Las Competencias Deportivas

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No tenemos ningún registro de los triunfos y fracasos del Battle Creek College Raspantes — o cualquiera fuera el nombre que le dieran a su cuadro de fútbol. Tampoco sabemos quien ganó los encuentros pugilísticos realizados en el sótano del edificio del colegio. Pero las declaraciones de ella con relación al ejercicio y la recreación son suficientemente claras sin necesidad de estos antecedentes. A su parecer, la peor situación para estudiantes, o cualquier otra persona, sería carecer de ejercicio. Este punto de vista básico fue enfatizado en su primera declaración sobre educación, escrita en 1872. Ella la desarrolla así en La Educación: «Los alumnos deben hacer ejercicios vigorosos. Pocos males deben ser más temidos que la indolencia y la falta de propósito» (p. 210).

¿Cuáles son los resultados de la inactividad física? Tres cosas: «todo el organismo se debilita y enferma» (Ibid., p. 208); «a menudo la mente se desequilibra» (Ibid. p. 209); la fortaleza moral es lesionada y «se abre la puerta a la impureza». (Loc. cit.)
Pero estas son solo las consecuencias generales. Revisando someramente el Index, bajo «Ejercicio (físico) — falta de», descubrimos un catálogo completo de desastres. La circulación sanguínea se debilita por falta de ejercicio, y la sangre se torna impura. Los poderes mentales se ven debilitados y restringidos, y aún el agotamiento mental es fomentado por la falta de ejercicio. Los ministros sufren y se debilitan a causa de esta carencia y su salud pobre, muchas veces se debe a esta causa. Los músculos se tornan blandos y débiles, y el sistema nervioso se desequilibra; la piel, vasos e intestinos quedan afectados por la enfermedad; en síntesis el «sistema entero sufre» por la falta de ejercicio.
«La voluntad va a la par del trabajo manual», dice la escritora, «y cuando la voluntad está adormecida, la imaginación se torna anormal, de tal manera que es imposible resistir la enfermedad. La inactividad es la mayor maldición que le podría sobrevenir a alguien en esas condiciones.» Counsels on Health , p. 199.
Estoy seguro de que no hay discusión posible sobre este punto; la peor situación es la inactividad ¿Cuál será, entonces, la mejor situación?
«En general», nos dice, «el ejercicio más benéfico para la juventud es el trabajo útil. El niño halla en el juego a la vez diversión y desarrollo, y sus deportes deberían ser de tal naturaleza que promovieran no sólo su crecimiento físico, sino también el mental y el espiritual. Cuando aumentan su fuerza y su inteligencia, su mejor recreación la encontrará en algún esfuerzo útil.» La Educación, p. 215.

En lugar de diversiones que solamente entretienen, nos dice que «el Señor ha declarado que para ellos la mejor manera…[para los alumnos] de obtener ejercicio físico es por medio del adiestramiento manual, y permitiendo que el empleo útil reemplace el placer egoísta». Consejos para Maestros, p. 338.

Entiendo bien que un consejo así suena en nuestros oídos como un sonido extraño. Pero debemos resistir la tentación de desestimar estos consejos. Cuando examinamos los peligros de los deportes atléticos, muchos de nosotros, si somos sinceros al respecto, descubriremos que nosotros mismos somos víctimas de muchos de los peligros de los que tan noblemente tratamos de proteger a la juventud. Deberíamos ser suficientemente honestos como para reconocer que en esta situación nuestros propios gustos y deseos pueden fácilmente pervertir nuestro juicio y receptividad al mensaje que el Espíritu de Dios quiere transmitirnos.

Cuando nos dice que «tanto como sea posible, toda escuela debería disponer de medios para proporcionar una educación manual» (La Educación, p. 217), nos sentimos tentados a poner el énfasis sobre la frase condicionadora y decidimos que eso es imposible.
Y cuando ella continúa puntualizando que «esa educación reemplazará en gran medida al gimnasio con el beneficio adicional de constituir una valiosa disciplina», entonces nos aferramos con todas nuestras fuerzas de la frase condicionadora, ¡»Tanto como sea posible»! ¿Deberíamos realmente reaccionar así?

¿No debiéramos más bien estar pensando en los medios de hacer que la sierra, el martillo, la llave, el rastrillo y la azada estén en mejores condiciones de competir con la raqueta de tenis o el bate de béisbol? Yo soy el primero en reconocer que realmente gozaba de mis horas en la cancha de tenis en el colegio, pero recientemente he tenido la oportunidad de cuestionar la sabiduría de quienes me fueron orientando en mi progreso académico y me llevaron hasta la graduación sin saber como reemplazar la plomería del baño.

