Sabiduria Divina

Publicado por - en

1 trimestre de 2015
Proverbios
Notas de Elena G. de White
Lección 4
24 de enero 2015
Sabiduría Divina:

 

Sábado 17 de enero
La verdad en Cristo y por medio de Cristo es inconmensurable. El que estudia las Escrituras, mira, por así decirlo, dentro de una fuente que se profundiza y se amplía a medida que más se contemplan sus profundidades. No comprenderemos en esta vida el misterio del amor de Dios al dar a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. La obra de nuestro Redentor sobre esta tierra es y siempre será un tema que requerirá nuestro más elevado esfuerzo de imaginación. El hombre puede utilizar toda facultad mental en un esfuerzo por sondear este misterio, pero su mente desfallecerá y se abatirá. El investigador más diligente verá delante de él un mar ilimitado y sin orillas.
La verdad, tal como se halla en Cristo, puede ser experimentada, pero nunca explicada. Su altura, anchura y profundidad sobrepujan nuestro conocimiento. Podemos esforzar hasta lo sumo nuestra imaginación para ver solo turbiamente la vislumbre de un amor inexplicable, tan alto como los cielos, pero que ha descendido hasta la tierra a estampar la imagen de Dios en todo el género humano.
Sin embargo, nos es posible ver todo lo que podemos soportar de la compasión divina. Ésta se descubre al alma humilde y contrita. Entenderemos la compasión de Dios en la misma proporción en que apreciamos su sacrificio por nosotros. Al estudiar la Palabra de Dios con humildad de corazón, el grandioso tema de la redención se abrirá a nuestra investigación. Aumentará en brillo mientras lo contemplemos, y mientras aspiremos a entenderlo, su altura y profundidad irán continuamente en aumento (Palabras de vida del Gran Maestro, p. 99, 100).
Domingo 18 de enero: La sabiduría clama
¡Sí! ¡Nosotros podemos llegar a conocer a Dios! Es un conocimiento que no se puede expresar por medio del lenguaje. ¿Qué palabras podríamos encontrar para expresar la convicción que nos embarga cuando Cristo revela su presencia con nosotros y nuestros corazones son subyugados y suavizados por su poder? Tal conocimiento no se puede expresar con palabras; no podemos explicarlo, y sin embargo sabemos que lo poseemos. Los que en verdad tienen un conocimiento de Dios trabajarán con Cristo para alcanzar el ideal que él tiene para ellos. Cada hombre y cada mujer ha recibido esa tarea.
Cristo invita a todos a reflexionar. Haced cálculos honrados. Poned en un platillo de la balanza a Jesús, que significa tesoro eterno, vida, verdad, cielo, y gozo de Cristo en las almas redimidas; poned en el otro todas las atracciones que el mundo pueda ofrecer. En un platillo de la balanza poned la pérdida de vuestra propia alma y de las almas de aquellos para cuya salvación podríais haber sido un instrumento; en el otro, para vosotros y para ellos, una vida que se mide con la vida de Dios. Pesad para el tiempo y la eternidad. Mientras estáis así ocupados, Cristo habla: “¿Qué aprovecha al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”
Dios desea que escojamos lo celestial en vez de lo terrenal. Nos presenta las posibilidades de una inversión celestial. Quisiera estimular nuestros más elevados blancos, asegurar nuestro más selecto tesoro. Declara: “Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre”. Cuando hayan sido arrasadas las riquezas que la polilla devora y el orín corrompe, los seguidores de Cristo podrán regocijarse en su tesoro celestial, las riquezas imperecederas (Mensajes para los jóvenes, pp. 127, 128).
En todas las épocas la curiosidad de los hombres los ha llevado a buscar el árbol del conocimiento; a menudo creen que están juntando frutos de la mayor utilidad cuando como en el caso de Salomón, hallan que todo es vanidad e insignificancia en comparación con la ciencia de la verdadera santidad que les abrirá las puertas de la ciudad de Dios (Conflicto y valor, p. 17).
No basta poseer un conocimiento intelectual de la verdad… La palabra debe penetrar en nuestro corazón. Debe arraigarse en nosotros mediante el poder del Espíritu Santo. La voluntad debe ser puesta en armonía con sus requerimientos. No solo el intelecto sino el corazón y la conciencia deben concurrir en la aceptación de la verdad.
