Comentario Lección EGW 11 Enero – Marzo 2012

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I Trimestre de 2012
Vislumbres de nuestro Dios 

Notas de Elena G. de White 

Lección 11
17 de Marzo de 2012

Dios como Artista

Sábado 10 de marzo

Desde el solemne y profundo retumbo del trueno y el incesante rugido del viejo océano, hasta los alegres cantos que llenan los bosques de melodía, las diez mil voces de la naturaleza expresan su loor. En la tierra, en el mar y en el cielo, con sus maravillosos matices y colores que varían en glorioso contraste o se fusionan armoniosamente, con­templamos su gloria. Las montañas eternas hablan de su poder. Los árboles que hacen ondear sus verdes estandartes a la luz del sol, las flores en su delicada belleza, señalan a su Creador. El verde vivo que alfombra la tierra, habla del cuidado de Dios por la más humilde de sus criaturas. Las cuevas del mar y las profundidades de la tierra revelan sus tesoros. El que puso las perlas en el océano y la amatista y el crisólito entre las rocas, ama lo bello. El sol que se levanta en los cielos es una representación de Aquel que es la vida y la luz de todo lo que ha hecho. Todo el esplendor y la hermosura que adornan la tierra e iluminan los cielos hablan de Dios.

Por lo tanto, mientras disfrutamos de sus dones, ¿habremos de olvi­darnos del Dador? Dejemos más bien que nos induzcan a contemplar su bondad y su amor, y que todo lo que hay de hermoso en nuestra patria terrenal nos recuerde el río cristalino y los campos verdes, los ondean­tes árboles y las fuentes vivas, la resplandeciente ciudad y los cantores de ropas blancas de nuestra patria celestial, el mundo de belleza que ningún artista puede pintar, que ninguna lengua mortal puede describir. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hom­bre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9) (Consejos para los maestros, p. 53).
Domingo 11 de marzo:
Dios como alfarero

El alfarero toma arcilla, y la modela según su voluntad. La amasa y la trabaja. La despedaza y la vuelve a amasar. La humedece, y luego la seca. La deja después descansar por algún tiempo sin tocarla. Cuando ya está bien maleable, reanuda su trabajo para hacer de ella una vasija. Le da forma, la compone y la alisa en el tomo. La pone a secar al sol y la cuece en el homo. Así llega a ser una vasija útil. Así también el gran Artífice desea amoldamos y formarnos. Y así como la arcilla está en manos del alfarero, nosotros también estamos en las manos divinas. No debemos intentar hacer la obra del alfarero. Solo nos corresponde someternos a que el divino Artífice nos forme.

“Carísimos, no os maravilléis cuando sois examinados por fuego, lo cual se hace para vuestra prueba, como si alguna cosa peregrina os aconteciese; antes bien gozaos en que sois participantes de las afliccio­nes de Cristo; para que también en la revelación de su gloria os gocéis en triunfo” (1 Pedro 4:12,13) (El ministerio de curación, p. 374).

“Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro, tú nuestro alfarero; ¡todos fuimos hechos por ti mismo!” (Isaías 64:8, Versión Dios habla hoy).

El instrumento humano sufre mientras proyecta y hace planes para sí con algo que Dios le ha negado que haga. Se queja y lamenta, y toda­vía se aumentan las dificultades. Pero cuando se somete para ser como arcilla en las manos del alfarero, entonces Dios convierte al hombre en un vaso de honra. La arcilla se somete para ser moldeada. Si se permi­tiera obrar a Dios, centenares serán moldeados y convertidos en vasos como a él mejor le pareciera.

Permitid que la mano de Dios trabaje la arcilla para su servicio. Él conoce exactamente qué clase de vaso necesita. A cada hombre ha dado su obra. Dios conoce cuál es el lugar para el cual el hombre es más idóneo. Muchos están trabajando en contra de la voluntad de Dios, y echan a perder el diseño. El Señor desea que cada uno esté sumiso bajo su dirección divina. Él colocará a los hombres donde se sometan para ser modelados en unidad con Cristo, llevando su semejanza divina. Si el yo se somete para ser moldeado, si cooperamos con Dios, si oramos en unidad, si trabajamos en unidad, si todos ocupamos nuestro lugar como hebras en la trama de la vida, nos desarrollaremos convirtiéndonos en un bello tejido que regocijará al universo de Dios.
El Alfarero no puede moldear y modelar para honra lo que nunca ha sido colocado en sus manos. La vida cristiana es una vida de entrega diaria, de sumisión y continuo triunfar. Cada día se ganarán nuevas vic­torias. El yo debe perderse de vista, y el amor de Dios debe cultivarse continuamente. Así crecemos en Cristo. Así la vida se forma de acuerdo con el modelo divino.

Cada hijo de Dios debe empeñarse hasta lo sumo para elevar la norma de la verdad. Debe trabajar de acuerdo con Dios. Si el yo es exaltado, Cristo no es magnificado. Dios se compara a sí mismo en su Palabra con un alfarero, y los suyos son la arcilla. Su obra es la de modelarlos de acuerdo con su propia semejanza. La lección que deben aprender es una lección de sumisión. No debe exaltarse el yo. Si se presta la debida atención a la instrucción divina, si el yo se somete a la voluntad, la mano del Alfarero producirá un vaso simétrico (Exaltad a Jesús, p. 59).

Lunes 12 de marzo:
Dios como arquitecto

El gran Dios ha levantado sus poderosas estructuras en las rocas de granito, en las altas montañas, en los profundos desfiladeros y precipicios, en los castillos de roca y en las cavernas de la tierra. Con estas escenas —destellos del poder de Dios— ¡qué desagradecido el corazón humano que necesita imágenes para adorar! Los paganos que adoran la naturaleza, la que es obra de la mano divina, son idólatras; pero mucho más insensibles son aquellos que adoran imágenes que llevan el molde de seres humanos finitos. Todo lo que nos rodea nos enseña, día a día, lecciones acerca del amor y el poder del Padre celestial, de las leyes que gobiernan la naturaleza y que son el fun­damento de su gobierno en el cielo y en la tierra. Si estas señales del poder divino no traen a la mente al Creador de los cielos y la tierra, si no despiertan gratitud en los corazones desagradecidos, ¿podrán las imágenes y altares de personas muertas hacerlo? Al mirar la naturale­za y ver los campos vestidos de la viviente alfombra verde; al ver la variedad de sus obras y la diversidad de lo que él creó, podemos ver las señales inequívocas del trabajo del gran Arquitecto (Manuscript Releases, tomo 1, pp. 309, 310).

¡Oh, cuán poco puede comprender el hombre la perfección de Dios y su omnipresencia unida con su poder infinito! El artista humano recibe su inteligencia de Dios, y éste solo puede dar forma a su obra en cualquier ramo, hasta la perfección, utilizando los materiales ya preparados para su obra. Debido a su poder finito él no puede crear los materiales y hacerlos servir a su propósito, si el gran Diseñador celestial no se hubiera anticipado dándole las ideas que aparecieron por primera vez en su imaginación.

El Señor ordena que las cosas vengan a la existencia. Él fue el primer diseñador. No depende del hombre, sino que bondadosamente pide la atención de éste, y coopera con él en diseños progresivos y más elevados. Pero luego el hombre se atribuye a sí mismo toda la gloria, y es exaltado por sus semejantes como un genio muy notable. No mira más arriba que el hombre. La causa primera y única es olvidada…

Temo que tengamos ideas completamente pobres y comunes. “He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener” (2 Crónicas 6:18). Que nadie se aventure a limitar el poder del Santo de Israel. Existen conjeturas y preguntas con respecto a la obra de Dios. “Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3:5) (Mensajes selectos, tomo 3, pp. 356, 357).

Por medio de su ángel, el Señor instruyó a David y le dio un mode­lo de la casa que Salomón debía edificar para él. Se ordenó a un ángel que estuviera cerca de David mientras éste, para beneficio de Salomón, redactaba importantes instrucciones acerca de las disposiciones de la casa. El corazón de David estaba en la obra.

Cristo era el fundamento de la organización judía. El planificó las disposiciones del primer tabernáculo terrenal. Dio cada una de las espe­cificaciones acerca de la edificación del templo de Salomón. El que tra­bajó como carpintero en la aldea de Nazaret fue el Arquitecto celestial que diseñó el plan de la casa donde debía ser honrado su nombre. Las cosas del cielo y de la tierra están más dilectamente bajo la supervisión de Cristo de lo que muchos piensan (Comentario bíblico adventista, tomo 3, pp. 1146, 1147).
Si la iglesia en la tierra ha de asemejarse a un templo, edifíquesela según el modelo mostrado en el cielo, y no según el genio del hombre. La invención del hombre a menudo actúa en contra del desarrollo de los planes divinos. La vara áurea de medir no ha sido colocada en las manos de ningún hombre finito o de alguna clase de hombres, cualquie­ra sea su posición o vocación, sino que está en las manos del Arquitecto celestial. Si los hombres no se entremeten en los planes de Dios, y le permiten actuar sobre la mente y el carácter, edificándolos de acuerdo con el plan divino, se realizará una obra que soportará las pruebas más severas (Testimonios para los ministros, pp. 210, 211).

