gracias a la «preparación» que Dios hace,
el «gran pez» se halla exactamente en el lugar y en el momento correcto
a fin de ingerir a Jonás y guardarlo en forma segura dentro de las profundas
aguas del Mediterráneo.
Más adelante, el narrador usará este mismo verbo en relación
con Dios tres veces más en el libro de Jonás, para de esa manera
acentuar constantemente su omnipotencia. Como veremos en el capítulo
cuatro, Jehová Dios «preparó» una calabacera, un gusano
y un recio viento solano. En cada ocasión el texto indica claramente
que Dios es siempre soberano de toda la creación.
El autor no dice qué clase de pez era, y las ballenas son raras en el
Mediterráneo. Sin embargo, los lectores no debieran distraerse en detalles
tan insignificantes como los nombres de especies marinas. Más bien, el
escritor quiere que nos enfoquemos en el milagro de la obediente criatura y
en el de Jonás siendo preservado vivo dentro del «gran pez».
El verbo hebreo traducido como «tragar» (Jonás 1:17), que describe
la acción del gran pez, incluye el matiz de «rodear». El libro
de Jonás lo usa junto con un prefijo específico que expresa propósito.
Otros usos del Antiguo Testamento vinculan a este verbo con la actividad juzgadora
de Dios: «Jehová los deshará en su ira, y fuego los consumirá»
(Salmos 21:9). El profeta Jeremías usa el lenguaje figurado para describir
la actividad militar del rey de Babilonia: «Me devoró, me desmenuzó
Nabucodonosor rey de Babilonia, y me dejó como vaso vacío; me
tragó como dragón, llenó su vientre de mis delicadezas,
y me echó fuera» (Jeremías 51:34).
Mientras luchaba torpe e inútilmente en el Mediterráneo, Jonás
debe haber pensado que se ahogaba. Pero en vez de eso, es succionado dentro
de un gran vacío maloliente y oscuro. Jonás debe haber sentido
que había llegado al final de su vida. Sin embargo, contra todas las
probabilidades, ¡el profeta se encuentra vivo!
De hecho, la precisión de tan milagrosa liberación de morir ahogado
es otra notable evidencia de que la providencia divina se hallaba operando en
su vida. ¡Esa «salvación» inesperada, sin embargo, nos
dice más acerca de Dios que de Jonás! A pesar de su profunda desobediencia,
Jonás experimenta el poder de Dios al ser preservado de morir. Y los
milagros aún no terminan. El profeta sobrevive «tres días
y tres noches» (Jonás 1:17) en un tipo de transporte acuático
sumamente inusual.
Muy en lo profundo del Mediterráneo, Jonás difícilmente
pudo haber sabido al principio qué causó el repentino y dramático
cambio de estarse ahogando en una oscuridad asfixiante a hallarse en una negrura
aún mayor. Debe haberle tomado algo de tiempo darse cuenta de que la
oscuridad que lo rodeaba no era la del Seol, sino la de una seguridad totalmente
inesperada. Y cuando Jonás captó que se le había preservado
la vida, consideró ese hecho como una prueba de la protección
divina.
Finalmente se torna a Dios y lo escuchamos orar: «Entonces oró Jonás
a Jehová su Dios desde el vientre del pez» (Jonás 2:1).
Su oración expresa en palabras la angustia que sintió cuando se
ahogaba -su reacción al borde de la muerte-, juntamente con su experiencia
y reflexiones dentro del «gran pez». Toma prestadas muchas frases
del libro de Salmos, ¡con lo cual nos daremos cuenta de cuán bien
conocía Jonás la Biblia!
Usar frases del libro de Salmos mientras uno ora no es algo inusual. Debido
a su calidad expresiva, aun hoy con frecuencia muchos cristianos formulan sus
oraciones, al menos parcialmente, con frases del salterio. La gente también
emplea los salmos en invocaciones y bendiciones durante la adoración
pública.
Demos un vistazo a la oración de Jonás. Durante la tormenta en
el mar, a bordo del barco, el capitán le había pedido a Jonás
que orara (Jonás 1:16). La tripulación pagana de la nave se había
visto impulsada a orar, tomando la iniciativa que habríamos esperado
por parte del profeta hebreo. Finalmente, en medio de su gran necesidad, Jonás
ora fervientemente. Y las primeras palabras de su oración repiten plegarias
de Salmos, como:
«En mi angustia invoqué a Jehová,
Y clamé a mi Dios.
