Comentario Bíblico sobre Santiago Capitulo 1
Comentario Bíblico sobre Santiago Capitulo 1
1 » SANTIAGO, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud. »
Santiago. El hecho de que el apóstol se refiera a sí mismo de una manera tan sencilla, demuestra que era bien conocido y no necesitaba de una mayor identificación. Sin embargo, hoy día es grande la incertidumbre en cuanto a cuál Santiago (Jacobo) del NT es el autor de esta epístola. Respecto al significado del nombre «Jacobo», ver com. Mar. 3:17, y acerca del autor de la epístola, ver pp. 513516.
Siervo. Gr. dóulos, «esclavo» » (ver coro. Rom. 1: 1). Con sencilla dignidad Santiago se llama a sí mismo «siervo», o mejor «esclavo», y no «apóstol», título que sin duda podría haber usado con toda justicia. Aunque Santiago era un misionero digno de respeto en el reino de Cristo de esta tierra, sólo se da el título de «esclavo». Da, pues, un digno ejemplo para todos los que llevan responsabilidades en la iglesia. No hay honor más grande que ser «siervo» o «esclavo» de Dios.
Del Señor. Santiago reconoce que sus credenciales como «siervo» lo convierten en representante del Padre y del Hijo. Aunque en esta epístola con frecuencia se alude a las enseñanzas de Cristo, la única otra referencia directa al Señor, por nombre, está en cap. 1. Las doce tribus. Las doce tribus de Israel (ver Gén. 35:22-26; 49:28; Hech. 7:8). Las diez tribus del reino del norte habían sido llevadas cautivas por los asirios en el año 722 a. C. (2 Rey 17:6, 23), y sólo unos pocos de sus descendientes regresaron a Palestina (cf. com. Esd. 6:17; 8:35). Sin embargo, hay algunas indicaciones de que en los días del NT aún eran reconocidas por lo menos algunas de esas tribus. Por ejemplo, Ana era de la tribu de Aser (Luc. 2:36; ver com. Hech. 26:7). Pero Santiago podría haber usado la frase «doce tribus» para referirse en forma general y colectiva a los judíos, sin tener en cuenta su procedencia tribal.
Algunos sostienen que Santiago está hablando de las doce tribus del Israel espiritual (ver com. Apoc. 7: 4); otros, que su carta está principalmente dirigida a los cristianos de origen judío. Este Comentario apoya el segundo punto de vista. Pero cualquiera que sea la opinión a la cual uno se incline, no varía la instrucción espiritual de la epístola.
Santiago indica claramente que tanto él como sus lectores son judíos. Por ejemplo, se refiere a Abrahán como a «nuestro padre» (cap. 2:2 l) y a la «congregación [literalmente, sinagoga]» (vers. 2), el lugar donde solían reunirse los judíos (ver t. V, pp. 57-59). Pero el autor y los lectores a los que originalmente fue dirigida la epístola también eran cristianos, como lo demuestran las repetidas referencias a Jesucristo como «Señor» (cap. l: 1, 7; 2: l; 5:7, 11). Por eso, al escribir a «las doce tribus» de «la dispersión», Santiago se está dirigiendo a cristianos de origen judío en diferentes lugares de todo el mundo romano (cf. 1 Ped. l: l). No hay razón para pensar que escribía a judíos inconversos, o que anticipaba que la carta necesariamente sería leída por miembros de todas las doce tribus de Israel.
Debe recordarse que, en general, los cristianos de origen hebreo de los tiempos apostólicos siempre se consideraban como judíos piadosos, que en cierto sentido permanecían siendo fieles al judaísmo y que, en diversos grados, anticipaban que mediante Jesucristo se realizaría el cumplimiento final de todas las promesas hechas a Israel por los profetas de antaño (cf Hech. 1:6). Pocos de ellos entendían que Israel, como nación, había perdido, en beneficio de la iglesia cristiana, el mandato divino de ser el pueblo escogido de Dios (ver t. IV, pp. 37-38). La mención de las «doce tribus» recordaría a esos cristianos judíos su primitiva historia nacional, y les inspiraría la esperanza de que, en Cristo, pronto podrían poseer la rica herencia prometida a sus padres (ver t. IV, pp. 28-32). Hasta Pablo, el apóstol de los gentiles, usa el término «doce tribus» (Hech. 26:7; cf. Mat. 19:28; cf. com. Rom. 11:25-146).
En la dispersión. Cf. 1 Ped. 1: 1. Se hace referencia específica a la dispersión de los judíos entre las otras naciones en el tiempo de Ester (Est. 3:8) y en Pentecostés (Hech. 2:5, 9-11; ver t, VI, mapa p. 140). En cuanto a los judíos de la dispersión, ver t. V, pp. 61-62. El propósito original de Dios era que los judíos fueran misioneros para todo el mundo. Aunque Israel dejó de cumplir este plan, tal como era su propósito original, el efecto de los dos cautiverios cumpliría -en parte- el propósito inicial de Dios. Se trata más ampliamente el plan divino para Israel en el t. IV, pp. 28-32.
Salud. Gr. jáiro, «regocijarse». Compárese con el uso que tiene en Luc. 1:28; ver com. Rom. 1:7. También se usaba al despedirse con el sentido de «el gozo te acompañe». Compárese con la forma hebrea de saludar (ver coro. Jer. G: 14). Este saludo no aparece en otros pasajes de las epístolas. Su uso en Hech. 15:23 es una de las pocas peculiaridades de estilo que insinúan una posible identificación del autor de esta epístola con el Jacobo de la última parte de Hechos (ver pp. 513516).
2 » Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3 » sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. » 4 » Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. »
2. Hermanos míos. El apóstol expresa desde el comienzo el espíritu de hermandad que lo une con sus lectores. Lo cálido del afecto revelaría la naturaleza constructiva de sus admoniciones acerca de problemas de la vida diaria. Santiago usa 15 veces esta forma de dirigirse a sus lectores, o sea un promedio de una vez en cada 7 versículos. Es un esfuerzo evidente para destacar el vínculo de hermandad que unía su corazón con el de ellos en la comunión cristiana.
Tened por. «Considerad», «estimad», «pensad». Los cristianos tienen el privilegio y el deber de considerar con inteligencia las pruebas y las dificultades que los asaltan en su sendero. Necesitan estudiar y comprender el propósito que tiene Dios al permitirlas (ver com. Job 42:5; Sal. 38:3; 39:9; Mat.6:13; Rom. 8:28).
Sumo gozo. Es decir, un gozo puro. Las pruebas y las dificultades de la vida no deben abrumar, desanimar ni chasquear al cristiano maduro, quien lo soporta todo con fe y esperanza, «como viendo al Invisible» (Heb. 11:27). El gozo y el valor del cristiano no se basan en las circunstancias externas que con frecuencia pueden ser sumamente desagradables, sino en la fe en la providencia soberana de Dios y en una comprensión inteligente de la forma en que él trata a los seres humanos. Las filosofías humanas, ya sean religiosas o seculares, quizá preparen a los hombres para enfrentarse filosóficamente a las dificultades, con un espíritu tranquilo y paciente; pero el cristianismo enseña a los hombres a estar gozosos en tales circunstancias debido a una comprensión inteligente de las causas del sufrimiento y mediante su fe en Dios.
Cuando os halléis. El cristiano debe esperar periódicamente «pruebas»; esto es evidente por la palabra «cuando», o más literalmente «cuando quiera». Esas situaciones por regla general no son buscadas, ni esperadas, ni tampoco se les da la bienvenida. Además, las «pruebas» aquí mencionadas por Santiago indudablemente constituyen obstáculos mayores que fácilmente podrían abrumar al que o ha «confiado» en Dios (ver com. Isa. 26:3-4).
Diversas. O «varias». Las «pruebas» a las cuales está sujeta la humanidad son múltiples, particularmente los cristianos.
Pruebas. Gr. Peirasmós, «Prueba», «dificultad», «aflicción», «tentación» (al pecado, ver com. Mat. 6:13; cf. com. Mat. 4: 1). Peirasmós incluye aflicciones, como enfermedades, persecuciones, pobreza y calamidades. Las dificultades, ya sea que hayan sido causadas expresamente por Satanás para tentar a un hombre a pecar, o sólo para molestarle y acosarlo, son siempre una prueba para la vida cristiana.