Martes 13 de marzo:
Dios como músico

Se me ha mostrado el orden perfecto del cielo, y he quedado arro­bada al escuchar la música perfecta que se oye allí. Después de salir de la visión, el canto terrenal me pareció muy áspero y discordante. He visto compañías de ángeles dispuestos en cuadros, cada uno con un arpa de oro. En el extremo del arpa había un instrumento para dar vuelta, acomodar el arpa o cambiar la melodía. Sus dedos no recoman descuidadamente las cuerdas, sino que tocaban distintas cuerdas para producir diferentes sonidos. Hay un ángel que siempre guía, que toca primero el arpa y da el tono; luego todos se unen para producir la rica y perfecta música del cielo. Es indescriptible esa melodía celestial y divi­na, que vibra mientras todo rostro refleja la imagen de Jesús, cuya gloria resplandece con brillo inefable (Joyas de los testimonios, tomo 1, p. 46).

La música es de origen divino. Hay gran poder en ella. Fue la músi­ca de la hueste angelical la que emocionó el corazón de los pastores en las llanuras de Belén y alcanzó el mundo entero. Es mediante la música como nuestras alabanzas se elevan a Aquel que es la personificación de la pureza y la armonía. Es con música y con cantos de victoria como los redimidos entrarán finalmente en la recompensa eterna.

Hay algo particularmente sagrado en la voz humana. Su armonía y su rasgo sentimental suave e inspirado por el cielo exceden todo instru­mento musical. La música vocal es uno de los dones que Dios ha dado a los hombres, un instrumento que no puede ser igualado, y menos aun superado, cuando el amor de Dios abunda en el alma. El cantar con el espíritu y el entendimiento es además una gran adición a los servicios devocionales en la casa de Dios (Mensajes selectos, tomo 3, p. 382).

Debemos tener presente el gran gozo manifestado por el pastor al recobrar la oveja perdida. Llama a sus vecinos y dice: “Dadme el para­bién, porque he hallado la oveja que se había perdido”. Y por todo el cielo repercute la nota de gozo. El Padre mismo se regocija con canto por el alma rescatada. ¡Qué santo éxtasis de gozo se expresa en esta parábola! Y es nuestro privilegio participar de este gozo (El evangelismo, p. 365).

A Cristo se le oía cantar con frecuencia himnos de alabanza; y sin embargo he oído a algunas personas que dicen “Cristo nunca sonreía”. ¡Cuán equivocadas son sus ideas en cuanto al Salvador! Había gozo en su corazón. Sabemos por la Palabra que hay gozo en las huestes angé­licas por un pecador arrepentido y que el Señor mismo se regocija con cánticos por su iglesia (El ministerio de la bondad, p. 98).

El alma puede elevarse hasta el cielo en las alas de la alabanza. Dios es adorado con cánticos y música en las mansiones celestiales, y al expresarle nuestra gratitud, nos aproximamos al culto de los habitantes del cielo. “El que ofrece sacrificio de alabanza me glorificará” (Salmo 50:23). Presentémonos, pues, con gozo reverente delante de nuestro Creador con “acciones de gracias y voz de melodía” (Isaías 51:3) (El camino a Cristo, p. 105).

Miércoles 14 de marzo:
Dios como autor

En la instrucción dada en nuestras escuelas, se ha de combinar lo natural con lo espiritual. Las leyes obedecidas por la tierra revelan el hecho de que ella está bajo el dominio magistral de un Dios infinito. Los mismos principios rigen en el mundo espiritual y el natural. Eliminemos a Dios de la adquisición de conocimientos y tendremos una educación coja, unilateral, muerta respecto a todas las cualidades salvadoras que dan verdadero poder al hombre. El Autor de la naturaleza es el Autor de la Biblia. La creación y el cristianismo tienen un solo Dios. Él se revela en la naturaleza, y en su Palabra. En rayos claros brilla la luz en la pági­na sagrada, revelándonos al Dios viviente, tal como está representado en las leyes de su gobierno, en la creación del mundo, en los cielos que adornó. Se ha de reconocer su poder como el único medio de redimir al mundo de las supersticiones degradantes que tanto deshonran a Dios y al hombre (Consejos para los maestros, pp. 381, 382).

Como el carácter de su Autor divino, la Palabra de Dios presenta misterios que no podrán nunca ser plenamente comprendidos por los seres finitos. Dirige nuestra mente al Creador, “que habita en luz inac­cesible” (1 Timoteo 6:16). Nos presenta sus propósitos, que abarcan todas las edades de la historia humana, y cuyo cumplimiento se alcan­zará únicamente en los siglos sin fin de la eternidad. Llama nuestra atención a temas de infinita profundidad e importancia concernientes al gobierno de Dios y el destino del hombre.

