Primer mandamiento de la ley de Dios

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INTRODUCCIÓN

    Vivimos en una sociedad muy religiosa pero que conoce muy poco a Dios. Basta con leer unas cuantas noticias de sucesos policíacos para darnos cuenta que la gente de hoy -al igual que ayer- vive en plena y abierta desobediencia a la voluntad de Dios. Lo que necesitamos desesperadamente es regresar a los mandamientos de Dios. La Biblia dice que las palabras de Dios son vida.

    Hoy vamos a considerar el primero de los mandamientos, la clave para guardar los demás mandamientos. Y lo digo así, porque si Ud. cumple cabalmente éste, es un hecho que estará guardando los otros nueve. Pero antes de entrar al primero, notemos algo que es muy importante: Dios dice: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.

En estas palabras tenemos dos poderosas razones para obedecer los mandamientos del Señor: Primero, él es el único indicado en darnos reglas para nuestra manera de vivir porque sólo él es Señor. Él es el único autorizado para mandar y darnos órdenes simplemente porque no hay otro como él. Sólo él es Dios. En segundo lugar, él nos da estos mandamientos no para hacernos sentir miserables, ni para esclavizarnos, sino porque ese mismo versículo dice que él ha probado su amor por nosotros. Dios probó su amor por los israelitas al sacarlos de Egipto y él ha probado su amor por nosotros en la cruz y en otras muchas formas. Estos mandamientos nos han sido dados no en el enojo de Dios, sino de su amor. Y es por eso que deberíamos considerarlos.

Comentario Bíblico Adventista, tomo 1, página 613-614: No tendrás. Aunque el pacto fue hecho con Israel como un todo (cap. 19: 5), el uso de una forma singular del verbo muestra que Dios se dirigía a cada individuo de la nación y le requería obediencia a la ley. No era suficiente la obediencia colectiva. Para todos los tiempos, los Diez Mandamientos dirigen su exhortación a la conciencia de cada ser humano y gravitan sobre ella. (ver Eze. 18: 19, 20).

Delante de mí. Literalmente, «delante de mi faz». Esta forma idiomática hebrea con frecuencia significa «además de mí», «en adición a mí», o «en oposición a mí». Siendo el único Dios verdadero, el Señor requiere que sólo él sea adorado. Este concepto de un solo Diosera extraño a la creencia y práctica politeísta de otras naciones. Diosnos exhorta para que lo coloquemos delante de todo lo demás, que lo coloquemos primero en nuestros afectos y en nuestras vidas, en armonía con el requerimiento de nuestro Señor en el Sermón del Monte (Mat. 6: 33). La mera creenciano bastará, ni aun el reconocimiento de que él es el únicoDios. Le debemos una lealtad de todo corazón y una consagración como a un Ser personal a quien tenemos el privilegio de conocer, amar y en quien confiar y con quien podemos tener una comunión bendita. Es peligroso depender de algo que no seaDios, ya sea riqueza, conocimiento, posición o amigos. Es difícil luchar contra las seducciones del mundo, y es muy fácil confiar en lo que es visible y temporal (Mat. 6: 19-34; 1 Juan 2: 15-17). Noes difícil violar el espíritu de este primer mandamiento en nuestra era materialista, poniendo nuestra fe y confianza en alguna conveniencia o comodidad terrenal. Al hacerlo podemos olvidarnos de Aquel que creó las cosas de que disfrutamos (2 Cor. 4: 18).

EL PRIMER MANDAMIENTO

«No tendrás dioses ajenos delante de Mi».

La ieie l k Elohim achrim ol-pahniym (Gén 11:4)

No tendrás para ti otro Elohim delante de mi cara (además de mí, en oposición a mí).

224.    Estas son las palabras del primer mandamiento. (Éxodo 20: 3). En el sentido natural, que es el sentido literal, el sentido más próximo á la letra es, que se prohíbe la adoración de ídolos, porque á continuación siguen estas palabras: «No te harás imagen ni ninguna semejanza de cosas que están arriba en los cielos ni abajo en la tierra ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás á ellas ni las honrarás; porque yo, Jehová, tu Dios, soy un Dios celoso». (Éxodo XX: 35). La razón por la cual se prohibió la adoración de ídolos es, que antes de ese tiempo y también después, hasta la venida del Señor en la carne, existía adoración de ídolos en una grande parte de Asia. La causa de esta idolatría era, que las iglesias antes de la venida del Señor eran representativas y típicas, y los tipos y representaciones consistían en la exhibición de las cosas Divinas bajo varias formas y figuras esculpidas, á las cuales la gente sencilla é ignorante empezaba á adorar como Dioses, á medida que la ciencia de la correspondencia se extinguía, olvidándose la significación de esas figuras y formas. La nación israelita, mientras habitaba en Egipto, se hallaba también en semejante adoración, lo cual consta por el hecho de que en el desierto se hicieron un becerro de oro, adorando á éste en vez de á Jehová, y muchos pasajes del Verbo, tanto del histórico cuanto del profético, demuestran que tampoco después fueron alienados de esta adoración.

225.    En su sentido natural este primer mandamiento No tendrás Dioses ajenos delante de Mi, quiere también decir, que ningún hombre, muerto ó vivo, debe ser adorado como Dios. Semejante adoración practicábase también en Asia y en las regiones vecinas. Muchos de los Dioses de los gentiles no eran más que hombres, como por ejemplo Baal, Ashtaroth, Chemos, Milcom, Belcebub; y en Atenas y Roma: Saturno, Júpiter, Neptuno, Plutón, Apolo, Palas y otros, de los cuales algunos  al principio fueron adorados como Santos, luego como Divinidades y finalmente como Dioses. Adoraban como Dioses también á hombres vivos, lo cual demuestra el edicto de Darío de Media, el cual prohibió á todo sujeto del reino, por espacio de treinta días, el demandar petición alguna de Dios, sino sólo del rey, bajo pena de ser echado al foso de los leones (Daniel 6:8 y siguientes). En su sentido natural el primer mandamiento quiere también decir, que nadie más que Dios y nada más que lo que procede de Dios, debe ser amado sobre todas las cosas; lo cual consta por las palabras del Señor en Mateo 22: 35-40 y en Lucas 10: 25-28. Para el que ama á una persona ó cosa sobre todas las cosas, esta persona es Dios y esta cosa es Divina. Para el que ama á sí mismo ó al mundo sobre todas las cosas, él mismo, ó el mundo, es su Dios, y esta es la razón por la cual tales personas en su corazón niegan á Dios. Tienen conjunción con sus semejantes en los infiernos, donde se reúnen los que aman á sí mismos y al mundo sobre todas las cosas.

