“Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú
has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos”
(Salmo 139:1, 2).
UN VISTAZO A LA SEMANA:
¿De qué modo salió Jonás del pez? ¿Por
qué Dios le dio una segunda oportunidad? ¿En qué forma
vemos la gracia de Dios expresada en esta historia?
ES DIFÍCIL IMAGINARSE QUE ocurrieran tantas cosas hasta aquí
en el libro de Jonás (hemos cubierto sólo dos capítulos,
y aun eso escasamente). De los muchos puntos que se observaron, tal vez uno
de los más importantes es que el mismo Dios que trabajó con
Jonás es el que trabaja hoy en nuestras vidas. Nuestras pruebas, aventuras
y experiencias pueden no ser tan dramáticas como aquellas, nuestro
llamado puede no ser tan intenso, pero la preocupación y el amor de
Dios por Jonás no es diferente de su preocupación y amor por
nosotros. ¡Si tan sólo tuviéramos la fe suficiente para
creer esto! Considera lo que Dios hizo en favor de Jonás, todo con
el fin de conducir al profeta renuente adonde él quería que
estuviera. ¿No hará él lo mismo, si eso es lo que se
necesita (aunque esperemos que no sea tanto)?
Lo que vemos aquí, en Jonás, es una expresión singular
de lo que vemos en todas las Escrituras, y es que la maravillosa gracia de
Dios está trabajando sobre cualquier corazón que está
abierto para recibirlo, aunque sea necesario empujarlo un poco por el camino.
La Pluma Inspirada
Los pecadores que se arrepienten no tienen motivo para desesperar
porque se les recuerden sus transgresiones y se les amoneste acerca de su peligro.
Los mismos esfuerzos hechos en su favor demuestran cuánto los ama Dios
y desea salvarlos. Ellos sólo deben pedir su consejo y hacer su voluntad
para heredar la vida eterna. Dios presenta a su pueblo que yerra los pecados
que comete, a fin de que pueda ver su enormidad según la luz de la verdad
divina. Su deber es entonces renunciar a ellos para siempre.
Dios es hoy tan poderoso para salvar del pecado como en los tiempos de los patriarcas,
de David y de los profetas y apóstoles. La multitud de casos registrados
en la historia sagrada, en los cuales Dios libró a su pueblo de sus iniquidades,
debe hacer sentir al cristiano de esta época el anhelo de recibir instrucción
divina y celo para perfeccionar un carácter que soportará la detenida
inspección del juicio.
La historia bíblica sostiene al corazón que desmaya con la esperanza
de la misericordia divina. No necesitamos desesperarnos cuando vemos que otros
lucharon con desalientos semejantes a los nuestros, cayeron en tentaciones como
nosotros, y sin embargo recobraron sus fuerzas y recibieron bendición
de Dios. Las palabras de la inspiración consuelan y alientan al alma
que yerra. Aunque los patriarcas y los apóstoles estuvieron sujetos a
las flaquezas humanas, por la fe obtuvieron buen renombre, pelearon sus batallas
con la fuerza del Señor y vencieron gloriosamente. Así también
podemos nosotros confiar en la virtud del sacrificio expiatorio y ser vencedores
en el nombre de Jesús. La humanidad fue humanidad en todas partes del
mundo, desde el tiempo de Adán hasta la generación actual; y a
través de todas las edades el amor de Dios no tiene parangón (Joyas
de los testimonios, t. 1, pp. 442, 443).
LA “PALABRA” VUELVE A APARECER
“Y mandó Jehová al pez, y vomitó
a Jonás en tierra” (Jonás 2:10).
Muchas traducciones de este pasaje pierden cierto matiz de su lenguaje. Traducido
en una manera más literal y moral, dice: “Y Dios le dijo al pez,
y él vomitó a Jonás”. La frase “y Dios dijo”
es sumamente común en toda la Biblia.
Por ejemplo, en todo el registro de la creación en el Génesis,
está la frase “y dijo Dios”. “Y dijo Dios: Sea la luz
[…]”. “Luego dijo Dios: Haya expansión […]”. “Después
dijo Dios: Produzca la tierra hierba […]”, y así sucesivamente
(ver Génesis 1). En Jonás tenemos la misma forma verbal usada
de una manera tal que se muestra el poder de Dios sobre la creación.
De hecho, si él pudo hablar y surgieron a la existencia los mundos y
la naturaleza, no hay duda de que él también puede controlarlos,
como hemos visto en los primeros dos capítulos de Jonás.
