El Período de los Jueces, 1ra. Parte

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El Período de los Jueces, 1ra. Parte

 

 

Este período de aproximadamente 300 años (ver págs. 130-132) ha sido bien descrito en las palabras finales del libro de los Jueces (cap. 21: 25): un tiempo en el cual «cada uno hacía lo que bien le parecía». Fue un período en que alternaron la fortaleza y la debilidad, tanto política como religiosa. Habiéndose establecido en las partes montañosas de Canaán, el pueblo de Israel vivía entre las naciones del país. Establecieron su santuario en Silo, en donde permaneció durante la mayor parte de este período. La mayoría del pueblo vivía como nómada en tiendas, y poseían pocas de las ciudades del país. Los israelitas estaban divididos en unidades tribales y carecían de unidad nacional, lo que les hubiera dado la fuerza necesaria para resistir a los muchos enemigos que los rodeaban. El canto de Débora muestra claramente que aun en tiempo de crisis y extrema necesidad algunas tribus se mantenían indiferentes ante sus hermanos afligidos, a menos que ellas mismas no fueran afectadas por los opresores.
Viviendo así entre los cananeos, los hebreos se relacionaron estrechamente con la religión del país y su sistema de culto. Este les pareció tan atrayente a muchos, que grandes sectores del pueblo aceptaron la religión cananea. Los repetidos períodos de apostasía siempre fueron seguidos por períodos de debilidad moral, situación que proporcionó a sus enemigos más poderosos la oportunidad de oprimirlos. En tales períodos de aflicción siempre surgía un fuerte dirigente político que, guiado por el 48 Espíritu de Dios, lograba que el pueblo en su -totalidad o en parte- se volviera a Dios mediante el arrepentimiento. Puesto que el juez era generalmente también dirigente militar, reunía a su alrededor una o más de las tribus y liberaba a los oprimidos. Cada uno de estos grandes caudillos era llamado «juez», en hebreo shofet. Este título incluía más poder y autoridad de lo que sugiere la palabra castellana. Ejercían la dirección espiritual y política, y también desempeñaban funciones judiciales y militares.
Los primeros jueces.-
El primero de estos jueces fue el hermano menor de Caleb, Otoniel, quien liberó a su nación de la opresión de ocho años ejercida por el rey Cusan-risataim de Mesopotamia. Este era probablemente uno de los príncipes mitanios cuyo nombre no se ha hallado aún fuera de la Biblia, lo cual no es extraño en absoluto, en vista de que las fuentes mitanias son fragmentarias. Este período coincidió probablemente con los últimos años de la XVIII dinastía de Egipto -los reinados de Smenjkare, Tutankamón, Eye y Haremhab- cuando un rey siguió a otro en rápida sucesión.
Aod, el segundo juez, liberó a las tribus meridionales de una opresión de 18 años -impuesta por los moabitas, amonitas y amalecitas – cuando mató al rey moabita Eglón. Fue probablemente alrededor de este tiempo cuando Seti I, el primer rey fuerte de Egipto en muchos años, invadió a Palestina y aplastó una rebelión cananea en la parte oriental del valle de Esdraelón. El que las ciudades cananeas quedaran nuevamente bajo el dominio egipcio no afectó a los israelitas, quienes probablemente no habían tomado parte en la rebelión y no poseían ciudades que los egipcios pudieran reclamar como suyas. Sin embargo, es posible que Seti I tuviese un encuentro con algunos hebreos de la tribu septentrional de Isacar, porque él menciona en un monumento mal conservado, hallado en Bet-seán, que los «hebreos [‘apiru] del monte Jarmut, con los Tayaru, estaban ocupados en atacar a los nómadas de Ruhma». Aunque Tayaru y Ruhma no han sido aún identificados, Jarmut fue una de las ciudades que Josué destinó a los levitas en el territorio de Isacar (Jos. 21: 29). Por lo tanto, Seti I pudo haber luchado contra algunos hebreos de la tribu de Isacar, tal vez para castigarlos por haber atacado a sus aliados; pero las consecuencias para los hebreos no parecen haber sido de gran alcance, pues de lo contrario los registros bíblicos lo habrían indicado. Sin embargo, nunca debe olvidarse que el libro de los Jueces, que relata la historia de Israel durante casi 300 años, contiene sólo un registro fragmentario de todo lo que sucedió durante este largo período.