226.    El sentido espiritual de este mandamiento es, que no se debe adorar á otro Dios que al Señor Jesucristo, porque El es Jehová que vino al mundo y realizó la Redención, sin la cual ni hombre ni ángel alguno hubiera podido ser salvo. Que no hay Dios fuera de El se puede ver en el capitulo segundo, que trata del Señor el Redentor, y por los pasajes del Verbo allí citados, por lo cual dejamos de citarlos aquí de nuevo; añadiremos únicamente este otro pasaje: Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna. 21 Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén. (1 Juan 5: 20; 21).

227.    El sentido celestial de este mandamiento es, que Jehová el Señor es Infinito, Inconmensurable y Eterno. Que El es Omnipotente, Omniscio y Omnipresente. Que El es El Primero y El Ultimo, el Principio y el Fin, que es y que era y que será. Que El es el Amor mismo y la Sabiduría misma, ó sea el Bien mismo y la Verdad misma, por consiguiente la Vida misma y el solo y único Esse, del Cual vienen todas las cosas.

228.    Los que adoran á otro Dios pecan contra este primer mandamiento. Así que hay tres Divinas Personas desde la eternidad. Los que se oponen a esta doctrina pueden compararse con el profeta Ezequiel, cuando el Señor le mandó representar á la Iglesia, tal como entonces era entre los judíos, con mezclar trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y avena con el estiércol de hombre, ó de buey, y comerlo (Ezequiel 4: 9 y siguientes).

I. ¿QUÉ SIGNIFICA EL PRIMER MANDAMIENTO?

    Dicho de una manera negativa, este mandamiento nos dice que no debemos tener otros dioses en lo absoluto. Dicho de manera positiva, Dios dice: ¡Debes tenerme a mí como la persona más importante y la influencia más grande en tu vida!
Es imposible que el hombre pueda vivir sin un objeto de adoración. Todos los que no adoran al Dios verdadero inventan un dios falso que les permita vivir en pecado y hacer lo que quieran.

    Un ídolo no es sólo una estatua, o una imagen de metal o madera. Un ídolo es todo aquello que ocupa la posición de influencia en nuestras vidas, algo que se interpone entre Dios y nosotros. Dios nos dice en este pasaje que ninguna persona, cosa, ideología, propósito debe interponerse en nuestra adoración a Dios. Jesús ilustró muy bien lo anterior en la historia del joven rico: Lc. 18:18-27

    Este hombre influyente vino a Jesús y le hizo la pregunta de la vida más significativa: ¿Qué se debe hacer para heredar la vida eterna? Jesús le dijo que debería guardar los mandamientos. El hombre pensaba que ya los había obedecido, por eso Jesús le dijo que la única cosa que le hacía falta era venderlo todo y dárselo a los pobres.

    Pero, ¿Por qué Jesús le dijo eso al joven rico? ¿Le estaba diciendo que debemos hacernos pobres para entrar al cielo? No. Lo que Jesús hizo fue tomar el primer mandamiento y aplicarlo a la vida de este hombre. El Señor sabía que la confianza de este hombre estaba en sí mismo, estaba en lo que poseía. De modo que Cristo señala la raíz del problema: este hombre estaba controlado por lo que tenía y no por aquel que se lo había dado. Las riquezas se habían convertido en su dios, y de esta forma había quebrantado el primer mandamiento.

II. ¿CÓMO VIOLAMOS HOY EL PRIMER MANDAMIENTO?

    Es muy fácil para nosotros menear la cabeza al leer de este joven rico. Sin embargo, nos parecemos a él más  de lo que podríamos imaginar. No somos atraídos por algún dios de piedra, pero sí por dioses emocionales, materiales, religiosos, intelectuales e inclusive ídolos sensuales, que tienen el mismo efecto en nuestras vidas. Debemos identificarlos antes de poderlos eliminar.

A. El ídolo de las  posesiones materiales

    Este es, desde luego, el problema que tenía el joven rico, pero también es un problema que prevalece en un país como el nuestro, porque en lugar de poner nuestra confianza en el Señor, confiamos en nuestra cuenta bancaria o en nuestros ahorros, en nuestra educación, en nuestra apariencia, en nuestros bienes, etc. Y lo que sucede es que nos pasamos toda la vida persiguiendo lo material y nunca llegamos a tener suficiente, nunca encontramos la satisfacción que estamos buscando y lo peor: nunca nos enfocamos en los asuntos eternos de la vida.
Jesús contó de un granjero que tenía mucho. Trabajó muy duro y le fue muy bien. Así que decidió hacer unos graneros más grandes para almacenar su riqueza para que pudiera vivir tranquilo en su vejez. Su confianza estaba en lo que tenía. Pero esa noche iba a morir, y de lo que este hombre tonto no alcanzó a darse cuenta fue que nunca pensó en lo que tendría después de no tener lo que ya no tenía.

B. El ídolo de los apetitos. Pablo escribe en Filipenses 3:18,19: Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; 19 el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su verguenza; que sólo piensan en lo terrenal.

… ¿Qué fue lo que hizo que estas personas se convirtieran en enemigos del evangelio? Que su dios era su apetito.

 Cuando me deleito en cosas que no glorifican a Dios, hago de las cosas un ídolo en mi vida.

Cuando compramos un artículo (ropa, zapatos, equipos electrónicos) no por necesidad, -sino por estar a la moda- nos estamos inclinando a nuestro apetito y estamos haciendo tesoros en la tierra en lugar del cielo.

Cuando recortamos lo que le damos al Señor para gastar en nuestros pasatiempos, estamos inclinándonos a nuestros apetitos.

Cuando llenamos nuestras mentes con basura de los medios de comunicación-o las famosas telenovelas- estamos postrándonos ante nuestros apetitos.

Cuando agredimos a otras personas o nos negamos a perdonarlas estamos confiando en nuestro juicio por encima del Señor.

Cuando no nos resistimos a mirar las imágenes de los cuerpos masculinos y femeninos semidesnudos, estamos cediendo a nuestros sentidos.

C. El ídolo de la ambición. Muchos permiten que sus carreras y sus ambiciones se conviertan en un ídolo. Si nuestro deseo supremo es tener éxito en nuestra carrera y no de glorificar a Dios a través de ella, somos culpables de idolatría. Hay muchos que dicen no ser culpables de esto, pero sus sueños despiertos, sus ilusiones y fantasías, sus temas de conversación sólo tienen que ver con sus carreras, con el dinero o con sus posesiones materiales. Se preocupan muy poco o nada por la obra del Señor y se dedican la mayor parte de sus esfuerzos a buscar la prosperidad económica y la satisfacción de sus ambiciones en detrimento de su vida espiritual.