La Palabra de Dios da entendimiento a las gentes sencillas, a los que no han aprendido la sabiduría del mundo
. El Espíritu Santo hace comprender las verdades salvadoras de las Escrituras a todos los que desean conocer y realizar la voluntad de Dios…
Necesitamos sobre todo otro conocimiento, el conocimiento proporcionado por la Palabra de Dios. Necesitamos saber qué debemos hacer en este tiempo para escapar de las trampas satánicas y ganar la corona de gloria (Afín de conocerle, p. 194).
Lunes 19 de enero: La sabiduría y la Creación
Puesto que Dios es la fuente de todo conocimiento verdadero, el principal objeto de la educación es, según hemos visto, dirigir nuestra mente a la revelación que él hace de sí mismo. Adán y Eva recibieron conocimiento comunicándose directamente con Dios, y aprendieron de él por medio de sus obras. Todas las cosas creadas, en su perfección original, eran una expresión del pensamiento de Dios. Para Adán y Eva, la naturaleza rebosaba de sabiduría divina. Pero por la transgresión, el hombre fue privado del conocimiento de Dios mediante una comunión directa, y en extenso grado del que obtenía por medio de sus obras. La tierra, arruinada y contaminada por el pecado, no refleja sino oscuramente la gloria del Creador. Es cierto que sus lecciones objetivas no han desaparecido. En cada página del gran volumen de sus obras creadas se puede notar todavía la escritura de su mano. La naturaleza aun habla de su Creador. Sin embargo, estas revelaciones son parciales e imperfectas. Y en nuestro estado caído, con las facultades debilitadas y la visión limitada, somos incapaces de interpretarlas correctamente. Necesitamos la revelación más plena que Dios nos ha dado de sí en su
Palabra escrita
(La educación, pp. 16, 17).
Cristo declaró mediante Salomón: “Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras… Cuando ponía al mar su estatuto, para que las aguas no traspasasen su mandamiento; cuando establecía los fundamentos de la tierra, con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él en todo tiempo” (Proverbios 8: 22, 29, 30).
Al hablar de su preexistencia, Cristo transporta la mente al pasado de las edades sin fin. Nos ofrece la certeza de que nunca hubo un tiempo cuando él no estuviera en compañerismo eterno con Dios. Aquel cuya voz escuchaban los judíos entonces, había estado con Dios como alguien que siempre lo hubiera acompañado.
Las palabras de Cristo fueron habladas con dignidad tranquila y con una seguridad y poder que trajeron convicción a los corazones de los escribas y fariseos. Les impactó el poder del mensaje enviado por el cielo. Dios estaba tocando a la puerta de sus corazones, suplicándoles que le permitieran entrar.
Era igual a Dios, infinito y omnipotente… El es el Hijo eterno, que posee vida eterna (Exaltad a Jesús, p. 11).
El mundo fue hecho por él, “y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (S. Juan 1:3). Si Cristo creó todo lo que existe, entonces él existía antes de todas las cosas. Las palabras expresadas con relación a esto son tan decisivas que nadie necesita quedar presa de las dudas. Cristo era Dios esencialmente y en el sentido más elevado. Era con Dios desde toda la eternidad. Dios sobre todo, bendito para siempre.
El Señor Jesucristo, el divino Hijo de Dios, existió desde la eternidad como una persona distinta, y sin embargo era uno con el Padre. Era la excelsa gloria del cielo. Era el Comandante de las inteligencias celestiales, y el homenaje de la adoración de los ángeles era recibido por él con todo derecho {Exaltad a Jesús, p. 10).
La verdad tiene poder para transformar las enseñanzas de Cristo en espíritu y vida. Si se la estima y respeta, desviará al hombre de sus malos caminos. La verdad y el error no pueden habitar en el mismo corazón. “El que no es conmigo, contra mí es-declara Cristo- y el que conmigo no recoge, desparrama” (S. Mateo 12:30).
La sabiduría, el intelecto, el poder, no son Dios. Pero Dios es el Autor de toda sabiduría, toda gracia y todo poder. Él dio a Lucifer toda su sabiduría y poder, y sin embargo ese intelecto no era Dios mismo. Hemos de conocer a Dios por su revelación en sus obras maravillosas. ¿Quién puede encontrar a Dios por medio de la investigación? Esto no es parte de nuestra obra. El carácter de Dios está expresado en los Diez Mandamientos. La ciencia de toda bondad, verdad y justicia, es conocer a Dios como él es. Debemos obedecer toda expresión de su carácter como lo revela su Ley (Alza tus ojos, p. 345).