Los 80 años de reposo de que disfrutaron las tribus meridionales después de la acción heroica de Aod, coincidieron en parte con el largo reinado de Ramsés II de Egipto. Este faraón marchó a través de Palestina por el camino costero, que no estaba en manos israelitas, a fin de encontrarse con el rey hitita en Cades, sobre el Orontes, en la famosa batalla de Cades (Kadesh). Allí ambos, Ramsés y los hititas, se atribuyeron la victoria. No obstante, Ramsés no parece haberse preocupado seriamente acerca de sus posesiones asiáticas. Mantuvo guarniciones en las ciudades palestinas de Bet-seán y Meguido, que se hallaban en el valle de Esdraelón, y probablemente también en ciertas ciudades estratégicas de la costa. Mientras los israelitas no le disputasen la posesión de esas ciudades, no le preocupaba al faraón que estuviesen establecidos en las regiones montañosas de Palestina.
En varias inscripciones, Ramsés II menciona que esclavos hebreos (‘apiru) estaban ocupados en sus diversos proyectos de construcción en Egipto; de esto deducimos que algunos hebreos caían ocasionalmente en manos de los comandantes del ejército de Ramsés en Palestina. También es posible que esos israelitas fueran hechos 49 esclavos por el rey cananeo Jabín, de Hazor, quien por 20 años, durante el reinado de Ramsés II, oprimió a los hebreos. Los heroicos caudillos Débora y Barac pusieron fin a esa triste situación.
Gedeón como juez.-
Los 80 años de reposo que habían seguido a la liberación de Israel de la opresión moabita en el sur, mediante Aod, fueron interrumpidos por los madianitas, que oprimieron a Israel durante siete años. Fue probablemente también durante este período cuando Mernepta, hijo de Ramsés II, hizo la incursión en Palestina de la cual se jacta en la famosa estela de Israel. En ella pretende haber destruido a Israel, de tal manera que ya no le había quedado «simiente». Es obvio que su registro refleja la tendencia general egipcia de exagerar, y, por lo tanto, su pretensión de haber destruido completamente a Israel no debe tomarse en serio. Sin embargo, parece cierto que tuvo un encuentro con los israelitas en algún lugar de Palestina en esa ocasión.
Gedeón, uno de los jueces más destacados, liberó a su pueblo de la opresión madianita hiriendo a un gran ejército extranjero con un pequeño conjunto de guerreros israelitas fieles, activos y osados. El relato de sus hazañas y del período cuando fue juez revela también que de tiempo en tiempo surgían luchas intertribales, y que el pueblo anhelaba tener una dirección unificada; esto fue expresado cuando se ofreció el reino a Gedeón, honor que él sabiamente rechazó.
Durante los 40 años del pacífico gobierno de Gedeón ocurrieron sucesos trascendentales. Mientras Israel vivía en la parte montañosa de Palestina, los pueblos del mar recorrieron las regiones de la costa durante el reinado de Ramsés III, en su fracasado intento de invadir a Egipto. Durante este período se libraron sangrientas batallas en tierra y mar. Las victorias egipcias sobre estos invasores finalmente resultaron en el rechazo definitivo de esta gran migración de pueblos y salvaron a Egipto de uno de los peligros más graves que amenazaron su existencia nacional antes de la invasión asiria. Algunas de las tribus derrotadas se volvieron al norte, hacia el Asia Menor, de donde habían venido. Sin embargo, otras se establecieron en las fértiles regiones costeras de Palestina. Entre éstas estuvieron los teucros, en los alrededores de Dor, al sur del monte Carmelo en la hermosa llanura de Sarón; y los filisteos, que fortalecieron a las tribus emparentadas que habían ocupado algunas ciudades costeras del sur de Palestina durante mucho tiempo. Los israelitas, que pueden haber seguido con gran ansiedad los sucesos trascendentales que ocurrieron tan cerca de sus moradas, no comprendían aún que esos filisteos pronto llegarían a ser sus más encarnizados enemigos.
Cuando Gedeón murió después de haber juzgado a Israel durante 40 años, su hijo Abimelec, con la ayuda del pueblo de Siquem, usurpó el poder matando a todos sus hermanos y proclamándose rey. Sin embargo, su reinado sólo duró tres años y terminó como se había iniciado: con derramamiento de sangre. Es dudoso que hubiera extendido su así llamado reino más allá del vecindario de Siquem.
Los últimos jueces.-
Después de Abimelec vinieron dos jueces: Tola de Isacar (23 años) y Jair de Galaad (22 años). No se registran sucesos importantes de este tiempo, lo que parece indicar que estos 45 años fueron tranquilos.