Hasta los más fervientes cristianos con mucha frecuencia no pueden comprender el ministerio del sufrimiento y de las pruebas en la formación del carácter. Como resultado no sólo no aprovechan esas vicisitudes como podrían hacerlo, sino que hacen que su camino sea más duro, y pierden la comunión con Dios que, de otra manera, podría haber sido suya. No hay ninguna vicisitud de la vida, no importa cuán amarga o desanimadora sea, que por la providencia de Dios y la gracia de Cristo no pueda contribuir al crecimiento cristiano, a acercarnos más a Dios y a enriquecer nuestra comprensión de su amor para nosotros. Pablo es el ejemplo clásico del NT en cuanto a la forma en que un cristiano puede convertir toda derrota en una victoria (ver com. 2 Cor. 2:14; 4:8-11; 12:7-10). Un análisis más completo de la actitud cristiana frente a las pruebas y el sufrimiento, se halla en com. Sal. 38:3.
3. Sabiendo. El vers. 3 presenta la base para el regocijo que se menciona en el vers. 2. Santiago recuerda a sus lectores que el gozo personal, en medio de las aflicciones de la vida, sólo puede ser sentido por los que les hacen frente con una sana y firme filosofía cristiana.
Prueba. Gn dokímion, como sustantivo, «prueba» o «medio de prueba»; como adjetivo neutro, «lo aprobado», «lo genuino»; «la calidad probada» (BJ). Esta palabra se refiere no sólo a la prueba de la fe de un cristiano, sino en forma más precisa al atributo de la fe que la hace triunfar sobre los problemas de la vida. En los papiros (ver t. V, pp. 106- 1 08) se usa en relación con el oro para describir el «oro genuino», es decir, el oro que pasa la prueba porque es genuino. Por eso la frase «la prueba de vuestra fe» podría referirse a la fe que está a la altura de la prueba.
Fe. Gr. pístis , «fe», «creencia», «confianza», «fidelidad». Santiago habla de la fe que se ha enfrentado victoriosamente con los diversos problemas de la vida, o sea las «diversas pruebas». Cada conflicto con la «prueba» fortalece la fe y la fidelidad del cristiano victorioso 521 Así como un veterano fogueado en muchas batallas, que ha aprendido a enfrentarse con confianza a los peligros es más digno de confianza que un recluta bisoño, de la misma manera el cristiano victorioso se halla mejor preparado para las futuras pruebas que aquel cuya fe aún no ha sido probada.
Esta fe es la convicción inmutable de que Jesucristo tiene un plan satisfactorio para la vida de cada uno y que proporciona la solución para cada prueba. El hombre de fe cree que ninguna persona ni ninguna circunstancia puede desvirtuar el plan que Dios tiene para la felicidad de sus hijos.
Paciencia. Gr. hupomone, » «firmeza», «perseverancia», «constancia», «paciencia» » (ver com. Rom. 5:3). Este poder para resistir es resultado de la fe que ha sido probada y ha triunfado. Es muy común que la palabra «paciencia» sugiera a muchos una simple sumisión pasiva; sin embargo, hupomone destaca el poder activo y permanente que hace triunfar a los hombres sobre sus «diversas pruebas» (ver Luc. 8:15; Rom. 2:7; Heb. 10:36; Apoc. 14:12). Esta cualidad positiva del carácter es necesaria para todos los que hacen frente a difíciles adversidades, ya sea de naturaleza personal, o las que a menudo hay que enfrentar cuando se procura hacer progresar la causa de Dios. Por la fe creemos que Dios está actuando con nosotros, y esta convicción crea una estable firmeza que es invencible.
4. Tenga. La adquisición de una paciente perseverancia es, en realidad, el proceso de desarrollar un carácter semejante al de Cristo. Para obtener el resultado que se espera de una paciencia activa, que es en sí producto de una fe gozosa, no debemos limitar ni debilitar nuestro poder de resistir debido a nuestras murmuraciones, quejas o rebeliones. Ver com. Isa. 26:3.
Obra completa. «Perfecta su obra» » (RVA); » «obra perfecta» » (BC, NC). Ver. com. Mat. 5:48. La mejor forma de expresar el significado es: «La paciente resistencia continúe hasta que haya completado su tarea». Compárese con Juan 17:4, en donde Jesús habla de haber llevado adelante su tarea fijada hasta terminar «la obra».
Perfectos y cabales. No debe faltar ni un solo rasgo deseable en el carácter Cada uno debe ser perfectamente desarrollado. Estos dos adjetivos juntos sugieren la más completa adquisición posible de una vida semejante a la de Cristo. La paciente resistencia nos ayudará a cumplir esta tarea de reproducir el carácter de Cristo, que es la «obra» que Dios nos ha dado para que hagamos.
5.» Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. «
Si alguno. Basándose quizá en su propia experiencia. Santiago se da cuenta de que sus hermanos en la fe no han alcanzado todavía la meta deseada de la madurez cristiana que se describe en el vers. 4. Ahora explica cómo cualquiera puede hallar el poder y el entendimiento que lo convertirán en un cristiano victorioso en medio de los problemas de la vida.
Falta. Gr. , «no alcanzar». Compárese con el uso de este vocablo en Luc. 18:22.
Sabiduría. Gr. Sofía, «sabiduría», «sagacidad», «prudencia» » (ver com. Luc. 2:52; 1 Cor. 1: 17). Esto incluye aun más que el conocimiento exacto, porque el simple conocimiento no garantiza un proceder correcto ni siquiera el razonamiento correcto. » Sabiduría nos ayuda a dar el verdadero valor a todo lo que exige nuestra atención, y nos asegura el debido uso del conocimiento cuando nos esforzamos por proceder con rectitud.
Pídala. La sabiduría debe buscarse constantemente para poder enfrentar con éxito cada nueva prueba de fe y resistencia, como se vio en los vers. 3 y 4. Muchos problemas de la vida son desconcertantes para el que no sabe hacerles frente dándoles un enfoque cristiano. Para ver la vida como Dios quiere que la veamos, diariamente necesitamos asegurarnos de que nuestros ojos han sido ungidos con el óleo de la sabiduría celestial. Ver com. Mat. 7: 1 l; Luc. 18: 1-18.
Dios, el cual da. El AT se refiere a menudo a esa sabiduría que sólo Dios puede dar al hombre (ver Prov. 2:6). Mediante su Santa Palabra Dios nos reanima en medio de las complejas y difíciles pruebas, y debido al enfoque celestial que esa sabiduría nos proporciona podemos tener «por sumo gozo» cuando los problemas de la vida nos abruman.
Nuestro Dios es uno que «da» y también un Dios «justo»» y «»amante» . En Sal. 145:17-19 se sugiere que debido a que el Señor es «justo», siempre está dispuesto a cumplir «el deseo de los que le temen». Dios es generoso por naturaleza (ver com. Juan 3:16), y no podemos atribuirle mayor honor que buscar con humildad sus dádivas de sabiduría y fortaleza día tras día.
Abundantemente. «Generosamente» (BJ, BC), «sinceramente». Dios se goza en dar. Cuando un hombre busca sabiduría, Dios 522 responde su pedido sin vacilación y con buena voluntad. Dios no da con mezquindad ni parcialidad. «Sin echarlo en cara» » (BJ).
Sin reproche. Dios no nos censura por nuestros muchos fracasos, ni nos recuerda constantemente las continuas mercedes que ya nos ha concedido. Santiago está procurando destacar el contraste entre la forma en que Dios imparte sus dádivas y cómo los seres humanos a menudo humillan o avergüenzan a los que reciben sus favores. Este hecho debe animarnos a presentar con confianza nuestras peticiones delante de Dios. Debemos ir a él como hijos que buscan el amor y la ayuda de un Padre solícito (ver Heb. 4:16; com. Mat. 7:11).
