Las Lenguas del Antiguo Testamento – Parte 2

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Las Lenguas del Antiguo Testamento – Parte 2

Los sustantivos se forman de distintas maneras: por medio de una variedad de combinaciones de vocales, y con o sin la adición de ciertas consonantes. Cuando se emplean consonantes generalmente van como prefijos, siendo las más comunes m y t. Se utiliza ampliamente el singular como colectivo, con el resultado de que la terminación femenina se usa a veces con función de singular: p. ej. secar, ‘cabello’, sacara (fem.), ‘un cabello’. Las formas cero, o sea aquellas en que falta un elemento morfológico común a una clase, son bastante comunes; son (fem.), ‘rebaños’, cf. son obedot, ‘ovejas perdidas’, donde ot indica el elemento que falta. El sustantivo que precede a un genitivo reduce sus vocales al mínimo y omite el artículo determinado. Se trata al grupo virtualmente como un compuesto inseparable. Los pronombres posesivos aparecen como sufijos del sustantivo.

Pueden usarse los adjetivos ya sea como predicado, cuando no toman el artículo determinado y generalmente preceden al sustantivo, o atributivamente, cuando siguen al sustantivo y toman el artículo determinado si lo tiene el sustantivo. También el adjetivo puede tomar el artículo determinado, y puede usarse independientemente con valor de sustantivo. Se hace la comparación utilizando la preposición min, ‘desde’, equivalente al cast. “más… que”. El grado más alto referido a cantidad a menudo se deja sin expresar, p. ej. “lo bueno”, o sea “lo mejor”, o se expresa el superlativo por medio de una frase que consiste en una forma singular seguida por un plural; p. ej. “cantar de los cantares”, e. d. la más grande, o la mejor canción.
El uso de los numerales muestra ciertas peculiaridades. Uno y dos concuerdan en género con su sustantivo, pero tres a diez no concuerdan. Esto puede indicar una introducción tardía del género gramatical.

La oración nominal, o “sin verbo”, en que el predicado consiste en un sustantivo, un pronombre o un adjetivo, se emplea ampliamente. Generalmente al traducir agregamos alguna parte del verbo “ser”, p. ej. “el siervo de Abraham (soy) yo”. En oraciones con verbo finito generalmente el orden de las palabras sigue el siguiente modelo: verbo, sujeto, complemento. Con el acusativo se usa a menudo la partída et. Si el complemento consiste en un pronombre, puede agregarse a la partícula acusativa, o puede agregarse como forma enclítica del verbo. Un complemento indirecto que consiste en una preposición y un sufijo pronominal normalmente viene antes del sujeto. Si hay una extensión adverbial generalmente sigue al complemento. En los casos en que en cast. normalmente utilizaríamos el impersonal “uno”, p. ej. en “uno dice”, en heb. se aplica la segunda o la tercera persona del singular masculino, o la tercera del plural.

La característica más distintiva del estilo hebreo es su carácter sindético o coordinativo, o sea el predominio de la conjunción simple “y”, y el uso infrecuente de conjunciones subordinantes. Comparado con el castellano podría parecernos menos abstracto. En el hebreo, por ejemplo, se hace uso amplio de términos relacionados con las actitudes físicas para describir estados psicológicos, o se relacionan los órganos del cuerpo con actitudes mentales. Es sumamente difícil para las personas acostumbradas al mado de expresión indoeuropeo disociar su mente de los significados originales; esto es así especialmente cuando una obra está repleta de ellos, como por ejemplo Cantar de los Cantares.

Las imágenes de que se vale el hebreo provienen en gran parte de las cosas y las actividades de la vida diaria. Tienen, por consiguiente, una cualidad universal y se prestan sin dificultad a la traducción. El hebreo emplea todas las figuras de lenguaje comunes: la parábola (p. ej. 2 S. 12), el símil, la metáfora, p. ej. “estrella” o “león” para héroe, “roca” para refugio, “luz” gara vida y para la revelación divina, “tinieblas” para el dolor y la ignorancia.

