María de las Escrituras
Mientras millones se reúnen para ver una aparición de María, miles creen que la unificación entre la Iglesia Católica y el resto del mundo vendrá a través de “María”. Ella es conocida a través de los círculos devotos como la Reina del Cielo, la Señora de Fátima, la Madre de Dios, la Señora de la Buena Muerte, etc. Sin embargo, ¿existe alguna base para esta adoración de “María”? ¿Puede “María” hacer con que el mundo se una con la Iglesia Católica?
Talvez la primera pregunta que deba hacerse es, ¿quién es María? De acuerdo a las Escrituras, encontramos que María era “una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David”, y que vivía en “una ciudad de Galilea llamada Nazaret”. Lucas 1:26-27. Mientras estaba comprometida con José quedó embarazada de Jesús a través del poder del Espíritu Santo. Vea Mat. 1:20. Entonces por tres meses, María vivió con su prima Elizabet, quien, con su marido Zacarías, estaban esperando el nacimiento de su hijo Juan el Bautista, el precursor de Cristo. Vea Luc. 1:13-15.
María tuvo a Jesús en un pesebre en Belén. La misma noche en que nació el Salvador, vinieron pastores para glorificar y honrar el niño. Más tarde, llegaron hombres sabios del Este para adorar al recién nacido. Entonces José fue alertado en un sueño, para que escapase de Belén y fuese para Egipto, ya que el rey Herodes quería destruir a Jesús. Después de la muerte de Herodes, José y María volvieron a Palestina, a la ciudad de Nazaret.. fue allí que Jesús creció y vivió, hasta que ingresó en Su ministerio. Vea Mat. 2:1-23; Luc. 2:1-20.
Cuando María entendió que Dios la había escogido entre todas las mujeres para que tuviera al Salvador, ella se regocijó y dijo, “Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque ha mirado la bajeza de su sierva, pues desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones, porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso. ¡Santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación a los que le temen!”. Luc. 1:46-50. (Todo énfasis ha sido suplido por el autor, a menos que se diga lo contrario).
En estas pocas palabras dichas por María encontramos: 1.- Que ella alabó al Señor y solo al Señor. 2.- Que ella también necesitaba de un Salvador, y 3.- Que ella misma se consideraba bendita de que Dios la hubiese escogido para tener al niño Jesús.
Hasta aquí, María es descrita como una dedicada mujer judía que está comprometida con un hombre llamado José. Antes de que tuvieran cualquier relación marital, María quedó embarazada del Salvador del mundo a través del poder del Espíritu Santo. Ella se regocijó, no solamente porque hubiese sido escogida por Dios para dar a luz al Mesías, sino porque también ella tenía un Salvador para sus propios pecados.
Las Escrituras son silenciosas en relación a María durante la niñez de Cristo, excepto de que ella aun no conseguía entender totalmente Su misión. Cuando José y María perdieron de vista a Jesús cuando éste tenía doce años, durante los servicios de la Pascua, finalmente Lo encontraron después de una diligente búsqueda. Después de haberlo encontrado, María dijo, “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos buscado con angustia”. Jesús respondió, “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de Mi Padre me es necesario estar?”. Luc. 2:48-49. Lucas nos informa que ni José ni María entendieron esas profundas palabras de Jesús. Sin embargo, María guardó Sus palabras en su corazón. Vea Luc. 2:5051.
Aun cuando María era realmente una mujer judía muy espiritual, ella no entendió completamente el ministerio de Jesús. Un ejemplo de esto se puede ver en las bodas de Caná. Vea Juan 2:1-11. En estas bodas el vino se había acabado. Entonces María le pidió a Jesús que hiciese algo, diciéndole, “No tienen vino”. Jesús le respondió, “¿Qué tiene que ver esto con nosotros, mujer? Aun no ha llegado mi hora”.
María le había solicitado que El hiciera un milagro. Sin embargo, Jesús no efectuó inmediatamente el milagro de volver las aguas en vino. Primero El le explicó que no interfiriese en Su ministerio.