Después de la muerte de Jair comenzaron dos opresiones aproximadamente al mismo tiempo: una de los amonitas en el este, que duró 18 años y a la que puso fin Jefté, el general saqueador; y otra de los filisteos en el oeste, que duró 40 años. Esta opresión filistea tuvo efectos más desastrosos sobre los hebreos que cualquier otro período de aflicción anterior. 50
Como ya se ha hecho notar, Jefté hizo una importante declaración cronológica (Juec. 11: 26) al iniciar su guerra de liberación contra los amonitas. Declaró que para ese tiempo Israel había vivido 300 años en Hesbón, y que los amonitas no tenían ningún derecho de disputar a Israel la posesión de las ciudades cercanas que habían sido quitadas al rey amorreo Sehón, bajo la dirección de Moisés. Los seis años que Jefté juzgó a Israel deben haber comenzado aproximadamente 300 años después del fin de los 40 años de peregrinación en el desierto; por lo tanto, habrá sido alrededor de 1106 AC.
Mientras que las tribus del oriente eran afligidas por los amonitas, las del occidente soportaron los embates de los filisteos. Habiendo consolidado su posición en la región costera del sur de Palestina, donde no fueron molestados por los debilísimos sucesores de Ramsés III de Egipto, los filisteos dirigieron su atención al interior del país y subyugaron a las vecinas tribus israelitas, especialmente Dan, Judá y Simeón. Esta opresión comenzó en el tiempo cuando Elí era sumo sacerdote, en cuyo hogar se crió el niño Samuel. Poco después del comienzo de esta opresión nació Sansón, quien, al alcanzar la virilidad, comenzó a hostigar a los opresores de su nación, y lo hizo durante 20 años, hasta que lo aprisionaron. Dotado de fuerza sobrenatural, Sansón causó mucho daño a los filisteos. Si hubiese disciplinado su carácter, podría haberse convertido en el libertador de Israel en vez de morir de una muerte ignominiosa. Puede haber sido durante esos años cuando los filisteos ganaron la batalla de Afec, tomaron el arca y mataron a los dos hijos del sumo sacerdote Elí. Esta batalla señaló el punto más bajo de la historia de Israel durante el período de los jueces, unos 300 años después que el tabernáculo fuera trasladado a Silo por Josué (PP 550). Por lo tanto, la fecha de este acontecimiento es alrededor de 1100 AC.
Después del desastre de Afec, Samuel comenzó su obra como dirigente espiritual de Israel. Sin embargo, no estuvo listo inmediatamente para guerrear con éxito contra los filisteos, que poseían fuerzas y técnica militar superiores. La opresión continuó otros 20 años, pero terminó con la victoria de los israelitas capitaneados por Samuel en la batalla de Eben-ezer (1 Sam. 7: 13; PP 641). Después de Eben-ezer, Samuel comenzó un gobierno pacífico y próspero sobre Israel. Esto debe haber continuado unos 30 años, hasta que el profeta accedió a la demanda popular que pedía un rey. Los hijos de Samuel, a quienes él había nombrado como sus sucesores, no resultaron aptos como dirigentes y fueron rechazados por el pueblo.
Con la coronación de Saúl como rey de toda la nación finalizó la época heroica y comenzó una nueva. Antes de este tiempo la forma de gobierno de Israel era una teocracia, pues se esperaba que los gobernantes fueran nombrados por Dios mismo y dirigidos por él en la realización de su tarea. La nueva forma de gobierno comenzó como una monarquía cuyo rey fue señalado por Dios, pero pronto se convirtió en monarquía hereditaria. (La teocracia finalizó formalmente con la cruz. DTG 686, 687.)
Condiciones durante el período de los jueces.-
Las tristes condiciones que prevalecieron en Palestina durante la mayor parte del período de los jueces también se reflejan en dos documentos literarios de Egipto. Estos son tan interesantes e informativos que debe presentarse aquí una corta descripción de su contenido. El primero es una carta satírica en la cual se describe el viaje de un mahar (un enviado egipcio) por Siria y Palestina. Dicha carta proviene de la segunda mitad del siglo XIII AC, quizá del tiempo de la opresión madianita, a la cual puso fin Gedeón.