El hebreo, al igual que el uso lingüístico general, se vale constantemente de expresiones antropomórficas, o sea la transferencia o adaptación de términos de partes del cuerpo humano y de actividades humanas al mundo inanimado y a otras condiciones en las que, estrictamente, no son aplicables. Estas expresiones tienen su origen en la metáfora y corresponden al encabezamiento “ampliación de significado”, elemento aparentemente esencial en las lenguas en general. Ocurren frecuentemente en otros idiomas semíticos, tanto como en hebreo. En acádico, por ejemplo, uno se refiere a la quilla de un barco como el “espinazo” al que van unidas las “costillas”. En hebreo se habla de la “cabeza” de una montaña, la “faz” de la tierra, el “labio” (costa) del mar, la “boca” de una cueva, el “ir” del agua (verbo que a menudo se utiliza en otras partes para “caminar”). Estas expresiones y otras obviamente se han convertido en metáforas fosilizadas”. Cuando se aplican estas expresiones a las actividades o atributos de Dios, no sería aceptable, desde el punto de vista lingüístico, interpretarlas en sentido literal, o basar teorías sobre creencias en lo que son modos intrínsecos de expresión dictados por la naturaleza misma de la comunicación lingüística.

Las expresiones elípticas, por medio de las cuales se inviste del contenido semántico de toda una frase a un solo miembro del grupo, son bastante comunes, p. ej. la omisión de “voz” después de “alzar” en Is. 42.2 (cf. °vrv1). Aunque en el AT (1 S. 9.9) tenemos una de las primeras referencias a cambios semánticos, hay pocas evidencias de cambio en el hebreo en el transcurso de los siglos. Es posible, sin embargo, que muchas partes hayan sido revisadas para adaptarlas a un hebreo normalizado, quizás el de una Jerusalén preexílica tardía. Podemos encontrar rastros de dialectos en algunos libros, p. ej. Rut y partes de 2 Reyes. En Ester, Crónicas, y otros lugares podemos ver formas posteriores del idioma. Dadas las circunstancias no sería fácil detectar términos tomados de otros idiomas emparentados con el hebreo. Ejemplos son hekal, ‘templo’, del ac. ekallu, ‘palacio’, que a su vez provino del sumerio e-gal, ‘gran casa’; argaman, ‘púrpura’, viene del hitita.

Gracias a numerosos textos antiguos en lenguas hermanas que se han recuperado se ha podido adquirir una comprensión más precisa de algunos puntos. Existe el peligro de que en la emoción que producen los nuevos descubrimientos surjan propuestas mal fundadas que contravengan resguardos intrínsecos de la lengua que impiden las ambigüedades. Las grandes divergencias entre el hebreo y los idiomas relacionados con él, causadas principalmente por la acción de los cambios semánticos, hacen extremadamente peligroso tratar de asignar un significado a las voces heb. de poca frecuencia sobre bases etimológicas.

El elevado estilo literario de buena parte del AT parecería indicar la temprana existencia de modelos literarios o de un “estilo sublime”. El Cercano Oriente de la antigüedad ofrece ejemplos de estilos elevados que se siguieron usando durante muchos siglos. Mucho de lo que se ha escrito acerca de las divergencias en el estilo hebreo carece de valor por falta de criterios adecuados.

Si bien resulta claro ahora que la influencia del hebreo sobre el griego del NT no es tan extensa como antiguamente creyeron muchos eruditos, ella ha dejado su marca, sin embargo, tanto en el vocabulario como en la sintaxis. Hay un cierto número de préstamos de vocabulario y muchas traducciones basadas en expresiones de otros idiomas; pp. ej; hilasterion para la cobertura del arca que, en el día de la expiación, se rociaba con sangre, y una expresión como “bendita tú entre (lit. ‘en’) las mujeres”, en la que el gr. adopta el uso heb. de la preposición.

La influencia del hebreo en la literatura europea es incalculable. aun cuando buena parte de ella puede haber llegado indirectamente a través de la Vulgata. Entre los muchos términos castellanos provenientes del heb. tenemos sábado, saco, Satanás, siclo, jubileo, aleluya, áloe (resina fragante), y mirra. Probablemente también se haya tomado de dicho idioma el uso de “corazón” como centro de las emociones y la voluntad, y de “alma” para persona.

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