Él oyó mi voz desde su templo,
Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos» (Salmos
18:6).
Al fin, Jonás se ve impulsado a invocar a Dios, aun cuando pareciera
ser demasiado tarde para orar. Ha tratado neciamente de evadir a Dios, e incluso
dentro del pez todavía está cerca de la muerte. De hecho, la siguiente
frase de su oración expresa su profunda de angustia al pensar que se
está ahogando: «Desde el seno [o «vientre»] del Seol clamé,
y mi voz oíste» (Jonás 2:2).
La expresión de Jonás «desde… el Seol» en el idioma
original denota una situación desesperada, e indica que el profeta estaba
consciente de la naturaleza extrema de las circunstancias en las que se encontraba:
en las garras de la muerte misma. Sin embargo, reconoce que Dios controla la
situación:
«Me echaste a lo profundo, en medio de los mares,
Y me rodeó la corriente;
Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí» (versículo 3).
Seguramente el profeta sabía que habían sido los tripulantes del
barco quienes lo habían arrojado al mar (Jonás 1:15). Sin embargo,
ahora admite que fue Jehová mismo quien había actuado, y que los
marineros sólo habían cumplido inconscientemente el propósito
del Señor. Siendo que Jonás conocía su Biblia, sabía
que con frecuencia Dios usa a los agentes humanos para hacer avanzar sus propósitos.
Por ejemplo, Dios declara a través del profeta Isaías: «Oh
Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira»
(Isaías 10:5).
La palabra «corriente» (nahar) en Jonás 2:3, que el profeta
menciona que lo rodeó, nos recuerda el Salmo 93:3, 4. La palabra aparece
aquí, en el libro de Salmos, en su forma plural (neharot, ríos),
y su triple repetición subraya el poder de la tormenta. Sin embargo,
el salmista insiste en que el poder de Jehová en las alturas es más
poderoso:
«Alzaron los ríos, oh Jehová,
Los ríos alzaron su sonido;
Alzaron los ríos sus ondas.
Jehová en las alturas es más poderoso
Que el estruendo de las muchas aguas,
Más que las recias ondas del mar» (Salmos 93:3, 4).
Jonás también reconoce que el oleaje que pasaba sobre él
estaba bajo el control de Jehová, haciendo eco a las palabras del salmista
cuando oró: «Tus ondas y tus olas han pasado sobre mí»
(Salmo 42:7b). Jonás también sintió una angustia similar:
«Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, y me rodeó la
corriente; todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí» (Jonás
2:3).
En este punto, el sentimiento de desesperación de Jonás es claro.
El uso del pronombre personal en el idioma original es enfático y subraya
la ansiedad de Jonás: «Entonces dije: Desechado soy de delante de
tus ojos» (versículo 4a). Sin embargo, ¡habría sido
más honesto que Jonás admitiera que él era quien había
huido «de la presencia de Jehová», tal como lo señala
el autor tres veces en el capítulo 1!
Continuando con nuestra lectura cuidadosa del texto, recordamos que el verbo
«desechado» que Jonás usa aquí también aparece
en Génesis 3:24, donde Adán y Eva son expulsados del huerto del
Edén: «[Dios] Echó, pues, fuera [del huerto del Edén]
al hombre». Jonás entendió que se hallaba experimentando
el enérgico castigo de Dios mientras se ahogaba. Sin embargo, percibe
que, a pesar de todo lo que ha hecho, en realidad Dios le ha perdonado la vida.
La siguiente frase de su oración es sorprendente: «Mas aún
veré tu santo templo» (Jonás 2:4b). Muchos han considerado
esta exclamación como el centro de su oración. Jonás se
ve finalmente impulsado a admitir la misericordia de Dios, mucho después
que los marineros paganos ya lo habían hecho. Pero la ordalía
acuática todavía no termina. Jonás continúa describiendo
su indefenso descenso inicial en las profundidades del mar:
«Las aguas me rodearon hasta el alma,
Rodeóme el abismo;
El alga se enredó a mi cabeza.
Descendí a los cimientos de los montes;
La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre» (versículo
5, 6a).
El profeta revive aquí su proceso de ahogamiento. La descripción
de cinco líneas expresa su abandono de la esperanza de escapar de las
garras de la muerte y señala el punto extremo de su hundimiento en el
Mediterráneo.