Este documento describe los caminos de Palestina cubiertos de cipreses, encinas y 51 cedros que «llegaban hasta los cielos», lo cual hacía dificultoso el viaje. Se declara que abundaban los leones y leopardos, detalle que recuerda los incidentes de Sansón y David (Juec. 14: 5; 1 Sam. 17: 34). Dos veces el enviado se encontró con ladrones. Una noche le robaron el caballo y la ropa; en otra ocasión, su arco, cuchillo y aljaba. También se encontró con beduinos, de los cuales dice que «sus corazones no eran apacibles». Le sobrevino un temblor y su cabello se le erizó, mientras que su alma «estaba en sus manos». Sin embargo, no siendo él mismo un modelo de moralidad, fue pillado en tina aventura con una niña oriunda de Jope, y sólo pudo comprar su libertad con la venta de su camisa de fino lino egipcio.
Este relato, escrito en forma de carta, sea cierto o ficticio, muestra tan conocimiento notable de la topografía y la geografía de Palestina. Entre muchos otros lugares bien conocidos menciona a Meguido, Bet-seán, Aco, Siquem, Acsaf y Sarepta. El relato ilustra vívidamente el estado de inseguridad en que se hallaba el país, donde abundaban los caminos malos, los asaltantes y los beduinos de aspecto feroz. La descripción de las condiciones tristes halladas en Palestina nos hace recordar una de las vicisitudes del levita viajero descritas en Juec. 19, y la declaración de que «cada uno hacía lo que bien le parecía» (Juec. 21: 25).
El segundo relato, escrito en la primera mitad del siglo XI AC, durante el apogeo de la opresión filistea después que el arca fue tomada en la batalla de Afec, describe el viaje de Wenamon, un agente real egipcio, hasta la ciudad portuaria fenicia de Biblos, a fin de comprar madera de cedro para la barca de Amón. Wenamón (o Wen-Amón) fue enviado por el rey sacerdote Heri-Hor, de Tebas, y había recibido una estatua divina del dios Amón para protegerlo durante el viaje y darle éxito en su misión. Sin embargo, sólo se le dieron aproximadamente unos 600 g de oro y algo más de 31/2 kg. de plata como dinero para comprar la madera de cedro deseada.
Wenamón salió de Egipto por barco, pero cuando llegó a la ciudad portuaria de Dor que estaba en manos de los teucros, le robaron el oro y la plata. Presentó su queja al rey local, quien se negó a asumir responsabilidad alguna por el robo. Después que Wenamón hubo pasado nueve días en Dor sin hallar ni su dinero robado ni al ladrón, robó unos 3 1/2 kg de plata y zarpó hacia Biblos. Sin embargo, el rey de Biblos se negó durante 29 días a verlo, y le ordenó que saliera de su ciudad. El 29.º día después de su llegada, uno de los pajes del rey experimentó un arrebato místico en el nombre de Amón y aconsejo al rey que concediera una entrevista a Wenamón. Durante esta entrevista el rey fue sumamente descortés con Wenamón: le pidió credenciales oficiales, y le dijo que por un cargamento anterior de cedros se habían pagado 250 libras de plata (unos 120 kg). Le manifestó claramente que él era el amo del Líbano, que no tenía ninguna obligación para con Egipto, aunque admitió que su pueblo debía mucho a la cultura de la tierra del Nilo.
El rey de Biblos convino finalmente en enviar un cargamento de cedro a Egipto, y recibió en pago un cargamento de cueros, rollos de papiro, lino real, oro, plata, etc. Los cedros deseados entonces fueron cortados y cargados, al mismo tiempo que el rey fenicio recordaba a Wenamón que un emisario anterior había esperado 17 años en Biblos, y finalmente había muerto allí sin conseguir su madera de cedro. Con esto se proponía hacerle notar a Wenamón que en Asia el prestigio de Egipto se había reducido a la nada, y que sus embajadores ya no merecían el respeto que anteriormente habían estado acostumbrados a recibir.
Cuando Wenamón estuvo finalmente listo para salir del puerto de Biblos y navegar hacia Egipto, halló que los teucros lo esperaban con sus naves para atraparlo y quitarle su cargamento de madera de cedro. Sin embargo, logró huir con su barco a 52 Chipre, donde apenas escapó de la muerte a manos de los desconsiderados isleños. Por desgracia, el papiro está roto en este punto de la narración y no se conoce el resto. Sin embargo, debe haber tenido un desenlace feliz; de lo contrario, los egipcios no lo habrían escrito y conservado.
El relato de la misión de Wenamón ilustra las caóticas condiciones políticas de Palestina durante el período de los jueces. Muestra que Egipto había perdido toda autoridad en Siria, y que un emisario egipcio, cuya llegada en épocas anteriores habría sido respetada, ahora podía ser tratado con desprecio y desdén. Vemos además que los viajes eran inseguros, que la gente robaba y era asaltada, y que nadie tenía segura la vida.


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