Lee Jonás 3:1. ¿Qué observamos en este texto que refleja
lo que hemos visto en Jonás 1:1?
Aquí también vemos los actos de Dios manifestados mediante su
“palabra”. Busca los siguientes versículos y nota de qué
modo aparece la “palabra” de Dios en la Biblia: Salmo 33:6; 107:19,
20; Isaías 55:10, 11. Estos textos muestran de qué modo cumple
Dios su voluntad sobre la tierra. Mediante su “palabra” realiza
sus planes sobre la tierra.
Hay una antigua traducción judía de la Biblia al arameo, llamada
Targum, que tuvo mucha influencia en las sinagogas. Considera cuán estrechamente
se relaciona allí a la “palabra de Dios” con Dios mismo:
La Biblia dice: “Dios creó al hombre” (Génesis 1:27);
el Targum lo traduce: “Y la Palabra de Dios creó al hombre”.
La Biblia dice: “Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre
en la tierra (Génesis 6:6, 7); el Targum lo traduce: “Y se arrepintió
Dios de que por medio de su Palabra había hecho hombre sobre la tierra”.
La Biblia dice que Abram “creyó a Jehová” (Génesis
15:6); de acuerdo con el Targum, Abram “creyó en la Palabra de
Jehová”. Hay muchos otros ejemplos de esto.
Conceptos tales como “la palabra de Dios” son para nosotros difíciles
de comprender completamente. Lo importante aquí es que Dios es el que
actúa en este mundo. Él todavía manifiesta su poder aquí,
y la mayor manifestación de esto fue hecha por medio de Jesús,
la Palabra (o el Verbo). ¿Qué consuelo obtenemos del hecho de
que estamos solos, pero no abandonados, no dejados por nuestra propia cuenta
en este planeta arruinado y pecaminoso?
La Pluma Inspirada
El Señor Dios manda que las cosas existan. Fue el primer
diseñador. No depende del hombre, pero generosamente atrae su atención
y coopera con él para lograr diseños más elevados y más
perfectos…
En la formación de nuestro mundo Dios no estuvo sujeto a sustancia o
materia preexistentes. "De modo que lo que se ve fue hecho de lo que no
se veía" (Hebreos 11:3). Por el contrario, todas las cosas, materiales
o espirituales, aparecieron por la voz del Señor Jehová, y fueron
creadas para cumplir los propósitos de él. Los cielos y toda su
hueste, la tierra y todas las cosas que en ella hay, no son sólo obra
de su mano; llegaron a la existencia por el aliento de su boca (Alza tus ojos,
p. 338).
En la palabra de Dios está la energía creadora que llamó
los mundos a la existencia. Esta palabra imparte poder; engendra vida. Cada
orden es una promesa; aceptada por la voluntad, recibida en el alma, trae consigo
la vida del Ser infinito. Transforma la naturaleza y vuelve a crear el alma
a imagen de Dios.
De igual modo se sostiene la vida así impartida. El hombre vivirá
de "toda palabra que sale de la boca de Dios" (La educación,
p. 126).
La vida de Cristo, que da vida al mundo, está en su palabra. Fue por
su palabra como Jesús sanó la enfermedad y echó los demonios;
por su palabra calmó el mar y resucitó los muertos; y la gente
dio testimonio de que su palabra era con autoridad. Él hablaba la palabra
de Dios, como había hablado por medio de todos los profetas y los maestros
del Antiguo Testamento. Toda la Biblia es una manifestación de Cristo,
y el Salvador deseaba fijar la fe de sus seguidores en la Palabra. Cuando su
presencia visible se hubiese retirado, la Palabra sería fuente de poder
para ellos. Como su Maestro, habían de vivir "con toda palabra que
sale de la boca de Dios" (El Deseado de todas las gentes, p. 354).
La misma energía creadora que sacó el mundo a la existencia, sigue
manifestándose en el sostenimiento del universo y en la continuación
de las operaciones de la naturaleza. La mano de Dios guía los planetas
en su marcha ordenada a través de los cielos. No se debe a un poder inherente
el que la tierra continúe su movimiento en derredor del sol año
tras año, y produzca sus bendiciones. La palabra de Dios controla los
elementos. Él cubre los cielos de nubes y prepara la lluvia para la tierra.
