Las 10 plagas de Egipto estaban dirigidas a sus dioses.

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Algunos extractos de la obra Filosofía del Plan de Salvación demuestran que las plagas tenían por objeto destruir la confianza de los egipcios en el poder y la protección de sus ídolos: PP54 821.4

El primer milagro, al paso que probaba la autenticidad de la misión de Moisés, destruía las serpientes, que eran entre los egipcios objeto de adoración, y dejaba así patente desde el principio que sus dioses no podían ayudar al pueblo ni tampoco salvarse a sí mismos. PP54 822.1

El segundo milagro iba dirigido contra el río Nilo, el cual era otro objeto de veneración religiosa para los egipcios. Tenían este río por santo, como los hindúes consideran el Ganges; y hasta veneraban los peces de sus aguas como dignos de adoración. Bebían el agua con reverencia y deleite, y creían que había en sus ondas una fuerza divina que curaba las enfermedades del cuerpo. El agua de este objeto de su homenaje idólatra se transformó en sangre; los animales que contenía y que los egipcios adoraban se convirtieron en una masa de podredumbre. PP54 822.2

El tercer milagro estaba destinado a alcanzar el mismo fin: destruir la fe en el río como objeto de adoración. Se hizo producir por las aguas del Nilo una inmensa cantidad de ranas que infestaron toda la tierra y molestaron mucho al pueblo. De modo que por el poder del Dios verdadero su ídolo fué contaminado y transformado en una fuente de peligro para los moradores. PP54 822.3

Por el cuarto milagro de una serie cuya fuerza y severidad iban en aumento, vinieron piojos sobre los hombres y las bestias por toda la tierra. ‘Ahora bien—dice Gleig,—si se recuerda que nadie podía acercarse a los altares de Egipto en caso de llevar sobre sí un insecto tan impuro, y si los sacerdotes, para resguardarse contra el más leve riesgo de contaminación, llevaban solamente vestiduras de lino y se rasuraban la cabeza y el cuerpo todos los días,* se puede imaginar la severidad de este castigo milagroso impuesto a la idolatría egipcia. Mientras duró, ningún acto de adoración pudo llevarse a cabo, y fué tan grave que los magos mismos exclamaron: ‘Dedo de Dios es éste.’ PP54 822.4

El quinto milagro tenía por objeto destruir la confianza del pueblo en Belcebú, o dios de las moscas, que era reverenciado como protector capaz de evitar los enjambres de moscas hambrientas que solían apestar la tierra durante la canícula y, según los egipcios, sólo eran eliminadas por la voluntad de ese ídolo. El milagro realizado ahora por Moisés probaba terminantemente la impotencia de Belcebú y obligaba al pueblo a buscar en otra parte auxilio y alivio del terrible castigo que sufría. PP54 822.5

El sexto milagro, que destruyó el ganado, excepto el de los israelitas, tenía por fin anular todo el sistema que hacía rendir culto a los animales. Este sistema, tan degradante y grosero, había llegado a ser un monstruo de muchas cabezas entre los egipcios. Tenían su toro sagrado, y otros muchos animales sagrados, como el carnero, la ternera, la cabra, pero todos fueron muertos por intervención del Dios de Moisés. En esa forma, por un solo acto de su poder, Jehová manifestó su supremacía y destruyó la misma existencia de los ídolos bestiales. PP54 822.6

“Acerca de cuán apropiada era la sexta plaga (o séptimo milagro), dice el escritor citado anteriormente, el lector recibirá una impresión mejor cuando se le recuerde que en Egipto había varios altares sobre los cuales se ofrecían ocasionalmente sacrificios humanos, para propiciar a Tifón, o sea el principio del mal. Como estas víctimas eran quemadas vivas, las cenizas eran recogidas por los sacerdotes que oficiaban, quienes las arrojaban luego al aire y las esparcían así para que el mal se desviara de todo sitio adonde un átomo de estas cenizas fuera llevado. Siguiendo las instrucciones de Jehová, Moisés tomó un puñado de cenizas del horno (el cual era muy probablemente usado con frecuencia por los egipcios en esa época para apartar las plagas), y lo arrojó al aire, como acostumbraban hacer los sacerdotes; pero en vez de impedir el mal, hizo brotar tumores y llagas en todos los habitantes de la tierra. Ni el rey, ni los sacerdotes ni el pueblo escaparon. De modo que los ritos sangrientos de Tifón se convirtieron en una maldición para los idólatras, se confirmó la supremacía de Jehová y se insistió en la liberación de los israelitas. PP54 823.1

El milagro noveno iba dirigido contra el culto de Serapis, cuyo oficio especial era proteger el país contra las langostas. Periódicamente esos insectos destructores caían sobre la tierra en grandes nubes, y, como una maldición entenebrecedora, devoraban y destruían los frutos de los campos y el verdor de los bosques. A la orden de Moisés vinieron estos terribles insectos, y sólo se retiraron cuando el mismo Moisés se lo ordenó. Así se hizo manifiesta la impotencia de Serapis, y se les enseñó a los idólatras cuán insensato y fútil era confiar en otra protección que la de Jehová, Dios de Israel. PP54 823.2

El octavo milagro y el décimo iban dirigidos contra la adoración de Isis y Osiris, a quienes, juntamente con el río Nilo, ponían en primer lugar en la larga serie de sus dioses.* Estos ídolos eran originalmente los que representaban el sol y la luna; se creía que dominaban la luz y los elementos; y su culto predominaba en alguna forma entre todas las naciones más antiguas. Los milagros que iban dirigidos contra el culto de Isis y Osiris debieron hacer una profunda impresión tanto en los israelitas como en los egipcios. En un país donde llueve muy rara vez, donde la atmósfera está siempre en calma y los astros brillan cada noche, ¡cuán grande debió ser el terror que se apoderó de todos durante la rebelión de los elementos que se menciona en los anales hebreos; en ese largo plazo de tres días y tres noches cuando la lobreguez de las densas tinieblas se extendía como paño mortuorio sobre toda la tierra! Jehová de los ejércitos ordenó a la naturaleza que le proclamase Dios verdadero; el Dios de Israel confirmó su supremacía y ejerció su poder para envilecer los ídolos, destruir la idolatría y librar a los descendientes de Abrahán de la tierra de su esclavitud. PP54 823.3

“Habiéndose revelado así el Todopoderoso como el Dios verdadero, gracias a su intervención milagrosa, después de continuar ejerciendo su poder en las medidas adaptadas a destruir las distintas formas de idolatría que existían en Egipto, el undécimo y último milagro fué un castigo encaminado a manifestar a todos los intelectos que Jehová era el Dios que ejecuta juicios en la tierra.” EGW

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