Los medios de comunicación del Cielo
Dios se reveló a la humanidad: esto es fundamental para la fe cristiana. Si Dios no hubiera tomado la iniciativa en hacerse conocer a nosotros, habríamos permanecido en oscuridad y sin esperanza. La esencia y plenitud del ser de Dios está más allá de la capacidad de la comprensión humana. Como Zafar le dijo a Job: "¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso? Es más alta que los cielos; ¿qué harás? Es más profunda que el Seol; ¿cómo la conocerás? Su dimensión es más extensa que la tierra, y más ancha que el mar" (Job 11: 7-9). No obstante, Dios se ha manifestado a nosotros de manera que podemos conocer algo de él; de hecho, no solo podemos conocerlo, sino debemos hacerla para ser salvos.
Las dos formas básicas en las que Dios se ha revelado se llaman la revelación general y la revelación especial. La revelación general es la revelación que Dios hace de sí mismo a toda la gente en todas las épocas y lugares mediante la naturaleza y la conciencia de las personas. La revelación especial abarca las revelaciones de Dios por medio de los profetas como se registran en las Escrituras y su revelación por medio de Jesucristo.
La revelación general
La revelación general a veces se la llama la revelación natural en contraste con la revelación sobrenatural de Dios registrada en las Escrituras. Las cualidades mentales, morales y espirituales de la humanidad son una manifestación de esta revelación general. Los seres humanos fueron creados a la imagen de Dios, y a pesar de la caída, todavía reflejamos hasta cierto grado el carácter de Dios. En particular, cada ser humano tiene una conciencia moral. "La principal tarea de la conciencia es animarnos a hacer el bien y a evitar el mal. También pronuncia juicios. Esta facultad es un fenómeno universal, aun cuando su operación difiere de persona a persona".l El concepto de la voz de la conciencia es especialmente importante para entender la justicia de Dios y la salvación de los paganos.
La revelación de Dios por medio de lo que ha creado constituye también parte de la revelación general. Esto fue lo que motivó a David a exclamar: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos" (Sal. 19: 1). En Romanos 1: 20, Pablo alega que toda la humanidad tiene un conocimiento rudimentario de Dios: "Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa".
Desafortunadamente, los seres humanos a menudo dejan de ver el mensaje de Dios en la naturaleza. Algunos llegan a estar muy familiarizados con la creación de Dios de modo que la dan por sentado, y no piensan acerca de sus maravillas. Otros elevan la naturaleza a la posición de Dios y atribuyen todo a las leyes naturales. Todavía otros se apartan del verdadero conocimiento de Dios y adoran a las criaturas que Dios hizo, o elaboran prácticas e ídolos hechos por el hombre. Por lo tanto, Pablo escribió en Romanos 1 que "Dios los entregó a la inmundicia […], los entregó a pasiones vergonzosas [ … ] y los entregó a una mente reprobada" (vers. 24, 26, 28).
Aunque la naturaleza provee abundantes ejemplos de los maravillosos actos creadores de Dios, también exhibe las consecuencias de la caída. Cardos y espinas, el león que mata a la gacela para alimentar a sus cachorros, y la araña que atrapa a la mosca, todos dan evidencia del hecho de que el pecado ha cambiado lo que Dios una vez definió como "bueno en gran manera" (ver Gén. 1: 31). Por esto también Elena de White escribió: "La naturaleza aún habla de su Creador. Sin embargo, estas revelaciones son parciales e imperfectas. Y en nuestro estado caído, con las facultades debilitadas y la visión limitada, somos incapaces de interpretadas correctamente. Necesitamos la revelación más plena que Dios nos ha dado de sí en su Palabra escrita" (Ed 17).
La revelación especial
La revelación especial generalmente se entiende como la revelación registrada en las Escrituras. La revelación especial fue "dada". No es algo que los seres humanos, por sí mismos, pueden reconocer. Mientras la revelación general es accesible a todas las personas, la revelación especial es accesible sólo a aquellos a quienes la Palabra de Dios les llega ya sea en forma sobrenatural o por medio de agentes humanos.