Cuando el texto registra que el profeta estuvo «en el vientre del pez tres
días y tres noches» (Jonás 1:17), nos recuerda cuán
agonizantemente parece pasar el tiempo cuando uno sufre. Jonás describe
así su experiencia: «La tierra echó sus cerrojos sobre mí
para siempre» (versículo 6; la cursiva fue añadida).
Los «cerrojos» que menciona el profeta sobre él quizás
aluden a la caja torácica del «gran pez».
La mención de «tres días y tres noche» debiera hacernos
pensar en otros usos bíblicos de esta fórmula del paso del tiempo.
Esta frase aparece en otros lugares del Antiguo Testamento. En Génesis,
Abraham e Isaac recibieron «al tercer día» la indicación
de Dios de que habían llegado al lugar para el sacrificio, del cual Isaac
sería librado milagrosamente (Génesis 22:4). La frase también
aparece en otro contexto de vida y muerte en el cual David encontró al
esclavo egipcio que había sido abandonado para morir y no había
comido durante «tres días y tres noches» (1 Samuel 30:12).
Más adelante, cuando el rey Ezequías se encontraba gravemente
enfermo, recibió la promesa de que «al tercer día» subiría
a la casa de Jehová (2 Reyes 20:5, 8).
El Nuevo Testamento también emplea este marcador de tiempo particular.
Jesús se refiere a «la señal del profeta Jonás»
y usa el mismo período de «tres días y tres noches»
para su propia sepultura y resurrección (Mateo 12:39, 40; véase
también Lucas 11:30). De esa manera, vincula la milagrosa liberación
de Jonás de la muerte con su propia pasión.
En su oración desde el «gran pez» Jonás habla del «Seol»
y del «abismo», términos que el Antiguo Testamento usa para
describir a la muerte. El profeta Oseas, que vivió dentro del marco de
tiempo cuando probablemente todavía se hacía referencia a la experiencia
de Jonás, utiliza la fórmula cronológica dentro del tema
de la resurrección: «Nos dará vida después de dos
días; en el tercer día nos resucitará» (Oseas 6:2).
Oseas 6:1-3 se refiere claramente a la cautividad y restauración de Israel
como a una «muerte» y «resurrección» en el «tercer
día», estableciendo un paralelismo con la experiencia de Jonás.
Según esta alusión, parece que Oseas imagina a Israel recapitulando
la experiencia de Jonás en su propia experiencia de “muerte”
y “resurrección».
Así que, cuando Cristo compara su experiencia de muerte y resurrección
con la de Jonás, la vincula con el entendimiento veterotestamentario.
La oración de Jonás nos permite escuchar lo que él creía
que eran sus últimos pensamientos como hombre agonizante. Sin embargo,
los peores temores del profeta fugitivo no se concretan. No se ahoga. Aunque
se encontraba en una oscuridad insondable, ciertamente Dios le ha perdonado
la vida. Y, como resultado, su desesperación se disipa: «Mas tú
sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío. Cuando mi
alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, Y mi
oración llegó hasta ti en tu santo templo» (versículos
6c, 7).
El lenguaje usado por Jonás en la frase «tu santo templo» es
el que emplean otros profetas para referirse al santuario celestial, como: «Jehová
está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; sus
ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres» (Salmos
11:4). El profeta Miqueas también declara: «Oíd, pueblos
todos; está atenta, tierra, y cuanto hay en ti; y Jehová el Señor,
el Señor desde su santo templo, sea testigo contra vosotros» (Miqueas
1:2). El profeta Habacuc habla en forma similar: «Mas Jehová está
en su santo templo; calle delante de él toda la tierra» (Habacuc
2:20).
Aunque ha desobedecido, Jonás se da cuenta de que aun su lejanía
en las profundidades del mar no ha estorbado su oración. Por fe, ¡confía
en Dios, que está en su santuario celestial! Sin embargo, Dios no libera
inmediatamente al profeta de su «caverna» acuática. La oración
de Jonás no sugiere que se halla fuera del gran pez, sobre tierra seca.
Más bien, subraya que su ubicación en las profundidades del mar
no ha significado barrera alguna para que Dios escuche su oración. Jonás
cree que Jehová no lo ha abandonado del todo. Ya ha experimentado, a
través de su «salvación» milagrosa en el mar, que el
poder de Dios es tan vasto como su conocimiento de quienes claman a él
por ayuda. Jonás experimenta la realidad del gran salmo de la omnisciencia
de Dios:
«¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí estás tú;
Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
Si tomare las alas del alba
Y habitare en el extremo del mar,
Aun allí me guiará tu mano,
Y me asirá tu diestra.
Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán;
Aun la noche resplandecerá alrededor de mí.
Aun las tinieblas no encubren de ti,
Y la noche resplandece como el día;
Lo mismo te son las tinieblas que la luz» (Salmos 139:7-12).
Jonás expresa luego la inutilidad de confiar en las falsas deidades:
«Los que siguen a ídolos vanos, abandonan el amor de Dios»
(Jonás 2:8, NVI).
Los términos aplicados a los ídolos incluyen el sentido de algo
insustancial, inútil, vacío, sin valor. Los dioses falsos son
engañosos porque no son lo que afirman ser. De hecho, no tienen vida
en absoluto. Jonás está convencido de la necedad de abandonar
al Dios del cielo y la tierra. Y su oración, que comenzó con una
desesperada llamada de auxilio a Jehová, concluye con una declaración
de la misericordia de Dios: «Mas yo con voz de alabanza te ofreceré
sacrificios; Pagaré lo que prometí. La salvación es de
Jehová» (versículo 9).
Muchos han considerado a esta última frase de la oración de Jonás
como el centro de su libro, el punto principal que el escritor quiere enfatizar.
De nuevo, el pronombre personal es enfático en el idioma hebreo, añadiendo
intensidad a la proclamación. James Edwards resume ingeniosamente el
sorprendente viaje de Jonás hasta aquí de la siguiente manera:
«Como una ballena herida por un arpón, el creyente comienza a luchar.
Excusas, protestas, lamentos, súplicas, todo esto surge del volcán
del alma completamente despierta; un alma que, siquiera por un instante, ha
percibido la pavorosa distancia entre Dios y ella. En contraste con su turbulento
socio humano, Dios sostiene el timón en un punto estable, sin acometer
furioso y sin retirarse ofendido, repitiendo el mandato una y otra vez hasta
que el alma agobiada se desploma en los brazos de un amor santo que ella ha
buscado por mucho tiempo, pero en el que ha temido confiar»
Jonás finalmente se ve impulsado a admitir la misericordia salvadora
de Dios, pero, como hemos visto, irónicamente mucho después que
los marineros no israelitas lo han hecho. La promesa del profeta hebreo Jonás
de ofrecer sacrificios y hacer votos también fue hecha mucho después
que la tripulación pagana del barco la hiciera [y cumpliera] (Jonás
1:16). Tanto el capítulo 1 como el 2 del libro de Jonás terminan
con el tema de los sacrificios y los votos, llevando al lector a trazar un paralelismo
entre la experiencia de Jonás y la de los marineros paganos. Tanto el
profeta como los marineros…
• enfrentan un peligro y una crisis extrema debido a una tormenta;
• claman a Jehová, reconociendo su soberanía;
• son salvados físicamente;
• adoran.
Únicamente que ¡la fe de los marineros precede a la del profeta
Jonás! Finalmente, él adopta la misma actitud que la tripulación
gentil del barco ya ha adoptado.
El nexo entre sacrificios y votos no es inusual en el Antiguo Testamento. El
salmista ora así:
«Entraré en tu casa con holocaustos;
Te pagaré mis votos,
Que pronunciaron mis labios
Y habló mi boca, cuando estaba angustiado.
Holocaustos de animales engordados te ofreceré,
Con sahumerio de carneros;
Te ofreceré en sacrificio bueyes y machos cabríos» (Salmos
66:13-15).
Las últimas palabras de la oración de Jonás -«la salvación
es de Jehová» (Jonás 2:9b)- colocan el énfasis donde
debe ir: sobre Jehová, quien ha salvado al profeta. La palabra rgeshuah
puede usarse para indicar liberación física. Pero cuando se aplica
a la obra de Dios, incluye su propósito más amplio de salvar en
todo sentido. Muchas veces, el salmista y el profeta se refieren elocuentemente
a Dios como Salvador:
«En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi
salvación. Él solamente es mi roca y mi salvación; es mi
refugio, no resbalaré mucho» (Salmos 62:1, 2).
«Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro
Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová
a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación»
(Isaías 25:9).
«Jehová desnudó su santo brazo ante los ojos de todas las
naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación
del Dios nuestro» (Isaías 52:10).
