Las Lenguas del Nuevo Testamento – Parte 2
Las Lenguas del Nuevo Testamento – Parte 2
b. Hebraísmos en el
Nuevo Testamento
No se observan dialectos locales dentro de la koine, y en los registros existentes
poca variación local parece encontrarse, aparte de la pronunciación.
Se han aislado unos pocos “frigianismos” y “egipcianismos”.
Pero en los escritos neotestamentarios encontramos el problema particular de
los semitismos, e. d. locuciones anormales que revelan origen, o algún
tipo de influencia, heb. o arm. Aquí vemos que estamos ante un problema
extremadamente sutil, para cuya solución es necesario discernir un número
de influencias de diferentes tipos. Mucho de lo que parecía curioso a
los entendidos de otras épocas, y que se atribuía a hebraísmos,
resultó ser, como ha podido verse desde el descubrimiento de los papiros,
el gr. popular de ese período. Pero todavía existen rasgos en
torno a los cuales el debate continúa.
Los hebraísmos se deben principalmente a la Septuaginta. La Septuaginta (LXX) es el texto bíblico principalmente conocido y usado en el período de la formación del NT. Su influencia sobre los escritores del NT varía. Resulta extremadamente difícil determinar esto, excepto en el caso de citación o fraseología explícitas, debido a los diferentes estratos en la LXX misma, algunas de cuyas partes fueron escritas en koine idiomático, otras en buena koineµ literaria, mientras que el Pentateuco y algunas otras porciones, en gran medida por razones de reverencia, se adhieren estrechamente al texto heb., aun cuando esto envuelve cierto forcejeo con el uso gramatical del griego. Se traducen frases heb. al gr. palabra por palabra, como p. ej. pasa sarx, ‘toda carne’, akrobystia, ‘incircuncisión’, enopioe tou kyriou, ‘ante el Señor’; se emplean mucho los pronombres, siguiendo el uso heb.; varias características verbales del heb., especialmente el infinitivo absoluto, se traducen lo más literalmente posible al gr., p. ej. en este caso por el participio pleonástico o sustantivo relacionado en el caso dativo; se usan diferentes formas preposicionales perifrásticas imitando al heb., p. ej. en meso, dia jeiros. En algunos casos, por ejemplo el último de los presentados, representa simplemente un excesivo uso de una costumbre ya observable en el gr. popular de la época.
El gr. del NT, sin embargo, no ha sido traducido del heb., y en los casos en los que (aparte de citas, etc.) se observan hebraísmos, se trata de obras que en general ocupan una posición elevada en la escala de elegancia estilística y literaria en el NT. Estas son Lucas, cuyo septuagintalismo es probablemente resultado de una mezcla deliberada, y Hebreos, cuyo autor está muy compenetrado de la LXX, si bien es capaz de emplear un estilo gr. altamente complejo y sutil. El gr. del autor de Apocalipsis, básicamente koine, ha sido moldeado por su lengua materna semítica. Por ejemplo, impuso prolijamente la estructura verbal del heb. y el arm. sobre su uso de los verbos gr.; también puede verse la influencia heb. en los numerales. El estilo resultante aparece altamente semitizado, pero diferente de los estilos de la LXX.
c. El llamado “enfoque arameo”
Este enfoque es un método aun más difícil de seguir que
la determinación de los hebraísmos. Esto se debe a muchos factores.
Primero, se ha debatido bastante sobre cuál sería el dialecto
apropiado de la muy difundida lengua aramea, en la que se cree que fueron formulados
y preservados los dichos de Jesús. En última instancia, parecería
que el Tárgum palestino, las porciones arameas del Talmud Yerusalmi y
las fuentes samaritanas arameas son probablemente la guía más
confiable, con el arameo bíblico y el siríaco cristiano palestino
como útiles elementos auxiliares. Segundo, si bien para los hebraísmos
tenemos una conocida traducción del heb. como guía, en el caso
del arm. no hay literatura traducida, aparte de las vss. de los libros bíblicos
que sabemos que han sido traducidos del arm., y diversas obras seudoepigráficas
presumiblemente traducidas; y solamente en el primero de estos casos tenemos
los originales mediante los cuales controlar nuestra comprensión. La
obra Guerra de los Judíos de Josefo, originalmente compuesta en arm.,
ha sido muy bien traducida al gr., en una versión que muestra poca o
ninguna señal de su idioma original. Tercero, una cantidad de supuestas
señales del origen arm. (p. ej. el asíndeton, la parataxis, un
uso extendido de hina que se dice basado en el de arm.) también aparecen
en la koine, en la que con frecuencia se da la simplicidad de la construcción
y se pierden los matices más finos de sentido.
En vista de estas dificultades, es necesario proceder con cuidado. Las hipótesis más ambiciosas que consideran que los cuatro evangelios y partes del libro de Hechos son traducciones del arm. no han obtenido aceptación general. Es necesario adoptar posiciones más sobrias. Tenemos que evaluar las probabilidades, en gran parte, sobre la base de una preponderancia de (o predilección por) ciertas locuciones “no griegas, o por medio de patentes ambiguedades que se deben atribuir directamente a errores de traducción. Así encontramos que, hablando en general, los dichos y el material de las pláticas resultan ser los que muestran las señales menos ambiguas de traducción del arm.: a saber, dichos, complejos de dichos, parábolas, en los sinópticos; material de pláticas peculiarmente joanino; discursos en Hechos. En estas secciones se ha resuelto un número de ambigüedades recurriendo a la sintaxis y al estilo del arm.: es la conclusión más firmemente establecida de este método. En la mayor parte de los casos no han tenido aceptación general los intentos de descubrir flagrantes fallas de traducción en las cruces interpretum del gr.; cada erudito tiende a formular sus propias sugerencias en detrimento de otros y en forma crítica hacia ellos. En el caso de Juan no todos están dispuestos a encontrar fuentes arm., ni siquiera en las pláticas; más bien se ha postulado la idea de que es obra de un autor bilingüe, en la que el arm., su lengua más natural, ha dejado marcas indelebles en el gr., idioma más pulido. Este es ciertamente el caso con Pablo, cuya koineµ dura y vigorosa está marcada en toda la extensión de sus obras por su íntimo conocimiento de la LXX, y a veces, quizás, por su lengua materna, el arameo.
0 comentarios