Dios se apareció a Noé, a Abrahán, a Moisés y a los profetas del Antiguo Testamento para que conocieran su voluntad. Reveló su poder y propósitos en los eventos críticos de la historia de Israel, y en la plenitud del tiempo envió a su Hijo, quien manifestó al Padre en la vestimenta de la humanidad. Estas revelaciones especiales han llegado a ser las Escrituras en los sesenta y seis libros del Antiguo y del Nuevo Testamentos. "La Biblia", dijo Elena de White, "es la voz de Dios hablándonos tan ciertamente como si pudiéramos oído con nuestros oídos" (ELC 136).
Al revelarse a sí mismo a su pueblo sobre la tierra, Dios usó diversos medios. Los más importantes son:
1. Teofanías (apariciones de la Deidad). Los primeros libros de la Biblia registran muchos casos de teofanías. Dios apareció directamente o en la forma del Ángel de Jehová (ver Gén. 17: 1, 22; 18: 1; 26: 2; 32: 30; Éxo. 3: 2-6; 33: 11; etc.). El Ángel de Jehová -identificado como Dios- fue una manifestación temporaria de Jesucristo mismo. De acuerdo con las Escrituras, ninguno sino el Hijo unigénito puede dar a conocer a Dios (ver Juan 1: 18). De este modo, en Éxodo 23: 21, Jehová dijo del Ángel de Jehová: "Mi nombre está en él". Este Ángel fue el mismo que habló con Moisés en el Sinaí (ver Hech. 7: 38) y que salvó a Israel de todas sus angustias (ver Isa. 63: 9).
2. Visiones y sueños. La Escritura menciona específica mente visiones y sueños como las evidencias de un profeta verdadero (ver Núm. 12: 6). Amós presentó sus profecías diciendo: "Estas son las palabras de Amós [ … ] Es la visión que recibió acerca de Israel" (1: 1, NVI). En el antiguo Israel, los profetas también fueron llamados videntes (ver 1 Sam. 9: 9), y la marca distintiva de los profetas falsos o insensatos era precisamente que "nada han visto" (Eze. 13: 3). En todo el Antiguo y el Nuevo Testamentos nos encontramos con personas que recibieron visiones y sueños de Dios (ver Gén. 28: 12-16; 1 Rey. 3: 5-15; Dan. 2: 19, 28; 7: 1; 10: 7, 8; Mat. 1: 20; Hech. 10: 9-16, etc.).
Los profetas, obviamente, estaban bajo el control del Espíritu de Dios; y es solamente por su capacitación que alguien puede profetizar (ver Núm 11: 25, 29; 1 Sam. 10: 6, 10). Ezequiel declaró que la mano de Jehová fue "fuerte" sobre él, que el Espíritu lo tomó y lo levantó y lo llevó, y que entró en él y lo hizo ponerse sobre sus pies (ver Eze. 3: 14, 22,24). Miqueas dijo que estuvo lleno de poder del Espíritu de Jehová para entregar su mensaje (Miq. 3: 8). Y en el Nuevo Testamento, Pedro afirmó que los profetas hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (2 Pedo 1: 21).
3. Jesucristo. La revelación más importante y más completa de Dios es la encarnación de Jesucristo. En él, dijo Pablo, "habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Col. 2: 9). Jesús vino al mundo para revelar el carácter del Padre, sus atributos, y lo más importante, el plan de salvación en el que él era el Personaje central. Hebreos 1: 1, 2 contrasta las revelaciones anteriores de Dios por medio de los profetas con la aparición de Cristo e indica que la Encarnación fue la revelación superior. La revelación del carácter de Dios culminó en la vida, la muerte y la resurrección de Cristo. Sus palabras sobrepasaron a las de los profetas y apóstoles. Cuando hablaron los profetas, pasaron el mensaje que habían recibido de Dios; cuando habló Jesús, era Dios mismo el que hablaba. Por lo tanto, él pudo decir: "Yo y el Padre uno somos" (Juan 10: 30) y "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (14: 9). Elena de White escribió: "Dios vio que se necesitaba una revelación más clara que la de la naturaleza para presentamos su personalidad y su carácter. Envió a su Hijo al mundo para revelar, hasta donde podía soportado la vista humana, la naturaleza y los atributos del Dios invisible" (JT 3: 264). En Jesús, Dios estaba viviendo entre los seres humanos y les demostraba sus atributos.