Sin lugar a dudas nos suena algo extraño que diga que «se debería disponer de jardines, talleres y salas de tratamiento» en nuestras escuelas (Ibid., p. 218). Pero ¿no es lastimoso que alguien haya estudiado en el colegio y tenga tres años de estudios de posgrado y casi no pueda conseguir que en el fondo de su casa crezcan los rabanitos?

Continua diciendo que «al hacer planes para el cultivo de las plantas, el maestro debería esforzarse por despertar interés en el embellecimiento de la propiedad escolar y del aula.» (Ibid., p. 212), pero no considera esto como un trabajo penoso que el alumno deba realizar para ganar algo de dinero que se acredite en su cuenta. Visualiza a maestros y alumnos trabajando juntos en estos proyectos; planificando y desarrollando gustos, aptitudes e intereses nuevos y útiles.

Bueno, debo confesar que trabajé con la tierra en mis años de estudios secundarios. Planté interminables líneas de pimientos y tomates bajo el sol calcinante de California. Pero por alguna razón, raramente tuve la compañía de algún maestro allí afuera conmigo, hablándome, enseñándome y compartiendo o planeando conmigo. «El sacrificio que se le pide al maestro es grande», dice , «pero, si lo hiciera, cosecharía una rica recompensa.» (Loc. cit.)
Creo más bien que hubiera cosechado una rica recompensa a la par, no solamente por el compañerismo del maestro sino también de la oportunidad de aprender algo acerca de la tierra y las plantas sobre las cuales estaba transpirando. ¿Cómo pude haber pasado por dieciocho años de educación en uno de nuestros colegios sin saber cómo mantener un césped vigoroso?

No pretendo apartarme de los consejos de ella. Solamente me permite afirmar que, de haber sido seguido, yo habría sabido tanto acerca de cómo transformar mi casa en más atractiva, placentera y valiosa cómo sé acerca de plantar algunas semillas. Ahora mismo necesitaría saber como impermeabilizar mi chimenea. Tengo mis serias dudas acerca de que vuelva a necesitar saber nuevamente alguna vez cómo hacer para batear una pelota de béisbol.

Ella, sin embargo, no pretende que cada escuela tenga un programa ideal. Habla acerca de cómo en los tiempos antiguos de nuestro mundo, padres y niños vivían junto a la naturaleza y estudiaban juntos sus bellezas y misterios (Ibid., p. 211). En sus palabras: «Aunque no podamos volver plenamente a los hábitos sencillos de aquellos tiempos primitivos, podemos aprender lecciones de ellos que contribuyan a que nuestros momentos de recreación sean lo que su nombre implica: Momentos de verdadera edificación para el cuerpo, la mente y el alma». (Loc. cit.)

Ella reconoce también que «la gimnasia es útil en muchas escuelas» (Ibid., p. 210). Pero agrega que «a menudo se la lleva al exceso». Ella contestó a un alumno de medicina que le escribió: «No condeno el ejercicio sencillo de jugar a la pelota». Mensajes Selectos, Vol. 2, p. 371. Pero ella dice que esto también puede llevarse al exceso.
¿Cuáles son, entonces, lo peligros de un programa de atletismo, y cómo podemos evitarlos? Cuando comencé a escribir este artículo, dos o tres hombres estaban conversando en el pasillo de la Asociación General, justamente frente a mi oficina. Uno le estaba contando al otro que acababa de asociarse a un Club de bowling o bolos. En este club había una dama que pertenecía a otros clubes. La dama gastaba de 35 a 40 dólares por semana en bowling.
«No condeno el ejercicio sencillo de jugar a la pelota.» escribió ,(aunque no refiriéndose al bowling), «pero, éste, aún en su sencillez puede practicarse con exageración. Siempre me estremezco a causa de los resultados que casi con seguridad seguirán después de esta clase de diversión. Conduce a gastar los recursos que deberían emplearse para llevar la luz de la verdad a las almas que perecen sin Cristo.» (Loc. cit.)

Aquí está, por tanto, uno de los peligros de los deportes atléticos: los gastos o inversiones que requieren. Naturalmente, cuanto más profesionales sean los programas atléticos, cuanto mejor organizados estén los juegos, más intensa será la competencia, y mayor la tentación de invertir dinero en equipo, viajes, alquiler de facilidades, y en el caso de una institución, los de mantenimiento o construcción de facilidades. En este mismo pasaje, dice que «es la forma» en que los juegos de pelota «han sido orientados en el colegio» de Battle Creek que «no lleva la aprobación del cielo»…Se advierten manifestaciones de hábitos, costumbres y prácticas mundanos, y los que participan de esas cosas quedan tan embelesados e infatuados, que el cielos los declara amadores del placer más que de Dios.» (Loc. cit.)
Aquí se evidencia un segundo peligro en los deportes atléticos. Si no son conducidos con propiedad se vuelven absorbentes e infatúan.