D. El ídolo de la familia. Existen muchas personas que son manipuladas y controladas por sus familias. Inclusive algunos creyentes se dejan dominar por la influencia de sus padres y familiares inconversos, hasta el punto de interferir con su dedicación a los compromisos con la obra del Señor. Se sienten tan comprometidos con ellos que descuidan los asuntos del Señor y su obra; las palabras del Señor en Luc. 14:26 Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. 

E. El ídolo de la opinión de los demás. Mucha gente vive para agradar a los demás. Le preocupa cómo lo verán las otras personas, y no cómo Dios los ve. Se pasan el tiempo preocupándose en su manera de vestir, de vivir de tal manera que las otras personas le den su aprobación. Hacen, compran, van, se divierten, visten, se entretienen como los otros, y de esta manera hacen de los demás un ídolo que se interpone en su caminar con el Señor. Están dispuestos a sacrificar sus propios gustos y preferencias si éstas no están de acuerdo con la opinión generalizada. Van a donde va la mayoría, no importa si van en contra de los caminos del Señor.

III. ¿PUEDO OCULTAR MI IDOLATRÍA?

    Dios manda que no tengamos dioses ajenos delante de Él. Eso equivale a «en su presencia» o «delante de sus ojos». O sea, no podemos ocultar nuestros ídolos; no podemos dejarlos en nuestras casas para ir a adorar a Dios. El escritor del libro de Hebreos nos advierte: Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta. Si nuestro dios es visible o invisible, Dios lo ve. Nuestro Dios es celoso y no aceptará una adoración a medias. No permitirá que ningún ídolo ocupe una parte de nuestro corazón. El mundo está lleno de personas que quieren adorar a Dios el sábado, pero a sus ídolos en el resto de la semana.
Dios recalca que es celoso; pero este celo es el nacido del deseo de proteger una relación de amor, de un amor que exige lealtad y fidelidad absolutas, como en el matrimonio. Es por eso que el adulterio es uno de los pecados más graves, porque no sólo es el quebrantamiento de los votos matrimoniales, sino que es la destrucción de una relación de amor.

Dios se manifiesta en su palabra como el «esposo» que está casado con su pueblo, los creyentes. El amor celoso de Dios exige una lealtad y fidelidad absolutas, que no se compartan con NADIE.  Entonces, cualquier compromiso o contaminación con los ídolos de este mundo  provoca a celos al Señor. Pablo dice en 2 Corintios 11:2: Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Y en relación con los ídolos advierte en 1 Corintios 10:22: ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él?
Dios nos ama tanto que su intenso deseo por nuestro bienestar no permitirá que ningún rival ocupe nuestros afectos. El amor de Dios no es débil, ni indiferente al pecado, por eso, en su amor santo Él aborrece cualquier cosa que haga daño a sus elegidos.

La palabra de Dios es clara: Exo 20:3 No tendrás dioses ajenos delante de mí.

Antiguo Testamento: Génesis 6 (El diluvio); Génesis 11 (La torre de Babel)

Nuevo Testamento: Mateo 4:10,  1 Corintios 8:5-6

Citas de Elena G. de White:

 No tendrás dioses ajenos delante de mí. Jehová, el eterno, el que posee existencia propia, el no creado, el que es la fuente de todo y el que lo sustenta todo, es el único que tiene derecho a la veneración y adoración supremas. Se prohíbe al hombre dar a cualquier otro objeto el primer lugar en sus afectos o en su servicio. Cualquier cosa que nos atraiga y que tienda a disminuir nuestro amor a Dios o que impida que le rindamos el debido servicio es para nosotros un dios. Capítulo: La Ley dada en el Sinaí, Patriarcas y Profetas, página 313

A Fin de Conocerle, página 318: «Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás». (Mat. 4: 10).
«No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Exo. 20: 3). El primer mandamiento no se transgrede únicamente negando la existencia de Dios o inclinándose delante de ídolos de madera y piedra. Muchos profesos seguidores de Cristo infringen sus principios; pero el Señor del cielo no reconoce como hijos suyos a los que guardan en su corazón cualquier cosa que ocupe el lugar que únicamente Dios debería tener. Muchos se inclinan ante la complacencia del apetito, mientras que otros lo hacen ante el vestido y el amor al mundo, y les conceden el primer lugar en el corazón…
Dios nos ha dado muchas cosas en esta vida sobre las que podemos derramar nuestros afectos; pero cuando llevamos hasta el exceso lo que en sí mismo es bueno, nos convertimos en idólatras… Cualquier cosa que separe nuestros afectos de Dios, y disminuye nuestro interés en las cosas eternas, es un ídolo. Los que emplean el tiempo precioso que Dios les ha dado -tiempo que ha sido comprado a un precio Infinito- en embellecer sus hogares para ostentación, en seguir las modas y las costumbres del mundo, no sólo están privando a sus almas de alimentos espiritual, sino que también están dejando de darles a Dios lo suyo. El tiempo así gastado en la complacencia de los deseos egoístas podría emplearse en obtener conocimiento de la palabra de Dios, en cultivar nuestros talentos, para prestar un servicio inteligente a nuestro Creador… Dios no compartirá un corazón dividido. Si el mundo absorbe nuestra atención, él no puede reinar supremo. Si esto disminuye nuestra dedicación a Dios, es idolatría ante sus ojos. Dios no excusará al transgresor en este sentido.
Cuando nuestro corazón esté afinado para alabar a nuestro Hacedor, no sólo en salmos, himnos y cantos espirituales, sino también en nuestra vida, entonces viviremos en comunión con el Cielo (Youth»s Instructor, 31-12-1896) 