A fin de captar para la posteridad las diferentes facetas de la vida de Cristo, el Espíritu Santo inspiró cuatro Evangelios detallando desde diferentes ángulos los tres años y medio tan importantes de la vida de Cristo. La Palabra escrita está subordinada, por supuesto, a la Persona que se revela en sus páginas, pero es el medio que nos lleva tan cerca de la vida de Cristo como podemos acercamos.
El propósito de la revelación de Dios
El propósito principal de la revelación de Dios a la humanidad es el de familiarizamos con el plan de salvación. Mientras estuvo aquí sobre la tierra, Jesús predicó y enseñó el plan de salvación a todos los que estaban dispuestos a escuchar. Después de su ascensión, los discípulos, con el poder del Espíritu Santo, siguieron la obra que él había comenzado. En pocas décadas, la predicación del evangelio había alcanzado a decenas de miles de personas por todo el Imperio Romano, y menos de trescientos años más tarde, el cristianismo llegó a ser la religión dominante del mundo conocido en ese entonces.
Pero, ¿qué sucede con los millones de personas que nunca han tenido la oportunidad de escuchar el evangelio del amor de Dios por ellos? ¿Se perderán todos ellos?
La enseñanza general de las Escrituras es que el conocimiento del evangelio es necesario para la salvación. Jesús afirmó que ninguno puede ir al Padre sino por medio de él (ver Juan 14: 6). Él también declaró repetidamente que "el que no creyere, será condenado" (Mar. 16.16; cp. Juan 3: 18), y sin algún conocimiento, tener fe es imposible. En Romanos 10, Pablo afirma primero que todo el que invoca el nombre de Dios será salvo (vers. 13), y luego argumenta: "¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados [ … ] Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios" (vers. 14, 15, 17).
John Stott observó que "La esencia del argumento de Pablo se ve si ponemos sus seis verbos en el orden opuesto: Cristo envía heraldos; los heraldos predican; la gente oye; los oyentes creen; los creyentes invocan; y los que invocan son salvos".2 Por supuesto, lo opuesto también es cierto: si ninguno es enviado a predicar, la gente no puede oír, no pueden creer, y por lo tanto no pueden invocar, y en consecuencia, se pierden.
El apóstol Juan escribió: "El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (1 Juan 5: 12), y Pablo dijo que estar sin Cristo es estar sin esperanza (ver Efe. 2: 12). De acuerdo con Pedro, la salvación es posible sólo por medio de Jesucristo (Hech. 4: 12). Así, la enseñanza general de las Escrituras parece ser que a menos que la gente oiga el evangelio de Jesucristo, están perdidos. Pero, ¿qué diremos acerca de Romanos 2? ¿Muestra este capítulo otra posibilidad?
El contexto de Romanos 2
En los primeros tres capítulos de su carta a los Romanos, Pablo establece las verdades teológicas de que todos los seres humanos son pecadores (3: 23), y que por lo tanto todos merecen la ira de Dios, y que todos son salvados del mismo modo, "mediante la redención que es en Cristo Jesús" (3: 24).
Pablo comienza su argumento en la última parte del capítulo 1, donde repetidamente afirma que por cuanto los gentiles rehusaron reconocer a Dios, fueron "entregados" a sus propias pasiones (ver 1: 24, 26, 28). Son pecadores y por lo tanto "dignos de muerte" (1: 32). Luego se dirige a los judíos. Ellos estarían de acuerdo con él con respecto a lo que dijo acerca de los gentiles, pero les dice, "eres inexcusable" porque "en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo" (2: 1). No son mejores que los gentiles en lo que respecta a obedecer a Dios; y aunque tengan una mayor comprensión de la norma de Dios que los gentiles, siguen haciendo lo malo. Pablo resume su argumento en el capítulo 3: "Todos [gentiles y judíos] pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (3: 23).