Le será dada. El requisito que aquí se presenta para recibir sabiduría de Dios es pedirla con sinceridad. Para el mejor beneficio del hombre, Dios no concede todo pedido; pero si con sinceridad buscamos sabiduría, nos será dada. Dios puede dar sabiduría al hombre de varias maneras. Podría aumentar la comprensión que tenemos de su Palabra, de modo que discernamos claramente su voluntad para nosotros. Podría impresionar nuestro corazón mediante su Espíritu Santo en cuanto al curso de acción que es mejor para nosotros (ver Isa. 30:2 l). O podría hablarnos por medio de amigos, o dirigir los acontecimientos y las circunstancias de tal modo que nos revelen la voluntad divina. Sin embargo, Dios nos ha dado inteligencia y lo honramos cuando la usamos para resolver los problemas de la vida bajo la conducción del Espíritu Santo. No sería sabio que él hiciera por nosotros lo que él quiere que hagamos nosotros mismos bajo su conducción. Para que podamos adquirir madurez de juicio y de entendimiento (ver Fil. 1: 9), quiere que formemos el hábito de tomar decisiones correctas basadas en los amplios principios de su voluntad, como se revela en las Escrituras. Entonces podrá grabar con más facilidad su voluntad en nuestra mente, y así nos protegerá de los sutiles engaños de Satanás. Si después de haber consultado toda fuente de sabiduría divina que esté a nuestro alcance, presentamos nuestro pedido y, con paciencia y confianza, mantenemos nuestro corazón abierto delante de Dios, reconoceremos su respuesta (ver Mat. 7:7).
6. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
Con fe. O sea, la fe que Dios contestará nuestra petición. «oración sin fe firme, es inútil. Cuando pedimos sabiduría, debemos tener fe y confiar en que la recibiremos (vers. 5). No sólo debemos acudir a la verdadera fuente de bendiciones, sino que tenemos que ir con la verdadera actitud. Debemos acercarnos a nuestro Padre con confianza en su poder y buena voluntad para ayudarnos, apoyándonos en la seguridad de sus promesas, y presentando nuestra necesidad y no nuestros méritos. «[Tener] fe significa confiar en Dios, creer que nos ama y que sabe mejor qué es lo que nos conviene» (Ed 247).
No dudando nada. «Sin vacilar» (BJ, NC); «sin titubear» (BC). El que pide «con fe», no vacilará como si no estuviera seguro de que Dios oirá y contestará su petición. La fe genuina confía en Dios, y el creyente descansa en la seguridad de que sus necesidades serán prontamente satisfechas en la forma en que Dios lo considere mejor. Sin embargo, si una persona duda íntimamente de que Dios oirá su petición, sufre un serio estorbo en recibir la respuesta a su oración. Dios busca la cooperación del hombre para que su respuesta sea posible, y esa cooperación faltará en algo si hay incertidumbre en la persona. La fe genuina se eleva por encima del tiempo y de las circunstancias, haciendo que nuestra fidelidad a Dios sea firme e inmutable en su propósito (PVGM 113). La desconfianza e incertidumbre se describen en el vers. 8 como ‘doble ánimo».
El que duda. «El que vacila» » (BJ, NC). Santiago no está hablando de dudas intelectuales sino de inestabilidad espiritual. El que duda puede estar indeciso no sólo en cuanto a si Dios responderá a su pedido, sino también en cuanto a si él le exigirá más sacrificio del que está dispuesto a hacer. Tiene reservas mentales y sus pensamientos son egocéntricos. No desea con toda su alma la gracia que piden sus labios.
Semejante a la onda. Cuando la mente está llena de incertidumbre o de duda, el alma está tan inquieta y agitada como el océano; pero el que está convencido de que Dios está dispuesto a atender sus necesidades, y el que sin reservas somete los planes de su vida a la voluntad divina, se eleva por encima de sus pruebas y aflicciones. Cf. Isa. 57:20.
Arrastrada por el viento. La ola no tiene estabilidad propia; se halla completamente sujeta a la fuerza del viento. Se levanta y cae a medida que el viento la impulsa en una u otra dirección. El viento representa las circunstancias que pueden influir para que el cristiano dude.
Echada de una parte a otra. Una gráfica descripción del mar sacudido por el viento.
7. » No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. »
No piense. Santiago dice al vacilante que no espere respuesta. La indecisión es más que suficiente para desbaratar el bondadoso propósito de Dios en favor del que vacila, pues si Dios viera conveniente negar su pedido, el chasco que le sobrevendría sólo fortalecería su tendencia a dudar.
Quien tal haga. Literalmente «el hombre ese» ; ( «un hombre como éste» , BJ), «hombre semejante» (NC). La frase «ese hombre» es enfática y un poco despectiva. Describe a la persona cuya fidelidad vacila, que no está segura de las cosas que necesita o del poder de Dios para darlas. Esta persona puede orar, pero como no tiene una fe genuina, su mente no se halla en condiciones de recibir una respuesta positiva (ver com. Juan 4:48). Dios tiene entonces que demorar las respuestas a nuestros pedidos hasta que estemos listos a ser movidos por fe, sin vacilaciones.
Cosa alguna del Señor. Se refiere a favores específicos, pues todo ser humano recibe las bendiciones temporales que Dios concede diariamente (ver com. Mat. 5:45). Las bendiciones especiales que podría haber recibido si hubiese pedido con fe, le son negadas debido a su confianza vacilante. Sin embargo, no debemos deducir que Dios demora sus respuestas hasta que hayamos ganado el derecho a que nuestras oraciones sean respondidas. Nadie merece los favores de Dios. Nuestro único argumento es nuestra necesidad, y también nuestra única esperanza es la misericordia divina, que mueve a Dios a dar «a todos abundantemente» (vers. 5).
Pero Dios no concede sus dádivas en forma indiscriminada. No puede responder a pedidos que fomentarían el orgullo y el egoísmo, y dificultarían el desarrollo del carácter. Debemos estar conscientes de nuestra completa impotencia y de la necesidad que tenemos de una confianza inmutable en las promesas de Dios. La fortaleza de carácter es el resultado de modificar nuestros deseos y nuestras aspiraciones para que se conformen con la sabiduría y la voluntad de Dios, y no de tratar de doblegar la voluntad divina para que se adapte a la nuestra.
8. » El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos. »
Doble ánimo. Gr. dípsujos, literalmente «de dos almas», frase que describe bien al vacilante del vers. 6. Su mente se encuentra dividida entre la atracción de los placeres terrenales y el deseo de ser completamente fiel a Dios. En El peregrino, Juan Bunyan caracteriza a esta clase de personas como el señor «Doscaras». El hombre de «doble ánimo» tiene «dos almas» o responde a dos motivos de lealtad. Compárese con la expresión hebrea «doblez de corazón» » (1 Crón. 12:33). Sin duda Santiago tenía en mente las palabras de Cristo en el Sermón del Monte: «Ninguno puede servir a dos señores» (Mat. 6:24). El de «doble ánimo» vacila entre la fe y la incredulidad, mientras que la persona de un solo propósito no vacila en absoluto.
Los vers. 7 y 8 forman, en el griego, una sola oración y bien podrían traducirse en esta forma: «No piense ese hombre [el vacilante] que el hombre de doble ánimo, siendo inconstante en todos sus caminos, recibirá cosa alguna del Señor».
Inconstante. Gr. akatástatos, «agitado», «inestable», «inconstante». El sustantivo afín de akatástatos comúnmente se usa en el sentido de » «desorden», «confusión», «agitación», «inestabilidad» » , y se une con «guerras» como algo opuesto a «paz» (ver Luc. 21:9; 1 Con 14:33; 2 Cor. 6:5; 12:20).
En todos sus caminos. La inestabilidad del vers. 6 se refiere específicamente a lo que atañe a la oración; pero ahora el apóstol aprovecha esta oportunidad para destacar que un hombre tal es inestable en otras fases de su vida. Todos sus «caminos» -hábitos, acciones, pensamientos- reflejan su doble propósito en la vida, y su experiencia religiosa nunca será satisfactoria, ni para él mismo ni para Dios. La perturbación mental y la confusión en todos los asuntos de la vida son la consecuencia natural de una confianza vacilante en Dios. Necesitamos sabiduría para discernir cómo vivir cada día, pues es una completa necedad confiar algunas veces en uno mismo y otras veces en Dios. El tener un solo propósito, fijo en Dios, es imprescindible para el éxito espiritual del cristiano.
