Mas sobre el Milenio
El período de los mil años, comúnmente llamado milenio, sólo se menciona en la Biblia en Apoc. 20. El milenio o milenario no es un término de las Escrituras, pero la expresión «mil años» aparece seis veces en los vers.1-7. Los comentadores difieren mucho en su manera de entender el milenario.
Esta Nota Adicional tiene el propósito de exponer las razones bíblicas de la posición que sostienen los adventistas del séptimo día, y mostrar por qué consideran insostenibles otras posiciones que se han propuesto.
La segunda venida de Cristo precede al milenio.- Es evidente que el segundo advenimiento precederá al milenio porque la narración de los cap. 19 y 20 del Apocalipsis es continuada. Se describe simbólicamente la segunda venida en el cap. 19: 11-2 1, y la narración sigue sin interrupción en el cap. 20, que trata el período de los mil años. La continuidad de la narración se demuestra claramente por la relación recíproca de los sucesos. Los tres grandes poderes que se opondrán a la obra de Cristo y congregarán a los reyes de la tierra para la batalla que se librará inmediatamente antes del advenimiento, se identifican como el dragón, la bestia y el falso profeta (cap. 16: 13). Según el cap. 19: 19, cuando «la bestia» y los «reyes de la tierra» y «sus ejércitos» se congreguen para hacer guerra contra Cristo en ocasión de su segunda venida, la bestia y el falso profeta serán apresados y arrojados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre (vers. 20-21). La narración del cap. 20 presenta la suerte del tercer miembro del trío, el dragón: será atado y lanzado al abismo, donde permanecerá por mil años.
Cualquier definición o descripción del milenio debe basarse en el esquema de la doctrina del milenario que se expone en los cap. 19 y 20, porque éste es el único pasaje de la Escritura que trata directamente esta doctrina.
Los enemigos de Cristo son muertos en el segundo advenimiento. -Cuando la bestia y el falso profeta sean arrojados en el lago de fuego (Apoc. 19:20), «los demás» (vers. 21) de sus seguidores serán muertos por la espada de Cristo. Estos son los «reyes», «capitanes» y «fuertes», y «todos, libres y esclavos, pequeños y grandes» (vers. 18). Se menciona a estos mismos grupos en relación con el sexto sello, cuando procurarán esconderse del rostro del Cordero (cap. 6: 14- 17) porque los cielos se apartarán como un rollo que es envuelto y todo monte será movido de su lugar y también las islas. Es obvio que estos pasajes de las Escrituras se refieren al mismo acontecimiento que despedazará la tierra: la segunda venida de Cristo.
¿Cuántos están comprendidos en la muerte de «los demás» (cap. 19: 21)? Según el cap. 13: 8 sólo habrá dos clases en la tierra cuando Cristo venga por segunda vez: «La adoraron [a la bestia] todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida». Por lo tanto, es evidente que cuando «los demás» sean «muertos con la espada» (cap. 19: 21), no habrá sobrevivientes salvo los que han resistido a la bestia, es decir, aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cap. 13: 8). Antes de mencionar que este grupo entrará en su reinado milenario (cap. 20: 4), Juan relata cómo el tercer gran enemigo -el dragón- comenzará a recibir su retribución (vers. 1-3).
Los muertos justos resucitarán en la segunda venida de Cristo.-La Biblia presenta dos resurrecciones: la de los justos y la de los injustos, separadas por un período de mil años (ver com. Apoc. 20: 1, 4-5). No habrá una resurrección general, pues hay otra de la cual aparentemente no todos participan (Fil. 3: 11; cf. Luc. 14: 14; 20: 35). En otra parte se describe a los justos como «los que son de Cristo, en su venida» (1 Cor. 15: 23). Algunos sostienen que Apoc. 20: 4 sólo describe a los mártires cristianos; sin embargo, una comparación con otros pasajes muestra que todos los justos, incluso los santos del AT (ver com. Rom. 4: 3; 1 Cor. 15: 18) y los justos vivos, revestidos de inmortalidad en ese momento (1 Cor. 15: 51-54), ascienden para estar con Cristo cuando él venga por segunda vez (ver com. 1 Tes. 4: 16-17).
No hay fundamento válido en las Escrituras para separar a los «bienaventurados y santos» que han resistido la persecución de la bestia, de los santos inmortales mencionados en 1 Tes. 4 y 1 Cor. 15.
La unidad del segundo advenimiento.-Las diferentes referencias bíblicas al segundo advenimiento se combinan para describir como un solo acontecimiento la venida de Cristo para recoger a sus santos, y para destruir a los perseguidores de ellos. Las referencias principales pueden resumirse como sigue:
1. Mat. 24: 29-31. La venida de Cristo será visible, «sobre las nubes del cielo», «después de la tribulación». Jesús enviará a sus ángeles «con gran voz de trompeta», para juntar a «sus escogidos».
2. 1 Cor. 15: 23, 51-53. «Los que son de Cristo, en su venida» -tanto los muertos resucitados como los vivos- recibirán la inmortalidad cuando «se tocará la trompeta».
3. 1 Tes. 4: 15-17. El Señor descenderá «con trompeta de Dios» para resucitar y arrebatar a «los muertos en Cristo», junto con los que viven y los que quedan hasta el día de su venida. Serán arrebatados «en las nubes para recibir al Señor en el aire», para estar «siempre con el Señor».
4. 2 Tes. 1: 6-8. La iglesia recibirá «reposo» de la persecución cuando Cristo sea revelado «desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego» para castigar a los que no «obedecen el Evangelio».
5. 2 Tes. 2: 1-3, 8. La «reunión con él [Cristo]», respecto a la cual los tesalonicenses estaban turbados, no vendrá hasta después de la «apostasía» y la revelación de «aquel inicuo [el anticristo]», que será destruido «con el espíritu de su boca [de Cristo]» y el «resplandor de su venida».
6. Apoc. 1: 7. Su venida será «con las nubes» y visible para «todo ojo».
7. Apoc. 14: 14-20. Cuando Cristo venga, recogerá una doble cosecha: los justos y los impíos.
8. Apoc. 19: 11 a 20: 6. Cuando Cristo venga, la venida en la que aparece simbólicamente como un guerrero que es acompañado por las huestes del cielo, arrojará a la bestia perseguidora y al falso profeta al lago de fuego, matará al resto de sus enemigos con la espada que sale «de su boca». Y un ángel atará a Satanás; entonces los fieles -los muertos resucitados y los vivos- recibirán su recompensa: reinarán «con él mil años».
Estas referencias de las Escrituras concuerdan en describir el glorioso regreso del Señor como un acontecimiento único y visible. Muestran que este suceso producirá (1) la reunión de los santos inmortales recogidos de la tierra para estar con él, como es evidente, en las «moradas» celestiales, en el lugar que Cristo fue a preparar para ellos (Juan 14: 2-3), y (2) la muerte de todos los perseguidores de la última generación, junto con todos los impíos, por la gloria consumidora de la venida de Cristo.
Por lo tanto, es evidente que cuando comiencen los mil años sólo habrá dos grupos de seres humanos: los que han sido llevados al cielo revestidos de inmortalidad, y los que quedaron muertos en la tierra desolada y oscura. Este despoblamiento de la tierra es lo que atará a Satanás (ver com. Apoc. 20: 1-2), pues no puede llegar hasta los redimidos ni tiene poder para engañar a sus súbditos muertos. Los engañará de nuevo cuando sean resucitados al terminar los «mil años» (vers. 5).
Base equivocada de la creencia en un milenio terrenal.- Algunos sostienen que el milenio será un período de justicia, paz y prosperidad en la tierra. Llegan a esta conclusión mayormente por aplicar a los mil años, ya sea literal o figuradamente, las profecías de restauración del reino que fueron dadas al antiguo Israel en el AT. Los premilenaristas que pertenecen a este grupo aplican estas profecías literalmente, o a un reino mundial de la iglesia o de los judíos, en un milenio futuro después de la segunda venida. Los postmilenaristas aplican estas mismas predicciones a una era áurea futura que disfrutará la iglesia antes de la segunda venida. Un tercer grupo, los amilenaristas, reduce las descripciones del AT relativas al reinado ofrecido al antiguo Israel, a simples alegorías de las victorias de la iglesia en la dispensación evangélica.
La falsedad de estas tres posiciones es doble: (1) Ninguna de ellas armoniza con las especificaciones que presenta Apoc. 19: 11 a 20: 15, el pasaje más importante de las Escrituras que trata del milenio. Este pasaje muestra claramente que no habrá ser humano vivo en la tierra durante este período (ver lo anterior; cf. com. cap. 20: 1). Por lo tanto, el milenio no puede ser un período de justicia, paz y prosperidad en la tierra. (2) Estas posiciones se fundan en un concepto falso de la naturaleza de las profecías del AT.
Por ejemplo, muchos premilenaristas sostienen que estas profecías del reino son decretos literales e inalterables que aún deben cumplirse para el Israel literal, es decir para los judíos (en cuanto al término «Israel», que se aplica a los judíos de cualquier tribu, ver com. Hech. 1: 6). Esta creencia equivocada ha producido un sistema conocido como futurismo (ver pp. 133-134) que, en vez de considerar a la iglesia cristiana como heredera de las promesas que se hicieron a Israel, considera la era cristiana como un «paréntesis» en la profecía, es decir, que llena la brecha hasta que se cumplan literalmente en el futuro las antiguas profecías respecto a Israel (cf. pp. 133- 134).