Martes 20 de enero: Regocijo en la creación
Cristo compara el amor de un padre por sus hijos, al proveerles todas sus necesidades, con el amor del Padre celestial. Quiere que sus seguidores comprendan su verdadera relación con Dios: que son sus hijos por creación y por redención; que su relación con él es más grande que la que tiene un hijo con sus padres terrenales, porque “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Si los padres terrenales saben cómo dar buenas dádivas a sus hijos, cuánto más nuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que le piden.
En sus enseñanzas, Cristo presentó la relación que debiera existir entre los seres humanos con Dios, y entre ellos mismos. No nos deja a oscuras en cuanto a quién es la Fuente de nuestra fuerza. Nos indica la oración como el refugio para nuestra perplejidades y desánimo. Nos dice: “Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (S. Marcos 11:24). El alma necesitada recibirá gracia si la pide con una fe confiada, simple, como la de un niño, y lo hace a través de Jesús su Salvador. Cristo comprende las necesidades de la humanidad y no será indiferente a quien desea su amor y su presencia. Está esperando para impartir los brillantes rayos de su justicia. Para eso vino a este mundo: para llamar a los pecadores al arrepentimiento. No obstante, él espera nuestro consentimiento para liberarnos de la esclavitud satánica. Dice: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (S. Juan 6:37), (Signs of the Times, 14 de enero de 1897).
La santa pareja vivía muy dichosa en el Edén. Tenía dominio ilimitado sobre todos los seres vivientes. El león y el cordero jugueteaban pacífica e inofensivamente a su alrededor, o se tendían a dormitar a sus pies. Aves de todo color y plumaje revoloteaban entre los árboles y las flores, y en torno de Adán y Eva, mientras sus melodiosos cantos resonaban entre los árboles en dulce acuerdo con las alabanzas tributadas a su Creador.
Adán y Eva estaban encantados con las bellezas de su hogar edénico. Se deleitaban con los pequeños cantores que los rodeaban revestidos de brillante y primoroso plumaje, que gorjeaban su melodía alegre y feliz. La santa pareja unía sus voces a las de ellos en armoniosos cantos de amor, alabanza y adoración al Padre y a su Hijo amado, por las muestras de amor que la rodeaban. Reconocían el orden y la armonía de la creación que hablaban de un conocimiento y una sabiduría infinitos. Continuamente descubrían en su edénica morada alguna nueva belleza, alguna gloria adicional, que henchía sus corazones de un amor más profundo, y arrancaba de sus labios expresiones de gratitud y reverencia a su Creador (La historia cíe la redención, p. 22, 23).
Miércoles 21 de enero: La apelación de la sabiduría
De nada vale profesar simplemente ser discípulo. La fe en Cristo que salva al alma no es la que muchos enseñan. “Creed, creed, dicen, y no tenéis necesidad de guardar la ley”. Pero una creencia que no lleva a la obediencia, es presunción. Dice el apóstol Juan: “El que dice: ‘Yo le conozco’, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él”. Nadie abrigue la idea de que las providencias especiales o las manifestaciones sobrenaturales han de probar la autenticidad de su obra ni de las ideas que proclama. Cuando los hombres dan poca importancia a la Palabra de Dios y ponen sus impresiones, sus sentimientos y sus prácticas por encima de la norma divina, podemos saber que no tienen la luz.
La obediencia es la prueba del discipulado. La observancia de los mandamientos es lo que prueba la sinceridad del amor que profesamos. Cuando la doctrina que aceptamos destruye el pecado en el corazón, limpia el alma de contaminación y produce frutos de santidad, entonces podemos saber que es la verdad de Dios. Cuando en nuestra vida se manifiesta benevolencia, bondad, ternura y simpatía; cuando el gozo de realizar el bien anida en nuestro corazón; cuando ensalzamos a Cristo, y no al yo, entonces podemos saber que nuestra fe es correcta. “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 123).
Si hay alguien que debe estar continuamente agradecido, es el cristiano. Si hay alguien que disfruta de felicidad, aun en esta vida, es el fiel seguidor de Jesucristo. Los hijos de Dios tienen el deber de ser alegres. Deberían estimular una actitud feliz. Dios no puede ser glorificado por sus hijos que viven continuamente bajo una nube y que arrojan sombras dondequiera que van. El cristiano debería arrojar luz en vez de sombra […]. Debe tener un rostro alegre (Conducción del niño, p. 135).
Corra una fe viva cual hilo de oro, en toda la ejecución de los deberes aun más humildes. Entonces toda la tarea diaria promoverá el crecimiento cristiano. Habrá una continua contemplación de Jesús. El amor por él dará fuerza vital a cuanto se emprenda. Y así, mediante el uso debido de nuestros talentos, podemos unirnos por medio de una cadena de oro al mundo más elevado. Esta es la verdadera santificación; porque la santificación consiste en la alegre ejecución de los deberes diarios en perfecta obediencia a la voluntad de Dios (Palabras de vida del Gran Maestro, p. 294).