El Espíritu de Profecía, comentando esto, dice, “Esta respuesta, tan abrupta como nos pueda parecer, no expresaba ninguna frialdad o descortesía. La forma en que el Salvador respondió a Su madre, estaba de acuerdo con las costumbres Orientales. Era usado con personas para quienes se deseaba mostrar respeto. Cada acto de la vida terrenal de Cristo, estaba en armonía con los preceptos que El mismo había dado, “Honra a tu padre y a tu madre”. Exo. 20:12. En la cruz, en Su último acto de cariño hacia Su madre, Jesús nuevamente le habla en los mismos términos, al dejarla a los cuidados de Su discípulo amado. Tanto en la fiesta de las bodas como en la cruz, el amor expresado en tono y en la mirada y en Sus maneras, interpretaban Sus palabras.
“En ocasión de su visita al templo en su niñez, al revelársele el misterio de la obra que había de llenar su vida, Cristo había dicho a María: “¿No sabías que en los negocios de Mi Padre me conviene estar? Estas palabras fueron la nota dominante de toda Su vida y ministerio. Todo lo supeditaba a su trabajo: la gran obra de redención que había venido a realizar en el mundo. Ahora repitió la lección. Había peligro de que María considerase que su relación con Jesús le daba derechos especiales sobre El, y facultad para dirigirle hasta cierto punto en su misión. Durante treinta años, había sido para ella un hijo amante y obediente, y su amor no había cambiado; pero debía atender ahora la obra de Su Padre. Como Hijo del Altísimo, y Salvador del mundo, ningún vínculo terrenal debía impedirle cumplir Su misión, ni influir en su conducta. Debía estar libre para hacer la voluntad de Dios. Esta lección es también para nosotros. Los derechos de Dios superan aun al parentesco humano. Ninguna atracción terrenal debe apartar nuestros pies de la senda en que El nos ordena andar”. DTG: 120.
Cuando María y los hermanos de Jesús trataron de interrumpir Su prédica para que pudiesen hablar con El, alguien le dijo, “Tu madre y tus hermanos están afuera y te quieren hablar”. Pero Jesús les respondió, “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? … Estos son mi madre y mis hermanos, pues todo aquel que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos, ese es Mi hermano, Mi hermana y Mi madre”. Mat. 12:46-50. Para los ojos del Cielo, la madre, el hermano y la hermana de Cristo, no tienen una consideración especial debido a cualquier relacionamiento físico, sino que solamente si hacen la voluntad de Dios.
Cuando cierta mujer le dijo a Jesús, “Bienaventurado el vientre que te llevó y los senos que mamaste”, Jesús le respondió diciendo, “¡Antes bien, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la obedecen!”. Luc. 11:27-28. A los ojos de Jesús, aquellos que escuchan la Palabra de Dios y le obedecen, son los más bendecidos.
Después de la muerte de Jesús, la información en relación a María es muy escasa. No existen relatos de María estando presente en las diversas apariciones de Jesús antes de Su ascensión al cielo. La implicación es que María no figuró prominentemente en la misión de la iglesia terrestre. Después de Hechos 1:14, perdemos totalmente de vista a María en las Escrituras.
Casi todas las fuentes tradicionales concuerdan que María fue sepultada en una tumba nueva en Cedrón, en un jardín llamado Getsemaní en el Monte de los Olivos. En otras palabras, María no fue trasladada al cielo, sino que fue enterrada. La Biblia dice, “Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida”. 1 Cor. 15:23. Aquellos que obedecen la Palabra de Dios serán levantados a la vida eterna en Su Segunda Venida.
Los festivales que celebran la falsa doctrina de la Ascensión de María, de que María fue llevada en cuerpo y alma al cielo sin ver la muerte, no comenzaron sino hasta el siglo sexto. No fue sino hasta el primero de Noviembre de 1950, que el Papa Pío XII lo definió como siendo un dogma. Sin embargo, el mundo Católico, sin ninguna base en las Escrituras o de algún ejemplo en la Iglesia primitiva, celebra la Ascensión de María al cielo cada 15 de Agosto.
Infelizmente, esta adoración de María como siendo la Madre de Dios, se ha desarrollado aun en el sentido de que María es la Madre de la raza humana. En otras palabras, ella es llamada la segunda Eva. Para encontrar alguna base Bíblica para esta enseñanza, algunos van hasta Juan 19:26-27. En este pasaje, Jesús está colgando en la cruz. El ve a Su madre y a uno de Sus discípulos, precisamente a Juan. El le dijo a María, “Mujer, he ahí a tu hijo”. Después le dijo a Juan, “He ahí a tu madre”. Así escogió Jesús dejar a Su madre en las manos de Juan, y desde entonces María vivió en su hogar.
