La Venganza en Romanos 12:19-21

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No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. 20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

La venganza es la satisfacción que una persona busca obtener ante un agravio o daño recibido, mediante un acto que busca hacer sufrir al agresor el mismo dolor que infligió, o al menos impedir que vuelva a causarlo. Surge de una respuesta emocional ante una injusticia percibida, como una forma de recuperar el equilibrio y liberar la ira o el rencor. 

Aspectos clave de la venganza:

  • Motivación:

Se origina por la percepción de una ofensa o daño, lo que genera un deseo de retribución o de «equilibrar la balanza». 

  • Objetivo:

Busca causar sufrimiento o daño a quien se percibe como agresor, no busca necesariamente la reparación o el perdón. 

  • Naturaleza emocional:

Implica emociones como la ira, el rencor y la frustración por un daño no resuelto. 

  • Relación con la justicia:

A menudo se confunde con la justicia, ya que busca una forma de castigo o de restablecimiento de la ley, aunque es un acto individual y a menudo subjetivo. 

  • Un acto humano:

Se considera un sentimiento y comportamiento humano arraigado, aunque la forma en que se manifiesta puede variar. 

Ejemplos y connotaciones:

  • En el ámbito personal:

Una persona puede sentir el impulso de vengarse de alguien que le ha hecho daño. 

  • En la literatura y el cine:

Historias como El Conde de Montecristo o El Padrino exploran el tema de la venganza y su naturaleza. 

  • En la historia:

Las ideas de justicia retributiva, como «ojo por ojo», están asociadas a la venganza. 

En resumen, la venganza es una reacción contra una ofensa, donde el agraviado busca que el ofensor experimente un daño similar, lo que la convierte en un acto que busca un resultado injurioso y no reparador. 

Comentario Bíblico Adventista. Tomo 6, páginas 619-620:

Amados. En la RVR la palabra griega agapetós (aquí en plural) generalmente se ha traducido como «amado», «amada» (Rom. 1: 7; 9: 25; 11: 28; 16: 12; 1 Cor. 10: 14; 2 Cor. 7: 1; Efe. 1: 6; Fil. 4: 1; etc.), o como «muy amados» (2 Cor. 12: 19; etc.).

Dejad lugar a la ira. El artículo definido antes de «ira», indica que se hace referencia a la ira de Dios (cf. com. cap. 5: 9). Esta interpretación es confirmada por las palabras que siguen: «Mía es la venganza, yo pagaré». «Dejad lugar» para que obre la ira retributiva de Dios. Los cristianos nunca deben tratar de vengarse de los que los tratan con injusticia, sino dejar las cosas con Dios. Sólo un Dios perfecto, que todo lo conoce y que ama a todos, puede juzgar con rectitud a los impíos y castigarlos con justicia. Tanto el lenguaje como el pensamiento de esta orden son ilustrados por Efe. 4: 27, donde Pablo explica que al vengarnos damos «lugar al diablo». Los que albergan pensamientos de venganza están dando la oportunidad para que Satanás les inspire ira, odio y amargura, cuando deberían estar fomentando el crecimiento de los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia (Gál. 5: 22).

También se han presentado otras dos interpretaciones de este pasaje. «Dad tiempo o lugar para que vuestra ira se enfríe», y «Dad lugar a la ira de vuestro oponente, es decir, rendíos ante ella»; pero ninguna de las dos interpretaciones concuerda bien ni con el griego ni con el contexto.

Escrito está. La cita es de Deut. 32: 35. Cf. Heb. 10: 30. En Deuteronomio esta frase es una amonestación para el pueblo de Dios; en Hebreos se dirige a los apóstatas; pero en Romanos se usa como un consuelo para el pueblo de Dios injustamente perseguido. Dios, a su debido tiempo, tomará venganza por ellos, pues «¿acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?» (Luc. 18: 7; cf. Deut. 32: 40-43; 2 Tes. 1: 6-10; Apoc. 6: 9-11).

Venganza. Gr. ekdíkesis, «vindicación», «retribución», «castigo» (cf. Hech. 7: 24; 2 Cor. 7: 11; 1 Ped. 2: 14). De esta palabra debe eliminarse la idea de un deseo de venganza personal, pues se trata nada más de la justicia retributiva de Dios. Más bien significa la plena ejecución de la justicia para todos. En el día de la venganza de Dios, los impíos recibirán las consecuencias inevitables de su propia elección. Debido a la rebeldía de su vida, están en desacuerdo con Dios de tal manera, que la misma presencia divina es para ellos un fuego consumidor (2 Tes. 1: 6-10; Apoc. 6: 15-17). «La gloria de Aquel que es amor los destruye» (DTG 713).