Los intérpretes de esta escuela aplican la mayor parte de las predicciones del Apocalipsis principalmente a los judíos, y creen que estas predicciones se cumplirán en lo que llaman «el tiempo del fin». Esperan que las profecías del AT respecto del reino que le fueron dadas a Israel, se cumplan durante el milenio. Dividen la historia sagrada en dispensaciones o períodos (por lo cual se los denomina «dispensacionalistas»), en los cuales la «edad de la iglesia» se considera como una dispensación intermedia de gracia entre las edades judías de la ley pasada y la futura. Esta división en dispensiones lógicamente requiere un «rapto anterior a la tribulación» (ver com. 1 Tes. 4: 17) a fin de sacar a los santos cristianos de la tierra antes del «período de tribulación» judío. Estos intérpretes sostienen además que los judíos sobrevivientes aceptarán a Cristo cuando aparezca en las nubes después de la tribulación. Entonces con las «naciones» sobrevivientes entrarán en el milenio; y si bien es cierto que seguirán siendo mortales, vivirán en una tierra parcialmente renovada. Según esta teoría, en ese tiempo los judíos gozarán no sólo de prosperidad material y de longevidad, sino también del reino davídico restaurado, de un templo restaurado y de un sistema de sacrificios «conmemorativos»; de la ley, el sábado, el dominio político del mundo, la aplicación por la fuerza del reinado «con vara de hierro» de Cristo sobre naciones sumisas, que finalmente se harán rebeldes. Todo esto en un reino terrenal milenario, mientras que los santos cristianos reinarán con Cristo revestidos de inmortalidad.
A continuación se detallan algunos de los principios de la interpretación profética del AT que pasan por alto los que aplican las profecías del reino del AT a los judíos en una era futura (ver t. IV, pp. 27-40; com. Deut. 18: 15).
1. Las promesas hechas al antiguo Israel eran condicionales. Dios dijo: «Si diereis oído a mi voz. . . vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos» (Exo. 19: 5; cf. Deut. 7: 8; 27-30; Jer. 18: 6-10; ver t. IV, p. 36).
2. Israel como nación no cumplió las condiciones; por lo tanto, perdió el reino y las promesas. Cuando Cristo, el hijo de David, vino y la nación judía rechazó a su Rey, ella perdió el reino (ver com. Mat. 21: 43; cf. com. Apoc. 20: 1).
3. La iglesia cristiana, el «Israel espiritual», es ahora la heredera de las promesas. El fracaso del Israel literal no significa que «la palabra de Dios haya fallado» (Rom. 9: 6). Cuando la nación de Israel fue cortada como ramas muertas de la verdadera raíz de Abrahán, el Israel verdadero era entonces el fiel remanente judío que había aceptado al Mesías (ver com. Rom. 11: 5); y a esos judíos cristianos fueron agregados los cristianos gentiles injertados en el tronco original; por lo tanto, el árbol incluye ahora a los hijos espirituales de Abrahán (Gál. 3: 16, 26-29), es decir, la iglesia cristiana.
Pablo dice que «todo Israel será salvo» (Rom. 11: 26), pero establece claramente que «todo Israel» no significa todos los judíos (ver el comentario respectivo). Excluye a los que son sólo «hijos según la carne» e incluye únicamente a los «hijos según la promesa» (Rom. 9: 6-8). A éstos les añade los gentiles que tienen la circuncisión verdadera, espiritual, que proviene de Cristo (Rom. 2: 26, 28-29; Col. 2: 11; ver com. Rom. 11: 25-26; Fil. 3: 3). Pablo dice específicamente que los que no son judíos pero son salvos por la gracia de Cristo, no son ya extranjeros de la «ciudadanía de Israel» y «los pactos de la promesa», sino que son «conciudadanos de los santos» (Efe. 2: 8-22). En el Israel espiritual «no hay judío ni griego», sino que todos son uno en Cristo Jesús (Gál. 3: 28).
Pablo aplica a «toda su descendencia» -cristianos judíos y gentiles- la promesa del reino (ver com. Rom. 4: 13, 16). Pedro cita casi textualmente un pasaje clave (Exo. 19: 5- 6) que le prometía a Israel la condición de un pueblo escogido, una nación santa, un «real sacerdocio», y lo aplica a los cristianos que no son judíos. Esto muestra que él consideraba a la iglesia cristiana como heredera de la condición especial que poseyó anteriormente el Israel desobediente (ver com. 1 Ped. 2: 5-10). Juan usa dos veces una expresión que parece aludir a este mismo pasaje de Exodo: «reyes y sacerdotes» (ver com. Apoc. 1: 6; 5: 10), demostrando así que hace una aplicación similar de aquella promesa del reino a la iglesia: no sólo a la futura iglesia triunfante sino también a los cristianos del Asia Menor. Hay otros ejemplos en el NT de pasajes inspirados que se aplican a la iglesia de los tiempos apostólicos en Hech. 2: 16-21; 13: 47; 15: 13-17 . Esas promesas y profecías fueron hechas, por supuesto, a Israel.
4. Profecías que fueron originalmente literales pueden tener un cumplimiento espiritual para el «Israel espiritual» en esta época, y trascendentalmente en el mundo venidero. Las aplicaciones del NT muestran que las profecías dadas literalmente al antiguo Israel pueden tener un cumplimiento no literal en la iglesia en las nuevas condiciones de la era cristiana, y un cumplimiento final, sin los factores propios de la mortalidad, en el reino eterno.
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