Conflicto y Valor, página 205 «No tendrás dioses ajenos delante de mí. «(Exo. 20: 3).
Aunque en forma diferente, la idolatría existe en el mundo cristiano de hoy tan ciertamente como existió entre el antiguo Israel en tiempos de Elías. El Dios de muchos así llamados sabios, filósofos, poetas, políticos, periodistas -el Dios de los círculos selectos y a la moda, de muchos colegios y universidades y hasta de muchos centros de teología- no es mucho mejor que Baal, el dios-sol de los fenicios.
Ninguno de los errores aceptados por el mundo cristiano ataca más atrevidamente la autoridad de Dios. . . ninguno es de tan perniciosos resultados como la doctrina moderna que tanto cunde, de que la ley de Dios ya no es más de carácter obligatorio para los hombres (El Conflicto de los Siglos, págs. 640, 641).
La Biblia está al alcance de todos, pero pocos son los que la aceptan verdaderamente por guía de la vida. La incredulidad predomina de modo alarmante, no solo en el mundo sino también en la iglesia. Muchos han llegado al punto de negar doctrinas que son el fundamento mismo de la fe cristiana. Los grandes hechos de la creación como los presentan los escritores inspirados, la caída del hombre, la expiación y el carácter perpetuo de la ley de Dios son en realidad rechazados entera o parcialmente por gran número de los que profesan ser cristianos. Miles de personas que se envanecen de su sabiduría y de su espíritu independiente, consideran como una debilidad el tener fe implícita en la Biblia; piensan que es prueba de talento superior y científico argumentar con las Sagradas Escrituras y espiritualizar y eliminar sus más importantes verdades. Muchos ministros enseñan a sus congregaciones y muchos profesores y doctores dicen a sus estudiantes que la ley de Dios ha sido cambiada o abrogada, y a los que tienen los requerimientos de ella por válidos y dignos de ser obedecidos literalmente, se los considera como merecedores tan sólo de burla y desprecio, ( Id ., págs. 639, 640).
El último gran conflicto entre la verdad y el error no es más que la última batalla de la controversia que se viene desarrollando desde hace tanto tiempo con respecto a la ley de Dios. En esta batalla estamos entrando ahora ( Id ., pág. 639).

Maranatha, el Señor Viene, página 41:»Hijitos, guardaos de los ídolos. «(1 Juan 5: 21).
Cada verdadero hijo de Dios será aventado como trigo, y en el proceso del aventamiento debe sacrificarse cada placer acariciado que aparte la mente de Dios. Muchas familias tienen sus estantes, anaqueles y mesas llenos de ornamentos y retratos… De este modo los pensamientos que deberían dirigirse hacia Dios y los intereses celestiales, son atraídos hacia cosas comunes. ¿No es ésto una especie de idolatría? El dinero que se ha gastado en esta forma, ¿no debería haberse empleado para bendecir a la humanidad, para aliviar a los que sufren, para vestir a los desnudos y alimentar a los hambrientos? ¿No debería haberse puesto en la tesorería del Señor para promover su causa y edificar su reino en la tierra?
Este asunto reviste una gran importancia, y os es presentado a fin de salvaros del pecado de la idolatría. Vuestras almas recibirán bendiciones si obedecéis la Palabra pronunciada por el Santo de Israel: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Exo. 20: 3). Muchas personas están creando para sí preocupaciones y ansiedades innecesarias al dedicar tiempo y consideración a los adornos superfluos que llenan sus casas. Se requiere el poder de Dios para apartarlas de su devoción, porque esto constituye en todo sentido una idolatría.
Aquel que escudriña los corazones desea rescatar a su pueblo de toda clase de idolatría. Que la Palabra de Dios, el Libro bendito de vida, ocupe las mesas que ahora están llenas de adornos inútiles. Gastad vuestro dinero en adquirir libros que sirvan para esclarecer la mente en lo que atañe a la verdad presente. . . Apoderaos de la Palabra de Dios como el tesoro de amor y sabiduría infinita; éste es el Libro guía que muestra el camino hacia el cielo. . .
¡Cómo quisiera que investigaseis las Escrituras con una actitud de oración en vuestros corazones, y con un espíritu de entrega a Dios! ¡Ojalá escudriñaseis vuestros corazones como si contaseis con la ayuda de una vela encendida, para descubrir y romper hasta los hilos más finos que os unen a los hábitos mundanales que apartan de Dios la mente! Rogad a Dios que os muestre cada práctica que aleje de él vuestros pensamientos y afectos.47 (Nota: MS2, 366, 367).

Mensajes para los Jóvenes, página 314-317: CUANDO visito los hogares de nuestros hermanos y nuestras escuelas, veo que todos los espacios disponibles de las mesas, rincones y repisas de chimeneas, están llenos de fotografías. A derecha e izquierda se ven retratos de caras humanas, Dios desea que cambie este orden de cosas. Si Cristo estuviera en la tierra diría: «Quitad de aquí esto».»Quitad de aquí esto».Juan 2: 16. Se me ha indicado que estos retratos son otros tantos ídolos que ocupan el tiempo y el pensamiento que deberían ser santamente dedicados a Dios. (Nota: Juan 2: 16.*)
Estas fotografías cuestan dinero. ¿Es consecuente con nuestro modo de pensar, conociendo la obra que hay que hacer en este tiempo, que gastemos el dinero de Dios en sacar fotografías de nuestro rostro y del rostro de nuestros amigos? ¿No deberíamos usar en la edificación de la causa de Dios todo peso que podamos ahorrar? Estos retratos requieren el dinero que debiera ser santamente dedicado al servicio de Dios y apartan la mente de las verdades de la Palabra de Dios.
UNA ESPECIE DE IDOLATRÍA
Este sacar e intercambiar fotografías es una especie de idolatría. Satanás está haciendo todo lo que puede por eclipsar el cielo a nuestra vista. No le ayudemos haciendo ídolos de los retratos. Necesitamos alcanzar una norma más elevada que la que sugieren estos rostros humanos. El Señor dice: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» Exo. 20: 3. Los que dicen creer en Cristo 315 necesitan percatarse de que deben reflejar su imagen. Es su semejanza lo que debe estar de continuo ante la mente. Las palabras pronunciadas deben estar henchidas de inspiración celestial. . . (Nota: Exo. 20: 3.*)
PRIMERO LAS COSAS PRIMERAS
Los que han participado del solemne rito del bautismo se han comprometido a buscar las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios; a trabajar fervientemente por la salvación de los pecadores. Dios pregunta a los que adoptan su nombre: ¿Cómo estáis usando las facultades que han sido redimidas por la muerte de mi Hijo? ¿Estáis haciendo todo lo que podéis para alcanzar una altura mayor en la comprensión espiritual? ¿Estáis poniendo vuestros intereses y actos en armonía con los importantes requisitos de la eternidad?
Debe producirse una reforma en el pueblo de Dios. «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria, de Dios». «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria, de Dios».1 Cor. 10: 31. Aquellos sobre quienes el Señor ha puesto la carga de su obra luchan por proclamar el mensaje, para que sean amonestadas las almas que están pereciendo en la ignorancia. ¿No podéis hacer algo mediante la abnegación para ayudarlos en su trabajo? Despertad y mostrad, por vuestro celo abnegado y vuestro fervor, que estáis convertidos. (Nota: 1 Cor. 10: 31.*)
En la obra de salvar almas se requiere todo nuestro dinero. El dinero invertido por el profeso pueblo de Dios en retratos de rostros humanos podría sostener a varios misioneros. Muchas corrientes pequeñas, al juntarse, forman un río grande. Cometemos un desfalco con los bienes de nuestro Señor cuando usamos para placeres egoístas los medios que deberían ser usados para proclamar el último mensaje de amonestación. Si gastáis el dinero del Señor en la satisfacción propia, ¿cómo podéis esperar que él siga otorgándoos sus bienes? ¿Qué opinión tiene el Maestro de los que egoístamente invierten su dinero en fotografías? Ese mismo dinero hubiera podido ser usado para comprar publicaciones para enviar a los que están en las tinieblas de la ignorancia.
La verdad que Dios nos ha dado debe anunciarse al mundo. Se nos ha dado el privilegio de hacer este trabajo. Hemos de sembrar la semilla de la verdad junto a todas las aguas. El Señor nos pide que practiquemos la abnegación y el sacrificio. El Evangelio demanda una consagración completa. Las necesidades de la causa demandan todo lo que podamos dar. Nuestra complacencia en sacar fotografías ha sido una satisfacción egoísta de nuestra parte, que testifica silenciosamente en contra de nosotros. Por esta complacencia se ha colocado en el cimiento una gran cantidad de madera, heno y hojarasca, que será consumida por el fuego del último día.
EL DEBER DE LA ABNEGACIÓN
Después de ir de casa en casa y ver tantas fotografías, recibí la instrucción de amonestar a nuestro pueblo contra este mal.
Podemos hacer esto por Dios. Podemos poner fuera de la vista estos ídolos gráficos. No tienen poder bienhechor, antes bien se interponen entre Dios y el alma. Nada pueden hacer para ayudar a sembrar las semillas de la verdad. Cristo pide a aquellos que dicen seguirle, que se vistan de toda la armadura de Dios.
Nuestras instituciones educativas necesitan sentir el poder reformador del Espíritu de Dios. «Si la sal se desvaneciera, ¿con qué será salada? no sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres».»Si la sal se desvaneciera, ¿con qué será salada? no sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres». Mat. 5: 13. Los que trabajan como maestros en 317 nuestros colegios y sanatorios deberían alcanzar una elevada norma de consagración. Y los estudiantes de estas instituciones, que se preparan para salir como misioneros, deberían aprender a practicar la abnegación. (Nota: Mat. 5: 13.*)
Somos mayordomos de Dios y «se requiere en los dispensadores, que cada uno sea hallado fiel.»Se requiere en los dispensadores, que cada uno sea hallado fiel».1 Cor. 4: 2. Debe economizarse fielmente el dinero que Dios nos ha confiado. Hemos de aumentar nuestra eficacia haciendo mejor uso de los talentos que se nos confiaron a fin de que a la venida de Dios podamos devolverle lo suyo con ganancia ( Review and Herald, junio 13, 1907). (Nota: 1 Cor. 4: 2.*)
LA COSTUMBRE DE RETRATARSE CON FRECUENCIA
Los jóvenes tienen el corazón lleno de amor a sí mismos. Esto se manifiesta en su deseo de ver sus rostros daguerrotipados [reproducidos] por el artista; y no se conforman con ser representados una vez, sino que posan repetidas veces para que se les saque un retrato, con la esperanza de que éste sea cada vez mejor que los anteriores y la figura aparezca en realidad más hermosa que el original. De este modo malgastan el dinero de su Señor, y ¿qué ganan? (Testimonies, tomo 1, pág. 500).