Permítanme reseñar ahora la mayor parte del resto de los consejos de ella y sus advertencias sobre los deportes atléticos con un párrafo clave de La Educación:
“Los juegos que ocupan una porción tan grande de su tiempo [de los alumnos], apartan su mente del estudio. No contribuyen a preparar a la juventud para la obra práctica y seria de la vida. Su influencia no tiende hacia el refinamiento, la generosidad o la verdadera virilidad.
“Algunas de las diversiones más populares, como el fútbol y el boxeo, se han transformado en escuelas de brutalidad. Tienen las mismas características que tenían los juegos de la antigua Roma. El amor al dominio, el orgullo por la mera fuerza bruta, el temerario desprecio manifestado hacia la vida, están ejerciendo sobre los jóvenes una influencia desmoralizadora que espanta.
“Otros juegos atléticos, aunque no sean tan brutales, son apenas menos objetables, a causa de que se los practica en exceso. Estimulan el amor al placer y a la excitación, fomentan la antipatía hacia el trabajo útil, y desarrollan una disposición a evitar las responsabilidades y los deberes prácticos. Tienden a destruir el gusto por las realidades serias de la vida y sus apacibles satisfacciones. Así se abre la puerta a la disipación y la ilegalidad, con sus terribles resultados.» pp. 210, 211.
Lean otra vez esta cita y pregúntense a sí mismos: ¿No es verdad que cada peligro aquí descrito se torna aún más serio a medida que la competencia se vuelva más intensa?

Cuanto mayor sea la competencia involucrada, más tiempo insume del estudiante y más se aparta de la preparación práctica de la vida. Cuanto más intensa sea la competencia, mayor será la brutalidad exhibida en el juego — como cualquier árbitro de fútbol o básketbol puede testificar. Cuanto mayor es el incentivo ofrecido, mayor será el amor por la victoria, y por el dominio. Ganar es el único blanco. El futuro es ahora. Perder es morir. Cuanto mayor sea la competencia, mayor y más temerario se vuelve el descuido por la vida. Cuando son las metas de la competencia las que dominan un evento de atletismo, mayores son el estimulo y la excitación. Es así como los deberes prácticos son más descuidados, como las sobrias realidades de la vida y sus placeres tranquilos pierden su realidad, y la puerta se abre de par en par al libertinaje.

Durante el furor de las bicicletas en la década de 1890, ella fue llamada por su Guía, quien le dijo, «Sígueme». Le fueron mostradas algunas cosas que no pueden dejarse de lado con la mera observación de que las bicicletas eran más caras en esos días. Le fueron mostradas algunas cosas que son aplicables a cualquier situación en que las competencias atléticas son preferidas al desarrollo armonioso de la mente, del cuerpo y del espíritu para la gloria de Dios.

Una influencia satánica pareciera estar pasando como una ola sobre nuestra gente [en Battle Creek], y yo v´´vi que esto será seguido por otras tentaciones. Satanás trabaja con un intenso propósito de inducir a nuestro pueblo a ocupar su tiempo y dinero en gratificar necesidades imaginarias. Esto es una especie de idolatría…

Había algunos que estaban luchando por el dominio, cada uno tratando de ganar en la veloz carrera de sus bicicletas. Se manifestaba un espíritu de rivalidad y contienda por ver cual sería el más destacado. El espíritu era similar al manifestado en los juegos de béisbol en el predio del colegio. Dijo mi guía: «Estas cosas son una ofensa a Dios.» — Testimonies, vol. 8, pp. 51, 52.

En 1899, La inspiración estaba en Sidney, Australia, oportunidad en la que se encontró con una multitud en una calle. «Cientos y cientos, por no decir miles, estaban allí congregados. ‘¿Qué es lo que pasa?’ pregunté. ‘Es por el juego de cricket, ‘fue la respuesta. Y mientras los hombres estaban jugando el partido de cricket, y otros estaban observando el juego, Satanás estaba jugando el juego de la vida por sus almas.'»En Acuerdos de la Unión Australiana, Julio 26, 1899.
No estemos aquí hablando meramente acerca de béisbol, flagbol, o básketbol. Estamos hablando de un juego mucho más importante: el juego de la vida. Nuestro oponente es Satanás, y solamente aquí se puede verdaderamente decir, «Ganar no es todo — es lo único.»
The Ministry, Julio de 1974

Categorías: Temas Diversos

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