20. Si tu enemigo. La cita es de Prov. 25: 21-22.

Ascuas de fuego. Es decir, carbones encendidos. Ver com. Prov. 25: 22. La bondad es la mejor venganza de un cristiano contra su enemigo. Amontonar ascuas de fuego sobre la cabeza de un adversario debe significar realizar actos de amor y no de maldad, como se indica claramente en el contexto del AT y en el del NT. El pasaje de Prov. 25: 22 termina con estas palabras que Pablo no cita: «y Jehová te lo pagará», a saber, las buenas obras hechas a favor de tu enemigo. Así también en este contexto el significado general se resume en las palabras: «No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal» (Rom. 12: 21).

21. No seas vencido de lo malo. Vengarse no es una señal de fortaleza sino de debilidad. El que permite que su genio se agite y queden a un lado sus principios cristianos de amor y dominio propio, sufre una derrota. Pero la persona que domina el deseo de vengarse y convierte un mal que ha recibido en una oportunidad de mostrar bondad, gana una victoria sobre sí misma y sobre los poderes del mal. Esto no sólo es mucho más noble en sí mismo, sino que será mucho más efectivo, pues así se puede desarmar a un enemigo (cf. Prov. 15: 1) y ganar un alma. Según este principio, Dios no ha dejado caer sobre los pecadores la retribución que desde hace mucho tiempo merecen, sino que más bien los ha colmado de amor y misericordia. Y la benignidad, la paciencia y la longanimidad de Dios es lo que guía a los hombres al arrepentimiento (Rom. 2: 4). El cristiano que está siendo transformado a la imagen de Dios (cap. 12: 2), mostrará por la forma como trata a sus enemigos que su carácter se va asemejando cada día más y más al carácter de Dios, que es amor (1 Juan 4: 8).

Discurso Maestro de Jesucristo, páginas 51-52: El espíritu de odio y de venganza tuvo origen en Satanás, y lo llevó a dar muerte al Hijo de Dios. Quienquiera que abrigue malicia u odio, abriga el mismo espíritu; y su fruto será la muerte. En el pensamiento vengativo yace latente la mala acción, así como la planta yace en la semilla. “Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él”. 

“Cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio”. En la dádiva de su Hijo para nuestra redención, Dios demostró cuánto valor atribuye a toda alma humana, y a nadie autoriza para hablar desdeñosamente de su semejante. Veremos defectos y debilidades en los que nos rodean, pero Dios reclama cada alma como su propiedad, por derecho de creación, y dos veces suya por haberla comprado con la sangre preciosa de Cristo. Todos fueron creados a su imagen, y debemos tratar aun a los más degradados con respeto y ternura. Dios nos hará responsables hasta de una sola palabra despectiva hacia un alma por la cual Cristo dio su vida. 

“¿Quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” “¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio Señor está en pie, o cae”. 

“Cualquiera que le diga [a su hermano]: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego”. En el Antiguo Testamento la palabra fatuo se usa para describir a un apóstata o al que se entregó a la iniquidad. Dice Jesús que quienquiera que condene a su hermano como apóstata, o como despreciador de Dios, muestra que él mismo merece semejante condenación. 

El mismo Cristo, cuando contendía con Satanás sobre el cuerpo de Moisés, “no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él”. Si lo hubiera hecho, le habría dado una ventaja a Satanás, porque las acusaciones son armas del diablo. En las Sagradas Escrituras se lo llama “el acusador de nuestros hermanos”. Jesús no empleó ninguno de los métodos de Satanás. Le respondió con las palabras: “El Señor te reprenda”. 

Su ejemplo es para nosotros. Cuando nos vemos en conflicto con los enemigos de Cristo, no debemos hablar con espíritu de desquite, ni deben nuestras palabras asemejarse a una acusación burlona. El que vive como vocero de Dios no debe decir palabras que aun la Majestad de los cielos se negó a usar cuando contendía con Satanás. Debemos dejar a Dios la obra de juzgar y condenar. 

Mente, carácter y Personalidad, tomo 2, página 162: Muchos miran las cosas desde un lado oscuro; magnifican supuestos agravios, alimentan su ira, y se llenan de sentimientos de venganza y odio, cuando en verdad no hay una causa real para esos sentimientos […]. Resistan esos sentimientos, y experimentarán un gran cambio en su relación con sus semejantes.—The Youth’s Instructor, 10 de noviembre de 1886

Mente, carácter y Personalidad, tomo 2, página 538: La venganza jamás ha vencido a un enemigo. Un temperamento bien controlado ejerce una buena influencia sobre todo lo que lo rodea; pero “el que no gobierna su propio espíritu es como una ciudad derribada y sin muros”.—Testimonies for the Church 4:367, 368 (1879).

Mente, carácter y Personalidad, tomo 2, página 548: La venganza no produce satisfacción—Recuerden que un discurso vengativo nunca le hace sentir a nadie que haya ganado una victoria. Que Cristo hable por medio de ustedes. No pierdan la bendición que se recibe cuando no se piensa el mal.—Testimonies for the Church 7:243 (1902)

Romanos 12:21: No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

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