El teólogo Católico L. Ott comentando este pasaje, en que algunos se basan para decir que María es la madre de todos los creyentes, dice: “No existe una prueba escriturística específica. Los teólogos buscan un soporte Bíblico para las palabras que aparecen en Juan 19:26, “¡Mujer, he ahí a tu hijo!”. Pero de acuerdo a su significado literal, estas palabras sólo se refieren a aquellos a quienes fueron dirigidas: a María y a Juan”. Fundamentos de los Dogmas Católicos, Cork, 1966, página 214.
El concepto de que María es la madre universal de todos los creyentes no apareció sino hasta el siglo once. Aun cuando sea una enseñanza completamente no escriturística, ha tenido una aceptación a través de todo el mundo.
Adoración de María.-
Lo que es más alarmante en relación al movimiento Mariano es la adoración, la veneración y las oraciones a María. Pero la Biblia es clara en que no debemos venerar o adorar cualquier imagen o cualquier otra cosa. Además, a través del profeta Jeremías, el Señor prohíbe la adoración de cualquier mujer como si fuera la reina del cielo: “Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego y las mujeres amasan la masa para hacer tortas a la reina del cielo y ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira”. Jer. 7:18. Debemos adorar solamente a Dios. Existe un Padre espiritual, pero no existe una madre espiritual en las Escrituras.
¿Qué es entonces lo que María nos dejó? Ella nos dejó la única cosa que podría habernos dejado, esto es, la naturaleza caída, no la divina. Sin embargo, en el Concilio Vaticano II fue dicho que: “La Virgen María… es reconocida y honrada como la verdadera Madre de Dios y del Redentor”. Cesar Vidal, El Mito de María, página 92.
En el capítulo 19 de Hechos, hay una descripción de la visita de Pablo a Éfeso. Como resultado del trabajo evangelístico de Pablo, muchos dejaron de adorar ídolos y aceptaron a Jesús Cristo como su Salvador. Sin embargo, hubo una tremenda queja contra el trabajo de Pablo. Un platero de nombre Demetrio dijo, “Sabéis que de este oficio obtenemos nuestra riqueza; pero veis y oís que este Pablo, no solamente en Éfeso, sino en casi toda Asia, ha apartado a mucha gente con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. Y no solamente hay peligro de que este nuestro negocio venga a desacreditarse, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada y comience a ser destruida la majestad de aquella a quien venera toda Asia y el mundo entero”. Hechos 19:25-27. La verdad lleva a las personas a dejar de adorar ídolos e imágenes. No importa quien patrocine la imagen, ya que solamente el verdadero Dios vivo es digno de nuestra adoración.
Lo que a menudo se incluye en la adoración y en las oraciones a María, es el uso del rosario. El siete de Octubre es el día dedicado por la Iglesia Católica para honrar el rosario. El rosario consiste de una serie de cuentas fijadas a una cadena o cuerda, que ayuda a la persona a acordarse de la secuencia del Ave María, interpuesto con el Padre Nuestro y el Gloria.
Esta práctica dentro de la Iglesia Católica no apareció sino en la Edad Media. Sin embargo, el rosario fue usado muchos siglos antes en las religiones orientales, tales como el Brahmanismo Hindú. En el siglo noveno el rosario entró en el Islamismo. Existen varios problemas con el rosario, fuera de su comienzo pagano.
Primero, Jesús dejó muy claro que las oraciones repetitivas no son aceptadas por Dios. El dijo, “Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis”. Mat. 6:7-8.
Segundo, la Biblia nos enseña que todas nuestras oraciones tienen que ser dirigidas solamente a Dios. “Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Tercero, la Biblia deja claro que solo existe un Mediador entre Dios y el hombre. Pablo dijo, “Pues hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre”. 1 Tim. 2:5. Jesús dijo, “Todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en Mi nombre, yo lo haré”. Juan 14:13-14.