9. » El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; »
Hermano. Santiago deja ahora a un lado la consideración de las pruebas en general, y comienza a tratar dos pruebas en particular: las de la pobreza y las de la riqueza. Al comenzar este delicado tema repite (vers. 2) el afectuoso término «hermano», con el fin de destacar el vínculo común de fraternidad que une a ricos y a pobres en la comunión cristiana. No se debe permitir que ni la pobreza ni la riqueza malogren esta deseable relación entre los cristianos.
De humilde condición. Gr. tapeinós, «humilde», «bajo», «abatido»; es decir de poca jerarquía o situación modesta, en situación de dependencia o de pobreza. Estas palabras contrastan con el «rico» del vers. 10. Esta condición de dificultad económica es una prueba a la cual muchos tienen que enfrentarse. Quizá no pocos miembros de iglesia en los días de Santiago eran despreciados y oprimidos por carecer de bienes materiales, aunque la aceptación de la fe cristiana podría haber sido la causa, por lo menos en parte, de sus dificultades económicas. Esas circunstancias eran una prueba en el sentido de que sacudían su «fe» en Dios y su lealtad al Señor «El hermano que es de humilde condición» siempre está tentado a criticar y ser quisquilloso con su hermano «rico», y el hermano «rico» a pensar que es superior al «hermano… humilde», y a aprovecharse de él.
Gloríese. O «Jáctese». Santiago da aquí una aplicación práctica del principio general presentado en el vers. 2. Con la «sabiduría» (vers. 5) que Dios nos da podemos contemplar la vida en su correcta perspectiva; podemos ver las cosas temporales a la luz de la eternidad. La «sabiduría» atribuye el debido valor a las posesiones terrenales y hace notar que la naturaleza moral del hombre es mucho más importante que sus riquezas; por lo tanto, el progreso espiritual de una persona es mucho más importante que su progreso económico. «Gloriarse» consiste en comprender que a pesar de la falta de riquezas, Dios compensa al cristiano humilde con mucho más que lo que proporcionan los goces de las transitorias posesiones terrenales.
En su exaltación. O «en su elevada jerarquía». La exaltación del hermano más pobre debe consistir en las bendiciones espirituales que recibe ahora y también en el gozo que se le promete para la eternidad, satisfacciones que compensan con creces sus dificultades económicas. Santiago trata de contrastar las abundantes riquezas de las misericordias de Dios con la naturaleza transitoria de las posesiones terrenales (ver 1 Juan 2:16-17). Hay más seguridad en una madura experiencia cristiana que en todas las riquezas del mundo. Los que han aprendido a ver los problemas de la vida desde el punto de vista de Dios, que han adquirido la «sabiduría» de la cual habla Santiago (vers. 5), superan todas las pruebas que puedan sobrevenirles.
10. El… rico. Es decir «el… [hermano] rico», en contraste con el «hermano» pobre del vers. 9. Santiago anima ahora al cristiano rico para que se regocije en las pruebas particulares que tiene que enfrentar. La Biblia no insinúa que tener riquezas en sí y de por sí sea un pecado, o que un rico no puede ser un verdadero seguidor de Dios (ver com. Mat. 19:23). Hay muchos ejemplos de buenos cristianos ricos, aunque con seguridad no tantos como de quienes son pobres en bienes temporales. Lo que sí indican muy claramente las Escrituras es que las riquezas son un constante peligro para una experiencia cristiana victoriosa (ver com. Mat. 6: 19-21; Luc. 12:13-22).
En su humillación. Algunos comentadores consideran que esta frase es estrictamente paralela con «en su exaltación» » (vers. 9). Por lo tanto, el pobre debe regocijarse como cristiano en sus privilegios presentes y futuros, y el rico hacer otro tanto en su humildad cristiana y en el menosprecio del mundo, y no en sus posesiones materiales. En otras palabras: el rico debe regocijarse porque aunque ahora suele ser despreciado por pertenecer a una clase mal mirada, llegará el día cuando será ensalzado como miembro del eterno reino de Dios. Santiago está dando énfasis en los vers. 9 y 10 al hecho de que, sin tomar en cuenta las circunstancias materiales, el hermano cristiano -ya sea rico o pobre- encontrará su mejor motivo de regocijo en los privilegios de la fe cristiana. Otros piensan que Santiago está refiriéndose a la pérdida de bienes, algo común en el siglo I para los ricos que aceptaban el cristianismo. El rico que aceptaba a Cristo encontraba muchas oportunidades para usar su riqueza. Los aprietos de otros miembros de iglesia que perdían su empleo debido a su fe, le proporcionaba la oportunidad de compartir sus posesiones. El amplio progreso de la obra misionera de los apóstoles, que era fenomenal aun comparándolo con el de los tiempos modernos, necesitaba apoyo financiero, y los miembros de iglesia ricos respondían a esa necesidad. Sin duda había muchos que con toda decisión se ofrecieron para emplear sus riquezas en beneficio de sus hermanos (cf. HAp 86). Por lo tanto, los cristianos ricos veían cómo disminuían sus posesiones materiales; pero podían regocijarse en el privilegio de dar de sus recursos para el progreso de la causa de Cristo, aunque significara la pérdida de su seguridad temporal y tuvieran 525 que vivir en forma más humilde. Este sentido el de la mayordomía, propio de los primeros no cristianos con respecto a los fondos que Dios les confiaba, es un digno ejemplo para aquellos que en la iglesia de hoy tienen la bendición de disponer de abundancia de recursos.
El pasará. Se le recuerda al rico que finalmente morirá. Entonces todas las posesiones materiales que tanto le ha costado reunir, pasarán a manos de otros. El cristiano rico contempla esta situación en su debida perspectiva, y se regocija por la oportunidad que tiene de gastar sus riquezas antes de morir (ver com. vers. 10), aunque al hacerlo pueda sufrir penalidades económicas y ser menospreciado.
Las riquezas son atrayentes, pero como la flor, también son frágiles y transitorias, y el hombre que sólo confía en sus bienes finalmente perecerá junto con ellos sin haber adquirido la riqueza por excelencia: la vida eterna. De modo que el hermano rico necesita reflexionar en pasajes de las Escrituras que amonestan a no poner la confianza en las riquezas que se pueden desvanecer fácilmente (ver com. Mat. 6:19; Luc. 12:16-21). El cristiano debe fijar su mirada en la posesión de los privilegios cristianos para esta vida y en las riquezas de la eternidad (ver com. Mat. 19:29).
Flor de la hierba. Santiago usa esta ilustración del AT (Isa. 40:6) para destacar la naturaleza transitoria de la vida humana. Compárese con Isa. 51:12, en donde se declara que en el «hijo de hombre… es como heno».
11. » Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.
Cuando sale el sol. El autor amplía su parábola de la flor (vers. 10), que disfruta sólo de una breve existencia y luego perece (cf. Mat. 13:6, 21).
Perece su hermosa apariencia. La belleza desaparece cuando la flor se marchita y muere. Cuando el rico es comparado con la flor, su «hermosa apariencia» consiste en el ambiente externo que puede comprar su riqueza, y que no está al alcance del pobre. Esto podría incluir una hermosa mansión, elegantes muebles, costosos vestidos, adornos de piedras o metales preciosos y todo lo que aumente la llamativa ostentación de la apariencia. Todo esto se esfuma en un momento de crisis económica o debido a la muerte, así el como es fugaz la belleza de la flor.
Así también se marchitará el rico. Santiago pone de relieve la advertencia de Cristo acerca de los tesoros terrenales que «la polilla y el orín corrompen» » y que «ladrones minan y hurtan» » (ver com. Mat. 6:19-21). Recuerda al cristiano «rico» que los tesoros terrenales pueden perderse aún antes de la muerte; pero aunque el rico los retuviera, no le serán de ningún valor al morir. La única base segura para el regocijo del cristiano rico es la seguridad que halla en la comunión con Jesucristo, pues ésta es la única posesión que no desaparece.
12. » Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. »
Bienaventurado. Gr. makários (ver com. Mat. 5:3). Santiago alude a menudo a las enseñanzas de Jesús (ver p. 516); en este caso quizá el Sermón del Monte. Aquí parece ampliar el tono enfático de los vers. 2, 9-10. El hombre que se enfrenta a los problemas de la vida, a veces puede considerarse como desventurado y tal vez así lo consideren otros; sin embargo, el apóstol quiere corregir ese concepto con una nueva perspectiva que abarca los resultados de una fiel paciencia, así como un claro punto de vista de la forma en que comienzan las pruebas (vers. 14).
Soporta. Gr. hupoméno, «soportar con firmeza» » (ver com. vers. 3).
Tentación. Gr. peirasmós, «prueba» (ver com. vers. 2), lo que implica cualquier situación que ponga a prueba la fe o el carácter Peirasmós incluye aflicciones, como enfermedades, pobreza o calamidades, y también la insinuación directa al pecado. Este versículo pone énfasis en la bendición que acompaña a una firme resistencia que capacita a una persona para salir ilesa de sus pruebas.
Haya resistido la prueba. El cristiano que es tentado no sólo ha sido probado, sino que ha salido victorioso de la prueba. El cristiano fiel puede compararse con el oro de buena ley, que queda después de que la escoria ha sido fundida (cf. Job 23: 10).
Corona de vida. Es decir, la corona que es vida o que consiste de vida. Ver com. Apoc. 2: 1 0. La vida eterna será la recompensa de la paciencia fiel en medio de los problemas actuales de la vida. Este don de vida eterna (Rom. 6:23) es la corona o don supremo de todas las dádivas. Es cierto que la vida eterna comienza cuando una persona permite que el Espíritu Santo rija su conducta; pero esta «corona de vida» en realidad será concedida definitivamente a todos los redimidos al mismo tiempo, cuando Cristo venga por segunda vez (ver com. Juan 3:16; 11:25; 2 Tim. 4:8; 1 Juan 5:11-12).
Dios. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de esta palabra; sin embargo, es claro por el contexto que Dios es el que ha prometido. Nuestro Señor promete personalmente la dádiva de la vida eterna a todos los que prefieren aceptar el plan divino de salvación (ver com. Juan 3:16).
A los que le aman. Claramente se revela al hombre el requisito para la vida eterna. La fe en Dios (Rom. 3:28; 4:5, 13) y el amor hacia él son dos características estrechamente relacionadas que forman la base de la sincera respuesta del hombre al ofrecimiento divino de salvación. No podemos amar a Dios a menos que estemos dispuestos a confiar plenamente en él y a creer que la manera de vivir que nos prescribe es la mejor para nosotros.
13. » Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; »
Tentado. Gr. peirázo, «probar», «poner a prueba», que aquí se usa en el mal sentido de inducir al mal (ver com. vers. 2-3). Santiago aclara que los sufrimientos, las pruebas y dificultades que enfrenta cada cristiano, nunca se deben entender como que Dios los permite con el propósito de inducir al hombre a pecar. Dios permite que le sobrevengan pruebas a los seres humanos, pero nunca con el propósito de que alguno se rinda ante ellas. El propósito de Dios es semejante al del refinador que echa el mineral en el crisol con la esperanza de obtener un metal puro, no con la intención de amontonar escoria. Sin embargo, Satanás tienta con la intención de causar la derrota y nunca de fortalecer el carácter de un hombre (ver com. Mat. 4: l). «El sufrimiento es infligido por Satanás, pero… Dios predomina sobre él con fines de misericordia» (DTG 436).
No diga. La idea de que los dioses originaban las tentaciones del hombre y los pecados consiguientes, prevalecía especialmente entre los griegos en los días de Santiago e indudablemente, hasta cierto grado, también se había difundido en el pensamiento de los cristianos. Esta clase de acusación fue la que nuestros primeros padres levantaron contra Dios después de su pecado (Gén. 3:12-13). Adán acusó a Dios de crear a Eva como su esposa, y ésta a su vez, acusó al Señor de colocar la serpiente en el huerto del Edén. La advertencia de Santiago es oportuna en todos los tiempos, para que un hombre -indirecta y quizá inconscientemente- no acuse a su Hacedor de crear las insinuaciones al pecado con las cuales se enfrenta diariamente.
No puede ser tentado. Gr. apéirastos, «no tentado», «que no puede ser tentado». Santiago muestra que es inconcebible que Dios tiente a los hombres a pecar. El no puede ser tentado con el deseo de tentar a los seres humanos para que hagan lo malo. Dios concede a los hombres libre albedrío, pero no por esto debe culpárselo por las malas acciones que los seres humanos puedan cometer por disfrutar de ese privilegio. Santiago absuelve en forma terminante a Dios de ser el originador de cualquier insinuación para que alguno peque.
14. » sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. »
Cada uno es tentado. Si Dios no es el origen de la tentación, surge inevitablemente la pregunta: «¿Quién o cuál es el origen?» El apóstol destaca que el origen del pecado no está fuera del hombre sino dentro de él.
Concupiscencia. Gr. epithumía, «deseo», «sed», «anhelo» (ver coro. Mar. 4:19). El origen de toda tentación es la «sed» del hombre por lo que es malo. Cada persona tiene sus propios anhelos, que surgen de su temperamento y sus experiencias; pero el hecho de que existan estas malas concupiscencias internas, no niega la existencia y la actividad de un tentador exterior que busca aprovecharse de nuestras malas tendencias (cf. Juan 14:30; ver com. Mat. 4:1-3). Satanás y sus huestes maléficas son los verdaderos instigadores de la tentación (Efe. 6:12; 1 Tes. 3:5). Ellos pueden tentar al hombre a pecar; pero sus tentaciones no tendrían fuerza alguna si no hubiese dentro del hombre un deseo de responder a esa atracción. «Ningún hombre puede ser obligado a pecar. Primeramente debe ser ganado su propio consentimiento; el alma debe proponerse el acto pecaminoso antes de que la pasión pueda dominar a la razón o la iniquidad triunfar sobre la conciencia» (MJ 65). La naturaleza de la tentación, así definida, elimina cualquier posibilidad de que sea Dios quien decreta las tentaciones de los hombres, o de que Satanás sea en realidad el responsable por las caídas morales del hombre. El hombre cae ante la tentación debido a un deseo de satisfacer un anhelo particular que es contrario a la voluntad de Dios.
Es atraído. O «es arrastrado». La propia «concupiscencia» del hombre lo arrastra o atrae.
«El vicio es un monstruo de semblante tan horrible, que sólo necesita ser visto para ser odiado. Pero si se ve muy a menudo y su rostro se torna familiar, primero lo toleramos, después nos compadecemos de él, luego lo abrazamos». -Alejandro Pope, Essay on Mar (Ensayo sobre el hombre), Epístola II, línea 217.
Seducido. Gr. deleázo, «atraer con carnada o cebo», «inducir». Así como el pez es atraído a su destrucción por la carnada del anzuelo, así también los hombres son cebados para caer en el pecado debido a la carnada del engaño y los halagos del pecado. La fuerza y el poder del pecado no prevalecerían si no fuera por la astucia y la seducción del pecado. Esto es evidente cuando se repasa la triste historia de los pecados de hombres y mujeres, comenzando con Eva y Adán y llegando hasta nuestros días (ver com. Gén., 3:1-6).
15. » Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. »
Entonces. Es decir, el siguiente paso.
La concupiscencia. El mal deseo (cf. vers. 14) descubre aquí que el pecado es atrayente. «Concupiscencia» o «deseo» no son por sí mismos idénticos al «pecado». Hay deseos naturales y legítimos que Dios puso en el hombre en la creación, como el deseo de alimento, de bienestar físico, de paternidad y de convivencia social. Sin embargo, cuando el hombre procura satisfacer aun esos deseos básicos en una forma contraria al plan de Dios, coquetea con el pecado y se coloca en la situación de ser inducido a pecar. Ver com. Mat. 4:1-4.
Concebido. Si se alimentan y fomentan deseos desenfrenados, finalmente dan a luz actos pecaminosos.