Hace fructíferos los valles, y "hace a los montes producir hierba"
(Salmo 147:8). Por su poder florece la vegetación, aparecen las hojas
y se abren las flores (Exaltad a Jesús, p. 61).
SEGUNDAS OPORTUNIDADES
Jonás está de vuelta en donde comenzó.
En el hebreo, las primeras palabras del capítulo 3 son casi una repetición
exacta de las palabras iniciales del capítulo 1. A Jonás se le
da una segunda oportunidad, a pesar de su desobediencia inicial.
Jonás se había rebelado deliberada y obstinadamente contra Dios.
Es sorprendente que sus actos no hayan sido suficientes para que Dios le diera
la espalda. Debiera producir en nuestra mente un gran asombro el pensar que,
a pesar de su rebelión, Dios llamó a Jonás por segunda
vez. El Dios de la Biblia es el Dios de las segundas oportunidades. Él
no abandona sencillamente a Jonás en su desobediencia arrogante.
Sin embargo, este aspecto de la gracia de Dios no es raro ni poco frecuente.
¿Qué otra persona recibió una segunda oportunidad de parte
de Dios en las Escrituras? Génesis 22:1-10.
“Dios había llamado a Abraham para que fuera el padre de los fieles,
y su vida había de servir como ejemplo de fe para las generaciones futuras.
Pero su fe no había sido perfecta. Había manifestado desconfianza
para con Dios al ocultar el hecho de que Sara era su esposa, y también
al casarse con Agar. Para que pudiera alcanzar la norma más alta, Dios
lo sometió a otra prueba […]” (PP 143).
¿Qué otra persona tuvo otra oportunidad? Génesis 28:10-22.
“Amenazado de muerte por la ira de Esaú, Jacob salió fugitivo
de la casa de su padre; pero llevó consigo la bendición paterna
[…] Sin embargo, Jacob emprendió su solitario viaje con un corazón
profundamente acongojado. Con sólo su báculo en la mano, debía
viajar durante varios días por una región habitada por tribus
indómitas y errantes […].
“La noche del segundo día lo encontró lejos de las tiendas
de su padre. Se sentía desechado, y sabía que toda esta tribulación
había venido sobre él por su propio proceder erróneo. Las
tinieblas de la desesperación oprimían su alma, y apenas se atrevía
a orar. Sin embargo, estaba tan completamente solo que sentía como nunca
antes la necesidad de la protección de Dios. Llorando y con profunda
humildad, confesó su pecado y pidió que se le diera alguna evidencia
de que no estaba completamente abandonado […].
“Pero Dios no abandonó a Jacob. Su misericordia alcanzaba todavía
a su errante y desconfiado siervo. Compasivamente el Señor reveló
a Jacob precisamente lo que necesitaba: un Salvador” (PP 182). Y de esta
manera Dios le dio a Jacob una visión de la escalera celestial llena
de ángeles.
¿Cuántas veces en tu propia vida Dios te ha dado “segundas
oportunidades”? ¿De qué manera la confesión y el
arrepentimiento del pecado son una expresión de que hemos recibido segundas
oportunidades, una y otra vez?
La Pluma Inpirada
Dios había llamado a Abrahán para que fuese el
padre de los fieles, y su vida había de servir como ejemplo de fe para
las generaciones futuras. Pero su fe no había sido perfecta. Había
manifestado desconfianza para con Dios al ocultar el hecho de que Sara era su
esposa, y también al casarse con Agar.
Para que pudiera alcanzar la norma más alta, Dios le sometió a
otra prueba, la mayor que se haya impuesto jamás a hombre alguno. En
una visión nocturna se le ordenó ir a la tierra de Mona para ofrecer
allí a su hijo en holocausto en un monte que se le indicaría (Patriarcas
y profetas, pp. 143, 144).
Si Dios hubiera sancionado la poligamia no habría dicho a Abrahán
que despidiera a Agar y a su hijo. Mediante este caso quiso enseñarnos
a todos una lección, es a saber, que los derechos y la felicidad de la
relación matrimonial deben ser respetados y preservados siempre, aun
a costa de grandes sacrificios. Sara era la primera y la única verdadera
esposa de Abrahán. Tenía derechos, como esposa y madre, que nadie
más podía tener en el seno de la familia. Reverenciaba a su esposo
y lo llamaba señor, pero sentía celos de que sus afectos fueran
compartidos con Agar. El Señor no reprendió a Sara por la actitud
que asumió. Los ángeles, en cambio, reprendieron a Abrahán
por desconfiar del poder de Dios, lo que lo indujo a tomar a Agar por esposa
con la idea de que por medio de ella se cumplirían las promesas.
