¿Qué es la Gracia?

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Gracia

Gracia. Gr. járis, que aparece unas 150 veces en el NT. Pablo usa esta significativa palabra más que cualquiera de los otros escritores del NT: la utiliza unas 100 veces en sus epístolas; y Lucas, su íntimo colaborador, la usa unas 25 veces en Lucas y en Hechos. O sea que entre los dos la emplean más del 80 por ciento de todas las veces que aparece en el NT. «Gracia» de ninguna manera fue una palabra inventada por los apóstoles. Este término se usa mucho con una variedad de matices en la LXX, en la literatura griega clásica y posterior; sin embargo, el NT parece dar con frecuencia un significado especial a «gracia», que no se encuentra plenamente en otras partes.

«Gracia» también significa «atractivo que tienen ciertas personas», lo que da la idea de belleza, donosura, donaire, algo que deleita al que contempla. Compárese con «la gracia se derramó en tus labios» (Sal. 45: 2, LXX; cf. Prov. 1: 9; 3: 22). La misma idea se le da algunas veces cuando aparece en el NT Cuando Jesús habló en Nazaret, sus oyentes «estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca» (Luc. 4: 22). Pablo aconsejó a los creyentes de Colosas que sus palabras siempre debían ser «con gracia» (Col. 4: 6).

«Gracia» también da la idea de un sentimiento bello o agradable experimentado o expresado hacia otros, como bondad, favor, buena voluntad. José halló «gracia» ante Faraón (Hech. 7: 10; cf. vers. 46). Mientras los discípulos predicaban, despertaban «favor» -literalmente «gracia»- en toda la gente (Hech. 2: 47); y cuando Jesús era joven «la gracia de Dios era sobre él» (Luc. 2: 40). Este mismo sentido se observa en Luc. 2: 52, «en gracia para con Dios y los hombres». Evidentemente, en estos textos de Lucas no cuadra la acepción «favor inmerecido».

La palabra «gracia» también se usaba como la manifestación de un sentimiento de buena voluntad al expresar agradecimiento. «¿Acaso da gracias al siervo?» (Luc. 17: 9). Con frecuencia se usa en el sentido de expresar gratitud a Dios: «Gracias sean dadas a Dios» (1 Cor. 15: 57; 2 Cor. 8: 16; cf. Rom. 6: 17; 2 Cor. 2: 14; 9: 15). Es, pues, claro que no es un «favor inmerecido» el que los mortales expresan ante Dios.

«Gracia» se usaba además como una expresión concreta de buena voluntad, para referirse a un regalo, un favor, una merced. Los judíos que comparecieron ante Festo le pidieron «como gracia» una medida contra Pablo (Hech. 25: 3); a su vez el apóstol habla del «donativo» (RVR), «generosidad» (BC), «liberalidad» (BJ), «obsequio» (NC), «beneficencia» (VM) que las iglesias habían reunido para los pobres de Jerusalén como «gracia» (1 Cor. 16: 3; cf. 2 Cor. 8: 4, 6-7, 19).

Ninguna de las formas mencionadas difiere de las maneras en que se usa esa palabra en otros pasajes de la literatura griega. El significado peculiar añadido al término «gracia» en el NT -y especialmente en los escritos de Pablo- se refiere al abundante amor salvador de Dios para los pecadores según se revela en Jesucristo. Como «todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios» (Rom. 3: 23), es obvio que los hombres pecadores no merecen en lo más mínimo una gracia tal ni la amante bondad de Dios. Los hombres han vivido odiando a Dios y en rebelión contra él (cap. 1: 21, 30, 32), han pervertido su verdad (vers. 18, 25), han preferido adorar a cuadrúpedos y a reptiles (vers. 23); han deshonrado la imagen divina en sus propios cuerpos (vers. 24-27), han blasfemado el nombre de Dios (cap. 2: 24) y hasta lo han despreciado debido a su paciencia y longanimidad (vers. 4). Finalmente dieron muerte a su Hijo enviado para salvarlos (Hech. 7: 52). Pero a pesar de todo, a través de ese proceso Dios a continuado considerando al hombre con amor y bondad, para que la revelación de su misericordia pudiera inducir a los hombres al arrepentimiento (Rom. 2: 4).

Esta es la gracia de Dios de acuerdo al significado peculiar que tiene en el NT. No es únicamente el favor de Dios para los que podrían merecer su aprobación; es su amor transformador, ilimitado y que todo lo abarca, para los pecadores -hombres y mujeres- y la buena nueva de que esta gracia, tal como se revela en Jesucristo, es «poder de Dios para salvación» (cap. 1: 16). No comprende sólo la misericordia y buena voluntad de Dios para perdonar, sino que es también un poder activo, vigorizante y transformador para salvar. Por eso puede llenar a una persona (Juan 1: 14) y ser dada (Rom. 12: 3), todo lo abarca (2 Cor. 12: 9; cf. Rom. 5: 20), reina (Rom. 5: 21), enseña (Tito 2: 11-12), afirma el corazón (Heb. 13: 9). En algunos casos, «gracia» parece casi equivaler a «Evangelio» (Col. 1: 6) y, en general, a la obra que Dios ejerce (Hech. 11: 23; 1 Ped. 5: 12). «La gracia divina es el gran elemento de poder salvador» (Obreros Evangélicos, página 72). «Cristo dio su vida para ser posible que el hombre fuese restaurado a la imagen de Dios. Es el poder de su gracia el que une a los hombres en obediencia a la verdad.» (Consejos para Maestros, página 236). CBA 6: 499-500


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