Algunos enseñan que María fue concebida en forma inmaculada, que María nació en un estado diferente al tuyo y al mío, que ella nació sin pecado y que nunca pecó. Sin embargo, como lo ha dicho el sacerdote católico J. M. Carda, “Las sagradas Escrituras no mencionan el origen histórico de María ni aluden expresamente a ningún privilegio en su concepción”. J. M. Carda Pitarch, Oc, 55.
Aunque nosotros, desde luego, no creamos en la doctrina católica del pecado original, es interesante notar que en el siglo decimotercero, el estudiante católico Tomás de Aquino escribió, “Ciertamente (María) fue concebida con el pecado original, como es natural… Si ella no hubiese nacido con el pecado original, ella no habría necesitado ser redimida por Cristo, y, así, Cristo no sería el Redentor universal del hombre, lo cual aboliría la dignidad de Cristo”. Capítulo CCXXXII. Tomás de Aquino, Compendio de Teología, Barcelona, 1985.
El propio Agustín comentó que si María hubiese sido libre del poder del pecado, no sería por causa de su nacimiento, sino que por causa de su renacimiento a través de la gracia de Dios. Sin embargo, en el año 1.439 d.C., un concilio en Basilea, Suiza, estableció la inmaculada concepción de María como un dogma.
En el Concilio de Trento, en 1.546, el nuevo dogma fue confirmado con estas palabras, “No queremos incluir en el decreto en el cual se trata del pecado original, la bendita e inmaculada Virgen María, Madre de Dios”. Cesar Vidal, El Mito de María, 138.
Después, el 8 de Diciembre de 1.854, el dogma de la inmaculada concepción fue formulado de la siguiente manera: “La doctrina que sostiene que la más bendita virgen María fue preservada inmune de cualquier mancha del pecado original en el primer momento de su concepción, a través de la gracia singular y del privilegio del Dios Todopoderoso, en previsión de los méritos de Jesús Cristo, Salvador de la raza humana, esta doctrina revelada por Dios debe ser, así, firme y constantemente creída por todos los fieles”. Ídem, 145.
Finalmente, en el Concilio Vaticano II fue declarado que María fue “preservada inmune de cualquier mancha del pecado original”. Ibídem, 149.
La Biblia, al hablar de los Judíos y Gentiles, dice que “todos están bajo el pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno”. Rom. 3:9-10. Jesús es la única excepción. El era “sin pecado”. Vea Heb. 4:15. La enseñanza de que María no cometió ningún pecado es extraña a la Iglesia del Nuevo Testamento y a las Escrituras, así como también la enseñanza que dice que María juega cualquier papel en la salvación del hombre.
Sin embargo, algunos enseñan que existen dos caminos para llegar al Cielo. En su libro, Las Glorias de María, Alfonso Liguori escribió, “Si mi redentor me rechazara, me arrojaría a los pies de María”. Ídem, 143.
Este tipo de declaraciones no solo son una falsa representación de la misericordia de Dios, sino que también de Su justicia. Por ejemplo, en el libro, Milagros de Nuestra Señora, el monje español del siglo trece, Gonzalo de Berceo escribió acerca de un hombre insaciable, que amaba más el campo que lo que él amaba a su Creador. Sin embargo, se decía que él tenía una virtud, que era, “El amaba, aunque era malo, mucho a la Virgen María. El había oído acerca de sus milagros, y creía en todos ellos”. De acuerdo con Berceo, la fe de este hombre en María tenía méritos. Cuando el hombre murió, los demonios trataron de llevarse su alma, pero como él había clamado a María, los ángeles lo llevaron al cielo.
Esta historia enseña que uno puede ser un pecador no arrepentido y aun así puede recibir la vida eterna, debido a su devoción a María. Una enseñanza tal es peligrosa. Es suficientemente malo que uno sea animado a usar el nombre de María, anulando así a Jesús “el camino, la verdad y la vida”, (Juan 14:6), pero es sacrílego enseñar que la codicia, la fornicación, y las otras muchas prácticas condenadas por las Escrituras no son obstáculos para ir al cielo. Pablo dijo, “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maledicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”. 1 Cor. 6:9-10.
El único nombre por el cual podemos ser salvos es Jesús Cristo, “y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Hechos 4:12. Tenemos un Abogado en el cielo para pleitear nuestro pecaminoso caso. Juan dijo, “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo. El es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. 1 Juan 2:1-2.