El problema en Romanos 2: 11 al 16 es la responsabilidad -no la salvación- de los judíos y los gentiles. El hecho de que Dios no hace acepción de personas (vers. 11) está ilustrado por lo que Pablo dice en el versículo 12: "Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados". Los que están "sin ley" son los gentiles, que no tienen por escrito lo que Dios les dio a los israelitas en el Monte Sinaí. Sin embargo, los gentiles no perecerán porque no tuvieron la ley escrita. Perecerán porque son pecadores.
¿Sobre qué base puede decirse que son pecadores? Son pecadores porque han trasgredido la ley "escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia" (2: 15). Lo que está escrito en sus corazones no es el nuevo pacto mencionado en Jeremías 31: 31 al 34, sino los hechos o la conducta requerida por la ley. En una paráfrasis de Romanos 2: 15 escrita por Jack Blanco, se observa: "Ellos dieron evidencia de que los principios de la ley están escritos en sus corazones porque sus conciencias están guiadas por Dios".3 Entre los gentiles, la conciencia realizaba las mismas funciones que la ley realizaba entre los judíos.
Por lo tanto, el pasaje no puede usarse para alegar que los gentiles que nunca oyeron el evangelio serán salvados sobre la base de la obediencia a sus conciencias, porque esto sería salvación por obras. Además, debemos recordar que este pasaje no está hablando acerca de la salvación sino del juicio (2: 16). Pablo contrasta dos grupos de personas, los judíos privilegiados, que tienen la ley escrita de Dios, y los gentiles menos privilegiados, que no la tienen. ¿Cómo puede Dios ser justo con ambos y juzgados imparcialmente? Cada uno, dice Pablo, será juzgado por el método apropiado a su caso. Los judíos serán juzgados por la ley escrita, y los gentiles por la ley no escrita de sus conciencias. Juzgados de esta manera, ambos grupos aparecen como pecadores. Los judíos, han pecado contra la ley escrita de Dios, y los gentiles han pecado contra la ley no escrita de su conciencia. Por lo tanto, el resultado es el mismo para ambos grupos: todos son pecadores, y todos se perderán. Cada uno será salvado solo por medio de la muerte sustitutiva de Jesús en la cruz.
Cuando se declara que los gentiles "hacen por naturaleza las cosas que están en la ley" se refiere al hecho de que aun los paganos practican cosas estipuladas por la ley de Dios, "tales como la búsqueda de vocación lícita, la procreación de hijos, el afecto filial y natural, el cuidado de los pobres y los enfermos, y numerosas otras virtudes naturales que son requeridas por la ley".4 En ese sentido, son "ley para sí mismos" (2: 14); en otras palabras, tienen un conocimiento general de los requerimientos de Dios para una vida virtuosa. Sin embargo, es importante recordar que aun si un gentil vivía todas las normas de la ley que su conciencia le revelaba, esto no podía salvado porque eso hubiera sido salvación por obras, algo que Pablo niega claramente. A través de todos sus escritos, Pablo recalca la verdad de que "el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley" (Rom. 3: 28; ver también Gál. 2: 16; Efe. 2: 8, 9, etc.).
Uno de los propósitos de la ley escrita, así como de la ley de la conciencia, es proveer una base para el juicio divino. Mientras los gentiles no tienen un conocimiento explícito de la ley escrita, Dios todavía puede juzgados "en el día en que Dios juzgará [ … ] los secretos de los hombres" (Rom. 2: 16), porque transgredieron su ley-conciencia. El día del juicio ninguno tendrá excusa, nadie podrá decir: "Señor, ¿cómo me puedes juzgar? Yo no sabía nada acerca de tu ley". Ese día revelará que todos, judíos y gentiles por igual, han pecado, porque "no hay justo, ni aun uno" (Rom. 3: 10).
De esta manera, Romanos 2 está en armonía con la enseñanza general del resto de la Escritura. Hay sólo un camino a la salvación: Jesucristo (ver Juan 14: 6). "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, ya Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17: 3). Por lo tanto, Pablo dice: "Estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús" (Fil. 3: 8).