Mensajes Selectos, tomo 2, páginas 366-369: CADA verdadero hijo de Dios será aventado como trigo, y en el proceso del aventamiento debe sacrificarse cada placer acariciado que aparte la mente de Dios. Muchas familias tienen sus estantes, anaqueles y mesas llenos de ornamentos y retratos. Albumes llenos de fotografías de la familia y de sus amigos se colocan en lugares donde puedan atraer la atención de los visitantes. De este modo los pensamientos que deberían dirigirse hacia Dios y los intereses celestiales, son atraídos hacia cosas comunes. ¿No es esto una especie de idolatría? El dinero que se ha gastado en esta forma, ¿no debería haberse empleado para bendecir a la humanidad, para aliviar a los que sufren, para vestir a los desnudos y alimentar a los hambrientos? ¿No debería haberse puesto en la tesorería del Señor para promover su causa y edificar su reino en la tierra?
Este asunto reviste una gran importancia, y os es presentado a fin de salvaros del pecado de la idolatría. Vuestras almas recibirán bendiciones si obedecéis la Palabra pronunciada por el Santo de Israel: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Exo. 20: 3). Muchas personas están creando para sí preocupaciones y ansiedades innecesarias al dedicar tiempo y consideración a los adornos superfluos que llenan sus casas.
Se requiere el poder de Dios para apartarlas de su devoción, porque esto constituye en todo sentido una idolatría.
Aquel que escudriña los corazones desea rescatar a su pueblo de toda clase de idolatría. Que la Palabra de Dios, el Libro bendito de vida, ocupe las mesas que ahora están llenas de adornos inútiles. Gastad vuestro dinero en adquirir libros que sirvan para esclarecer la mente en lo que atañe a la verdad presente. El tiempo que malgastáis en mover y desempolvar los innumerables adornos que hay en vuestras casas debéis emplearlo en escribir algunas líneas a vuestros amigos, en enviar revistas, folletos o libritos a personas que no conocen la verdad. Apoderaos de la Palabra de Dios como el tesoro de amor y sabiduría infinita; éste es el Libro guía que muestra el camino hacia el cielo. Nos señala al Salvador que perdona el pecado, y nos dice: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1: 29).
¡Cómo quisiera que investigaseis las Escrituras con una actitud de oración en vuestros corazones, y con un espíritu de entrega a Dios! ¡Ojalá escudriñaseis vuestros corazones como si contaseis con la ayuda de una vela encendida, para descubrir y romper hasta los hilos más finos que os unen a los hábitos mundanales que apartan de Dios la mente! Rogad a Dios que os muestre cada práctica que aleje de él vuestros pensamientos y afectos. Dios ha dado su ley al ser humano para que constituya la medida del carácter. Mediante esta ley podéis descubrir y vencer cada defecto de vuestro carácter. Podéis separaros de cada ídolo, y uniros al trono de Dios mediante la cadena de oro de la gracia y la verdad (The Review and Herald, 14 de mayo de 1901).
UNA ADVERTENCIA CONCERNIENTE A LAS POSICIONES EXTREMAS
Había algunas personas que poseían capacidad para ayudar a la iglesia, pero que necesitaban primeramente poner orden en sus propios corazones. Algunos habían estado introduciendo pruebas falsas, y habían convertido sus propias ideas y nociones en un criterio, habían exagerado asuntos de escasa importancia convirtiéndolos en pruebas de discipulado; y con todo esto habían impuesto pesadas cargas sobre otras personas. De este modo se estableció un espíritu de crítica, censura y disensión, lo cual infligió un gran daño a la iglesia. Y se dio a los no creyentes la impresión de que los adventistas guardadores del sábado constituían un conjunto de extremistas y fanáticos, y que su fe peculiar los tornaba poco amables, descorteses y de un carácter no cristiano. Así fue como la conducta de unos pocos extremistas impidió que la influencia de la verdad alcanzara a la gente.
Algunos concedían una importancia exagerada a la cuestión del vestido, criticaban los trajes que otros llevaban, y condenaban prontamente a todos los que no se conformaban con exactitud a sus ideas. Unos pocos condenaban los retratos y sostenían que estaban prohibidos por el segundo mandamiento, y que debería destruirse todo lo que fuera de esa clase.
Estos hombres de ideas unilaterales no son capaces de ver ninguna otra cosa fuera de lo que predomina en su mente. Hace años tuvimos que combatir este mismo espíritu y esta misma obra. Surgieron personas que pretendían haber sido enviadas con un mensaje que condenaba los retratos y los cuadros, y que instaba a destruir todo lo que constituyera una copia de algo. Llevaban las cosas hasta el extremo de condenar los relojes que tenían figuras, o «imágenes», sobre ellos.
En la Biblia leemos acerca de la buena conciencia, pero no hay solamente buenas conciencias sino también malas conciencias. Existe una escrupulosidad que llevará todas las cosas a grados extremos, y que convertirá los deberes cristianos en cargas tan pesadas como pesada hicieron los judíos la observancia del sábado. El reproche que Jesús hizo a los escribas y los fariseos también se aplica a esta clase de personas: «Diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios» (Luc. 11: 42).
Un fanático causará mucho daño con su espíritu fuerte y sus ideas radicales cuando se dedique a oprimir la conciencia de los que desean obrar correctamente. La iglesia necesita ser purificada de tales influencias.
El segundo mandamiento prohíbe el culto de las imágenes; pero Dios mismo utilizó imágenes y símbolos para ilustrar las lecciones dadas a los profetas con el fin de que éstos las transmitieran al pueblo, y así fuesen comprendidas mejor que si se las hubiese dado de cualquier otro modo. Estimuló la comprensión a través del sentido de la vista. La historia profética fue presentada a Daniel y a Juan mediante símbolos, y éstos debían representarse nítidamente en cuadros para que el que leyera pudiese comprender.
Es cierto que se gasta demasiado dinero en cuadros; y no son pocos los recursos que deberían darse a la tesorería de Dios y que en cambio se pagan al artista. Pero el daño que la conducta de estos extremistas causará a la iglesia es mucho mayor del que pretenden corregir. A veces resulta difícil establecer dónde debe trazarse la línea, en qué momento la confección de cuadros se convierte en un pecado. Pero los que aman a Dios y desean de todo corazón observar sus mandamientos, serán dirigidos por él. Dios no desea que dependan de ningún hombre para que este actúe como una conciencia para ellos. El que acepta todas las ideas y las impresiones de las mentes desequilibradas llegará a estar confundido y perplejo. Satanás se propone apartar la atención del mensaje del tercer ángel y dirigirla a cuestiones secundarias, para que las mentes y los corazones que deberían crecer en la gracia y en el conocimiento de la verdad, queden enanos y debilitados, con el fin de que Dios no sea glorificado por ellos (Historical Sketches of the Foreing Missions of the Seventhday Adventists [Apuntes acerca de las misiones extranjeras de los adventistas], págs. 211, 212.

La Temperancia, páginas 32-39: Hay en el mundo una multitud de seres humanos degradados los cuales, cediendo en su juventud a la tentación de usar tabaco y alcohol, envenenaron los tejidos del organismo humano y pervirtieron sus facultades racionales hasta el límite donde quiso llevarlos Satanás. La capacidad de pensar está ofuscada. Las víctimas ceden a la tentación del alcohol y venden su capacidad de razonar por un vaso de bebida.
Mirad a ese hombre privado de razón. ¿Qué es? Es un esclavo de la voluntad de Satanás. El archiapóstata lo dota de sus propios atributos. Es un esclavo del libertinaje y de la violencia. No hay crimen que no esté dispuesto a cometer, porque ha puesto en su boca aquello que lo embriaga y hace de él, mientras esté bajo su influencia, un demonio.
Mirad a nuestros jóvenes. Escribo ahora acerca de algo que hace doler mi corazón. Han perdido su fuerza de voluntad. Sus nervios están debilitados porque su poder se ha agotado. En su semblante no está el brillo rubicundo de la salud. Se ha ido la mirada vivaz de los ojos. Se ha perdido su lustre. El vino que han bebido ha debilitado su memoria. Son como personas de edad avanzada. El cerebro ya no puede producir sus ricos tesoros cuando es necesario (Manuscrito 17, 1898).
Entre las víctimas de la intemperancia hay representantes de toda clase social y de todas las profesiones. Hombres encumbrados, de gran talento y altas realizaciones, han cedido a sus apetitos hasta que han quedado incapaces de resistir a la tentación. Algunos que en otro tiempo poseían riquezas, han quedado sin familia ni amigos, víctimas de padecimientos, miseria, enfermedad y degradación. Perdieron el dominio de sí mismos. Si nadie les tiende una mano de auxilio, se hundirán cada vez más. En ellos el exceso no es tan sólo pecado moral, sino enfermedad física (El Ministerio de Curación, págs. 127, 128).
El hombre que contrajo el hábito de la bebida se encuentra en una situación desesperada. Su cerebro está enfermo y su voluntad debilitada. En lo que toca a su propia fuerza, sus apetitos son ingobernables. No se puede razonar con él ni persuadirle a que se niegue a sí mismo (El Ministerio de Curación, pág. 265).
Las casas de bebida están esparcidas por todas las ciudades y pueblos. . . . El viajero entra en el local público con su razón, su capacidad de caminar en forma erecta; pero miradlo cuando sale. Se ha ido el brillo de sus ojos. Se ha ido la capacidad de caminar en forma erecta; va haciendo eses de un lado para el otro como un barco en el mar. Su capacidad para razonar está paralizada, la imagen de Dios está destruida. El brebaje que envenena y enloquece ha dejado una marca sobre él. . . . Está en una esclavitud de cuerpo y alma, y no puede distinguir entre lo bueno y lo malo. El comerciante de bebidas ha puesto su botella ante los labios de su prójimo, y bajo su influencia está lleno de crueldad y homicidio, y en su locura comete realmente homicidio.
Es llevado ante un tribunal terrenal, y los que legalizaron el expendio de bebidas son obligados a enfrentarse con el producto de su propia obra. Ellos autorizaron por ley que se le entregase a ese hombre una bebida que lo convertiría de cuerdo en loco, y ahora necesitan enviarlo a la prisión o a la horca por su crimen. Su esposa e hijos han quedado en el abandono y en la miseria, para convertirse en una carga de la comunidad en la cual viven. El hombre está perdido en cuerpo y alma, desheredado de la tierra, y sin esperanza del cielo. . . .
Las víctimas del hábito de beber se enloquecen tanto bajo la influencia del licor que están dispuestas a vender su razón por un vaso de aguardiente. No guardan el mandamiento: «No tendrás dioses ajenos delante de mí». Su fuerza moral está tan debilitada que no tienen poder para resistir a la tentación, y su deseo de bebida es tan fuerte que eclipsa todo otro deseo, y no se dan cuenta que Dios pide de ellos que lo amen con todo su corazón. Son prácticamente idólatras, porque todo lo que enajena sus afectos del Creador, todo lo que debilita y amortigua la fortaleza moral, está usurpando el trono de Dios, y recibe el servicio que es debido sólo a él. Satanás es adorado en todas estas viles idolatrías.
El que se detiene con el vino está jugando con Satanás el juego de la vida. El fue quien hizo a los malos hombres agentes suyos, de modo que los que comiencen el hábito de la bebida puedan convertirse en borrachos. El planeó que cuando el cerebro estuviera confundido con el alcohol, llevaría al borracho a la desesperación, y le haría cometer crímenes atroces. En el ídolo que ha levantado para que los hombres lo adoren todo es contaminación y crimen, y la adoración del ídolo arruinará tanto el alma como el cuerpo, y extenderá su nefasta influencia sobre la mujer y los hijos del borracho. Las inclinaciones corruptas del borracho se transmiten a su descendencia, y de ella a las generaciones siguientes.
Pero, ¿no son los gobernantes del país mayormente responsables por el aumento de la criminalidad, la ola de maldad que es resultado del expendio de bebidas? ¿No es su deber y no está en su poder eliminar este mal mortal? Satanás ha formado sus planes, y aconseja a los legisladores, y éstos reciben sus consejos, y así mantienen en actividad, mediante disposiciones legislativas, una plétora de mal que resulta en mucha miseria y crimen de un carácter tan terrible que la pluma humana no puede describirlo. Un poder demoníaco está en acción a través de instrumentos humanos, y los hombres están tentados a complacer el apetito hasta que pierden el dominio propio. La vista de un ebrio, si no fuera tan común, levantaría la indignación pública y haría que el tráfico de bebidas se eliminara; pero el poder de Satanás ha endurecido de tal manera los corazones humanos, ha pervertido de tal forma el juicio humano, que los hombres pueden contemplar los ayes, el crimen, la pobreza que inundan el mundo por causa del tráfico de bebidas y permanecer indiferentes. . . .
Día tras día, mes tras mes, año tras año, las trampas mortales de Satanás se ponen en nuestras comunidades, a nuestras puertas, en las esquinas, dondequiera sea posible atrapar almas, para que su poder moral pueda ser destruido, y la imagen de Dios raída, y las almas se hundan en la degradación más abajo que el nivel de las bestias. Las almas peligran y perecen, y ¿dónde está la energía activa, el esfuerzo decidido de parte de los cristianos para alzar una señal de advertencia, para iluminar a sus semejantes, para salvar a sus hermanos que perecen? No hemos meramente de hablar de idear métodos para salvar a los que ya están muertos y perdidos, sino ocuparnos de aquellos que no están todavía más allá del alcance de la comprensión y de la ayuda. . . .
Legalizando el tráfico de licores, la ley da su sanción a la caída del alma y se niega a detener el tráfico que inunda el mundo de mal. Consideren los legisladores si no puede evitarse todo esto que hace peligrar la vida humana, la fuerza física y la visión mental. ¿Es necesaria toda esta destrucción de la vida humana? (Review and Herald, 29-5-1894).
Los que venden bebida embriagante a sus semejantes. . . reciben las ganancias del borracho, y no le dan equivalente por su dinero. En lugar de eso le dan aquello que lo enloquece, que le hace actuar descabelladamente, y lo convierte en un demonio de mal y crueldad. . . .
Pero los ángeles de Dios han sido testigos de cada paso dado en el camino descendente, y han seguido el rastro de todas las consecuencias que resultaron del hecho de que un hombre haya puesto la botella en los labios de su prójimo. El traficante de bebidas figura en los registros entre aquellos cuyas manos están llenas de sangre. Es condenado por tener en la mano la bebida intoxicante por la cual su prójimo es tentado a la ruina, y por la cual los hogares se llenan de miseria y degradación. El Señor considera responsable al vendedor de bebida por cada centavo que entra en sus arcas sacado de las ganancias del pobre borracho, que ha perdido toda su fortaleza moral, que ha hundido su virilidad en la bebida (Review and Herald, 8-5-1894).
No importa cuál sea la riqueza, poder o posición de un hombre a la vista del mundo, no importa si le está permitido por la ley del país vender bebidas embriagantes a su prójimo, será tenido por responsable a la vista del Cielo por degradar al alma que ha sido redimida por Cristo, y será culpado en el juicio por rebajar un carácter que debería haber reflejado la imagen de Dios, hasta reflejar la imagen de lo que está más abajo de la creación animal.
Al incitar a los hombres a educarse en el hábito del alcohol, el vendedor de bebidas está en la práctica quitando la justicia del alma y llevando a los hombres a convertirse en abyectos esclavos de Satanás. El Señor Jesús, el Príncipe de Vida, está en controversia con Satanás, el príncipe de las tinieblas. Cristo declara que su misión es elevar a los hombres. . . .
Jesús dejó los atrios celestiales y depuso su propia gloria, y revistió su divinidad con humanidad para que pudiese entrar en estrecho contacto con la humanidad, y por precepto y ejemplo pudiese elevar y ennoblecer la humanidad y restaurar en el alma humana la imagen perdida de Dios. Esta es la obra de Cristo; pero, ¿cuál es la influencia de aquellos que legalizan el tráfico de bebidas? ¿Cuál es la influencia de aquellos que ponen la botella en los labios de su prójimo? Contrasten la obra del vendedor de bebida con la obra de Jesucristo, y estarán forzados a admitir que los que trafican con el alcohol, y los que sostienen el tráfico, están trabajando en colaboración con Satanás. Mediante este negocio están haciendo una obra mayor en perpetuar la miseria humana de lo que lo están haciendo los hombres en cualquier otro negocio del mundo. . . .
El vendedor de bebidas asume la misma actitud de Caín, y dice: «¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?», y Dios le dice, como le dijo a Caín: «La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra». Los vendedores de bebidas serán tenidos por responsables del desamparo que ha entrado en los hogares de aquellos que eran débiles en fortaleza moral, y que cayeron por la tentación de la bebida. Se les imputarán la miseria, el sufrimiento, la desesperación que entraron en el mundo mediante el tráfico de bebidas. Tendrán que responder por los ayes y la necesidad de las madres y de los hijos que han carecido de comida, vestido y techo, que han sepultado toda esperanza y alegría. El que cuida del pajarillo y toma nota de cuando cae al suelo, que reviste el campo de hierba, que hoy es y mañana es echada en el horno, no pasará por alto a aquellos que han sido formados a su propia imagen, comprados con su propia sangre, ni desoirá sus gemidos de dolor. Dios toma nota de toda esta impiedad que perpetúa la miseria y el crimen. Considera responsables de todo ello a aquellos cuya influencia ayuda a abrir la puerta de la tentación para el alma (Manuscrito 54, sin fecha).
No sabe ni se preocupa de que el Señor tiene una cuenta que arreglar con él, y cuando su víctima ha muerto, su corazón de piedra no se inmuta.
No ha prestado oído a la advertencia: «A ninguna viuda ni huérfano afligiréis. Porque si tú llegas a afligirles, y ellos clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor; y mi furor se encenderá, y os mataré a espada, y vuestras mujeres serán viudas, y huérfanos vuestros hijos» (Review and Herald, 15-5-1894).
No habrá excusa para el traficante de bebidas en aquel día cuando cada hombre recibirá de acuerdo con sus obras. Los que hayan destruido la vida tendrán que pagar la penalidad con la suya. La ley de Dios es santa, justa y buena» (Carta 90, 1908).
Recuerde cada alma que tiene la sagrada obligación ante Dios de hacer lo mejor por sus semejantes. ¡Cuán cuidadoso debería ser cada uno de no crear el deseo de estimulantes. Al aconsejar a amigos y vecinos a tomar licores para su salud, están en peligro de convertirse en agentes de la destrucción de sus amigos. Han llamado mi atención muchos incidentes en los cuales por un simple consejo hombres y mujeres se han convertido en esclavos del hábito de la bebida.
Los médicos son responsables de convertir a muchos en borrachos. Sabiendo lo que hará la bebida para quienes la aman, se han tomado la responsabilidad de prescribirla para sus pacientes. Si razonaran de causa a efecto, sabrían que los estimulantes habrán de producir el mismo efecto en el órgano del cuerpo que el que producen en el hombre entero. ¿Qué excusa podrán presentar los médicos por la influencia que han ejercido en convertir en bebedores a padres y madres? (Review and Herald, 29-5-1894).
Teniendo a la vista los terribles resultados de la complacencia en las bebidas embriagantes, ¿cómo es posible que haya hombre o mujer que pretende creer en la Palabra de Dios que se aventure a tocar, probar o manejar vino o licores? Una práctica tal está ciertamente en desacuerdo con la fe que profesan. . . .
El Señor ha dado indicaciones especiales en su Palabra acerca del uso del vino y los licores. Ha prohibido su uso, y ha recalcado su prohibición con fuertes advertencias y amenazas. Pero su amonestación contra el uso de bebidas embriagantes no es el resultado del ejercicio de una autoridad arbitraria. Ha amonestado a los hombres para que se libren del mal que resulta de la complacencia en el vino y los licores. . . .
El tráfico de bebidas es un terrible azote para nuestro país, y está sostenido y legalizado por quienes profesan ser cristianos. Al hacer así, las iglesias se hacen responsables de todos los resultados de este tráfico mortífero. El tráfico de bebidas tiene la raíz en el mismo infierno, y lleva a la perdición. Estas son consideraciones solemnes. (Review and Herald, 1-5-1894).

