Vida y Ministerio Público de Jesús – Parte 3
Vida y Ministerio Público de Jesús – Parte 3
4. Ministerio en Galilea.
Los galileos eran menos complicados y menos dominados
por sus dirigentes que los judíos de Judea, y sus mentes estaban más
abiertas para recibir la verdad. Durante su ministerio en Galilea el entusiasmo
creció tanto que se vio obligado, algunas veces, a esconderse para que
las autoridades romanas no tuvieran ocasión de temer una insurrección.
Por un tiempo pareció que los galileos lo recibirían como el Mesías.
Abrió su obra en Galilea, en Nazaret, cuya población lo conocía
mejor y deberían haber sido los que estuvieran mejor preparados para
darle la bienvenida (Lc. 4:16-30). En la sinagoga, el sábado les explicó
la naturaleza y el propósito de su misión, pero ellos rehusaron
aceptarlo y quisieron quitarle la vida.
Dejando Nazaret, Jesús hizo de Capernaum su
centro de labores en Galilea (Mt. 4:13-17). Junto al mar, una mañana
llamó a Pedro y Andrés, y a Jacobo y a Juan para que se le unieran
como colaboradores suyos y lo siguieran como discípulos de tiempo completo
(Lc. 5:1-11; cf Mt. 4:18-22). Los sentimientos subieron tanto de tono, que Jesús
se sintió impulsado a abandonar Capernaum por un tiempo y trabajar en
otra parte (Mr. 1:28, 33, 37, 38). Así salió en su 1er viaje por
los pueblos y las aldeas de Galilea, proclamado que «el reino de Dios»
se había «acercado» (Mr. 1:14, 15; Lc. 4:31, 43). De regreso
en Capernaum, sanó al paralítico que había sido bajado
por el techo (Mr. 2:1-12). Como testigos del milagro había una delegación
de «fariseos y doctores de la ley» de todas partes de Judea y de Galilea
y también representantes de las autoridades de Jerusalén (Lc.
5:17) que sin duda habían venido para investigar y estorbar sus labores
exitosas. Al perdonar y sanar al paralítico, les dio una evidencia indiscutible
del poder del Cielo en operación, y que su autoridad era divina (vs 18-24).
El fracaso de los intentos de desacreditar a Jesús es evidente por el
aumento de la popularidad que caracterizaba su obra (cf Mr. 3:7, 8).
Durante el intervalo entre la 1ª y la 2ª
gira por Galilea, Jesús ordenó a 12 de sus seguidores para que
fueran apóstoles (Mr. 3:13-19). El mismo día (véase Lc.
6:13-20) presentó el Sermón del Monte, dirigido primariamente
a sus discípulos, pero que oyó también una gran multitud
(Mt. 5-7). En este sermón, que se puede considerar como el discurso inaugural
de Jesús como Rey del reino de la gracia divina y como su constitución,
planteó sus principios fundamentales. Poco después salió
en su 2ª gira por Galilea (Lc. 8:1-3), que está descripta con más
detalles que cualquiera de las otras. Durante ella, demostró el poder
de su reino y su valor para los hombres. Se inició (7:11-17) y terminó
(Mr. 5:21-43) con revelaciones de su potestad sobre la muerte. Jesús
también demostró su dominio sobre la naturaleza (Mt. 8:23-27)
y sobre los demonios (Mt. 12:22-45; Mr. 5:1-20). Como Rey del reino de la gracia
divina, Jesús podía liberar a los hombres del temor a la muerte,
a los elementos de la naturaleza y a los demonios, lo que resumía muy
bien los temores populares de la época. Durante esta gira Jesús
dio su sermón junto al mar (Mt. 13:1-53), con una serie de parábolas
en las que presenta los mismos principios que había enseñado de
un modo más formal en el Sermón del Monte. En su 3ª gira
por Galilea envió a los Doce, de 2 en 2, para adquirir experiencia en
la evangelización personal (9:36-11:1). En su ausencia, en compañía
de otros discípulos, visitó de nuevo Nazaret, donde sus conciudadanos
lo rechazaron por 2ª vez (Mr. 6:1-6). Esta gira terminó por el tiempo
de la Pascua (primavera del 30 d.C.). La evidencia del poder divino en el milagro
de los panes y los peces (vs 30-44) fue aceptada por los 5.000 hombres presentes
como la prueba cumbre de que el Libertador largamente esperado estaba entre
ellos. Tenían un hombre que podía alimentar a todo un ejército,
sanar a todos los soldados heridos y aun levantarlos de los muertos, conquistar
las naciones, restaurar el dominio a Israel y transformar a Judea en un paraíso
terrenal, como lo habían predicho los profetas de la antigüedad.
Quisieron coronarlo rey, pero se rehusó (Jn. 6:14, 15). Este fue el punto
culminante de su ministerio. Después de una noche de tormenta en el mar
(Mt. 14:22-36) regresó a Capernaum, donde dio el sermón sobre
el Pan de Vida (Jn. 6:25-7:1). La gente que había pensado en Jesús
como gobernante de un reino terrenal ahora se dio cuenta de que el suyo era
un reino espiritual, y la mayoría de ellos «se volvieron atrás»
(Jn. 6:66). La corriente del entusiasmo popular se volvió contra Jesús
en Galilea como había ocurrido en Judea un año antes.
5. Retiros momentáneos.
Jesús ahora suspendió sus labores públicas
en favor del pueblo de Galilea. Rechazado por los líderes y por el pueblo,
percibió que su obra estaba llegando rápidamente a su conclusión.
Ante él se erguían en un vívido bosquejo las escenas de
su sufrimiento y muerte, pero ni sus discípulos lo entendieron. Como
la gente en general, todavía concebían su reino como un dominio
terrenal. En repetidas ocasiones Jesús volvió a analizar con ellos
su condición de Mesías y su misión en un esfuerzo por prepararlos
para el gran chasco que experimentarían. En Cesarea de Filipo (Mt. 16:13-28),
sobre el Monte de la Transfiguración (17:1-13), Y mientras andaban por
el camino (vs 22, 23), les explicó que como Mesías tenía
que sufrir y morir. También, durante ese período, se retiró
a las regiones no judías de Fenicia (1 5:21-28), Cesarea de Filipo (16:13-28)
y a Decápolis (Mr. 7: 31-8:10), intentando despertar en sus discípulos
un sentido de responsabilidad por lo paganos. La confesión de fe en Cesarea
de Filipo (Mt. 16:13-20) señaló un punto notable en la relación
de los discípulos hacia Jesús.
Su comprensión de la misión de Cristo había crecido durante el tiempo de su asociación con él. Ahora, por la vez, dieron evidencia de su aprecio por ella.
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