La comisión que nos dio Jesús: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones" (Mat. 28: 19) y el conocimiento de que hay solo un camino para la salvación (Hech. 4: 12) han constituido la fuerza impulsora de las misiones cristianas. La convicción de que el pueblo se perderá a menos que escuchen el evangelio ha enviado a miles de misioneros a países donde el nombre de Cristo era desconocido.
¿Significa esto que todos los que no oyeron el evangelio están, por lo tanto, automáticamente perdidos?
Elena de White y la salvación de los paganos
A través de sus escritos, Elena de White animó a la iglesia a cumplir la responsabilidad que Dios les dio de llevar el evangelio a los que no conocen a Cristo. Ella comprendió claramente que muchas personas se perderían porque el evangelio no les había sido llevado. "El mundo se halla necesitado de la verdad salvadora que Dios ha confiado a su pueblo. El mundo perecerá a menos que llegue a conocer a Dios por medio de sus agentes escogidos" (TM 459), Y "Las muchedumbres perecen por falta de enseñanza cristiana. A nuestras puertas y en el extranjero los paganos quedan sin educación y se pierden" (MC 219, 220). En el libro La educación ella escribió: "Hay millones y millones que no han oído siquiera hablar de Dios ni de su amor revelado en Cristo. Tienen derecho a recibir ese conocimiento. Tienen tanto derecho como nosotros a participar de la misericordia del Salvador. Y a los que hemos recibido este conocimiento, junto con nuestros hijos a quienes podemos impartirlo, nos toca responder a su clamor" (Ed 263).
Aunque Elena de White habló de millones y millones de personas que van a la tumba sin Cristo porque el evangelio no les ha sido llevado, ella también enseñó que hay ocasiones cuando Dios, aparte de los mensajeros humanos, se extiende a personas en países paganos y les lleva el evangelio.
"Aquellos a quienes Cristo elogia en el juicio, pueden haber sabido poca teología, pero albergaron sus principios. Por la influencia del Espíritu divino, fueron una bendición para los que los rodeaban. Aun entre los paganos, hay quienes […] adoran a Dios ignorantemente, quienes no han recibido jamás la luz por un instrumento humano, y sin embargo no perecerán. Aunque ignorantes de la ley escrita de Dios, oyeron su voz hablarles en la naturaleza e hicieron las cosas que la ley requería. Sus obras son evidencia de que el Espíritu de Dios tocó su corazón, y son reconocidos como hijos de Dios" (DTG 638).
"El plan de salvación trazado por el cielo es bastante amplio para abarcar a todo el mundo. Dios anhela impartir el aliento de vida a la humanidad postrada. Y no permitirá que se quede chasqueado nadie que anhele sinceramente algo superior y más noble que cuanto pueda ofrecer el mundo. Envía constantemente sus ángeles a aquellos que, si bien están rodeados por las circunstancias más desalentadoras, oran con fe para que algún poder superior a sí mismos se apodere de ellos y les imparta liberación y paz. De varias maneras Dios se les revelará y los hará objeto de providencias que establecerán su confianza en Aquel que se dio a sí mismo en rescate por todos, ‘a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios, y guarden sus mandamientos’ (Sal. 78: 7)" (PR 280).
En cada uno de estos casos, el Espíritu Santo o los ángeles de Dios se están extendiendo hacia esas personas e implantan la gracia de Dios en sus corazones. Estos paganos no se salvan porque hayan hecho las obras que sus conciencias les indicaban que hicieran. Como ya hemos dicho, esto sería salvación por obras. Ellos serán salvados porque el Espíritu Santo ha tocado sus corazones y les reveló el amor de Dios hacia ellos. Sin embargo, tales casos son las excepciones, y no la regla.
Los comentarios de Elena de White con respecto a la salvación de los paganos caen en tres categorías: 1) La mayoría de sus declaraciones dejan en claro que la manera general de Dios para salvar a los paganos es por medio de la iglesia.5
2) Algunas citas indican que Dios pone en contacto con el evangelio a algunas personas honestas entre los paganos. *
*En las Escrituras tenemos a Rahab y a Camelia. Ejemplos modernos serían los indios Davis en Guyana y Sekuba, el pigmeo en el desierto de Kalahari.