Trágicamente, para la perdición de millones, algunos enseñan que María es nuestra abogada. El Papa Pío X, en su Encíclica Ad Diem Illum, escribió que María es “la principal parte en la distribución de la gracia”. Ídem, 144.
El Papa Benedict XV afirmó que “María…es la mediadora con Dios de toda la gracia … No sin el deseo divino, ella estuvo presente, sufrió y casi murió con su Hijo que estaba sufriendo y muriendo, ella abdicó a sus derechos maternales sobre el Hijo para obtener la salvación del hombre y, tanto cuanto ella podía, se inmoló para satisfacer la justicia de Dios; por eso, se puede decir con buena razón que ella redimió, con Cristo, a la raza humana”. Ibídem, 144, 146.
El Papa León XIII escribió que cuando María “se ofreció a si misma a Dios como una sierva para el oficio de Madre, y cuando ella hizo una entrega completa de ella misma con el Hijo en el templo, ella quedó inmediatamente asociada con El en la dolorosa expiación en favor de la raza humana”. Ibídem, 146.
En el Concilio Vaticano II se dijo que “María, la Madre de Dios … está unida con lazos indisolubles a la obra de salvación de su Hijo”, y que María “sufrió intensamente con su único Hijo y, dando su amoroso consentimiento para la inmolación de la víctima a la cual ella había dado en nacimiento, ella se unió con su corazón de madre a Su sacrificio … Debido a que después de su ascensión al cielo ella no dejó a un lado esta función salvadora, sino que continuó obteniéndola para nosotros, con su múltiple intercesión, podemos obtener los dones relativos a la eterna salvación. Con su amor maternal, ella cuida de los hermanos de su Hijo que aun caminan y se mueven entre peligros y angustias hasta que alcancen el dulce hogar”. Debido a esto, María es “llamada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Asistente, Ayudadora, Mediadora”. Ibídem, 150.
Desde luego, un punto de vista tan errado en relación al papel de María ha aumentado la adoración y la devoción a María. De acuerdo con el Concilio Vaticano II, la iglesia “les pide a todos sus hijos a promover con entusiasmo la adoración de la bendita Virgen, especialmente en la adoración litúrgica; que ellos mantengan la práctica en gran estima y ejerzan devoción hacia ella, recomendada por enseñanzas a través de los siglos, y que cumplan religiosamente lo que fue establecido en tiempos pasados relacionado con la adoración de imágenes”. Ibídem, 151.
En el más reciente Catecismo Católico de 1992, bajo el pontificado del Papa Juan Pablo II, es promovido el hecho de que María fue unida al Hijo “en la obra de la salvación… desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte”. Después cuando fue llevada al cielo, ella fue “elevada al trono por el Señor como la Reina del Universo”. Consecuentemente, la adoración de María “es un elemento intrínseco de la adoración cristiana” y que “la más santa Virgen es honrada con toda razón por la Iglesia con una veneración especial”. Ibídem, 152.
No existe una base Bíblica para esta adoración de María, aun cuando ella hubiese sido llevada en una resurrección especial. La Biblia es clara cuando dice que Enoc y Elías fueron trasladados al cielo y que Moisés recibió una resurrección especial. Pero en ninguna parte las Escrituras apoyan la idea de que María fuese llevada al cielo. Ella está descansando en la tumba aguardando la Resurrección al igual que todos los santos que murieron creyendo en Su gracia salvadora.
Si se trata de responder entonces la pregunta “Puede María unificar el mundo con la Iglesia Católica”? , la respuesta es un “No. Ella ni siquiera está viva para que pueda hacer eso”. Sin embargo, demonios pueden personificar a María hablando a los que están vivos, y su intento es unificar a todo el mundo con la Iglesia Católica.
Actualmente hay millones alrededor del mundo que se están reuniendo para ver las apariciones de María. El número de sus devotos llega a decenas de millones, haciendo del movimiento Mariano el elemento de mayor crecimiento dentro de la cristiandad.
¡Cuán trágico es que sus devotos sepan tan poco acerca de la María de las Escrituras, la resurrección de los muertos, y de la Palabra de Dios!
¿Qué podemos hacer? Debemos esparcir el triple mensaje angélico a lo largo y a lo ancho, antes que sea demasiado tarde. Escojamos ser usados por Dios cada día para alcanzar estas preciosas almas.
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