Analisis de Juan 20:23
Analisis de Juan 20:23
El debate acerca de este texto se prologa desde hace siglos, particularmente
antes y después de la Reforma Protestante. El tema del perdón
es un acto propio de la gracia divina en favor de sus criaturas en rebelión;
fue puesto a nuestro alcance gracias al sacrificio de Jesús. Sea cual
fuere la conclusión que extraigamos de este principio, debe fundamentarse
en el contexto de esta realidad.
1. El perdón y las ofensas personales: La disposición a perdonar
que Dios manifiesta se espera que sea imitada por los creyentes. Cristo dijo:
«Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere,
perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces
al día volviere a ti diciendo: Me arrepiento; perdónale»
(Luc. 17:3, 4). Esta disposición generosa se origina en el magnánimo
modelo divino, que no demora en perdonar: «Antes sed benignos unos con
otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como también
Dios os perdonó a vosotros» (Efe. 4:32).
2. El perdón y la disciplina eclesiástica. Aunque el verbo «perdonar»
no es utilizado en Mateo 16:19 y 18:18, el contexto del último versículo
sugiere que la autoridad para «atar» y «desatar» incluye
el concepto de administrar disciplina, y de perdonar a los que se arrepientan.
Dicha responsabilidad fue confiada a la iglesia, pero no a ninguna persona en
particular dentro de la grey. Aunque es verdad que en primer lugar Jesús
se dirigió a Pedro (Mat. 16:19) «Y a ti te daré las llaves
del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado
en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en
los cielos.», al mismo tiempo estaba incluyendo a los otros apóstoles
(Mat. 18:18) «De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra,
será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será
desatado en el cielo.» Literalmente, el texto puede traducirse de este
modo: «Todo lo que atares en la tierra debería haber sido atado
en el cielo, y todo lo que desatares en la tierra debería haber sido
desatado en el cielo». Las decisiones de la iglesia deben reflejar las
resoluciones adoptadas previamente en el cielo. Esto solo es posible sabiendo
cuál es la voluntad de Dios, la que está explícitamente
definida en la Palabra de Dios.
3. El perdón y la proclamación del evangelio. El versículo
de Juan 20:23 parece que no se encuadra en los dos casos ya citados. Sí,
Jesús se está dirigiendo a sus discípulos, pero en el texto
ellos figuran representando a la iglesia. Por intermedio de ellos Jesús
tenía el propósito de instruir a su iglesia.
Primero, necesitamos examinar el contexto. Después de la resurrección
Jesús apareció a sus discípulos, y después de saludarlos,
les dijo: «… Como me envió el Padre, así yo os envío…»
(Juan 20:21). Entonces, les dio el Espíritu Santo. Jesús estaba
comisionando a sus discípulos en la misión que el Padre le había
encomendado a él. Dotándolos del Espíritu Santo (vers.
22), les dijo: «A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos;
y a quienes se los retuviereis, les son retenidos» (vers. 23). Debían
ir por el mundo ya sea para perdonar o no perdonar los pecados de la gente.
Segundo. En el texto no existe nada que permita inferir que Jesús estaba
estableciendo ya sea la práctica eclesiástica de la confesión
auricular o la de la absolución de los pecados posbautismales por parte
de un representante de la iglesia. Estas prácticas fueron establecidas
posteriormente, después de la era apostólica, razón por
la cual no debe considerarse que están implícitas en los textos
que estamos comentando.
Tercero. Juan sabía bien que cuando confesamos nuestros pecados a Dios,
él nos perdona en Cristo (1 Juan 1:9). Siendo que ante el Padre Jesús
continúa siendo nuestro sacrificio expiatorio, por lo tanto, el poder
perdonador de su sacrificio no está limitado de manera alguna (1 Juan
2:1, 2; 4:10) «Hijitos míos, estas cosas os escribo para que
no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre,
a Jesucristo el justo. 2Y él es la propiciación por nuestros pecados;
y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.»
; «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en
propiciación por nuestros pecados.»
Finalmente, considerando que la orden impartida por Jesús a sus discípulos incluye este mandato evangélico, podemos utilizar otros versículos que hacen referencia a este mandato, los que nos permiten darle al texto de Juan 20:23 la interpretación debida. En otras palabras, debemos utilizarse textos que nos ayuden a comprender los versículos que al parecer son de comprensión más difícil. En este caso, Lucas 24:47 es muy bueno.
Después de la resurrección Cristo apareció a los discípulos
para decirles que en su nombre, en todas las naciones, predicaran el arrepentimiento
y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén (véase
Luc. 24:47) «y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el
perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.»
Los discípulos y la iglesia perdonan pecados en el sentido de que la
misión encomendada a ellos tiene el propósito de que cada persona
tenga la ocasión de ser confrontada con el evangelio del juicio y la
salvación (Juan 3:16; 12:31) «Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que
en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.» ; «Ahora
es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será
echado fuera.«
Cómo la gente reacciona a este tipo de proclamación deja en manos
de la iglesia decidir quién se unirá a ella y quién no.
En otras palabras, la autoridad concedida por Cristo a la iglesia —de perdonar
o no los pecados—consiste en la facultad de predicar el evangelio y decidir
quien puede o no ser bautizado. Esta misión debe ser abordada con mucha
seriedad.
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