Vida y Ministerio Público de Jesús – Parte
Vida y Ministerio Público de Jesús – Parte 2
3. Ministerio en Judea.
Con la limpieza del templo en la época de
la Pascua (la primavera siguiente, unos 6 meses después de su bautismo),
Jesús anunció públicamente su misión de limpiar
los corazones de los hombres de la contaminación del pecado (Jn. 2:13-17).
Desafiado por las autoridades del templo por este acto, señaló
hacia adelante en forma velada a su muerte en la cruz como el medio por el cual
se proponía limpiar el templo del alma (vs 18-22). La visita nocturna
de Nicodemo, un consejero importante, dio a Jesús una oportunidad, bien
al principio de su ministerio, de explicar el propósito de su misión
a un miembro del Sanedrín (Jn. 3:1-21) cuya mente era receptiva. Más
tarde, Nicodemo pudo desbaratar temporariamente los intentos de los sacerdotes
para destruir a Jesús (cf 7:50-53). Saliendo de Jerusalén, ministro
por un período prolongado en Judea (3:22). La gente se agolpaba para
escucharlo, y la marea de popularidad gradualmente pasó de Juan a Jesús
(4:1). Cuando esto afectó a los discípulos de Juan (3:25-36),
Jesús, deseando evitar toda ocasión de incomprensiones y disensiones,
calladamente dejó sus labores y se retiró, por un tiempo, a Galilea
(4:1-3). Aprovechó esta interrupción de su ministerio en Judea
para preparar el camino para su posterior ministerio exitoso en Samaria y en
Galilea. A su regreso a Jerusalén (la Pascua del 29 d.C.) sanó
en sábado a un paralítico junto al estanque de Betesda, tal vez
el caso peor y más conocido de cuantos se encontraban allí (5:1-15).
Los dirigentes judíos habían tenido un año entero para
observar a Jesús y evaluar su mensaje, y Cristo sin duda quería
que este milagro los condujera a una decisión abierta. Acusado por los
judíos de quebrantar el sábado, se defendió afirmando:
«Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo» (vs 16-18). Tenían
ante sí diversas evidencias de su calidad de Mesías: A. Habían
oído y profesaban aceptar el mensaje de Juan el Bautista, y Juan había
declarado que Jesús era el Hijo de Dios (vs 32-35; cf 1:31, 34). B. Los
muchos milagros que había realizado durante su ministerio en Judea (2:23)
y, en particular, la curación del hombre paralítico ese mismo
sábado, testificaban acerca de su afirmación (5:16). Por estar
haciendo las obras de su Padre (v 36; cf v 17) testificaba de que había
venido del Padre. C. El Padre mismo había declarado que era su Hijo (vs
37, 38). D. La evidencia suprema del mesianismo de Jesús era la que se
encontraba en los escritos de Moisés que ellos profesaban aceptar, y
que serían sus acusadores si lo rechazaban (vs 39-47).
Los sacerdotes y gobernantes sin duda hubieran matado
a Jesús allí mismo si se hubiesen atrevido, pero temieron los
sentimientos populares que estaban demasiado en su favor (cf Jn. 5:16, 18).
Sin embargo, rechazaron sus afirmaciones y decidieron quitarle la vida en algún
momento futuro (v 18). De allí en adelante, los escritores evangélicos
mencionan con frecuencia a espías enviados para observar a Jesús
e informar lo que hacía y decía, lo que mostraba que los sacerdotes
y gobernantes intentaban consolidar acusaciones contra él (cf Lc. 11:54;
20:20; etc.). También, por esta época, Herodes Antipas encarceló
a Juan el Bautista (Lc. 3:19, 20). Estos 2 eventos -el rechazo por el Sanedrín
y el encarcelamiento de Juan el Bautista- señalan el fin del ministerio
de Jesús en Judea (Mt. 4:12; cf Jn. 7:1). Para evitar conflictos sin
sentido con los maestros de Jerusalén, desde entonces restringió
sus labores principalmente a Galilea y, en realidad, no volvió a Jerusalén
hasta la fiesta de los Tabernáculos (1 1/2 año más tarde).
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