Da a luz. Gr. tíkto, «dar a luz», «producir».
Pecado. Esta es la prueba de que cuando se permite que la mente sea dominada por un mal deseo («concupiscencia»), el resultado final sólo puede ser el pecado.
Consumado. O «completado», «madurado». El pecado, debido a su naturaleza engañosa, antes de que se desarrolle en forma completa, puede ser fácilmente confundido con algo bueno. Cuando se ha «consumado» o «completado», sus resultados destructivos son evidentes.
Muerte. El pecado destruye amistades, círculos familiares, futuros promisorios y el respeto propio. No importa cuán sutil sea su camuflaje, el resultado inevitable del pecado es destrucción y muerte (ver com. Rom. 6:23), tanto espiritual como física. La «muerte» a la que aquí se hace referencia no es sólo la primera muerte que sobreviene a todos (ver com. Rom. 5:12; cf. 1 Cor. 15:22), sino la segunda muerte, la aniquilación final (ver com. Apoc. 20:6). Dios no es el autor de la muerte sino de la vida; por lo tanto, no es el autor del pecado que causa la muerte. La muerte, en cualquier forma que exista, tiene su origen en el pecado, y el pecado la produce en forma natural e inevitable.
16. «Amados hermanos míos, no erréis.»
Amados hermanos míos. Ver com. vers. 2.
No erréis. O «no seáis descarriados», «no seáis engañados». El propósito bien pensado que tiene Satanás es cegar los ojos de los seres humanos en cuanto a la parte de Dios en la historia del pecado. La mayoría de las filosofías y de las religiones de este mundo se construyen sobre falsos conceptos mediante los cuales Satanás procura distorsionar el carácter de Dios. Santiago no quiere que los cristianos crean que Dios es responsable por el pecado y los males que produce. Los dos versículos siguientes presentan razones adicionales sobre este punto, para que nadie piense que, en alguna manera, Dios es responsable de la tentación.
17. » Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. »
Toda. Dios es el único origen de los bienes morales y físicos, ya sean dados a los cristianos o a quienes que no lo son.
Buena. El contraste entre esta palabra que describe la forma en que Dios trata a los hombres y las «tentaciones» y «concupiscencias» de los vers. 14 y 15, es obvio. Dios no da a los hombres dádivas que les hagan daño (ver com. Mat. 7:11).
Dádiva. Gr. dósis, que se refiere al «acto de dar». Cada impulso a dar se origina en Dios. La naturaleza de Dios es dar (vers. 5), y es como respuesta a su Espíritu Santo y ejemplo que los seres humanos comparten sus bienes mutuamente.
Don. Gr. dórema, «presente», «beneficio», «obsequio». En el NT sólo aparece aquí y en Rom. 5:16.
Perfecto. Queda excluido todo elemento de mal.
Desciende. Este es el argumento final de Santiago contra la falacia de que Dios, directa o indirectamente, es el origen de la tentación. La «perfecta» bondad de Dios es la seguridad que tiene el hombre de que el Señor no envía ni las dificultades que se producen exteriormente, ni las tentaciones que surgen del interior.
De lo alto. Es decir, de Dios (ver com. Juan 3:3, 31). Dios actúa mediante hombres, y hasta donde el pensamiento de éstos sea verdadero, revelará una parte de la verdad más plena que Dios anhela que los seres humanos 528 comprendan (cf. Ed 12).
Padre. Aquí en el sentido de «Creador» » (ver Mal. 2: 10; Heb. 12: 9; Job 38:28).
Luces. Según el contexto parece que se trata de los cuerpos celestes (ver Sal. 8:3; Amós 5:8). El sol es el astro más importante de nuestro sistema solar, pues es la fuente indispensable de beneficios para nuestro mundo. Pero el esplendor de los cuerpos celestes es sólo una débil ilustración de la naturaleza de Dios, quien «habita en luz inaccesible» (1 Tim. 6:16). Con frecuencia «luz» equivale a «vida», para describir con una débil comparación, propia de la comprensión humana, el supremo esplendor de Dios (ver com. Mat. 5:14; Juan 1:4, 9).
No hay mudanza. Los orígenes de la luz física varían en intensidad. El sol parece variar desde el amanecer hasta el crepúsculo y de una estación a otra; pero en Dios no hay cambio de disposición de ánimo ni de propósito. Siempre es el inmutable Dios con el eterno anhelo de salvar por todos los medios posibles a los seres humanos perdidos en un mundo extraviado. Este es un feliz contraste con la volubilidad y los caprichos atribuidos a los dioses paganos.
Sombra de variación. No hay variación en Dios, ni tampoco hay siquiera la más ínfima excusa válida para que sea acusado de volubilidad.
18. » El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas. »
Voluntad. O «propósito estudiado», «decisión deliberada». La «voluntad» de Dios para nosotros contrasta con la voluntad del hombre, con frecuencia sometida a las «concupiscencias» humanas (ver com. vers. 1415).
Nos hizo nacer. Gr. tíktó (ver com. vers. 15). Dios no sólo no es la causa final de nuestros pecados, sino que es el autor de toda la santidad que jamás se haya desarrollado en los corazones humanos. Así como los hijos se parecen a sus padres, también los cristianos que han nacido de nuevo reflejarán el carácter de su Padre celestial. Un verdadero cristiano es una persona diferente de lo que era antes de su conversión, es como si hubiera sido formado naturalmente otra vez y nacido de nuevo.
Palabra de verdad. Es decir, el Evangelio de salvación (ver com. Efe. 1: 13). Pablo lo expresa más claramente: » «En Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio» » (1 Cor. 4:15; cf. 1 Ped. l: 23, 25). La conversión es el producto de una entrega plena a los principios de las Escrituras. El proceso de crecimiento que sigue al nuevo nacimiento depende de cómo la persona practica la Palabra de Dios en su vida.
Para que seamos primicias. Mejor «para que fuésemos como las primicias» » (BJ). La ofrenda de las «primicias’ era un símbolo de la consagración de toda la cosecha (ver com. Exo. 23:19). Las «primicias» eran -debían ser- lo mejor de su especie y lo primero en alcanzar la madurez, por lo tanto, eran un anticipo de la cosecha venidera. Cristo es las «primicias de los que duermen», un anticipo de la futura resurrección (ver 1 Cor. 15:20, 23). Esta expresión es común en el NT (cf. Rom. 8:23; 16:5 [ «primer fruto» ]; Apoc. 14: 4). El apóstol Pablo aplica en forma específica la comparación a los creyentes: «como primicias». La voluntad de Dios es que los hombres lleguen a ser como él es, y el deber de la iglesia es educar a los cristianos nuevos en la fe hasta que alcancen «la estatura de la plenitud de Cristo» (Efe. 4:13).
19. » Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; «
Por esto. La evidencia textual favorece (cf. p. 10) el texto «sabed» o «sabéis». De todos modos este versículo presenta la conclusión de que como Dios es el origen del bien y no tienta a nadie, y él ha engendrado a cada cristiano y le ha conferido el honor de ser «como las primicias», el cristiano debe poner en práctica esos principios del Evangelio que ha aprendido.
Amados hermanos. Ver com. vers. 2.
Pronto para oír. Aunque los miembros de iglesia ya han nacido de nuevo por la Palabra (vers. 18), esto no los exonera de seguir escuchando la «palabra», sino que deben escucharla con más atención y fervor, como lo dijo el Señor: «El que tiene oídos para oír, oiga» (Luc. 8:8; 14:35; etc.). Pablo insta a los miembros de la iglesia a que continuamente aumenten «el conocimiento de Dios» (ver com. Col. 1:10; cf. 2 Ped. 1:5). Aunque sin duda éste es el propósito principal de la frase, su significado incluye seguramente también la sugerencia general de que los seres humanos deben ser más prontos para oír que para hablar.
Tardo para hablar. En vista de las repetidas referencias en esta epístola contra las lenguas sin control (cap. 1: 26; 3:1-18; 4: 11), es evidente que Santiago se encontraba a menudo con el problema de quienes hablaban con precipitación. Este mal se menciona también en otros pasajes de las Escrituras (Prov. 529 10: 19; 17: 27-28- Ecl. 5:2). El énfasis se hace en ser lento para comenzar a hablar, no en hablar lentamente.
Tardo para airarse. El cristiano debe, por sobre todo, poder dominar su mal genio (Job 5:2; Prov. 15: 18; 16: 32-9 19: 19, 22:24; 25: 28; 27: 3; Rom. 12:18). Las tres admoniciones de este versículo se presentan a la luz del privilegio descrito en el vers. 18. Los que cumplen la voluntad de Dios en su vida, serán conocidos, por ejemplo, por su afán de aprender continuamente de la verdad, por su dominio propio al no forzar prematuramente a otros a aceptar la verdad y por la forma simpática y atractiva como estudian con los que no comparten su posición.
20. » porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. «
Ira. O «cólera». La ira es totalmente inapropiada y dañina cuando se manifiesta en una controversia religiosa. Un celo iracundo por la causa de Cristo no demuestra que la persona está llena del espíritu de Cristo. Es y seguirá siendo verdad que «un cristiano bondadoso y cortés es el argumento más poderoso que se pueda presentar en favor del cristianismo» (OE 128).
Justicia de Dios. El carácter de un Padre amante no se refleja en el miembro de iglesia que se encoleriza fácilmente. Esta declaración es parte de una verdad conocida por todos: que la ira tiende a producir lo opuesto a la justicia. No nos impulsa a abrazar la verdad, sino que nos guía a lo opuesto. No sana, sino hiere.
21. » Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. »
Por lo cual. Santiago hace ahora una aplicación práctica del principio general expuesto en el vers. 20.
Desechando. O «despojándoos», como quien se quita una prenda de vestir (ver Efe. 4:25; Col. 3:9; 1 Ped. 2: l).
Toda inmundicia. Así como una persona se despoja de la ropa sucia, también los miembros de la iglesia deben eliminar toda «inmundicia» de su mente y su alma.
Abundancia. Gr. perisséia, «exceso», «superabundancia». Toda forma de mal sobra en la vida cristiana. El cristiano debe dedicarse con toda diligencia a la tarea de eliminar cualquier imperfección de carácter que pueda persistir en él.
Malicia. Gr. kakía, «mala voluntad», «mal», «impiedad» » (cf. Efe. 4:3 1; Col. 3:8; Tito 3:3). Se destaca el espíritu de bondad y humildad -tanto al recibir la instrucción cristiana como al impartir a otros- como la meta práctica de cada miembro de la iglesia. El problema de las lenguas sin control podría eliminarse si los cristianos dejaran a un lado toda «mala voluntad» y suspicacia.
Mansedumbre. Gr. praútes, «dulzura». En cuanto al adjetivo praús, ver com. Mat. 5:5. «Mansedumbre» es lo opuesto de la «ira» del vers. 20, la que hace que los hombres sean indóciles. La mansedumbre no significa que uno se subestime, sino que alberga un espíritu humilde, suave y perdonador, y una disposición de tranquilidad y de perdón.
La palabra implantada. El Evangelio es un don de Dios, y en otro pasaje se compara con la «semilla» que se planta en el terreno del corazón (ver com. Mat. 13:3-8). La salvación no es el resultado de un estudio personal o de cualquier otra cosa que el hombre haga. La «palabra» es «implantada» ( «sembrada», » BJ, BC) dentro de una persona cuando decide hacer de los principios de las Escrituras el dechado de su vida.
Puede salvar. La «palabra» es el «Evangelio», la cual Pablo presenta como el «poder de Dios» » (ver com. Rom. 1: 16). Las Escrituras revelan ese Evangelio del poder de Dios, poder que está al alcance de todos. Cuando un hombre vive por el poder de Dios de acuerdo con los principios de la «palabra», interiormente es guiado por la «palabra implantada» (ver com. Rom. 10: 17).
22. Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. «
22. Hacedores. Una referencia al Sermón del Monte (ver p. 516; Mat. 7:21-29). Esto amplía el significado del precepto anterior de ser «pronto para oír» » (Sant. 1: 19). No es suficiente recordar lo que oímos o aun enseñarlo a otros. Debemos practicar sistemática y persistentemente la «palabra de verdad» (vers. 18) en nuestra vida diaria. El apóstol Santiago concuerda de este modo perfectamente con las enseñanzas de Pablo: » «Porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados» » (Rom. 2:13).
No tan solamente oidores. Esta no es de ninguna manera una condenación para los que oyen la «palabra de verdad», la leen y la explican. El mal radica en «solamente» oír y no proceder a aplicar la «palabra» a la vida (ver com. Mat. 7:21-27; Rom. 2:13).
Engañándoos. Gr. paralogízomai, «engañar mediante un razonamiento falso». Este engaño consiste en que una persona se traiciona a sí misma debido a un falso razonamiento. El oidor se engaña a sí mismo cuando razona que para salvarse es suficiente escuchar la 530 palabra, o debatir mucho acerca de la verdad, o ser miembro de iglesia. Debe haber una completa transformación de la vida por el poder del Espíritu Santo, el único que da fortaleza a los creyentes para que sean «hacedores de la palabra».
23. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.
23. No hacedor. El oír por sí mismo sólo produce impresiones fugaces y convicciones momentáneas en cuanto al deber. El cristiano sincero aprende continuamente para poder cumplir con la voluntad de Dios, y no únicamente para saber.
Considera. Es decir, mira atentamente. La persona que se mira en un espejo demuestra de ese modo un deseo genuino de descubrir los hechos; pero no hace nada. Un «oidor de la palabra» desea, como resultado de lo que oye, entender su condición espiritual; pero esto no basta, pues debe hacer algo con lo que ha comprendido.
Espejo. Los espejos antiguos eran hechos de metal pulido, no de vidrio.
Rostro natural. Un espejo muestra cómo está el rostro, si sucio o manchado; así también la ley de Dios da a conocer el rostro moral, echado a perder con defectos y manchado con el pecado. Oír y entender la Palabra de Dios es como mirarse en un espejo. Cuando contemplamos los preceptos perfectos de la ley como se magnifican y amplifican en el carácter de Jesucristo, nos damos cuenta de nuestras faltas y defectos. El espejo de la verdad nunca adula. Pablo no se daba cuenta de su propia naturaleza corrupta hasta que se vio correctamente en el espejo de la ley. Sin la ley pensaba que su condición moral era buena -que él «vivía»-; pero cuando comprendió realmente los elevados principios de la ley de Dios, se dio cuenta de que estaba espiritualmente muerto (ver Rom. 7:9).
24. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.
24. Se va. Se olvida de su verdadera apariencia ni bien se aparta del espejo. La prueba de sinceridad y propósito radica en la respuesta del hombre a la exhortación de la Palabra de Dios. Los que son «solamente oidores», como resultado de posponer sus deberes o de un falso razonamiento (ver com. vers. 22), prefieren no rendir su vida a Dios. El que sólo oye, puede ser comparado con el oidor «junto al camino» (Mat. 13:4).
Luego olvida. El apóstol no necesariamente se refiere a un deliberado propósito de olvidar, sino a lo que suele ocurrir cuando no hay una determinación clara y consecuente
25.-Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
25. Mira. Aquí comienza la aplicación de la ilustración del «espejo» (vers. 24).
Perfecta. Ver com. Mat. 5:48; Sant. 1:4.
Ley. Podría ser una alusión a la enseñanza de Cristo en el Sermón del Monte acerca de la ley (ver com. Mat. 5:17-18). También es obvio que hay un estrecho paralelo con los comentarios de Pablo acerca de la «ley» » (ver com. Rom. 2:12; 7:12). En el cap. 2 Santiago hace equivaler la «ley» al Decálogo (vers.10-11), e indudablemente aquí también se refiere a ese código (ver CS 519). Hay otra afirmación inspirada de que la «ley» es «perfecta» en Sal. 19:7. La «perfecta ley» puede compararse con «la palabra de verdad» (Sant. 1:18) y con «la palabra implantada» » (vers. 21), cuyo cumplimiento es obediencia cristiana en la vida. La «ley» es una descripción del carácter de Dios -la verdadera norma de justicia-, y bosqueja la verdadera relación entre Dios y el hombre y también las relaciones entre los seres humanos. Por lo tanto, la «ley» se convierte en un «espejo» por cuyo medio el hombre puede evaluar sus motivos y acciones.
Libertad. El que viola la ley, descubre que su libertad queda restringida. El lema: «Obediencia a la ley es libertad», que con frecuencia se ve en algunos países en las paredes de la sala de tribunales, es una consigna que debe recordar todo cristiano. Cuando una persona acepta por la gracia de Dios el yugo del Salvador (Mat. 11: 28-30), comprende claramente que la ley está de acuerdo con sus intereses más elevados, y produce como resultado la máxima felicidad posible (ver DTG 296). Entonces contempla la voluntad de Dios como libertad y el pecado como esclavitud. El apóstol presenta la ley moral como la regia infalible del deber (ver com. cap. 2:12). Cuando reconocemos los defectos de carácter que ella revela en nosotros y nos volvemos a Cristo en busca de remedio para ellos, descubrimos que la ley señala el camino de la verdadera libertad, pues la máxima libertad es ser liberado de pecado. Por otra parte, la observancia de la ley -ya sea moral o ceremonial- como un medio de justificación, la convierte en un yugo de servidumbre (ver t. VI, pp. 931-933; com. Gál. 2:16).
Persevera. La ley será un medio de «libertad» sólo para los que buscan el «reino de Dios» » (ver com. Mat. 6:33). Ella libera únicamente a los que, por la gracia de Dios, convierten en un hábito de vida el reflejar el carácter de Cristo (ver com. Juan 8:31-36).
Hacedor de la obra. La ley de Dios encauza y motiva para vivir una genuina vida cristiana. De esa manera el cristiano es un hacedor de acciones semejantes a las de Cristo. Cada hombre será juzgado finalmente «conforme a sus obras» (Rom. 2:6), y sólo la «ley» proporciona al ser humano una norma segura para justipreciar sus acciones (ver com. Rom. 2:6, 13).
Bienaventurado. Son incontables las «bienaventuranzas» que reciben los que plenamente viven de acuerdo con la voluntad divina (ver com. Sal. 1: 1-3; Mat. 19:29).
En lo que hace. Es decir «practicándola [la ley]» (BJ). Será bendito por el hecho de obedecer la ley de Dios (cf. Sal. 19:1l). La acción no es intrínsecamente el origen de la bendición, pues entonces sería una justificación por las obras; pero el hacer la voluntad de Dios elimina barreras que, de otro modo, nos apartan de la bendición divina.
26- Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.
26. Si alguno. Santiago ahora concluye con una aplicación práctica tomada de su comparación entre el simple «oidor» de la ley y el «hacedor…bienaventurado»
Se cree. Gr. dokéo, «pensar», «suponer». El énfasis se halla en lo que el hombre piensa de sí mismo y no en lo que otros piensan de él. Santiago amplía aquí su advertencia del vers. 22: que el simple conocimiento de la verdad no constituye un cristianismo genuino. Creer lo contrario es un autoengaño.
Religioso. Gr. threskós, «piadoso», «observante», especialmente desde el punto de vista de la religión que se expresa mediante actos externos. Una persona puede pensar que el simple cumplimiento externo de las formas de la religión, es cristianismo genuino; y podría pensar que actos como asistir regularmente a la iglesia, o dar cuantiosas ofrendas, o presidir en asuntos de la iglesia, constituyen una «religión» que agrada a Dios (vers. 27). El que así piensa, no comprende que todos esos actos exteriores de carácter religioso, sin la consagración íntima del corazón, son vanos (ver com. Mat. 6:1-7, 16: 18).
Entre vosotros. La evidencia textual establece (cf. p. 10) la omisión de estas palabras. Las omiten la BJ, BA, BC y NC.
Refrena. Santiago compara una lengua temeraria y precipitada con un caballo desenfrenado. La lengua y el caballo sin «freno» ponen en peligro a todos los que están cerca. El apóstol ruega a sus hermanos en la fe que cultiven el loable hábito de ser discretos en sus palabras (cf. vers. 19), las que reflejan lo íntimo del ser (ver com. Mat. 12:34-37). Algunos piensan que hablar acerca de «religión» es una señal de piedad; pero Santiago aconseja a los cristianos a hacer lo correcto y no sólo hablar de lo que es recto. Es necesario respetar las normas externas de la «religión»; pero si la lengua está sin control o si se acaricia algún otro pecado, es evidente que el hombre interior aún no ha sido transformado por la gracia de Dios.
Engaña. Ningún engaño es más lamentable que el autoengaño. Una forma externa de rectitud puede ganar la alabanza de los hombres que sólo miran las apariencias (cf. 1Sam. 16:7); pero el corazón debe ser motivado por la «perfecta ley» (Sant. 1:25) antes de que un hombre pueda vivir humildemente (vers. 21) delante de Dios y de sus prójimos.
Vana. Gr. mátaios, «inútil», «vano», «sin propósito» » (ver com. 1 Cor. 15:17). La piedad externa y las buenas acciones de nada sirven si no son motivadas por un sincero deseo de que cada pensamiento y acción se ajusten a la «perfecta ley, la de la libertad».
27. La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.
27. Religión. Gr. threskéia, «religión», sobre todo en lo que se refiere al culto o las prácticas religiosas. Pero el apóstol no define aquí la «verdadera religión»; sólo se refiere al hecho de que las evidencias externas acompañan en forma natural a la genuina experiencia del corazón. No describe todo lo que es la religión, sino que sólo menciona dos ejemplos característicos del genuino espíritu religioso que impulsa a tales actos. Ver com. Miq. 6:8.
Pura. Ver com. Mat. 5:8.
Sin mácula. Los fariseos dependían de las formas rituales visibles para mantenerse sin mancha; pero interiormente estaban llenos de contaminación moral (ver com. Mar 7: I23). Santiago muestra aquí un tipo muy superior de evidencias externas de la «religión pura».
Dios el Padre. La verdadera religión nos enseña a hacer todo como si estuviéramos en la presencia de Dios. Además, Dios conoce tanto los motivos como las acciones (ver com. Mat. 6:1-18). Las buenas obras aquí mencionadas no son una evidencia de la «religión pura y sin mácula», a menos que la persona las haga impulsada por los motivos correctos. Muchos ayudan para las obras de caridad sólo para tener una buena imagen delante de los ojos de sus prójimos, o quizá sólo teniendo en cuenta que podrán deducir de sus impuestos lo que donan.
Visitar. Gr. episképtomai, «visitar» con la idea de ayudar. Epískopos, que deriva de la misma raíz, significa literalmente «inspector», y se ha traducido como «obispo» » (ver com. Hech. 11:30). El «obispo» o «anciano» debe ser un ejemplo para todos los creyentes en la práctica de la «religión pura» como aquí se la define, revelando así un corazón lleno del amor de Dios (ver com. Sal. 68:5).
Huérfanos. Cf. coro. Juan 14: 18.
Viudas. Los lectores de esta epístola sin duda conocían bien las prácticas de los fariseos, quienes se aprovechaban de la condición de las viudas (ver com. Mat. 23:14). Los huérfanos y las viudas necesitan el consuelo y el ánimo de los amigos solícitos, y no sólo la ayuda económica.
Guardarse. El cristiano se esfuerza por servir a Dios ejerciendo el verdadero poder de la voluntad, y al mismo tiempo ora y depende plenamente del Señor (ver com. Juan 17:15; Jud. 24). En la vida cristiana sólo conquista el éxito aquel que une el esfuerzo humano con el omnipotente poder de Dios.
Sin mancha. «Incontaminado» » (BJ, BC, NC). Gr. áspilon, «sin ninguna tacha moral» » (ver 1 Tim. 6:14).
Mundo. Kosmos.El mundo, como existe bajo el pecado, es sinónimo de malos principios y prácticas que son contrarias a la voluntad de Dios (ver Juan 17:14-16). El miembro de iglesia verdaderamente convertido, evitará cualquier pensamiento o acción que permita que lo manche la inmundicia del «mundo».
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