De nuevo el Señor consideró conveniente probar la fe del patriarca
por medio de una prueba tremenda. Si hubiera soportado la primera prueba y hubiera
aguardado con paciencia que la promesa se cumpliera en Sara, y no hubiera tomado
a Agar por esposa, no habría sido sometido a la prueba más dura
que haya experimentado hombre alguno. El Señor le ordenó: "Toma
ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moria,
y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te
diré" (La historia de la redención, pp. 82, 83).
Amenazado de muerte por la ira de Esaú, Jacob salió fugitivo de
la casa de su padre; pero llevó consigo la bendición paterna.
Isaac le había renovado la promesa del pacto y como heredero de ella,
le había mandado que tomase esposa de entre la familia de su madre en
Mesopotamia. Sin embargo, Jacob emprendió su solitario viaje con un corazón
profundamente acongojado. Con sólo su báculo en la mano, debía
viajar durante varios días por una región habitada por tribus
indómitas y errantes. Dominado por su remordimiento y timidez, trató
de evitar a los hombres, para no ser hallado por su airado hermano. Temía
haber perdido para siempre la bendición que Dios había tratado
de darle, y Satanás estaba listo para atormentarle con sus tentaciones…
Pero Dios no abandonó a Jacob. Su misericordia alcanzaba todavía
a su errante y desconfiado siervo. Compasivamente el Señor reveló
a Jacob precisamente lo que necesitaba: un Salvador. Había pecado; pero
su corazón se llenó de gratitud cuando vio revelado un camino
por el cual podría ser restituido a la gracia de Dios…
El Señor conocía las malas influencias que rodearían a
Jacob y los peligros a que estaría expuesto. En su misericordia abrió
el futuro ante el arrepentido fugitivo, para que comprendiese la intención
divina a su respecto, y a fin de que estuviese preparado para resistir las tentaciones
que necesariamente sufriría, cuando se encontrase solo entre idólatras
e intrigantes. Tendría entonces siempre presente la alta norma a que
debía aspirar, y el saber que por su medio se cumpliría el propósito
de Dios le incitaría constantemente a la fidelidad (Patriarcas y profetas,
pp. 182, 183).
EL DON DE DIOS
Sin duda, este cuadro de Dios, como se presenta aquí
en el Antiguo Testamento, revela mucho acerca de su carácter divino.
Nuestro Dios es un Dios perdonador, un Dios de amor y misericordia. Todo el
plan de salvación descansa en la idea del perdón, de que nosotros
hemos hecho cosas terribles que merecen la muerte, y sin embargo Dios, mediante
Cristo, nos ofrece la vida.
Lee los siguientes versículos. ¿Qué dicen ellos, básicamente,
acerca de nosotros, acerca de nuestra naturaleza, de nuestros caracteres y acerca
de nuestros actos? Isaías 53:6; 64:6; Jeremías 17:9; Romanos 3:23;
5:12.
Al mirar a nuestro alrededor en el mundo, ¿quién puede negar la
veracidad de estos textos bíblicos? De hecho, no necesitamos observar
lo que nos rodea; mirándonos a nosotros mismos es más que suficiente.
No obstante, lo que vemos en Jonás, cuando Dios le da otra oportunidad,
es una pequeña lección objetiva de lo que Dios ha hecho en favor
de toda la raza humana por medio de Jesús en la cruz. Mediante él,
se nos ha dado a todos una segunda oportunidad en la vida; todos hemos recibido
esta oportunidad para que aceptemos nosotros mismos la gloriosa redención
que Cristo ofrece al mundo.
Lee cuidadosamente y con oración Efesios 2:1 al 10. ¿De qué
manera estos versículos resumen la esencia de lo que aparece más
arriba? Al leer, nota cómo se usan palabras como pecados, muertos, delitos,
desobediencia, deseos de la carne e ira para describirnos a nosotros, nuestros
actos y nuestro carácter. En contraste, ¿qué palabras se
usan en esos versículos para describir a Dios, sus actos y su carácter?
Considera tu propia vida. ¿De qué modo te ves reflejado en esos
versículos escritos por Pablo? Bosqueja en tu propia mente dónde
estabas una vez, y adónde te ha llevado ahora el Señor. Compárate
con Jonás, por lo menos hasta donde lo hemos considerado hasta aquí.
¿Qué semejanzas puedes encontrar?
La Pluma Inspirada
Resulta evidente que no es la voluntad de Dios que seas caviloso
y tortures tu alma con el temor de que Dios no te aceptará porque eres
pecador e indigno. "Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros"
(Santiago 4:8). Presenta tu caso delante de él, invocando los méritos
de la sangre derramada por ti en la cruz del Calvario. Satanás te acusará
de ser un gran pecador, y tú debes admitirlo, pero puedes decir: "Sé
que soy pecador, y esa es la razón por la cual necesito un Salvador”.
Jesús vino al mundo para salvar pecadores…
Es la justicia de Cristo lo que hace que el pecador penitente sea aceptable
ante Dios y lo que obra su justificación. No importa cuán pecaminosa
haya sido su vida, si cree en Jesús como su Salvador personal, comparece
delante de Dios con las vestiduras inmaculadas de la justicia imputada de Cristo.
El pecador que tan recientemente estaba muerto en transgresiones y pecados es
vivificado por la fe en Cristo. Ve, mediante la fe, que Jesús es su Salvador
viviente por los siglos de los siglos, y puede salvar "perpetuamente a
[todos] los que por él se acercan a Dios". En la expiación
realizada en su favor el pecador ve tal anchura y longitud y altura y profundidad;
ve tal plenitud de salvación, comprada a un costo tan infinito, que su
alma se llena de loor y gratitud. Ve como en un espejo la gloria del Señor
y es transformado en la misma imagen como por el Espíritu del Señor.
Ve el manto de justicia de Cristo, tejido en el telar del cielo, forjado por
su obediencia e imputado al alma arrepentida mediante la fe en su nombre.
Cuando el pecador percibe los incomparables encantos de Jesús, el pecado
deja de parecerle atractivo; porque contempla al Señalado entre diez
mil, a Aquel que es enteramente codiciable. Verifica por experiencia personal
el poder del evangelio, cuya vastedad de designio es igualada únicamente
por su preciosidad de propósito.
Tenemos un Salvador viviente. No se halla en el sepulcro nuevo de José;
resucitó y ascendió al cielo como Sustituto y Garante de cada
alma creyente. "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios
por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 5:1). El pecador
es justificado por los méritos de Jesús, y esto es el reconocimiento
de Dios de la perfección del rescate pagado en favor del hombre. El hecho
de que Cristo fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, es prenda de
la aceptación del pecador arrepentido por parte del Padre. Entonces,
¿nos permitiremos tener una experiencia vacilante de dudar y creer, creer
y dudar? Jesús es la prenda de nuestra aceptación por parte de
Dios. Tenemos el favor de Dios, no porque haya mérito alguno en nosotros,
sino por nuestra fe en "el Señor, nuestra justicia" (Fe y obras,
pp. 110, 111).
OTRA VEZ UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD
Nota el título de la lección para esta semana.
No es “Segunda oportunidad”, sino “Segundas oportunidades”.
Es así por una buena razón. Aunque el libro de Jonás lo
presenta como recibiendo una segunda oportunidad, en realidad ¿quién
de nosotros no necesita más de una segunda oportunidad? Si todo lo que
tuviéramos fuera una segunda oportunidad en vez de muchas segundas oportunidades,
¿quién podría salvarse?
Lee 1 Juan 1:8-2:1. ¿De qué modo estos versículos ejemplifican
la idea de que, aun como seguidores de Cristo, necesitamos más de una
“segunda oportunidad”? ¿A quiénes se dirigieron esas
palabras? ¿Fueron enviadas a creyentes, o a no creyentes? ¿Qué
quería enfatizar Juan acerca de los actos de aquellos a quienes estaba
escribiendo? Concéntrate cuidadosamente en el versículo 8 (el
verbo griego traducido por “tenemos” aparece en tiempo presente):
¿Puede alguien pretender seriamente que una vez que recibió a
Cristo y se le dio la oportunidad de comenzar de nuevo, nunca tuvo que volver
a la cruz y pedir perdón otra vez? Esto no significa que cada vez que
pecamos estamos perdidos; sólo significa que necesitamos ser perdonados
más de una vez.
De hecho, si somos honestos con nosotros mismos, debemos admitir que Dios nos
ha dado mucha gracia y nos ha perdonado más de dos veces, como hemos
visto en la vida de Jonás. Y cuando no nos concentramos tanto en los
pecados de los demás y en la obra que Dios tiene que hacer en las vidas
de ellos, estamos más sensibles a notar cuántas veces Dios nos
ha extendido su gracia a nosotros.
“Jesús conoce las circunstancias que rodean a cada alma. Tú
puedes decir: ‘Soy pecador, muy pecador’. Puedes serlo; pero cuanto
peor seas, tanto más necesitas a Jesús. Él no se aparta
de ninguno que llora contrito. No dice a nadie todo lo que podría revelar,
pero ordena a toda alma temblorosa que cobre aliento. Perdonará libremente
a todo aquel que acuda a él en busca de perdón y restauración”
(DTG 521, 522).
Cuando somos lo suficientemente honestos con nosotros para recordar cómo
Dios nos ha sacado del abismo que nos cavamos nosotros mismos, podemos apreciar
mejor la gracia de Dios para con su rebelde profeta Jonás.
Considera otra vez los versículos ya leídos de 1 Juan. Luego lee
1 Juan 2:3 al 6. ¿De qué modo comprendes la relación, el
equilibrio, entre esos dos grupos de textos, donde uno enfatiza la realidad
del pecado en nuestra vida y el otro destaca la necesidad de obedecer la Ley?
La Pluma Inspirada
Dios requiere que confesemos nuestros pecados y humillemos
nuestro corazón ante él. Pero al mismo tiempo debiéramos
tenerle confianza como a un Padre tierno que no abandonará a los que
ponen su confianza en él. Muchos de nosotros caminamos por vista y no
por fe. Creemos en las cosas que se ven, pero no apreciamos las preciosas promesas
que se nos dan en la Palabra de Dios. Sin embargo, no podemos deshonrar a Dios
más decididamente que mostrando que desconfiamos de lo que él
dice, y poniendo en duda si el Señor nos habla de verdad o nos está
engañando.
Dios no nos abandona por causa de nuestros pecados. Quizás hayamos cometido
errores y contristado a su Espíritu, pero cuando nos arrepentimos y acudimos
a él con corazón contrito, no nos desdeña. Hay estorbos
que deben ser removidos. Se han fomentado sentimientos equivocados y ha habido
orgullo, suficiencia propia, impaciencia y murmuraciones. Todo esto nos separa
de Dios. Deben confesarse los pecados; debe haber una obra más profunda
de la gracia en el corazón. Los que se sienten débiles y desanimados
deben llegar a ser hombres fuertes en Dios y deben hacer una noble obra para
el Maestro. Pero deben proceder con altura; no deben ser influidos por motivos
egoístas (Fe y obras, pp. 34, 35).
Pero supongamos que pecamos después de haber sido perdonados, después
que hemos llegado a ser hijos de Dios. ¿Necesitamos en este caso desesperarnos?
No, pues Juan escribe: "Hijitos míos, estas cosas os escribo para
que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con
el Padre, a Jesucristo el Justo" (1 Juan 2:1). Jesús está
en las cortes del cielo intercediendo por nosotros ante el Padre. Él
presenta nuestras oraciones mezclando con ellas el incienso precioso de sus
propios méritos, para que nuestras oraciones sean aceptables al Padre.
Él pone fragancia en nuestras oraciones y el Padre nos escucha porque
pedimos precisamente lo que necesitamos, y llegamos a ser para otros sabor de
vida para vida (Mensajes selectos, tomo 3, p. 224).
Dios probará el carácter en cada punto. Él tiene corazón
de Padre y mucha paciencia con sus hijos. En su trato con el pueblo de Israel
les suplicó con misericordia y amor. Pacientemente expuso sus pecados
ante ellos, y con clemencia esperó que vieran y reconocieran sus errores.
Cuando se arrepintieron y confesaron sus pecados, Él los perdonó;
y aunque la ofensa se repitió frecuentemente no pronunció palabras
de burla, ni expresó resentimiento.
Cristo claramente afirmó que aunque alguien peque reiteradamente, ha
de ser perdonado, si se arrepiente, aun si pecare setenta veces siete (Alza
tus ojos, p. 296).
PRUEBA OTRA VEZ
La “palabra de Jehová” vino otra vez a Jonás.
¿Qué le dijo ahora? Jonás 3:2.
La orden divina: “Levántate y ve a Nínive” es idéntica
a la primera que Dios le dio a Jonás antes de su sorprendente aventura
en el mar Mediterráneo. Nínive seguía siendo la metrópolis
que Dios quería que él alcanzara. Dios no se dejará frustrar
por el descaro de su profeta.
¿Cuál fue la respuesta de Jonás esta vez? Jonás
3:3.
Como en el capítulo 1 (versículo 3), Jonás “se levantó”
y fue. Pero esta vez, en lugar de tratar de “irse […] lejos de la presencia
de Jehová” (como se indicó tres veces en el capítulo
1), obedeció “conforme a la palabra de Jehová”.
Nota de qué manera describe el texto lo que le ocurrió después
a Jonás (Jonás 3:3, 4). A Jonás se le indicó que
debía ir, y lo siguiente que sabemos es que obedeció. Él
fue allí. No se menciona el largo viaje que tuvo que hacer Jonás.
Esto está en contraste directo con sus viajes primeros en los capítulos
1 y 2. En cambio, nuestra atención se dirige inmediatamente a la ciudad
de Nínive.
Había una razón para la descripción del primer viaje de
Jonás: Exponía la naturaleza de la rebelión de Jonás
contra Dios. Pero ahora Jonás obedece, y el viaje no tiene importancia
para que se lo detalle, y aparece de inmediato Nínive.
¿Cómo se describe a Nínive? Jonás 3:3.
Como en Jonás 1:2, se describe otra vez a Nínive como una ciudad
grande. El significado literal de la frase es: “una ciudad grande para
Dios”. Y en realidad, era una ciudad grande e importante para las normas
de esos días. También podemos estar seguros de que Nínive
era “grande” para Dios a la luz de todo el trabajo que se tomó
para llevar allí a Jonás.
La frase final del versículo 3 sugiere el tamaño de Nínive:
“de tres días de camino”. Las palabras están en forma
específica en el idioma original; más literalmente diría:
“de una caminata de tres días”. Una designación tal
en los registros antiguos puede sugerir un día de camino para entrar
desde los suburbios, un día para realizar las diligencias y un día
para el regreso. Esta interpretación concuerda bien con el versículo
4.
Dios comisionó a un profeta hebreo para que fuera a la capital de Asiria
y llevara un mensaje de castigo a esa gente, famosa por la maldad que había
en esa ciudad. En un momento en que los israelitas sin duda estaban orando para
que el azote de los violentos asirios fuera destruido, Dios extiende su mano
de misericordia hacia ellos. ¿Cuál es el mensaje para nosotros
hoy? ¿Qué principio se observa aquí? (Ver Mateo 5:44; Lucas
6:27, 35).
La Pluma Inspirada
Cristo ordena a sus seguidores: "Amad a vuestros enemigos…
haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen"
(Mateo 5:44). Él nos pide que amemos a los que nos oprimen y nos hacen
daño. No debemos expresar verbalmente ni con actitudes el espíritu
que ellos manifiestan, sino aprovechar cada oportunidad para hacerles el bien.
Pero aunque se nos pide que seamos como Cristo en nuestro trato con nuestros
enemigos, no debemos, con el fin de tener paz, encubrir las faltas de aquellos
que vemos en el error. Jesús, el Redentor del mundo, nunca obtuvo la
paz ocultando la iniquidad o por medio de algo que se pareciera a un compromiso.
Aunque su corazón constantemente rebosaba de amor por toda la raza humana,
nunca fue indulgente con sus pecados. Era demasiado buen amigo de ellos como
para guardar silencio cuando seguían una causa que destruiría
sus almas, las que él había adquirido con su propia sangre. Fue
un severo censurador de todo vicio, y su paz estribaba en la conciencia de haber
realizado la voluntad de su Padre, más bien que en un estado de cosas
que existía como consecuencia de haber cumplido su deber (Alza tus ojos,
p. 218).
La manifestación de odio nunca quebranta la malicia de nuestros enemigos,
pero el amor y la bondad engendran amor y bondad en retorno. Aunque Dios recompensa
la virtud y castiga la culpa, no deja de derramar sus bendiciones sobre los
impíos, aunque ellos diariamente deshonren su nombre. Permite que el
sol y la lluvia caigan sobre justos e injustos, trayendo prosperidad material
a todos. Si un Dios santo ejerce tal paciencia y misericordia hacia los rebeldes
e idólatras, cuánto más los seres humanos errantes debiéramos
manifestar ese espíritu hacia nuestros semejantes. En lugar de maldecir
a los que maldicen su nombre, es nuestro deber ayudarles a dejar sus malos caminos,
mostrándoles una bondad similar a la que Cristo mostró hacia aquellos
que lo perseguían. Cristo enseñó a sus seguidores que debían
mostrar cortesía cristiana hacia todos los que estuviesen bajo su influencia,
y no olvidar realizar actos de misericordia hacia los que lo necesiten, mostrándoles
una benevolencia superior a la del mundo. Los hijos de Dios deben representar
la clase de espíritu que reina en los cielos, y no el espíritu
mezquino y egoísta del mundo. Todo en el cielo es perfecto, y así
como Dios es perfecto en su esfera, sus hijos deben serlo en su humilde esfera
de influencia. De esa manera estarán capacitados para vivir en compañía
de seres impecables en el reino de los cielos. Cristo dejó a sus seguidores
el modelo de un carácter cristiano cuando dijo: "Sed, pues, vosotros
perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto"
(Mateo 5:48) (Folleto, Redemption: Or the Teaching of Christ, the Apointed One,
pp. 76, 77).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR
Lee el capítulo “Nuestro deber hacia el mundo”, en Joyas
de los testimonios, t. 2, pp. 511 a 518; “La gran comisión”,
en Joyas de los testimonios, t. 3, pp. 205 a 208; y “Nuestra obra”,
en Testimonies, t. 8, pp. 9-12.
“Despertad, despertad, mis hermanos y hermanas, y entrad en los campos
de Norteamérica que nunca han sido trabajados. Después que hayáis
dado algo para los campos extranjeros, no creáis que vuestro trabajo
ha terminado. Hay una obra que hacer en los campos extranjeros, pero hay un
trabajo de igual importancia que ha de ser hecho en Norteamérica. En
las ciudades de Norteamérica hay personas de casi todas las lenguas.
Ellas necesitan la luz que Dios ha dado a su iglesia” (SC 247).
“Mientras se ponen en ejecución planes para amonestar a los habitantes
de varias naciones de tierras distantes, mucho debe hacerse en favor de los
extranjeros que han venido a las playas de nuestro propio país [Estados
Unidos]. Las almas que están en la China no son más preciosas
que las que se hallan a la sombra de nuestras puertas. Los hijos de Dios han
de trabajar fielmente en los países lejanos, a medida que la providencia
divina abra el camino; y también han de cumplir su deber hacia los extranjeros
de diversas nacionalidades que habitan en las ciudades y los pueblos, así
como en los distritos rurales cercanos” (SC 247)
PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1. Busca otros textos en la Biblia en los que aparece la frase “palabra
de Jehová” o “palabra de Dios”. Algunos ejemplos son
Génesis 15:1; Números 36:5; Salmo 33:4; Isaías 1:10; 2:3.
En muchos casos, puede reemplazarse esa frase con el nombre “Jesús”,
y tiene un sentido teológico perfecto. ¿Qué verdad importante
nos enseña esto?
La Biblia enseña que podemos recibir muchas oportunidades, aunque las
desperdiciemos. Sin embargo, debemos recordar que Dios no puede ser burlado;
los que juegan con la gracia de Dios están en peligro de tener que afrontar
la ira de Dios. ¿En qué momento pasamos el límite del perdón?
Obviamente, podemos hacerlo, pues habrá cristianos profesos que se perderán
(Mateo 7:22). Cuando esto ocurre, ¿es porque Dios ha cambiado su decisión
acerca de nosotros, o sucede que nos hemos endurecido tanto en el pecado que
ya no volvemos a Dios pidiendo perdón? Analiza la manera en que entiendes
este proceso; prepárate para hablar de esto con tu clase.
RESUMEN
Jonás recibió una muy necesaria segunda oportunidad. ¿Quiénes,
entre nosotros, podemos identificarnos con él?
La Cena del Señor es una participación en los emblemas del cuerpo y la sangre de Jesús como expresión de fe en él, nuestro Señor y Salvador. Cristo está presente en esta experiencia de comunión Leer más…
Por medio del bautismo confesamos nuestra fe en la muerte y resurrección de Jesucristo, y damos testimonio de nuestra muerte al pecado y de nuestro propósito de andar en novedad de vida. De este modo Leer más…
Al rechazar formalmente a Jesús, la nación judía puso fin a su última oportunidad como instrumento especial de Dios para la salvación del mundo. Según las palabras de Cristo mismo, fue "finalmente" a los judíos Leer más…
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