La Biblia presenta ante nuestra vista las inescrutables riquezas y los tesoros inmortales de los cielos. Los impulsos más fuertes del hombre lo arrastran a tratar de procurar su propia felicidad. La Biblia reconoce este deseo y nos muestra que todo el cielo se unirá a los esfuerzos que el hombre haga por conseguir la dicha. Además, revela la condición según la cual se da la paz de Cristo a los hombres. Describe un hogar de dicha y resplandor sempiternos, donde no habrá lágrimas ni necesidades […]. Morar para siempre en este hogar de los bienaventurados, y a través de los siglos sin fin progresar en sabiduría, conocimiento y santidad, explorando siempre nuevos campos del pensamiento, hallando siempre nuevos prodigios y nuevas glorias, creciendo siempre en capacidad de conocer, disfrutar y amar, sabiendo que quedan todavía delante de nosotros gozo, amor y sabiduría infinitos, tal es el fin hacia el cual se dirige la esperanza del cristiano (La maravillosa gracia de Dios, p. 363).
Jueves 22 de enero: Uno u otro
A los ojos del mundo, los que sirven a Dios pueden parecer débiles. Aparentemente se pueden estar hundiendo bajo las ondas, pero cuando viene la próxima ola se los ve aparecer de nuevo más cerca de la orilla. “Yo les doy vida eterna -dice nuestro Señor- nadie las arrebatará de mi mano” (S. Juan 10:28). Aunque caigan los reyes y las naciones desaparezcan, las almas que por fe se vinculen con los propósitos divinos, vivirán para siempre. “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12:3) (Cada día con Dios, p. 352).
 Despertando como de un sueño al oír esta sentencia de juicio pronunciada contra él y su casa, Salomón sintió los reproches de su conciencia y empezó a ver lo que verdaderamente significaba su locura. Afligido en su espíritu, y teniendo la mente y el cuerpo debilitados, se apartó cansado y sediento de las cisternas rotas de la tierra, para beber nuevamente en la fuente de la vida… No podía esperar que escaparía a los resultados agostadores del pecado; no podría nunca librar su espíritu de todo recuerdo de la conducta egoísta que había seguido; pero se esforzaría fervientemente por disuadir a otros de entregarse a la insensatez (Conflicto y valor, p. 196).
La verdadera sabiduría es un tesoro tan duradero como la eternidad. Muchos de los que el mundo llama sabios lo son solo en su propia estima. Contentos con las adquisiciones de la sabiduría mundanal, nunca entran en el jardín de Dios, para llegar a relacionarse con los tesoros de sabiduría contenidos en su Santa Palabra. Considerándose sabios, son ignorantes con respecto a la sabiduría que todos deben tener para alcanzar la vida eterna… El hombre ignorante, si conoce a Dios y a Jesucristo, tiene una sabiduría más duradera que la del hombre más sabio que desprecia la instrucción de Dios. La sabiduría divina ha de ser una lámpara a sus pies… Todo lo que pueda ser sacudido, lo será; pero arraigado y basado en la verdad, usted podrá mantenerse con aquellas cosas que no pueden ser conmovidas (Dios nos cuida, p. 28).
 Los que consideran como valiente y viril el tratar los requerimientos de Dios con indiferencia y desprecio, revelan con esto su propia insensatez e ignorancia. Mientras que se jactan de su libertad e independencia, están realmente en la servidumbre del pecado y de Satanás. Un claro concepto de lo que es Dios y de lo que él requiere que seamos, producirá en nosotros una sana humildad. El que estudia correctamente la Sagrada Palabra aprenderá que el intelecto humano no es omnipotente. Aprenderá que, sin la ayuda que nadie sino Dios puede dar, la fuerza y la sabiduría humanas no son sino debilidad e ignorancia. El que sigue la dirección divina, ha hallado la única fuente verdadera de gracia salvadora y felicidad real, y ha obtenido el poder de impartir felicidad a todos los que lo rodean. Nadie, sin religión, puede disfrutar realmente de la vida. El amor a Dios purifica y ennoblece todo gusto y deseo, intensifica todo afecto y da realce a todo placer digno. Habilita a los hombres para apreciar y disfrutar de todo lo que es verdadero, bueno y hermoso (Consejos para los maestros, pp. 51, 52).


0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *