¿ESTA LA BIBLIA LLENA DE ERRORES?
¿ESTA LA BIBLIA LLENA DE ERRORES?
El punto de partida lógico de nuestro análisis bíblico es la evaluación de las visiones preponderantes acerca de la naturaleza de la Biblia. Esto es necesario, porque nuestra visión de la Biblia, en última instancia, determina de qué modo definimos y comprobamos nuestras creencias.
Existen dos visiones principales comunes de la naturaleza de la Biblia. Una visión atañe al concepto conocido como “falibilidad bíblica”; es decir, “la Biblia está llena de errores”. La otra pertenece al concepto de la “infalibilidad bíblica”, que sostiene que “la Biblia está libre de errores”.
Cada una de estas dos visiones está sujeta a una variedad de interpretaciones.
Para el propósito de nuestro estudio, limitaremos nuestro análisis a las principales enseñanzas de cada visión.
La falibilidad bíblica es la visión adoptada por los críticos liberales que creen que la Biblia es un libro estrictamente humano colmado de errores y desprovisto de revelaciones sobrenaturales y de manifestaciones milagrosas.
Por consiguiente, el Antiguo y el Nuevo Testamentos son producciones literarias
estrictamente humanas que reflejan los defectos de sus autores humanos.
Por contraste, los evangélicos conservadores creen en la absoluta falta de error de la Biblia. Afirman que la Biblia no tiene absolutamente ningún error en los manuscritos originales. Para algunos, la falta de error de la Biblia se extiende a cada referencia histórica, geográfica, cronológica, cosmológica y científica.
Este estudio intenta mostrar que tanto las creencias de la falibilidad como de la falta de error socavan la autoridad de la Biblia, haciéndola demasiado humana o demasiado divina.
Esto nos recuerda que las herejías vienen en diferentes formas: a veces rechazan abiertamente la autoridad bíblica y sus enseñanzas, mientras que otras veces distorsionan la autoridad y las enseñanzas de la Escritura.
Este estudio analiza la controversia de la falibilidad o infalibilidad de la Biblia. Esa creencia errónea es defendida por los críticos liberales, por un lado, y por los evangélicos conservadores, por el otro.
Primero estableceremos brevemente el origen histórico de cada movimiento y luego evaluaremos sus enseñanzas desde una perspectiva bíblica.
Para colocar la controversia actual en una perspectiva bíblica, exploraremos brevemente cómo es que la circulación de la Biblia ha sufrido oposición tanto dentro como fuera de la iglesia. Esto nos ayudará a comprender los esfuerzos incesantes del Maligno para impedir que el mensaje de la revelación de Dios llegue a la gente sincera.
El estudio se divide en cuatro partes. La primera menciona algunos intentos del pasado para impedir la circulación de la Biblia por parte de los emperadores romanos, la Iglesia Católica, los reyes, los dirigentes eclesiásticos ingleses, los líderes de la Iglesia Protestante, los países musulmanes y los gobiernos comunistas.
La segunda parte analiza la Crítica Bíblica, comúnmente conocida como Alta Crítica.
Este movimiento ha sido en gran parte responsable durante los últimos tres siglos de socavar la autoridad bíblica.
La tercera parte considera la creencia popular de la falta de error bíblica como la enseñan una gran cantidad de evangélicos que sostienen que Dios guió la mente de los escritores bíblicos, de modo que se evitara cometer cualquier error.
Para muchos, la Biblia supuestamente no tiene errores, no solo con respecto a las enseñanzas religiosas, sino también en áreas como la geografía, la astronomía, la historia, la cronología y las ciencias naturales.
Mostraremos de qué modo esta enseñanza pasa por alto la dimensión humana de la Escritura.
La última parte expone la interpretación adventista de la inspiración y de la autoridad de la Biblia.
Veremos que los adventistas sostienen una visión equilibrada de la inspiración de la Biblia al reconocer que su fuente es divina, que los escritores son humanos y que sus escritos contienen pensamientos divinos en lenguaje humano. Correctamente entendida, la humanidad de la Biblia realza su origen divino y su autoridad.
Parte 1
ATAQUES HISTÓRICOS CONTRA LA BIBLIA
Los emperadores romanos intentaron destruir la Biblia
Durante los tres primeros siglos ciertos emperadores romanos intentaron erradicar el cristianismo destruyendo la Biblia. El 23 de febrero de 303 d.C., el emperador Diocleciano decretó que todo ejemplar de la Biblia había de ser entregado a la policía romana para ser quemado. Miles de valiosos manuscritos bíblicos fueron destruidos en plazas públicas. Algunos cristianos perdieron la vida por negarse a entregar sus Biblias.
El decreto imperial se proponía eliminar la presencia de la religión cristiana, al suprimir su luz guiadora y su autoridad normativa. Destacados filósofos y funcionarios del gobierno aseguraban que el cristianismo era el mayor responsable de las crisis socioeconómicas que asediaban el imperio en aquel tiempo.
La Biblia proscrita en países musulmanes
Con el surgimiento del Islam en el siglo VII, la Biblia ha sido sistemáticamente
proscrita en países estrictamente musulmanes. Incluso hasta el día de hoy la distribución de Biblias está estrictamente prohibida en los países musulmanes. Incontables cristianos perdieron la vida por intentar distribuir la Biblia o compartir sus enseñanzas con musulmanes receptivos.
El éxito de los despiadados gobernantes musulmanes en erradicar la Biblia y el cristianismo es evidente en los países que conquistaron. Por ejemplo, antes de la conquista musulmana del siglo VII en el norte de África, los países de Libia, Túnez, Marruecos y Algeria eran florecientes naciones cristianas que produjeron dirigentes religiosos como Agustín y Tertuliano.
Actualmente, los cristianos y las Biblias prácticamente no existen en estos países.
La circulación de la Biblia también ha sufrido dentro del cristianismo en manos de la Iglesia Católica y de varios líderes eclesiásticos ingleses. Más recientemente, los regímenes comunistas también han intentado impedir la circulación de la Biblia y desacreditar sus enseñanzas. Cada uno de los poderes arriba mencionados ha atacado a la Biblia de diferentes modos al impedir que circule entre los laicos.
Intentos católicos para impedir la lectura de la Biblia
Históricamente, la Iglesia Católica se ha opuesto a la traducción de la Biblia a los idiomas comunes del pueblo y a su circulación entre el laicado.
El derecho a leer y a enseñar la Biblia estaba reservado para el clero.
El Sínodo de Toulouse en 1229 d.C., presidido por un legado papal, celebró el cierre de las cruzadas albigenses al perfeccionar el código de la Inquisición y prohibir que los cristianos laicos posean ejemplares de la Biblia.
El canon 14 dice: “Prohibimos que se les permita a los laicos tener los libros del Antiguo y del Nuevo Testamentos; a no ser que alguien por motivos de devoción desee tener el Salterio [Salmos] o el Breviario para los oficios divinos o las horas de la bendita Virgen; pero prohibimos estrictamente que tengan alguna traducción de estos libros.”1
Un decreto similar fue promulgado en el Concilio de Tarragona en 1234 d.C. El segundo canon dictamina que: “Nadie puede poseer los libros del Antiguo y Nuevo Testamentos en idioma romance, y si alguien los poseyera debe entregarlos al obispo local dentro de los ocho días después de la promulgación de este decreto, para ser quemados”.2
En su cuarta sesión, el Concilio de Trento (8 de abril de 1546) reiteró la inconfundible oposición católica a la distribución de las Escrituras por parte de las Sociedades Bíblicas, porque “Es manifiesto, por experiencia, que si la Santa Biblia, traducida a la lengua vulgar [el idioma común], se le permite indiscriminadamente a todos, la temeridad de los hombres hará que surja más mal que bien de ella”.3
En sus dos encíclicas Qui Pluribus y Nostis et Nobiscum, promulgadas el 9 de noviembre de 1846 y el 8 de diciembre de 1848, respectivamente, el papa Pío IX les previno a los arzobispos y obispos italianos contra las Sociedades Bíblicas, diciendo: “Bajo la protección de las Sociedades Bíblicas que han sido condenadas hace mucho tiempo por esta Santa Sede, distribuyen a los fieles bajo el pretexto de religión, la Santa Biblia en traducciones vernáculas. Puesto que estas infringen las reglas de la Iglesia, por consiguiente están subvertidas y muy osadamente tergiversadas para rendir un significado vil. De modo que ustedes se dan cuenta muy bien qué esfuerzos vigilantes y cuidadosos deben hacer para inspirar en sus fieles un horror absoluto a leer estos libros perniciosos.
Recuérdenles explícitamente en relación con la escritura divina que ningún hombre, que confía en su propia sabiduría, es capaz de reclamar el privilegio de
tergiversar precipitadamente las escrituras a su propio significado en oposición al significado que sostiene y ha sostenido la santa madre Iglesia”.4
Al llamar “libros perniciosos” a las Biblias distribuidas por las Sociedades Bíblicas, y a que sean tratadas por fieles católicos con “horror absoluto,” Pío IX claramente expresa la histórica condenación católica de la lectura de la Biblia por parte de los laicos. La razón es que la lectura de la Biblia ha llevado a innumerables católicos a descubrir que sus creencias fundamentales se basan en tradiciones eclesiásticas en vez de en la autoridad bíblica.
Los valdenses perseguidos por distribuir la Biblia
Por siglos, los valdenses enfrentaron persecuciones físicas, civiles y económicas por obra de la Casa Católica de Saboya, por traducir y distribuir porciones de la Biblia. La masacre más cruel de los inocentes valdenses tuvo lugar en los valles italianos piamonteses en 1655 por parte del ejército de Carlos Emanuel II, el duque católico de Saboya. Todo el mundo protestante quedó horrorizado por esta brutal masacre de miles de valdenses. Oliver Cromwell (1599-1658), Regente Real Feudal de Inglaterra, protestó vigorosamente y John Milton, su secretario de exterior y poeta, dedicó esta famosa estrofa de su famoso soneto XVIII “De la última matanza del Piamonte” a los miles de valdenses masacrados:
“Venga, oh Señor, a tus santos masacrados, cuyos huesos
En las frías montañas alpinas yacen esparcidos,
Hasta ellos que tu verdad de antaño tan pura conservaban
Cuando todos nuestros padres, ganados y piedras adoraban”.
Los clérigos ingleses intentaron impedir la circulación de la Biblia
La Biblia de Wiclef. Sorprendentemente, incluso los líderes eclesiásticos ingleses han intentado impedir la traducción y la circulación de la Biblia. La primera Biblia inglesa escrita a mano, conocida como la Bibliade Wiclef, fue enérgicamente opugnada por los clérigos ingleses y el mismoPapa. La traducción fue producida en la década de 1380 por Juan Wiclef, un profesor y teólogo de Oxford, con la ayuda de sus colegas. Finalmente, la traducción fue revisada por Juan Purvey, el contemporáneo más joven de Wiclef, en 1388.
La traducción se basó en la Vulgata Latina, puesto que él y sus colegas no conocían hebreo ni griego. Dado que la Biblia de Wiclef antecedió a la imprenta, las Biblias copiadas a mano circularon ampliamente y fueron leídas con avidez. Estas Biblias manuscritas le causaron un conflicto a Wiclef con los oficiales eclesiásticos de Oxford, donde vivió y enseñó gran parte de su vida.
Wiclef creía que la Biblia debía ser la posesión común de todos los cristianos y que debía estar disponible para el uso común en el idioma del pueblo. Luchó por su objetivo con vigor y determinación, contra una enorme oposición.
Varias veces, Wiclef fue llevado a juicio en los tribunales eclesiásticos, pero sus amigos influyentes lo protegieron. Falleció de muerte natural en 1384, a la edad de 55 años, y fue enterrado en su iglesia de Lutterworth, donde una tablilla conmemorativa en la pared dice que su Biblia “atrajo sobre él el odio implacable de todos los que traficaban con la credulidad y la ignorancia populares”.
Veinticuatro años después de la muerte de Wiclef, se reunió un sínodo eclesiástico en Oxford en 1408 para proscribir formalmente la lectura de su Biblia, especialmente en las traducciones inglesas. La gente era amenazada con la excomunión por leer la Biblia. Inglaterra tuvo una Biblia en su idioma antes que la mayoría de otras naciones, pero se prohibió su lectura.
A pesar de los severos castigos, muchos continuaron leyendo la Biblia de Wiclef en secreto. El Papa estaba tan enfurecido por la oposición de Wiclef a la iglesia organizada y por su traducción de la Biblia al inglés, que 44 años después de su muerte, en el Concilio de Constanza en 1415, ¡ordenó que los huesos de Wiclef fuesen desenterrados, quemados, aplastados y esparcidos por el río!
El Nuevo Testamento de Tyndale. Otro ejemplo notable de intentos por parte de líderes eclesiásticos ingleses de impedir la circulación de la Biblia es la traducción inglesa de Tyndale del Nuevo Testamento, basada en textos griegos. Él era un brillante erudito bíblico educado en Oxford y en Cambridge. La ignorancia del clero y del laicado con respecto a la Biblia lo consternaba enormemente. Estaba decidido a educar al pueblo inglés acerca de la Palabra de Dios al traducirla a su propio idioma. Pero afrontó una enorme oposición de los poderes secular y religioso de Inglaterra. Por consiguiente, se vio forzado a irse a Alemania a continuar su traducción inglesa del Nuevo Testamento.
En 1526, los primeros 3.000 ejemplares de la octava edición del Nuevo Testamento inglés fueron publicados en Worms, Alemania. Cuando las copias llegaron a Inglaterra, Cuthbert Tunstall, obispo de Londres, ordenó juntarlas y quemarlas en la Cruz de San Pablo, en Londres.
Con el tiempo, el Nuevo Testamento de Tyndale llegó a ser la base para la traducción de la versión King James [Rey Jacobo] de la Biblia.
Tyndale fue atacado implacablemente por atreverse a traducir y publicar la Biblia al inglés, no solo por el obispo Tunstall de Londres, sino también por William Warham, el arzobispo de Canterbury, y por Thomas Moore, el ministro del Parlamento inglés. Estos hombres enviaron agentes secretos para atraparlo mientras se trasladaba desde su base de Amberes.
Tyndale finalmente fue arrestado y encarcelado en el Castillo de Vilvorde, a pocos kilómetros de Bruselas. A comienzos de octubre de 1536 fue estrangulado en el patio del castillo. La eficacia de la oposición a la traducción inglesa del Nuevo Testamento de Tyndale fue tal, que de 18.000 ejemplares ingresados clandestinamente a Inglaterra, solo quedan dos copias conocidas.
Ataques comunistas contra la Biblia
En los últimos 100 años los gobiernos comunistas han intentado desacreditar la Biblia e impedir la circulación en sus países. Han utilizado medidas pedagógicas y legales. Pedagógicamente, se le enseñó a la gente que la Biblia es un libro supersticioso de cuentos de hadas que ha de ser rechazado por las mentes comunistas progresistas. Legalmente, muchos han sido arrestados y encarcelados por intentar pasar Biblias de contrabando a países comunistas.
Los sistemas políticos y religiosos autocráticos se sienten amenazados por la Biblia porque su mensaje llama a la gente a darle prioridad a Dios en su forma de pensar y de vivir.
Cuando la gente acepta al Dios de la revelación bíblica, poniéndolo en primer lugar y dándole la supremacía de su vida, no cederán a las demandas de los gobernantes
políticos y religiosos autocráticos que demandan lealtad absoluta a sus personas, enseñanzas o partidos.
Conclusión
Los intentos del pasado de suprimir la Biblia, quemándola o prohibiéndola, han demostrado ser inútiles. Los cristianos han estado dispuestos a sufrir la tortura y la muerte antes que negar las verdades que los hacían libres. La Biblia, año tras año, sigue siendo indiscutiblemente el libro más vendido del mundo. Aun sigue siendo la mayor fuerza para la renovación moral de nuestra sociedad humana.
Voltaire, el célebre infiel francés que murió en 1778, predijo que en 100 años el cristianismo se extinguiría. ¡En cambio, la ironía de la historia es que veinte años después de su muerte, la Sociedad Bíblica de Ginebra usó su propia casa y sus prensas para publicar ejemplares de la Biblia!
Ningún otro libro en la historia ha sido tan odiado, quemado y prohibido. No obstante, sobrevive aún en la actualidad y alcanza a casi todas las personas del mundo con su casi 2000 traducciones. Sus principios todavía sirven como el fundamento moral de muchas sociedades.
Parte 2
LA FALIBILIDAD BÍBLICA
El fracaso de los intentos pasados para impedir la circulación de la Biblia no ha debilitado la determinación del diablo para destruir su autoridad e influencia. Durante los últimos tres siglos, ha adoptado una nueva estrategia que casi ha destruido la elevada posición de la Biblia que poseía previamente en el mundo cristiano. El resultado ha sido una crisis teológica de proporciones sin precedentes. Esta crisis se ha precipitado por la introducción de un nuevo método de investigación bíblica conocido como “Crítica bíblica” o “Alta crítica.”
Definición de la Crítica Bíblica
El término “Crítica bíblica” describe la aplicación de métodos literarios modernos e histórico-críticos para el estudio de la Biblia. En teoría, el intento de la Crítica Bíblica es mejorar la apreciación de la Biblia a través de una comprensión más plena de su historia literaria y de su mensaje. Sin embargo, en la práctica, la Crítica Bíblica destruye toda confianza en el origen divino del mensaje de la Biblia, porque presupone que sus escritos son meramente una producción literaria humana, colmada de errores y totalmente condicionada por la cultura de la época.
La baja crítica
Es importante señalar que otra categoría de crítica, conocida como “Baja crítica”, funciona diferente de la “Alta crítica”. La Baja crítica se ocupa de constatar lo más aproximadamente posible el texto de los manuscritos originales a partir de las copias que perduran. En vista de su función, la baja crítica es comúnmente llamada crítica textual. Esta última es más objetiva que la alta crítica, porque su campo se limita a un análisis de los manuscritos textuales disponibles.
La alta crítica
El caso es diferente con la Alta Crítica. Aunque la alta crítica está interesada en la precisión del texto, su preocupación primordial es estudiar los escritos meramente como literatura humana, rechazando a priori cualquier inspiración divina posible de los escritores y de la intervención divina en los asuntos humanos. La alta crítica investiga la fecha de la composición, la autoría, el posible uso de las fuentes y la cultura que influyó en el texto. Por lo tanto, frecuentemente se distingue en crítica literaria, histórica, de fuentes, de formas y de redacción, dependiendo del aspecto de la alta crítica que se examine.
El problema fundamental con la alta crítica es su dependencia de las especulaciones subjetivas de la crítica y no de la investigación científica verificable.
James Orr asevera esto en su artículo más importante sobre “Crítica Bíblica” en la International Standard Bible Encyclopedia [Enciclopedia internacional de la Biblia estándar], de la que era jefe editorial. Él escribió:
“Aunque inestimable como ayuda en el campo de la introducción bíblica (fecha, autoría, autenticidad, contenidos, destino, etc.), [la Crítica bíblica] manifiestamente tiende a extenderse ilimitadamente hacia regiones donde la ciencia exacta no puede seguirla donde, con frecuencia, la imaginación del crítico es su única ley.”5
Este método de investigación lingüística e histórica no es única en nuestros tiempos. Se han utilizado métodos similares en el pasado por parte de Teodoro de Mopsuestia (c. 350-428), que usó indicadores gramaticales e históricos para exagerar los textos bíblicos. Incluso Lutero usó este método en sus análisis exegéticos de textos bíblicos. Lo nuevo es una aproximación radical al estudio de los textos bíblicos, que consiste en rechazar a priori cualquier manifestación divina sobrenatural o milagrosa en la historia humana, y forzar así toda la evidencia a acatar estas conjeturas.
El impacto negativo de la Crítica bíblica
El impacto negativo de la Crítica bíblica puede verse en el creciente número de eruditos bíblicos, predicadores y cristianos laicos que han perdido la confianza en la veracidad de la Biblia. Aunque la Biblia históricamente ha sido contemplada como la Palabra revelada de Dios, en la actualidad los críticos liberales se niegan a identificar la Palabra de Dios con el mensaje de la Biblia.
Un número creciente de líderes cristianos se están uniendo al coro de descreimiento, al poner en duda la veracidad de la Biblia. Esta deserción de una elevada opinión de la Biblia está teniendo un impacto mucho más devastador en el futuro de las iglesias cristianas que los intentos pasados de suprimir la Biblia.
Las presuposiciones anti sobrenaturistas de la Crítica bíblica influyen en los métodos utilizados en los estudios bíblicos contemporáneos y en la predicación de muchos ministros. Al hablar de su propia Iglesia Bautista, Clark H. Pinnock, un respetado erudito evangélico que trabajó como presidente de la Sociedad Teológica Evangélica, nota que “un considerable número de líderes y pensadores bautistas ha rechazado pública e inequívocamente la completa veracidad de la Biblia, y a veces han condenado la creencia en ella… Y debemos decir que este cambio de opinión ha causado una ruptura continua y grave entre la vasta mayoría de bautistas que sostienen la visión tradicional bautista y cristiana de la Biblia y la mayor parte de los profesores de seminarios y universidades que francamente no la apoyan.” 6
Una crisis sin precedentes
Casi con previsión profética, el renombrado teólogo sistemático A. H. Strong advirtió en 1918 acerca de los graves peligros planteados por la Crítica bíblica negativa. “¿Cuál es el efecto de este método en nuestros seminarios teológicos? Es privar al mensaje evangélico de toda firmeza, y hacer de los profesores y estudiantes universitarios diseminadores de la duda… El descreimiento en la enseñanza de nuestros seminarios es como una niebla enceguecedora que lentamente se asienta sobre nuestras iglesias, y gradualmente está aboliendo no solo todas las creencias definidas de la doctrina cristiana, sino también toda convicción de deber para contender ‘ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos’. […] Estamos dejando de ser evangelistas y también evangélicos, y si continúa este proceso descendente, a su debido tiempo dejaremos de existir”.7
Estas graves advertencias ponen de relieve la crisis sin precedentes causada por la Crítica bíblica. Hay dos versiones del cristianismo en juego:
Una se basa en la revelación divina, y la otra tiene su origen en la razón humana.
Sorprendentemente, como la autoridad de la Biblia está disminuyendo en el mundo protestante, la autoridad del Papa está aumentando. La razón es sencilla. A la gente le molesta la tiranía, pero acepta la voz de la autoridad. Y el Papa les habla con autoridad a millones de protestantes que ya no saben qué creer. Para ellos, el Pontífice ha llegado a ser, como lo expresa el historiador eclesiástico Martin. E. Mary: “una fortaleza andante de la fe” en medio de una sociedad impía (TV Guide, 5 de septiembre de 1987, p. 34).
Las raíces ideológicas de la Crítica bíblica
La Crítica bíblica se desarrolló durante los siglos XVIII y XIX, en parte como reacción en contra de las rígidas enseñanzas protestantes que se basaban en un concepto de inspiración verbal. Para contraatacar las enseñanzas católicas durante el período posterior a la Reforma, los teólogos protestantes exaltaron la autoridad de la Biblia, enseñando el concepto radical de la inspiración verbal. Los liberales reaccionaron en contra de esta postura radical yéndose al otro extremo, al rechazar cualquier forma de revelación divina.
Hubo dos ideologías filosóficas fundamentales que influyeron en el desarrollo de la Crítica bíblica; a saber, el racionalismo y el evolucionismo.
El racionalismo, un producto del movimiento del Iluminismo del siglo XVIII, intentó reducir el cristianismo a una religión ideada por el razonamiento humano y no por revelación divina.
El evolucionismo le aplicó al texto bíblico la teoría de Darwin de la evolución de las especies de lo simple a lo complejo. El resultado fue que la religión de la Biblia fue vista como un producto de una evolución religiosa.
Como explica el historiador eclesiástico Earl Cairns, “los críticos enfatizaron la elaboración de la idea de Dios desde el dios primitivo de la tormenta del Monte Sinaí al dios ético y monoteísta de los profetas”.8
El resultado final fue que, en un período relativamente corto, la Biblia llegó a ser vista como un documento particularmente humano, despojado de toda autoridad trascendental. Por lo tanto, la Biblia debe ser estudiada e interpretada de la misma manera que la otra literatura, según los métodos de investigación literaria. Desafortunadamente, esta manera de forzar la Biblia en las categorías de la literatura secular distorsiona su mensaje y debilita su capacidad de transformar las vidas humanas.
En tanto que la Reforma debilitó la autoridad eclesiástica, la Crítica Bíblica ha debilitado la autoridad bíblica. El resultado es que, para muchos profesores seminaristas y predicadores, la Biblia ya no es más la Palabra de Dios, normativa y con autoridad, que revela su voluntad y su propósito para la raza humana, sino un libro falible que contiene gemas de verdad mezcladas con error.
La Crítica bíblica del Antiguo Testamento
El origen de la Crítica bíblica generalmente se remonta a los siglos XVII y XVIII. Hombres como Hugo Grocio (1583-1645), Tomás Hobbes (1668-1712) y Benedicto Spinoza (1632-1677) analizaron la Biblia como literatura normal y comenzaron a dudar de la autoría mosaica del Pentateuco, considerándola como el resultado de una larga compilación de varios editores.
Eruditos ulteriores elaboraron la “teoría documental” del Antiguo Testamento. La obra culminante fue completada por Julio Wellhausen en su Prolegómenos (1878), donde presenta su famosa hipótesis documental Graf-Wellhausen de cuatro etapas (JEPD). Según esta hipótesis, el Antiguo Testamento fue producido por varios escritores y redactores entre los siglos IX y IV a.C., y cada uno adaptó el material según sus tradiciones religiosas.
La aplicación de los principios de la Crítica bíblica no solo cambió radicalmente las fechas y la autoría de los libros del Antiguo Testamento, sino que además introdujo un estudio secular y evolucionista de sus fuentes.
La Crítica bíblica del Nuevo Testamento
La aplicación de las presuposiciones antisobrenaturales de la Crítica Bíblica se aplicaron al Nuevo Testamento alrededor del mismo período. En 1778 Herman Samuel Reimarus publicó sus Fragmentos, donde niega la posibilidad de los milagros, y de este modo alega que los escritores del Nuevo Testamento fueron embusteros piadosos.
La crítica liberal del Nuevo Testamento culminó en la obra de Rudolf Bultmann, que se propuso eliminar la mitología de los escritores del Nuevo Testamento. Él arguye que todas las referencias al cielo, el infierno, los milagros, el nacimiento virginal, la encarnación, la resurrección, la expiación por medio de la muerte de Cristo, la ascensión y la segunda venida son mitos y supersticiones absurdas, demasiado increíbles para ser creídas por la gente moderna.
Para Bultmann, el Nuevo Testamento es producto de una tradición oral en la que la iglesia añadió creativamente elementos sobrenaturales a la vida y las enseñanzas de Jesús. Por consiguiente, el estudio de la Biblia debe ser abordado en términos existenciales. La gente debe hallar autenticidad, seguridad y propósito para su significado existencial más allá de las palabras de la Escritura. Bultmann ha ejercido una enorme influencia en el pensamiento de los eruditos neotestamentarios y dirigentes eclesiásticos de denominaciones tradicionales.
Una evaluación de la Crítica bíblica
Un problema fundamental del movimiento crítico es la falta de aceptación de ciertas limitaciones en la investigación de la Biblia. Una de esas limitaciones es la dictada por el carácter único de la Biblia. Ningún otro libro religioso ha producido un impacto moral similar en la gente.
En el registro bíblico, el rey Josías fue movido al arrepentimiento y a la reforma por la lectura de la ley (2 Rey. 22:10-13; 23:1-25). La traducción y lectura de las porciones del Antiguo Testamento por parte de Esdras ocasionaron reformas radicales en la vida del pueblo (Neh. 8:1-6; 9:1-3). La traducción y circulación de la Biblia en el siglo XVI inspiró al movimiento reformista en varias partes de Europa. Ningún otro libro de Platón, Mahoma o Buda ha influenciado cambios morales o ha dado un concepto tan elevado de Dios como la Biblia.
Esto significa que toda investigación crítica de la Biblia debe tomar en cuenta que la Biblia no es simplemente uno de los tantos documentos religiosos de la antigüedad que sobrevivieron, sino un libro cuya dinámica difiere de cualquier otro libro. Solo con una actitud de reverencia puede conducirse una investigación genuina de la Biblia.
Los críticos, además, debieran aceptar la limitación de las evidencias disponibles para probar la veracidad de la Biblia. Llegar a la conclusión de que algunas declaraciones de la Biblia son erróneas porque no concuerdan con la información disponible significa ignorar que, a veces, la Biblia es el único testigo de los eventos informados. Durante el siglo pasado, los nuevos descubrimientos a menudo han corroborado la veracidad del registro bíblico.
Una evaluación del movimiento crítico no estaría completa si no mencionamos el espíritu que anima su investigación crítica de la Biblia.
Los críticos, ¿están motivados por sus presuposiciones o por su fe religiosa?
¿Qué prima en su pensamiento, sus teorías o su fe? Los fundamentos de una fe bíblica son la creación divina, la revelación, la encarnación, la resurrección, la Segunda Venida y la regeneración por medio del Espíritu Santo.
En cambio, los críticos liberales no tienen lugar para estas creencias.
En última instancia, la pregunta es esta: ¿Mediante qué autoridad investigaremos la Biblia? Nuestro pensamiento, ¿será guiado por presuposiciones críticas o por la evidencia interna de la Escritura? Si privilegiamos las presuposiciones críticas, entonces estamos obligados a rechazar cualquier cosa de la Biblia que no se ajuste a ellas. Lamentablemente, esto es lo que ha ocurrido. Los críticos liberales han elegido investigar la Biblia sobre la base de sus presuposiciones humanísticas y evolucionistas, y por consiguiente se han visto obligados a rechazar los fundamentos de la fe cristiana.
Cuando la gente hace de su filosofía personal la autoridad suprema, no falta mucho para que su razón se convierta en su dios. En efecto, este es el paso que han dado algunos críticos liberales. Al aceptar el razonamiento evolucionista de que todas las cosas existen en un estado de cambio y devenir, suponen que Dios está cambiando, que la Biblia será dejada atrás y que el cristianismo pronto llegará a ser una religión del pasado. Esto nos deja sin verdades absolutas, sin patrones morales, sin significado para esta vida actual y sin esperanza para nuestro destino futuro.
Conclusión
Las características principales de la Crítica bíblica pueden resumirse en dos palabras: humanista y naturalista. Es humanista porque la Biblia es la palabra del hombre acerca de Dios, en vez de ser la Palabra de Dios para la humanidad.
Es naturalista porque supone que la Biblia es el resultado de un proceso evolucionista. Es el producto de la aprensión que la gente le tiene a Dios, editada y enmendada a través de los siglos.
Esta postura evolucionista, en última instancia, lo priva a Dios de su poder creador y redentor. Además, despoja a la vida humana de significado y esperanza en un futuro glorioso.
El resultado final de la Crítica bíblica es que la Biblia pierde su autoridad distintiva, llegando a ser meramente una composición de literatura religiosa, importante por los temas presentados, pero sin autoridad normativa para definir creencias y prácticas.
Si la Reforma debilitó la autoridad eclesiástica al exaltar la Sola Scriptura, la Crítica Bíblica ha debilitado la autoridad bíblica al exaltar el razonamiento humano.
El impacto negativo de la crítica liberal amerita una reexaminación de la inspiración y de la autoridad de la Biblia. En la próxima sección veremos cómo han respondido los cristianos a los ataques de los críticos liberales al elaborar la “Doctrina de la falta de error bíblica”.
Parte 3
LA INFALIBILIDAD BÍBLICA
La controversia de la inspiración y de la autoridad de la Biblia raramente le preocupó a los cristianos hasta hace un siglo atrás. Consideraban que la Biblia era la fuente de su creencia. Aceptaban la autoridad de la Biblia sin definirla en términos de que estuviese libre de errores. Ninguno de los principales credos católicos ni protestantes analiza la noción de posibles errores en la Biblia.
Recién a partir de comienzos del siglo XIX esta cuestión ha dominado la escena religiosa.
Un factor afín de fundamental importancia ha sido el impacto negativo de la crítica liberal que, como se observó anteriormente, redujo la Biblia a una colección de documentos religiosos llenos de dificultades y errores textuales.
Este movimiento crítico ha llevado a muchos cristianos a abandonar su compromiso con la infalibilidad de la Biblia. A fin de defender la visión cristiana tradicional de la inspiración y de la autoridad de la Biblia de los ataques de los críticos liberales, los cristianos conservadores elaboraron lo que se ha llegado a conocer como la “Doctrina de la falta de error bíblica”.
Definir la doctrina de la falta de error bíblica no es fácil, porque se presenta en una variedad de formas. David Dockery, un erudito conservador bautista del sur, ha identificado nueve tipos diferentes que abarcan desde el dictado mecánico a la falta de error funcional.9
A los fines de nuestro estudio, limitaremos nuestros comentarios a las dos visiones más comunes de falta de error conocidas como falta de error “absoluta” y “limitada.”
Falta de error absoluta
Dockery brinda una excelente definición de “falta de error absoluta” desde la perspectiva de un preconizador: “La Biblia, en sus autógrafos originales, debidamente interpretados, será hallada fidedigna y fiel en todo lo que afirma con respecto a todas los ramos de la vida, la fe y la práctica”.10
Una definición similar fue formulada por el Concilio Internacional sobre Falta de error Bíblica que se formó para defender la falta de error bíblica de los ataques negativos de los críticos liberales. En 1978, aproximadamente 200 eruditos evangélicos y líderes eclesiásticos se reunieron en Chicago para asistir a una conferencia patrocinada por el Concilio Internacional sobre Falta de error Bíblica. Después de tres días de deliberaciones, emitieron lo que se conoce como La declaración de Chicago sobre la falta de error bíblica.
Esta declaración está diseñada para defender la posición de la falta de error bíblica contra las concepciones liberales de la crítica bíblica.
Los firmantes provenían de una variedad de denominaciones evangélicas e incluían a famosos eruditos como James Montgomery Boice, Carl F. H. Henry, Roger Nicole, J. I. Packer, Francis Schaeffer y R. C. Sproul.
La declaración amplía varios detalles en artículos pareados de “Afirmamos…y Negamos…”. A los fines de este estudio citamos solo algunas declaraciones significativas.
“Afirmamos que la Escritura es inerrante en su totalidad, siendo libre de toda falsedad, fraude o engaño. Negamos que la infalibilidad y la falta de error bíblica se limiten a temas espirituales, religiosos o relacionados con la redención, excluyéndose de dar afirmaciones en los campos de la historia y la ciencia… Al ser plena y verbalmente dadas por Dios, las Escrituras son sin error o falta en todas sus enseñanzas, tanto en lo que declaran acerca de los actos de creación de Dios, acerca de los eventos de la historia del mundo, acerca de su propio origen literario bajo la dirección de Dios, como en su testimonio de la gracia redentora de Dios en la vida de cada persona… Negamos que Dios haya anulado las personalidades de los escritores cuando hizo que ellos usaran las palabras exactas que Él había elegido…
“Afirmamos que la inspiración de Dios, en sentido estricto, se aplica solamente al texto autográfico de las Escrituras, que gracias a la providencia de Dios, puede ser comprobado con gran exactitud por los manuscritos que están a la disposición de todos los interesados”.11
Esta definición parece la teoría del dictado que es invalidada por el estilo literario particular de cada escritor y por la existencia de discrepancias en los textos bíblicos. Sin embargo, la aceptación de esta posición es vista por muchos evangélicos como divisoria de aguas de la ortodoxia. Equiparan la autoridad de la Biblia con la falta de error, porque suponen que a menos que pueda demostrarse que la Biblia carece de errores en asuntos no religiosos, entonces no puede ser confiable en aspectos religiosos más importantes. Llegan hasta el punto de afirmar que los cristianos no pueden ser considerados evangélicos legítimamente a menos que crean en la absoluta falta de error de la Biblia. La anulación de esa creencia se supone que conduce al rechazo de otras doctrinas evangélicas y a la ruina de cualquier denominación u organización cristiana. En breve mostraremos que estas afirmaciones carecen de sustento bíblico e histórico.
Falibilidad limitada
A los partidarios de la falta de error limitada les importuna condicionar la autoridad de la Biblia a que esté libre de errores. Limitan la exactitud de la Biblia solo a los temas de la salvación y de la ética. Creen que la inspiración divina no impidió que los escritores bíblicos cometieran “errores” de naturaleza histórica o científica, puesto que estas no afectan nuestra salvación. Para ellos, la Biblia no está libre de errores en todo lo que dice, pero es infalible en todo lo que enseña con respecto a la fe y la práctica.
Un buen ejemplo de esta postura es la obra de Stephen T. Davis. En su influyente libro The Debate about the Bible: Inerrancy versus Infalibility [El debate acerca de la Biblia: La falta de error frente a la infalibilidad], Davis escribe: “La Biblia es inerrante si y solo si no hace declaraciones falsas o engañosas sobre algún tema, cualquiera que sea. La Biblia es infalible si y solo si no hace declaraciones falsas o engañosas sobre cualquier asunto de fe y práctica. En estos sentidos, personalmente sostengo que la Biblia es infalible pero no inerrante”.12
Las muchas limitaciones puestas sobre la falta de error para salvar la credibilidad de la teoría tienen tanto sentido para el laico promedio como el término “círculo cuadrado” o similares. En última instancia, la cuestión no es si la Biblia no tiene errores, sino si es confiable para nuestra salvación.
Argumentar que la inspiración divina impidió que los escritores bíblicos cometieran errores en cuestiones de fe y práctica, pero permitió que cometieran errores al tratarse de asuntos históricos y científicos, implica crear una dicotomía poco razonable.
Significaría que la supervisión del Espíritu Santo (inspiración) fue parcial e intermitente, dependiendo del tema a registrar. Esa visión es invalidada por la clara afirmación: “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Tim. 3:16, la cursiva es nuestra). La cuestión no es si la Biblia es inspirada en forma total o parcial, sino en qué sentido el Espíritu Santo influyó sobre los escritores bíblicos para garantizar la veracidad de sus mensajes. Este tema será tratado en la última parte de este capítulo.
Una breve historia del debate sobre la falta de error
Antes de examinar algunos de los problemas de la posición de la falta de error absoluta, es útil mencionar brevemente su historia. En su artículo sobre “Falta de error bíblica”, Stephen L. Andrews ofrece un estudio conciso del debate sobre la falta de error.13 Comenta que la mayoría de los historiadores remonta el origen del debate sobre la falta de error entre los evangélicos a fines del siglo XIX, cuando hubo batallas entre los críticos liberales y los fundamentalistas.
Los denominados teólogos de Princeton, A. A. Hodge y B. B. Wardield, tuvieron mucha influencia al defender la doctrina de la falta de error bíblica.14
La posición de la falta de error elaborada por los teólogos de Princeton presupone que la Biblia debe ser inerrante si es la “Palabra de Dios” en el verdadero sentido. En pocas palabras, su razonamiento es que, si Dios es perfecto, la Biblia debe ser perfecta (inerrante), porque es la Palabra de Dios.
Esta visión absoluta de la inspiración, a pesar de las protestas en contrario, resulta en una visión de inspiración del “dictado” que minimiza el factor humano. Esta visión fue rebatida por James Orr y G. C. Berkouver, que defendían la visión de la falta de error limitada.
La batalla por la Biblia de Harold Lindsell
El debate comenzó a acalorarse nuevamente en la década de 1960 y alcanzó el punto de ebullición con la publicación de The Battle for the Bible [La batalla por la Biblia] de Harold Lindsell en 1976. En su libro, Lindsell hace todo lo posible por mostrar el supuesto impacto negativo de la posición de la falta de error limitada en las iglesias y seminarios evangélicos. Incluso llega a nombrar a los destacados eruditos evangélicos que se apartaron de la doctrina evangélica cardinal de la falta de error absoluta, enseñando en cambio la falta de error limitada.
Las reacciones de ambos lados fueron intensas. El Seminario Teológico Fuller defendió su postura de la falta de error limitada al publicar un simposio de ensayos editados por Jack Roger, un profesor de Fuller.15 Al mismo tiempo, se formó el Concilio Internacional sobre la falta de errores Bíblicas para defender la postura de la falta de error absoluta tal como está expresada en la Declaración de Chicago sobre la falta de error bíblica citada anteriormente.
Al año siguiente, Lindsell escribió la continuación: The Bible in the Balance [La Biblia en la balanza], en el que responde a la crítica generada por su libro anterior. A partir de 1980, una hueste de eminentes evangélicos se ha unido al debete sobre la falta de error. El debate se ha calmado un poco, pero los evangélicos siguen profundamente divididos: los que creen en la falta de error absoluta contra los que sostienen la falibilidad limitada. Parece que lo que aviva el debate sobre la falta de error y hace que los cristianos se peleen por esta cuestión es un interés creado en defender las interpretaciones denominacionales de doctrinas clave. La preocupación primordial parece ser la interpretación de la Escritura, en vez de su falta de error.
Evaluación de la falta de error absoluta
La teoría de la falta de error bíblica absoluta se basa mayormente en el razonamiento deductivo en vez de en el análisis inductivo de los textos bíblicos. El argumento básico puede resumirse en tres declaraciones: (1) La Biblia es la Palabra de Dios, (2) Dios nunca es el autor de los errores, (3) por lo tanto la Biblia está libre de errores.
Lindsell expresa claramente esta postura, diciendo: “Una vez que se ha establecido que las Escrituras son ‘exhaladas por Dios’, se desprende axiomáticamente que los libros de la Biblia están libres de errores y son confiables en todo sentido”.16 En otras palabras, para los defensores de la falta de errores de la biblia, como lo expresa Everett Harrison, “la falta de error es un corolario natural de la inspiración plena”.17
¿Es este un razonamiento sensato? El propósito de la inspiración, ¿es la falta de error absoluta, es decir, un texto libre de inexactitudes o errores de cualquier tipo? La Biblia da testimonio de su propia inspiración, pero no de la falta de error de toda la información que brinda. La inspiración nunca se define en la Biblia en términos de estar libre de errores. Buscaremos en vano un pasaje bíblico que enseñe que no hay declaraciones erróneas ni confusas.
La razón es que sus escritores no eran teólogos apologéticos ni sistemáticos que tuviesen que hacer frente a las visiones críticas modernas de la Biblia.
Las dos declaraciones clásicas sobre inspiración nos dicen que “toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Tim. 3:16), y que “la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:21). La pregunta es: ¿En qué sentido la Biblia es “inspirada (“exhalada por Dios”) y escrita bajo el “impulso” del Espíritu Santo?
¿La Biblia fue “plena y verbalmente dada por Dios” como plantea la Declaración de Chicago sobre la falta de error bíblica? Dios, ¿hizo que los escritores bíblicos “usaran las palabras exactas que Él había elegido”?
Este no parece ser el caso. Sabemos que los escritores bíblicos no anotaron
pasivamente lo que Dios les susurró al oído, porque cada uno usó su propio estilo de lenguaje y las fuentes disponibles. Es algo bien sabido que varios de los libros de la Biblia fueron compilados de documentos más antiguos como historias de reyes, genealogías y tradiciones orales. La falibilidad de estas fuentes se refleja claramente en las discrepancias que hallamos en la Biblia. Bastarán algunos ejemplos para ilustrar este tema.
Ejemplos de discrepancias en la Biblia
En un artículo titulado “La cuestión de la falta de error en los escritos inspirados”, el Dr. Robert Olson, ex director del Patrimonio White, y mi ex profesor de Biblia, ofrece un catálogo impresionante de inexactitudes bíblicas que confrontan los eruditos. Para mayor brevedad, citamos las dos primeras enumeraciones del catálogo:
“1. Incertidumbres históricas—David, ¿mató a 40.000 hombres de a caballo (2 Sam. 10:18) o a 40.000 hombres de a pie (1 Crón. 19:18)?
Jesús, ¿sanó al ciego Bartimeo cuando se aproximaba a la ciudad de Jericó (Luc. 18:35) o al salir de ella (Mar. 10:46)?
Hobab, ¿era cuñado de Moisés (Num. 10:29) o su suegro (Juec. 4:11)?
El gallo, ¿cantó una vez cuando Pedro negó al Señor (Mat. 26:34, 69-75) o dos veces (Mar. 14:66-72)?
¿Corresponde que Cainán (Luc. 3:36) vaya entre medio de Sala y Arfaxad o no (Gén. 11:12)?
“2. Problemas numéricos y cronológicos—
¿Murieron 24.000 en la plaga como aparece en Números 25:9, o fueron 23.000 como se registra en 1 Cor. 10:8?
Salomón, ¿tenía 40.000 caballerizas para sus caballos (1 Rey.4:26) o eran 4.000 (2 Crón. 9:25)?
Joaquín, ¿tenía 18 años (2 Rey. 24:8) u ocho (2 Crón. 36:9) cuando comenzó a reinar?
Ocozías, ¿llegó al trono a los 22 años (2 Rey. 8:26) o a los 42 (2 Crón. 22:2)?
David, ¿era el octavo hijo de Isaí (1 Sam. 16:10, 11) o el séptimo (1 Crón. 2:15)?
El período de los jueces, ¿duró 450 años (Hech. 13:20) o 350 aproximadamente, como sería necesario si 1 Reyes 6:1 estuviese en lo correcto?”18
Los resultados del censo ordenado por David y llevado a cabo por Joab, la cabeza de su ejército, arroja discrepancias similares. Según 2 Samuel 24:9, Joab le informó a David que “fueron los de Israel ochocientos mil hombres fuertes que sacaban espada, y los de Judá quinientos mil hombres”.
Pero en 1 Crónicas 21:5, Joab le informa a David que “había en todo Israel un millón cien mil que sacaban espada, y de Judá cuatrocientos setenta mil hombres que sacaban espada”. Obviamente, los dos conjuntos de números difieren significativamente. Uno de ellos es inexacto.
Otro ejemplo es el precio que David le pagó a Arauna, el jebuseo, por la propiedad donde construyó un altar y ofreció sacrificios para aplacar la plaga que estaba diezmando al pueblo. Según 2 Samuel 24:24, David pagó cincuenta siclos de plata por la propiedad, pero según 1 Crónicas 21:25, David pagó seiscientos siclos de oro por la misma propiedad. La diferencia entre 50 siclos de plata y 600 siclos de oro es enorme y para nada puede explicarse como el error de un escriba.
El Espíritu Santo permitió la posibilidad de discrepancias
Parece que dos escritores usaron dos fuentes diferentes. El Espíritu Santo podría haber superado el problema de las dos fuentes contradictorias susurrando la cifra correcta al oído de los dos escritores. Ese método habría eliminado la presencia de discrepancias y la necesidad de debates eruditos.
Pero el hecho es que el Espíritu Santo no eligió suspender ni suprimir las facultades humanas de los escritores para garantizar la exactitud absoluta.
En cambio, eligió dar lugar a errores que no afectan nuestra fe y práctica. Es poco sensato que alguien le diga a Dios qué clase de Biblia debería haber producido a fin de que sus libros sean inspirados e inerrantes.19
No tenemos derecho a definir la “inspiración” según nuestros criterios subjetivos de falta de error para enfrentar el reto de la crítica bíblica. Más bien, simplemente necesitamos mirar y ver qué clase de Biblia se ha producido bajo la supervisión (inspiración) del Espíritu Santo. Una mirada imparcial a la Biblia sí admite la aseveración de que es inspirada y fidedigna para determinar nuestras creencias y prácticas, pero no valida la afirmación de que está libre de errores.20
Los autógrafos originales, ¿estaban libres de errores?
Los defensores de la falta de error absoluta afirman que solo los autógrafos originales eran inerrantes, no la Biblia actual. Esto significa que las discrepancias y los errores actuales supuestamente son el resultado de los errores de transmisión. Las copias originales de los diversos libros de la Biblia no tenían errores, porque Dios inspiró a los escritores bíblicos para que escribiesen fielmente.
La apelación a los manuscritos originales para justificar los errores existentes deja una puerta de escape permanentemente abierta para los defensores de la falta de errores de la biblia.
Sin importar cuán evidente sea un error, siempre pueden evadir la cuestión arguyendo que es un error de transmisión que no estaba presente en el manuscrito original. Este argumento, como señala Stephen Davis, “parece intelectualmente deshonesto, especialmente si no hay evidencia contextual de que el supuesto error efectivamente se deba a un problema de transmisión”.21
El estudio científico de las diferentes lecturas de los manuscritos bíblicos ha avanzado hasta el punto en que los eruditos actualmente pueden establecer con sorprendente exactitud la lectura de los manuscritos originales.
Por otra parte, estos problemas son pocos en comparación con toda la Biblia y no afectan sus enseñanzas.
Un error, ¿hace que toda la Biblia sea de dudosa autenticidad?
Algunos defensores de la falta de errores de la biblia argumentan que, a menos que la Biblia esté sin errores en cada declaración que hace, entonces la veracidad de todas sus enseñanzas se vuelve sospechosa. Como lo expresa Dan Fuller: “Si incluso una de sus declaraciones [de la Biblia] pudiese estar en error, la verdad de cualquiera de sus declaraciones se vuelve cuestionable”.22
El problema con este argumento es que condiciona la veracidad de las enseñanzas bíblicas a la absoluta fidelidad de sus detalles históricos, geográficos o científicos. Pero en ningún lugar los escritores bíblicos afirman que todas sus declaraciones están libres de errores. La razón es que, para ellos, los eventos o mensajes trascendentales eran más importantes que los detalles circunstanciales.
Un ejemplo será suficiente para ilustrar este tema. Marcos nos dice que al enviar a sus discípulos en una misión de predicación, Jesús les permitió llevar un bastón: “Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón” (Mar. 6:8).
Mateo y Lucas, sin embargo, dicen que Jesús específicamente prohibió que llevaran un bastón: “No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón” (Mat. 10:9-10; la cursiva es nuestra). “No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero” (Luc. 9:3, la cursiva es nuestra).
Es evidente que las dos versiones son inconsistentes y al menos uno de los evangelios está equivocado. Pero esta inconsistencia no destruye la confianza en el evento relatado; a saber, que Cristo comisionó a sus discípulos.
Aparentemente, para los escritores bíblicos, ese evento era más importante que los detalles.
La credibilidad de las grandes doctrinas de la Biblia no depende de la precisión de los detalles circunstanciales. El temor de que, si la falta de error se viene abajo, entonces las grandes doctrinas de la Biblia también se vendrían abajo, es infundado. El hecho es que hay muchos cristianos que creen en esas doctrinas y que no están de acuerdo con la teoría de la falta de error absoluta.
La interpretación católica de la naturaleza de la Biblia
La cuestión de la fidelidad del texto bíblico no se analiza en los documentos católicos oficiales. Para la Iglesia Católica, la fidelidad de la Biblia es un hecho incuestionable basado en su creencia, claramente expresada en el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, de que “la Sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo”.23
Esto parece una “Teoría del dictado”, puesto que define a la Biblia como la palabra de Dios registrada “por inspiración del Espíritu Santo”. El problema con la enseñanza católica es doble. Por un lado, intenta hacer que la Biblia sea un libro estrictamente divino que infunda reverencia como el cuerpo de Cristo. Por otro lado, eleva la Tradición –es decir, las enseñanzas tradicionales de la Iglesia Católica– a la misma naturaleza divina de la Biblia.
El Catecismo explica que la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios escrita, mientras que la Tradición es la transmisión viva de la Palabra de Dios confiada a la iglesia. En otras palabras, Dios se revela a través de la Biblia y de las enseñanzas tradicionales de la Iglesia Católica.
Citado del documento Dei Verbum (“Palabra de Dios”) del Vaticano II, el Catecismo dice: “La Tradición y la Sagrada Escritura ‘están íntimamente unidas y compenetradas’”.24 Por otra parte, “la Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo… a los apóstoles, y la transmite íntegra… De ahí resulta que la Iglesia, a la cual está confiada la transmisión y la interpretación de la Revelación ‘no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así se han de recibir y respetar [la Escritura y la Tradición] con el mismo espíritu de devoción’”.25
Esta declaración oficial expresa con sorprendente claridad la enseñanza católica de que Scriptura et Tradition, es decir, la Escritura y la Tradición, son los dos canales de la revelación divina y constituyen la autoridad normativa para definir las creencias y las prácticas católicas.
Evaluación de la visión católica
Al hacer de sus enseñanzas tradicionales la “transmisión viva” de la Palabra de Dios, “llevada a cabo en el Espíritu Santo”,26 la Iglesia Católica ha reducido sustancialmente y, en última instancia, ha sustituido la autoridad de la Biblia. El cardenal James Gibbons reconoce este hecho, al decir:
“Las escrituras solas no contienen todas las verdades que un cristiano está sujeto a creer, ni impone explícitamente todos los deberes que está obligado a practicar”.27
En la misma línea, el profesor católico John L. McKenzie, de la Universidad de Notre Dame, declara: “La Biblia es la Palabra de Dios, pero fue la iglesia la que pronunció la palabra. Es la iglesia la que le da la Biblia al creyente…”.28 Al elevar su autoridad de enseñanza, conocida como Magisterio, por sobre la autoridad de la Biblia, la Iglesia Católica ha tenido éxito a través de los siglos en promulgar una hueste de dogmas que abiertamente violan las claras enseñanzas bíblicas. Las siguientes enseñanzas católicas populares, aunque no bíblicas, se examinarán en los capítulos posteriores: la inmortalidad del alma, la sacralidad del domingo, la primacía papal, el bautismo infantil, la veneración y la intercesión de María y de los santos, la penitencia, las indulgencias, el purgatorio y el tormento eterno en el infierno.
La Escritura, ¿necesita complementarse con la Tradición?
Es pura arrogancia el hecho de que alguna iglesia afirme que sus enseñanzas son la “transmisión viva” de la Palabra de Dios que conduce a los creyentes a la “verdad plena” contenida solo parcialmente en la Escritura.
Pero esto es lo que afirma la Iglesia Católica: “La comunicación que el Padre ha hecho de sí mismo por su Verbo en el Espíritu Santo sigue presente y activa en la Iglesia…”.29 A través del Espíritu Santo, “la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo entero, va introduciendo a los fieles en la verdad plena”.30 (La cursiva es nuestra.)
La noción de que la Biblia contiene solo verdades parcialmente reveladas para ser complementadas por la enseñanza de la Iglesia Católica niega el poder infinito de la Escritura. Pablo declara que “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16-17). Observe que la Escritura contiene todas las enseñanzas necesarias para que un creyente sea “perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. No hay necesidad de Tradición para complementar la Escritura.
Jesús habló claramente en contra de la manera engañosa en que la tradición puede socavar la autoridad de la Escritura. “Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición… invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido” (Mar. 7:9, 13).
Los escritores del Nuevo Testamento constantemente apelaban a las Escrituras, no a la Tradición, para defender la validez de su enseñanza (Mat. 21:42; Juan 2:22; 1 Cor. 15:3-4; 1 Ped. 1:10-12; 2:2; 2 Ped. 1:17- 19). Pablo elogió a los bereanos por examinar las enseñanzas sobre la base de la Escritura, no de la tradición. “Recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hech. 17:11).
Está claro que la revelación de Dios contenida en las Escrituras ha sido y todavía sigue siendo la autoridad final para definir las creencias y las prácticas cristianas. Cualquier intento de sustituir la autoridad de la Biblia por la autoridad de la enseñanza de cualquier iglesia representa, como dijo Jesús, una “buena manera… de dejar a un lado los mandamientos de Dios para mantener sus propias tradiciones… Así, por la tradición que se transmiten entre ustedes, anulan la palabra de Dios” (Mar. 7:9, 13, NVI).
Parte 4
LA INTERPRETACIÓN ADVENTISTA DE LA NATURALEZA DE LA BIBLIA
Los adventistas del séptimo día sostienen que la Biblia es la única revelación de la voluntad y del plan de Dios para la humanidad. La aceptan como autoridad infalible y normativa para definir creencias y prácticas. Creen que, en este Libro, Dios le proporcionó a la humanidad el conocimiento necesario para la salvación.
La primera Creencia Fundamental de la Iglesia Adventista del Séptimo Día ofrece una declaración concisa de la creencia de la iglesia acerca de la Biblia: “Las Santas Escrituras, el Antiguo y el Nuevo Testamento son la Palabra escrita de Dios, dadas a los hombres santos por divina inspiración de Dios quienes hablaron y escribieron así como fueron movidos por el Espíritu Santo. En Su Palabra Dios ha entregado al hombre el conocimiento necesario para la salvación. Las Santas Escrituras son la infalible revelación de Su voluntad. Ellas son el estandarte de su carácter, la prueba de experiencia, el revelador autoritario de doctrinas, y la confiable anotación de los hechos de Dios en la historia”.
Esta Creencia Fundamental muestra que los adventistas reconocen, junto con otros cristianos conservadores, que la Biblia es divinamente inspirada y que contiene la revelación infalible de la voluntad de Dios para nuestra vida. Aceptan plenamente la autoridad divina y la completa fiabilidad de las Escrituras, pero nunca han defendido la doctrina de la falta de error bíblica.
Objeciones adventistas a la falta de error absoluta
Los adventistas no aprueban la doctrina de la falta de error bíblica por cinco razones significativas. Primero, los adventistas creen que los escritores bíblicos fueron calígrafos de Dios y no la pluma del Espíritu Santo. Estuvieron plenamente involucrados en la producción de sus escritos. Algunos de ellos, como Lucas, reunieron información entrevistando a testigos oculares del ministerio de Cristo (Luc. 1:1-3). Otros, como los autores de Reyes y de Crónicas, hicieron uso de registros históricos que tenían disponibles. El hecho de que ambos escritores y sus fuentes eran humanos, hace que sea poco realista el hecho de que no haya declaraciones inexactas en la Biblia.
Segundo, los intentos de los defensores de la falta de errores de la biblia de reconciliar las diferencias entre las descripciones bíblicas del mismo evento a menudo dan como resultado interpretaciones distorsionadas e inverosímiles de la Biblia. Por ejemplo, Harold Lindsell trata de reconciliar los relatos divergentes de la negación de Pedro al cantar el gallo proponiendo que Pedro negó a Jesús ¡un total de seis veces!31 Esas especulaciones infundadas pueden ser evitadas simplemente aceptando la existencia de discrepancias menores en el relato de los evangelios de la negación de Pedro.
Tercero, al basar la veracidad y la infalibilidad de la Biblia en la exactitud de sus detalles, la doctrina de la falta de error ignora que la función principal de la Escritura es revelar el plan de Dios para nuestra salvación.
La Biblia no tiene por fin suministrarnos información geográfica, histórica o cultural exacta, sino simplemente revelarnos que Dios nos creó perfectos, que nos redimió completamente y que finalmente nos restaurará.
Cuarto, los adventistas encuentran que la doctrina de la falta de error bíblica carece de sustento bíblico. En ningún lugar los escritores bíblicos afirman que sus declaraciones son inerrantes. Ese concepto ha sido deducido de la idea de la inspiración divina. Se asume que, puesto que la Biblia es divinamente inspirada, también debe ser inerrante. Pero la Biblia nunca equipara inspiración con falta de error. La naturaleza de la Biblia debe definirse deductivamente, es decir, considerando todos los datos provistos por la Biblia misma, en vez de inductivamente, es decir, sacando conclusiones de premisas subjetivas. Un análisis deductivo de las discrepancias existentes en la Biblia no apoya la visión de la falta de error absoluta.
El papel humano en la producción de la Biblia
Una razón final de por qué los adventistas rechazan la doctrina de la falta de error bíblica es el reconocimiento del papel humano en la producción de la Biblia. “La Biblia nos muestra a Dios como autor de ella; y sin embargo fue escrita por manos humanas, y la diversidad de estilo de sus diferentes libros muestra la individualidad de cada uno de sus escritores. Las verdades reveladas son todas inspiradas por Dios (2 Tim. 3:16); y con todo están expresadas en palabras humanas. Y es que el Ser supremo e infinito iluminó con su Espíritu la inteligencia y el corazón de sus siervos”.32
Al contrario de La Declaración de Chicago sobre la falta de error bíblica que afirma que la Biblia fue verbalmente dada por Dios, los adventistas creen que el Espíritu Santo impresionó a los escritores bíblicos con pensamientos, no con palabras. “No son las palabras de la Biblia las inspiradas, sino los hombres son los que fueron inspirados. La inspiración no obra en las palabras del hombre ni en sus expresiones, sino en el hombre mismo, que está imbuido con pensamientos bajo la influencia del Espíritu Santo”.33
Dios inspiró a hombre, no sus palabras. Esto significa que la Biblia “no es la forma del pensamiento y de la expresión de Dios… Con frecuencia los hombres dicen que cierta expresión no parece de Dios.
Pero Dios no se ha puesto a sí mismo a prueba en la Biblia por medio de palabras, de lógica, de retórica. Los escritores de la Biblia eran los escribientes de Dios, no su pluma”.34
Los adventistas del séptimo día reconocen la presencia de discrepancias o de inexactitudes en la producción de la Biblia y en la transmisión de su texto. “Algunos nos miran con seriedad y dicen: ‘¿No creen que debe haber habido algún error de copista o de traductor?’ Todo esto es probable… [pero] todos los errores no ocasionarán dificultad a un alma ni harán que ningún pie tropiece, a menos que se trate de alguien que elaboraría dificultades de la más sencilla verdad revelada”.35
La presencia de inexactitudes en la producción o transmisión del texto bíblico es solo un problema para los que desean “ elaborar dificultades de la más sencilla verdad revelada”. La razón es que la presencia de detalles inexactos no debilita la validez de las verdades fundamentales reveladas en la Escritura.
El carácter divino y humano de la Biblia
Los adventistas basan su visión de la naturaleza de la Biblia en dos versículos importantes: “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Tim. 3:16) y “Nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Ped. 1:21). Estos versículos enfatizan el carácter divino-humano de la Biblia. Los mensajes de los escritores bíblicos se originaron en Dios, pero fueron expresados en lenguaje humano, reflejando el contexto cultural y educativo de los escritores.
El reconocimiento de la naturaleza divino-humana de la Biblia excluye las dos visiones equivocadas de la Biblia que hemos analizado en este capítulo. La primera es la visión de los defensores de la falta de errores de la biblia, que exalta el aspecto divino de la Escritura, minimizando la participación humana a fin de asegurar que el texto esté completamente libre de cualquier error.
La segunda es la visión liberal de los críticos que sostienen que los escritos bíblicos simplemente reflejan ideas y aspiraciones humanas. Ellos creen que son el producto de genios religiosos que fueron influenciados, no por la inspiración del Espíritu Santo, sino por la cultura de su tiempo.
Los adventistas rechazan las visiones equivocadas de la Biblia sustentadas por los defensores de la falta de errores de la biblia, por un lado, y por los críticos liberales, por el otro. En cambio, mantienen una visión equilibrada de la Biblia basada en el testimonio de ella (2 Tim. 3:16, 1 Ped. 1:21) acerca de su carácter divino-humano.
Los aspectos divino-humanos de la Biblia se combinan misteriosamente, algo similar a la unión de la naturaleza divina y lo humana de Cristo.
El libro Creencias de los adventistas del séptimo día declara: “Existe un paralelo entre el Jesús encarnado y la Biblia: Jesús era Dios y hombre combinado, lo divino y lo humano hecho uno. De modo que la Biblia es lo divino y lo humano combinado. Como se dijo de Cristo, también se puede afirmar de la Biblia que ‘aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (Juan 1:14). Esta combinación divino-humana hace que la Biblia sea única entre toda la Escritura”.36
La humanidad de la Biblia
La humanidad de la Biblia puede ser vista, por ejemplo, en el uso del koiné griego, que era el lenguaje popular, y no el de la literatura clásica.
También es evidente en el pobre estilo literario de libros como Apocalipsis, que tiene un vocabulario limitado y algunos errores gramaticales. Aparece en el uso de tradiciones orales por parte de hombres como Lucas, o de registros escritos por los autores de Reyes y Crónicas. Se refleja en la expresión de las emociones humanas en lugares como el Salmo 137, que describe el sentimiento de los cautivos hebreos en Babilonia, diciendo: “Hija de Babilonia la desolada, bienaventurado el que te diere el pago de lo que tú nos hiciste.
Dichoso el que tomare y estrellare tus niños contra la peña” (Sal. 137:8-9).
Ese lenguaje violento expresa el dolor de las emociones humanas, pero no el modo de hablar de Dios. El Dios de la revelación bíblica no se deleita en estrellar infantes contra las rocas. Es importante recordar que “Dios no se ha puesto a sí mismo a prueba en la Biblia por medio de palabras, de lógica, de retórica”.37
La divinidad de la Biblia
La unidad subyacente de las enseñanzas de la Biblia sugiere su divinidad. Unos 40 autores escribieron 66 libros en un período de más de 1.600 años, sin embargo, todos comparten la misma visión de la creación, de la redención y de la restauración final. Solo la inspiración divina podría asegurar la unidad temática subyacente de la Biblia a lo largo de los siglos de su composición.
Otra indicación del carácter divino de la Biblia es el impacto sobre la vida y las sociedades humanas. La Biblia conquistó el escepticismo, el prejuicio y la persecución del mundo romano. Ha transformado los valores sociales y las prácticas de las sociedades que aceptaron sus enseñanzas; le ha dado nuevo valor a la vida, un sentido de valor al individuo, una nueva posición a las mujeres y a los esclavos; ha derribado la discriminación social y racial; le ha dado una razón para vivir, amar y servir a incontables millones de personas.
El carácter divino de la Biblia, además, está indicado por su maravillosa concepción de Dios, de la creación, de la redención, de la naturaleza humana y del destino. Esas concepciones elevadas son extrañas en los libros sagrados de las religiones paganas. Por ejemplo, en los mitos de la creación del Cercano Oriente, el descanso de los dioses generalmente se logra eliminando a los dioses molestos o creando seres humanos que trabajen para ellos, a fin de que los dioses descansen.38
Sin embargo, en la creación del sábado, el descanso divino no se obtiene subordinando o destruyendo a los competidores, ni explotando el trabajo de los seres humanos, sino más bien por la finalización de una creación perfecta. Dios descansó el séptimo día porque su obra estaba “acab[ada]… hech[a]” (Gén. 2:2-3). Dejó de hacer para expresar su deseo de estar con su creación, para darles a sus criaturas no solo cosas, sino darse a sí mismo.
Ese concepto tan maravilloso de Dios que entró en el tiempo humano en la creación y en carne humana en la encarnación para convertirse en “Emanuel
–Dios con nosotros–” está ausente en las religiones paganas, donde los dioses
habitualmente participan de los defectos humanos.
La excepcional naturaleza de la Biblia también está indicada por su maravillosa preservación a través de la historia, a pesar de los implacables esfuerzos por destruirla. Anteriormente mencionamos los intentos pasados para suprimir la Biblia por parte de los emperadores romanos, los líderes de las iglesias cristianas y los regímenes comunistas. A pesar de estos intentos deliberados de destruir la Biblia, su texto ha llegado hasta nosotros. Podemos estar seguros de que nuestras Biblias son versiones confiables de los mensajes originales.
Por último, la validez de la Biblia es avalada por consideraciones conceptuales y existenciales. Conceptualmente, la Biblia brinda una explicación razonable de nuestra situación humana y de la solución divina para nuestros problemas. Existencialmente, las enseñanzas de la Biblia le dan significado a nuestra existencia y nos ofrecen razones para vivir, amar y servir. Por medio de ellas podemos experimentar las ricas bendiciones de la salvación.
CONCLUSIÓN
Hemos investigado brevemente la controversia entre la falibilidad y la falta de error de la Biblia. Hemos notado que la Biblia está siendo atacada actualmente por amigos y enemigos. El péndulo oscila hacia ambos extremos.
Por un lado, los críticos liberales reducen la Biblia a un libro estrictamente humano lleno de errores, desprovisto de revelaciones sobrenaturales y manifestaciones milagrosas. Por otro lado, algunos evangélicos conservadores elevan la Biblia a un nivel tan divino, que pasan por alto la dimensión humana de la Escritura. Afirman que la Biblia no tiene absolutamente ningún error en todas sus referencias históricas, geográficas, cronológicas, cosmológicas, científicas, etc.
Finalmente, tanto las posturas de la falibilidad como de la infalibilidad son visiones extremas extrañas a la Biblia que socavan la autoridad de la Biblia, haciéndola demasiado humana o demasiado divina. La solución a estas posturas extremas ha de hallarse en la palabra clave: equilibrio; un equilibrio que reconozca tanto el carácter divino como humano de la Biblia.
A su manera, la Iglesia Católica le ha quitado autoridad a la Biblia, haciendo que sus enseñanzas tradicionales sean la “transmisión viva” de la Palabra de Dios. Esto ha posibilitado que a lo largo de los siglos la Iglesia Católica promulgue una gran cantidad de enseñanzas que no son bíblicas y que han sido en gran parte las responsables de conducir a innumerables cristianos a la apostasía.
La Iglesia Adventista del Séptimo Día históricamente ha mantenido una visión equilibrada de la Biblia al reconocer tanto su carácter divino como humano. Los adventistas creen que la Biblia es el producto de una combinación misteriosa de la participación divina y humana. La fuente es divina, los escritores son humanos, y los escritos contienen pensamientos divinos en lenguaje humano. Esta combinación única nos ofrece una revelación digna de confianza e infalible de la voluntad y el plan de Dios para nuestra vida actual y nuestro destino futuro. Como se declara en la primera Creencia Fundamental de los adventistas del séptimo día: “Las Sagradas Escrituras, compuestas del Antiguo y el Nuevo Testamento, son la Palabra de Dios escrita, otorgada por inspiración divina mediante hombres santos de Dios que hablaron y escribieron movidos por el Espíritu Santo. En su Palabra,
Dios ha transmitido al hombre el conocimiento necesario para la salvación.
Las Sagradas Escrituras son una revelación infalible de su voluntad. Son la norma de carácter, la prueba de la experiencia, la autoridad reveladora de las doctrinas, y el registro fidedigno de los hechos de Dios en la historia”.39
NOTAS DEL CAPÍTULO 1
1. S. R. Maitland, Facts and Documents, 1832, pp. 192-194.
2. D. Lortsch, Historie de la Bible en France, 1910, p. 14.
3. Loraine Boettner, Roman Catholicism, 1962, p. 97.
4. Nostis et Nobiscum # 14, Papal Encyclicals Online, www.papalencyclicals.
net/Pius09/p9nostis.htm; la cursiva es nuestra.
5. James Orr, “Biblical Criticism”, International Standard Bible Encyclopedia, t. 1, p. 120.
6. Clark H. Pinnock, “Baptists and Biblical Authority”, en Ronald Youngblood, ed., Evangelicals and Inerrancy, 1984, p. 155.
7. A. H. Strong, A Tour of the Missions: Observations and Conclusions, 1918, pp. 170-174.
8. Earle E. Cairns, Christianity Through the Centuries: A History of the Christian Church, 1981, 1, p. 412.
9. David Dockery, “Variations on Inerrancy”, SBC Today (mayo de 1986), pp. 10-11.
10. David Dockery, “Can Baptists Affirm the Reliability and Authority of the Bible”, SBC Today (marzo de 1985), p. 16.
11. “La declaración de Chicago sobre la falta de error bíblica”, http:// www.escriturayverdad.cl/CONFESIONES%20DE%20FE/Declaracin%20d
e%20Chicago.pdf
12. Stephen T. Davis, The Debate about the Bible: Inerrancy versus Infallibility, 1977, p. 23.
13. Stephen L. Andrew, “Biblical Inerrancy”, Chafer Theological Seminary Journal 8, N° 1, (enero-marzo de 2002): 2-21.
14. Ver Claude Welch, Protestant Thought in the Nineteenth Century, t, 1, 1972.
15. Jack Rogers, ed., Biblical Authority, 1977, p. 175.
16. Harold Lindsell, “The Infallible Word”, Christianity Today, (25 de agosto de 1972), p. 11. Ver también R. C. Sproul, “The Case of Inerrancy: A Methodological Analysis”, en John W. Montgomery, ed., God’s Interrant Word, 1974, p. 257.
17. Everett Harrison, “The Phenomena of Scripture”, en Carl F. H. Henry, ed., Revelation and the Bible, 1958, p. 250.
18. Apéndice A, en Graeme Bradford, More than a Prophet, 2007, pp. 238-238.
19. R. Rendtorff, “Pentateuchal Studies on the Move”, Journal for the Study of the Old Testament, 3, 1976, p. 45.
20. Merrill C. Tenny, “The Legitimate Limits of the Biblical Criticism”, en Evangelicals and Inerrancy, Ronald Youngblood, ed., 1983, p. 33.
21. Stephen T. Davis (nota 12), p. 25.
22. Citado por Harold Lindsell, The Bible in the Balance, 1979, p. 220.
23. Catecismo de la Iglesia Católica, http://www.mscperu.org/catequesis/ cat1.htm
24. Ibíd.
25. Ibíd.
26. Ibíd.
27. James Cardinal Gibbons, The Faith of Our Fathers: Being A Plain Exposition and Vindication of the Church Founded by Our Lord Jesus Christ, 110° edición revisada, 1917, p. 89.
28. John L. McKenzie, The Roman Catholic Church, 1971, p. 264.
29. Catecismo, http://www.mscperu.org/catequesis/cat1.htm 30. Ibíd.
31. Harold Lindsell, The Battle for the Bible, 1976, pp. 174-176.
32. Elena de White, Mensajes selectos, t. 1, p. 28.
33. Ibíd., p. 24.
34. Ibíd.
35. Ibíd., p. 18.
36. Creencias de los adventistas del séptimo día, p. 15.
37. Elena de White, Mensajes selectos, t. 1, p. 24.
38. Para analizar, ver R. Pettazzoni, “Myths of Begining and Creation- Myths”, en Essays on the History of Religion, trad. H. T. Rose, 1954, pp.
24-36. Un tratamiento breve pero informativo se encuentra en Niels-Erik A. Andreasen, The Old Testament Sabbath, SBL Dissertation Series 7, 1972, pp. 174-182. Por ejemplo, en la epopeya de la creación babilónica Enuma elish, el dios Marduc dice: “En verdad, hombre salvaje crearé. ¡Se le encomendará que sirva a los dioses, para que ellos puedan descansar!” (James B. Pritchard, ed., Ancient Near Eastern Texts, 1950, [UT krt A 206-211], p. 68.)
39. Creencias de los adventistas del séptimo día, p. 10.
0 comentarios