3) Y en algunos casos, Dios, por medio del Espíritu Santo, habla a personas en tierras paganas y les lleva el evangelio sin mensajeros humanos. * *
** Solo en el cielo se sabrá cuántos han sido estos a lo largo de los milenios.
Estas ocasiones, sin embargo, no son la regla, sino las excepciones.
La justicia de Dios
Algunas personas objetarán esta enseñanza y argumentarán que la justicia de Dios requiere que cada persona tenga una oportunidad para salvarse. Aunque esto parece ser perfectamente lógico, sin embargo no es bíblico. Ezequiel 3: 18 y 33: 8 enseña que los vigías deben advertir a los malvados de modo que puedan corregir sus caminos. Si no es advertido, dice Dios, él morirá en sus pecados, pero el vigía será tenido por responsable. En forma similar, Romanos 10 enseña que es responsabilidad de los que conocen el evangelio que lo pasen a otros, y si esto no se hace, habrá personas que se perderán.
Es triste, pero no injusto, que los pecadores perezcan. Si se pierden, se pierden porque son pecadores, no porque no tuvieron la oportunidad de ser salvados.
¿Qué ocurrirá con los que nunca tuvieron la oportunidad de oír el evangelio? Abrahán dijo: "El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?" (Gén. 18: 25). Ese Juez ciertamente lo hará. De alguno de los esclavos en la Norteamérica colonial, Elena de White escribió:
"Vi que el que es dueño de un esclavo tendrá que responder por el alma de ese esclavo a quien mantuvo en la ignorancia; los pecados del esclavo serán castigados en el amo. Dios no puede llevar al cielo al esclavo que fue mantenido en la ignorancia y la degradación, sin saber nada de Dios ni de la Biblia, temiendo tan solo el látigo de su amo, y ocupando un puesto inferior al de los brutos. Pero hace con él lo mejor que puede hacer un Dios compasivo. Le permite ser como si nunca hubiera sido, mientras que el amo debe soportar las siete postreras plagas y luego levantarse en la segunda resurrección para sufrir la muerte segunda, la más espantosa. Entonces la justicia de Dios estará satisfecha" (PE 276).
Lo que sucede a aquellos esclavos puede bien ocurrir a los "millones de seres humanos [que] están sujetos a falsas religiones, en la esclavitud del miedo abyecto, de la indiferencia estólida, trabajando duramente como bestias de carga, despojados de esperanza o gozo o aspiración aquí, y dominados tan sólo por un sombrío temor de lo futuro" (DTG 444), que nunca tuvieron una oportunidad de aceptar la salvación.
De este modo, las Escrituras y los escritos inspirados por el espíritu de profecía enseñan que hay un solo nombre bajo el cielo por el que podemos ser salvos (ver Hech. 4: 12). Mientras en general Dios salva a los paganos por medio de la predicación del evangelio, algunas veces los pone en contacto con los misioneros, hay ocasiones cuando Dios interviene directamente, por medio del Espíritu Santo que toca los corazones de la gente para llevarles la salvación sin ningún agente humano. Por qué Dios lo hace en algunos casos y no en otros, sólo él lo sabe. Sin embargo, sabiendo que miles de millones de personas nunca han escuchado el nombre de Jesús debería motivar a cada cristiano a hacer todo lo que pueda para esparcir las buenas nuevas en todo el mundo.
Referencias:
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1. Peter van Bemmelen, "Revelation and lnspiration", en Handbook of Seventh-day Adventist Theology, Raoul
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Dederen, ed. (Hagerstown, Md.: Review and Herald®, 2000), 28.
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2. John Stott, Romans (Downers Grave, 111.: InterVarsity, 1994),286.
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3. Jack Blanco, The Clear Word (2000).
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4. John Murray, "The Epistle to the Romans", New Internacional Commenla1Y on the New Testament (Grand Rapids, Mich.: Wm. B. Eerdmans, 1965), 73.
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5. "La iglesia es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres", Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles (Buenos Aires: ACES, 1977),9. Ver también CC 80; R&H, 16 de julio de 1895; R&H, 22 de agosto de 1899, etc.
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