La entrada del pecado en el mundo, la encarnación de Cristo, la regeneración, la resurrección y muchos otros temas presentados en la Biblia, son misterios demasiado profundos para que los explique la mente humana, o siquiera los comprenda plenamente. Pero Dios nos ha dado en las Escrituras suficientes evidencias de su carácter divino, y no debemos dudar su Palabra porque no podamos comprender todos los misterios de su providencia.

Las porciones de las Santas Escrituras que presentan estos grandes temas no deben pasarse por alto, como si no tuviesen utilidad para el hombre. Todo lo que Dios ha visto propio dar a conocer, debemos acep­tarlo por la autoridad de su Palabra. Tal vez se haga una simple decla­ración de los hechos, sin explicación en cuanto al porqué ni cómo, pero aunque no podamos comprenderlo, debemos admitir que es verdad, porque Dios lo ha dicho. La dificultad estriba en la debilidad y estre­chez de la mente humana (Joyas de los testimonios, tomo 2, pp. 303, 304).

Jueves 15 de marzo:
Dios como escultor

Si el Señor permite que su pueblo pase por el fuego de la tentación, no es porque se goce en sus penas y aflicciones, sino porque esas prue­bas son necesarias para su victoria final.

Hemos sido tomados de la cantera del mundo y traídos al taller del Señor para ser labrados a fin de ocupar un lugar en su templo… No os rebeléis bajo este proceso de la gracia. Puede ser que seáis una piedra tosca que requiere mucho trabajo antes de estar preparada para ocupar el lugar que Dios le ha designado. No os sorprendáis si con el martillo y el cincel de las pruebas os va quitando los defectos de carácter. Solo él puede realizar esta obra. Podéis estar seguros de que no darán un golpe inútil (La fe por la cual vivo, p. 319).

En el corazón humano el egoísmo y la corrupción son naturales y solo se pueden vencer con la más estricta disciplina y las restricciones más severas. Aun así, serán necesarios años de paciente esfuerzo y sincera resistencia. Dios nos permite que suframos las enfermedades de la pobreza y nos pone en situaciones difíciles para que los defectos de nuestro carácter se revelen y sus asperezas se pulan. Pero después de que Dios haya dado privilegios y oportunidades, después de que la luz y la verdad hayan entrado en el hogar del que entiende, si las personas persisten en excusarse por su deformidad de carácter y continúan siendo celosas y egoístas, sus corazones se vuelven como el granito, haciendo imposible que se reformen sin tener que recurrir al cincel, el martillo y al pulido del Espíritu de Dios (Testimonios para la iglesia, tomo 4, p. 487).

Es posible que sea necesario realizar mucho trabajo en la forma­ción de su carácter, y que Ud. sea una piedra tosca que debe ser cortada en perfecta escuadra y pulida antes que pueda ocupar un lugar en el templo de Dios. No necesita sorprenderse si con martillo y cincel Dios corta las aristas agudas de su carácter, hasta que Ud. esté preparado para ocupar el lugar que él le reserva. Ningún ser humano puede realizar esta obra. Únicamente Dios puede hacerla. Y tenga Ud. la seguridad de que no asestará él un solo golpe inútil. Da cada uno de sus golpes con amor, para su felicidad eterna. Conoce sus flaquezas y obra para curar y no para destruir (Joyas de los testimonios, tomo 3, p. 154).

El templo judío fue construido con piedras labradas que se sacaron de las montañas. Y cada piedra era preparada para su lugar en el tem­plo, labrada a escuadra, pulida y probada antes de ser transportada a Jerusalén. Cuando todas esas piedras se encontraron sobre el terreno, la edificación se hizo sin que se oyera el ruido de un hacha o de un marti­llo. Esta edificación representa el templo espiritual de Dios, compuesto de materiales traídos de todas las naciones, lenguas, pueblos y clases sociales, grandes y pequeños, ricos y pobres, sabios e ignorantes. No se trata de substancias inertes, que deban ser trabajadas por medio del martillo o el cincel. Son piedras vivas, sacadas de la cantera del mundo por medio de la verdad; y el gran Arquitecto, el Señor del templo, está ahora labrándolas y puliéndolas, preparándolas para su lugar respectivo en el templo espiritual. Ese templo, una vez terminado, será perfecto en todas sus partes y causará la admiración de los ángeles y de los hombres; porque Dios es su Arquitecto y Constructor (Joyas de los testimonios, tomo 3, p. 379).

Categorías: La Deidad

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