CONCLUSIONES

    Martín Lutero dijo que si quebrantamos cualquiera de los otros mandamientos hemos quebrantado el primero. Y de igual manera, si guardamos el primer mandamiento, también deberíamos guardar el resto. Qué rápido pasamos por alto este primer mandamiento. Pero no deberíamos hacer eso. El primer mandamiento es el fundamental. Jesús dijo «donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón. Las últimas palabras del apóstol Juan en su primera carta fueron: Hijitos, guardaos de los ídolos. Así que la pregunta clave es: ¿dónde está su corazón?

   NADA debe tener mayor influencia sobre nuestras vidas, sobre nuestras decisiones y sobre nuestros deseos que el Señor. Él se merece y se ha ganado el derecho de dirigir nuestras vidas. Él nos ha demostrado que es digno de confianza, bueno y amoroso. Entonces, ¿Qué debemos hacer?
Primero, debemos hacer un examen del alma.

    Necesitamos evaluar el poder que le hemos dado a los medios de comunicación. Piense en cuántas horas le dedica al televisor, las revistas, la radio, o internet. ¿Cómo se compara con el tiempo que le da a las cosas del Señor? ¿Qué es lo que realmente tiene más influencia en su vida?

    Necesitamos echarle una mirada a las cosas que tenemos guardadas en nuestras casas para identificar aquellas cosas a las que le damos una mayor devoción que a Dios mismo. Y cuando las hayamos identificado necesitamos llamarlas por su nombre: son ídolos. Y luego debemos eliminarlas de nuestras vidas, o darles un uso correcto que glorifique a Dios.
Necesitamos preguntarnos: ¿Dependo más de mi habilidad que de Dios? ¿Tengo más deleite en las cosas que en Dios? ¿Estoy trabajando para obtener cosas que no durarán, o para las cosas que son eternas?

Segundo, necesitamos reconocer las consecuencias de la idolatría.
Cuando nos volvemos a un ídolo, estamos parados en contra de Dios. El Señor disciplina a quien ama. Dios ha prometido terminar la obra que ha comenzado en cada creyente. Eso significa que él apartará nuestros corazones del ídolo… y es muy probable que duela mucho, al igual que un niño que se porta mal. Es mejor admitir que hemos hecho mal para evitar peores consecuencias que vendrán después.

Tercero, necesitamos regresar al Señor.
Pablo nos dice que nosotros estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, pero que Dios nos dio vida juntamente con Cristo. Si Ud. se ha visto involucrado en algún tipo de idolatría, es hora de que deje la necedad de continuar en ella y volverse al poder transformador de la gracia del Señor. Acuda a sus brazos. Acuda a los brazos del amor de Cristo. Confiésele su pecado. Arrepiéntase de todo corazón. Confíe en su misericordia y viva cada día únicamente para glorificarle siempre.

Que el Señor nos bendiga.

Categorías: La Ley de Dios

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