¿Debe un Cristiano Bailar? – Parte 3
Carlos A. Steger
Doctor en Teología
Orientaciones del espíritu
de profecía
A pesar de esto, a principios del siglo XX hubo un grupo de creyentes que procuraron
introducir el baile en el culto. Elena de White escribió que las reuniones
de este grupo se realizaban con mucha excitación, con ruidos y confusión,
mientras muchos de los presentes saltaban, danzaban y gritaban (Mensajes selectos,
t. 2, p. 38). Inmediatamente, ella presentó en el nombre del Señor
un reproche contra esas manifestaciones, y advirtió: Esas mismas cosas
que habéis explicado que ocurrían en Indiana, el Señor
me ha mostrado que volverían a ocurrir justamente antes de la terminación
del tiempo de gracia. Se manifestará toda clase de cosas extrañas.
Habrá vocerío acompañado de tambores, música y danza.
. . Y a esto consideran como la actuación del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo nunca se manifiesta en esa forma. . . Y agregó:
No debería estimularse esta clase de culto (Ibíd., pp. 41, 42).
Sin lugar a dudas, ningún tipo de danza es apropiado para la adoración
a Dios en nuestra iglesia.
Al aplicar el principio basado en Filipenses 4:8 y su contexto al baile secular
de nuestros días, es evidente que no podemos aceptarlo como una recreación
apropiada para un cristiano. No es una actividad pura y de buen nombre, dado
que busca esencialmente la excitación sexual mediante el contacto físico
y movimientos insinuantes y provocativos. De esta forma, el baile abre la puerta
para quebrantar el límite señalado por Dios en cuanto al sexo
para el bien de sus hijos (véase El hogar adventista, p. 452). La diversión
del baile, como se practica actualmente, es una escuela de depravación,
una terrible maldición para la sociedad (Mensajes para los jóvenes
p. 397).
Al considerar por qué un cristiano debe mantenerse puro, a veces se puede caer en el error de pensar que hay que evitar la inmoralidad; solamente porque Dios la prohibió. Por supuesto que esto es cierto, pero es necesario entender la razón por la cual el Señor la negó. Por un lado, porque sabe que la inmoralidad es terriblemente destructiva para el creyente. Por otro lado, porque la impureza moral nos impide tener comunión plena con el. De ahí que no obedezcamos el mandamiento solamente para evitar el castigo de la muerte eterna sino, además, y por encima de todo, porque al haber aceptado a Cristo nos unimos a el y comenzamos a vivir en estrecho compañerismo con él (1 Cor.6:17).
La orden bíblica de huir de la fornicación (1 Cor. 6:18) significa abstenerse de todo lo que induce a la inmoralidad. Huir en este caso no es evidencia de cobardía, sino de valentía y fidelidad a Dios. Como seres humanos pecadores nos cuesta huir de la tentación porque nos atrae, pero también porque tememos el ridículo y nos da vergüenza ser diferentes. Al entregarnos a Cristo como nuestro Salvador, el Señor hace en nosotros lo que nosotros no podemos hacer. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio (2 Tim. 1:7).
Fuentes sanas de esparcimiento
Creo que, felizmente, la gran mayoría de los adventistas no asistimos
a los bailes; pero quizá no huimos totalmente de la tentación,
y nos detenemos a mirar cómo otros bailan, ya sea personalmente o, lo
que es más común, en la pantalla. Parece un placer inofensivo
que no nos afecta moralmente. Sin embargo, Jesús explicó que se
puede transgredir el séptimo mandamiento sin necesidad de cometer ninguna
acción: Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró
con ella en su corazón (Mat. 5:28). Tan serio es esto que el Señor
continuó diciendo: Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión
de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda
uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno (Mat. 5:29).
Esta imperiosa necesidad de evitar la contemplación de escenas impuras
se ejemplifica en el testimonio de Job registrado en el capítulo 31 de
su libro, los versículos 1, 2 y 4: Hice pacto con mis ojos: ¿Cómo,
pues, había yo de mirar a una virgen? Porque ¿que galardón
me daría de arriba Dios, y qué heredad el Omnipotente desde las
alturas? . . . ¿No ve él mis caminos, y cuenta todos mis pasos?
Luego de analizar las razones por las cuales consideramos que el baile es inconveniente para un cristiano, quisiera sugerir que tenemos acceso a una gran cantidad de recreaciones sanas que pueden ocupar su lugar brindándonos mucho más que el baile. La necesidad de relacionarnos socialmente puede ser atendida mucho mejor mediante otras actividades que nos permiten cultivar amistades profundas y duraderas dentro de un marco de respeto hacia los demás y de pureza moral, que cuenten con la aprobación de Dios.
Al profundizar nuestra amistad con Cristo, vamos aprendiendo a encontrar recreaciones en las que él puede participar. Nos acostumbramos a preguntarnos si él se sentiría cómodo de acompañarnos en tal o cual recreación. Y nos habituamos a gustar más y mas de lo que él puede aprobar. Al contemplar diariamente a Cristo se renueva y transforma nuestro entendimiento, y llegamos a comprobar que la buena voluntad de Dios es agradable y perfecta (Rom.12:2).
La verdadera felicidad no se logra mediante placeres como el baile, sino mediante la comunión con el Señor. Porque el hombre, creado para ser compañero de Dios, puede hallar su verdadera vida y desarrollo únicamente en ese compañerismo. Creado para hallar en Dios su mayor gozo, en ninguna otra cosa puede hallar lo que puede calmar los anhelos de su Corazón, y satisfacer el hambre y la sed interiores (La educación, p. 120).
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