Jonás descubre la gracia divina cuando su situación es desesperada,
cuando a todas luces no debería esperar nada de Dios. La tormenta en
el mar ha convencido a Jonás de que no puede escapar de Jehová.
Se da cuenta, finalmente, de que su rebelión no es un asunto oculto,
y que Dios está plenamente consciente de su necedad. El retrato bíblico
de la gracia de Dios hacia Jonás debiera animarnos en gran manera porque
¡Dios no responde solamente conforme a nuestras mejores actitudes y sentimientos,
sino también conforme a nuestros desesperados clamores, frutos de nuestra
desobediencia!
Éste es un punto importante. En toda su oración, Jonás
nunca confiesa su rebeldía. No vemos ninguna evidencia de que está
verdaderamente arrepentido. Nunca admite que se ha equivocado, como cuando David
clamó a Dios arrepentido de su adulterio:
«Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos…
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio…
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh
Dios» (Salmos 51:3-17).
Y, sin embargo, la oración de Jonás debiera asegurarnos nuevamente
que podemos orar en medio del fracaso, aun cuando nuestra propia rebelión
nos ha traído angustia, e incluso cuando no reconocemos nuestra propia
culpa ni sentimos pesar. Éste es un asunto crítico, porque estos
parecen ser los momentos en los que es más difícil orar. Con frecuencia
es un tiempo en el que sentimos que no tenemos derecho a invocar a Dios. Y,
aun si quisiéramos orar, sentimos que, ciertamente, no merecemos su ayuda.
La experiencia de Jonás debiera ser una gran fuente de ánimo para
nosotros de que Dios no nos permitirá continuar para siempre en nuestra
rebelión personal contra él. Nada podría ser peor que si
él no se interesara lo suficiente en nosotros como para buscarnos cuando
huimos de su presencia. Así que podemos cobrar ánimo con la experiencia
de Jonás y agradecerle a Dios cuando nos confronta con nuestra desobediencia.
Observe cómo Jonás expresa su oración en forma de poesía.
Algunos han sugerido que este hecho es una razón de que la historia de
Jonás no puede ser un relato histórico auténtico. Sin embargo,
gran parte del Antiguo Testamento es poesía. Por ejemplo, en la narrativa
de la creación, Adán se expresa poéticamente cuando ve
a Eva por primera vez (Génesis 2:23, 24). El libro de Génesis
termina con la bendición de Jacob a sus hijos, en la cual los doce oráculos
toman forma poética (Génesis 48:15- 49:27). Los libros históricos
de Samuel, Reyes y Crónicas comienzan con la jubilosa oración
poética de Ana (1 Samuel 2:1-10).
Incluso las numerosas profecías del Antiguo Testamento están expresadas
en poesía. Por ejemplo, los 66 capítulos del libro de Isaías
incluyen narrativas históricas, pero cuando él transmite las palabras
de Dios, las presenta en forma de poesía. El capítulo 6 contiene
una parte narrativa que describe el llamado profético de Isaías
y otra poética que consiste en una conversación entre el profeta
y un serafín. Enseguida, el capítulo 7 incluye el relato narrativo
del envío de Isaías por parte de Dios al rey Acaz, con un mensaje
profético en forma de poesía para darle ánimo ante una
importante amenaza siria. El resto del libro de Isaías consiste en profecías
principalmente, la mayor parte de las cuales está expresada en poesía.
En el pasado muchas versiones de la Biblia no se publicaban de manera que esta
combinación peculiar de narrativa y poesía fuera obvia visualmente.
Afortunadamente, las traducciones recientes han corregido esto. Siendo que más
del cuarenta por ciento del Antiguo Testamento es poesía, esta mejora
es útil para el lector.
La inclusión de poesía dentro de los materiales narrativos no
es una razón válida para relegar al Antiguo Testamento al ámbito
de la ficción y el mito, como lo hacen algunos eruditos actuales. Los
escritos extrabíblicos antiguos frecuentemente usaron la poesía
en registros históricos. Presentar la historia humana o las oraciones
en forma de poesía no clasifica automáticamente a dicho material
como mitos antiguos. Los escritores bíblicos bien pueden haber sido sensibles
a la forma en que la expresión poética da a sus palabras un significado
más profundo e intenso. Así que, el hecho de que Jonás
ore en un lenguaje lírico no sería inusual en tiempos del Antiguo
Testamento.
Pero, ¿qué ocurre con Jonás enseguida? ¡Las sorpresas
aún no terminan!
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